El cambio de vida de Ana (2)
Ana sigue viviendo un día muy especial y decide tomar una decisión que marcará su vida para siempre.
Aviso importante:
Este relato, por desgracia, es sólo ficción. Todos los datos y nombres que aparecen aquí son inventados y, si alguien se siente identificado/a es pura coincidencia.
En caso de tener alguna duda o comentario, ponte en contacto con el autor y hablamos.
Paso ya a continuar con el relato.
Sigue Ana narrando su experiencia y como un paseo por un parque significó el principio de un radical cambio de vida.
Después de salir del jacuzzi, con la ayuda de Rana, puesto que, debido a los vendajes, no podía ver nada, me puso Rana, de nuevo, las botas, que eran hasta debajo de la rodilla para que la mancha se me viera en todo momento y volvimos a subir a su habitación.
Una vez allí, me quitó todos los vendajes y me dejó sólo el ojo derecho tapado con el parche ocular y el esparadrapo para que no lo pudiera abrir.
Rana fue a su vestidor y volvió con ropa para que me vistiera.
Me trajo lo siguiente que voy a ir describiendo según me lo fui poniendo con ayuda de Rana, porque, aunque ya podía ver algo, me resultó más sencillo contar con su ayuda, ya que algunas cosas eran algo difíciles de colocar.
Primero me puse un tanga negro que cubría lo mínimo y dejaba todo mi coño al aire, Rana metió un poco sus dedos para comprobar que tenía libre acceso a mi coño sin problema.
Luego Rana me empezó a colocar unas medias de red, que dejaban en todo momento visión de la mancha.
En tercer lugar, y sin ponerme ningún tipo de sujetador, me puse un minivestido negro de cuero, muy corto por abajo, se me veía medio culo casi con él puesto.
Después, llegó el momento de calzarme y Rana me facilitó unas botas de plataforma de una marca muy conocida y popular en los años 90. Las botas eran negras, de cuero y tenían plataforma y tacón ancho.
Aún faltaban cosas por ponerme, Rana sacó un
collarin
ortopédico, pero que era de cuero negro y me lo puso. Mi coño empezó a chorrear al notarme que casi no podía mover el cuello ni mirar para abajo.
Por último, faltaban, por el momento, los guantes, que eran largos y también de cuero negro.
Pude, por fin, observarme en un espejo y estaba espectacular, a pesar de que la mancha estaba plenamente visible.
Rana me esposó nuevamente las manos para que no pudiera quitarme nada y me pidió que la esperase, que iba ella a cambiarse de ropa.
Tras unos minutos de espera, no puedo precisar cuántos fueron, pues no había ningún reloj cerca, además, debido al
collarin
y al parche, mi visión era menor de la habitual, aunque mi excitación estaba al límite después de mucho tiempo, Rana volvió.
Lo que vi, hizo que mi coño empezara a empapar el suelo.
Rana llevaba también un vestido corto de cuero, parecía un
corset
largo, unas botas de cuero negras, al muslo y, nada más, mostraba todos sus tatuajes, estaba espectacular.
Rana me quitó las esposas, me cogió de la mano y bajamos las dos al salón.
El salón era enorme, tenía varios sofás de cuero negro, para sentar como a 15 personas sin problema; además, había también una televisión enorme. Las paredes estaban pintadas de negro, lo que daba un aire muy lujoso a la estancia.
Rana me pidió que me sentara porque quería hablar conmigo para proponerme algo.
Me dio a elegir entre, ir a cenar así vestida y, de ahí, llevarme a mi casa con mis padres y despedirnos definitivamente o convertirme en su sumisa y comenzar un cambio de vida para siempre, en la que Rana sería el Ama y yo, Ana, la sumisa a la que tendría que obedecer en todo, sin rechistar ni opinar, por radical que fuera.
Yo no lo dudé ni un segundo, llevada por la excitación de todo lo que había vivido en apenas unas horas y, a día de hoy, estoy muy contenta de la decisión que tomé.
Le dije a Rana que aceptaba, con la única condición de no tocar mi pelo, pues es algo que siempre he cuidado mucho y que no aceptaría cortes radicales.
Rana me dijo que no había problema y sacó un contrato con algunas normas que tendría que cumplir a partir de ahora.
También me dijo que me tendría que trasladar a vivir allí con ella, así como ir con ella de viaje cuando fuera necesario, por lo que, al día siguiente, me llevaría brevemente a mi casa, para hablar con mis padres, despedirme y recoger mis cosas de la casa.
Las normas que firmé eran las siguientes:
Ana se compromete, como sumisa, a cumplir siempre las normas y reglas que Rana le ordene, por extrañas o chocantes que puedan ser.
Ana sólo llevará la ropa que Rana le ordene llevar, sin importar la temperatura externa. El único calzado permitido serán las botas altas que permitan ver, en todo momento, la mancha de Ana.
La mancha de Ana siempre estará visible a menos que Rana así lo estime conveniente y nunca se podrá eliminar ni operar.
Ana llevará siempre, al menos, un ojo tapado con un parche.
Para dormir, Ana siempre llevará los dos ojos totalmente vendados
Es responsabilidad de Rana establecer la dieta diaria de Ana y es obligación de Ana, seguir esa dieta.
Lo mismo ocurre con las modificaciones corporales que Rana estime necesario hacer en el cuerpo de
Ana,
así como de los aparatos ortopédicos que Ana deberá llevar, según marquen los médicos.
Ana tendrá la obligación de consumir las sustancias que Rana le proporcione, incluso si su consumo fuera de dudosa legalidad.
Ana tendrá la obligación de fumar, al menos, un paquete diario de tabaco, a menos que, por razones de operaciones, no pueda hacerlo.
El cuidado del pelo de Ana es sólo responsabilidad suya, a excepción del corte, que será decisión de Rana, que no podrá cortarlo con maquinilla totalmente.
Cada punto que Rana me hizo leer en voz alta, me excitaba aún más que el anterior, así que firmé con ocho bolígrafos.
Tras firmar, Rana me ofreció un cigarrillo, el primero que fumaba en mi vida, pues, hasta ese momento, siempre había sido
anti-tabaco
.
Si bien es cierto que fumar es una de las cosas que más me ha costado hacer, al ir enganchándome, a día de hoy fumo, fácilmente, dos paquetes diarios y mi objetivo es duplicar esa cifra.
Después de fumar varios cigarrillos más, mientras hablaba con Rana acerca de las modificaciones corporales, eran ya las 20:30 por lo que Rana fue a coger lo que faltaba para poder salir.
Volvió con una mordaza de bola negra, una mascarilla negra y un abrigo largo de cuero, también negro.
Me puso la mordaza en la boca, me ayudó con la mascarilla y también me hizo poner el abrigo largo de cuero.
Antes de salir, Rana cogió un abrigo de visón que tenía ya preparado, también una mascarilla negra y fuimos al garaje para ir, en coche, a un restaurante.
En el garaje, había varios coches aparcados, vi de reojo, la llave de un Tesla, que era uno de los que estaban aparcados, nos montamos en ese y fuimos al restaurante.
Al llegar al restaurante, y antes de bajarnos del coche, Rana, de nuevo volvió a taponar mis oídos, así que no pude ya casi oír nada.
Rana me ayudó a bajar del coche y me quitó la mordaza negra de bola, para que pudiera cenar.
En el restaurante, mucha gente nos miraba y yo me empezaba a excitar con las miradas; curiosamente había más miradas de mujeres que de hombres.
Cuando llegamos, había una sorpresa, pues la mesa era para tres personas y nos estaba esperando una mujer que, según supe después, era cirujana plástica y quería verme para ver qué modificaciones se le podían hacer a mi cuerpo.
Hago aquí un breve paréntesis para describir a la cirujana, porque merece una breve descripción para que los lectores os
podáis
hacer una idea de cómo es ella.
Se trata de una mujer pelirroja natural, llena de pecas por todo el cuerpo, tetas bastante grandes, sin duda operadas, labios también retocados y un bonito culo, en el que también, como supe más tarde, tenía una mancha, como la que tengo yo en la pierna, pero más pequeña.
Rana me quitó, uno de los tapones, para que pudiera escuchar lo que la cirujana me quería comentar sobre las operaciones.
La cirujana, de nombre Pilar, que aún no lo había dicho, me estuvo explicando, por encima que me quería aumentar las tetas, pero que iba a ser en varias fases, es decir, con varias operaciones espaciadas en el tiempo, con el objetivo de conseguir unas tetas enormes, más grandes incluso que las de Rana.
También me dijo que me iba a operar el culo, para que se pareciera al de cierta famosa de EEUU muy conocida por la saga familiar que ha formado y que incluso ha tenido programa de tv propio, de cierto éxito.
Aprovecharía también la anestesia de la primera operación de tetas, para ponerme piercings genitales y en los pezones.
Y, para finalizar su improvisada consulta, nos dijo a Rana y a mí, que no habría problema en hablar con una neurocirujana, amiga común de Rana y de Pilar, para que me pudieran ir poniendo diferentes aparatos ortopédicos especiales que requieren receta y supervisión médica.
Tras la cena, que regamos con una botella de vino blanco casi por persona, nos despedimos de Pilar con sendos besos en la boca y fuimos de nuevo al Tesla, al coche, y de vuelta a Villaviciosa, pues había sido un día intenso.
Al llegar a casa, decidimos tomar una última copa, pues era ya la 1 de la madrugada y Rana volvió a sacar cocaína y, esta vez sí, me ofreció una raya, que yo acepté sin dudar.
Tras esa primera copa, llegó alguna más, casi nos bebimos, entre las dos, la botella entera.
Subimos a la habitación de Rana, que, a partir de ese momento, fue la que también compartí con ella y, sigo compartiendo.
Rana me ayudó a desnudarme, me dejó completamente desnuda, salvo por el parche que llevaba en el ojo. También me quitó las botas y me puso, otra vez, las esposas, para que no pudiera ni quitarme el parche, ni irme a ningún sitio ni tampoco masturbarme, algo que deseaba hacer con todas mis fuerzas, debido a la excitación que tenía.
Al poco tiempo, Rana volvió, desnuda salvo por las botas que llevaba, me volvió a tapar los ojos, al izquierdo, que aún estaba al descubierto, le puso el parche y la venda negra en ambos.
Me llevó a la cama de 2x2 metros y me esposó a ella.
Mi nivel de excitación era tal, que a Rana apenas le dio tiempo a hacer mucho en mi coño, pues me corrí muy rápido.
Como eran ya las 3 de la mañana, Rana y yo decidimos dejarlo por hoy y nos dormimos.
Al rato, noté como las esposas de las manos cambiaban de posición para volver a pasar a la forma que me impedía hacer movimientos, pero no me esposaban a la cama.
Habían pasado unas cinco horas, eran las 8 de la mañana y me despertó el olor a desayuno que invadía la cama.
La asistenta de Rana había preparado algo que olía muy bien pero que yo no podía ver, pues el vendaje de mis ojos me lo impedía.
Rana me fue ayudando a desayunar y me dijo que no me quitara la venda todavía, que ya me la quitaría ella misma cuando lo creyera conveniente; fue cuando recordé mi obligación de casi no poder ver.
Tras desayunar y darme, con ayuda de Rana, una ducha, me vestí, también con ayuda de rana, aunque, esta vez, algo más discreta que para salir la noche anterior.
Una minifalda muy corta de cuero, una chaqueta, también de cuero, con un top debajo, del mismo material y, claro está, botas. Iba entera de cuero negro, algo a lo que me iba a tener que ir acostumbrando.
Rana, antes de salir, me ofreció una raya de cocaína, para salir ya entonada, se sirvió ella otra y, antes de salir, repitió lo mismo de la mordaza, mascarilla y tapones.
El plan para hoy era, primero, ir a la casa de mis padres, a despedirme, explicarles que me había salido un trabajo que había aceptado y que me tenía que ir de casa, que yo me pondría en contacto con ellos y que no se preocuparan.
No se lo tomaron muy bien, pero aceptaron a regañadientes. La mordaza solo me la quitó Rana en el poco tiempo que estuvimos en mi casa, para poder hablar con tranquilidad.
Después de contarles a mis padres mi decisión, llegó el momento de ir de compras, pero eso es algo que contaré en el siguiente capítulo.