El camarero y yo
Hay que ver como está el servicio!
El camarero y yo
Habíamos quedado en la Plaza del Ayuntamiento, y allí estaba esperando mi llegada. Se quedo sorprendido por el atrevimiento de mi vestimenta al verme descender del coche, teniendo en cuenta el lugar al que nos dirigíamos. Con toda la intención, mi ropa consistía en una minifalda negra, sin medias, y una chaqueta a juego, cerrada con un solo botón, y sin nada bajo ella.
Sin quitarme los ojos del escote, me saludó con dos besos muy cerca de la boca y entramos en la cafetería. No había mucha gente en ella, unos jovencitos compatriotas y conocidos de Mayo, que me miraron asombrados, y un par de camareros para el servicio de la sala, uno de los cuales acudió enseguida a preguntarnos lo que deseábamos, pero sin mirarnos a la cara, solamente atraído por mis tetas, que se podían entrever por la abertura de la chaqueta.
Mayo, muy lanzado y tremendamente morboso, se sentó frente a mi y comenzó a acariciarme las piernas, a lo cual yo le ayudaba al colocarlas sobre las suyas, subiendo por ellas con descaro. No se cortó para nada cuando llegó el camarero con nuestro pedido y este, absorto como estaba, por muy poco pudo evitar el dejar caer la bandeja sobre nosotros.
Que calor tengo, dije, desabrochando el único botón de mi chaqueta que la mantenía medio cerrada, y con toda tranquilidad la abrí por completo desnudando mi pecho y sin dejar de mirarle. El camarero se quedó alucinando, como si no pudiera creer que aquello le pasaba a él.
Mayo, desde luego, aprovechó la ocasión, comenzó con un dedo a seguir la línea de un imaginario collar sobre mi pecho, hasta posarlo sobre uno de mis pezones; primero con un dedo, después toda la mano, mientras que, con la otra subiendo por mis piernas, había llegado al lugar donde esperaba encontrarse con la barrera de mi tanga y su sorpresa fue mayúscula a no encontrarla, y poder llegar en su exploración hasta mi sexo. De cara a él, separe mis piernas permitiéndole el acceso. Su dedo se posó sobre mis labios, los acarició presionando hasta lograr que se humedecieran lo bastante como para permitirle el paso sin dañarme; poco a poco iba logrando que se abrieran, con el dedo acarició mi clítoris que respondió de inmediato a la caricia, siguió presionando y yo sentía como se abría camino, como me penetraba con él, hasta sentir el resto de su mano que le impedía ir mas lejos.
Me di cuenta de pronto, que el camarero no había cesado de dar vueltas en torno nuestro, se había colocado tras de Mayo, desde donde tenía una estupenda vista de mis piernas abiertas, y como la mano de Mayo tapaba mi sexo, el pobre diablo debía estar tratando de ver si llevaba braga puesta.
Le ordené a Mayo, llama al camarero. Cuando acudió le dije que era yo quien le llamaba. Antes, cuando barría el suelo, no vio mi collar de perlas?, le pregunté abriendo completamente mi chaqueta. Lo llevaba sobre el pecho, continué, siempre con la mano de Mayo sobre una de mis tetas y su dedo metido hasta lo mas profundo de mi sexo.
El hombre babeaba literalmente, mientras Mayo se moría de risa. Me respondió que no lo había visto, pero que lo buscaría y comenzó a hacerlo alrededor mío, entre mis piernas. Como para ayudarle, me puse en pie y abrí mis brazos en cruz, como invitándole a buscar sobre mi. Avanzó su mano, pero no se atrevió a tocarme aunque yo seguía con la chaqueta totalmente abierta, el no quitaba los ojos de mis tetas, y Mayo, con el mayor descaro, acariciaba de nuevo mis piernas. Me dirigí a él, has encontrado alguna de mis perlas, pregunté. Acariciándome el clítoris respondió, solo una; continué preguntando, Mayo, recuerdas si en algún momento he ido al baño?. No lo recuerdo, me contestó él. Es posible, les dije, que haya podido caérseme en el baño, así es que voy a ver.
Voy yo, señora, dijo el camarero, pero no acepté y acompañada de Mayo me dirigí al Servicio, entramos juntos y nada mas hacerlo me abrazó por la espalda apoderándose de mis tetas. Eres mala, me dijo sin soltarme, que te ha hecho ese pobre hombre?. Es grasiento, respondí, sucio, babea como un perro; ya verás como no tardará mucho en aparecer por aquí para ver lo que hacemos.
Démosle una sorpresa dijo Mayo, me tomó en brazos hasta sentarme sobre el mueble del lavabo y abriéndome las piernas se puso de rodillas para simular que me chupaba el coño. Pasaron minutos y no se estuvo quieto, sus manos y su boca dejaron de simular; sentía su lengua sobre el clítoris, lamiéndome, excitándome hasta que se puso en pié sacando una polla enorme, realmente mayor de lo que nunca antes había visto. Con las piernas abiertas, como estaba, se colocó entre ellas, con las manos separé los labios de mi sexo y nada más hacerlo me penetró de un golpe. Sentí que estaba llena, aquella polla enorme me llenaba por completo y hasta parecía crecer dentro de mi, abrazada a su cuello, sin parar de besarnos, nuestro ritmo se aceleraba en busca del orgasmo cuando oímos la puerta, era el camarero. Desde ella el me miraba, había abierto su pantalón y sacado su polla, se estaba masturbando, y yo le miraba a sus ojos, diciéndole en silencio espera, tú tendrás también tu ración.
Mayo se retiró de mi y se volvió furioso hacia el camarero, le había interrumpido con su entrada y estaba al borde de un orgasmo abortado. Imbécil!, le gritó, agitando aquel miembro monstruoso, ahora eres tu quien me la va a chupar, le dijo. El camarero me miró perplejo, yo estaba sentada sobre la plataforma del lavabo, con las piernas y la chaqueta abiertas, muy seria le dije, busca mis perlas, es el collar de perlas de mi perro, y señalando a Mayo, continué, ya ves como se pone sino lo tiene. El camarero se hincó de rodillas ante mi sin fingir buscar nada, acercando su boca hasta mi sexo, comenzó a lamerlo como si el perro fuera él. Le aparté, y señalando a Mayo, le dije, hazlo, si se la chupas, después yo chuparé la tuya.
Sin dudarlo un instante, el camarero se puso en cuclillas ante Mayo, tratando de meter aquella polla gigante en su boca, no tardó ni un segundo Mayo en correrse, estaba tan caliente que comenzó a arrojar su semen en dirección a la cara y pelo del camarero, poniéndole perdido, para nada más terminar dirigirse hacia mi; su polla no parecía haber disminuido pese a la tremenda descarga que acababa de tener, abrió más aún mis piernas, con los dedos mojados de su saliva, humedeció la entrada de mi sexo y la cabeza de su polla que nuevamente me penetró con furia, sin contención alguna. Clavada como estaba me levanto en vilo, con mis piernas rodeando su cintura, chocábamos contra las paredes, contra el lavabo, contra la puerta que se abrió con estrépito mientras un violentísimo orgasmo nos sacudía a ambos.
Recuperada la calma vi como el camarero lavaba su cabeza y me dio asco. Recompuse mi ropa y salí del baño, atrás quedaban los dos, el camarero inmundo y Mayo que había dejado de interesarme, se había convertido en solo una herramienta para ser utilizada, y él, nada tonto, lo sintió. Al día siguiente había desaparecido totalmente y nunca volví a verle.