El camionero y la monja

Un camionero recoge a una monja y la lleva hasta la ciudad

Ramón iba en camiseta y bermudas conduciendo su camión por la carretera mientras tarareaba "

Soy Ramón, soy de Alcorcón, voy con mi camión..."

En una parada corta en una gasolinera, cuando sale de la tienda de pagar el repostaje y de comprar algo de comer, ve a una monja jovencita sentada en un banco con cara de resignación.

Ramón se acerca:

-¡Hermana! ¿Qué hace aquí tan sola? ¿Está esperando a Sor Citroen que venga a recogerla? jajaja

La monja le mira con gesto inocente. Sólo se la ve el rostro y las manos, todo lo demás un hábito que parece quedarle demasiado grande.

-¡Ay, hijo! -responde, aunque parece más joven que Ramón-. Tenían que llevarme a Madrid, pero se estropeó el coche y ahora no sabía si volverme o pedir a alguien que me llevara, pero me daba vergüenza hacer auto-stop.

  • ¡Yo voy para Madrid! Bueno, no entro en el centro, pero la puedo dejar en el cercanías a las afueras y ya tira para el centro. Ahí tengo el camión, la llevo sin problemas.

A la monja se le ilumina la cara con una sonrisa, junta las manos delante del rostro y mira al cielo  ¡Ay, muchas gracias, siempre se encuentran ángeles en el camino!

Ramón no sabe qué decir porque muy ángel no se siente, más bien que muy delicado no es. Él mismo se considera un poco brutote, y a mucha honra. Acompaña a la monjita al camión, que duda en el momento de subirse a la cabina... -¡Huy, qué alto el escalón! ¿Te importa ayudarme, Ramón, hijo? No te preocupes, empújame de aqui.

Y la monja recuesta el culo en la mano ancha de Ramón, que la sube de un empujón hasta el asiento.

Arranca mientras tararea de nuevo "s oy Ramón, soy de Alcorcón, voy con mi camión...".

La monjita parece interesada en iniciar conversación:  - ¿Y qué tal llevas tantas horas solo como echarás conduciendo? Echarás de menos una mujer... huy, perdona, que me meto en lo que no me importa.

  • No importa, sor. Usted pregunte lo que quiera. Lo único que yo soy poco fino, si la ofendo me lo dice....  -continúa-. Pues hay otros compañeros que suelen parar en los puti-clubs, ya sabe -la monja se santigua-. Pero yo para parar poco pues cuando me pongo muy caliente me suelo apañar solo,

  • ¡Anda! ¿Sin parar siquiera? ¿Te sacas tu... esto y te tocas tú? No pensé que pudiera hacerse con una mano sin dejar de conducir, bajarte la cremallera y todo, sentado... será difícil. Perdona mi curiosidad, ya sabes, una es ignorante en estos temas, pero siempre hay que saber de todo.

  • ¡Claro! Además no llevo ropa interior para tenerlo más fácil.  Mire... -se estira un poco en el asiento y se baja la cremallera. Se mete la mano y se soba el paquete, que responde hinchándose un poco-. Así me entretengo un rato, pero para acabar me aparto de la carretera, no tenga un accidente.

  • Ah -dice la monja. Y alarga la mano y la mete en el pantalón de Ramón, buscándole el miembro-... uf, pero esto no te cabe en el pantalón -y lo masajea un poco de arriba a abajo.

A Ramón se le acelera el pulso y nota como se le hincha la polla bajo la mano delicada de la monja, que le pajea delicadamente.  - Bueno, si me pongo burro hay que sacarlo, claro.

Y su polla como un resorte, a un pequeño tirón de la monja, encuentra un hueco en la bragueta. No lo piensa mucho, pero va a mil.   Para no perder la calma, vuelve a tararear bajito, mientras la monja le pajea " soy Ramón, soy de Alcorcón, voy con el camión ...".

  • Ay -dice la monja- A lo mejor te estoy poniendo en peligro de tener un accidente... si quieres te puedes apartar en alguna salida. ¿Te gusta como lo hago? Si no te sientes cómodo, paro, ¿eh?

  • No, no, sor, si lo está haciendo estupendamente -dice mientras sale de la carretera a una vía de servicio y aparca fuera de peligro-. Siempre es mejor otra mano que la de uno. Y si fuera la boca, aún mejor... -dice como el que no quiere la cosa, a ver si cuela. Echa el asiento todo lo atrás que puede para hacer sitio...

  • Bueno, hijo, encima que me estás haciendo el favor... -y agacha la cabeza y le hace una mamada que a Ramón le parece de lujo.  Para no correrse demasiado pronto, que parece imposible con cómo la chupa la monja, intenta pensar en otra cosa mientras respira hondo " soy Ramón, vengo de Alcorcón, estoy en el camioOooón... ".

  • !Hermana, aparte que me voy a correr!

Pero la monja sólo se saca la polla de la boca para decirle a Ramón: no te preocupes, hijo. Y se la mete esta vez más hasta el fondo de la garganta si se podía aún.

Ramón suelta una corrida enorme entre gemidos y se queda exhausto en el mismo asiento del que no se ha movido. La monja se saca la polla de la boca, que ya está aflojando, y con gesto de no haber roto nunca un plato, echa un traguito de la botella de agua que lleva.

  • ¡Joder, hermanita, usted sí que es un ángel venido del cielo!  ¡Qué gustazo! -dice mientras se recompone un poco, se limpia el rabo flácido con un papel y se la acomoda dentro del pantalón- ¿Y esto no será pecado, hermana?

  • Hay que devolver el bien que se nos hace hijo, si no es por ti, aún seguiría yo en la gasolinera.

Ramón tampoco tiene mucha más conciencia de culpa. -¿Seguimos entonces?

  • Lo que tú digas, hijo.

Arranca de nuevo y vuelve a la carretera principal. Ya no queda mucho para llegar. Durante un rato van en silencio (" soy Ramón, soy de alcorcón, llevo un camión "), pero luego la monjita vuelve a la carga con la conversación.

  • Y en un viaje largo, ¿cuántos descansos de estos te sueles dar? O ya te quedas relajado para todo el viaje...

  • ¡Qué va! Pues depende de lo caliente que vaya. Yo suelo tardar poco en ponerme cachondo de nuevo, no crea. Como me ponga a pensar en cosas guarras, me empalmo enseguida...

  • ¿Siii...?  ¿A ver? - y esta vez la monja le baja la bragueta y le mete mano sin que Ramón suelte el volante-. Pues es verdad que ya estás empezando a ponerte duro, sí.

  • Es que me pone a mil, hermanita. Lástima que no pueda follarla... No hay nada como meterla. Pero supongo que con la virginidad y eso... -Ramón vuelve a decirlo por si acaso.

  • Ya... -la monja también parece dudar-. Aunque no es el único agujero que tengo...

Al oír eso, la polla de Ramón salta como un resorte.

  • ¿Se dejaría dar por detrás? -pregunta Ramón, que ya sabemos que no es muy delicado-. Tengo aquí cama en la parte de atrás de la cabina...

  • Bueno... hijo, después del favor que me estás haciendo... Pero con mis condiciones, ¿vale? Tú te tendrías que tumbar y dejarme que yo hiciera todo, para que la cosa sea según ciertas normas. Mira. ahí puedes salir y buscar un sitio tranquilo.

Ramón pega un volantazo que casi tienen un accidente, de lo emocionado que va (" soy Ramón, soy de alcorcón, llevo un camión, ¡yupi! ").  Cuando para, abre el biombo de atrás y descubre la cama - ¿Qué hago, sor?

  • Desnúdate y ponte ahí boca arriba con las manos detrás de la cabeza. Y si puede ser con los ojos cerrados, mejor.  Bueno. ¿Puedes dejarlo todo a oscuras?

Ramón cierra el biombo aunque hace un poco de calor y queda todo en penumbra. Desnudarse no era muy difícil y se tumba boca arriba con el rabo tieso como un palo. - Puede colgar ahí el hábito si quiere.

  • No, hijo. Una cosa es una cosa pero otra ya no, ¿eh? ya te dije cuáles eran las condiciones...

Ramón no protesta (¿qué más da? que haga lo que quiera)). Él está sudando ya, pero más por el calor interno que el de fuera. La monja le pone las manos en la cara interna de los muslos y se traga la polla de un golpe. A Ramón se le escapan las manos de detrás de la cabeza, pero entonces ella para.  - Las manos quietas, no quiero que me toques con las manos.

Ramón obedece y vuelve a poner las manes detrás de la cabeza, menos un momento en que le está dando tanto gusto que se muerde un dedo para controlarse ("f oy Ramón, foy de adcorcón, eftoy en ed camión " farfulla sin abrir la boca). La monja deja de trabajarle la polla y se sube sobre la cama en cuclillas, dándole la espalda.

  • Tengo gomas ahí, sor, espere que me pongo una.

  • Déjalo, hijo. Ya a estas alturas... y embarazada no me vas a dejar.

La monja agarra el miembro de Ramón con una mano y se lo apunta en el culo. Se ha untado algo que también pasa por la polla de él y que hace que entre deslizándose hasta que se pierde por completo en ella. Entonces empieza a cabalgarle como un jinete, a ritmo suave, dando pequeños saltos, luego más a trote, luego parando un poco y sacándosela y volviéndosela a meter.

  • Hostia -alcanza unicamente a decir él, aunque suena poco apropiado-. A este ritmo no duraré mucho, monjiiiitaAA! - coincide con uno de los saltos.

  • Tú -dice ella- acaba -entre jadeos- cuando -jadeo- quieras...

Al poco Ramón ya no aguanta más.

  • ¡Vooooy!  -y no puede evitar agarrar las caderas de la monja y apretarla contra su pubis mientras se corre otra vez dentro de ella, que le sujeta los brazos.

  • Ramón -le dice al cabo de un poco, cuando recupera la respiración- te dije que las manos no, niño malo.

  • Ya, sor, no pude evitarlo. Es que ha estado fenomenal.

  • Bueeeno, ¿te lo has pasado bien, hijo?

  • De puta madre. ¡Perdón, hermana! Muy muy bien

Ella se recompone el hábito y abriendo el biombo pasa a la cabina del camión, como si nada. Ramón tarda un poco más en ponerse la ropa y pasar al puesto del conductor. Como si hubiera hecho horas de gimnasio. Joder con la monjita.

  • Bueno, vámonos, que ya estamos llegando.

  • Muy bien.

Al poco llegan a la estación donde se iba a quedar la monjita. Ramón la mira: -bueno, ¡a ver si hay otra ocasión y repetimos, sor!

  • Ay, hijo, esto ha sido cosa del momento, no creo. Pero nunca se sabe. Dios te bendiga -y se baja ágilmente del camión.

Ramón arranca y sigue ruta con un último vistazo por el retrovisor a la monja que le dice adiós, y vuelve a canturrear, esta vez: " soy Ramón, soy de alcorcón, jodo en el camión ".

Abajo, despidiéndose, queda la monjita, que canturrea:   " soy Pascual, soy homosexual y voy de CARNAVAL...  yeah "