El caminante

Cataclismo en el mundo han quedado solo algunos humanos...

EL CAMINANTE

El caminante había andado todo el día. Se estaba agotando. Vio las enormes casas en estado de abandono. Quizá a unos cuarenta metros. El sol ya estaba cayendo. Rufo lo miraba distante. Su lengua estaba afuera y le caían gotas de pegajosa saliva. Miro para todos lados. Desde todos los puntos el silencio cubría  el espacio. Las calles cubiertas en partes del yuyo que renacía. Además la basura. Los deshechos. Los restos de un cataclismo se notaban. No se escuchaba vida latente.

Caminó otros pasos siempre atento. Vigilante. Le dolía el cuello. En realidad le dolía el cuerpo. Las piernas estaban hinchadas. Gordas. Los dedos de los pies sangraban un poco. Necesitaba agua. De manera urgente.

Se acercó a la enorme mansión. La puerta estaba desvencijada y a punto de caer. Entró. La oscuridad lo abrazó. Busco la linterna. La encendió. Se dirigió al grifo que estaba allí a unos pasos. Seco. Nada. Vio las escaleras. Comenzó a subir. No se oía nada. Solo sus pasos perdidos. Rufo alerta quedó allí abajo. Encontró un baño. La tierra cubría todo el lugar. Había pedazos de mampostería tirados en los pisos que otrora había sido de la mas alta calidad. Abrió los grifos y el bendito agua marrón oscuro primero y luego transparente saltó al piso de una bañera inmensa y descolorida. Cerró presto. Sonrió. Busco la cantimplora y la llenó. Salió de allí y recorrió los cuartos que estaban algunos con retratos todavía colgados. La gente que allí estaba no le era familiar. Sabía que estaba en un barrio cerrado. Todos con cámaras de video. Obviamente no funcionaban hacía mucho tiempo. La cama en aquel cuarto aún conservaba un viejo colchón. Se sentó en el lugar. Se puso de pie y miro en los guarda ropa. Había toallas. Alguna ropa se veía que los asaltadores no habían llegado por aquellos lados. La oscuridad era total. La linterna debería ser apagada en cualquier momento. Para ahorra. Para no dar señales a los merodeadores que andarían por la noche. Busco el jaboncito que tenía en su mochila. Se quitó la ropa. Tomo el trapo de baño. Lo mojo en el grifo. Se paso por todo el cuerpo. Por todas las partes. Se tiró un poco de agua en la cara. Se enjuagó el cuerpo. La oscuridad era ya total. La luna salió enorme. El caminante comenzó a visualizar las cosas. Acostumbrándose a ella. Rufo olfateó y gruñó. El hombre bajo despacio con mucha cautela. Rufo miraba hacia la puerta. No escuchó nada. Encontró una especie de alacenas. Abrió y las latas aparecieron como un milagro. Las conservas estaban aún en buen estado. Abrió una para el y otra para Rufo que en segundos la líquido. El caminante se tomó su tiempo. Se sentía mucho mejor que cuando llegó. Cuando terminó su lata, bebió otro poco de agua. Buscó un cigarrillo y lo encendió. Echó el humo. Estaba sentado al borde de la escalera. Tranquilo. Se apoyó en la pared y quedó entre dormido.

Despertó sobresaltado. Terminó de fumar. Rufo había salido afuera y ya había regresado. Se acercó al caminante. Lamió su mano y este acarició su cabeza. El caminante subió las escaleras. En la cama se tiró desinflado. Se quedó dormido en cinco minutos. Rufo a los pies se acurrucó y todo se volvió sombras.

El sol le golpeaba en la cara. Se movió sin saber donde estaba. Rufo estaba muy bien. Los chicos miraban al caminante sentados en una especie de banquetas. Rufo estaba en medio de los chicos que no tendrían mas de quince años.

__¿Y ustedes??__ preguntó el caminante

__Llegamos recién, caminamos siempre hasta aquí

__¿Hay mas gente con ustedes?__ incorporándose.

__No, somos nosotros__ dijo uno de ellos mirando la tremenda erección que portaba el hombre. No se había percatado de que estaba desnudo.

__¿Y donde viven?__ sin darle importancia a las miradas

__Estamos en una casa a unas dos cuadras de aquí__ dijo el otro chico mientras la baba le caía al ver semejante pedazo de carne.

__Pero ¿Qué pasa?¿No han visto nunca una de estas?__ preguntó el caminante mientras se sentaba en el borde de la cama.

__La verdad que no, es una belleza…__ dijo uno y se acercaron los dos. Como salvajes. Uno de ellos la atrapo con su mano pequeña. De un lado uno y del otro el chico le pasaba un dedo a la cabezota. El caminante sonrió.

__¡Veo que tienen hambre!__ dijo el hombre con su verga cada vez mas dura. Ya uno de los chicos se la metió en la boca. Mientras tanto el otro buscaba los huevos del caminante que estaban redondos y llenos de leche.

__¡¡Ohhh, van a ordeñarme!!!¡¡¡Siiii!!—Rufo observaba tenso. Se movía nervioso. Moviendo la cola

Las manos de los chicos se aferraban al mástil del caminante. Era una vara enorme. Dura. Un hierro. Los gemidos del hombre se empezaron a sentir. Apretaban sus bolas. Las besaban acaloradamente. Bañaban la cabezota y la volvían brillante y resbaladiza. El caminante suspiraba ardiente. Los chicos comían su pedazo. Hacía tiempo que no estaba así con otro ser humano. La verga se tensaba más y más. La dureza era conmovedora. Las bocas succionaban alternándose. La barra de carne era saboreada por aquellos golosos seres salidos de la nada. Rufo movía la cola asomando su capuchón rojo. Alzado. Pero quieto y en su lugar. Solo observaba como su dueño gozaba de aquella mamada. La pijota del hombre empezó a largar leche a borbotones. Los chicos cubrían con sus bocas la salida del líquido y tragaban hambrientos. El caminante quedó agotado. Se tendió en la cama. Los chicos se acercaron a el. Uno de cada lado. Miraban al hombre. La vergota caía a un costado. Gorda. Sin desfallecer del todo. La tocaban con sus dedos. La acariciaban.

__¡Me han hecho pasar un buen momento!!__ comentaba el caminante

__¿Te ha gustado?

__Sí claro ¿Cómo te llamas?__ preguntó el caminante al chico mas rubiecito.

__Sam, y el es Kim, mi hermano

__¡Son hermanos!¿Y han quedado solos en este mundo?

__Podría decirse, ya hemos visto a varios humanos que han pasado por aquí. Nunca le hablamos ni ellos nos vieron

__Solo pasaban un momento y seguían, no se adonde van

__Están buscando la tierra nueva__ dijo el caminante

__¿Donde esta eso?__ preguntó Sam

__Dicen que mas al norte de aquí

__Nunca escuchamos de eso, creo que es una fábula

__Puede ser, no estas obligado a creer

__Sí yo creo que no quedó nada, esto será así hasta el fin__ dijo Kim resignado

__Puede ser

__Por eso estos momentos son increíbles__ dijo Sam moviendo la tranca del caminante que busca levantarse.

__Eres un hombre caliente__ dijo Kim. Acercándose a la boca del hombre se trenzaron en un beso furioso. Los chicos entre abrazos y besos y caricias se fueron quitando la ropa quedando tal cual estaba el caminante. Ya la vergota del hombre se alzaba nuevamente dura como roca. No obstante el caminante hundió en su boca la pija de Sam Comiéndola hasta el fondo el chico gemía caliente. En tanto Kim tomaba entre sus dientes otra vez la enorme poronga del caminante. Con los dedos el hombre hurgaba el ojete deseoso de Sam El chico gemía y volcaba su semen en la boca del hombre que tragó hasta la última gota. Luego atrapó la vera de Kim y también chupó ansioso. Buscando el néctar del muchacho que gemía ardiente. Los dedos del hombre también se hundían en el anillo de Kim. Dilatándolo. Agrandándolo para que pudiera recibir la enorme pistola del caminante. Entre gritos y sacudidas el chico largó su líquido en la boca hambrienta del hombre. El caminante sorbió hasta lo último. Se tomó todo. Limpió el sable de Kim que aún gemía y se movía eléctrico.

Con la boca el caminante buscó el ojete de los chicos. Lamía y chupaba aquellos culitos tiernos.

__¡Ohh sigue hombre sigue, eres estupendo esas lamidas me encantan!!!__gemía Sam

__¡¡¡Ohhh chúpame caminante, chúpame el culo, ahhh!!__ gritaba Kim. El caminante se colocó detrás de Sam y apoyó su cabezota en la entrada. Poco a poco la fue hundiendo en el túnel. Sam gemía y pedía que se lo cogiera. El caminante iba y venía dentro del chico. Aullaban de placer. Kim metía un dedo en el culo del hombre que agitado seguía serruchando a Sam Las bolas del hombre golpeaban las nalgas duras. La barra de carne se perdía en aquel culito apretado. Luego Kim ocupó el lugar del hermano. La carne entraba y se acomodaba en el ojete abierto del chico. Ahora era Sam que lamía el ojete del caminante, lo que hacía que el hombre apurara el ritmo con que lo cogía a Kim.

El caminante se acostó de espaldas en la cama. Sam se sentó en la terrible verga del hombre. Estaba tan dura, era un barra. Sam lo cabalgaba, mientras Kim besaba al hombre. Le chupaba la lengua y le besaba el pecho. Mordía sus tetillas. Las acariciaba con su lengua. La tranca de el caminante taladraba el ojete de Sam que gemía alocado sintiendo un hormigueo en todo su cuerpo de placer. Kim se abalanzó hacia la estaca que apuntaba hacia arriba. Sintió la carne abriendo paso por su canal. Se sentía partido en dos. Con sus manos se abría las nalgas. El culito se tragaba toda esa poronga y gemía y pedía más. Sam se comía las bolas de el hombre que finalmente sucumbía a aquellas caricias y llenaba el ojete de Kim, lo rellenaba, lo desbordada con una cantidad increíble de leche, que ellos jamás habían visto, ni verían nunca. Los cuerpos quedaros esparcidos sobre la cama.

__¡Uhhh chicos son unos salvajes!!

__¡Tu no te quedas atrás!!

__Tienen experiencia…__ comentó el caminante.

__Es que ya habíamos tenido algunos encuentros con nuestro padre…__ dijo Kim

__¿Como es eso?__ preguntó el caminante

__Pasa que papá se sentía muy solo…

__Mamá enfermó hacia tiempo y una noche encontramos a papá masturbándose

__Preguntamos que estaba haciendo y el se ve que estaba muy caliente y bueno

__Nos dio allí mismo nuestra primera clase práctica sobre sexo…

__Y allí arrancamos __ terminó Sam

__Mira que bien, bueno les enseñó muy bien

__Tu también eres un amante increíble__ los tres rieron con ganas. Rufo movía la cola. Sin moverse del lugar.

Al amanecer el caminante salió de aquella casa. La mochila iba cargada con provisiones para varios días. Rufo lo seguía detrás. Caminaban tranquilos saliendo, alejándose poco a poco de aquel barrio en ruinas. La carretera los esperaba desierta. Silencio. Algunas columnas de humo se veían en un horizonte lejano. El sol brillaba pesado, fuerte. Se sucedían las cenizas amontonadas en el piso. La marcha se hacía imposible. Pero el caminante siguió junto a su perro Rufo. Las horas pasaban.

Una casa allá a lo lejos. Rodeada de unos pocos árboles deshojados. Avanzo despacio. Ya era la tardecita. Rufo iba husmeando adelante, tranquilo. A unos metros se detuvieron observando el lugar. No se veían animales de ninguna especie. Rufo se acercó a la puerta, que estaba en su lugar. Eso le dio señales al caminante de que alguien andaba por allí. Se acercó un poco más. De pronto la puerta se abrió y un cañón se asomó. Detrás de ese cañón un hombre viejo.

__¡Quédate donde estas, no te muevas!!

__¡Tranquilo, solo estoy viendo!

__¿Qué es lo que quieres?

__Solo descansar, sin molestar a nadie

__¿No eres un merodeador, un asaltante de los caminos?

__No soy nada de eso, solo soy un caminante

__¿Qué buscas? ¿Acaso la tierra?

__Esa es mi intención, señor__ el otro bajo el arma. Lo miró en silencio

__¿Puedo acercarme?__ el viejo hizo señas con la mano. El caminante se acercó.

__¿Este perro es tuyo?

__Sí claro, lo llamo Rufo

__Parece tranquilo

__Sí señor, lo es__ el viejo se sentó en la hamaca que había en el porche

__No creo que haya tal tierra__ comentó despacio

__¿Usted cree señor?

__Creo que si, pero allá cada quien con su creencia.

La noche llegó abrupta. El viejo invito al caminante a hacer noche en su casita. Era pequeña, pero acogedora. Había comida. El viejo la compartió. Rufo quedó del lado de afuera. Al viejo no le gustaron nunca los animales.

__¿Y tu estas solo aquí?__ preguntó el caminante

__Sí, perdí todo en la catástrofe, todo__ dicho esto su voz sonó amarga, pero se repuso enseguida. Luego de comer. El caminante pidió ir, si tenía al baño. El viejo lo guió con su linterna grande. El caminante se sentó en el inodoro. Hacía días que no evacuaba. Una vez terminado se lavó tranquilo. No se escuchaba nada. Solo de vez en cuando se escuchaba el silbo del viejo. El caminante estaba desnudo secando su cuerpo. Sintió los golpes en la puerta y que se abría

__¿Puedo?__ preguntó el viejo ya estando adentro.

__¿Qué sucede?__ cuestionó tranquilo el caminante.

__Sucede que estoy tan solo. Hacía tiempo que no veía un cuerpo desnudo__ mientras decía esto el viejo alumbraba el cuerpo desnudo del hombre.

__¡Oh, tienes un cuerpo de maravilla y esa verga tuya es un manjar!!

__¿Te parece??

__¡¡Sí claro!!¿Puedo?__ dijo el viejo y no espero respuesta. Su mano atrapó la serpiente que empezó a levantarse. Luego acarició el cuerpo todo del caminante. El pecho ancho y lampiño. Rozó las tetillas. El hombre suspiraba. Al viejo se le caía la baba. Los brazos fuertes. La espalda ancha y casi perfecta. Las nalgas del caminante duras y gordas. Llenas de musculo. Tensas. Quemadas por el sol. Y nuevamente la serpiente que estaba mirando ya hacia arriba. El viejo la acarició. Lamió el pecho de el caminante que parado gemía, dejando hacer a aquel viejo en la oscuridad del baño. El viejo se iba quitando la ropa. En tanto seguía con sus manos tocando las bolas gordas y llenas. Chupaba el pecho. El cuello. Mordía la carne. El viejo estaba ya completamente exaltado. Caliente. Poniéndose de rodillas atrapó en su boca la vibrante barra de carne. Dura. La baño en saliva. Cuando la dejaba para respirar el resorte del vergón la hacía saltar rítmicamente. El viejo abría su boca y la volvía a comer sin descanso. Los gemidos del caminante ponían alerta a Rufo que había quedado del otro lado de la puerta. Husmeando nervioso. Sabiendo que a su dueño lo estaban succionando de forma salvaje. Los huevos del caminante fueron atrapados por el viejo.

__¡¡¡Oh que placer, como comes la verga!!!__ exclamaba el caminante.

__¡¡Sii me encantan las pijas y mas desde que he quedado viudo no hay mujeres en ningún lado, me he vuelto un adicto a las pijas!!__ diciendo esto nuevamente engulló la tremenda verga que seguía comiéndose aquel viejo que parecía haber rejuvenecido diez años. En un momento el viejo se puso de pie y tomando la verga del hombre, lo guió por la casa saliendo del baño. La cama estaba allí alumbrada por un farol. El viejo desnudo mostró su pija semi rígida. El caminante la tomo y se la metió en su boca. El viejo se tensó. Gimió. El caminante chupo y chupo sacando la miel mientras el viejo gritaba enloquecido. Luego lo dio vuelta. El viejo sacó su culo. El caminante hundió su lengua en el orificio. El viejo se retorcía arañando las sábanas gastadas. El caminante agrando el agujero sediento. Lentamente apoyó el vergón en la entrada. El viejo resoplaba. El caminante apretó su barra en el ojete. El culo del viejo lo fue comiendo. El viejo lanzaba quejidos pero quería verga.

__¡Cógeme, así, ay, ay sí, dámela, dame esa verga, ahhh!!!!__ el hombre iba y venía dentro del túnel. El viejo apretaba los dientes y se movía clavándose la verga en cuatro patas. El caminante sacó la tranca y el viejo girando su cuerpo la engulló salvaje. Se puso de costado para que el caminante lo penetrara así. El hombre entró otra vez en el cuerpo abierto del viejo. El tremendo pijón se hundió en aquel canal del viejo que deseaba tanto tener una verga en su interior. El caminante mordía los hombros del viejo. Los dos gemían. El caminante empezó a convulsionar y a largar su leche dentro del ojete de aquel viejo caliente. Los escupitajos de leche rellenaron el túnel y el viejo por fin se quedó quieto. Buscaba aire agitado. El caminante quedó con su verga dentro del viejo. El viejo tomó el dedo pulgar del hombre mas joven y se lo llevó a la boca. Chupándolo como s fuera un niño se quedó dormido. Al rato lo siguió el caminante.

Cuando despertó el día había vuelto. Ya había salido del cuerpo del viejo. La serpiente estaba calma. Se incorporó. Se vistió y salió de allí. Nuevamente lo esperaba la ruta y Rufo que movía la cola saludando a su jefe. Comenzaron a caminar dejando al viejo completamente satisfecho. En busca de una tierra verde y próspera que no sabían si la iban a encontrar. Pero caminaban.

Pasaron varios días durmiendo bajo los puentes destrozados. Bajo algún árbol putrefacto. No habían encontrado nada de vida. Se mantenían con las latas. Debían encontrar algo para comer sino se acabarían las latas y el hambre los atacaría. Seguían caminando .

El amanecer los encontró rodeados de unos cuantos muchachos con ropas raídas y manchas de suciedad en la cara. Rufo estaba ya atado con una soga. El caminante corrió la misma suerte.

__¿Quienes son ustedes?__ preguntaba el caminante

__No preguntes, ¿Tu de donde vienes?

__Del otro lado

__¿Y qué buscas?

__Estoy camino a la tierra

__¡Ja, ja, ja!!__ rio el chico de ojos claros

__¿Qué sucede?

__Que no existe ninguna tierra__ dijo otro con el pelo renegrido y duro

__¿Qué quieren de mi?

__¿Tienen comida?

__Algo para nosotros

__¿Compartes tu comida con un perro?

__¿Porqué?

__¡¡Vamos!!!__ diciendo así marcharon por un sendero. Las nubes estaban bajas. Casi oscuro. Marcharon un tiempo corto. Las cavernas los recibieron con llamas ardientes. De allí salieron unos cuantos humanos más. Miraban el pasar del prisionero. Rufo estaba tenso y expectante. Lo ataron fuera de la caverna. Un guardia quedó con el. En una especie de celda fue a parar el caminante.

__¿Qué quieren de mi?

__Ya lo sabrás, tu tranquilo

__¿Porqué me encierran? Ya tienen lo que querían

__Aún no tenemos todo__ diciendo así aquel chico de ojos claros desapareció.

Paso el tiempo. Apareció el rubio con el de pelo renegrido. Parecían muchachos del neandertal. El caminante aún tenía las manos amarradas. En el techo de la celda había un gancho. Levantaron las manos del caminante y las colgaron de allí. El cuerpo del hombre quedó estirado. Apenas apoyaba los pies en el suelo. La ropa voló rápidamente. El vergón apareció ante los ojos de aquellos chicos. Sus miradas brillaron. Acariciaron el cuerpo grande del caminante. El morocho alzó la poronga del hombre. El rubio apretó las nalgas.

__¿Que hacen?__ preguntó inquieto el caminante

__¡Te vamos a coger!!__ contestaron a dúo. El rubio acariciaba las nalgas del hombre y perdió sus dedos en el ojete del caminante. Este gimió. Y se abrió caliente. El otro mordisqueaba ya el morcillón alzado.

__¡Eres carne fresca!!

__¡¡Ahh, que cuerpo, que vergón!!__ comentaban los merodeadores pervertidos.  El rubio empezó a chupar el ojete del caminante que se abrió rápidamente. Sacudían la barra de carne dura y  enervada. La boca del morocho tragó aquel pistón. Los dedos del rubio cogían ya  al caminante que gemía brutal. En menos de unos minutos ya estaba ensartado por aquel joven que lo bombeaba velozmente. Su aguja lo clavaba salvaje. Ardiente. Iba y venía dentro del túnel. Las bolas del caminante fueron tragadas por el morocho. La saliva bañaba aquel garrote mientras era poseído por aquel demonio rubio. La leche del caminante comenzó a saltar en la boca del morocho. El rubio rellenó el ojete abierto. Así goteando como estaba, el morocho entró en el anillo del hombre que lanzaba aullidos de placer. El morocho se prendía de las tetillas duras y paradas. Mientras taladraba a aquel prisionero abierto de par en par. Su líquido empezó a saltar dentro del túnel. Lo volvió a llenar. Las gotas caían pegajosamente al piso. Los brazos del hombre estaban acalambrados. Lo soltaron y casi cayó al suelo desinflado y mareado por aquellas cogidas. Su morcilla estaba al costado. Entraron otros muchachos al a celda. Desnudos. Levantaron aquel miembro. Duro como estaba se sentaron en el. Primero lo cabalgó un muchachito aún flaquito. Que se masturbaba sacado mientras cabalgaba y cabalgaba. El otro se acercó a la boca del caminante y este tragó su pija gorda. La comió y el chico gimió. La leche no tardó en salir y el caminante tragó y tragó. El que se masturbaba largo todo su semen en la panza de aquel hombre. Entraron otros lo movieron y mientras seguía cogiendo al chico en cuatro patas lo ensartaban turnándose para gozar de aquel culo que ya estaba abierto y lleno de miel sin parar. Había perdido la noción del tiempo. No sabe cuanto tiempo lo penetraron, lo chuparon, le pusieron pijas en la boca, en la mano, en el culo.

Rufo en tanto seguía cogiéndose a todo aquel que se agachara delante de el. Había comenzado con aquel guardia que le habían asignado cuando llegaron al lugar. El caminante pudo salir de aquella cueva unos cuantos días después. Rufo lo seguía a distancia prudencial.-