El camino previo hasta que se dejó follar por otro
Aquella noche de copas acabó abierta de piernas para otro tipo. Pero hasta llegar ahí pasaron años de propuestas mías y negativas de ella.Yo muerto de morbo. Ella tímida, casada, fiel, madre... Y cuando yo tiraba la toalla ocurrió. Relato previo a "Cómo mi mujer acabó con otro tío entre las piernas"
Ella tiene 42 años. Es morena, media melena, pelo algo ondulado sin llegar a rizado. Apenas supera el metro sesenta pero es ancha de espaldas y rotunda de formas. Tetas grandes, talla 95, muslos gruesos, piernas no demasiado largas, culo fuerte, algo respingón. Todo ello hace que parezca algo más alta de lo que es.
Tiene la piel morena, rasgos casi árabes. Los labios no son demasiado gruesos pero se los muerde sin darse cuenta a menudo, los aprieta y relaja, muecas casi imperceptibles que me consta por comentarios que he oído y me ha contado atraen la atención masculina.
La conocí hace 5 años. Había superado una ruptura difícil de una relación larga y estaba en una fase expansiva en la que se follaba casi todo lo que se le ponía a tiro. No lo buscaba, pero no decía que no a los que la buscaban. Así que cuando yo la encontré se dejaba follar por un compañero del trabajo y por un amigo de su primer novio. Digo se dejaba porque ella no iba a por ellos, ellos la buscaban y ella se dejaba encontrar.
No es raro que la buscaran varios a la vez. No es un pibón, no llama la atención de forma explícita y a primera vista. Pero está razonablemente bien de cara y sobre todo es…muy sexual. Una hembra en el sentido más animal del término. No es guapísima, ni sexy, es …sexual. No sé si es una cuestión de olor, formas, movimientos o todo un poco, pero sea lo que sea tiene algo que a cualquier tío le hace pensar que ahí hay una hembra muy follable.
Yo claro, también la busqué y follaba con ella. Poco a poco me fui quedando yo, los otros se retiraron, nuestra relación se hizo formal y seria y ella volvió a la monogamia. Al principio seguíamos follando mucho y yo sabía que ella se quedaba casi siempre con ganas. Poco a poco nos volvimos más pareja, más formales y empezamos a follar menos. Y nos casamos. Y tuvimos un crío. Nada muy diferente a una relación de pareja convencional.
A mí siempre me ha dado mucho morbo el voyerismo. Y siempre tuve la fantasía de ver a mi pareja follada por otros. Nunca se lo había propuesto a ninguna hasta ella. Y a ella se lo dije cuando aún no éramos pareja y estaba como digo en fase expansiva. Y le hizo gracia. Y dijo, “ por mí…, si tú me dejas…eso que disfruto yo ”. Pero luego todo cambió. De alguna manera cerró al quiosco al formalizar su relación conmigo y dejo de tener sexo con otros. Al menos que yo supiera. Y sin embargo yo sabía que todo aquello lo llevaba dentro. Y además, cada vez que la veía en la cama, delante de mí, desnuda, a cuatro patas y meneándose para provocar mi embestida yo me ponía malo sólo de pensar que me sentaba en la silla de la esquina del dormitorio y era otro el que embestía. Y siempre la follaban más y mejor lo cual no era demasiado difícil porque en eso del follar siempre he sido muy normalito tirando a malo. Y tampoco tenía un cuerpo ni una dotación que superara la media. Yo yo sabía le había oído más de una vez en conversaciones de grupo de amigos con copas por medio: “ por supuesto que el tamaño sí importa, sobre todo el grosor ”
Así que me los imaginaba allí en nuestra cama con ella. Más jóvenes, más fuertes, más negros…o más guapos. Como su primer novio, Chisco. “ Ese sí que es guapo ”. Seductor. El típico que va siempre con la caña a ver qué pasa. Se seguían viendo como amigos de vez en cuando. Y él le tiraba los tejos. Y ella le reía las gracias, se calentaba un poco pero se mantenía fiel. Y le seguía el juego a través de mensajes de móvil. Pero en persona le paraba los pies. Vamos, manteniendo la tensión sexual pero sin rematar. Yo lo sabía por algún comentario que me hacía ella y por muchos que le espiaba en su móvil. Pero también por eso sabía que no estaban follando.
De vez en cuando yo volvía a la carga proponiéndole que me pusiera los cuernos en mis narices. Dejándome ver o escondiéndome. Con extraños o incluso con Chisco en nuestra casa. Siempre me decía que no. Que era mi mujer y que no quería eso. Pero a veces, dudaba, dejaba caer algún comentario diferente: “ además si llega a darse se dará sobre la marcha, eso no se provoca ”, “ no quiero porque seguro que no te vale con eso y me vas a pedir cada vez más ” “ con Chisco no porque si follo con él una vez me va a seguir buscando y yo no voy a saber negarme ”. Decía que no pero cada vez que soltaba alguna de esas yo me reafirmaba en que tal vez, algún día… Por si fuera poco un día me largó, en medio de una sesión de sexo en la que yo me ponía las botas con sus tetas: “ la verdad es que si los tíos supieran como me pone que me las toquen estaría perdida ”. Pero también es verdad que en absoluto es una tía lanzada. Le gusta el sexo, le encantan los hombres, le da morbo mirar lo que tienen entre las piernas cuando vamos a playas nudistas y lo hace, pero es tímida. Nunca daría el paso por si misma…
Le enseñé candidatos por internet. Se reía y pasaba, pero alguna vez mostraba mucha curiosidad por pollas especialmente gruesas y grandes o cuerpos fibrados. Reconocía que se excitaba. Pero no quería ni siquiera mantener cyber con ellos.
Tuvimos el crío. Se fue volviendo más formal. Se fue sintiendo fuera del mercado a pesar de que yo cada vez que la veía desnuda y abierta me subía por las paredes imaginando lo que le haría cualquiera que tuviera la suerte de tenerla a tiro. Lo digo en serio, no exagero, no sabéis el polvo que tiene.
Cambié de táctica. Dejé de proponerle planes directamente, pero la convencí para que saliéramos de juerga- copas y algo de María - de vez en cuando. Y casi nunca pasaba nada. Pero…en algunas de aquellas ocasiones, algo pasada de alcohol y María, acababa bailando con algún buitre que conseguía tocar partes de su cuerpo que solo yo tocaba, aunque eso sí, siempre por encima de la ropa. Nunca bebía así que no era difícil conseguir que se pasara un poco. Luego le daba mal rollo, se prometía que nunca más y lo cumplía. No recuerdo más que tres episodios como esos en dos años, y sólo uno de los tíos llegó realmente algo lejos. Yo siempre observaba en la distancia, desde la barra o escondido tras alguna columna. Aquella vez y aquel tío se pegó a su culo desde atrás apretándose contra ella para hacerle notar su erección. Lo sé porque ella me dijo que se había excitado al sentir lo que tenía y lo duro que lo tenía. Le había acariciado las tetas por los costados aprovechando la oscuridad, su punto débil. Le había mordido el cuello. La había calentado. Ese día follamos en casa como locos. Pero su mal rollo el día después le duró meses.
Yo seguía obsesionado con el tema, pero ya casi había tirado la toalla. Hasta aquella noche de viernes. Después de que todo pasó me pregunté muchas veces que había ocurrido para que esa vez sí, se dejara follar y de una forma tan brutal. Sólo encontré un detalle poco habitual. Llevábamos casi un mes sin sexo. Las primeras semanas por temas de trabajo y viajes. La última semana ella se subía por las paredes, pero a mí me pilló una lumbalgia de cuidado y no hice caso a sus requerimientos. No sé si fue eso.
Pero desde luego cuando aquel tío empezó a meterle mano en su casa entre las piernas debió pensar que aquella hembra no sólo prometía un polvo de cuidado, sino que tenía un infierno entre las piernas…