El cambio horario cambió nuestras vidas(Capt. III)

Recomiendo leer los capítulos anteriores para comprender este Dos almas gemelas que caminan en paralelo, dos seres de fuego encerrados en un extintor, dos pasiones que por fin se juntan para disfrutar lo que los demás no entienden, lo que los demás critican; para gozar de aquello que sus familias pretenden aniquilar.

CAPITULO III

  • ¡Pero mira que sois guarros! –dijo Sonia alucinada-. Yo jamás me he comido la corrida de nadie y esta noche me la habéis hecho compartir con vosotros. Yo jamás había tenido relaciones con una mujer, y esta noche he tenido el mejor orgasmo de mi vida de boca de otra fémina. Sois unos pervertidos y ¡lo peor! es que me ha encantado y me estáis pervirtiendo. Voy a tener que pasar de ser recepcionista de la consulta, a ser cliente.
  • Cielo, esto no ha sido más que el prólogo. El temario de la asignatura comienza a partir de ahora –dijo Mónica- entre risas.
  • Creo que he sido muy generosa con vosotros, -dijo Mónica-. Cada uno de vosotros ya se ha llevado una dosis de placer, y yo todavía no me he corrido ninguna. Me ha encantado comerme ese chochito nuevo y hacerlo reventar, pero ahora estáis en deuda conmigo. Pero antes repongamos fuerzas, que yo estoy hambrienta.

Habíamos cenado temprano y ya casi eran la una y media de la madrugada. Con el juego de calentar a Sonia, la mesa se había quedado puesta, con lo que había sobrado, algunos canapés, algo de embutido y un poco del pastel de queso que habíamos preparado para el postre. El vino casi se había acabado, solo quedaban los posos calientes en la botella empezada.

Tal como estábamos, desnudos y pegajosos, nos acercamos los tres a la mesa. Descorchamos otra botella de aquel buen vino y nos sentamos a comer un poco de lo que quedaba. Mónica se acomodó sobre mi regazo, y mientras iba comiendo iba meneando su culo desnudo sobre mi adormecida polla. Parece que Sonia también estaba hambrienta; la batalla sexual que habíamos tenido con ella le había abierto el apetito, no solo el sexual, sino también el culinario. Estaba comiendo casi con la misma cara de éxtasis que había puesto un rato antes cuando llegaba al orgasmo.

  • ¡Joder Ricard!, ¿que pasa con esta polla?, no me digas que ya te has rendido –exclamó Mónica levantándose de mi regazo y echando mano a mi pene que solo estaba morcillón-. Espera, se me ocurre una idea, vamos a tomar un poco de vino. –Tomó la copa de vino e introdujo mi capullo en ella, dándole acto seguido un par de deliciosos chupetones-. Hummmmm que rico sabe, creo que esta oxigenación forzada con el capullo ha mejorado los aromas. Y el gusto retronasal que deja es más intenso, más embriagador y afrodisiaco.
  • Toma Sonia, pruébalo y compara con el de tu copa –dijo Mónica introduciendo mi pene en la copa de nuevo y tendiéndosela a nuestra nueva amiga y amante.
  • ¡A ver! –dijo Sonia introduciéndose mi glande empapado en vino en la boca-. Guauuuuu, realmente realza la cosecha, deberíamos de proponer para la licenciatura de enología una asignatura que fuese los aromas sexuales en el vino, seguro que las zorras como nosotras sacábamos matrícula de honor –exclamó Sonia entre carcajadas mientras remojaba de nuevo mi pene y se lo introducía de nuevo en la boca-

En ese momento Mónica había acercado su boca a la boca glotona de Sonia, compartiendo con ella el trozo que quedaba libre de mi “badajo” y los labios de Sonia. Cuando la boca soltó mi, ahora sí, ya tiesa polla, se fundieron en un apasionado beso lésbico que me hizo recuperar totalmente la erección. Terminamos de cenar y propuse:

  • Bueno Mónica, creo que ha llegado el momento de pagar las deudas que tenemos contigo. ¿vamos a la cama?
  • Perfecto, porque los intereses de la deuda empiezan a crecer. Además en el dormitorio tenemos todos los juguetitos que queramos utilizar.

Salieron las dos por el pasillo, cogidas por el talle y meneando exagerada y provocadoramente el culo, como las ocas de “LOS ARISTOGATOS”. Antes de salir del comedor, me acerqué a la cocina y cogí una cajita de bombones que tenemos. Me la llevé al dormitorio. Al entrar las encontré en pie en el lateral de la cama abrazadas y comiéndose la boca. Me uní a ellas abrazando a ambas y juntando mis labios a los de ellas e introduciendo mi erecto pene en el espacio que quedaba entre ambos pubis femeninos. Sonia alargó ambas manos y las depositó sobre nuestras nalgas, pasando los dedos, viciosa, por la el valle que las separa y haciendo que tanto Mónica como yo nos estremeciéramos con un escalofrío que recorrió todo nuestro cuerpo, erizando no solo los pelos, sino también nuestros pezones, y en mi caso provocando un cimbreo de la polla que se refregó sobre el vientre de ambas.

Fundidos en ese abrazo las fui empujando hacia la cama, hasta que ambas cayeron estiradas sobre ella. Me dirigí al armario, y saqué la “caja del pecado”, como nosotros llamábamos a la caja donde guardábamos los juguetes y lubricantes. Era una hermosa caja de madera (de los “chinos”) que habíamos forrado de terciopelo rojo por dentro, y en la que, por fuera, habíamos grabado (pirograbado) escenas sexuales; fundamentalmente grabados orientales de el KAMASUTRA y grabados griegos con escenas homosexuales y bisexuales.

Saqué un par de antifaces del interior y me dirigí a la cama con ellos en la mano.

  • ¿Pero que quieres hacer? –Preguntó Sonia con una cierta desconfianza.
  • ¡Tranquila Sonia! –exclamó Mónica- ¿nunca has tenido sexo con los ojos tapados?¿atada tampoco? ¡Edu además de un picha floja es un gilipollas! ¡No tiene ni puta idea de lo que es la fantasía y el deseo! ¡Hija mía! lo único que te puedo aconsejar es que te relajes y goces de todo lo que se te ha privado durante estos años de aburrido matrimonio. ¿Confías en nosotros? Solo deseamos compartir contigo nuestra experiencia y vicio.
  • ¡Que coño!, tienes razón. Esta noche ya he disfrutado más con vosotros que en todos los años que llevo de matrimonio con Edu. He experimentado nuevas y muy placenteras cosas. ¡Vamos a seguir experimentando! ¡Vamos a tirar la casa por la ventana! ¡Y sí, sí que confió en vosotros!

Me acerque de nuevo con los antifaces en la mano y le coloqué uno a cada una.

Para vencer las posibles dudas que le pudieran quedar a Sonia, cogí las manos de Mónica y las deposité sobre las tetas de Sonia. Una vez situada, Mónica inició un juego de caricias con sus manos y con su boca sobre ellas. Yo me fui a los pies de Sonia, y empecé a hacerle un sensual masaje a la vez que iba dándole pequeños besos en sus plantas. Fui subiendo por sus tobillos acariciando cada centímetro de piel de aquellas maravillosas piernas y repasando con mis labios y mi lengua cada poro en toda su extensión.

Sonia no podía reprimir sus suspiros de gozo. Estaba extasiada, sorprendida por el descubrimiento de los secretos que, hasta ahora, su propio cuerpo le había guardado tan celosamente. Estaba descubriendo que cuando no puedes ver, cuando no puedes predecir por donde vendrá la próxima caricia, el próximo beso, el siguiente lametón, tu cuerpo se concentra en disfrutarlo, y que todo él se convierte en un órgano erógeno,  que no hay rincón que no te transmita placenteras y fantásticas sensaciones, que no hay sitio que bien estimulado no encienda la hoguera del deseo, el fuego de la pasión.

La llevamos al límite del orgasmo sin acercarnos a su coño, solo acariciando el resto de su cuerpo. Cuando notamos que estaba a punto de correrse, nos separamos de ella, como si lo hubiéramos pactado.

  • ¡Pero! ¿que hacéis? ¡cabrones!. ¿Por qué paráis ahora? –gritó llevándose las manos a su entrepierna e iniciando una frenética masturbación para concluir lo que nosotros habíamos dejado a medias-

Le sujeté las manos, entre sus protestas, y me tumbé sobre ella situando mi polla a la entrada de su coño e iniciando un movimiento de fricción con sus empapados labios y con su sobresalido clítoris. Empezó a suspirar y a emitir largos y lastimeros gemidos que inmediatamente acallé introduciendo mi lengua en su boca y dándole un amordazante beso.

Entre tanto Mónica se bajo a nuestra entrepierna, le separó las piernas, le elevó un poco el culo e introdujo su lengua junto a mi pene, compartiendo con él la chorreante cueva de Sonia. Los lametones de Mónica se alternaban entre la vagina y el ano de Sonia, estimulando toda su región perineal en su recorrido hacia arriba y hacia abajo. Sonia no aguantó más y se corrió como una colegiala principiante que está echando su primer polvo con el actor de sus sueños.

Se quedó desparramada sobre la cama, totalmente desmadejada, como inconsciente. Poco a poco fue recuperando el aliento y tranquilizando su respiración, pero el resto de su cuerpo permanecía inerte, como en trance.

La dejamos descansar.

Al cabo de un par de minutos, se levantó el antifaz, nos miró con ternura y agradecimiento en sus ojos y nos estampo dos cariñosos besos en las mejillas.

  • ¡DIOS! ¡nunca había sentido nada igual! Que cierto es que privarte de uno de los sentidos agudiza el resto hasta límites insospechados. Nunca pensé que se pudieran sentir tantas cosas a través de la piel. ¡Madre mía Mónica! Esta noche estoy acumulando deudas de placer con vosotros como para empeñarme para toda la vida.
  • Bueno guapita, pues es hora de empezar a pagar –dijo Mónica sentándose a horcajadas sobre la cara de Sonia y plantándole todo el coño en la boca.

Sonia inició una torpe comida de coño que ella misma notaba que no era suficientemente precisa, levantó la cara y dijo:

  • Mónica, es que no sé cómo hacerlo, no me he comido un chocho en la vida. Tendrás que darme instrucciones.
  • Tú piensa en lo que yo te he hecho, y en lo que más te ha gustado de todo lo que te hemos hecho esta noche con la boca –dijo Mónica-
  • Tranquilas, que como intuía que esto podría pasar, he traído algo que puede ayudar a orientar a Sonia –exclamé dirigiéndome a la caja de bombones- Sonia, que te gustan más los de chocolate negro o los de chocolate con leche.
  • Los de chocolate negro.
  • ¿Pero que vas a hacer? –preguntó Mónica-
  • Tú tranquila. Túmbate boca arriba y ábrete bien de piernas –le ordené-

Mónica se estiró tal como le había indicado. Me acerque a ella con la caja de bombones en la mano, me arrodille en el suelo y puse mis labios sobre los de su raja, iniciando una buena comida de bajos que la dejase bien caliente y lubricada. Mientras le hacia el cunnilingus hice señas a Sonia para que se aproximara y observara como lo hacía. Retiré mi boca de tan delicioso manjar e inicié una ligera penetración con un par de dedos. Mónica empezaba a suspirar. Dilaté un poco su hendidura, y cuando consideré que ya estaba lista cogí uno de los bombones de chocolate negro y lo introduje en su vagina como si de unas bolas chinas se tratase. Cuando lo tuvo todo dentro, me retiré y dije:

  • Sonia, ahora lo único que has de hacer es intentar comerte el bombón que está dentro de Mónica, no desperdiciar ni un poco de ese exquisito chocolate que la rellena. ¡Venga a la faena!
  • ¡Mira que sois guarros! Jamás se me hubiera ocurrido una mejor estrategia para una alumna torpe como yo. Desde luego que con lo golosa que soy, va a quedar bien servida.

Sonia se tiró sobre el colchón, boca arriba, y Mónica se montó de nuevo sobre su boca, de esa forma, entre la gravedad y el placer que le diera Sonia, el chocolate iría bajando de sus entrañas para acabar en la boca de Sonia. Sonia inició la comida de coño, y parece que esta vez con bastantes mejores resultados que la vez anterior, pues Mónica empezó a suspirar y gemir a los pocos segundos.

Me quedé contemplando la morbosa escena unos minutos. Excitado como un burro, me acerque por detrás, incliné a Mónica sobre el cuerpo de Sonia y acerqué mi boca a su ano. Mónica estaba recibiendo una doble mamada, una en su chochito donde le rebañaban el chocolate del bombón, y otra en su culito; eso la enciende y pone a  mil.

Fui introduciendo mi lengua poco a poco a través de su flexible esfínter, ensalivándolo, lubricándolo para luego ir introduciendo mis dedos, con los que iba dilatando ese receptivo ano.

Me incorporé y fui a buscar el lubricante con efecto calor, me extendí una pequeña porción sobre mi ya brillante polla, y le extendí otra porción en el ano a Mónica. Volví a introducir los dedos para lubricarla bien por dentro. La verdad es que ni a Mónica ni a mí, nos hace falta mucha preparación, tenemos el culo bastante dilatado y acostumbrado a tener intrusos, algunos de buenos calibres, pero el lubricarlo facilita la introducción, y además proporciona ese efecto calor también al interior de los intestinos.

Acerque mi capullo a la entrada de su culo y apreté ligeramente. Su esfínter se abrió como una rosa para mi polla, sin resistencia, sin intentos fallidos, a la primera fue entrando lenta pero continuadamente hasta que mis depilados cojones descansaban sobre la boca de Sonia que en ese momento fue consciente de lo que estaba haciendo. Con sorpresa interrumpió un poco la comida de coño, lo que genero una protesta enérgica de Mónica.

Sonia volvió a aplicarse con esmero sobre los carnosos labios que estaba devorando sincronizando sus lamidas con el vaivén de mi pene en las entrañas de Mónica.

La “caldera” ya estaba encendida. Mónica empezó a acusar, de forma discreta al principio, pero con crecimiento exponencial los efectos del placer que le estaban proporcionando nuestros órganos. Su cadera empezó a tomar vida propia en una orgiástica danza, una danza egoísta que solo anhelaba su propio placer. Sus susurros se convirtieron en gritos y sus ondulantes movimientos en sísmicas contracciones.

Por fin tensó todo el cuerpo y con un alarido desgarrador se corrió como solo le he visto hacer a ella, con esa gran abundancia de flujos que parece que se esté meando. Se puede decir que eyaculó en la boca de Sonia, que desprevenida vio su boca inundada y se atragantó.

  • ¡COFF!¡COFF!¡COFF!. ¡Tía, te has meado en boca!.
  • No Cielo, no se ha meado, solo se ha corrido –dije yo manteniendo mi polla metida en el culo inerte de Mónica-.
  • ¡No jodas! ¿siempre se corre igual?.
  • Cuando está muy excitada sí. Y esta noche llevamos caldeando el ambiente desde que terminamos de cenar, y esta ha sido su primera corrida, es normal que haya reventado como si fuera un pantano.

Mónica empezó a moverse, un poco recuperada de su intenso éxtasis, y empezó a desenfundarse mi polla del ano. Yo no me había corrido y seguía dura como una roca.

Sonia se quedó embobada mirando cómo iba sacándola de esa sedosa funda, y como se iba quedando de abierto el esfínter. Cuando la tuve toda fuera, me agaché, y di un tierno y cálido beso a la entrada de esa negra gruta que acaba de explorar.

  • Pero ¡Mónica! ¿Cómo puede gustarte que te den por el culo? eso ¿no es de maricones? Pero ¡si tú no tienes próstata!
  • Hayyy Sonia ¡Cuánto tienes que aprender! Es posible que los tíos obtengan mayor placer que nosotras, por eso, porque no tenemos próstata, pero te aseguro que el ano y el intestino, cuando lo tienes un poco entrenado, es un punto casi tan erógeno como el clítoris, y si además te están trabajando también la delantera es el colmo del gozo. ¡Una doble penetración es una pasada! ¡Ya verás cuando lo pruebes!
  • ¡Si hombre! ¡Y una leche me vais a meter a mi nada por el culo! Además, aquí hoy solo está Ricard, o seaaaaaaa que solo tenemos una polla.

¡BIENNNNNNNNN!, pensé para mí. Aquella afirmación dejaba implícito que a follar vaginalmente ya estaba absolutamente dispuesta. Llegar más allá solo era cuestión de persuasión y calentura.

  • Sonia –exclamé- es una sensación fantástica. Yo, los mejores orgasmos los tengo cuando estoy follando y soy follado a la vez. A Mónica le pasa lo mismo.
  • Pero ¿como os lo hacéis cuando estáis solos?
  • Para eso tenemos “la caja del pecado”, para guardar nuestros juguetitos. ¿Verdad Mónica?
  • Sí –dijo Mónica estirando de Sonia hacia la cómoda donde había dejado la caja- Ven que te los enseño.

Empezó a sacar objetos del interior de la caja ante la atenta y asombrada mirada de Sonia. Consoladores de diferentes formas y tamaños, plugs anales de calibres y formas diferentes, estimuladores prostáticos, un par de plumeros para cosquillas, un arnés con doble pene, otro arnés con un pene para el ano, y otro doble en la delantera, un pene doble para penetración vaginal y anal simultáneamente, anillos para el pene (con y sin vibración) y finalmente un enorme pene doble, con dos extremos.

Sonia no daba crédito a lo que veían sus ojos. Parecía una niña pequeña contemplando un espectáculo de magia y viendo con asombro todo lo que se podía sacar de una chistera. Al final sus incrédulas manos asieron con los ojos desorbitados uno de los consoladores realísticos de mayor tamaño.

  • Mónica, ¡esto es imposible que quepa! –dijo dándole vueltas y mirándolo por todos los costados-.
  • Te sorprendería lo que es capaz de engullirse un coñito –replicó Mónica-. ¿Quieres que vayamos probándolos?
  • No, no esto es imposible que a mí me quepa –dijo Sonia sin soltar de sus manos el mastodonte que sujetaban-.
  • Empezaremos por los más pequeños y cuando llegues a tu límite paramos ¿Vale? Así aprendes a conocer los límites de tu cuerpo.
  • Vaaaaaaaaale, pero solo si me prometes que no llegarás más allá de donde pueda aguantar.
  • ¿Te fías de nosotros o no? –repitió Mónica la pregunta que le hicimos con el antifaz.
  • Que siiiiiií. Que me fio de vosotros. Hasta ahora solo me habéis dado placer.
  • Pues entonces túmbate en la cama, pon el culo al borde del colchón con las piernas bien abiertas y flexionadas y ponte el antifaz, así te vuelves a concentrar solo en las sensaciones. Y tú Ricard, podrías ir a poner otras copas, nos tienes sedientas con tanto jadeo.

Reímos los tres la ocurrencia de Mónica y me dirigí a la cocina a preparar otras copas. Antes pasé por el baño a lavarme los genitales, habían estado alojados en el culo de Mónica y además llevaba demasiado rato empalmado, refrescármelo un poco no vendría mal.

Cuando regresé con las copas Sonia estaba en la posición que le había indicado Mónica, y esta estaba dándole lamidas a su ya hinchado coño. Sonia estaba suspirando y disfrutando la lubricación que le estaban dando. Mónica sostenía uno de los dildos de menor tamaño en su mano, había puesto en marcha el motor, y lo estaba acercando al oído de Sonia para que esta lo oyera sin problemas. Sonia se estremecía solo de escuchar ese sonido presagiador del placer que iba a recibir.

Mónica acerco el dildo a los labios vaginales de Sonia, le dejo notar la vibración del aparato de forma suave e insinuante. Fue deslizando la punta del consolador por toda la extensión de los labios en sentido ascendente hasta entrar en contacto con el clítoris. Sonia se contrajo y dejó escapar una exclamación de placer. Se quedó con la boca abierta. El maldito aparato inició un recorrido descendente hasta situarse en la entrada del coño de Sonia. La punta se introdujo un poco entre los labios, inició un movimiento circular acariciándolo por entero por su parte interior, volvió a salir y se volvió a meter, esta vez un poco más profundamente. Sonia ya estaba fuera de si, todo eran lamentos y suspiros el alma y la mojigatería se le escapaba por el aliento, ya no tenía voluntad para otra cosa que no fuera disfrutar, correrse como una jodida perra que es en lo que la estábamos convirtiendo.

Finalmente, Mónica introdujo totalmente el aparto en las entrañas de Sonia y le imprimió un ligero movimiento de mete-saca que estaba tensando a la receptora de la caricia como si estuviera en una competición gimnástica.

Cogí un pene realístico de tamaño medio, puse su motor en marcha y empecé a acariciarle el clítoris con él mientras el pequeño artefacto seguía obrando maravillas en el interior de Sonia.

Estaba a punto de correrse, y cuando lo iba a hacer, Mónica estiro del dildo que tenía introducido y la dejo vacía. Vacía física y anímicamente. Lo necesitaba dentro, no podíamos dejarla ahora así, con la miel en los labios.

  • ¡Hija de puta! méteme eso otra vez o te juro que te mato –gritó desconsolada-.

Mónica cogió el que yo había puesto en marcha, e inició la penetración con él mientras acercó sus labios al desamparado clítoris. El consolador entró entero sin dificultad, como un cuchillo caliente en un la mantequilla. Ya le habíamos calzado la segunda talla y ella ni se había enterado. Sonia estaba otra vez al borde del orgasmo. Cuando el chispazo estaba a punto de fundir los plomos de su conciencia notó como su coño quedaba nuevamente vacio.

  • Noooooooooo, por favor, no me hagas esto.

El monstruo que había despertado el interés de Sonia se empezó a aproximar a su conejo. Le rozó los labios y el clítoris con él mientras Sonia empezaba a suspirar de nuevo. Fue empujando la punta a la entrada que fue cediendo poco a poco, con cierta resistencia.

  • Ufffff, este es más grande que el de antes –exclamó Sonia al notarlo. Del tamaño intermedio ni se había enterado-.
  • Sí Cielo, pero hay que prepararte para el gigante.
  • No creo que pueda pasar de este tamaño. Si me entra este ya me doy por satisfecha.
  • Tú caya i disfruta.

La punta del gigantón iba entrando y saliendo cada vez con mayor facilidad, y alcanzando mayor profundidad en cada acometida. Aquel coño parecía una balsa. Había flujos por todas partes, flujos que iban chorreando por la zona perineal hasta empapar el ano y las sábanas que había bajo el culo.

Mónica, con la mano que le quedaba libre, empezó a jugar discretamente con las secreciones que bañaban el esfínter anal. El gigante continuaba haciendo incursiones en su vagina cada vez con mayor osadía, con mayor descaro, llegando allí donde quizá nadie había llegado antes.

La cara de Sonia era un poema, a cada acometida abría la boca desmesuradamente emitiendo un gemido lastimero. Con la intrusión del gigante, no notaba que el dedo de Mónica ya estaba haciendo pequeñas intrusiones en su retaguardia. Se sentía tan llena que no podía casi notar esa pequeña incursión.

Cuando la mano de Mónica dio el empujón final al gran falo, simultáneamente introdujo hasta el fondo el dedo en el agujero posterior. Sonia se quedó blanca, inmóvil y tensa, con la boca abierta y con la respiración muy agitada. Se sentía rebosada, pero sobre todo se sentía plena como mujer, se sentía más mujer que nunca. Su feminidad se le salía por los poros, no le cabía dentro, el tremendo  falo la expulsaba en forma de sudor, placer y suspiros.

Mónica dejo al gigante clavado hasta lo más hondo, inmóvil, y empezó a hacer pequeños movimientos con el dedo que tenía incrustado en el culo de Sonia.

  • ¡Pero! ¿pero que es eso?¿que me has metido en el culo?
  • ¿Te duele?
  • ¡No!, si no me he enterado que me metieras nada.
  • Tranquila, disfruta. Si te duele me lo dices –dijo Mónica a la vez que iniciaba un suave movimiento circular y de embolo en el culo de Sonia-.

Le acerqué el bote de lubricante y le extendí unas gotas en la porción de dedo que quedaba fuera. Lo volvió a introducir con mucha paciencia, con cuidado y con pequeños movimientos rotatorios. Lo sacó casi por entero, le eche unas gotas más y volvió a introducirlo, esta vez con mayor facilidad.

  • ¡Guauuuuuuuuu!, que sensación más rara. Además del movimiento de tu dedo, noto una especie de calor en el culo que me está poniendo muy mala.
  • Es que es un lubricante con efecto calor, relájate y disfruta. No pienses, solo siente.

Le acerqué un pequeño pene que tenemos de iniciación anal (“slim” creo que les llaman en el mudillo del sexshop) ya bien embadurnado de lubricante. Mónica retiró su dedo y empezó a introducir el pequeño intruso. Simultáneamente inició un ligero movimiento de mete-saca en el gigantón de la vagina. Lo sacaba un poco, y en el movimiento de introducción apretaba un poco sobre los dos, sobre el vaginal y sobre el anal. Así fue entrando también el pequeño intruso en la retaguardia, cada vez un poco más profundo y dilatando un poco más el ano, su forma cónica lo facilitaba.

Sonia volvía a estar encendida y al borde del orgasmo, la doble penetración a la que estaba siendo sometida estaba realmente causando un efecto devastador en ella. La estaba entregando por completo a los sentidos. Todas sus terminaciones nerviosas parecían confluir en dos puntos, su vagina y su ano.

Viéndola en ese estado, acerqué mis labios a su clítoris y empecé a propinarle lengüetazos circulas y pequeñas succiones y mordiscos con los labios. Ese fue el detonante final de la tremenda explosión que estaba a punto de ocurrir. Sus gritos fueron en aumento, parecían aullidos de una loba en celo en medio de la noche, su cuerpo empezó a convulsionar y su vagina y ano a contraerse. Pareciá la niña de “el Exorcista”. Estuvo así por un tiempo que pareció eterno, y cuando finalmente terminó quedó tirada como una muñeca de trapo, sin fuerzas y sin voluntad. Sus pies que habían estado apoyados en el borde del colchón manteniendo las piernas en alto cayeron al suelo como dos manzanas maduras del árbol.

Los juguetes continuaban en su interior, pero Mónica ya no los movía. Dejo que descansara del tremendo esfuerzo que acababa de realizar, que se relajase, que se tranquilizase y que le diera tiempo a digerir, moral y emocionalmente, todas las barreras que estaba superando esta noche, todas las transgresiones a lo socialmente estándar, todo aquello que ni siquiera se había atrevido a imaginar.

Cogí la mano de Sonia y le empecé a dar pequeños y tranquilizadores besos, acaricié su brazo y su rostro con ternura, con mimo, con cariño. Quería transmitirle no solo tranquilidad  sino también la tremenda felicidad que estaba sintiendo aquella noche. Felicidad por haber descubierto a esta increíble mujer, una mujer que había resultado un pozo sin fondo. Jamás una iniciación nos había resultado tan fácil, pero por otro lado felicidad por estar enputeciendo a la esposa del terapeuta que durante tanto tiempo había intentado capar nuestro deseo. Se la estábamos mancillando, haciéndole todo aquello que él jamás se había atrevido a hacerle y además la estábamos viciando a ello.

  • Mónica, sácame esos trastos de dentro –empezó a reaccionar tras un rato-.
  • Espera, quiero que te quites el antifaz y veas como lo hago –respondió Mónica.
  • ¡Hostias! ¡pero si era el grande! –exclamó Sonia al ver salir el tremendo falo de su vagina-
  • Ya te dije que parece mentira lo que es capaz de entrar en una vagina bien lubricada y excitada. ¡Hasta en la tuya! Y mira, mira lo que has tenido en el culo –dijo sacando con cuidado el “slim” de su interior-
  • ¡Joder! ¿y eso me has tenido metido dentro? ¡Coño!, pues es bien largo, y la punta es fina, pero luegoooooooo…. Pero tengo que reconocer que ha sido de puta madre.

Sonia se incorporó en la cama sentándose en el bordillo, cogió la cara de Mónica con ambas manos con ternura, y le acerco los labios para darle un cálido y tierno beso.

  • ¡Gracias! –exclamó-. Gracias por descubrirme un mundo totalmente desconocido. Gracias por hacerme sentir tan mujer, tan femenina y deseada.

Acerqué las copas que había preparado y el tabaco. Encendimos un pitillo y estuvimos un rato charlando y bebiendo, descansando de la maratón de sexo que nos estábamos dando.

Poco a poco nuestras manos empezaron a repartir cariño, a acariciar suavemente el cuerpo de nuestros contrincantes, a encender de nuevo la “antorcha” de la pasión. Yo solo me había corrido una vez, y con todo el espectáculo que me habían dado aquellas dos zorronas tenia la “antorcha” de nuevo despidiendo fuego. La mano de Sonia se posó mimosa sobre mi pene. Lo acarició con suavidad. Se llevó la mano a su boca, la ensalivó y empezó a pajearme con ternura, pasando la punta de su dedo gordo por la boca del capullo. Se agachó y se lo metió en la boca, le dio unas cuantas chupadas y se incorporó.

  • Mónica, ¿me la prestas? ¿me prestas la polla de Ricard?
  • Toda tuya Cielo, vamos a disfrutar de él como se merece. Vamos a follárnoslo las dos, tu por la polla y yo por el culo.

Mónica se acercó a los juguetes que había esparcido por la cómoda al mostrárselos a Sonia. Cogió el arnés doble, el que lleva un pene para el culo, otro para el coño, y otro que sale para follarse a su pareja. Aplicó un poco de lubricante a los dos intrusos que debían meterse en sus agujeros, metió las piernas por él, y lo subió acomodando ambos artilugios en el lugar que le corresponde.

Acompañó a Sonia hasta la cama. La situó a 4 patas en el borde del colchón, con la cara y las tetas tocando a las sábanas. Se agachó y le pegó una buena lamida a toda la raja y luego me cogió por el pene y me condujo hasta la entrada. Aplicó un poco de lubricante en ella, mas por el efecto calor que por la necesidad de él. Después de lo que había cobijado ese coño, casi dudaba de que sintiera la mía. Hizo de mamporrera y con su mano introdujo mi polla en la cueva de Sonia. Sonia gimió al sentirla. Me quedé quieto y esperé a que Mónica se colocara detrás de mí, y con su mano extendió un poco de lubricante sobre su falso falo, separó mis nalgas y poco a poco me la fue introduciendo.

Hummmmmmmmm, ¡que delicia! sentir mi polla en un nido tan caliente y acogedor y mi culo repleto del amor de Mónica. ¡Fantástico!

Mónica inició un movimiento de vaivén que yo involuntariamente le transmitía a Sonia. Nuestros cuerpos se fueron acompasando al ritmo que imprimía Mónica. Alargué mi mano hacia la parte delantera, y empecé a masajear el clítoris de aquel coñito que con tanto cariño me había hospedado. Nuestra respiración se fue acelerando a la misma velocidad que el ritmo de las envestidas que Mónica nos daba. Poco a poco el concierto de gemidos y suspiros fue “in crescendo” hasta formar una sinfonía de placer, una sinfonía perfectamente dirigida por las “batutas” que se movían en nuestro interior.

La dirección fue perfecta. Los tres músicos de esa orquesta acabamos al unísono nuestra interpretación, en perfecta armonía, sin una sola nota discordante.

Caímos rendidos sobre la cama aún con el “trenecito” enganchado. Estábamos sudorosos y pegajosos de nuestros fluidos. Mi pene permanecía en el interior de Sonia, y el arnés de Mónica en mi interior. Poco a poco mi polla fue perdiendo consistencia, y se fue saliendo, junto con mi semen del coño de Sonia, que al verse libre del invasor, se escurrió bajo mi cuerpo y estirándose boca arriba de bruces sobre la cama.

Mónica extrajo el arnés de mi culo con delicadeza y se lo quitó, retirando los apéndices interiores de sus agujeros. Se tumbó al lado de Sonia, dejándola en medio, le hizo un arrumaco y nos quedamos dormidos los tres como tres benditos.

Debían de ser sobre las 5 de la madrugada. En menos de 12 horas habíamos convertido a Sonia en una auténtica zorrita.

Cualquier parecido de esta historia con alguna historia real es pura coincidencia. Esta historia es solo fruto de mi calenturienta mente y de los deseos de que fuera real. Los personajes, excepto yo, son todos inventados y si existe algún Dr. Galcerán con la especialidad que aquí se refiere que no se de por aludido, pero que aprenda de los deseos y de las fantasías de sus pacientes, tal vez mejore su vida.

Quedaré profundamente agradecido a comentarios y sugerencias de mejora. Igualmente me gustaría recibir críticas y consejos sobre redacción y estilo.

Así que ya sabéis apreciadas y apreciados lectores, queridas y queridos autores veteranos ayudad e este escritor novato. Muchas gracias