El cambio horario cambió nuestras vidas
Dos almas gemelas que caminan en paralelo, dos seres de fuego encerrados en un extintor, dos pasiones que por fin se juntan para disfrutar lo que los demás no entienden, lo que los demás critican; para gozar de aquello que sus familias pretenden aniquilar.
CAPITULO I
Mi nombre es Ricard. Soy un tío de Barcelona, de 46 años, bisex y adicto al sexo.
Mi pareja es Mónica, una zorrita ninfómana, bisex y por lo tanto adúltera como ninguna.
Nos conocimos en la puerta de la consulta del terapeuta, al que los dos acudíamos por expreso deseo de nuestras respectivas parejas para "curar" nuestra adicción al sexo.
Yo tenía dada la 2ª hora de la tarde, me iba mejor para que me diera tiempo a comer después del trabajo y llegar tranquilo con 20 ó 25 minutos de tiempo.
Era lunes y aquella semana estaba de vacaciones, había acumulado un montón de horas extras para concluir un proyecto de especial importancia para el jefe, y decidí compensarlas esa semana. La madrugada de aquel fin de semana habían cambiado la hora, y la verdad, como no estaba trabajando no me acordé de cambiarla, por lo que anduve todo el día adelantado.
Llegué con los 25 minutos de antelación acostumbrados, pero de la hora anterior a la mía, toqué al timbre, y nadie me contestó, me pareció realmente extraño, pero pensé que la asistente estaría ocupada y decidí esperar un par de minutos para volver a llamar. En esas llamaron al ascensor, y de regreso se paró en la última planta, la de la consulta donde yo esperaba que me abrieran. Pensé que seria la enfermera de regreso de algún recado, pero mi sorpresa fue casi tan grande como mi placer, cuando del ascensor salió una mujer espectacular, de las de bandera. Estaba buenísima, como para mojar pan, y encima tenía una cara de esas que te invitan a tirarle los tejos. Su ropa, elegante, pero muy femenina y sexi, elegida con buen gusto, pero con la intención de resaltar el poderío que ella sabía que tenía. Se encaminó con paso firme pero insinuante, manteniéndome desafiante la mirada hacia la puerta en la que yo esperaba. Nos saludamos y le dije que yo estaba esperando que me abrieran, que tenía sesión ahora y que había llamado a la puerta pero que nadie me había abierto. Me dijo que no podía ser, que a las 16 horas siempre tenia ella la visita, y que lo más probable es que todavía no hubieran llegado ni el terapeuta ni la asistenta. Me quedé con cara de tonto. ¡Coño!, ¡Claro!, las 4, yo tenia hora a las 5 y no había cambiado el reloj. Le comenté mi tonta confusión, y nos entró a los dos la risa tonta, esa risa floja que te deja fuera de juego. Cuando me repuse un poco de la "flojera", le dije que bendecía la confusión, ya que eso me había dado la tremenda oportunidad de conocer un pedazo de mujer como ella, que me parecía de una belleza espectacular, y que no me importaría conocerla mejor en todos los aspectos. Ella coqueta me siguió el juego, y yo me envalentoné y le pasé mi mano mimosamente por la cara en una suave caricia alabando su guapura. Ella me cogió la mano parándola en su mejilla, la retuvo, giró la cara ligeramente y besó la palma de mi mano. ¡Vía libre! pensé, y con la otra mano la sujeté por la nuca y acerqué mis labios a los suyos. Nos fundimos en un profundo beso que se fue, poco a poco, pasando a un magreo general. Nos acariciamos, nos tocamos y nos besamos con auténtica pasión, casi con locura. Poco a poco la fui llevando hacia el ascensor, nos metimos, bloqueé la puerta con un zapato, y …
Total que cuando llegó el terapeuta y su ayudante tuvieron que subir andando y nos encontraron follando como locos en el ascensor, los dos totalmente desnudos, y la ropa extendida por el suelo de la cabina.
El terapeuta nos llamó la atención y nos pidió que nos vistiéramos y que entráramos en su consulta. Nos regañó como a niños, y lamentó el poco éxito que estaba teniendo con nosotros, pues en lugar de curar nuestra adicción al sexo, la poníamos en práctica en su propia consulta. Nos miramos ambos con una gran sonrisa, y casi al unísono le respondimos que acabábamos de decidir que se metiera en sus asuntos, que nosotros no teníamos en absoluto un problema de comportamiento sexual, sino un problema de pareja mal escogida, que no compartía con nosotros nuestros deseos y fantasías. Desde ese momento estamos juntos y felices.
Al salir de la consulta, nos fuimos al bar de la esquina y nos tomamos un copazo para celebrar nuestra decisión de dejar las sesiones y mandarlo todo a la mierda.
Me comentó que ella conservaba su piso de soltera, que lo había tenido alquilado, pero que últimamente lo tenía libre y lo utilizaba como "picadero" con sus amantes. Esa misma tarde había quedado con un chavalito que conocía y que de vez en cuando le "endulzaba" la vida. Me pidió, casi me rogó, que la acompañara y que le hiciéramos un sándwich, que le apetecía hacer un trío, tener dos pollas para ella, que la llenáramos por todos sus agujeros de leche, que la folláramos hasta que perdiera el sentido.
Nos fuimos en su coche, yo había ido en transporte público, y a pesar de que el cambio del coche era automático, estuvo todo el camino jugando con mi "palanca de cambios" como si estuviera compitiendo en un rally.
Nada más entrar por la puerta, en el recibidor, nos empezamos a besar, a desnudar mutuamente, y la acorralé contra la pared metiéndole la lengua hasta la garganta y con mis manos revoloteando por todo su cuerpo. Le pellizcaba los pezones, se los retorcía y acariciaba con la palma de mi mano extendida sobre sus tetas. Le rozaba el clítoris con la punta de mi polla que ya estaba en todo su apogeo. Sus labios rezumaban flujo y facilitaba ese frotamiento que tanto nos estaba gustando a los dos. Nos tiramos al suelo, y empezamos un magnífico 69. Yo le devoraba sus labios y su "pepitilla", mientras le iba acariciando el ano con la punta de mis dedos. Ella me ensalivaba toda la polla, pasando la lengua desde los huevos, por todo el tallo, hasta la punta. Sus manos estaban ocupadas las dos, una estrujando mis huevos, y la otra acariciando delicadamente la zona del perineo, de aquí pasó a jugar con mi agujerito marrón, rodeándolo en círculos concéntricos, casi en espiral, hasta tocar el centro con suma delicadeza. Retrocedía en su camino hacia el perineo, y los llevaba hasta su boca para ensalivarlos y volver al mismo recorrido de antes, hasta que empezó a introducir uno poco a poco, con suma suavidad. Ser penetrado tan dulcemente a la vez que mamado de la manera en que ella me lo estaba haciendo, me estaba llevando al éxtasis. Casi me corro. Suerte que en ese momento llamaron al timbre de la puerta. Se levantó y totalmente desnuda como estaba abrió la puerta, sin mirar siquiera por la mirilla. Suerte que era su amante, que se quedó totalmente parado al verla a ella desnuda, y a mi tirado en el suelo del recibidor totalmente desnudo y empalmado como nunca antes lo había estado.
Pobre chaval, estuvo a punto de irse. Afortunadamente Mónica reaccionó a tiempo, y le echó mano al paquete, y se colgó de su cuello en un morreo sin precedentes, rescatándolo del rellano de la escalera y entrándolo para la casa.
Una vez dentro empezó a desnudarlo mientras seguía metiéndole mano y babeando toda su cara. Yo recuperé algo de fuerzas, me levanté del suelo y empecé a restregarme por la espalda de ella, dejándola emparedada entre el cuerpo del chico y el mío ya desnudo. Llevé mis manos hacia delante y empecé a acariciar sus tetas. Poco a poco mis manos empezaron a coincidir con las del chico que se empezó a decidir a participar de una forma más activa. Le dejé una teta para él, y yo me dediqué a la otra. La mano que me quedó libre la llevé hacia el cuerpo de él, ayudando a Mónica a desnudarlo, ella estaba acabando de quitarle la camisa, y yo le solté el pantalón, que cayó al suelo arrugado en sus tobillos. Metí mi mano entre el calzoncillo y su culo, acariciándolo y bajando poco a poco el elástico de la prenda íntima. Fui rodeando su caderas para poder bajarlo del todo, y cuando llegué a la parte delantera mi mano se encontró con la de Mónica que le estaba agarrando el "carajo" con avidez y con un ligero movimiento de sube y baja que le hacia estremecer. Agarré sus huevos, y no vi rechazo por su parte, todo lo contrario, su mano libre también se desplazó hacia atrás para acariciar mis nalgas y empujarme con más fuerza contra el cuerpo de Mónica.
Cuando estuvo desnudo del todo y éramos un amasijo de carne desnuda y hambrienta de placer, nos situamos los tres de frente y nos fundimos en un apasionado beso a tres. ¡Magnífico!, las tres lenguas juntándose en una sola, todas entrando en la boca de todos. Mónica retiró su boca y nos dejó a los dos fundidos en un espectacular morreo, se agachó, nos empezó a mamar las pollas a la vez, alternando una y otra, metiéndoselas a la vez y jugando con nuestros cojones. Noté una mano que se abría paso entre mis nalgas, y que empezó a jugar con mi culo, acariciando mi esfínter con cariño, era el chico que intentaba meterme un dedo en mi culito.
Mónica se levanto, sin que nuestras bocas, la del chico y la mía se separaran, nos cogió por el rabo, y nos llevó a la habitación. Nos tumbó en la cama y se montó en posición del 69 encima de mí. Empezó a pasar su coño contra mi nariz y mi boca, restregando su clítoris sobre mi bigote y mi barba. De vez en cuando se incorporaba un poco para llevar el agujerito marrón de su culo hasta mis labios, y me pedía que le metiera la lengua todo lo adentro que pudiera, y volvía a bajar para continuar con su coño. El chico se acercó por detrás, con la polla bien tiesa y en la mano. Empezó a pasarla por los labios de su coño que también recibían la caricia de mi lengua. A ratos presionaba sobre el coño de ella, y a ratos hacia fuerza sobre mis labios hasta que los abría y me metía su cipote en mi boca. Finalmente la penetró delante de mis narices, sobre mi lengua sedienta y empezó a pegarle pequeñas acometidas al coño de Mónica, que estaba encharcado de la excitación. Yo iba lamiendo el clítoris de ella, y los jugos vaginales que la polla de él iba sacando en su vaivén dentro del coño. Mónica suspiraba y se agitaba como una posesa, y cuando la excitación se lo permitía me la iba chupando y metiendo un par de dedos en mi culo. Finalmente mi zorrita explotó en un orgasmo escandaloso, soez en su manifestación y largo, muy largo. Yo notaba en mi boca las contracciones de su coño, y como exprimía el mandoble del chico, que no aguantó la ordeñada de ese coño, y se vino en cuestión de segundos. Me metí los huevos del chico en la boca para aplastarlos con mi paladar y que acabaran de vaciarse en el coño de ella. Finalmente se quedaron los dos con la respiración agitada y como muertos encima de mí, poco a poco, mientras yo seguía lamiendo ese maravilloso coño, vi como la polla del chico iba perdiendo consistencia y se salía goteando en mis labios los restos de su corrida. La limpié con mi boca, y la aparté del escenario con mi nariz, para seguir dedicado a la "pepitilla" de Mónica. Con mi excelente trabajo oral, y con su calentura acumulada por la corrida anterior, no tardé ni medio minuto en conseguirle un segundo orgasmo. Las contracciones, de este segundo orgasmo, provocaron una catarata de jugos y la leche depositada por el chaval que fueron a parar a mi boca.
Mónica se ladeo sobre el colchón y se quedó como muerta, desmadejada. Yo me incorporé, trepé sobre ella, y le di un tremendo morreo, compartiendo con ella la leche del chico mezclada con sus propios jugos.
Poco a poco, Mónica fue reaccionando y cogió mi polla y se la empezó a restregar por su coño ya empapado de todo tipo de jugos. Yo pegué un golpe de cadera y se la introduje hasta los huevos. Me quedé un instante quieto, sintiendo la calidez de ese maravilloso coño, y luego inicié un movimiento de vaivén que fui incrementando en intensidad y recorrido. Me la estaba follando con todas mis ganas, mientras nuestros labios no se separaban, nuestras lenguas recorrían el interior de la boca del contrincante, las encías, y se enzarzaban en una feroz lucha por invadir la cavidad contraria. En medio de todo ese forcejeo, llegó un intruso, una polla que reclamaba ser el mediador en esa encarnizada pelea de lenguas, y que se metió en medio de nuestros labios y leguas. Se notaba la calentura del chico, en pocos minutos estaba listo para la lucha de nuevo. Mónica me volteó sobre el colchón de manera que yo quedé debajo, sin sacársela, y ella quedó encima. Llevó sus manos a sus nalgas y las separó en una clara invitación al muchacho para que la penetrara por el culo, estaba deseando realizar el sanwich que me había comentado en el bar.
Al principio nos costó acompasar nuestros movimientos, pero al final éramos una sola máquina de follar que se movía en perfecta armonía. Mónica al poco rato empezó a contraer las paredes de su coño, signo de que se estaba empezando a correr como una perra, y esos movimientos me ordeñaron de una manera espectacular. No pude aguantar más y me corrí con ella, mientras el chico le seguía perforando el culo con un ímpetu espectacular. Mónica encadenó varios orgasmos seguidos, con mi polla que se iba encogiendo dentro, y con las acometidas del chico, que finalmente le regó los intestinos con su surtidor de leche. Nos quedamos muertos los tres. ¡Vaya corrida!.
Descansamos un rato, nos fumamos un cigarro, y nos tomamos una copita mientras íbamos acariciándonos los tres. Al cabo de un rato estábamos listos para una nueva batalla, y la hubo, ¡vaya si la hubo!. Hicimos de todo, yo me follé al chaval mientras el se follaba a Mónica. El me folló a mi en la misma posición, repetimos el sándwich,………..
Cuando nuestro ardiente amiguito se fue, Mónica y yo nos quedamos rendidos, exhaustos y pringados de todo tipo de fluidos corporales, pegajosos, pero felices. Nos dormimos tal como estábamos. A la mañana siguiente, los rayos del sol y la mamada que me estaba haciendo Mónica, me despertaron. Nos desayunamos el uno al otro.
Mientras tomábamos un café decidimos que, a partir de ese momento, nos quedábamos a vivir juntos en su piso. Nos fuimos a nuestras casas, recogimos nuestras cosas, rompimos con nuestra anterior vida y nos trasladamos a nuestra nueva residencia.
Desde entonces compartimos todo tipo de experiencias y vivencias sexuales, bien por vivirlas juntos, o bien porque nos las contamos después, lo que nos lleva a unos recalentones que acabamos follando como locos.