El camino de Laika VI
Cogí su mano con ternura, hasta que llegamos a casa. Las dos. Para siempre juntas.
¡Dios mío! Mi Marta, mi Martita; no podía dejar de llorar viéndola de aquella manera. Quería ir hacia ella pero mi AMO me lo impedía cogiéndo con fuerza mi brazo.
Verla así era superior a cualquier cosa que yo pudiese soportar. Colgada de sus brazos, sosteniéndose con los pies de puntillas, su cuerpo agitándose, sus nalgas y sus pechos rojos por los castigos recibidos, sus marcas en las nalgas, aquellas marcas que mi AMO nunca me dejaba.
Su cuerpo joven hacía adivinar ya las formas de una mujer, con sus nalgas prietas y sus pechos duros.
Suplicando a aquel hombretón maduro, de cabellos canosos y barba recortada, grande pero sin un gramo de grasa en su cuerpo desnudo. Ella, con su cara aniñada, con sus ojos vendados, parecía una muñeca a merced de su voluntad. Mucho más alto que mi hija refregaba su pene erecto en su vientre, mientras con una mano pellizcaba sus pezones, completamente duros y con la otra sostenía un móvil, moviendo sus dedos en la pantalla.
Marta, mi Martita; llevando como único atuendo un collar rojo, se su sexo, para mi sorpresa totalmente rasurado, colgaba lo que despues sabria que era un lush.
Oía sus gemidos de placer, mezclados con sus lamentos.
Pare, pare esto, por favor, no puedo más. ¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhhhh!
Te voy a dejar satisfecha para días, putita.
Hacía tres horas que mi AMO me había mandado un mensaje con la orden de que fuera al CLUB. Antes de entrar en la mazmorra tuve que desabrochar mi blusa y aceptar, obediente, aquel bozal, con su bola roja y agujereada, que ya me había llenado la boca durante mi bautismo.
Tan pronto como se relajaba aquel hombre hacía que su cuerpo volviera a agitarse.
¿Sabes lo que eres tú? ¿Lo sabes? no eres más que carne de prostíbulo. Debería darte vergüenza a tus diecinueve años ser tan puta. Eso es lo que debería darte ¡Vergüenza!. ¿De verdad quieres que pare?.
Sí, sí ya no puedo más.
Pídelo bien guarrilla.
Pare, pare por favor, señor.
¿ De verdad no quieres que te folle como a ti te gusta?
Sí, sí señor. Pero pare esto por favor, se lo suplico.
Mi AMO susurrandome a la oreja:
- Te dije que si sabía algo de tu hija serías la primera en enterarte.
Yo ya no hacía fuerza para liberarme, las lágrimas surcaban mis mejillas cuando sentí su mano subirme la falda, acariciando mi muslo, hasta llegar a mis bragas.
- Veo que también lloras por el coño. No puedes evitar ser una viciosa.
Cuando le quitó las muñequeras sus brazos cayeron, parecía no poder mantenerse de pie, totalmente agotada. Ví como él cogía algo de una estantería cercana, se trataba de un preservativo que sacó de su envoltorio, acercandolo a su mano temblorosa.
- Ponmelo como tu sabes, zorra.
Mi Marta arrodillándose, poniendose el preservativo en la boca, acercandola, a tientas, a su polla, tal y como mi AMO me había dicho que tenía que aprender a hacerlo y aún no había conseguido.
Pensé que se atragantaría, que le vendrían arcadas, pero, poco a poco logró ponérselo, cubriendo, con su boca, todo el miembro..
- Debes tener que haber puesto muchos para hacerlo tan bien. Eres una perra tragona.
La cogió por sus cabellos rubios que le caían sobre los hombros, casi a rastras la llevó hasta aquel extraño potro, donde yo ya había estado, que dejaban sus piernas abiertas.
- Abrete las nalgas. Vamos.¿A qué esperas?
Con su cuerpo apoyado en el potro, llevó sus manos hasta sus nalgas separándolas. Cogida por la cintura, la polla se dirigía a su objetivo.
Mira como la tengo - susurró mi AMO cogiéndome la mano y llevándola a su entrepierna.
Te vas a quitar el bozal y vas a mamarmela ¿O prefieres que llene su boquita?
Dirigí mi mirada, empañada de lágrimas, a sus ojos, suplicando. Mis manos deshaciéndose del bozal. Arrodillándome para abrir su bragueta y buscar su polla. Desde donde estaba veía a mi hija y a aquel hombre enculándola.
- ¡Oh! Sí. ¡Gracias señor!
Movía sus nalgas de una manera obscena. Sus uñas clavándose en sus propias carnes. Mientras aquel hombre rugía. Oía sus suspiros y sus gemidos, cada vez más intensos.
- Así, que bien te mueves putilla. Como te gusta esto.
Yo notaba el pene de mi AMO hinchándose y endureciendose más, si cabe, en mi boca, con su mano en mi cabeza.
- ¡Ohhhhhhhhhhh! ¡HOOOOOOO! ¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Fué en aquel momento cuando le arrancó la venda de los ojos. Pero ella ya no podía parar.
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhh!
¡MAMÁ! ¡MAMÁ!
¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhh!
La cara del hombre transformándose. La mano de mi AMO impidiendo que dejara de mamar. La polla saliendo de ella. Su cuerpo rendido sobre el potro. Sus brazos cayendo. El chorro de la leche en mi garganta. Notando mis humedades resbalando por los muslos.
Entonces fué cuando mi AMO me liberó, mientras guardaba su pene, ya flácido y aquel hombre se separaba de mi hija.
Fuí hacia ella, acaricie su cuerpo, su cabeza, la ayude a levantarse, a tenerse en pie. Su cuerpo, desnudo abrazándome.
Mamá. Mamá, perdoname, perdoname.
Si tenemos que perdonarnos será la una a la otra. hija mía.
Las dos llorábamos.
Lo siento mamá, no puedo evitarlo, no puedo prescindir de ello.
Lo se hija, lo se.
Mejor las dejamos solas ahora. ¿No?
Sí. Será lo mejor.
Llévame a casa mamá, por favor. Llévame contigo, no me dejes mamá.
Nunca voy a dejarte hija.
No se lo vas a decir a papá. ¿Verdad?
Lo tuyo no hija, no temas. Pero ahora vístete, ya hablaremos en el coche camino a casa:
Sí mamá. Te quiero.
Y yo a tí, mi pequeña. Mi pequeña.
Al salir de la mazmorra ni mi AMO, ni aquel otro hombre estaban en el CLUB o al menos no los vimos. Cogidas de la mano nos dirigimos al automóvil para tomar el camino de casa. Yo aún estaba avergonzada por haberme humedecido viendo como Marta era tomada. Usada.
Mamá ¿ Qué querías decir con que no le contarías lo mío a papá. ¿Es que piensas contarle que tu..bueno..que tu eres una sumisa y que necesitas de otros hombres?
Tu padre es un buen hombre, tarde o temprano lo sabrá y no se merece que lo sepa por otras personas o peor aún, que alguien se burle de él. Tienen derecho a saberlo por mí, es lo mínimo que debo hacer después de tantos años de vivir juntos. Sí. Se lo contaré, se lo contaré y nos separaremos. No puedo ni quiero seguir simulando que aún siento deseos de él, porque ya no es así, es una indignidad hacerlo. Espero que con el tiempo lo asimile y encuentre otra mujer que lo merezca más que yo, que podamos mantener una buena relación de amigos. Yo, de alguna manera, lo sigo y seguiré queriendo y deseando lo mejor para él.
Si esto ocurre. ¿Podré seguir viviendo contigo mamá?
Claro que sí, amor, sí este es tu deseo. Pero ahora cuéntame. ¿Aquel hombre es tu AMO? - No, no, no tengo AMO ni lo quiero. Voy al CLUB cuando no puedo más, Don Javier me deja entrar, aunque no soy socia, no podría pagar los cien euros que vale cada mes serlo. Creo que le caigo bien, en cierto modo me protege y supongo que sabe que a los socios maduros les gusta usar a una chica joven como yo y por mi parte sé que aunque los hay muy duros, ninguno de ellos es un cabrón peligroso ni querrá vivir de mi, aun que no se que será de nosotras.
Creo que debemos aceptarnos, aceptar nuestra forma de vivir el sexo, pero seguir yo trabajando y tu estudiando y sí, ir con mucho cuidado de no caer en manos de según que elementos. No quiero que terminemos en la calle o en un burdel como te decía aquel hombre. Nos gusta que nos digan putas y que nos traten como a tales, pero ni lo somos ni vamos a serlo.
Solo lo decía para humillarme, para excitarme mamá. la gente del CLUB no son así. Por esto voy allí, mamá.
¿Puedo preguntarte desde cuando?
Hace casi un año mamá. Conocí a un hombre maduro en una discoteca, siempre me habían atraído, yo había bebido, aunque no iba borracha. Me dijo si quería ir a un sitio con él, un sitio que me gustaría y me llevó al CLUB, al principio sentía miedo, pero después, bueno, él fue el primero. Ya no he podido dejarlo.
Quiero pedirte algo mamá.
Dime hija.
Si vivimos solas las dos no quiero que nunca, nunca, nos usen juntas mamá. Nunca más algo como lo de hoy o peor aún, mama.
No hija. Nunca dejaremos que lo hagan
Cogí su mano con ternura, hasta que llegamos a casa. Las dos. Para siempre juntas.