El cambio de vida de Ana (1)

Ana empieza a cambiar su vida, tras un encuentro con una persona muy especial en un parque.

Aviso importante:

Este relato, por desgracia, es sólo ficción. Todos los datos y nombres que aparecen aquí son inventados y, si alguien se siente identificado/a es pura coincidencia.

Hay en el relato BDSM y temas lésbicos principalmente.

En caso de tener alguna duda o comentario, ponte en contacto con el autor y hablamos.

Sin más, paso ya a la primera parte del relato.

Os voy a contar una historia de

cómo

mi vida cambió un día que fui a dar lo que era, en principio, un inocente paseo para poder dedicar tiempo a pensar.

Pero antes, me presento y me describo para que los lectores podáis tener una idea de cómo soy.

Mi nombre es Ana, soy morena, mido en torno a 165cm, tengo la piel oscura, vivo en Madrid y, sin duda, lo que más destaca en mi cuerpo, es una mancha de nacimiento de color marrón que tengo en la pierna izquierda y que ha sido siempre una de mis mayores preocupaciones a la hora de vestir, sobre todo, al hacerlo con faldas y vestidos, y, en especial, al salir en fotos que luego se publicaban en RRSS.

Tengo en torno a 30 años y estudié en un colegio bastante conocido de Madrid, apodado por algunos como “La Sucursal”, y que era frecuentado por familiares de algunos famosos.

Después de eso, estudié la carrera de Farmacia y probé en algunos trabajos relacionados con el tema, pero, en el momento en el que mi vida comenzó a cambiar, estaba sin trabajo fijo.

En cuanto a temas sentimentales, me encontraba también sin pareja, más que nada porque la timidez y el complejo por el tema de la mancha, me hacía muy difícil establecer relaciones con hombres; jamás pensé lo que me iba a pasar en este aspecto tan importante de la vida de una persona.

El día que todo cambió, fui al Retiro a dar una vuelta, para tratar de despejarme un poco. Llevaba un pantalón corto negro que dejaba la mancha visible, pese a todo, y un top deportivo negro. Me puse también unas botas negras.

Estaba ya saliendo casi del parque, pero justo antes, pasé por mi rincón favorito del parque, un lugar donde la gente deja libros y revistas y donde, en varias ocasiones, he recogido libros de Farmacia que me han servido en mis estudios, así como alguna revista o libro que llevaba tiempo buscando o que me pareció interesante.

Ahí fue cuando vi a la persona, a la mujer, que cambió mi vida para siempre.

Era una mujer rubia, muy femenina, pelo largo, en torno a 175cm, lo que me llamó la atención fue, sin duda, cómo iba vestida.

Llevaba un abrigo largo de cuero negro, de esos, tipo Matrix; unas botas negras de cuero, al muslo, un mini vestido negro también de cuero, así como unos guantes. Iba toda entera de cuero y, ya eso, me empezó a hacer sentir mojada, sin saber muy bien el porqué.

Me acerqué al sitio de los libros y pude verla más de cerca. Algo que no había notado es que, por un lado, tenía bastantes pecas en la nariz y en la cara, a pesar de la mascarilla negra que cubría la mitad de su linda cara (Por temas de

Covid

) y, por otro lado, llevaba bastantes tatuajes, al menos, se adivinaban, a pesar de la ropa que llevaba.

Fue entonces, cuando ella me vio y me dijo que le llamaba la atención la mancha de la pierna y que consideraba que era muy valiente al mostrarla, porque no era frecuente mostrar las cosas que cada uno tiene y no suelen ser bien vistas a nivel de la sociedad.

Yo me quedé sin saber muy bien qué decir, pero improvisé un poco y le dije que me gustaba mucho cómo iba vestida, en especial el hecho de que fuera entera de cuero.

La mujer me dijo que la llamaban Rana, aunque no me explicó el porqué de ese apodo.

Estuvimos un rato hablando, primero en el parque, en un banco en el que nos sentamos y, después, fuimos a una terraza cercana al parque para seguir la conversación.

Ya en la terraza, Rana me dijo que estaba soltera, me dejó bien claro desde el principio que era muy liberal en todos los aspectos y que buscaba a alguien que le ayudara en un asunto de índole BDSM que tenía.

Ya eran casi las 2 de la tarde, llevábamos un buen rato hablando y Rana me dijo de ir a comer por ahí, que invitaba ella, para seguir hablando y conociéndonos.

Fuimos a un japonés, comimos sushi y diversas cosas de la rica gastronomía japonesa y, de ahí, Rana me dijo que avisara en casa de que, hasta mañana, no iba a aparecer por ahí.

Algo que no he dicho todavía es que tengo una hermana y que aún vivo con mis padres, o bueno, lo hacía hasta el día que mi vida cambió...

Fuimos hasta donde Rana tenía aparcado el coche, un Volkswagen

Touareg

negro con tapicería de cuero y automático.

La casa de Rana está a las afueras de Madrid, en una urbanización de Villaviciosa de Odón. Se trata de un chalet enorme con piscina y cancha de tenis, entre otras muchas cosas.

Al llegar a la casa, lo primero que me impactó, aparte de la casa en sí, que era espectacular por fuera, fue el garaje, en el que había varios coches aparcados, así como fuera, en la parcela, donde había aparcados varios más, debajo de una especie de tejado.

Pero, una vez ya dentro, ahí ya sí me empecé a poner cachonda de verdad.

Toda la decoración, sofás, sillones... estaba basada en cuero negro, fue cuando empecé a comprender algunas cosas sobre como Rana iba vestida.

Subimos al primer piso, que es donde Rana tiene su habitación, con una cama de 2*2 metros, y, lo más impactante de todo, su vestidor, en el que casi toda la ropa es de cuero, combinada con abrigos de visón, entre otras pieles.

El hecho de ver toda la ropa, me hizo estar cada vez más húmeda y sentía que Rana se acercaba mucho a mí, lo que me ponía más cachonda todavía.

Rana me dijo que nos íbamos a dar una buena ducha, y que, por la noche, me iba a llevar a cenar a un sitio especial; además, me dijo que me iba a prestar ropa para que todo el mundo me observara y se fijara en mí al verme.

Nos empezamos a desnudar y fue entonces cuando pude ver a Rana por completo.

Sus tetas eran muy grandes, calculé que, al menos, se las había operado dos veces para poder tener las prótesis de ese tamaño.

Llevaba piercings tanto en los pezones como en la zona genital, de hecho, llevaba el coño como cerrado, con una especie de

corset

.

Ambos brazos, así como en la zona del escote estaban totalmente tatuados. En la espalda, llevaba un tatuaje enorme que le cubría la espalda entera.

Yo estaba cada vez más excitada y con pensamientos de querer lamer, besar y chupar cada centímetro de su cuerpo.

Pero, mientras pensaba, excitada, Rana interrumpió mis pensamientos y me preguntó si me dejaba probar algo especial...

Rana sacó un paquete de parches oculares que yo ya conocía porque se venden en farmacias y una venda negra; me dijo si le dejaba que me tapara los ojos, para disfrutar mejor de una experiencia especial.

Le dije a Rana que sí, casi sin pensar y, sin saber, que este era sólo el comienzo de una etapa en mi vida que iba a estar caracterizada por la falta de visión.

Entonces Rana sacó también un rollo de esparadrapo y empezó a taparme los ojos.

Primero me puso esparadrapo en el ojo derecho para que lo cerrara y, después, colocó el primer parche en el mismo ojo.

La sensación era agradable, podía aún ver algo, pero me gustaba.

Rana, que llevaba sólo unas botas puestas, me dejó así unos minutos y me dijo que iba a ir a la cocina a por un par de bebidas.

Al rato, trajo un par de vasos con whisky y también una bolsa con una sustancia blanca.

Vi que la sustancia blanca era cocaína. Rana se preparó dos rayas, una se la esnifó ella y la otra me la ofreció a mí; aunque yo nunca había probado la cocaína, la excitación hizo que no pudiera negarme a probarla, de nuevo, sin saber, que era el comienzo de algo que iba a cambiar en mi vida.

Me bebí el whisky casi de un trago, debido a los nervios que tenía y a lo excitada que estaba.

Fue entonces cuando Rana me preguntó si estaba ya lista para taparme el otro ojo, el izquierdo.

Cuando le dije que sí, apenas tardó unos segundos en empezar a repetir la operación que había hecho antes en el derecho, pero esta vez, en el izquierdo.

Esto ya sí que cambió las cosas totalmente, pues no podía casi ver nada, todo era oscuridad; Rana me preguntó si veía algo y le dije que sí, algo de luz.

Entonces Rana añadió lo que parecía la venda negra y, ya con ella puesta, sí que no podía ver nada.

Sentí su mano que me llevaba al baño, y empecé a notar el ruido del agua de la ducha.

De repente, noté una mano en el oído derecho, como si alguien metiera algo ahí, era Rana, que había metido un tapón en el oído para que no pudiera tampoco oír nada. Segundos después, noté lo mismo en el oído izquierdo.

Mi excitación iba en aumento, no podía ver nada debido a los parches y la venda que cubrían mis ojos y, ahora, ya tampoco podía oír apenas nada, debido a los tapones en mis oídos.

Fue entonces cuando recibí algo que, aunque no me lo esperaba, cada vez deseaba más, Rana me empezó a besar en la boca y a acariciarme el cuerpo.

Yo decidí dejarme hacer y no parar, pues la excitación por todo lo que llevaba encima, así como el efecto del whisky y de la cocaína, me impedían negarme o intentar parar la agradable y excitante situación que estaba viviendo y que era sólo el comienzo del cambio de vida.

Notaba sobre todo que Rana lamía la zona de la pierna donde está la mancha mientras, metía sus dedos en mi coño, algo que me excita sobremanera.

Tras algo de tiempo así, me corrí, no sé

cuánto

pude aguantar, pues no veía nada debido a los vendajes que llevaba.

Noté de nuevo la mano de Rana que me quitaba por un momento uno de los tapones de los oídos para decirme, “vamos ahora al jacuzzi”

Pero eso fue cuestión sólo de segundos, en cuanto dijo eso, Rana volvió a ponerme el tapón y yo volví a no poder oír nada.

Antes de ir al jacuzzi, noté también como Rana colocaba un apósito en cada oído, por lo que era ya casi imposible poder oír nada.

De ahí, Rana me tuvo que ayudar a bajar los dos pisos, hasta la zona de gimnasio y deporte, que es donde está el jacuzzi interior.

Así que bajamos las dos, de la mano, tardamos un buen rato, pues, además, ambas llevábamos botas que, en mi caso, Rana me había ayudado a ponerme, pues yo no podía ver debido a los vendajes.

Al llegar al jacuzzi, de nuevo Rana me ayudó a quitarme las botas y a meterme al jacuzzi.

Me esposó las manos, con unas esposas negras que tenía ya preparadas, para que no pudiera quitarme ninguno de los dos vendajes que llevaba y me dijo que iba a ir a por más bebida.

Minutos después, Rana trajo dos refrescos de esos que son energéticos, y una botella de Whisky, así como vasos para servir las bebidas.

Rana nos sirvió las bebidas y se volvió a poner otra raya de cocaína.

En esta ocasión no me ofreció, pues, al ser la primera vez, era mejor no forzar mucho la máquina, además, aún me estaba empezando a acostumbrar a no poder ver.

Ya en el jacuzzi, fui yo quien empecé a acariciar el cuerpo de Rana, pues seguía estando muy excitada, a la vez que sorprendida, de los acontecimientos que me estaban deparando en apenas unas horas.

Habrá más partes si veo que el relato gusta.