El Camping (1)
De viaje de camping una pareja de jóvenes
Fui a recogerla a su casa, estuve esperando unos minutos fumándome un cigarro en su portal hasta que bajó.
Estaba bastante bonita con ese corto vestido blanco de verano. Me dio un largo beso en los labios y me agradeció una vez más la pequeña escapadita que nos íbamos a dar en un camping cerca de la playa. Me había costado mucho reservar un espacio en el camping, dado que era verano y estaba casi lleno, pero yo por mi novia haría lo que fuera necesario. Si hubiera alguna duda, el hecho de verla tan bonita las disipaba. Su mochila era bastante pequeña, nada típica de una chica de veinte años que se va al camping de playa, pero mi novia era realista, tan sólo necesitaba un par de vestidos de verano y algún que otro bikini.
Nos dirigimos a la estación a coger el autobús, y por el camino ya me daba cuenta de cómo los tíos miraban a mi niña. Lo entiendo perfectamente: con ese cuerpo de preciosas curvas, grandes y firmes pechos, y piernas torneadas, mi novia era un blanco fácil para las miradas de todos los hombres.
En el autobús no surgió ningún contratiempo, dormimos durante todo el trayecto sin calor gracias al aire acondicionado (a Susana se le marcaban los pezones bajo el vestido por el frío que hacía) y llegamos felizmente al pueblo en el que estaba el camping.
Una vez allí me dispuse a montar la tienda de campaña mientras Susana se iba a comprar unos refrescos. Mientras montaba la tienda, vi que a nuestro lado había un grupo de tres chicos con guitarras que estaban fumándose unos porros y tomando unas cervezas. Me dije, seguro que estos nos dan la noche.
Cuando por fin llegó Susana yo ya había montado todo, los chicos de al lado, por supuesto, se la quedaron mirando embobados, y es que no era para menos. Susana venía completamente empapada, me dijo que había pasado por la piscina del camping y que tras hablar con el socorrista, éste la había empujado al agua para gastarla una broma. No le di mucha importancia, pero la verdad es que estaba bastante bonita con toda la ropa pegada al cuerpo. Daban ganas de meterla en la tienda y follársela, pero me tuve que contener. Le dije que me iba a echar un sueño porque estaba cansado, a pesar de haber dormido en el autobús, de modo que me metí en la tienda mientras ella se quedaba por fuera dando vueltas.
A pesar del ruido de los de al lado me dormí profundamente durante unas horas y me desperté a eso de las seis de la tarde, el sol de verano tenía bastante fuerza y hacía calor y mi tienda era un horno. Salí de la tienda buscando a Susana y tras unos momentos escuché su risa desde dentro de la tienda contigua a la mía. Abrí la cremallera de la tienda sin avisar, y allí estaba ella, riéndose y pasándoselo bien con los tres vecinos de camping, con un porro en la mano. Estaban sentados formando un círculo, mi novia ya tenía la ropa seca, tenía las piernas flexionadas, sentándose sobre sus tobillos, se veían maravillosas.
Para mi sorpresa Susana no llevaba las bragas puestas, las tenía sobre las piernas de uno de los chicos, me dijo que era porque estaban mojaditas y quería que se secaran. Los chicos estaban a torso desnudo, mostrando unos sublimes cuerpos con bastantes músculos, ante lo cual mi novia no parecía estar nada incomodada. Debido al calor el olor a humanidad y a porros era fuerte allí dentro, y los cuerpos de las nuevas amistades de Susana brillaban por el sudor que derramaban. Lo cierto es que la tienda olía a hormonas que tiraba para atrás.
Algo enfadado le dije a Susana
–Vamos que tenemos que comer algo.
-Pero cariño, no te enfades que ya salgo, sólo estaba pasando un buen rato con estos chicos tan majos.- dijo sonriente.
Acto seguido adoptó postura de gata, y desde el fondo de la tienda se dirigió gateando hacia la entrada donde estaba yo. Lo hizo sin ninguna prisa, para que sus nuevos amigos contemplaran su belleza a la vista. Cuando estaba a punto de salir se detuvo, giró la cabeza y dijo,
-bueno chicos, que sepáis que ha sido todo un placer conoceros, me lo he pasado muy bien, es una pena que no tengamos nada de comer para ofreceros.- imagino que desde la perspectiva de los chicos la estarían viendo sus piernas e incluso quizás su rajita sin ninguna dificultad.
Yo intervine secamente
-tenemos comida, pero no suficiente para todos, es una pena.- yo no había venido a hacer amigos, sino a disfrutar de mi chica, y por eso me quedó un poco grosero el comentario.
-Pero podemos ir al pueblo que hay aquí al lado en coche y comprar algo de cena para todos. -dijo uno de ellos, que no paraba de mirarle el culo a mi novia.
Susana me miró a ver qué me parecía la idea, porque ella estaba excitadísima con la idea de compartir la cena con esos chicos tan agradables. Así que tras negarme un rato acepté la propuesta, sin muchas ganas la verdad.
Quedamos en que irían ellos tres mientras Susana y yo nos íbamos a la piscina a dar un baño. Luego pasarían a recogernos a las toallas y prepararíamos una pequeña barbacoa con camping gas mientras se hiciera de noche. En la piscina del camping había muchas chicas monas, pero yo me sentía orgulloso de que mi chica fuera la mejor (al menos para mí) y estaba preciosa con su bikini blanco tapando ese cuerpo tan voluptuoso que tiene.
Los viejos que había por allí también lo percibieron porque no paraban de mirarla mientras ella se echaba crema o se tumbaba sobre la toalla. Tras unos minutos de paz, yo me metí en el agua, y ella se fue, eso me dijo, a saludar al socorrista, el típico cachas de gimnasio con gafas de sol Oakley y tatuaje tribal en la pantorrilla.
Desde el agua los veía charlar muy animadamente, parecía que se conocían de la infancia. A ella siempre la han impresionado mucho los tatuajes, y este chico parecía un catálogo de una tienda de tatoos. Se los enseñaba aprovechando para marcar músculos y tontear un poco con ella. Ella le seguía el juego encantada, en incluso no se privaba de acariciar alguno de sus músculos… yo me estaba poniendo bastante celoso por la escena, pero luego me di cuenta de que era una estratagema de Susana para que el chico se confiara.
En un momento de despiste Susana le agarró por la cintura para tirarle al agua. Ella, que no mide más de uno sesenta, intentaba tirar a la piscina a una mole de músculos que la sacaba veinte centímetros de altura. Estuvieron forcejeando y riendo unos segundos que a mí se me hacían eternos, hasta que él se colocó en su espalda y la rodeó con sus fuertes brazos, aplastándole los pechos y apretándose contra ella.
Cayeron juntos al agua, donde se sumergieron otros interminables segundos hasta que volvieron a la superficie aún abrazados. Yo nadaba en su dirección, para ayudar a mi pequeña contra ese gigante, sin embargo, ella consiguió darse la vuelta, enfrentándosele, apoyó sus manos sobre sus hombros y se elevó para hacerle una ahogadilla. Susana sacó riéndose medio cuerpo del agua con el impulso, mientras él la ayudaba sujetándola con las manos por la cintura, la parte inferior del bikini estaba un poco descolocada, dejando ver parte de sus maravillosos y blancos glúteos.
Susana cambió de estrategia y se convirtió en una chica constrictor, mientras que con sus preciosas piernas rodeaba el torso del socorrista, con sus brazos le abrazó el cuello, provocando que sus tetas se aplastaran contra la cara del socorrista, quien no pudo con la situación y acabaron ambos otra vez bajo el agua. Yo me sumergí para ver que ocurría.
Aunque no tengo visión submarina, pude observar cómo se hundían, abrazados y forcejeando, sus tetas se mantenían aplastadas contra la cara de él y él la sujetaba con fuerza contra su cuerpo con una mano, ya que con la otra la agarraba por una pierna. Por fin se desprendieron el uno del otro subiendo a la superficie y riéndose. Él salió y volvió a su silla de socorrista, se le notaba que estaba empalmado y ella se apoyó en el borde de la piscina, hablando con él divertida. Yo estaba con un buen cabreo, asique me fui a la toalla porque no quería hablar con ella.
Al rato llegaron los vecinos de tienda, que venían de comprar la cena, y se fueron directos a hablar con mi novia. Se la veía muy a gusto charlando con aquellos cuatro chicos mientras yo me aburría en la toalla. Ella les invitaba a zambullirse, diciendo que el agua estaba muy rica. Todos se reían por las bromas de mi novia, y me miraban de vez en cuando, sin prestarme gran atención.
Por fin vino a la toalla, a estar conmigo como debía ser, o eso pensaba yo. Pero no, estaba muy equivocado, me dijo –Cariño, vamos a ir preparando la cena, yo me adelanto con ellos en su coche para ayudar, tú llévame las cosas a la tienda, ¿de acuerdo? Es que estoy muy mojada y no me quiero constipar, que empieza a hacerse de noche y la tienda pilla lejos.- me pidió el vestidito de verano blanco que había dejado en su bolsa, se lo puso encima del bikini empapado, de modo que lo dejó también empapado. Se miró y dijo:- pues casi que me quito lo de abajo, que se va a mojar todo.
Ni corta ni perezosa se deshizo del bikini, ante mi atónita mirada, quedándose sólo con el vestido, tan cortito que era y tan mojado que estaba, que se le transparentaba todo. A pesar de que tampoco hacía frío, sus pezones mojados se clavaban contra la húmeda tela del vestido. Sus grandes pechos botaban a cada paso que daba en dirección a nuestros vecinos, que estaban todos boquiabiertos ante la situación.
Les vi caminar hacia el coche y meterse en él, para luego irse derrapando hacia la tienda. Incluso el socorrista se había auto invitado para no perderse detalle de lo que pudiera avecinarse. Tras diez minutos de caminata llegué a mi tienda, cansado y con un buen cabreo debido a que mi novia me acabara de dejar colgado por cuatro idiotas. Mi novia continuaba con el mismo vestido que llevaba al salir de la piscina y como comprobé aun no se había puesto ropa interior, decía que con ese calor estaba más cómoda de esa manera, y eso que poco antes decía que empezaba a refrescar.
Yo no entendía los cambios repentinos de temperatura que sentía mi novia, para mí era una tarde/noche calurosa de verano. Los cuatro chicos estaban en bañador, con los torsos desnudos, y atendiendo a mi novia como si fuera una princesa, la tenían entre algodones. Sobre todo se encargaban de que no le faltara algo de beber, puesto que cuanto más bebía más cariñosa se mostraba ella. Ellos por su parte, no desaprovechaban opción alguna de acercarse a ella, de abrazarla, y si fuera preciso (que no necesario) darla algún beso cariñoso. Yo no me podía creer que se comportara de esa manera tan confiada. Uno de ellos se puso a tocar la guitarra, mientras el resto comenzaba a preparar la cena, y yo, hice lo único que se me ocurría en ese momento: darme a la bebida. Ella también bebía y fumaba porros.
Al rato le cena estaba lista, nos sentamos a la mesa, una mesa de camping con un banco a cada lado que habían traído nuestros vecinos en la que cabíamos bastante apretujados. Susana no logró sentarse al lado mía, sino enfrente, quedando entre dos de los chicos, a mí me tocó en una esquina al lado contrario, junto al socorrista y otro de los vecinos. El tonteo continuaba en mi cara, cada vez que algún trozo de comida “caía” sobre las piernas de ella, alguno de sus escoltas se apresuraba a recogerlo, tomándose su tiempo también para “limpiar” la mancha ocasionada.
Uno de los trozos de comida acabó cayendo en pleno escote de Susana y el chico a su derecha, el rubio, no se inmutó, recogiéndolo lentamente, dándose un festín de tocamientos que me dejó alucinado. Yo por entonces iba algo borracho y empezaba a sentirme lento y torpe en mis reacciones, con lo cual cada vez me iba quedando más en un segundo plano, mientras que ella era el centro de atención.
Cada vez que me iba a mear a un pino cercano, tenía que mantener la mirada para evitar que la cosa fuese a mayores. Cada vez que uno de ellos se iba a mear, se le notaba el empalme debajo de la tela del bañador y ella no parecía muy disgustada. Ella también andaba ya bastante borracha, y decidió que era hora de ir al servicio, que quedaba a unos cien metros. Yo, caballerosamente, me ofrecí a acompañarla, pero nuestro amigo el socorrista me hizo sentar e insistió en acompañarla él. Acepté resignado y ellos se marcharon juntos al servicio.
Yo no sabía de qué hablar con los chicos de la mesa, me sentía como un espectador de la situación, o como un incómodo invitado a su fiesta. Desde el edificio de los baños se empezó a oír el sonido del agua de ducha cayendo y gritos de Susana, de modo que me acerqué corriendo en zig-zag a ver qué pasaba. Cuando entré la vi abrazada a él, bajo la ducha, gritando por lo fría que estaba el agua y riéndose.
Él aprovechaba para acercársela bien a su cuerpo y abrazarla, sus piernas estaban entrelazadas y Susana estaba completamente inmovilizada. Creo que el calor de sus cuerpos les mantenía calientes. Cuando me vieron tampoco es que pararan de hacer el tonto, pero sí que acabaron saliendo de las duchas. Yo estaba bastante cabreado, pero demasiado borracho como para elevar una queja consistente. De modo que la cogí de la mano y la llevé de nuevo a la mesa donde estábamos todos.
Susana estaba completamente empapada, por lo que se metió en la tienda a ponerse algo seco. Aunque no cerró la cremallera para cambiarse... Salió aún más cachonda de lo que había entrado, con una camiseta blanca de cuando era pequeña, de esas que se pegan al cuerpo enseñando cada curva de su perfecto busto, y una “minifalda” vaporosa blanca que le llegaba por encima de la mitad del muslo… parecía que lo blanco y lo corto era obligatorio para esa noche.
Por supuesto no llevaba sujetador, asique enfadado la pregunté si se había puesto al menos las bragas. Ella estaba bastante borracha, y seguramente debido a eso, levantó su falda por delante para mostrarme sus braguitas blancas, mientras apretaba sus piernas.
Yo estaba demasiado borracho para ese entonces, quizá una de las peores borracheras de mi vida... quizá mi novia también... fuera como fuere, ella decidió que la fiesta se había terminado y que era hora de irse a la cama. Todos se pusieron muy tristes pero les prometió que pasaría a darles un beso de buenas noches a todos.
Me acompañaron a la tienda entre dos chicos para evitar que rompiera nada debido a mi estado etílico, y me desplomé sobre el saco de dormir.
Me quedé completamente dormido en cuestión de segundos. Al despertarme estaba solo. Miré el reloj y era la una de la tarde, el saco de mi novia no daba el aspecto de haber sido usado. Mi cabeza daba vueltas y me dolía a horrores. Me vestí para buscar a Susana, supuse que estaría fuera preparando algo de desayuno, pero cuando salí no la encontré. No sabía dónde se encontraba. La comencé a llamar a voces y nada. La marqué al teléfono móvil y mi sorpresa fue mayúscula cuando comenzó a sonar desde dentro de una de las tiendas.
La noche anterior había estado muy borracho para reaccionar, pero esta vez no, sólo tenía una tremenda resaca. Agarré un palo y grité a los de la tienda que abrieran y ordené a Susana que saliera. Se iba a montar una escabechina. Tras varias amenazas sin nada de contestación, abrí con mis propias manos la cremallera. Para encontrar que la tienda estaba vacía.
En ese momento, por el camino, venía Susana con uno de sus amigos tomando un café de la cafetería. Me explicaron que habían madrugado para desayunar. Le pregunté a Susana dónde había dormido y me dijo que conmigo, pero que no me acordaría por la borrachera.
(comenten todo lo que quieran, porque habrá continuación y tendré en cuenta las críticas constructivas y con respeto)