El camino de Laika V

Llevaba, digo, casi dos meses como sumisa suya cuando aquella mañana Roberto, sin ni siquiera llamar a la puerta de mi despacho, entró, dirigiéndose a mi mesa.

Llevaba casi dos meses con mi AMO, solíamos vernos dos veces por semana, en algunas ocasiones hasta tres. Cada vez estaba más enganchada a Él y a todo lo que Él representaba para mi. Estaba ¿Cómo decirlo? ¿Ecoñada?. Eso és; encoñada. Totalmente entregada a satisfacer su placer. Se me hacía difícil ya buscar excusas a. mis salidas, a mis tardanzas en llegar a casa. El sexo con Juan, mi esposo, ya no me era gratificante. Deseaba con todo mi corazón llevar en mi cuerpo las marcas de sus castigos; en mis nalgas, en mi espalda, en mis senos, aquellos castigos que disfrutaba a la vez que sufría, para su goce, sin embargo él era muy cuidadosos al respecto y se negaba a dejarme las ansiadas marcas en mi cuerpo, que yo hubiese acariciado recordandolo, entre encuentro y encuentro, se resistía a ello por mor de no comprometerme ante mi esposo.

Llevaba, digo, casi dos meses como sumisa suya cuando aquella mañana Roberto, sin ni siquiera llamar a la puerta de mi despacho, entró, dirigiéndose a mi mesa.

  • ¿Qué ocurre Roberto?. ¿Ahora ya no se llama a la puerta antes de entrar?

  • Para lo que vengo a decirte no.

  • ¿Qué tan urgente es?

  • Mañana a las seis de la tarde te quiero en mi casa. Laika

  • ¿Qué? ¿Pero tú qué te has pensado? ¿Piensas chantajearme acaso?

  • Ni pienso hacerlo ni me hace falta. Voy a disponer de ti durante dos horas porque así lo hemos pactado con tu AMO.

  • ¿De que me estas hablando Roberto? - Pregunté, palideciendo.

  • Coge el teléfono y llámalo si quieres. ¿O prefieres que lo haga yo?

Ví como cogía su móvil.

  • Hola Antonio. Soy Roberto.

  • Sí, sí. Ahora mismo estoy hablando con ella.

  • Parece que no termina de creérselo.

  • De acuerdo. Ya te la paso.

  • Sí AMO. Soy yo.

  • Doy por supuesto que recuerdas el compromiso que adquiriste durante el bautismo.

  • Sí AMO..pero...

  • ¿Pero? No me vengas con peros.Te he cedido a Roberto durante dos horas. Tengo mis razones para hacerlo y con ello debe bastarte. Sabe tus límites y vas a obedecerlo en todo, conoce nuestra palabra clave, pero espero que solo la uses si sobrepasa los límites pactados entre tu y yo. No quisiera tener quejas de ti.

  • Pero…

  • Con esto basta.sabes que puedes dejarlo todo ahora mismo si es lo que prefieres.

  • No. No..solo que yo…

No pude terminar la frase, simplemente colgó, si más.

  • ¿Te lo crees ahora?

  • Si..si..

  • Te espero mañana a las seis.Vestida de putón, que es lo que eres.

  • Yo..yo no tengo ropa así.

  • Este no es mi problema, comprala. Vestida de putón y con el collar puesto. ¿Te enteras?

  • Si… si..señor…

  • Así me gusta.

Por lo visto no había más que hablar. Pasé el resto del día y la noche nerviosa. Tener que entregarme a Roberto, a quien odiaba y despreciaba, a quién tantas veces había humillado en el trabajo. Pero no quería, no podía, de ningún modo negarme, si esto significaba terminar la relación con mi AMO. Hasta este punto de dependencia y sumisión había llegado.

Una vez más busqué por Internet un lugar apartado de la oficina y de mi casa para comprarme un vestido acorde con lo que se me exigía.

Adquirí un vestido rojo de tirantes, que dejaba mi espalda al descubierto, con un exagerado escote que llegaba casi a mi cintura, y dejaba al descubierto gran parte de mis pechos. Me cubría solo hasta tres dedos de mis rodillas con un corte lateral hasta más de la mitad de mi cadera derecha. Quise probármelo y al mirarme al espejo sentí, por partes iguales, vergüenza y excitación. Lo guardé en su bolsa, en el maletero del coche. Pensé que al día siguiente esperaría que todos se fueran del despacho y me lo pondría, ya hacía algo de frío, ni en casa, al salir por la mañana, ni  en el trabajo o en la calle, a nadie extrañaría que hubiese decidido ponerme una gabardina, que solía usar con los primeros fríos.

Era jueves y a las seis de la tarde estaba llamando a la puerta del piso de aquel piso. Abrió la que adiviné sería su esposa, una mujer de poco más de cincuenta años, nada mal parecida. Llevaba una especie de kimono corto, era más alta que yo y más gruesa, con abundantes pechos, que no pude evitar mirar cuando entré en el recibidor. Me sorprendió que quien me recibiera fuera ella, que estuviese allí.

  • Vengo a ver a Roberto, me estará esperando.

  • ¿Querrás decir al señor Roberto. No?

  • Si..si perdone..

  • Tu debes ser Elena, su jefa. O mejor, Laika, la perra. Cuelga la gabardina aquí. ¿Qué pasa? ¿Te daba vergüenza que todo el mundo viera lo que eres?. Vaya: veo que eres muy callada.

Noté como me sonrojaba, creía que ya no era posible que lo hiciera, pero aquello, pensé, sería peor de lo que yo esperaba.

  • Roberto, querido, ya ha llegado la puta.

  • Tráela aquí, amor.

  • Ven. Sígueme. - ¿Así es cómo andan las perras? ¡Venga! ¡A gatas! Pensé que estabas mejor enseñada.

La seguí, detrás suyo, por un corto pasillo, a cuatro patas, mirandola. Tenía unas caderas marcadas y unas nalgas prominentes y aun así era atractiva en su madurez.

Cuando llegamos al salón lo vi. Allí estaba Roberto, sentado, a sus anchas, en el sofá., descalzo,llevaba pantalones cortos y una camisa desabotonada mostraba toda su barriga.

  • Venga perra quiero verte postrada a sus pies y pidiendo perdón.

Roberto sonreía mirándome. Me coloque frente a él, arrodillada, sentada en mis propias piernas, con los brazos tendidos y la cabeza baja.

  • Per..perdóneme..Señor..

  • Vaya parece que has perdido altivez. Te queda muy bien este vestido. Deberías ir así en la oficina, de esta manera todos sabrían lo que eres. Cuando termine contigo seguro que no volverás a tratarme nunca más como has hecho hasta ahora.

  • Se lo pido de verdad..perdóneme..por favor..

  • Hazle tragar su orgullo. Esta perra no merece tu polla amor, después de todo lo que te ha hecho pasar.

  • ¡Besame los pies! ¡Así! ¡CHUPALOS!

  • Así. Así, Roberto. ¿Qué pasa? ¿No te caben enteros en su boca de mamona? ¿No le hace esto su AMO? Veo que aún tiene cosas que aprender.

  • Seguro que sí. Ya ves Maria, Antonio es demasiado respetuoso con sus perras

Aquello era asqueroso y más si cabe viniendo de quien venía. Sentí que me agarraba de los cabellos.

  • Levántate. Ya lo creo que vas a tragarte tu orgullo. Mírame a los ojos y abre la boca.  Puta.

Sentí su escupitajo en mi boca. Tenía que tragármelo. Hacer un esfuerzo pero no pude disimular el asco en mi cara..

  • ¿Qué pasa? ¿No te gusto? ¿No te gusta mi barriga? - Dijo mientras me la mostraba cogiéndola entre sus dos manos.

  • No..no es esto señor..

  • ¡Entonces bésala!

Me incliné para besar su enorme barrigón, era humillante, humillante y asqueroso, pero, no se que me pasó, no se que me pasó cuando empecé a lamerla; notaba el sabor a sal de su sudor, su bello y me veía a mi misma haciendo aquello. Maria a mi lado sonreía.

  • Chupame las tetillas, venga golfa, o tengo que decírtelo todo yo. deberías tener más iniciativa.

En la playa siempre me había fijado en las tetas de los hombres gordos y empecé  a chuparlas.

  • Seguro que te gustaría más chupar las de mi esposa. ¿Verdad?.

  • ¿Quieres cariño?

  • No. Hoy es toda para ti. Después de lo que te ha hecho pasar esta perra no merece mis tetas ni tu polla.

Ya no controlaba mi mente ni mis impulsos. Baje mi mano hasta sus pantalones mientras chupaba sus tetas. Sus pezones se habían puesto duros, respondiendo como lo harían con una mujer.

  • Veo que quieres polla. Esta no es como la del maricón de tu marido.

  • Mi esposo..mi esposo..no es..

  • ¿Tu no esposo no es que? MÍRALA. ¿Quieres que te la meta o no?

  • Sí..sí, por favor..

  • Entonces dilo. Di que tu esposo es un cornudo maricón. ¡DILO!

  • Mi..mi esposo es un cornudo maricón.

  • Y tu hija una putilla come pollas.

  • No..no..

Me giró la cara de una bofetada.

-¡DILO!

  • Mi hija..mi hija es una putilla come pollas.

- Así me gusta y ahora quítate esto - dijo señalando a mi vestido - ¡TODO!

Me desnudé mientras él se bajaba los pantalones, debajo no llevaba nada y apareció su enorme falo, del que no podía quitar la vista.

  • Mira que buenas tetas tiene cariño y aun se le aguantan bien para su edad, se ve que han sido poco manoseadas.Mira como se le ponen los pezones nada más tocarlos. Seguro que le gusta que se los retuerzan.

No pude evitar un gemido.

  • ¿Te gusta verdad? Te gusta que te las miren y que jueguen con ellas. Que nos pongamos calientes contigo.

  • Si..sí señor..ahhh!

  • Date media vuelta. Quiero ver bien tus nalgas.

  • ¿Qué te parecen cariño?

  • Ya sabes que a mi me gustan algo nalgonas como ella y las tiene bien prietas, lo suyo se gastará en masajista para mantenerlas así, solo que creo que están demasiado blancas. Deberías arreglar esto.

Roberto me ordenó que me apoyara con las manos en la pared, apartando de ella las piernas y levantando el culo. Sabía lo que me esperaba  y no me importaba. No me importaba volver a sentir mis nalgas calientes, doloridas. Solo deseaba que no durase demasiado. Necesitaba su polla dentro de mí, cualquier polla. Cada vez estaba más excitada, más mojada, más ansiosa y entonces empezaron los azotess, cada vez más fuerte, menos espaciados.

  • Lastima que no se le puedan dejar marcas. Mira como culea la perra y se ve que Antonio le ha abierto bien el ano, seguro que ya está viciada a ello. - Ven perra, te la voy a meter hasta los huevos, pero primero como ya te dije en el bautismo, deberás comerme culo.

Me arrastró por los cabellos hasta el sofá. En él se puso de rodillas y apoyando sus manos en el respaldo.

  • Venga, abreme las nalgas y empieza a comermelo.

Yo, arrodillada, con mis manos separando sus grandes y fofas nalgas. Buscando con mi lengua su ano. Metiéndola tanto como podía en él. Sus nalgas cubrían casi toda mi cara.

  • No sabes como me gusta esto puta y más haciéndolo tú. No solo eres una buena sumisa, además eres una guarra, ya me lo dijo tu AMO.

Nunca me había sentido tan vejada. Haciendo esto a un cerdo como él y al tiempo mojándome como pocas veces lo había hecho.

  • Ahora ponte tú así, que vas a recibir tu premio.

Estaba tan lubricada que, a pesar de su tamaño, entró de golpe.

  • Ahhhh! ¡Dios mío!

  • ¿No te gusta cerda?

  • Sí..sí...no pare por favor..no pare..

  • Hasta mis huevos la tienes ya.

  • Deberías darle las grácias. Después de lo que lo has humillado en el trabajo y aun te da placer.

  • Sí..sí...gracias gracias señor.- Se movía acompasadamente, hacia adentro y hacia afuera y yo ya no podía más…

  • Deme su leche señor...por favor...me viene..me viene.. - Gemía entrecortadamente.

  • aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh!

.- putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Sentí todo su peso desplomándose en mi...note como la sacaba y sentí un vacío...mi cuerpo temblaba de placer cuando me cogió e hizo que me levantara. Me giré hacia él. Dios mío; estaba besándome, me morreaba con aquel cerdo, mientras mi coño no podía retener toda su leche.

-  Maria: Llevala a nuestra cama , ponle las muñequeras y átalas al cabezal, que esté boca abajo y ven aquí conmigo. Tu sabes muy bien cómo volver a ponerme caliente.-- Sí. Cariño.

Era una cama antigua pero muy bien conservada, con barrotes en el cabezal y en los pies. Bajó la luz de la habitación. Me puso las muñequeras y tal como él le había pedido las ató a los barrotes con mis brazos abiertos, después me ordenó que levantara mi vientre y me puso debajo dos almohadas.

-Veo que aún tiene las nalgas rojas. -Dijo acariciándolas.

  • Abre bien las piernas perrita.

Recogió mis cabellos que me llegaban hasta los hombros, en mi espalda.

  • Así, que pueda tirar de ellos. - Mientras lo hacía yo, con la cabeza ladeada miraba sus ojos, sus pechos.

  • Te gustaría verlos ¿Verdad? - Diciendo esto abrió su kimono, llevaba unas bragas negras, de encajes y sus pechos eran enormes. Si yo uso una talla 95C ella debería usar una 100 o una 110. Se inclinó y con su mano acarició mi coño, mi clítoris.

  • Que pronto te vuelves a poner caliente puta. Cuando tu amo se harte de ti volverás aquí arrastrándote, pidiendo su polla, suplicando. Pero la segunda vez también serás mía - Dijo sonriendo. - Vas a probar mis pechos y mi coño. Ahora esperate, pronto volverá a disfrutar de ti.

Pasaron los minutos, yo estaba ansiosa, excitada de nuevo, cuanto más larga se hacia la espera más deseaba que viniera. Cinco, diez minutos, había perdido la noción del tiempo cuando oí la puerta abrirse. No podía verlo pero oía sus pasos y pronto sentí el calor de su cuerpo, sus dedos acariciando mi ano. su escupitajo en el. Al principio entro despacio, mi ano había sido ya dilatado por el uso que hacía de él mi AMO.

  • ¡Oh! ¡oh! - Cada vez más adentro. Más. más. Sus palmadas en mis nalgas. sus manos en mi cintura, su cuerpo haciendo fuerza para entrar.

  • ¡Ohhhhhh!

  • Te vas a correr por el culo.Lastima que tu AMO quiere que para encularte use condón. lo disfrutarás menos, no sentirás el chorro de mi leche en tus entrañas.

Movía mis caderas...no era más que una perra. Carne para el placer de un sucio cabrón.

Y sí, iba a correrme por el culo, a pesar del dolor que sentía debido al tamaño de su polla.

-Me corro. ¡Me corro!

-Y yo. ¡Y YO!.

Oía las risas de Maria a mi lado, cerca de mi, la mire y vi que estaba con el kimono abierto y masturbandose con una mano dentro de las bragas. Aquello me excitó aún más. Mi cabeza daba vueltas, pero aun así creo que los tres nos corrimos al unísono.

Quedé rendida. Ellos se abrazaban y se besaban.

  • Ahora ve a vestirte y lárgate puton.

  • Debería ducharme..señor

-Te he dicho que te vistas y te largues. Queremos estar solos.

  • Si..si señor...

Ya desatada fui hacia el recibidor, había dejado una bolsa con la ropa que usé aquel día en la oficina, me la puse, dejando el vestido con el que había llegado en el colgador.

Cuando me había quitado el collar y puesto ya la gabardina oí la voz de Maria.

  • Espera. Toma esto. - Me dijo dándome un sobre.

  • ¿Qué es esto señora?

  • ¿Esto? El dinero que dijo Antonio que debíamos abonar por tus, digamos, servicios.

No dije nada..cogí el sobre y fui a buscar mi coche. Cuando me senté lo abrí, había 60 euros. Esto es lo que valía.

Arranque a llorar.

Al dia siguiente llame a MI AMO

  • ¿Qué quieres?

  • Quisiera hablar con usted AMO

  • Ya sabes que me molesta que me llames, espero que sea por algo importante.

(Entre otras cosas quería decirle lo del dinero, pero no me atreví, así que le hable de lo más importante para mí).

  • No quiero volver con Roberto..por favor...AMO.

  • ¿Se trata de esto? Pues por lo que sé no te lo pasaste tan mal.

  • Sabe que no puedo verlo AMO.

  • ¿Alguna cosa más? Porque si esto es lo más importante que tienes que decirme…

-  Sí, mi AMO, haya algo más...dijo..dijo..que mi hija era una putilla come pollas...

  • Mira. Yo no sé nada de tu hija, pero si me entero de algo serás la primera en saberlo. ¿Te sirve o tengo que jurarlo?

  • No...no..esta bien..esta bien MI AMO. Perdoneme Mi Señor.

Colgó.