El camino del cazador 4. Punto de reunión

Fantasía para todos los públicos, Ivar es maltratado físicamente por Arseck durante el camino, este dice que hay un motivo; pero Ivar no lo cree, simplemente quiere ahorrarse un caballo y el esfuerzo o eso piensa este, aunque no lo diga. Ivar ni siquiera sabe adónde van o donde está.

El camino del cazador

Capítulo 4. Punto de reunión

Hace unas horas que hemos salido del pueblo, hemos bajado la montaña por el sendero; nadie ha salido a despedirme pues nadie lo sabía y los que lo sabían estaban trabajando, me hace cargar con el carro como si fuera un caballo.

-          ¿puedo saber por qué tengo que cargar el carro? - le pregunto molesto, aunque todo el camino ha ido cuesta abajo; cargar el carro sin despeñarme a costado trabajo, casi me despeño cuando resbalé con barro y el me salvó, pero luego me echo una reprimenda "mira bien donde pones el pie y cuidado con la caja" dijo encima.

-          mi trabajo como observador consta solo de informar sobre ti, pero como este es el primer año y no hay reclutadores suficientes; me veo en la obligación también de reclutarte y en el camino del reclutador, mis obligaciones son prepararte para lo que se te viene encima - replica molesto.

-          ¿jalar de un carro? - inquiero molesto, el asiente para mi sorpresa.

Tras un rato en silencio, tras pasar un riachuelo y andar campo a través por una llanura; empezamos a adentrarnos en un bosque no muy profundo, ya que se ve el final y dentro tiene iluminación.

-          ¿qué hace exactamente un cazador? - le pregunto, el me mira y sonríe.

-          se supone que los mismos trabajos de un aventurero, a parte cuando el ejército se vaya los cazadores quedarán y protegerán a la gente; por último si el comandante rey nos necesita, nos llamara como última unidad de reserva. - me explica lo que se supone que hará.

Tras esta conversación poco después caigo derrumbado sin poder dar un paso más, el hace un sonido de molestia con la lengua.

-          vamos a llegar tarde al punto de encuentro. - protesta, cruzando sus brazos.

-          no puedo dar un paso más - suspiro agotado.

El niega con la cabeza y me mira con una mirada de suficiencia.

-          está bien, vamos a comer algo; beber algo y continuamos. - acepta a regañadientes.

Saca de su mochila un pescado salado, de un saco cerrado; un bote de metal, que me ofrece.

Al probarlo veo que es agua, voy comiendo y bebiendo en silencio; tratando de recuperar fuerzas y el me observa en silencio haciendo lo mismo, él se sentó sobre una roca del camino y por mi parte me quede donde caí.

-          más vale que te esfuerces más o no llegarás con vida al campamento. - rechista en forma de consejo y protesta.

-          si - digo con ánimo decaído.

Aún noto como mis pies pesan, los siento cargados; los pies parecen que me van a reventar, las rodillas casi no quieren doblarse.

-          vamos, ya has terminado. - exige, poniéndose el en pie.

Intento hacerlo, pero las piernas me fallan y vuelvo a caer; él se acerca haciendo el mismo sonido de molestia de antes y extiende su mano, sus ojos relampaguean.

-          vamos - me pide.

Agarro su mano y jala de mi para ponerme en pie, trastabillo; pero finalmente consigo mantenerme, señala el carro y asiento suspirando. Me aferro al carro y sigo jalando de él, campo a través; por los terrenos más blandos las paso canutas, para que el carro pase.

Llegamos a un cruce en una Calzada de arena, el cartel señala hacia dos sitios; pero ignoro que pone, el rodea el cartel y sigue adelante.

-          vamos por buen camino. - murmura para sí aliviado.

-          ¿adónde vamos? - le pregunto, tratando de deducir que tanto nos hemos alejado de Silcape.

-          vamos en medio de ninguna parte, ahí vamos. - señala hacia el frente y es cierto no se leer, pero el cartel señalaba izquierda y derecha al frente no rezaba nada.

Tras eso avanzamos y cruzamos entre dos montañas, hace un frío desagradable ya que corre mucho viento por este camino estrecho; el no parece inmutarse pero la vegetación me hace algunos rasguños ya que el carro no me permite apartarme y rasga un poco mi ropa que no es que sea de la máxima calidad ni nueva.

Caigo de rodillas, incapaz de dar un paso más; él se atiza en la cabeza y niega con esta.

-          arriba, ya queda poco. - me exige para convencerme de que continúe.

-          ¿no puedes llevar tu el carro? - le pido con mirada suplicante.

-          de ninguna manera o llegamos con el carro o no llegamos, si no llegamos a tiempo; te volverás con las manos vacías. - suelta, con cara de me da igual; tú mismo.

-          de verdad que no puedo más - lloriqueo, el alza la ceja; parece que se va a ablandar; cuando señala hacia detrás.

-          vuelve a tu pueblo a lloriquear, donde tu madre; tu padre y tu hermano, jamás esperarán nada bueno o digno de ti. - señala con desdén, me mira con asco y repulsión; como si se hubiera arrepentido de reclutarme.

Noto una presión en mi cabeza, me arden las orejas; mi corazón se acelera, aprieto los dientes y noto que la sangre quema dentro de mí.

  • ¿¡esto es lo que quieres!? - le gritó, agarro el carro; junto las rodillas ya que mis piernas a penas me sostienen, gritando de dolor arrastró el carro por todo el estrecho desfiladero.

Cuando el sol finalmente empieza a ocultarse, salimos del desfiladero a un camino poco transitado; donde hay más de 1000 chicos entre niños y niñas, reunidos conversando y mirando hacia aquí por mis gritos. A su alrededor hay al menos 100 hombres como Arseck con pequeños carros, parecen estar esperando algo; vigilan a los chicos y vigilan alrededor, todos van armados aunque no parecen soldados.

-          vaya, al fin llegamos al punto de encuentro; ¿ves cómo no fue para tanto?

Me dice momentos antes de que pierda la consciencia de agotamiento, todo se volvió oscuridad; mientras escucho un murmullo que se eleva y luego todo es silencio...dolor, mucho dolor.

-          Tsk…realmente lo diste todo. – opina Arseck, pero ya no puedo oírle.