El camping: volvemos al camping (4)
Volvemos mi novia y yo al camping... no fue una tarde muy tranquila
Menuda forma de acabar el día de playa. Había empezado perfecto, haciéndole el amor a mi chica y tomando el sol junto a ella. A pesar de que había tenido alguna pesadilla extraña. Cuando me desperté estábamos los cuatro juntos. Mi novia, Nacho, Carlos y yo. La verdad que estos chicos me estaban cayendo bastante mal. Y no era por celos, a pesar de que reverenciaban a mi novia como si fuera una diosa.
Lo peor de todo era que me había quemado la piel al estar al sol. Me había quedado dormido sin echarme crema protectora y había pasado de un blanco aspirina a un rojo crustáceo en cuestión de minutos. Mi novia me pidió disculpas por no haberme puesto crema, parece ser que ella también se había dormido y la despertaron Nacho y Carlos. No sé porqué se echaron miradas cómplices cuando Susana dijo eso.
Lo más incómodo, aparte de mi piel quemada, era que Nacho y Carlos estaban completamente desnudo
s. Y la verdad es que tenían muy buen cuerpo. Igual sí me estaban poniendo algo celoso. Mi novia seguía con su vestido, y se la notaba bastante callada... nerviosa... supuse que la incomodaba la situación con tanta desnudez alrededor.
Al menos habían traído unas cervezas. Me puse la camiseta para no quemarme más aún y tras las cervezas nos marchamos al coche para volver al campamento.
Me sentaron en la parte delantera del coche, de copiloto. Me dijeron que así podría darme el aire acondicionado y relajarme un poco. Carlos conducía. Y Nacho estaba detrás con mi novia. Por algún motivo habían decidido no vestirse para entrar al coche, de manera que seguían en bolas. No quería ni pensar que Susana estaba detrás con un chico desnudo. Y encima completamente empalmado. A diferencia de Carlos, que no estaba enhiesto, sino todo lo contrario, supongo que se habría relajado de alguna manera mientras yo dormía en la playa.
Les oía reír atrás de vez en cuando. Sobre todo en la parte de camino donde botaba mucho el coche. Por el retrovisor podía ver que los dos estaban justo detrás de mí, compartiendo asiento. No podía girar el cuello porque lo tenía completamente quemado. Suficiente tenía con lo mío como para preocuparme también de ese baboso.
Esas risitas me estaban matando.
Por fin llegamos al campamento. Mi dolor era total. Fuimos a la piscina y el socorrista me dio una crema para quemaduras de sol y me mandó beber mucho agua. Estuvimos comiendo y me fui a echar la siesta, a pesar del calor tenía cansancio, quizá estaba deshidratado. Susana se fue a la piscina con nuestros vecinos de tienda, llevaba tan sólo un precioso bikini amarillo chillón y una toalla. Por supuesto a la piscina fueron en el coche, y yo me tuve que contentar con mirar cómo se marchaban. Me quedé dormido unas horas y esperé a que volvieran a eso de las ocho de la tarde. Ahora venían todos (nuestros vecinos de tienda Nacho, Pedro, Carlos, el Socorrista y Susana) que venía con la toalla alrededor de la cintura y con el pelo y el bikini mojados. Estaba preciosa, como siempre. Yo esperaba sentado en una silla junto a la tienda de campaña, me faltaba una armónica para parecer un completo solitario.
-Hola cariño, qué tal estas?- me preguntó abrazándome y besándome, apestaba a alcohol y se la notaba algo achispada. –nosotros nos lo hemos pasado muy bien, a que sí, chicos?- Ellos me saludaban también muy amables, parecía que al fin y al cabo me tenían aprecio. Intenté relajarme.
Habían estado en la piscina y luego habían echado unas partidas al billar. Por lo visto jugaron por parejas, y cada bola del contrario o cada falta propia tenían que dar un trago de cerveza. A Susana no les gusta la cerveza, pero debía haber hecho una excepción.
Pedro se acercó a mi novia y dijo -Ah por cierto, compañera de billar!! –lo dijo agarrando a Susana por la cintura y apretándola contra su pecho...-esta mañana mientras ibais a la playa he aprovechado para comprarte esta camiseta. –Susana le dio un fuerte abrazo y él la correspondió. Un abrazo demasiado largo en mi opinión.
Nacho le acercó a Pedro, que mantenía el abrazo a Susana, un trozo de tela de tamaño ínfimo y color blanco, que supuse que sería la dichosa camiseta. –Toma, pruébatela.-Le dijo a Susana.- en la tienda me han dicho que se puede llevar sin ropa interior y que es muy cómoda.
-Joder, claro que se puede llevar sin sujetador.- exclamé.- esa talla debe ser para niñas de seis años!!
-No seas maleducado.- dijo mi novia mientras observaba la prenda. –es muy bonita, eres todo un caballero- y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla.
Intentó ponérsela, pero era demasiado estrecha, apenas le cabía la cabeza por el cuello de la camiseta. Se estaba quedando atorada, mientras, todos aprovechábamos para mirar sin disimulo como sus grandes y redondos pechos se agitaban con tanto esfuerzo. Nacho le dijo: -tranquila, que esto lo arreglo yo en un momento.- agarró la prenda y con un cuchillo comenzó a recortar la tela alrededor del cuello, aprovechó para cortar también las mangas (que ya eran cortas). Por último, estiró la tela y le dijo a Pedro: sujeta a Susana y haz que se mantenga recta!
Susana, medio riéndose, sacó pecho y se puso muy seria, casi como un militar. Pedro la sostuvo desde detrás, manteniéndose pegado a ella. Nacho colocó la camiseta sobre el torso de mi novia, como un sastre tomando medidas. No se me pasó por alto que acarició ligeramente sus pechos. Puso la mano horizontalmente sobre el vientre de Susana, con la palma hacia arriba. – ¿Te la recorto por aquí?- preguntaba Nacho seriamente, como si fuese un profesional costurero. -¿O más alta?- subió la mano hasta ponerla justo por debajo de los pechos de mi novia. Que en su ligera embriaguez encontraba todo esto muy divertido.
-así es demasiado corta, no crees amor?- me preguntó.
-yo creo que sí, es demasiado pequeña, igual se acaba rompiendo.
Parece que Nacho no entendió mis palabras, porque rápidamente agarró la camiseta y la comenzó a cortar por donde había hecho la marca. Por supuesto, el corte era bastante imperfecto, y había por donde subía y por donde bajaba.
-no entiendo para qué le compras una camiseta y luego se la destrozas. –pregunté.
-bueno, ahora las camisetas se llevan así.- dijo Nacho ofreciéndole la camiseta a Susana.
-debe ser en tu pueblo.- reía mi novia.
Se metió en la camiseta, ahora sin tantos problemas. Excepto cuando la tela comenzó a cubrir sus pechos. Estaba claro que era de una talla demasiado pequeña para mi novia, que a pesar de ser pequeña, tiene unos senos bastante voluminosos. La camiseta parecía que podía reventar en cualquier momento. Se podía notar cada costilla a través de la piel. Por no hablar de sus preciosos pechos. Incluso transparentaba un poco.
-y eso que aún lleva el bikini. –me quejé yo, refiriéndome a que se le notaba todo.
-ah, cierto, cariño...- respondió Susana. –decías que estaba diseñada para llevar sin ropa interior, verdad? –dirigiéndose a Pedro. Yo aún estaba sentado en la silla. Susana se sentó sobre mis piernas, de espaldas a mí y me señaló el nudo del bikini en su espalda. –por favor, amor, que yo no llego bien.
-¿quieres que te quite el bikini en serio?- pregunté indignado. La situación ya pasaba de castaño a oscuro. No me lo podía creer. –ni de coña!
-bueno, te lo quito yo si no te importa. –dijo Nacho, que se abalanzó sobre Susana sin esperar respuesta, rodeándola e introduciendo sus fuertes manos por debajo de la camiseta, por la espalda, para llegar al nudo del bikini y deshacerlo. Luego agarró el cordón del bikini que queda en la nuca y tiró hacia arriba. Susana levantó sus brazos para ayudarle a sacarlo. Yo estaba alucinando con la situación... aunque creo que no era el único, porque estaban todos como embobados mirándola fijamente.
-Te queda genial, Susana- decían todos ellos. –te queda como un guante.
-en serio, chicos?... muchas gracias, sois geniales!! No me esperaba este regalo, la verdad. -decía ella muy contenta mientras se miraba a sí misma la camiseta.- la verdad es que es bastante cómoda! Ya me diréis cómo os lo agradezco!!
Yo no sabía dónde meterme del enfado. Si ya estaba quemado de la piel, ahora estaba quemadísimo moralmente. Esa camiseta no era sólo enana y completamente pegada al busto de mi chica. Estaba ligeramente húmeda gracias a haber llevado el biquini, y ahora transparentaba un poco más (sin llegar a resultar obsceno). No comprendía por qué Susana no se daba cuenta de que sus geniales amigos lo único que pretendían era disfrutar de las vistas de su voluptuoso cuerpo.
Incluso a mí me estaba poniendo a mil, y estaba bastante enfadado. No me quería imaginar cómo estarían ellos, que ni si quiera podían catarla. En parte me alegraba de la situación pues aunque me ponía bastante celoso, me gustaba la sensación de ser yo el único que estaría con ella, desnudarla, besarla, acariciarla, y hacerle el amor. Porque otra cosa no, pero fiel siempre me ha sido al cien por cien.
Comenzaron a preparar la cena mientras yo seguía sentado, dado mi quemazón de piel. Y de vez en cuando Susana venía a charlar conmigo, porque el resto del tiempo la mantuvieron ocupada bebiendo o preparando algo de cena. Alguno de ellos también charlaba conmigo cada rato. Sobre todo para preguntarme qué tal estaba, y que no me preocupara por Susana, que ellos me la cuidaban y que enhorabuena por la chica tan buena y bonita que tenía por novia.
Ella se divertía bastante, aunque yo ya empezaba a dudar de que estuviera demasiado borracha. Se reía demasiado, y desde mi punto de vista me parecía excesiva la familiaridad que tenían. Y con familiaridad me refiero a los abrazos, besitos e incluso pellizquitos que la daban a veces en la cintura y en las piernas. Incluso en alguna ocasión Carlos, que por algún motivo era el más “cariñoso” la abrazó desde detrás y hundió su cara sobre el cuello de ella. Yo no sé si la llegó a morder el cuello, lo cual habría sido desastroso para ella (la pone demasiado cachonda). Pero sí la vi quedarse quieta como una estatua. Entiendo que si la mordió ella se sintió muy incómoda y por eso no se movía.
Cada vez que Susana venía a hablar conmigo estaba un poco más borracha que la vez anterior. Y su camiseta cada vez estaba más sucia, con marcas de grasa por todos lados.
-podrías cortarte un poco, no “Su”? –le dije en una de sus visitas a mi silla.
-jo, cariño, sólo intento pasármelo bien, no te enfades.-
-y esas manchas?- le dije señalando a su camiseta, que incluyendo sus pechos, estaban llenas de manchas de grasa y marcas de dedos.
-bueno, son de... de... la carne que están preparando... la verdad es que estoy un poco sucia.- me dijo.
-yo creo que los sucios son tus amigos.- refiriéndome a que eran unos salidos mentales.
-no, ellos más limpios la verdad. Como a ellos no les pone nadie las sucias manos encima... jajaja, pero ahora los ensucio yo a ellos!!!- y se fue riéndose por la genial idea.
A mí este comentario no me hizo tanta gracia. Se fue danzando con ellos y comenzó a jugar a mancharlos con trocitos de carne. Ellos no llevaban camiseta, pero Susana les pegaba los trocitos por el pecho y se los restregaba. Ni que decir tiene que ellos se limpiaban con lo que más cerca tenían, es decir, con la camiseta de ella. Dejándola cada vez más llena de grasa y provocando que la camiseta fuera más transparente. La situación no me tenía nada contento. Estaba deseando que se terminara para irnos a dormir de una vez.
Además, a veces escuchaba cosas que me volvían completamente loco... eran dobles sentidos, y comentarios que me molestaban mucho, y además Susana parecía estar completamente al margen de ellos, lo cual me molestaba más aún. Os relato el más subido de tono para que entendáis mi mosqueo.
Por ejemplo, estaban preparando unas salchichas a la plancha, y pusieron 3 a cocinar. Por lo visto la cuarta no cabía en la plancha, la tenía Nacho cogida con las tenazas y acababa de tirar el recipiente donde venían.
Y le dice a Susana: -te importa sujetarla mientras cocino?- todo esto, sujetando a mi novia de la cintura.
Susana hizo el amago de coger la salchicha con la mano.
-Pero qué haces, que la vas a ensuciar, mira que manos más sucias. Toma, abre la boca. –le dijo Nacho.
Susana abrió su boquita y él apoyó la punta de la salchicha sobre su labio inferior. –la tienes que sostener un rato entre los labios, mientras te limpio tus manos, ok?- Susana afirmó con la cabeza, mirando a los ojos a Nacho, estaba sonriendo. Rodeó la salchicha con sus gorditos labios haciendo presión y Nacho soltó las tenazas para coger las manitas de mi novia y pasárselas por el pantalón que llevaba él puesto. Alrededor de su propio paquete, que se notaba muy hinchado.
No me gustaba nada ver a mi novia con media salchicha introducida en su boca, mirando a los ojos a Nacho y restregando sus manitas alrededor del paquete. Carlos intentaba ponerse en medio para que yo no viera lo que ocurría, pero algo sí lograba ver.
-Ya está, corazón. Ya tienes las manos limpitas. –le dijo Nacho. Odiaba que la llamara “corazón”–Pero mira, has babeado la salchicha, vamos a limpiarla...- y comenzó a empujársela hacia dentro de su boca, mientras con otra mano la sostenía de la nuca. Mi novia le sostenía la mirada. Las manos de ella seguían enganchadas sobre el borde del pantalón de él. La verdad es que la situación era demasiado erótica. Estábamos todos petrificados mirando... yo creo que la única persona que no entendía la carga sexual era mi propia novia, porque si no se habría enfadado mucho. Para ella sería un juego inocente. No tenía maldad, es más, las comisuras de su boquita sonreían alrededor de la salchicha y miraba desafiante a los ojos de Nacho.
Yo no podía aguantar más la situación. – ¡Ya basta, Nacho! ¡Déjala en paz!- le grité. Nacho sonrió y liberó a mi no
via. –Tu novio piensa que sólo te entra esto...- dijo en voz baja mientras le sacaba media salchicha de entre los labios. Mi novia le contestó riendo. –jajá, yo creo que me habría entrado entera.
-te gustan más tragarlas con mayonesa, verdad? –le dijo Nacho mientras le acariciaba la cara, como limpiándole algo de saliva.
-bueno, sí, con mayonesa me encantan, puedo tragar todas las que quieras, jajaja.- respondió ella inocente, sin percatarse del “tragártelas”.
Es cierto que a Susana le gustaban las salchichas con mayonesa en vez de con salsa de tomate, pero no creo que Nacho estuviera pensando en eso.
Menos mal que la situación se zanjó por sí sola.
Esta clase de situaciones se repetían demasiado para mi gusto. Y me molestaban muchísimo, pero tampoco podía quejarme abiertamente, pues al fin y al cabo, nadie estaba haciendo nada malo. Y yo sé que mi novia no permite que nadie se sobrepase con ella.
Por ejemplo, no me molestaba demasiado que mientras preparaban la cena bailaran con ella de broma. O que incluso la dieran abrazos y besos en la mejilla. Lo que sí me molestaba más era que en algunos abrazos la levantaran en volandas y la mantuvieran un rato en el aire. Eso me ponía de los nervios.
Se comportaban como si todos estuvieran ligando con ella, lo cual me parecía raro, porque estaba yo, que era su novio, y además ella los pondría en su sitio.
Pero lo peor, amigos míos, estaba por venir.