El camino del cazador 3. Decisión complicada
Relato de fantasía para todos los públicos, Ivar a pesar de lo retraído que es con los desconocidos; es un tipo lanzado, se lanza a probar cosas nuevas sin dudarlo y aunque normalmente acaba en desastre...pero esta decisión es demasiado importante para tomarla a la ligera, requiere de un empujoncito
El camino del cazador
Capítulo 3. Decisión complicada
Despierto unos segundos antes que el gallo, me aseo y me visto en cuestión de esos segundos; corro rápido para bajar al piso de abajo adonde me encuentro a toda la familia desayunando y mirándome raro, me siento en mi lugar y me sirve mi madre.
- buenos días - les saludo al ver que me miran tanto.
- ¿ya decidiste? - me pregunta mi padre y niego con la cabeza, mi padre suspira fastidiado.
- ¿cómo que madrugaste? - pregunta mi hermano mayor- ¿vas a huir? - ríe divertido.
- no - le digo y le saco la lengua - voy a ver al abuelo. - le explico y el asiente.
- con suerte te convencerá de que vayas, nos hace falta el dinero. - suelta mi hermano muy serio.
- el abuelo no me va a presionar - digo disgustado.
- anda que no - ríe mi hermano.
- el abuelo le aconsejará solamente. - mira mal mi madre a mi hermano.
El desayuno tras eso se relaja un poco, aunque sigo siendo el centro de atención y eso me disgusta.
- me marcho ya - digo apresurado.
- que no te tiren más piedras - me pide mi padre
- saluda al abuelo - me dice mi hermano.
- buena suerte con él. - desea mi madre.
Una vez que salgo de allí volando, mi madre se gira para mi padre y mi hermano; se cruza de brazos y gruñe, mi padre pone gesto preocupado y mi hermano arquea las cejas.
- ¿qué? - se atreve a preguntar este y recibe un cate por parte de mi padre.
- parece que no lo conocierais, Ivar es lanzado; le gusta probar las cosas, aunque no se le den bien luego. - sentencia mi madre molesta.
- solo quería ayudarle - se excusa mi padre.
- ¡no necesita ayuda! - grita esta, causando que mi padre siendo tan grande; se encoja de miedo.
- solo lo animamos - replica mi hermano tratando de evitar la tormenta.
- mi padre, su abuelo; es el que realmente le va a ayudar. - suelta mi madre, terminando el tema.
Empiezo a subir el sendero de la montaña es bastante empinado, por lo que cuesta trabajo; una vez a la semana lo subo, eso hace que este mínimamente acostumbrado. Mi abuelo suele bajar 1 vez en semana o 2, dependiendo de la pesca; por eso para ser un abuelo, está bastante en forma.
Cuando llego a el balcón de la montaña, un lugar apodado así porque se ve Silcape y los alrededores; estoy jadeando y sudando a pesar del frío que aquí es mayor, mis piernas ya están resentidas pero la vista de pueblo la compensa es un hermoso mirador.
Sigo subiendo tras beber agua y tomar un pequeño descanso, me adentro en un pequeño bosque que está casi en el pico de la montaña, siguiendo río arriba para no perderme.
Poco después, alcanzó a ver la casa en el lago del abuelo; a lo lejos lo veo en su barquita para variar pescando, hay cosas que nunca cambian.
- ¡abuelo! - grito, poniendo mis manos alrededor de mi boca; para hacer mi grito más potente, mi abuelo que no lo esperaba se cae de la barca. Al poco se consigue subir otra vez, rema hasta el muelle en su casa; mi anciano abuelo es un hombre con el pelo canoso arreglado, su barba siempre acicalada y una altura mayor que la de mi madre.
Mi abuelo se pone de pie y agarra una vieja red llena a rebosar de pescado de lago, según veo lleva cerca de 10 farios; el luce contento, a pesar de que esta chorreando con su ropa de pescador y se mantiene delgado como siempre.
- parece que me has traído suerte Ivar, esta mañana picaban el cebo como locos. - suelta eufórico, mi abuelo Vencell.
- abuelo, perdona lo del chapuzón. - me disculpo apenado, por verle tan mojado.
- ¿esto? No importa, seguramente los dioses del lago decidieron que me hacía falta un baño entre sus aguas. - ríe quitándole importancia, mi abuelo cree en los dioses de antaño.
- abuelo, he venido por aquí para comentarte algo que pasó ayer. - empiezo a decirle, el deja de reír y me escucha; pero no pierde la sonrisa.
- ayer vino un hombre a ofrecerme instruirme como cazador. - le cuento, él pone cara de interés; lo piensa un poco.
- ¿cazador, y eso que es? - me pregunta, sorprendido.
Le cuento lo poco que se.
- pero eso es maravilloso, ¿vienes a celebrarlo? - opina mi abuelo.
- vengo a despedirme por si me voy, pero no sé qué haré. - le comento cómo me siento.
- ¿qué te detiene? - pregunta el, ofreciéndome un jugo de los suyos; él siempre sabe que darme, lo saboreó y hago un sonido de placer por el sabor. - ¿rico eh? - pregunta y asiento.
- pues...si me voy puedo fracasar, voy a un sitio desconocido con gente desconocida; mi familia y amigos, están aquí. - enumero mis motivos.
- ya veo, Ivar en la vida uno siempre se enfrenta a lo desconocido y más tu que eres joven; es yo que soy viejo y a veces también me pasa, créeme no hay nada de malo en ello. - opina al respecto de lo primero, toma un trago a su cerveza y continua. - siempre se puede fracasar pero ¿no es mejor fracasar haya donde no conoces a nadie? Yo lo prefiero, que fracasar donde están mi familia y amigos. - continua con su opinión, se toma un momento; mira el lago y luego me mira a mí. - imagina por un momento que tú te quedas aquí por tus amigos, que les ofrecen lo mismo a ellos y ellos se van; te quedarías solo y no conocerás amigos nuevos, pero ellos sí. ¿Cómo te sentirías entonces? - termina su análisis al respecto y me mira muy serio.
- triste, abandonado; frustrado, me sentiría tonto. - enumero, pensativo.
- entonces ¿no es mejor intentarlo? - me pregunta, lo pienso un poco.
- definitivamente si, está claro que de las actividades del pueblo; no se me da bien nada, pero tengo serias dudas sobre si ser cazador se me daría bien. - admito a regaña dientes, además algo en la vida se me tiene que dar bien; digo yo.
- seria para mí un orgullo que así fuera y creo fehacientemente que a ti podría llegar a gustarte esa vida, hazme caso no como tu madre; ella tuvo la oportunidad de irse a la ciudad y ser una artesana de éxito, pero conoció a al mendrugo de tu padre y decidió quedarse con el...ya sabes el resto, sus únicos éxitos han sido tú y tu hermano; aunque te confieso que tu hermano me da serias dudas, se parece demasiado a tu padre. - suelta haciéndome reír y contándome una parte importante de la historia de nuestra familia. – pero no se lo digas, ¿eh? – me dice con el dedo extendido y su típica sonrisa.
- No se lo diré, abuelo. – prometo, para continuar hablando. - entonces decidido, lo hare; debo irme abuelo. - digo poniendo las manos en la mesa y levantándome de la silla.
- espera un momento muchacho, llévate estos aparejos de pesca y este hilo de metal; por si las moscas, no vaya a ser que lo necesites y dale un abrazo a este viejo pescador. - me pide abriendo sus brazos.
- abuelo, pero estos son tus favoritos. - protesto abrazándole.
- a ver si te dan suerte, como a mí. - rechista emocionado.
- te los devolveré. - le juro sin decirlo.
Me alejo de su casa, mientras el me despide con una sonrisa; emocionado y moviendo la mano, me doy vuelta varias veces mientras me alejo para despedirme de nuevo.
- espero que tu hagas algo grande muchacho, porque de los demás; no puedo esperar nada especial, ya que a ti lo normal no se te da bien...quizá, con suerte; lo especial, si se te dé. - sentencia mi abuelo.
Una vez vuelvo al pueblo, la bajada la hago con tremendo cuidado es mucho más sencilla que la subida; pero hay que mirar muy bien como colocar el pie sino quieres despeñarte, directamente me dirijo a casa de Niels mi mejor amigo.
Pero lo encuentro con el padre en la herrería, querría despedirme de mi mejor amigo pero no puedo entrar ahí y molestarle, busco a mis amigos que son hermanos pero ocurre lo mismo.
Axe está con su padre trabajando en un tejado, Jorgen con su madre en la consulta; por ultimo busco a Dahlia aunque siendo una chica, será mucho más difícil despedirse de ella y más a solas.
La encuentro dando clases de canto en su casa. Por un lado me siento triste pues no he podido despedirme de ninguno, por otro lado me siento desplazado soy al único que no se le da nada bien; cada uno de mis amigos tiene una serie de habilidades , yo no tengo ninguna al menos no he encontrado algo que se me dé bien y me guste a la vez.
Llego a casa, me encuentro a Arseck con los brazos cruzados golpeando el suelo con el pie impaciente; al verme se le ilumina la cara y a su lado hay un carro con una caja, el descruza los brazos.
- ¿y bien? - me pregunta observándome fijamente, noto que esta tenso en su mirada; aunque intenta aparentar estar relajado con sus brazos.
Lo miro y suspiro.
- acepto.
Él me sonríe y se queda mucho más relajado.
- vaya sorpresa. – opina sorprendido.