El cambio de vida de Ana (3)

Ana conoce a Almudena, que, aparte de ser su suegra, es una MILF. Y, por la tarde, va de compras y conoce a una dependienta que llama su atención.

Aviso importante:

Este relato, por desgracia, es sólo ficción. Todos los datos y nombres que aparecen aquí son inventados y, si alguien se siente identificado/a es pura coincidencia. Me veo obligado a informar de esto, por cuestiones legales, a pesar de que pueda quitar morbo.

En caso de tener alguna duda o comentario, ponte en contacto con el autor y hablamos.

Paso ya a continuar con el relato.

Después de la charla con mis padres en la que les expliqué que me iba de casa porque me había salido un trabajo y que no me llamaran, pues sería yo, Ana, quien me pondría en contacto con ellos, a pesar de que Rana me dijo que iríamos de compras, primero quería pasar un rato por su oficina para ver cómo iban por allí las cosas.

Llegamos en el coche, el

Touareg

, al aparcamiento de su oficina, en la zona de oficinas de Castellana, Rana iba espectacular, como siempre y, por supuesto, vestida entera de cuero, lo que hacía, por un lado, que me excitara sólo con verla y, por otro, que todo el mundo la observara.

Caminamos unos minutos desde el parking hasta su oficina, situada en uno de los edificios altos que hay en la zona de Castellana, muy próximo al

Bernabéu

.

Subimos en uno de los ascensores hasta la planta donde está la oficina de la empresa de Rana; según pude ver, el nombre hacía referencia a temas de Trading y de inversiones en bolsa.

La oficina era totalmente de diseño, muy elegante, pero, lo que más llamó mi atención fue que sólo había mujeres, todas muy elegantes y femeninas y que me fijé en que todas llevaban, al menos, algo de cuero y también iban todas con botas como calzado.

Al llegar al despacho de Rana, fue cuando vi por primera vez a Patricia, que es la secretaria de Rana y que os voy a describir brevemente para que os podáis hacer una idea de cómo es.

Se trata de una mujer de unos 30 años, 170cm de altura, bastante guapa, tetas operadas, algún tatuaje (Oculto por la ropa, pero que muy pronto pude ver), pero lo que destacaba, sin duda, era, por un lado, que en el ojo izquierdo también llevaba, como yo, un parche y que tenía en la mejilla izquierda una pequeña mancha de nacimiento, como la que tengo yo en mi pierna, pero de menor tamaño.

Llevaba una falda de cuero y una camisa blanca, botas de tacón muy fino, calculé que en torno a 15 cm de tacón. Parecía toda una ejecutiva.

Rana le pidió a Patricia que le acompañara al despacho y fue allí cuando nos presentó. Previamente también el pidió que avisara a una tal Almudena.

Hechas las presentaciones de rigor, Rana le pidió a Patricia que me fuera desnudando y que me dejara sólo las

botas, las

medias, la mordaza y el parche.

Patricia asintió y empezó a quitarme cosas; comenzó por el top de cuero, dejando mis tetas al aire, con mis pezones que estaban ya muy duros debido a la excitación que tenía.

Siguió con la micro falda y continuó con el tanga, dejándome ya prácticamente medio desnuda delante de las dos mujeres.

Patricia le pidió permiso a Rana para inspeccionarme y, cuando Rana se lo dio, Patricia comenzó a meter uno de sus dedos en mi culo, yo estaba ya casi a punto de explotar de placer.

En esas estábamos, cuando llamaron a la puerta y apareció Almudena.

Lo que vi, me dejó sin palabras; Almudena era la mujer más espectacular que había visto nunca, incluso más que Rana y eso que era también espectacular.

Tendría unos 45 años, rubia, pelo largo y liso, pecas en toda la cara, piercings en varios sitios, iba vestida con un vestido muy corto de cuero negro y llevaba unas botas de 25 cm de tacón con mucha plataforma, al muslo y también de cuero, pero lo que más me llamó la atención, fue, sin duda, el tamaño de sus tetas.

Eran las tetas más grandes que había visto nunca. Según calculé, por lo menos debía llevar tres operaciones para conseguir semejante tamaño.

Más tarde supe que llevaba ya 3.000CC en cada una y que estaba esperando a ir a Bélgica a que le metieran 1.000CC más en cada teta y también que, después de eso, se las quería tatuar.

En la mano, Almudena llevaba una caja que me llamó la atención y que le entregó a Rana.

Rana me dijo que Almudena era su madre, ahí fue cuando entendí el parecido físico en muchas cosas entre Rana y Almudena.

El contenido de la caja era un

plug

anal negro que Almudena me introdujo dentro y, mientras me lo metía me dijo que quería que lo llevara todo el tiempo que fuera posible, sacándolo solo para ir al baño.

Después de meterme el

plug

, Almudena se desnudó y fue entonces cuando pude ver que todo su cuerpo, desde el cuello hacia abajo, salvo sus enormes tetas, estaba lleno de tatuajes.

Su coño estaba todo lleno de piercings, no exagero si tiene más de 40 en esa zona. Sus enormes tetas también están adornadas con piercings.

Almudena me dijo entonces que dejara de babear y que le demostrara lo que era capaz de hacer, me quitó la mordaza y me dijo que empezara a lamerle el coño lleno de piercings.

Pero antes Rana le pidió a su madre que esperase unos minutos, que quería probar mi capacidad respiratoria, así que me metió unos tapones en cada agujero de la nariz y los cubrió con tiritas para que sólo pudiera respirar por la boca.

Estuve durante un buen rato arrodillada, intentando demostrar lo que mi lengua puede hacer, pero no hubo forma de que Almudena se pudiera correr.

Sin embargo, yo sí que me corrí, tardé bastante más de lo que pensaba que iba a poder aguantar, aunque, de nuevo, no puedo precisar el tiempo exacto, pues las circunstancias me hicieron perder la noción del tiempo.

Después de eso, Almudena me pidió que probara a hacerle lo mismo a Patricia, pero Rana le pidió añadir una dificultad más, que le tapara también el otro ojo, a ver si a ciegas lo hacía mejor.

Lejos de ser una dificultad, yo me sentí aún mejor, al sentir que todo estaba a oscuras y, con Patricia las cosas mejoraron bastante, pues sí logré hacer que se corriera en poco tiempo.

Rana me volvió a dejar sólo con un ojo tapado y me cambió el vendaje de la nariz, apenas podía respirar y tenía que hacerlo por la boca, pero me gustó la sensación.

Almudena me acompañó a la ducha, para que pudiera asearme después de todo lo que había pasado y fue ella misma quien se metió conmigo para ayudarme a ducharme.

Aunque estaba muy excitada, los nervios me impedían dar el paso de abalanzarme hacia sus enormes tetas y empezar a lamerlas y a chuparlas.

Tras una breve ducha, en la que aproveché también para hacer pis, pues llevaba ya varias horas sin ir al baño y estaba empezando ya a “bailar”, Rana entró al baño con algo de ropa limpia para que me pudiera vestir y Almudena me ayudó con la ropa.

La ropa era apenas un micro tanga negro y un vestido negro de cuero

muy  muy

corto y escotado que dejaba todo al aire. Las botas eran las que ya traía desde por la mañana. No me pusieron medias, así que la mancha se veía totalmente y al natural.

Al salir del baño, Rana me estaba esperando y nos dijo a Almudena y a mí de ir a comer, porque era ya la hora.

Pero, antes de ir a comer, Rana quería empezar a probar en mí la privación sensorial en público, por lo que me volvió a poner un parche con su esparadrapo debajo en mi ojo izquierdo, no me puso ninguna

venda,

pero sí me dio unas gafas de sol que tapaban totalmente los ojos y me agarró la mano para que estuviera tranquila.

Me dijo que más adelante probaríamos a usar un bastón blanco para

orientarme,

pero, por ahora, me tenía que agarrar bien fuerte de la mano y tenía que confiar en ella.

Llegamos al restaurante, yo iba también amordazada debajo de la mascarilla negra, no veía nada, pero iba muy tranquila en ese aspecto, aunque muy excitada por todo lo que estaba viviendo.

Almudena me llevó al baño unos minutos para ayudarme a quitar la mordaza, pero ese fue solo un pretexto para, por un lado, ver cómo iba mi

plug

anal y, por otro, meterse ella una raya de cocaína. (Eso me lo dijo, ya que yo no podía ver nada por los parches)

Para comer, el restaurante era de tipo asador, así que pudimos comer abundantemente, aunque a mí, me costó un poco comer, pues aún no estaba muy acostumbrada a la falta de visión.

A eso se une que Rana no paraba de tocarme y que sentí a Almudena muy cerca durante todo el rato que duró la comida.

Después del postre, que era un pastel de chocolate (Algo que no he dicho es que el chocolate siempre ha sido mi gran pasión a nivel gastronómico) y, en cuanto a bebidas, de nuevo, me pasé con el alcohol, pues me bajé otra botella, esta vez de vino tinto, en la comida y, después, en el postre, junto con la tarta y el café, me pidieron un whisky.

Digo bien lo de “me pidieron” pues fue Rana quien pidió por mí, al fin y al cabo, era una de las reglas que había firmado el día anterior.

Pero bueno, que me desvío del relato y prefiero centrarme en aspectos calientes y excitantes, cómo decía, después del postre, me volví otra vez al baño, esta vez fue Rana quien me acompañó, comprobó que los vendajes de los ojos estaban bien, aprovechó también para meterse ella misma otra raya de cocaína y me volvió a poner la mordaza negra de bola y la mascarilla.

Antes de ponerme la mordaza, me metió una pastilla en la boca, pero no me dijo lo que era.

Almudena volvió a la oficina, pero Rana y yo fuimos al coche, me ayudó a subir y a ponerme el cinturón de seguridad, y fuimos de parking a parking, esta vez al de un centro comercial. Tardamos unos 20 minutos en llegar.

Lo primero fue ir un momento al baño, donde me destapó el ojo izquierdo y me quitó las gafas de sol. Rana me dijo que, cómo era casi la primera vez que iba a ciegas, era mejor no estar más de 4 horas sin ver, pero que, poco a poco, iríamos aumentando el tiempo de no poder ver nada.

Saber eso hizo que me excitara mucho y noté como empezaba, de nuevo, a mojarme el coño,

porno

decir que estaba empapada.

La primera parada en el centro comercial, (al poder verlo ya lo pude identificar y era uno que estaba a unos diez minutos en coche de donde vivimos ahora Rana y yo), fue en una tienda especializada en ropa de cuero y peletería.

Como más tarde supe, era otro de los negocios de la familia de Rana, junto con varios restaurantes y alguno más que iría descubriendo y que explicaré en próximos capítulos.

Vi que había dos dependientas en la tienda, era bastante grande y estaba llena de ropa de cuero, así como de abrigos de visón.

Las dos dependientas eran muy parecidas físicamente y en cómo iban vestidas. Ambas rondaban los 20 años, iban con sendos vestidos de cuero y botas al muslo con mucho tacón. Sólo cambiaba que una era rubia y la otra iba rapada al 0, incluso me pareció que llevaba la cabeza afeitada.

La dependienta rubia me llamó la atención por su tono de piel, pues me di cuenta de que tenía

vitíligo

.

Rana eligió varias prendas y yo me estuve probando, finalmente Rana cogió varias de las prendas que me había probado, puso para guardar otras que, al parecer, no le gustaban para mí y nos fuimos.

Yo me quedé un poco sorprendida de que no hubiera pasado nada sexual allí, pues me quedé con las ganas de conocer en profundidad a la dependienta rubia. Días después, pude conocerla en condiciones.

Sin embargo, no me esperaba lo que iba a ocurrir a continuación.

La segunda parada del tour de compras fue en una tienda especializada en lencería.

Rana me llevó al probador, me desnudó por completo, de nuevo dejando sólo el parche, esta vez tampoco me dejó las botas puestas, me esposó las manos y me dejó la mordaza puesta también.

Se fue a buscar a la dependienta de la tienda y volvió con ella, junto con varias prendas que me empecé a probar. Rana le pidió a la dependienta que me fuera ayudando a probarme las distintas prendas.

La dependienta era morena, pelo corto, llevaba unos shorts muy cortos de cuero negro, botas altas negras y lo que parecía la parte de arriba de un sujetador, pero también de cuero.

Mientras sentía como me iba tocando para ayudarme a probarme las cosas, me excitaba cada vez más y más, sobre todo al notar sus tetas, que eran muy grandes, casi como las de Rana, pero, parecían naturales.

Rana, al ver como miraba a la dependienta, me preguntó si quería probar el sabor del coño de la dependienta y yo asentí como pude, no pude reprimir las ganas que tenía.

Me quitó entonces la mordaza, pero, antes, me volvió a tapar el ojo izquierdo. Ahí fue cuando supe que Rana siempre llevaba un paquete de parches en el bolso por lo que pudiera pasar.

No tardé mucho en lograr que la dependienta se corriera, pues estaba también muy excitada y, supongo, que nerviosa ante la situación que estaba presenciando.

Antes de salir, al pagar la compra que habíamos hecho, Rana me volvió a dejar con visión por el ojo izquierdo solo y así fue como pude ver como Rana le dio a la dependienta su número de móvil por si quería quedar con nosotras algún día para seguir jugando.

Tras pasar la tarde de compras, volvimos ya a casa. Aprovechamos el resto de la tarde para que Rana me enseñara en profundidad la casa, así pude ver estancias que no me había dado tiempo a ver antes y era alucinante, pues todo estaba decorado con gusto, pero con tintes BDSM muy claros.

Me presentó también a sus dos empleadas de servicio,

ambas eran

filipinas y se notaba que tenían las tetas operadas.

Iban vestidas de uniforme, pero el uniforme era de látex, de criada de esos negros y blancos. Llevaban ambas unas botas negras altas de bastante tacón y también guantes. Iban las dos con mascarillas, supuse que por el tema del virus y, pude adivinar que, debajo también estaban amordazadas, pues no articularon palabra y sólo se comunicaban por gestos.

Cuando llegó la hora de la cena, en torno a las 9:30 de la noche, vi que Rana recibió una llamada en su móvil.

Me dijo que era la dependienta de la tienda de lencería y que quería venir a la casa a tomar una copa y a ver si hacíamos algo, pues se había quedado con ganas de más.

Lo que pasó después, lo contaré en el próximo capítulo.