El Campamento

Roció no sabía cómo explicarle a su amiga sus verdaderos planes acerca del campamento, tras horas de viaje se encontraban bastante lejos de casa, muy próximas a aquel bosque que delimitaba los límites entre lo salvaje y la civilización.

EL CAMPAMENTO.

Cielo y Roció

-¡No puede ser!, debes estar bromeando-

Comento Roció con una sonrisa pícara y juguetona, aquella que tanto le gustaba  a su amiga Cielo, pues dibujaba un par de hermosos hoyuelos en sus cálidas mejillas.

-Solo iremos de campamento al bosque un fin de semana Señorita campista, ¿lo recuerdas?, no iremos a explorar una nueva ruta comercial, ni el corazón de la jungla ¿Eeeeh?-, agrego divertida e irónica Roció al observar la voluminosa y estorbosa bolsa de Cielo.

-Bueno yo…eeerrr, ¡Solo llevo lo necesario!, una nunca sabe lo que se puede ofrecer en la naturaleza, y en vez de reírte deberías ayudarme a quitármela o me caeré de espaldas-

Respondió Cielo mordisqueando sus labios conteniendo una sonrisa, aquel humor ácido e inteligente de su amiga le fascinaba desde que eran niñas, la recordaba correr y saltar sin control por toda la escuela, incluso a veces pelearse y llegar a casa con todo su uniforme roto y lleno de polvo, nunca entendió como es que siendo ambas tan distintas habían llegado a ser inseparables, Roció la chica alegre y llena de energía mientras ella Cielo, la chica seria y estudiosa, juntas eran como el Ying y el Yang, el orden y el caos, pero quizá eso, era el secreto que ya siendo adultas siguieran siendo las mejores amigas.

-Como desee señorita exploradora, primero déjeme llamar a una docena de fornidos ayudantes negros, para que levanten todo su equipaje-

Cielo le lanzo una mirada airada y furiosa, pero su semblante cambio cuando Roció la ayudo finalmente con su pesada carga.

-¿Siempre te tomas todo tan a la ligera, crees que todo en la vida es juego Roció?-

-…Mientras haya con quien jugarlo…-

-¡Roció!-

-Está bien, está bien, cerrare mi gran boca para no molestarla Señorita investigadora y aburrida-

Cielo volvió a lanzarle una mirada furiosa, pero Roció pretendió no verla, de modo que tomaron rumbo al bosque en silencio, lo cual a veces era un remanso de paz ante la cantarina y burbujeante voz de su amiga.

Cielo.

Los paisajes que atravesaban eran a la cual más hermosos, el aire más puro y fresco, el sol más grande y radiante y el firmamento sin nubes más azul que los mares, o al menos eso le parecían a Cielo con cada kilómetro recorrido.

Seguía sin comprender como es que había aceptado acompañar a la loca de su amiga a una más de sus aventuras, pero siendo justas pensó Cielo, hasta el momento disfrutaba al máximo de todo aquello, Cielo cerro sus expresivos ojos verdes, respiro profundo y las imágenes del día anterior llenaron su cabeza dorada.

-¿Qué haces aquí?, ¿Cómo es que entraste?-

Pregunto una Cielo sorprendida al descubrir a Roció frente a la puerta del salón donde ella impartía clases de astronomía a jóvenes en el instituto, desde pequeña aquellos cuerpos incandescentes y luminosos habían cautivado el alma de una niña desgarbada, delgada, de piel muy blanca, de melena dorada y profundos ojos verdes, los astros habían apasionado su alma con el paso de los años y como celosos amantes le habían reclamado muchísimas horas de estudio, de devorar libros con la luz de una simple vela, para no despertar a sus padres en casa, de miles de hojas de papel llenas de dibujos, datos e investigaciones, y desde los primeros días Cielo supo lo que quería ser en la vida, pero no solo le habían reclamado sacrificios las estrellas, sino que también la habían confinado a un mutismo y a una soledad digna de una estrella en la inmensidad del universo.

Cielo no asistía a las fiestas estudiantiles, nunca tuvo novio o pareja y se la vivía encerrada en su habitación estudiando, salvo por aquellos momentos de locura y felicidad cuando Roció se presentaba en su casa y casi a rastras la llevaba a  las tiendas, a tomar un café en la plaza o a simplemente platicar mientras observaban un atardecer de tonos rojizos, y si bien Roció pudo alejarse de ella, de su aburrida forma de vida, de su meticuloso y científico carácter, Roció nunca lo hizo, permaneció siempre a su lado y aunque le pesara aceptarlo, Cielo le agradecía en silencio tantos recuerdos bellos donde el caos le ponía sal y pimienta a su vida.

-Ente por la puerta tontita….no se supone que tú eres la científica ¿Señorita genio?-

-¡Ya sé por dónde entraste!...-Cielo dulcifico su tono de voz al ver la mirada de sus alumnos al notarla exaltada, -Me refiero a ¿Quién te dejo pasar?, ¿A qué has venido?-

-¡Aaaahhh!, fue fácil, aposte con él conserje y perdió, así que no tuvo más remedio que dejarme pasar, bueno, ¿me preguntaba si la señorita cósmica podría regresar de la luna y acompañar a su amiga mundana a un campamento en el bosque?-

-Yooo, eeeh, no lo sé…conociéndote suena más peligroso que divertido, quizá no….-

-¡ANDA, será divertido!, anímate, la pasaremos bien- agrego una Roció eufórica al mismo tiempo que le deba un suave puñetazo en el hombro a su amiga

Roció.

Sin pronunciar palabra alguna mientras viajaban, Roció sonreía para sí misma ante la recelosa mirada de Cielo, recordaba el día anterior pero sobre todo la cara que había hecho su amiga.

Cielo monto en cólera mientras su rostro se encendía de ira, para luego dar paso a una vergüenza inaudita, al ver que sus alumnos observaban divertidos como aquella atractiva extraña golpeaba a discreción  a la más seria y estricta de sus profesores, pero antes de que pudiera protestar y mandar de regreso a casa a Roció, esta se le adelanto como de costumbre, poniéndole la cara más triste y tierna que ser humano alguno pudiera resistir.

-Anda di que sí, porfa, porfa, te lo suplico-

Roció movió su boquita haciendo pucheros y abrió sus enormes ojos negros como suplicando, Cielo no tenía defensas para aquello, dudaba de si alguien las tendría, ahora sabia como es que su amiga había logrado ingresar a la escuela, y es que había que reconocerlo, Roció era preciosa…recordaba cuando tenía 5 años y se encontraba sola en el jardín de niños sin nadie con quien jugar, cuando de repente la niña más linda del salón se le acercó y le dio un apretado abrazo, -Ya no pongas esa cara triste ojitos verdes, yo estaré siempre a tu lado- le dijo con aquella lida voz en esos años de niña pero con el mismo tono musical que le recordaba de toda la vida.

Al ir creciendo juntas no le cabía en la cabeza como es que la chica más guapa y popular era su mejor amiga y no es que ella no tuviera lo suyo, pues a los treintas Cielo are una mujer de facciones gráciles y delicadas, cual si fuera una elfo del bosque, cuya cabellera brillaba con el sol, poseedora de un cuerpo alargado y esbelto, con curvas apenas acentuadas dueña de una belleza sutil, por su parte Roció era la envidia de las demás mujeres y el deseo de los hombres, no tan alta como Cielo pero con un cuerpo voluptuoso que atraía las miradas como imán, más aun cuando su lacia y larga cabellera negra flotaba con la brisa del atardecer, no había quien pudiera resistirse a su embrujo cuando sus preciosos y expresivos ojos negros te miraban delicadamente, con esa mezcla de picardía y melancolía conseguía derretir hasta a un glaciar, y Cielo era mucho menos resistente que un enorme tempano de hielo…

-Está bien Roció, iremos de campamento…-

Toda la gama de colores del arcoíris se aglutino en su rostro, cuando tan natural y espontanea como siempre, Roció la abrazo con fuerza plantándole un sinfín de besos en su cabeza, ojos, nariz y frente.

Roció sonrió nuevamente y contemplo el paisaje que las rodeaba, se sintió libre y con muchas ganas de explorar, por eso había ido por Cielo, estar a su lado le daba fuerzas y ánimo para intentar locuras nuevas o ir en busca de lo imposible, ni ella misma se explicaba que efecto producía en ella aquella chica  tímida y seria, a todas luces aguafiestas, pero sabía que podía confiar en ella para cualquier cosa.

El Bosque.

Roció no sabía cómo explicarle a su amiga sus verdaderos planes acerca del campamento, tras horas de viaje se encontraban bastante lejos de casa, muy próximas a aquel bosque que delimitaba los límites entre lo salvaje y la civilización.

-Bueno…-comento una Cielo extrañamente alegre y relajada, -creo ya debemos buscar donde nos quedaremos e ir montando nuestras tiendas antes de que anochezca-

Roció no contesto, mantenía la mirada fija, casi perdida en el inmenso bosque que se extendía delante de ellas.

-¿Roció?...¿Roció?, ¡ROCIÓ!....No estarás pensando ir a explorar más allá, ¡Sabes bien que no es seguro!, ¡Contéstame mujer!...-

Por toda respuesta, Roció enfilo sus pasos hacia aquel enigmático, enorme y oscuro bosque.

-¡Dios mío!, no solo se te ha ocurrido sino que pretendes adentrarte ahí, sabía que no debía venir contigo, ¡Detente!, regresemos a casa y olvídate de tu loca idea-

-No cielo, me conoces bien y sabes que no desistiré, he querido realizar esta excursión desde varios años atrás, perdóname por no haberte dicho a donde quería ir, pero sabes que te necesito a mi lado, no puedo hacerlo sola, vamos, será divertido, prometo cuidar de ti-

Respondió Roció al mismo tiempo que tomaba la mano de Cielo con delicadeza y a la vez con firmeza, jalándola a su alocada idea de explorar lo desconocido.

-¿Por qué te hago caso siempre?, entra en razón amiga, no sabemos que hay más allá, podría haber fieras salvajes, insectos ponzoñosos o…tu sabes…algo mucho peor- , Comento más para sí misma Cielo pero continuo avanzando al lado de Roció, -Recuérdame matarte si salimos de esta con vida-

Roció rio con ganas de la ocurrencia de su querida amiga, pero casi de inmediato dejo de reír pues ambas se encontraban  a escasos metros del bosque, contemplo extasiada la majestuosidad de aquellos árboles milenarios gigantes, los cuales se elevaban por muchísimos metros arriba de sus cabezas, alguna vez había leído al respecto de aquellos colosos vegetales que podían medir más de cien veces el tamaño de un adulto promedio, pero ahora no recordaba cuál era su nombre, sin embargo una cosa era haber leído de ellos y otra muy distinta poder observarlos tan de cerca, tocarlos, maravillarse buscando su copa en las alturas y a eso había que agregarle lo imponente de su tronco, sin dudarlo volvió a jalar a su amiga y en silencio se adentraron en el bosque.

Aquel mágico bosque permanecía en silencio, de vez en cuando alterado por el canto de alguna ave o por el aleteo de alas, aunque no vieron ningún animal cercano, caminar entre esos colosos las hacía sentir pequeñitas, Cielo caminaba asustada, el sol todavía tardaría en ponerse un par de horas más pero aquellos gigantes ensombrecían el suelo, Roció brincaba de un lado a otro, maravillada abrazaba a los gigantes e incluso recogía las enormes hojas que estos soltaban, reía como niña y giraba en los claros hasta caer mareada, faltando una hora para que el sol se pusiera, Cielo intento una vez más hacer razonar a su amiga.

-Estos árboles me asustan Roció, no me agrada este lugar, ye venimos hasta acá, ya abrazaste a esos árboles monstruosos, ahora se buena y regresemos, salgamos de este bosque ahora que todavía hay luz-

-No seas miedosa Cielo, este sitios es maravilloso, mira haremos un fuego para asustar a los animales salvajes que pudiera haber cerca, traje algunas navajas y cuchillos, así que no estamos indefensas, solo una noche y mañana te prometo que regresaremos, ¿Te gusta mi idea?-

Cielo no contesto, miraba hacia otro lado con gesto adusto

-¿Qué te pasa amiga?, tan solo una noche…-

-TÚ sabes bien que me pasa Roció, no debemos permanecer aquí…-

-¡Nooooooo!, ¿Tú también Cielo?, TÚ eres una científica amiga, no deberías hacer caso de…-

-¡Esto es muy serio Roció!, ¡Vámonos ya!...Hay…Hay gigantes en este bosque…-

Dijo muy compungida Cielo al tiempo que un par de lagrimones brotaban de sus bellos ojos  verdes, en tono conciliador y muy segura de sí, Roció se acercó y abrazo a su amiga tratando de reconfortarla.

-¡Por dios cerebrito!, no puedes creer en esas historias, son solo cuentos de hadas, todos sabemos que no existen los gigantes-, dicho esto Roció beso la cabeza de su amiga con mucha ternura.

-Eso no lo sabes Roció, tú no sabes si existen o no los gigantes, tengo mucho miedo amiga y ahora el sol se ha puesto, quiéralo o no, no podremos regresar sino hasta mañana-

Roció abrazo con todo su cariño a su amiga mientras limpiaba las lágrimas de sus ojos.

-Tranquila bonita, NO, no lo sé, pero si existieran ¿Por qué jamás uno ha llegado a donde vivimos, porque nadie jamás ha mostrado pruebas de la existencia de esos seres míticos amiga?, siento mucho que tengas miedo y me siento fatal por asustarte, esa no era…nunca ha sido mi intención-

-Mira te diré lo  que haremos, montemos nuestro campamento aquí, pondremos esas fogatas alrededor y nos acostamos juntas, así no tendrás miedo mi geniecilla loca, anda pero ya quita esa carita o me vas a deprimir también, quiero verte sonreír ojitos verdes-

Escucharla llamarme así, hizo que mi mueca de agonía se cambiara por una tímida sonrisa, hacía mucho que Roció no se dirigía a mí con ese apelativo, de hecho Roció no le decía a Cielo así desde su época infantil.

Con el ánimo más repuesto y de mejor humor, Roció y Cielo montaron su campamento, incluso tuvieron ánimos suficientes para asar un poco de carne seca que llevaban y abrir un par de cervezas que Roció saco de su bolsa, no escucharon ni los coyotes ladrar o a los lobos aullar a la distancia, todo parecía en perfecto orden y tranquilidad, por lo que ambas decidieron que era hora de acostarse a descansar.

…. Pum  Pum

Cielo fue la primera en sentir las vibraciones en el suelo, bruscamente se incorporó muy asustada, Roció dormía plácidamente a su lado, lentamente se hinco empapada en sudor, tratando de tranquilizarse, su corazón latía desbocadamente, pasaron unos minutos que se le hicieron siglos y nada, cuando se disponía a recostarse nuevamente, las vibraciones se hicieron más intensas acompañadas de un sonido mayor

Pum PUM PUM

Esta vez Roció no solo las sintió sino que también las escucho, aquellas vibraciones sonaban como a pasos, y peor aún casi podía jurar que eran pasos gigantescos, Cielo estaba hincada a su lado susurrando una oración, casi en shock y sudando copiosamente, Roció se levantó de inmediato y se dispuso a apagar las fogatas, echando tierra en las mismas para evitar que las luces guiaran a quien o que producía ese ruido y hacía temblar la tierra, una vez completada su tarea regreso donde Cielo se encontraba lívida, con toda la nuca y espalda mojadas de sudor frio y llorando sin control.

PUM  PUM  PUM  PUM

A Roció se le erizaron los pelos de la nuca cuando comprendió que el ruido era cada vez más fuerte y los temblores en el piso más intensos, no había la menor duda, sea lo que fuera se dirigía hacia ellas

-¡De pie Cielo, tenemos que movernos de aquí rápidamente!

Cielo no reacciono, estaba petrificada por el miedo, Roció no tuvo más remedio que jalarla bruscamente de los cabellos, a lo cual Cielo reacciono con un grito de dolor, se levantó y ambas echaron a correr hacia la densa floresta, más allá del claro donde estaba su campamento y lejos de aquellos arboles inmensos

Se escondieron en un arbusto de buen tamaño, muy tupido y con hojas de la altura de un primer piso aunque no tan anchas, se deslizaron en una y rápidamente Roció utilizo su navaja para cortar otra hoja más y cubrirse, con el corazón a punto de salírseles del pecho, temblando de pavor y con los ojos bien abiertos, permanecían en silencio apretando la mandíbula, escudriñando el claro.

No sabían cuánto tiempo llevaban acechando de esa forma, envueltas entre hojas y asomando solo sus cabezas, el tiempo parecía detenerse a su alrededor, de pronto nada, ni vibraciones, ni un solo ruido…

Roció fue la primera en vislumbrar la enorme figura de aquel gigantesco ser, sin exagerar media 20 veces lo de un adulto promedio, no podía estar segura estaban a buena distancia del gigante, los colosos vegetales con su espesor cubrían el cielo y no había luz de luna  ni de estrellas, así que solo podía distinguir una oscura silueta, Roció trago saliva deseando con todas sus fuerzas que ese monstro se fuera, que Cielo no lo viera, sin embargo no tuvo tanta suerte, Cielo abrió los ojos como platos al mismo tiempo que se preparaba a dar un grito proveniente de su atemorizado interior.

Roció sujeto con todas sus fuerzas a Cielo al mismo tiempo que cubría su boca, con señas le indico que guardara silencio, durante unas espeluznantes horas, vieron a aquel ser moverse de un lado a otro, como si las estuviera buscando, hasta finalmente perderse detrás del árbol donde ellas habían puesto su campamento, el cual seguramente estaría completamente destruido por las pisadas de aquel titán.

Ahora que al parecer el gigante se había marchado, Cielo no podía dejar de temblar, las lágrimas brotaban de sus ojos sin control, en su interior maldecía el momento en que había aceptado ir de campamento con su amiga, al mismo tiempo estaba furiosa con Roció, sabía que de salir con vida  de esta aventura jamás volvería a hablarle en su vida.

Roció se deslizo entre las hojas para cerciorarse que aquel coloso no estuviera por ahí, aunque de momento no había ni rastros del gigante había la posibilidad de que volviera en cualquier momento, al cabo de media hora regreso a donde había dejado a Cielo, la encontró hecha un ovillo, llorando sin control y moqueando, con los ojos hinchados y lanzándole miradas asesinas.

Roció se hinco a su lado sintiéndose fatal, trato de abrazar a su amiga, pero esta la rechazo bruscamente, lo intento un par de veces más con el mismo resultado, desconsolada le susurro con la voz entrecortada.

-Perdóname Cielo, yo…yo he sido…soy una tonta, debí haberte hecho caso, no sabes lo que me duele verte así, por favor perdóname, te lo suplico-

-¡Eres una loca inconsciente!, si tu deseo es morir ¿no pudiste haber venida tu sola hasta acá y dejarme tranquila?, te odio Roció, no quiero saber nunca nada mas de ti-

No me importo gritar a pesar de la situación en que nos encontrábamos, Rocío me había hecho pasar los peores momentos de mi vida y quería que ella lo supiera, nuestra amistad estaba rota y no habría marcha atrás.

-Lo siento Cielo…yo. TÚ tienes razón en todo, no merezco tu perdón, solo quiero que sepas que si tu no vienes conmigo, yo jamás me habría atrevido a venir aquí-

Cielo se giró lentamente, encarando a su ex amiga.

-¿Ah sí?,¿Y yo que tengo de especial que necesitabas traerme contigo a este maldito lugar?-

-¿No lo sabes aún?, ¿No te has dado cuenta Cielo?-

-¿No me he dado cuenta de que Roció?-

-DE QUE TE AMO CIELO, que sin ti no tengo fuerzas ni inspiración, que a tu lado me siento segura, de que tú eres mi alegría y mi equilibrio, de que tú eres mi ángel y mi razón de existir-

-Roció yo…-

Cielo se quedó muda de la sorpresa al escuchar la confesión de Roció, sin duda, ella sospechaba estar enamorada de Roció desde hace tiempo, pero jamás había reunido fuerzas ni el valor de decírselo, temía a su rechazo y había mantenido ocultos sus sentimientos por ella, ahora que su alma gemela se le declaraba no atinaba a decir palabra alguna.

-Nunca me atreví a confesártelo Ojitos verdes, pensaba que tus amadas estrellas eran más importantes para ti que yo, y no quería perder tu amistad tampoco, así que sufrí en silencio todo este tiempo, pero ahora…, al menos quiero que sepas cuanto te amo-

Roció no termino la frase, Cielo la tomo delicadamente entre sus brazos y fundió su boca a la de ella, fue un beso largo muy anhelado por ambas y lleno de sentimiento, tímidamente la lengua de Cielo  busco la de su amada, mientras Roció jugueteaba con la doraba cabellera de sus más profundos deseos.

Sin dejar de besarse ambas se fueron quitando la ropa una a la otra, acariciando cada centímetro de su piel desnuda, tratando de aprenderse de memoria cada rincón del otro cuerpo, cada redondez y cada pliegue, los besos habían subido de intensidad convirtiéndose en caricias ardientes, suplicantes, con toda la delicadeza posible se volvieron a meter entre las hojas y Cielo acostó amorosamente a su atrevida princesa, contemplo le inmensa belleza de su amada, sus senos turgentes y apetecibles, la breve cintura, su monte de venus coronado por una mata de vello del mismo color de la oscura cabellera, sus piernas torneadas y sedosas, y sobre todo el rostro tierno y melancólico de Roció, que formaba una tímida sonrisa, esa que tanto le fascinaba a Cielo, esa donde un par de hoyuelos la hacían parecer casi como una diosa, y ahora aún más pues esos hoyuelos se formaban en sus mejillas coloradas por el deseo.

Cielo beso la frente y los ojos de su pareja, froto su nariz contra la de ella, lamí su bello rostro y continuo lamiéndole el cuello, escuchando los quedos gemidos de Roció al contacto de sus caricias, mordisqueo los duros pezones, succionándolos cada uno por largos turnos mientras acariciaba su monte de venus, a veces mordiendo gentilmente sus pezones a la vez que jalaba sus vellos con firmeza provocando en Roció gemidos fuertes y placenteros, haciéndola estremecerse y delirar de deseo.

Cielo continuo su descenso lamiendo en círculos el vientre plano de su chica hasta llegar a ese tupida matita de vello negro que guardaba el más preciado de los tesoros, se abrió paso entre los pelitos con su boca, aspirando el fuerte aroma  que su amada desprendía ya de su muy húmeda vagina y con delicadeza suprema abrió los labios de Roció y lamio su vagina con todo amor y ternura, sabiendo que a partir de ese instante ella le pertenecía, Cielo lamia toda la vagina de Roció lentamente, disfrutando de su sabor, mordiendo su clítoris y apretando con fuerza las redondas nalgas que tantas veces había apretado en sueños y que hoy finalmente podía magrear en realidad, clavaba sus uñas presa de la lujuria y luego aflojaba observando la reacción de Roció, ella a su vez sujeto la cabellera dorada y empujo su rostro más y más profundo en su vagina.

-Cómeme mi Cielo, te pertenezco, te dije que siempre estaría a tu lado y no pienso dejarte ir nunca-

Escuchar a Roció enardeció aún más a Cielo quien sin dejar de lamer su rajita y morder su clítoris, deslizo dos deditos al interior de su húmeda cuevita, raspando muy dentro para provocarle un intenso orgasmo a su amada, mientras Roció la ayudaba moviéndose al compás de las caricias que la pasión de Cielo le imponía.

Roció atrapo la cabeza de Cielo con sus piernas, sus manos acariciaban su cabeza y sus dedos peinaban su cabello, con su otra mano cielo apretaba con fuerza las redondeces de Roció, sus dedos se perdían en la húmeda frontera de sus hermosas nalgas. El vaivén de Roció se hizo más profundos, más intenso, Cielo recupero sus dedos de la húmeda raja de su novia y con una enorme sonrisa, regreso a la boca turgente de Roció, besándola con pasión, haciéndola probar su propio sexo en sus  labios, al tiempo que acomodaba su propio y empapado sexo sobre el de Roció.

Tan solo hasta que a las primeras pulsaciones de mi sexo con el de mi Roció, mi cuerpo me abandonara para irse con ella, ahora yo le pertenecía en cuerpo y alma a mi amada de ojos negros y melancólicos. Aquella alma dulce y candorosa que jamás me había abandonado y que yo sabía nunca lo haría.

Me apreté fuerte de su cadera para frotar nuestros sexos todo lo posible y así mezclar nuestros jugos a un ritmo frenético, salvaje, pasional, mientras una explosión intensa que nació de mi clítoris, se extendió por mi estómago hasta inundar todo mi cuerpo. Pensé que iba a morir de placer, pero ya no me importaba morir en manos de cualquier gigante.

Las horas volaron en un éxtasis interminable y la alborada nos sorprendió desnudas, muy juntas y acurrucadas una en la otra, la pasión y el amor habían conseguido erradicar nuestros temores, sin embargo ahora renacían con fuerza al notar que ningún ruido se escuchaba con los primeros rayos del sol.

Roció despertó a su amada, con un húmedo beso y en silencio le indico que se vistieran y se propusieran marcharse cuanto antes de aquel bosque, así lo hicieron con la presión de su flujo sanguíneo palpitando en sus cabezas, aquel silencio anormal no podía presagiar nada bueno.

PUM PUM

PUM PUM PUM PUM

PUM PUM PUM

El corazón casi se les sale del pecho al observar entre la bruma matinal que no era solo un gigante el que se acercaba, sino tres de ellos, pavorosos y descomunales, ellas permanecían agazapadas sin hacer ruido, tomadas de la mano, pero esta vez aunque aterradas no se iban a dar por vencidas, saldrían de aquel bosque y se amarían por siempre pensaban y se lanzaban miradas intercaladas anhelantes y de alerta.

Los vieron acercarse más y más, notaron que uno era más pequeño que el resto, debía tratarse de una familia de Gigantes sin duda, los dos más altos se detuvieron en el claro, el sol ya brillaba con toda su fuerza calentando el ambiente y las corrientes de aire eran tibias, propicias para el vuelo de las aves, Cielo y Roció permanecían una al lado de la otra tomadas de la mano, con el corazón latiéndoles con fuerza, el gigante menor parecía haberlas descubierto y se movía hacia donde ellas estaban con decisión-

-Haremos esto juntas corazón- le dijo Cielo a Roció ya con el gigante muy cerca de ellas

-Es nuestra oportunidad de escapar mi amor, y si no lo logramos al menos moriré a tu lado-

Respondió Roció al tiempo que besaba nuevamente a Cielo, mientras la cabeza del gigante se asomaba  sobre  ellas estirando un brazo para atraparlas…

La Suave Brisa Matinal

El niño estiro su mano tratando de atraparlas, pero fallo por una fracción de segundo y tuvo que conformarse con verlas remontar el vuelo, volando con elegancia dejándose llevar por la suave brisa matinal.

-¡Mama!, ¡Papa!, ¡Mariposas!-

Gritaba el niño eufórico a su familia, sumamente contento que lo hubieran llevado al bosque de campamento, mientras Roció y Cielo tomadas de la mano y con una enorme sonrisa en sus rostros, emprendían el vuelo de regreso al país de las hadas…