Él cambió mi vida IV

David me miró unos segundos desde arriba, para luego agacharse y tomarme de las mejillas. Entonces me besó. Mi mente tuvo un cortocircuito. Nuestros labios se separaron unos segundos. Lo miré con la boca abierta, sin saber que decir.

XIV

…Soportar lo insoportable

Al parecer, Dios, el diablo, el universo, el karma o quién fuera, consideraba que esa noche no me habían jodido lo suficiente la vida.

Se notaba que tenía que pagar otro poquito en mi cuota de sufrimiento.

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De repente, comenzaron a llegarme por todos lados. No podía controlar mi cuerpo, ni siquiera podía sentir el cómo comenzaron a patearme, solo sabía que lo hacían porque mi cabeza iba a todos lados por la fuerza de sus golpes, y miraba sus pies golpearme, solo por eso.

Sólo cerré los ojos y apreté la mandíbula todo lo que pude, esperando resistir los golpes y que no me rompieran nada o me causaran algún sangrado interno en el proceso.

—Ya paren, que el mal parío este no siente nada de esto. —Sentí que las patadas de detuvieron, aunque alguien me pateó en la boca del estómago tan duro que me dejó sin aire—. Llévenlo al callejón. Ya tengo todo listo.

Me agarraron por las manos y los pies y me cargaron hasta el fondo de un callejón. El miedo creció enormemente en mí.

—¿Está todo listo, jefe?

—Listo, la cámara está grabando todo y aquí están los implementos, las cavas con hielo ya están preparadas.

No sabía que estaban haciendo o para qué necesitaban todas esas cosas... Lo que me preocupaba cada vez más.

Entonces alguien me enderezó, acostándome en suelo. Pude ver que todos llevaban trapos y cosas que cubrían sus rostros.

—Hola puta, aquí estámos al fin —dijo alguien de pronto. No sabía que estaba pasando—. Te lo advertimos puta, ¡nosotros te lo advertimos! Sí te metes con el toro, tocan los cachos. Lo que decímos, lo cumplimos.

De pronto uno de los sujetos puso una cámara de video frente a mi cara.

—Mira lo que conseguimos juecita, tu lindo hijito vagando por las calles, creo que las buenas madres deberías de enseñarle a sus carajitos a no andar por la noche, por eso nosotros, como buenos samaritanos, le vamos a dar un castigo ejemplar para que lo entienda, ¿no es así, muchachos?

De repente gritaron.

—Todo iba bien, perra. Nosotros hacíamos nuestro trabajo y usted el suyo, pero cuando se metió con el jefe y nos arruinó los tigritos... Creo que entiende que merecemos algo de venganza, ¿no?

Así que esto es lo que vamos a hacer. Usted acabó con nuestra organización de tráfico de órganos; nosotros arruinaremos a su hijo, creo que es un trato justo, ¿no cree?

Fue en ese momento, cuando entedí que estaba sucediendo.

Esos sujetos me iban a matar.

—Le vamos a mandar este videito, junto con los órganos de su hijito como un bonito regalo de despedida, ¿pero sabe? Nosotros somos muy profesionales, así que le daremos los órganos enteritos y este vídeo será de la mejor calidad... Y lae mostraremos todo el horror que sentirá su pequeño descarriado.

De pronto me medio levantaron y me hicieron ver mi pecho, para que viera como me arrancaban la camiseta, rompiendola desde el cuello en "v". Comencé a temblar.

Quería irme de ahí, necesitaba irme de ahí... Pero mi cuerpo simplemente temblaba. Gemía ahogadamente de terror como loco, esperando a que alguien me escuchara y me ayudara.

—Chilla todo lo que quieras, mocoso de mierda —canturreó el sujeto—. Son casi las nueve de la noche, en un callejón angosto donde toda la cuadra tiene puros edificios de comercio... Por aquí no hay ni un alma, pendejo.

Apreté los ojos y no me rendí, seguí gimiendo.

—Has lo que quieras, mejor para nosotros; eso sí, abre los ojos, ¡tú no te puedes perder la función! ¡Mira como te abrimos!

En ese momento abrí los ojos con terror.

—Te voy a dar una pequeña muestra de cómo es el corte, creo que tú no lo conoces.

Entonces apareció en mi campo de visión lo que reconocí como un bisturí, y lo posaron levemente cerca de mi clavícula derecha.

—Es un corte en "Y", ¿sabes? Las vértices se unen debajo del esternón y luego baja, a nosotros nos gusta hacerla hasta un poco más abajo del ombligo, unos cinco dedos aproximadamente.

Y así como me lo explicó, vi cómo pasaba lentamente el bisturí.

Por donde me rozaba el filo, un pequeño hilo de sangre salía. Creí que me volvería loco en ese momento.

Yo iba a morir así, aquí... Con los órganos arrancados.

Cerré los ojos con fuerza.

"Por favor, no quiero morir, no quiero morir así..." Pensé desesperado. Gemí tan duro como podía.

—Bien, quedó bonita la marca, ¿o no, chicos? —De pronto escuché muchos gritos sádicos de diversión—. Bueno, ahora sí comenzaremos.

Grité de pánico dentro de mí, cuando vi, cómo el bisturí realmente fue clavado y pasado por mi pecho.

No sé si fue mi imaginación, jugadas de mi mente o si simplemente el dolor superaba la droga que me tenía paralizado, pero sentí una aguda e insoportable sensación, allí por donde pasara el bisturí.

Gemí del dolor insoportable. Trataba de girar mi cara con los temblores, pero ellos me mantenían con la mirada en mi pecho.

Cuando me hicieron el corte en el lado derecho y el lado izquierdo, mi pecho terminó bañado en sangre y abierto de par en par.

El shock de ver mi piel abierta y la sangre escurriéndose fue tal, que solté un leve grito pese a estar paralizado.

—¡Tápale la boca!, que la droga se le está pasando.

Las lágrimas recorrían mis ojos y los cerré con fuerza.

Lo único que lamentaba, es el no poder haberme despedido de David, de Sara y sus padres... Eran las únicas personas que me habían, pese a todo, demostrado que me quer-

—¡¡¿Qué mierdas le hacen a ese carajito, malditos hijos de puta?!!

De pronto me soltaron y todo se volvió en un caos. Caí de lado y no pude ver qué pasaba.

Escuché gritos; escuché disparos, luego escuché quejidos y súplicas.

Todas provenientes de las voces que reconocí como de mis asaltantes.

Mi vista se volvió borrosa y me sentía frío. Me estaba desangrando vivo. Veía la piel de mi pecho colgar levemente.

—¡Hey, chamo!, ¿estás...? ¡Oh. Mierda!, ¡el chamo se está desangrando!, ¡Bro, llama a una ambulancia tamb-!

Caí inconsciente.

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La siguiente vez que abrí los ojos, estaba en un hospital, tenía vendado el pecho y me dolía hasta el alma.

Me mantuve acostado mirando el techo, sin mover un solo músculo, pensando en todo lo que había pasado durante la fiesta.... Y después de la fiesta.

... Realmente había estado a punto de morir.

Cerré los ojos, sintiendo que las lágrimas se salían un poco.

Todo en mi vida se había dañado ¿Y por qué? Por simples celos y desconfianza, por nada más.

No hice absolutamente nada luego de despertar. La enfermera que hacía guardia cuando me vió despierto, salió a indicar mi estado.

A mí me daba igual en ese momento, solo quería llorar y enterrarme entre las sábanas, pero tuve que recomponerme, ya que al rato volvió y con ella entraron David, Sara, sus padres, y, para mí sorpresa, un par de detectives del CICPC.

Uno era de piel trigueña con el cabello oscuro rapado casi al cero y ojos grises, mientras que el otro tenía la piel clara y el cabello castaño algo ondulado y ojos azules. Ambos usaban un chaleco anti balas, pantalones y botas militares oscuros y camisas manga larga, básicamente el uniforme del CICPC. Se presentaron como Marcos el trigueño y Sergio el cabello castaño.

Los investigadores me preguntaron qué pasó y yo se les conté todo lo mejor que pude; la situación había sido muy confusa y algo borrosa en mi mente antes de que me cortaran el pecho, porque me había tomado casi una botella de ron.

Ellos a cambio me explicaron lo ocurrido.

Hacía unos dos meses, en un operativo en conjunto entre el SEBIN, el CICPC y la PTJ, habían detenido al jefe de una de las bandas de tráfico de órganos más grandes del país, aunque las pruebas no eras del todo concluyentes.

Mi madre era la jueza que controlaba ese caso, y ella había decidido enterrar hasta el fondo al cabecilla, un importante hombre de negocios en el país, con o sin pruebas.

Ella sufrió un atentado para sacarla del camino en el caso, por lo que la policía le colocó guardias y ella misma contrató sus propios escoltas por seguridad.

El caso se cerró y enjuiciaron al hombre, con lo cual, consiguieron información para desmantelar el resto de la operación... O bueno, casi toda.

—Lo lamentamos mucho, chico —indicó teniente Sergio, inclinándose a modo de disculpa—. Ella nos dijo que tú estabas fuera del país, así que estabas a salvo de todo el asunto... No creímos que en realidad estuvieras aquí, de lo contrario, te hubiéramos advertido de lo que ocurría y puesto también, algo de seguridad —explicó.

Yo solo pude mirarlo, tocando levemente el vendaje en mi pecho.

Ellos no le dijeron a la policía que yo vivía prácticamente a veinte minutos de la casa.

Cecilia, básicamente, usó a esos matones para deshacerse de mí... Probablemente solo hubiera hecho una mueca de asco y decepción cuando hubiese visto mis órganos y el vídeo, puestos en la puerta.

Que mi madre no me quisiera en su vida, era algo que podía entender.

Pero que me quisiera muerto, y deshacerse de mí indirectamente con algo que estuvo haciendo... No tenía palabras para eso.

¿A dónde se había ido todo ese amor por mí que tanto me juraba? Tal vez nunca existió. Mi familia nunca me amó, todo era pura mentira.

Así como el amor que me primetía Noel.

Así como la lealtad y el cariño que me prometían Nicol y Gustavo.

... Yo realmente, no puedo confiar en nadie, no puedo querer a nadie, porque tarde o temprano, siempre se burlaran de mí.

Las personas a mí alrededor, siempre querrán, en algún momento, hacerme daño.

—Por suerte, este daño colateral fue detenido por unos chicos —continuó el otro investigador, Marcos, el trigueño.

—¿Unos chicos?, ¿cómo así? —preguntó el señor Óscar en ese momento, tomando el control de la situación.

La señora Ana y Sara se sentaron a un lado de mi cama; David se acostó de pleno en ella y trató de tomarme la mano.

Yo simplemente me alejé un poco, aunque me dolió el pecho con el movimiento.

—Cris... —susurró David, sorprendido.

Yo no podía mirarlo, simplemente... No podía sentir nada por él.

No quería hacerlo.

—Eh. Sí, Cristobal fue salvado por un par de chicos que volvían de una fiesta cercana al lugar —explicó Marcos.

—No sé quiénes eran, pero no eran chicos normales —intervine—, no recuerdo mucho porque me estaba desmayando, pero escuché muchos disparos y gritos... Y luego a mis asaltantes suplicando clemencia... Un chico normal no podría hacer eso —expliqué lentamente, mirando al par de policías.

Ambos hombres simplemente se miraron y desviaron la mirada.

—Disculpa, pero no podemos hablar sobre ellos —dijo de pronto Sergio, algo incómodo—. Uno de ellos es primo de un superior y por lo tanto, se nos pidió discreción total sobre el tema... Lo siento.

Solo asentí, entendiendo la situación. No sería nada raro si ese chico tuviera algo de entrenamiento táctico o que llevara alguna arma consigo.

Me hubiera gustado darle las gracias de frente, pero tendré que quedarme con las ganas.

—Lo importante es que gracias a esos chicos, te has salvado y ahora tenemos a lo último que quedaba de esa banda y material más que suficiente para encerrarlos, así que no tendrás que testificar ni nada por el estilo si no quieres —continuó del trigueño de cabello rapado. Yo solo asentí en respuesta.

Sí todo ya estaba solucionado, no tenía sentido que interviniera...

Al final los detectives se marcharon y me quedé con la familia Gonzales. Ellos me miraron preocupados.

—Mijo, ¿estás bien? —preguntó la señora Ana.

—Sí, tranquilicese señora, estoy bien —dije cabizbajo.

—P-pero...

—Mujer, deja el niño quieto, que tiene que descansar —indicó el señor Óscar de pronto—. Por ahora, debemos de darle gracias a Dios que todo fue un simple susto y que Cristobalito está sano y a salvo. Luego hablaremos bien del tema.

—Sí, eso es cierto, lo que necesito es dormir... Estoy algo cansado —dije algo incómodo.

—Está bien, cariño, te dejaremos dormir —indicó la señora Ana, levantándose para darme un beso en la frente—. Niños, vámonos que ya todo pasó. Cristobal despertó y necesita dormir; nosotros también necesitamos descansar.

—Pero mamá...

—David, haga caso mijito —ordenó la señora. David solo suspiró y se levantó junto con su familia.

Lo último que vi antes de dormirme de nuevo, era la mirada preocupada de mi mejor amigo.

Si es que podía considerarlo así.

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Tardé otros tres días en quedar libre del hospital.

Los doctores me explicaron, que la herida en mi pecho, aunque fue bastante prolija y limpia, había sido muy profunda y grande, al punto que rozaron mis costillas, por lo que tuvieron que hacerme un gran cantidad de puntos para mantener la piel unida y proteger mis órganos del exterior.

Me iba a quedar una horrible cicatriz con forma de "V".

Tampoco es que me interesara mucho ese dato. Las cicatrices no me importaba; tenía muchísimas mentales, así que, que una se reflejara en mi pecho, era poca cosa.

En casa de David, me hicieron descansar en la parte inferior de mi litera, prácticamente todos los días de reposo. David mismo me ayudaba a levantarme para ir al baño o llevarme de comer; el pecho me dolía especialmente cuando me levantaba o me acostaba.

Fue como al quinto día que no pude aguantar más el estar encerrado y me levanté, tomé mi maleta, y la empecé a llenar con mis cosas, otra vez.

Necesitaba irme de ese lugar, necesitaba estar solo.

David entró al cuarto con mi cena, justo en el momento en que terminé de cerrar el bolso. Se congeló en la puerta al ver lo que hacía.

—Cris... ¿Qué es todo esto? —preguntó confundido, viendo cómo recogía el desastre que hice al sacar mis cosas.

Tomé la maleta y lo miré a los ojos.

—Lo siento, David; no quería hacer las cosas así, pero no puedo aguantar más... Tengo que irme de este lugar. —Apreté la correa del bolso entre mis manos.

—P-pero, ¡¿qué vas a hacer ahora?! ¡¿A dónde vas a ir?!, ¡no tienes un lugar donde quedarte! —exclanó frustrado.

—Tengo bastante dinero ahorrado del trabajo de la panadería, puedo vivir en una pensión por un tiempo, en lo que busco trabajo. Aprendí mucho de tu papá, así que estaré bien.

—Cristobal, no nos hagas esto, ¡nosotros te queremos mucho!

—Tengo que pasar a ver al señor Óscar y a la señora Ana para decirles que en cuanto pueda, pagaré la deuda del hospital y todo lo demás gastos que han corrido por mí —continué.

Fui a salir del cuarto cuando David me sostuvo; sus ojos no tardaron en soltar lágrimas. Miré a otro lado, incómodo.

—Cristobal, por favor no nos abandones, no te vayas así, te lo suplico Cristobal, por lo que más quieras, por favor —dijo David, aferrándose a mí—. Eres como mi hermano, no sabes cuánto te queremos y nos preocupamos por ti. Por favor, Cristobal, ¡por favor no te vayas!

No podía mirarlo a los ojos. Toda la situación me dolía tanto como la herida en mi pecho, pero era lo mejor para todos.

—Lo siento, David, pero tengo que irme, no puedo aguantar más.

—¡¿Qué es lo que no puedes aguantar?!, ¿qué es?, si nosotros te lo hemos da-

—¡No puedo aguantar está sensación de esperar a dañarlo todo! —grité cansado, soltándome de su agarre aunque eso hizo que sintiera una apuñalada en pecho que me hizo sostenerme de este. David me miró sorprendido.

—¿Qué?

—No lo soporto, no lo soporto más. —Caí al piso y me cubrí la cara con las manos—. Todo lo que toco lo arruino, todos en los que confío, terminan haciéndome daño, ¡sí hasta mi propia madre me mandó a matar indirectamente, solo porque me gustan los chicos!, ¿cómo puedes esperar en que pueda confiar, sí hasta mi propia madre trató de hacerme daño?, ¡mi propia madre trató de matarme!

El chico que me juró amor en la mañana, me fue infiel en la noche; la chica que pregonaba ser totalmente leal a mí, prefirió creer en otra cosas que en mí, ¡el primo al que apoyé tanto como pude, fue el origen de todas mis desgracias! —Me sostuve el cabello con fuerza—. No puedo confiar en nadie, tarde o temprano todos me traicionan, todos me quieren hacen daño.

Así que prefiero irme, mientras las cosas están bien con tu familia, que quedarme a esperar a que todo me explote, ¡en la maldita cara de nuevo! —grité ya derrumbado, sintiendo mi pecho tan abierto como fracturado estaba mi corazón.

No podía confiar en nadie, no de verdad, ya no...

David me miró unos segundos desde arriba, para luego agacharse y tomarme de las mejillas.

Entonces me besó.

Mi mente tuvo un cortocircuito. Nuestros labios se separaron unos segundos. Lo miré con la boca abierta, sin saber que decir.

—P-p-p-pero...

—Cállate.

Abrió mi boca suavemente y metió su lengua. Me encogí sorprendido.

Caímos acostados en el piso y sentí una puntada en pecho, pero lo resistí. Él se apoyó en sus brazos y piernas, para no hacerme daño; nuestras lenguas se frotaron sin piedad.

Cuando perdimos el aliento, nos separamos. David se alejó un poco y me acarició la mejilla.

—Yo nunca voy a traicionarte o dejarte atrás, Cris, yo confío totalmente en ti. —Me dió un ligero pico en labios—. Si en algún momento tienes que irte de esta casa, lo harás conmigo sin importar en qué condición sea, así que quédate tranquilo, deja tus cosas, cómete la puta comida y acuéstate conmigo.

Lo miré unos segundos, tratando de procesar todo lo que estaba pasando.

—David... ¿Yo te gusto?, ya sabes, ¿de gustar? —pregunté algo temeroso.

El rostro de David se tornó rojo y agachó la mirada.

—Eso no importa ya, yo no soy gay, así que disfrútalo todo lo que quieras porque será la única vez que hagamos esto. Nosotros solo podemos ser amigos —aclaró con el ceño fruncido.

Solo suspiré y lo miré fijamente, esta vez no me devolvió la mirada. Simplemente se acercó y me volvió a besar. Lo acepté algo dudoso, pero lo acepté.

Estoy casi seguro, que yo le gustaba a David, pero por algún motivo que desconocía, él se estaba bloqueando con todas sus fuerzas.

Luego de esa declaración por debajo de la mesa, yo no me fui de esa casa.

Esa noche no lo presioné para hablar sobre el tema ni tampoco la siguiente. No estaba en condición como para enrollarme con mi mejor amigo y complicarme la vida con eso.

Ese tema entre nosotros dos, se cerró por un buen tiempo luego de eso.

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Las risas me llegaban por doquier mientras me mantenían agarrado; trataba de soltarme, pero no podía.

Grité de dolor cuando sentí, cómo me abrían el pecho de par en par con un bisturí.

Las risas aumentaron cuando rompieron mis costillas y me sacaron la caja torácica, arrancándome los órganos uno a uno.

Grité tan duro que me desgarré la garganta... Hasta que me ahogué con la sangre.

—¡¡Ah!! —grité de dolor, levantándome de golpe, sintiendo una leve puntada de dolor en el pecho al sentir las costuras apretarmelo.

—Cris, ¿estás bien? —dijo David alarmado, despertándose a mi lado.

Desde aquella vez en que no me dejó irme, él se quedaba a dormir conmigo en mi cama.

—S-sí, sí... Solo fue una pesadilla, tranquilo —murmuré cansado con una leve sonrisa.

Una horrible, dolorosa y muy realista pesadilla.

—... Está bien —asintió poco convencido. Miró la hora del reloj—. Son las cuatro y media de la mañana; ¿quieres ir a caminar un poco antes de ir a quitarte los puntos?

Asentí levemente antes de levantarme.

Había pasado una semana desde aquella noche en que todo cambió.

La noche en que rompieron mi confianza hasta volverla polvo.

Normalmente, David no se me despegaba para nada, ni siquiera para dormir, tenía pavor de que yo simplemente me escapara en cuanto él se diera la vuelta, así que servía como mi enfermero personal todo el tiempo.

No podía hacer nada de ejercicio por ahora, debido al daño en mi pecho, así que mi rehabilitación se limitaba a caminar por las mañanas lo que normalmente corría, y como dije, David siempre se mantenía a mi lado, incluso, aunque él odiara levantarse tan temprano.

Estaba cada vez más seguro de que yo le gustaba, pero como siempre, simplemente me mantuve callado; tenía mucho miedo, de que algo que hiciera o dijera, lo terminara separando de mí como pasó con todos lo demás.

En un principio, no creí que el incidente que ocurrió luego de que me marché de la fiesta, me afectara tanto, pero al poco tiempo, noté que de vez en cuando, sufría terribles pesadillas donde me abrían el cuerpo y me arrancaban los órganos... No eran bonitas, para nada.

Esa mañana me tocaba ir al hospital, ya que mi pecho había sanado bastante rápido y por eso, empezaba a tener complicaciones por tener los puntos todavía, así que antes de ir por última vez al liceo, debía ir a que me sacaran las suturas.

Me pusieron una anestesia local debido a que me dolería mucho la extracción de los hilos, por lo profundo que llegaban las costuras.

Luego de media hora, la enfermera terminó de sacarlas, para luego ponerme ponerme un gigantesco parche gasas.

—La herida se ha curado bastante rápido, seguramente estarás bien del todo en un par de semanas —explicó, mientras me colocaba las gasas—. Aún así, trata de no moverte muy bruscamente o la herida podría abrirse de nuevo. Que se te hayan quitado las suturas porque te eran contraproducentes, no significa que estés bien.

Asentí a todo lo que me dijo la enfermera.

—Disculpe señorita, pero quiero preguntar algo —dije cuando terminó.

—Dime...

—¿La cicatriz será muy grande? —pregunté haciendo una mueca de dolor al sentir la presión de sus dedos en mi piel sensible por el procedimiento. La anestesia local ya se me estaba pasando y ya no cubría el dolor de todo.

La enfermera se detuvo unos segundos.

—La herida fue grande y profunda, y necesitaste unos doscientos puntos para cerrarla bien sin comprometer tu interior... Yo diría que es milagro que no sea más grande de lo que ya es —explicó con cuidado la señorita. Yo sólo asentí.

—No se preocupe, solo pregunté porque me daba curiosidad. —Ella asintió algo más relajada.

—Bien, esto es todo, ya puedes irte, y nada de movimientos bruscos —repitió con severidad, yo solo asentí.

—No se preocupe señorita, yo lo mantendré vigilado —indicó David, hablando por fin. Ella asintió hacia él y solo pude suspirar.

La enfermera terminó con el vendaje y al fin pude irme a la casa.

David me ayudó a apoyarme sobre él porque me sentía algo mareado y salimos algo lento del hospital.

Estábamos llegando a la entrada... Cuando al mismo tiempo vimos llegar a mis padres, mis padres de sangre.

—Cris, esos mal paríos están aquí... —susurró David, coun leve gruñido y se encrespó casi que automáticamente. Yo lo sostuve con fuerza.

—No les hagas caso, solo salgamos de aquí. Quiero ir a la casa. No me siento muy bien —susurré.

Eso calmó a David, que asintió y solo se dedicó a sacarme de ahí.

No sé porqué mis padres estában ahí, tampoco es que me importara.

Ya había sufrido todos los percances posible que podría haber sufrido por culpa de ellos, al punto de tener que soportar lo insoportable.

No quería saber absolutamente nada de ellos.

Pasamos al lado de ellos, sin prestarles atención, aunque sí que sentí la mirada de ambos clavada en mí.

Pero yo no les dediqué ni una.

De ahora en adelante, yo no le prestaría atención a nada ni a nadie, solo lo estrictamente necesario.

Al llegar a la casa, Sara prácticamente me esperaba con mi uniforme del liceo ya arreglado.

Lo ví unos segundos.

—No puedo ir al liceo, ni a la graduación, me siento muy mal como para ir —indiqué y era así. Sentía que el pecho me palpitaba de dolor

—Cris debemos ir hoy —insistió Sara con las manos en las caderas. David miraba todo desde la puerta; tenía el ceño fruncido—. Sabes que están preparando la graduación y tú, como el primer lugar del liceo, debes estar para que te digan que es lo que debes de hacer en la presentación de los graduandos —explicó.

—Sara… no tengo ganas de ir; estoy cansado, me duele el pecho, así que no iré. Punto —zanjé sin dar mi bazo a torcer porque era así. Estaba agotado, mareado, triste y me dolía un montón el pecho.

Lo que menos quería en ese momento, era enfrentar a Noel.

—Cristóbal —comenzó David. Ambos lo miramos mientras se acercaba—... No debes seguir huyendo —indicó, como si hubiese leído mis pensamientos de repente.

Llevaba una semana sin ir a clases, las ultimas clases. No podía y no quería ir, la institución ya había sido instruida en lo que me había pasado y fueron muy amables al guardarlo en secreto y permitirme salir antes de tiempo; después de todo, ya había terminado todos los exámenes y había pasado con la mejor nota posible, ni siquiera tenía que ir para saber cuáles eran.

—Debes ir aunque sea hoy y hablar con Noel, debes de aclarar lo de esa noche —ordenó David.

Empecé a negar con la cabeza. Él suspiró.

—Cris, tienes que hacerlo —volvió Sara a la carga— De una forma u otra lo volverás a ver; si no vas a ir a la graduación, podrías encontrártelo en la universidad o en la calle, así que tienes que hablarlo con él —explicó.

Un escalofrío me recorrió cuando me imaginé volver a ver a Noel, me causó una repulsión enorme y estuve a punto de vomitar.

Todos los momentos felices, todas las alegrías que tuvimos... Todo estaba manchado por cuatro chicas y su mirada de asco.

¿Era tan fácil que muriera el amor?, ¿era tan frágil en verdad?

Pues sí, lo era. Él ni siquiera esperó a hablar conmigo para que le desmintiera todo, Noel simplemente me fue infiel a la primera oportunidad, así que yo no tenía nada que decirle, estar cerca de él o pensar en él me causaba tanto o más asco que lo que me hicieron esos hombres en el callejón.

Porque mientras Noel disfrutaba en la cama por algo que no hice, yo estuve a punto de morir en manos de unos sujetos por algo que ni tenía que ver conmigo.

No tenía perdón. Noel para mí, jamás tendría mi perdón.

Los chicos seguían insistiendo en que fuera y yo cada vez me sentía más cansado de luchar.

—Por favor, por favor ven con nosotros... —suplicó Sara por enésima vez esa mañana. Suspiré cansado.

—Si voy, ¿Vas a dejar el estrés? —pregunté cansando. Ella asintió rápidamente—. Está bien, está bien... Voy a ir al dichoso liceo, ¡pero es todo lo que haré!, ¡no pienso hablar con Noel!

Sara simplemente suspiró con una afilada mirada.

—Eso ni siquiera te lo crees tú. —Se cruzó de brazos.

Continuará...

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