El cambio de vida de Amanda

Una mujer de la alta sociedad es detenida por la policía por culpa de su marido y sometida a múltiples humillaciones y vejaciones.

Hola me llamo Amanda y voy a contarles lo que me viene sucediendo desde hace algún tiempo.

Yo tenía una vida perfecta, 32 años, Directora de Ventas de una importante empresa con sucursales en muchos sitios y con un sueldo espectacular. Casada con Alberto un economista que dirigía una empresa muy importante, desde hacía tres años. No teníamos hijos todavía porque habíamos decidido consolidar nuestra profesión y luego tener hijos. Nos llevábamos muy bien y todo era perfecto. Vivíamos en un ático con vistas al mar. Todo era perfecto hasta que un día cambió de golpe.

Era un domingo por la mañana, Alberto y yo tomábamos el sol en la terraza cuando llamaron a la puerta. Yo estaba tomando el sol solamente con unas braguitas ya que la terraza está protegida de las miradas de curiosos al ser el edificio más alto de la zona. Me puse una camiseta que me tapaba apenas las braguitas y fui a abrir.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando me encontré a cuatro policías que me enseñaban las placas y una orden de registro firmada por el Juez. Dos policías iban de paisano y dos de uniforme. Llamé a Alberto que salió enseguida mientras los policías entraban en la casa y se ponían a removerlo todo sin el más mínimo cuidado. Me di cuenta que Alberto estaba muy nervioso aunque trataba de aparentar tranquilidad.

Voy a llamar a nuestro abogado.- Dije mientras los policías rebuscaban por todos sitios, porque no salía de mi asombro y pensaba que debía ser un error.

Tú no vas a llamar a nadie.- Me dijo uno de los policías de paisano que parecía ser el que mandaba.- Te vas a sentar ahí, y vas a estar calladita

¡Oiga,! ¿Cómo se atreve a?.- No me dio tiempo a terminar la frase, porque el policía me cogió del pelo con fuerza, tiró mi cabeza hacia atrás y me llevó hasta el sofá sentándome de golpe. Lo hizo con tanta violencia que mi camiseta se subió dejando mis bragas a la vista de todos.

Si te mueves un milímetro de donde estas te pego una hostia que te salto todos los dientes, comprendes zorra?.- Me dijo el policía después de sentarme. Me dio tanto miedo al oírlo que no me atreví siquiera a moverme para bajar mi camiseta y tapar mis bragas.

Al cabo de un rato salieron del dormitorio con un maletín y lo abrieron delante de nosotros. Contenía unas bolsas con polvo blanco. Yo no lo había visto en mi vida pero a Alberto pareció caérsele el mundo encima.

Nos detuvieron a los dos y nos dijeron que nos llevaban a Comisaría. Yo pedí que me dejaran vestirme pero me dijeron que no iba a una fiesta, que así iba bien. Así que me sacaron de casa esposada junto a mi marido, con una camiseta que apenas me tapaba las bragas y sin sujetador. Al entrar en el coche de la policía me vieron varios vecinos y creía que me moría de vergüenza.

Llegamos a comisaría y nos metieron en una habitación donde nos tomaron las huellas y nos hicieron unas fotos. Y luego nos metieron a cada uno en una celda que tenía una puerta metálica y una pequeña ventanilla que se abría desde fuera para poder observarte. Olía a rayos y estaba bastante sucia.. En la mía no había nadie más. Eso me tranquilizó un poco. Me aterraba la idea de compartir la celda con mucha gente que no admiten demasiado bien a la gente de mi clase social en esos sitios.

Al cabo de mucho rato allí sentí unas terribles ganas de ir al aseo y golpee la puerta de la celda hasta que acudió un policía, que se asomó por la ventanilla. Le pedí ir al aseo y me acompañó a un lugar que aún olía peor y en el que había un inodoro sin puerta. El inodoro estaba muy sucio. Esperé a que el policía se fuera. Pero no se movía. Como veía que yo no hacía nada me dijo:

¿No tenías ganas de mear? ¿A que esperas? Yo no puedo irme, no te puedo perder de vista. Así que bájate las bragas y mea de una vez o nos volvemos para la celda y te lo haces encima.

Me sentía humillada, sucia. De pronto todo mi mundo se había derrumbado y yo no era nada. Una cosa que todo el mundo podía tratar mal y humillar. Pero no podía aguantar las ganas de hacer pis. Así que me trague mi orgullo y me bajé las braguitas hasta las rodillas y sin sentarme en el inodoro con las piernas un poco flexionadas y un poco abiertas, dejando a la vista del policía mi rajita empecé a hacer pis. Cuando acabé no encontré papel para limpiarme así que me subí las bragas que se mojaron con las últimas gotas de pipí, eso me hizo sentirme más sucia, más humillada. El policía me acompañó a la celda y me dejó allí sentada. Pude ver una sonrisa burlona en su cara, por haber hecho que me bajara las bragas e hiciera pis delante de él. Una sonrisa triunfal por haberme humillado..

Cuando llevaba mucho rato en la celda sentada en un camastro con las piernas encogidas procurando no tocar casi nada apareció en la celda el policía que me había detenido. El mismo que me había cogido del pelo y sentado en el sofá en mi casa. Era un hombre de unos 40 años, muy alto y muy corpulento, que me daba miedo. Y me dijo:

Hemos encontrado dos kilos de coca en una maleta en tu casa. Estáis jodidos los dos. Os van a caer nueve años, como mínimo. De todos modos tengo que hacer el informe para el juzgado y de eso depende todo. ¿Entiendes lo que quiero decir? – Negué con la cabeza. No entendía nada. Estaba alucinada. Nunca había hecho nada ilegal, soy de buena familia y me habían educado en los mejores colegios y en el respeto a las normas sociales. No sabía nada de drogas ni de la maleta que apareció en mi casa.

Quiero decir.- Continuó el policía.- que depende de mi informe las cosas pueden ser de una u otra manera. Tu marido está jodido. Pero tú, si yo quiero puedo sacarte de aquí esta misma tarde. Basta con que diga que de las investigaciones practicadas hemos averiguado que tú no sabías nada de la maleta ni de la droga. Te tomamos declaración como testigo ahora mismo y te vas a casa. Si te vas hoy a casa puede ir mañana lunes a trabajar y en tu empresa nadie tiene porque saber que has estado aquí. En cambio puedo decir que si sabías lo de la droga y entonces la cosa será distinta. De momento pasarás la noche aquí. Mañana por la mañana llamaremos a tu abogado y vendrá por la tarde y volverás a pasar la noche aquí y pasado mañana irás al juzgado a prestar declaración y es posible que el Juez te meta en la cárcel hasta el juicio.

Pero yo no sabía nada.- Dije llorando.

Ya lo sé, pero así están las cosas si quieres salir de aquí, irte a casa y darte una buena ducha para quitarte la suciedad de la celda, solo tienes que ser una niña buena conmigo. ¿Comprendes?

Sí, ya empezaba a comprender lo que aquel cerdo pretendía, pero se me caía el mundo encima de estar más tiempo en la celda sucia y asquerosa y pensar que me podían mandar a la cárcel sin haber hecho nada, pero no sería la primera a la que le pasaba eso

¿Qué quiere que haga?.- Dije con un hilo de voz y resignada a volver a tragarme el orgullo y dejar que aquel cerdo me humillara e hiciera lo que quisiera.

Bueno, parece que nos entendemos. De momento quiero que ya que llevas todo el día enseñándome las bragas y poniéndome cachondo, quiero que ahora te quites las bragas y me enseñes lo que hay debajo. ¿Ok?

No tenía más remedio que obedecer si quería salir de allí, así que me bajé las bragas delante de un policía por segunda vez esa tarde y las deslicé por mis piernas sacándolas por lo pies y dejando expuesta mi intimidad aunque con las piernas cerradas

Bien, ahora quiero que abras completamente las piernas para verte bien. – Dijo a continuación y yo obedecí abriendo totalmente las piernas y dejando mi entrepierna completamente a la vista.- Muy bien me encanta ver a una chica tan fina como tú en esa postura tan grosera.- Dijo riéndose y humillándome más aún. – Por cierto ¿Cómo llama una chica tan fina a esto? .- Dijo poniendo su manaza encima de mi sexo.

La vagina, el sexo.- conteste yo avergonzada.

Demasiado fino, quiero que lo llames coño, chumino, potorro, higo, almeja, raja…..Vamos quiero que me digas que mire tu chumino bien abierto. Tu raja toda mojada. ¡Dilo, puta!.

¡Mira mi chumino bien abierto. Mi raja toda mojada..- Dije avergonzada deseando que me follara y se corriera cuanto antes y acabara toda esa humillación.

Así me gusta pijita. Ahora quiero que te quites la camiseta, quiero verte las peras. – Me quité la camiseta y me quedé completamente desnuda. Hasta ese día pocos hombres me habían visto desnuda. Alberto y otro novio que tuve a los 18 años y hoy ya me habían visto dos sin bragas.

Bien, tienes unas buenas peras, pijita. Ahora voy a cumplir un deseo. Voy a ver como una niña pija como tú, se pone de rodillas con el chocho y las peras al aire, en el puto suelo y me suplica que le deje comerme la polla .

Me puse de rodillas en el suelo delante de aquel cerdo y le dije:

-¡Por favor, te suplico que me dejes comerte la polla!

Se sentó en el camastro y se sacó la polla indicándome que empezara a chupársela. Me la metí en la boca y empecé a chuparla. La verdad es que estaba bien dotado, su polla mediría unos 18 o 20 cm.

Quiero que babees sobre mi polla , que la llenes de saliva y que tus babas caigan por tu barbilla, por tu cuello por tus tetas.

Empecé a babear sobre su polla, a generar mucha saliva y aguantarla en la boca para soltarla de golpe y que cayera sobre mi cuello, sobre mis tetas. Me metía su enorme polla hasta el fondo de mi garganta produciéndome arcadas. Aguantaba la polla allí y apenas me dejaba respirar. Acumulaba mucha saliva en la boca y cuando sacaba la polla para dejarme respirar las arcadas y la tos hacían que las babas salieran y cayeran sobre su polla y sobre mis tetas, hasta que estaba completamente mojada en el suelo de rodillas y desnuda.

¡Que ridícula te ves así!. Eres una babosa, pareces una niña pequeña babeando. – Dijo mientras se reía a carcajadas. ¡Dime que eres una babosa chupapollas y que me suplicas que te folle el potorro! Que te convierta en mi hembra y que tú te abrirás para tu macho, para que te folle, que es para lo único que vales.

No estaba dispuesta a suplicarle que dejara de humillarme porque eso me humillaría más y a él lo excitaría así que dije:

Soy una babosa chupapollas y ahora te suplico que me folles el potorro. Quiero que me conviertas en tu hembra. Y yo me abriré para mi macho, para que me folle que es para lo único que sirvo.

¡Ponte a cuatro patas y ábrete bien de patas, perra!

Me puse como dijo, con las piernas todo lo abiertas que podía y me obligó a bajar la cabeza, hasta tenerla a escasos centímetros del suelo, lo que hacía que mi culo se levantara y que la postura fuera muy humillante, porque dejaba a la vista mi culo y mi rajita. Me sentía expuesta, ofreciéndome a un macho como me había hecho decir hacía un instante. Esperé su embestida, esperé que me metiera su polla. La noté en la entrada de mi vagina, abriéndose paso, hasta entrar dentro de mí y bombear sin parar. Notaba como entraba toda dentro de mí, con fuerza y mis tetas se balanceaban por los impactos.

¿Quieres que me corra en tu coño y te lo llene de leche o te puedes quedar preñada? Si te puedes quedar preñada dímelo y te encularé y me correré en tu culo. Vamos, quiero oírte pedirme donde quieres mi leche, en tu coño o en tu culo?

Como dije al principio no queríamos tener hijos por lo que llevo puesto un DIU así que no le di el gusto de pedirle que me enculara

Quiero que te corras en mi coño y me lo llenes de leche.- Dije deseando que todo acabara cuanto antes.

Nada más decirlo noté como se ponía tenso con su polla dentro de mí, y comenzaba a soltar varios chorros de semen que me llenaban por dentro. Nunca había notado una corrida con tanto semen, eran auténticos chorros como si hubiera abierto un grifo. Estuvo corriéndose un buen rato y yo notaba entrar su semen caliente dentro de mí. Cuando la sacó noté como el semen resbalaba desde mi rajita por mis muslos. Me pidió que se la limpiara con la boca y me tragara los restos de su semen y de mi flujo para terminar de humillarme.

Me dijo que me vistiera, que iríamos a su despacho y firmaría una declaración y podría irme a casa. Le dije si podía lavarme en algún sitio porque no soporto no lavarme y estar llena de semen. Me dijo si me creía que estaba en el Ritz. Se rió y me dijo que las putas como yo deben llevar el semen del macho en su coño. Que diera gracias que no me hacía ir desnuda al despacho para que me vieran todos. De pronto dijo:

Aunque estoy pensando que voy a divertirme un poco más contigo. Salir de aquí, hoy y de rositas, merece que yo me divierta un poco más.. Vamos a ir a la celda de tu marido, para que te despidas de él. Pero tú vas a ir desnuda, así sus compañeros de celda te verán en bolas. Además le dirás a tu marido delante de todos que te has dejado follar el chumino como una perra a cuatro patas y que lo tienes lleno de leche. Pero que a cambio de ser una puta, chupar polla y dejar que te la metan en la raja y te llenen de leche, te puedes ir a casa ahora. Luego le dirás que te toque el potorro y compruebe que está lleno de leche del macho que te ha convertido en su perra. Así sus compañeros sabrán que tu marido es un cornudo y que tú eres una puta.

Me hizo salir desnuda de la celda y caminar por el pasillo hasta una celda que ordeno al policía que me había acompañado al aseo, el cual no dejaba de mirarme, que abriera. Había cuatro hombres aparte de Alberto en la celda. Estaban sentados en un banco pegado a la pared. El policía le dijo a Alberto que se acercara que su mujer tenía que decirle algo. Los otros cuatro no dejaban de mirarme desnuda allí de pie. Alberto se acercó.

Dile lo que has venido a decirle.- Dijo el policía. – Vamos, díselo o te meto en la celda y te dejo con esos cuatro para que te rompan el culo.

Me he dejado follar el chumino como una perra a cuatro patas y me lo han llenado de leche. Pero a cambio de ser una puta y chupar polla y dejar que me la metan en la raja y me la llenen de leche, me puedo ir a casa ahorra. Tócame el potorro para comprobar que esta lleno de semen del macho que me ha convertido en su perra. – Lo dije llorando de humillación porque era demasiado tener que humillarme delante de mi marido y abrir las piernas para que él mismo comprobara que, efectivamente, me había dejado follar y estaba llena de semen. Alberto no hizo ningún movimiento y entonces el policía dijo:

¡Tú, perra, abre las piernas para que te lo toque y compruebe que está lleno de leche de tu macho! Y tu cornudo pásale la mano por el chumino o la meto aquí dentro para que se la follen todos estos!

Abrí las piernas y como Alberto parecía no decidirse le cogí la mano y la pasé por mi coño del que notaba como salía semen que resbalaba por mis muslos. El policía se rió y dijo:

Ves , Alberto esto es lo que os pasa a los chicos malos. Que llegamos los buenos y nos follamos a las putas perras de vuestras mujeres. Bueno, la putita y yo nos vamos.

Me despedí de Alberto y le dije que hablaría con nuestro abogado cuando llegara a casa y salí de la celda sin poder para de llorar. Recogimos mi ropa y me dejó vestirme, aunque con la poca ropa que llevaba. Me sentía sucia y humillada y el semen que salía de mi rajita me estaba manchando las bragas y las sentía pegajosa, pegadas a mi sexo, lo que me causaba una sensación de asco y humillación.

Fui a su despacho firme la declaración, donde decía que yo no sabía nada. Me devolvieron las llaves de mi casa y me pude marchar. El inspector me dio 10 euros para que pudiera coger un taxi y me dijo que era por los servicios prestados. Me fui de allí lo más rápido posible, cogí un taxi y llegue a casa. Llene la bañera y me metí dentro para quitarme la suciedad, el semen que salía de mi coño, y había manchado las bragas y me hacía sentir sucia y pringosa y me relaje cuanto pude intentando olvidar todo lo que había pasado ese día. Lo que no sabía era que mis humillaciones no habían hecho más que empezar.