El camino hacia mi feminización II: Andrés

(bisexual - cuckold - feminización) Andrés, el nuevo amante de Belén, irrumpe violentamente en nuestras vidas y cambia todo para siempre. ¿Será el principio de mi nueva vida? ¿Será el momento que marcará mi destino?

Andrés había aparecido en nuestras vidas de golpe, sin previo aviso. Belén tenía dos atributos que la hacían increíblemente popular y solicitada: era hermosa, y era bien puta. Su teléfono siempre estaba sonando (y por ende el mío reventaba de videos y fotos de ella cogiendo), podía darse el lujo de elegir siempre entre varios candidatos y cogía al menos dos pijas distintas por semana. Una de ellas fue la de Andrés.

Como les dije, Andrés apareció de golpe, y su irrupción fue violenta en todo sentido. Estábamos en la cama con Belu cuando vi su figura por primera vez. Ella estaba revisando su harén mientras yo la miraba acostado a su lado, desnudo. Me mostraba todo, las fotos de los machos y los mensajes donde le decían todo lo que querían hacerle, mientras con su otra mano acariciaba despacito mi pitito duro. Yo disfrutaba enormemente de aquellas caricias y aunque internamente me daba cuenta que comenzaba a asociar mi placer a las humillaciones e infidelidades de Belén, y aunque sabía que mi malvada novia no me permitiría tener un orgasmo a partir de esos mimos, me limitaba a apreciar las migajas que me daban, aunque eso significara irme a dormir aún más caliente. Fue en una de esas “revisiones” cuando Belu me mostró a Andrés por primera vez.

  • Mira este, amor - dijo haciendo cosquillas en mis huevitos - Está bastante bueno, ¿no?
  • Si, amor - contestaba yo, odiando el hecho de tener que opinar sobre la belleza de mis corneadores.

En las fotos se lo veía viril, poderoso, pero no demasiado agraciado. Era alto y fuerte, de tez morena clara, cabello corto y barba cuidada. Sus músculos estaban bien marcados y se notaba que entrenaba duro.

  • Le voy a pedir que nos muestre la pija - me informó Belu, y comenzó a grabar el siguiente audio - Hola Andrés, nos gustan tus fotos, pero acá mi novio quiere verte la pija, dice que le gusta ver como me cogen pijas grandotas.

Mientras grababa el audio sus dedos intensificaban sus caricias en mi pito y esa mezcla de total humillación y algunas gotas de placer me volvía loco. A los pocos segundos escuché la voz de Andrés por primera vez.

  • Decile al mariquita de tu novio que la va a ver bien de cerca cuando vaya a su casa a cogerme a la putita de su novia.

Me di cuenta al instante que aquella respuesta había fascinado a Belu. Era uno de los primeros machos que me había insultado de esa forma tan directa, sin siquiera conocernos, y sobre todo, era el primero que había establecido, sin siquiera preguntar, mi casa como el punto de encuentro.

La charla continuó un poco más y noté a mi novia caliente como hacía rato no la veía. Intercambiaba mensajes y audios con Andrés mientras se tocaba y me tocaba a mí, y ambos me insultaban y degradaban con sus comentarios. Recuerdo incluso que Belu le quiso mandar una foto de mi pitito, pero Andrés le dijo que prefería que fuera una sorpresa pues le divertiría más reírse de mí en mi cara.

Tan caliente estaba mi novia que por un momento pensé que quizás me permitiría cogerla, o al menos tener un orgasmo, pero no ocurrió. Lo que sí sucedió es que su inmensa excitación la hizo treparse en mi y sentarse en mi cara. Se frotó con furia, masturbandose con mi rostro y mi lengua durante largo tiempo, sin dejar de gemir y de contarme cuántas ganas tenía de que conociéramos a Andrés. Creo que esa fue la última vez que probé la conchita de Belu sin leche ajena. El sabor más delicioso que recuerdo.

El día que Andrés vino a mi casa Belu estaba que volaba de calentura. Yo había tenido que bañarla con detalle, enjabonando y enjuagando cada centímetro de su cuerpo, apreciando la belleza de todo aquello que jamás tendría. Tuve que afeitarle cada rincón de su hermosa conchita y luego me hizo pasarle un aceite tibio que la hacía infinitamente más apetecible. Ella sabía cuánto me calentaba y frustraba todo aquello, y lo disfrutaba como un niño que come pochoclos en el cine.

  • Te explico porque sos virgen, amor - comenzaba diciéndome cada vez que iba a hablarme de algo sexual - ese aceite me la pone calentita y bien resbalosa, porque los hombres de verdad tienen el pito grande y necesitan lubricación, ¿sabías bebé?
  • Si, sabía Belu - contestaba yo resignado
  • ¿Qué sabías? - retrucaba ella, morbosa, sabiendo que el sumiso de su novio le seguiría el juego
  • Sabía que los hombres de verdad tienen el pito grande.
  • Jajaja, claro bebé, si te ponemos a vos aceite en ese pitulín creo que se me pierde adentro y no lo encontramos más jaja. - concluyó con una caricia aceitosa en mi pito duro.

Me pidió que la ayudara a elegir la lencería que usaría y modeló todo para mí, posiciones y movimientos incluídos. Elegir la ropita que más me calentaba y ver cómo andaba en cuatro patas por la habitación, o como se doblaba contra la pared con las piernas abiertas me generaba un nivel de frustración increíble, que se transformaba en más calentura y por ende en más sumisión. Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, la más puta, la más sexual; era mi novia, pero no era mía, en absoluto. Nunca lo había sido.

El encuentro con Andrés fue un sacudón de humillación tremendo; nunca pensé que podía ser sometido a tanta degradación, y menos pensé que podía soportarla, pero lo que jamás hubiera imaginado es que me excitaría de semejante manera. Cada uno de aquellos sacudones de humillación golpeaba mi pitito y mis huevos con violencia, haciéndolos temblar.

Andrés tocó el timbre al anochecer. Había sido su idea que bajara a abrirle completamente desnudo y a mi novia le había encantado. Temblé al escuchar el sonido. Estaba increíblemente nervioso, asustado como nunca en mi vida.

  • ¿Estás listo, mariconcito? - me susurró Belén al oído, mientras me quitaba la bata y me acariciaba suavemente mis pequeños huevos.

Bajé del quinto piso completamente desnudo y con el corazón en la boca. Tenia terror a que de repente se frenara el ascensor y se abriera la puerta. ¿Cómo reaccionaría alguno de mis vecinos frente a esa imágen?. Pero cuando el ascensor se detuvo en la planta baja mi cabeza comenzó a pensar en Andrés.

Atravesé el hall lo más rápido posible y esperé, pero nada pasó. Me acerqué con miedo a la puerta de vidrio pero Andrés no estaba. Temblando esperé unos minutos hasta que lo vi cruzando la calle desde el quiosco prendiéndose el cigarro que acababa de comprar. Cuando me vio comenzó a reir. Le abrí la puerta y el se tomó su tiempo para entrar, disfrutando de la situación.

  • Por el pitito ese debés ser Julián - me dijo sonriendo, destruyéndome desde el principio.

El viaje en ascensor se me hizo eterno. Él no me hablaba directamente pero no dejaba de mirarme el pito y reirse, haciendo comentarios al aire como “¿cómo no ibas a ser cornudo con ese pitito de mierda?”. Aquella situación era completamente nueva para mí, y brutalmente humillante. Estar desnudo y vulnerable, exhibiendo mi pequeño miembro ante el macho (vestido) que se estaba por coger a mi novia, y encima con el riesgo de ser descubierto me estaba volviendo loco.

Cuando le abrí la puerta y se miró con Belén sus ojos se encendieron, los de ambos. Para ella, verlo ingresar triunfante a mi casa, la casa del sujeto al que está por hacer cornudo, enorme, varonil y decidido delante de mí, desnudo, vulnerable e indefenso, fue un fuego que se le encendió dentro. Aquella imagen se le grabó en su mente y algo cambió para siempre. Para él, ingresar como un rey al hogar de su rival y encontrarse con semejante hembra a la que iba a poseer delante de su “hombre” fue algo similar.

Desde el primer momento fue todo muy distinto a las anteriores tantas veces en que me habían hecho cornudo; se palpaba algo distinto en el aire. Se notaba a la legua que Belén no era la única que quería humillarme esa noche. Andrés no estaba allí para cogerse a mi novia y hacerme cornudo. Él buscaba otra cosa, buscaba humillar a un patético beta invadiendo su lugar y cogiéndole a su mujer, buscaba someterlo, doblegarlo ante su poder de macho alfa para siempre, marcarlo; y eso era exactamente lo que siempre había estado buscando Belu.

La mayoría de los machitos de Belu sólo buscaban su premio, pero realmente no cumplían los requisitos que ella esperaba. La cogían a su antojo, abusaban de ella de mil formas, y ese era su premio mayor, pero su deber era complacer el costado morboso y pervertido de su dama, y eso casi ninguno lo lograba.

Mientras todos los anteriores se enfocaban en ella y sólo en ella, Andrés ponía su ojo en mí. Me hizo desnudarlo con mis propias manos mientras me preguntaba de mil formas que sentía yo teniendo que servirlo a él en mi propia casa. Me trató como a un sirviente toda la noche. Le llevé cervezas y whisky al sillón mientras él manoseaba a mi novia y me insultaba a la pasada. Cada tanto me daba una nalgada que continuaba con algún apodo humillante como “pitulín” o “sirvientita”. Creí que cuando llegara el momento de cogerse a la putita de mi novia me dejaría en paz, pero no fue así. Belu tenía su enorme pija en la boca y la chupaba con maestría, mirándome bien a los ojos, cuando él la apartó. Se abrió de piernas en mi sillón, completamente desnudo y con su enorme y dura verga mojada que resplandecía por la saliva de mi chica y me miró con una sonrisa malvada.

  • Vas a venir en cuatro patitas, te vas a arrodillar entre mis piernas y me vas a poner el preservativo vos - me dijo sin moverse.

Aquella fue la primera vez que toqué un pene ajeno. La humillación que sentí mientras le colocaba el condón con el que iba a cogerse a mi novia era inmensa; Él sonreía desde lo alto mientras yo me sentía cada vez más diminuto e insignificante.

Pocas veces había visto a mi novia gozar de semejante forma. Si bien Andrés era un semental, tal como había prometido, creo yo que el éxtasis que logró en Belén fue gracias a su insaciable morbo y sus ganas de humillarme constantemente.

Cuando terminó de cogerla volvió a su lugar en mi sillón, adoptó su pose de alfa superior, y me hizo acercarme nuevamente a cuatro patas y arrodillarme ante él.

  • ¿Te gustó como me cogí a la putita de tu novia, marica? - preguntó mientras me acariciaba la cabeza como a un perrito.
  • Si…
  • ¿Si, qué? - dijo agarrándome del pelo con fuerza.

Jamás había estado en esa situación. Había sido cornudo muchas veces, sí, muchísimas. Incluso había sido humillado, pero nunca uno de los tantos machos de mi novia se había tomado tantas libertades y atrevimientos conmigo. Y lo más fuerte era que ni siquiera se esforzaba, sino que naturalmente ejercía sobre mí un dominio total, y yo no encontraba fuerzas ni razones para impedirlo. Eso era yo, un cornudo, un beta incapaz de complacer a mi mujer, un beta que ahora finalmente estaba ocupando su lugar.

  • Si… señor.. - dije dudando.

Mi respuesta pareció gustarle y volvió a acariciar mi cabeza mientras Belu miraba todo desde el otro sillón, abierta de piernas y acariciando su conchita cogida. Todo lo que había ocurrido aquella primera noche había sido demasiado. Demasiado humillante, demasiado morboso, demasiado excitante. Sentía dentro de mí una revolución de sentimientos mezclados, pero aún no había acabado. Andrés me ordenó que le quitara el preservativo, pero cuando me dispuse a hacerlo poniendo mis manos al rededor de su pene, él me detuvo.

  • Con la boquita, mi amor- me ordenó calmado.

Me asusté, dudé. Miré a mi novia desde mi sitio en el suelo, a los pies de su macho, pero no encontré en su mirada más que malicia, morbo y deseo de verme obedeciéndolo. Así que obedecí. Con mucho temor y verguenza bajé mi cabeza y abrí mi boca hasta acercarla a su enorme pija semidura. Lentamente, e intentando no tocarla, fui introduciéndola en mi boca, rodeándola con mis labios.

Aún estando casi dormida no me entraba en la boca, y mi afán de no tocarla se estaba volviendo imposible. Temí que Andrés me tomara del cabello nuevamente o que me forzara, pero me dejó hacer en paz, recostado como un rey. Inevitablemente tuve que cerrar mi boca y sentí por primera vez una pija en ella. Un extraño, desagradable y morboso contacto con una verga gomosa, húmeda y olorosa. Sintiéndome toda una putita, e intentando acomodarla en mi boca con la lengua para que me permitiera hacer mi trabajo, busqué con mis dientes la forma de atrapar el borde del condón, y luego comencé a retirarlo, sintiendo cada vez más el tacto de aquella verga en el interior de mi violada boca.

Cuando terminé, me quedé con el preservativo en la boca, asegurándome de no permitir que su generosa corrida se escapara y llegara a mi lengua. Miré a Andrés (supongo yo) con un gesto de total y absoluta derrota, arrodillado en el suelo entre sus piernas, y me dispuse a sacarme el condón, pero él me detuvo.

  • Vas a ir en cuatro patas hasta donde está tu novia con el preservativo en la boquita y se lo vas a entregar a ella - ordenó.

Obedecí conteniendo las lágrimas y me sentí más humillado y expuesto que nunca mientras me alejaba gateando de aquel macho alfa, regalándole una perfecta visión de mi culo y mi pijita y mis huevitos colgantes.

Belu me acarició la barbilla riéndose, tomó el preservativo de mi boca y jugó con él un rato, lamiéndolo con placer. Luego acomodó sus piernas sobre los brazos del sillón, abriendo ante mí su hermosa conchita, y comenzó a derramar la generosa leche viscosa sobre ella. Pude ver como aquel líquido espeso resbalaba por su bella y castigada piel y como invadía sus labios, su clítoris y su interior.

No tuvo más que apoyar su mano suavemente sobre mi cabeza para que yo entendiera todo, y sin necesidad de hacer fuerza dirigió mi rostro hacia su vagina. Saqué mi lengua y lamí la totalidad de su superficie, intentando terminar rápido con aquella degradante labor. Junté mucha leche en mi primera lamida y me dieron arcadas que contuve como pude. El sabor de la leche de Andrés era fuerte, su textura viscosa y su temperatura tibia era algo que me costaba asimilar. Tragar me costó más de lo que esperaba, y sentí su leche bajar por mi garganta mientras continuaba lamiendo.

Cuando la leche comenzó a desaparecer sólo quedó la conchita hermosa de mi bella novia, y yo lamí y lamí con pasión, aprovechando aquel regalo, aquellos pocos minutos de goce que Belén y Andrés me permitían. No importaba que estuviera recién cogida, recién enlechada, aún con el sabor y la transpiración de su nuevo macho, la conchita de Belén siempre era un elixir para mí.

Mientras estaba perdido en aquella deliciosa entrepierna sentí las manos de Andrés apoderarse de mis caderas y acomodarlas para que quedara a cuatro patas. A pesar del miedo que me daba sentir sus manos sobre mí, y de la humillación de dejarme manejar por otro hombre sin oponer resistencia, no dejé de lamer desesperado la conchita de Belu.

Andrés abrió mis piernas y ante sus ojos apareció mi pequeño pitito en estado de completa erección. Pequeño, sí, pero durito como piedra. Me dio unos fuertes chirlos mientras jugaba a manosear mis nalgas y me ordenaba chupar más fuerte y mover la colita como perro. Yo obedecía sin chistar y sin cuestionármelo, la excitación era demasiada como para permitirme pensar. Estaba extasiado. Ni siquiera el repentino y sorpresivo tacto de sus manos en mi pito me hicieron detenerme, al contrario. Aquella tremenda oleada de morbo y vergüenza que me sacudió al sentir sus dedos cerrarse alrededor de mi pija me calentó aún más y no pude evitar gemir. Ambos rieron.

  • Seguí chupando, putito, chupásela toda, sentí el sabor de mi verga - me decía Andrés al oído mientras con una mano castigaba mis nalgas y con la otra me masturbaba fuerte pero lentamente.

Sus insultos y las risas de mi novia me hicieron estallar. Sentí mis huevitos contraerse y mi leche explotar hacia el exterior de manera brutal. Estaba en el cielo, en la gloria, jamás había tenido un orgasmo tan espectacular. Pero cuando la calentura se disipó caí en la realidad, y me vi a mi mismo a cuatro patas, con la cara aún enterrada en la conchita usada de mi novia, y con su nuevo amante agarrándome de la pija. Toda la vergüenza y la humillación volvió a mí. Deseaba que me tragara la tierra.

  • Vas a limpiar todo lo que ensuciaste y te vas a ir a encerrar a la habitación de servicio, ¿entendiste? - dijo Andrés, agachado junto a mí, tomándome fuerte del cabello y mirándome fijo a los ojos.
  • Si… señor - contesté sumisamente yo.

Como un perrito que aprendió la lección acerqué mi cara al suelo y lamí mi propia corrida. Lo que hacía media hora era algo lejano e impensado para mí ahora era tan normal que ni siquiera me detuve a pensarlo un segundo. Solo lamí y tragué de forma automática. Como si fuese algo rutinario, como si toda mi vida hubiese lamido y comido semen, como si fuese mi deber.

Lo más degradante fue que ni Andrés ni Belén me miraron hacerlo, estaban muy ocupados besándose y manoseándose como para verme obedecer sus morbosas órdenes. Cuando terminé me dispuse a levantarme, pero la voz del macho alfa me detuvo.

  • Te vas a ir a cuatro patas, puto, derechito a la habitación de servicio mientras los adultos cogen. - Belu estalló en carcajadas mientras masturbaba la enorme poronga de su amante.
  • Jajaja, no tenemos habitación de servicio, papi - aclaró ella.
  • Entonces te vas al lavadero, y no salís hasta que te digamos.

Derrotado me dirigí a cuatro patas hasta nuestro diminuto lavadero y me encerré allí, completamente desnudo, humillado y degradado como nunca. Acomodé un rincón con unas toallas sucias y me acurruqué. Hacía frío, el lugar era mínimo y muy húmedo, y podía escuchar los gemidos, los gritos, los ruidos del sexo, los golpes. Fueron dos horas que parecieron eternas, y que me hicieron pensar en todo lo que había ocurrido, y en cómo había comenzado la noche como un novio cornudo, uno de los tantos miles que disfrutan de esa fantasía cuckold, y cómo la había terminado completamente degradado, transformado en una mezcla entre putito sumiso, putita golosa y perro obediente.

Aún no lo sabía, pero aquella noche mi vida había comenzado a cambiar. Aquella noche había sido la primera del resto de mi vida, ya no como hombre, sino como un ente sumiso atado a la voluntad del macho alfa y al morbo de mi diosa, de mi reina Belu, y ambos tenían muchísimos planes para mí.

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