Él cambió mi vida XI
¿Por qué me habían tratado así? ¿Qué era eso tan malo que había hecho?; solamente me había enamorado de un buen hombre, ¿tan malo era?, ¿tanto para tratarme de esa forma? No sé cuánto tiempo pasé en esa esquina. Me levanté cuando el frío comenzó a ser insoportable y sentía el cuerpo entumecido.
XI
…Familia de verdad
Eran fotos.
Cuando me recuperé y noté que tenían... Me quedé helado.
Éramos Noel y yo, besándonos.
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Estaba helado, confuso y muy adolorido, me ardía la mejilla y el shock no me ayudaba a pensar.
Lo sabían.
¿Cómo lo habían descubierto?
Automáticamente lo supe. Fue Rita, debió de ser ella.
Debía pensar en algo, hacer algo... Pero, ¿el qué? Las pruebas eran muy claras y no había nada que pudiera decir.
Me levanté y pateé las fotos en suelo.
—Es lo que es —dije simplemente, temblando de miedo por lo que vendría ahora. Mi mamá me tomó del pelo y me tironeó hacia las fotos, hasta dejarte arrodillado en el suelo. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Mi mamá nunca en mi vida, me había hecho algo como eso.
—¡¿Y cómo carajos llegó a eso?! —grutó ó ella. Cerré los ojos con fuerza, humillado.
—¡Es así porque lo am-!
Caí al piso, aturdido; me pitaban los oídos y el mundo me daba vueltas.
Mi mamá me había dado un cachetada.
Mis padres no paraban de gritarme, pero no entendía lo que decían. Mi mamá me había golpeado el oído, la sien y la quijada.
Tratando de levantarme de nuevo, paseé mi mirada por la sala, tratando de orientarme, y vi a mi hermano en una esquina. La cara de Brian era pura decepción, decepción de mí.
—¿Lo amas, lo amas? —soltó mi papá, burlón—. ¡Déjate de estupideces, Cristóbal!, eres un maldito gay que se acuesta con un mal parido y-
—¡No te atrevas a llamarlo así, papá! —No lo dejé hablar más. Podía decir lo que se le diera la gana de mí, pero no de Noel—. ¡No te permitiré que hables mal de él!
—Ah. Y es que defiendes a ese maricón, se nota que eres como la puta de Gus-
—¿Cómo mi primo Gustavo? ¡Ja! —solté sarcástico—. Mamá no me hagas reír, ni siquiera conoces a Gustavo. La gran jueza ni cuenta se dió que su hijo, ¡era bisexual!
—¿Bisexual? —dijo divertido mi papá—. No me vengas con pendejadas. ¡Ah! Cristóbal, ¿sabes cómo es la vaina? Dejas ese maldito liceo y esa basura con la que te juntas y que te hicieron meter en esos juegos y punto —me ordenó.
—Pues no, no lo pienso hacer porque yo amo a Noel y no me importa lo que digan —espeté—. Pensaba contarles todo bien, pero por lo que veo, ya se me adelantaron. —Pateé las fotos en el suelo—. Ya que sacaron sus conclusiones, ya todos sabemos en qué va a terminar esto. ¡Vamos! ¡Diganlo!
Mis padres me observaron unos segundos.
—Lárgate de mi casa, basura —soltó mi papá, escupiéndome a los pies.
Respiré profundo, tratando de digerir que esto de verdad estaba pasando... Mis padres me estaban echando de la casa.
—¡Lárgate de mi casa, ahora! —gritó mi papá de nuevo, empujándome hacia la puerta; sacándome de mi shock.
—¡Voy a ir por mis cosas! —exclamé molesto e indignado.
¿En verdad me querían dejar con la calle, sin nada? Ni a Gustavo le habían hecho eso... Y a él lo habían encontrado teniendo relaciones sexuales.
—No, tú no vas a ir por nada —dijo mi mamá, acercándose hasta clavarme su dedo en pecho; sentí cómo me perforaba la piel con su uña—. Tus cosas son nuestras cosas, nuestras, las pagamos para una puta como tú. Realmente me arrepiento de haberte tenido, sucia puta, de haber sabido que saldrías así, te habría abortado —siseó venenosamente en mi oído.
La empujé con fuerza lejos de mí.
—¡A mí esposa no la tratas así, maricón! —Y me golpeó, mi papá realmente golpeó en la cara.
Caí al piso con la boca rota al mordérmela por no esperarlo, sentía la sangre bañarme la cara y tenía la vista algo oscurecida en un ojo.
—¡Los voy a demandar! —grité frustrado, molesto... Destruído, herido.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Suerte con eso, puta! —exclamó mi mamá—. Atrévete a hacer algo y te las vas a ver con-
Salí corriendo hacia mi cuarto, ellos fueron tras de mí, gritándome sin parar.
Me encerré justo cuando me alcanzaron, golpeando la puerta sin parar. Tomé mi cama y con un rugido de esfuerzo, la atravesé en la puerta.
—¡Abre la puerta, maldito!, ¡voy a tirarla!
Ni siquiera pensé en todo lo que estaba pasando, tomé el bolso más grande que conseguí y comencé a echar las cosas adentro, todo la ropa que pude, mis cosas de liceo que no cargaba encima, dinero que tenía guardado, todo.
El pasillo era angosto, así que mi papá no tenía espacio para empujar, además que la cama no lo dejaba ni abrirla, aunque la puerta comenzaba a agrietarse con cada embestida que le daba.
—¡Voy a llamar a al CICPC! —gritó mi mamá. Eso me hizo apurarme; la policía era una muy mala señal.
Tomé todo lo que pude, todo, llené mi bolso de viaje y otro bolso de respaldo, con todo lo que tuve al alcance. Mi papá seguía tumbando la puerta, a la que ya se le empezaban a saltar pedazos y partes con cada golpe que le daba... No iba a durar mucho.
Respiré hondo, lleno miedo, dolor y tristeza. No quería que las cosas fueran así, pero si me quedaba ahí, probablemente. No, seguramente, mi mamá se encargaría de que me pudriera en la cárcel, solo porque estoy enamorado de un chico.
Así que salí corriendo, cargando todo conmigo, salté por encima de la cama, embistiendo la puerta.
Esta se reventó en mil pedazos y caí encima de mi papá, que soltó un grito ahogado. Mi mamá soltó un grito de susto.
Automáticamente salí corriendo, incluso cuando mi mamá, mi papá e incluso Bryan, trataron de detenerme jalándome de los bolsos que cargaba.
De esa casa, el que era más fuerte, era yo.
Cerré la puerta de entrada y le pasé llave, tirándolas por ahí. Salí corriendo mientras escuchaba los gritos de mis padres en la puerta, tratando de abrirla.
Corrí y corrí, corrí de mi vieja vida, corrí de los gritos de mis padres, corrí sin parar.
Simplemente... Corrí.
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Cuando mi cuerpo simplemente no pudo más, solté todo lo que tenía encima y caí al suelo. Estaba a punto de anochecer.
Me temblaba todo el cuerpo y no sabía cómo detenerlo; me sostuve a mí mismo y traté de calmarlo, pero no podía... Las cosas que habían pasado...
Automáticamente comencé a llorar.
¿Por qué me habían tratado así? ¿Qué era eso tan malo que había hecho?; solamente me había enamorado de un buen hombre, ¿tan malo era?, ¿tanto para tratarme de esa forma?
No sé cuánto tiempo pasé en esa esquina. Me levanté cuando el frío comenzó a ser insoportable y sentía el cuerpo entumecido.
Solo en ese momento, había caído en que ya no tenía a donde ir... No tenía casa, no tenía hogar.
Probablemente nunca lo tuve.
"Todo va a estar bien, todo va a estar bien, todo va a estar bien, todo va a estar bien..." Pensaba sin parar mientras recogía todas mis cosas y trataba de ubicarme.
Necesitaba desesperadamente creer que iba a estar bien, que saldría flote luego de esto... Era eso o tirarme frente al primer camión que viera.
"... Los chicos..."
No podía hacer semejante estupidez, todavía tenía a Noel y a mis amigos. Todo iba a estar bien.
Comencé a caminar, tratando de recordar en dónde estaba. Me dolía todo el cuerpo, especialmente la cara y el pecho.
Estuve caminando sin aparente rumbo como por una hora más, hasta que llegué a su casa... Solo entonces me detuve.
Necesitaba encontrar un refugio, un lugar donde quedarme... Sentía cómo si todo fuera irreal. Estaba en shock.
"¿Y si no me dejan quedarme?" Pensé unos segundos, haciendo que las lágrimas volvieran a salir, pero me contuve.
Toqué el timbre. Se escuchó su voz al otro lado.
—Voy —dijo, para luego abrir la puerta.
—Ho-hola —susurré lentamente.
—¡Hay. Dios!... Cristóbal —susurró David, tapándose la boca—. ¿Q-qué...?
—¿P-puedo entrar? —murmuré temeroso, tratando de levantar los bolsos, pero como cosa rara, no pude.
—Ah. ¡Pá, ven a ayudarme! —exclamó—. Claro, mi Cris; pasa, pasa.
Lo siguiente que ocurrió es difícil de explicar; no supe cómo pasó, pero terminé sentado en la cama de David, con él y Sara a cada lado de mí y los padres de estos en la puerta.
—Vamos, Cris, ¿Qué pasó?; nos tienes angustiados, ¿qué pasó con tus padres? —preguntó Sara, masajeando mi espalda.
Pero no tenía fuerzas para nada, ni siquiera para hablar.
—Vamos chicos, dejemos a Cristóbal solo un rato, para que descanse —dijo el papá de ellos entonces.
—No, yo me quedo con Cristóbal por si necesita algo —dijo David entonces.
—Bien, voy a preparar algo; cuando lo veas mejor, dale de comer —dijo su mamá.
Así que me quedé solo con David. No sabía que hacer o decirle para agradecerle.
Él se quedó callado un rato, hasta que me hizo levantarme.
—Ven, vamos a bañarte, que estas todo golpeado y lleno de astillas.
Él me levantó y me llevó al baño de su cuarto, donde me desvistió y me metió en la regadera.
—Diablos... —murmuró, pasando su mano por una herida que todavía sangraba, justo dónde mi mamá me apuñaló con su uña.
Lo siguiente que supe fue que tenía a David soltando groserías sin parar mientras me quitaba las astillas de la cara y los brazos, me bañaba y me curaba el morado que me estás saliendo en el ojo derecho y el hueco en mi pecho... Al menos este último era algo superficial.
Lo siguiente que supe fue que me colocó un bóxer y me acostó en su cama; al poco volvió con una bandeja de comida.
—Vamos, Cris, tienes que comer. Siéntate, vamos.
David me sentó y me señaló la comida.
—Cristóbal, vamos, come —dijo frustrado, frotando mi mejilla—... Al menos dí algo por Dios, me tienes muy preocupado, y esos golpes... Cris...
—No tengo hambre, solo quiero dormir —fue todo lo que pude decir, volviéndo a acostarme.
—... Bien —suspiró y se levantó... Para al rato volver y acostarse conmigo.
La verdad quería solo dormir, dormir mucho.
Y rezar para que esto solo fuera una pesadilla.
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Pero a la mañana siguiente, no desperté en mi casa... Seguía en la casa de David, acostado junto a él.
Solo entonces comencé a llorar de verdad.
En verdad mis padres me habían echado y amenazado con la policía; en verdad hasta mi hermano me repudiaba, solo por amar a otro hombre.
¿Qué había hecho mal?, ¿por qué era tratado así?
Entonces sentí unos brazos que me cubrieron y apoyaron mi frente en su pecho.
—... ¿Quieres hablar sobre lo que pasó? —preguntó David suavemente, frotando mi espalda. Traté de calmarme y asentí.
Poco a poco, le fuí contando todo; de cómo mis padres se enteraron de todo; de cómo me golpearon y planearon dejarme en la calle sin nada y de cómo tuve que ingeniármelas para asaltar mi propio cuarto para sacar algunas cosas mías.
David se levantó, histérico.
—¡Ellos si son arrechos! —Salió de la cama rápidamente y comenzó a ponerse ropa salir—. Voy a decirles sus cuatro verdades a esos malparíos, ¡ellos no te pueden tratar así!
Me levanté de golpe y lo sostuve.
—No, David, no lo hagas; ellos podrían tomar venganza —advertí, desesperado—. Mi mamá es jueza, tienes muchos contactos muy poderosos... Todavía tengo miedo de que hagan algo en contra de mí.
—P-pero-
—Por favor, no lo hagas —supliqué. David me observó unos segundos, para después suspirar.
—Está bien, no haré nada... Pero al menos, voy a mandar a Sara a que mate a la puta esa de Rita —advirtió molesto. Solo pude esbozar una sonrisa o al menos, el intento de una.
David acarició me rostro y me observó preocupado.
—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó en ese momento.
Abrí la boca para decirle... Me quedé callado.
Ese era el problema, no sabía que hacer ahora. No tenía absolutamente la menor idea de qué hacer a partir de ese momento... Estaba perdido.
Esta solo, sin ninguna clase de familiar al cuál ir. Solo por completo.
—S-supongo que iré a algún albergue o algo por el estilo —comencé a decir, pesando rápidamente en un plan—; dejaré el liceo y comenzaré a trabajar, n-no sé exactamente qué me pondré a hacer p-pe-
—Deja de decir estupideces —soltó David con un bufido—, te vas a quedar conmigo. Punto.
—Eh. David, yo no-
—¡Dije que te vas a quedar conmigo! —Se levantó nuevamente de la cama—. Eres como el hermano que nunca tuve. Sara te adora; todos en esta loca familia te aman. Voy a hablar con mis padres y te vas a quedar, así tenga que hacer todas las tareas de la casa y-
Me lancé sobre él y lo abracé, comenzando a llorar de nuevo.
—G-gracias, David...
—No hay de qué, para eso estamos los amigos.
Esa mañana, David ni siquiera tuvo que decirle algo a sus padres, ellos mismos se ofrecieron dejarme vivir con ellos. Acepté automáticamente, muy agradecido.
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Más tarde, Noel, Nicol y Gustavo aparecieron para animarme; David los había llevado hasta su casa para que me vieran.
Realmente estaba cansado y adolorido; aparte de que mi teléfono, había muerto instantáneamente cuando embestí la puerta, lo destrocé porque lo tenía en el bolsillo del lado con el que choque contra esta, así que estaba incomunicado.
... Estar con Noel en ese momento, fue algo importante para mí, necesitaba sentir que se había mantenido algo de lo que alguna vez fue, y mi novio supo cómo darme esa sensación en ese momento.
Los chicos juraron vengarse de Rita en cuanto pudieran y les agradecí el detalle... Lo que me recordó que tenía que hacer algo con el liceo. Sin mis padres... Tenía que hablar con el director antes de que mis padres hicieran algo en contra de eso.
Eso, si es que no trataban de meterme preso por lo que ocurrió en la casa, claro... La sola idea de que el peor-peor escenario ocurriera, causó, que por la siguiente semana, yo no fuera capáz de poner un pie en la calle, incluso no podía dormir ni comer del todo bien, y pasaba las noches caminando por la casa a la espera de que la policía municipal, el CICPC, la guardia nacional o hasta el SEBIN, quien fuera, llegará y me llevara.
Durante esa semana yo no viví, solo me mantuve a la espera de que algo peor pasara.
Estar encerrado ahí, también me dió algunas cosas buenas, como conocer mejor a la familia de David y Sara.
La señora Ana, era una mujer de un largo cabello negro como el de los gemelos y de ojos negros; era muy hermosa, y, aunque iba todo el tiempo con traje, ya era una ingeniera química en una importante transnacional farmacéutica; con el traje, ella podía ser una mujer muy seria e intimidaba mucho, pero en su tiempo libre, ella era extremadamente amable, suave y dulce, como un algodón de azúcar.
El señor Oscar, en contraste de su esposa, era de pelo castaño y ojos marrón claro, como los de David y Sara; era un hombre de facción duras y corpulento; algo rellenito, con una sonrisa tan honesta y hermosa como la de su hijo. La señora Ana, aunque parecía la que traía el pan de cada día a la casa, debido su trabajo, en realidad el pan lo traía el señor Oscar; literalmente, él era dueño de una cadena de panaderías, cinco para ser preciso, que se distribuían por todo Carabobo.
Fue con él con quién empecé a trabajar, cuando por fin tuve el valor de salir de la casa.
Con él aprendí de primera mano a hacer de todo, desde atender los clientes, hasta preparar toda clase de panes, postres, cafés y cocina en general... Él fue prácticamente mi mentor y el hombre que me hizo amar la cocina en todas sus variaciones, especialmente la repostería.
En principio, comencé a trabajar en la que más cerca quedaba a la casa y que fue la primera que él abrió. Cómo David era hijo del jefe, él siempre se quedaba a tontear por todo el lugar, ayudando por aquí y por allá, solo para quedarse conmigo más tiempo.
De los Sandoval... No supe nada ellos durante ese tiempo, por lo que, con el pasar de los días, poco a poco me fuí haciendo la idea de que ya no tenía familia, al menos, no de sangre.
Luego de reunirme con el director y explicarle más o menos lo que me ocurrió con mi familia, volví al liceo con una relativa normalidad.
Este, trató de contactar a los Sandoval para lo del papeleo... Pero ellos jamás respondieron a sus llamadas ni mensajes, el director me dió la opción de denunciarlos a la lopna, no obstante, yo simplemente decliné la oferta, no quería tener problemas legales con ellos.
No quería saber absolutamente nada de ellos.
Durante esa semana en la que me reincorporé al liceo, me topé con Rita; la verdad no la odiaba, ella solo adelantó algo que debía de pasar en algún momento, algo que solo era cuestión de tiempo.
Aparte de que los chicos ya se habían vengado de ella. La habían dejado encerrada en el baño, con sus amigas, y dañaron la cerradura de tal forma, que tuvieron que sacar la puerta, con todo y marco, para poder sacarlas... Pasaron un susto de muerte al durar hasta altas horas de la noche encerradas.
Así que realmente, por encima de mis espectativas... Mi vida continuó lentamente, a pesar de que perdí a mi familia, a la que creí que era mi familia... Descubriendo así una nueva, mi familia de verdad.
Continuará...
Antes que nada, quiero dedicarle este capítulo a aquellos que recibieron apoyo de donde menos se lo esperaron, cuando sus familiares los rechazaron solo por ser quien son. Más aún, dedicarle este cap a quienes por desgracia se sintieron solos, y que sepan, que siempre tendrán alguien que los apoye, incluso si ese apoyo solo es moral o emocional.
Habiendo dicho eso, debo decir que quedan unos cuatro o seis capítulos, para que termine "él cambió mi vida" y comience "él luchó por mi vida"
En este momento, aunque Cristóbal ha recibido muchos golpes, ahora tiene al chicos de sus sueños y una familia que en verdad lo apoya, a pesar del dolor, todo empieza a brillar para él.
Así que, qué toca ahora?
Estos tres capítulos son mi regalo de navidad, año nuevo, lo siguiente que diré es mi regalo de reyes magos.
La vida de Cristóbal aún no cambia lo suficientemente, algunas cosas van a pasa y advierto que ninguna es buena, porque todo tiene un final... Inclusive los noviazgos.
Cualquier cosa que quieran hablar conmigo, ya sea sobre esta historia como las otras dos, pueden escribirme a adeth.maldito@gmail.com XD siempre respondo.
Voy a tratar de sacar "el tutor" para no dejarles con las dudas chicos... Nos estámos leyendo.