El camarero y la rubia
Un rato de sexo contado desde dos puntos de vista
El camarero lo cuenta:
Era un día laborable, y por ello me extrañaba más. Se había sentado en una mesa y había pasado horas allí. Al cruzar delante de ella le echaba jugosas miradas a sus larguisimos y bien torneados muslos enfundados en unas medias de rejilla de las de putón de toda la vida y que salían de una minifalda de cuero muy, muy corta. Unas sandalias con un tacón de aguja fino y largo los ahusaban aún mas.
Los pechos abundantes, generosos asomaban entre los botones desabrochados de su blusa blanca, casi transparente. Los pezones apenas los dimulaba el encaje del sujetador que los cubría lo justo Pues al agacharme para dejar en su mesa las cosumiciones que me pedía mis ojos se deslizaban por el canal de su escote y mi otro yo reaccionaba a la forma perfecta en como eran sostenidas aquellas dos enormes masas. El carmín rojo fuego de sus labios los perfilaba como una herida sangrante y la lengua asomaba burlona de vez en cuando para remojarlos.
La nariz un poco ancha y plana para mi gusto pero le daba personalidad a su rostro. Los ojos muy maquillados, los parpados en un tono carne daban resalte a las pupilas azules. De vez en cuando me guiñaba uno de ellos dejando caer las largas pestañas. La media melena rubia y lisa como si acabara de salir de la peluquería. Tendría como unos cuarenta y tantos años y estaba jugando conmigo. Yo me había quedado solo atendiendo el bar de mi tio, eso no era nuevo para mi.
A mis todavía no cumplidos veinte años no me gustaba estudiar y para ganarme unas perrillas atendía el bar por las noches. Alguna vez mas de una chica habia me dejado caer su número de telefono o si era mas descarada me había pedido el mío. Habia salido con esas chicas e incluso a veces había conseguido llevarmelas a la cama, pero nunca habia tenido un coqueteo tan descarado. El bar se fue vaciando pero ella no parecía querer marcharse.
Hacía frio fuera pero dentro tenía la calefacción al máximo, de hecho yo solo estaba con unos vaqueros y una camisa blanca y su abrigo de pieles descansaba en una silla a su lado. Pensaba quedarme a dormir en la litera del almacén pues me tocaba abrir por la mañana. Me distraje un minuto cobrando a la última pareja que se marchaba y cuando volví a mirarla otro botón mas de su escote habia caido.
El sujetador blanco podía verlo perfectamente y sabiendo que la miraba descruzó las piernas lentamente abriendolas de forma insinuante. En la confluencia de sus muslos blancos que sus medias, no pantis, descubrían pude ver el negro encaje del tanga cubriendo su pubis. Sus movimientos como los de gato lentos y deliberados, insinuantes y sinuosos, hechos para excitar para provocar. Cada músculo calculado trabajado para resaltar alguna parte de su bello cuerpo.
Despacio se levantó y se acercó a mí bamboleando las caderas, sin molestarse en estirar el cuero sobre sus muslos, las medias ajustadas a ellos dejaban al descubierto parte de su piel hasta llegar a la falda. Con una voz ronca y sensual me preguntó qué me daba y yo le contesté que un beso, y o ella estaba caliente o yo había perdido la razón. Deslizó una mano sobre mi hombro, acariciadora, recorriendo mi piel hacia mi cuello y tirando de mi, me acercó a ella hasta que sus labios se posaron sobre los mios, solo un segundo despues sentí su lengua abriendo mi boca para explorarla con lentitud y el resto de nuestros cuerpos hicieron contacto.
Sentí los dos poderosos pechos sobre la fina tela de mi camisa y el cuero de su falda frotandose contra mis caderas donde algo que ya llevaba un rato recordandome que existía estaba reaccionando a toda máquina. Mis manos se deslizaron por su cintura sintiendo el tacto suave de la seda de su blusa, sus dedos revolviendo el corto cabello de mi nuca, un escalofrio recorrió mi cuerpo de allí hasta los pies y su otra mano en mis nalgas empezaba a apretarme fuerte contra ella.
Mi lengua jugaba con la suya en un baile de saliva y deseo mientras sus carnes duras se apoyaban en mi cuerpo. No se lo que duró aquel primer beso pero me pareció eterno. Ninguno quería separar el abrazo, solo para pasar a mayores. Mis manos se posaron en las firmes nalgas amasandolas de una forma salvaje y su falda se recogió un poco mas. Dejame echar el cierre le dije entre suspiros, solo así pude lograr que me soltara.
Muerto de frio volví a su lado pensando que no me iba a faltar su calor. Y así fue, entre sus brazos volvió a recibirme y sus uñas perfectas y largas trazaron surcos suaves en mi espalda. Rocogí la falda un poco mas y por fín llegué a acariciar la piel suave de su culo desnudo, así fue como descubrí que no era rubia natural y lo oscuro que se me habia insinuado antes entre sus muslos no eran sus bragas sino el negro vello de su pubis. Con violencia me abrió la camisa saltando algún botón y el carmin de su boca parecia un reguero de sangre recorriendo mi pecho de arriba a abajo.
Me comía las tetillas, lamiendo y mordisqueando los pezones manteniendome acorralado contra la barra. Ella llevaba la iniciativa y yo no podia ni quería hacer nada para pararla. Se agachó un poco mas para lamer mi vientre hasta llegar al ombligo y desabrocharme el cinturón. Yo tambien quería ver y acariciar su piel. Así que la sujeté para que volviera a besarme en la boca y pude quitarle la blusa, solo dos botones quedaban y saltaron deprisa, solo una pulsera de oro detuvo la liviana tela arremolinandola un segundo cuando terminaba de salir de sus brazos.
Parecia que sus pechos firmes, grandes, generosos me miraban implorando que los liberase de la prisión de encaje en la que estaban constreñidos. Y mientras acariciaba uno de ellos por encima de la tela notando el pezón duro en mis dedos con la otra mano hice saltar el broche de su espalda. Tirando de la prenda salió sola por sus brazos estirados a los que les costaba abandonar mi cintura. Las tetas colgaban un poco, eran grandes y bronceadas como de top less o de cabina de rayos uva, las areolas oscuras y el pezón duro casi un centimertro de carne que se dejaba chupar y sorber, pasar mi lengua alrededor o los dientes suavemente.
O besaba toda la piel del pecho, metiendo mi cara entre ellos apretandolos en mis mejilas sin dejar mis dedos quietos, sin dejar de recorrer la piel de su espalda o vientre. Sus manos ansiosas no paraban quietas desabrochando los vaqueros y bajandolos por mis muslos dejádome en ajustado slip con mi polla dura marcandose a traves de la fina licra. Me separé de ella lo justo para sacarme los playeros los calcetines y el pantalón y de inmediato la cojí de las nalgas y la subí a la barra.
Allí con la falda de cuero recogida en la cintura y recostada sobre sus codos con las piernas bien abiertas me incliné sobre el tesoro de entre sus muslos y comencé a besarlo con adoración, el bien recortado y moreno vello, los carnosos, desarrollados labios de su vulva que se abrieron al primer roce leve de mi lengua juguetona. Así pude deslizarla entre ellos en busca del preciado tesoro de su prominente clítoris o intentaba introducirla lo mas posible en el pozo de su vagina y todo ello sin dejar de mover mis manos arriba y abajo por los muslos o subirlas por su vientre en busca de los globos de sus pechos pero sin acercarlas al coño humedo reservandolo solo para mi golosa lengua y juguetones labios.
Ella cual gimasta abria cada vez mas los muslos y yo podia deslizar mi lengua un poco mas abajo hacia el canal de sus poderosas nalgas, por el perinneo. Gozando y gimiendo se dio la vuelta para quedar a cuatro patas sobre la superficie de granito pulido y permitirme un cómodo acceso al ano, abriendo las grandes nalgas con mis manos me dediqué al beso negro lamiendo su raja con toda la intención y jugando con mi lengua en el agujerito estrecho, intentando introducirla lo mas posible. Parecia disfrutarlo cuando la mordisqueaba las nalgas con dulzura o bajaba lamiendo de nuevo hacia su coñito, su profundo aroma a hembra excitada inundaba las fosas de mi nariz que tambien rozaba su piel, su culo o se introducia todo lo posible en la vulva.
Estaba consiguiendo hacerla disfrutar, parecia correrse al ritmo de mi lengua y mi polla estaba tan dura que casi me dolia. Me pidió que la bajara, que me quería en su interior. Así lo hice y cogiendola de la mano la conduje al humilde catre del cálido almacén. Sin soltar mi mano se sentó y de inmediato cogió otra parte muy apreciada de mi persona. Sosteniendo mis huevos con una mano depositó un suave beso en el duro glande. Sacó la lengua para dedicarla al frenillo, sus ojos clavados en los mios como los de un torero mirando al tendido durante una gran faena.
La rubia lo cuenta:
Estaba cachonda, caliente y aquel imbecil me había dado planton, probablemente estaba casado y no se había atrevido a decírmelo. Bueno él se lo perdía. Pero yo tenia ganas de un cuerpo firme y masculino sobre mí. Manteniendome apretada contra el colchón mientras se introducía con lentitud dentro de mí. Desde luego que tenía ganas de que alguien me follara o quizá de follarmelo yo. Mi mente y mi pensamiento volvian sobre ello una y otra vez haciendo que mis jugos mojaran las bragas que llevaba y me había quedado sin plan. Me sentía húmeda.
El bar se iba vaciando y ninguno de los clientes parecía prestarme atención o ser digno de que yo se la prestara él. Pero el camarero si. Es muy joven, me dije, y qué mas da, me dije despues. Es muy guapo, y los músculos aunque no excesivos se marcban por la fina tela blanca de su camisa. Hacía mucho calor allí dentro aunque fuera parecía a punto de nevar. Me fui al baño y me saqué las bragas para guardarlas en el bolso no sin antes haberlas olido.
El perfume a sexo inundó mis fosas nasales. Iba a excitarlo a volverle loco y a comermelo allí mismo. Lo deseaba de una forma animal e instintiva. Me abrí el escote un poco mas y me subí los pechos hasta dejar el borde de la areola justo sobre la línea del encaje de las copas del sujetador. Cuando volvió a mi mesa le pedí otra consumición dejandole que observara a placer la curva de mis senos comprimidos y el profundo canal entre ellos.
Cuando se marchó la última parejita que había estado haciendose arrumacos cerca de mí y poniendome aun mas nerviosa abrí las piernas al máximo para que pudiera ver lo que le esperaba. Había esta guiñándole el ojo durante un buen rato, si no eran sufcientes pistas solo me faltaba ponerme a dar botes desnuda sobre el mostrador, lo que era exactamente mi intención. Bueno todo llegaria. Pero el chico no era tonto, cuando de la forma mas insinuante que pude le pregunté lo que le debía me contestó que un beso, y por fin pude sentir su carne.
El beso que empezó siendo suave terminó largo, jugoso, con un montón de lengua y saliva por ambas partes, mi mano en su nuca le impedía retirarse ni para respirar. Aproveché para catar la firmeza de su culo, de sus nalgas fuertes y musculosas. Solo le dejé marchar para que pudiera echar la cortina metálica a la entrada y nadie pudiera molestarnos. Y cuando volvió, de inmediato volví a cogerle para deshacerme de su camisa que tanto me molestaba. Mas de un botón rodó por el suelo. Lo besé en el cuello mordiendolo como una vampira. Bajé por su pecho dejando adrede mi carmín en su piel como un efímero recuerdo del rato de pasión.
Le comí los pezones pequeños y duros, oscuros sin vello. Lamí su vientre hasta que metí la lengua en el ombligo. Pensé que se habia quedado manco pero sentía sus manos fuertes en mis nalgas desnudas aprovechando que había recogido mi corta falda, amasandolas, sujetándolas, aprentadolas o acaricandolas mas suave, deslizando un dedo incluso en el canal de las nalgas hasta introducirse en el ano.
La falda ya recogida del todo en la cintura no era nigún impedimento para sus caricias cada vez mas atrevidas. Subió las manos por mis costados para levantarme y llevándolas a mi vientre soltó los pocos botones que le quedaban abrochados a la blusa, para bajarla de los hombros y sacarmela por los brazos. Ni me acordadaba de la pulsera donde se quedó enganchada un segundo.
Consiguió liberar mis pechos usando una sola mano para soltarme el sujetador. Una hábil maniobra que me gustaría saber con quien había aprendido, quizá me gustaria jugar con ella tambien. Estirando mis brazos dejé que me lo bajara hasta las manos y los aros de la prenda rozaron su vientre. De ahí cayó al suelo donde quedó olvidada. Bambolee un poco los pechos en su honor manteniendolo cercado en la barra.
Él de inmediato se inclinó para besarlos, su lengua juguetona me los excitaba con sabiduria acaricando suave las areolas, mordisqueando suavemente o sorbiendo los pezones entre sus labios. Besaba todo el volumen del pecho, con sus dulces labios, excitándome aún mas. Teniendolo inclinado sobre mis tetas solo alcancé a bajarle los pantalones estirando al máximo los brazos. Entonces muy a mi pesar se separó lo justo como para sacarse las playeras y los pantalones tan deprisa que apenas pudo mantener el equilibrio.
Se dejó un ajustado slip de licra que me permitia adivinar el contorno de su perfecta polla. Inmediatamente me cogió del culo y levantandome con una fuerza que yo no sospechaba me depositó sobre el mostrador donde se puso a lamer mi coñito. Que maestria en su forma de manejar la lengua, sin usar los dedos que no dejaban de acariciarme los muslos o los pechos y el vientre, la vulva se abrió sola a sus caricias, los labios ofreciendo ellos solos y actuando casi como una parte separada de mi.
Sin control consciente entregando el tesoro de mi clítoris hinchado a la legua juguetona. Abrí los muslos a todo lo que daban de si las caderas para permitirle cada vez mas fácil acceso a mi tesoro. Ni se las veces que me corrí mientras él se esforzaba por recorrerme hasta el perinneo buscando mi culito con su lengua. Decidida a darle acceso a todas las partes de mi cuerpo, giré sobre el granito del mostrador quedando a cuatro patas y dejando a su alcance toda mi grupa
. De forma inmediata abrió mis poderosas nalgas con las manos para alcanzar con la lengua el agujerito de mi culo. Alli de un forma deliciosa se entretuvo durante mucho rato recorriendolo completo del coñito al ano. Mordisqueando las nalgas o lamiendolas y besandolas con toda la ternura de que era capaz.
Estaba en un orgasmo casi continuo, queria averiguar donde habia aprendido a complacer de esa forma a una mujer siendo tan joven, y sentía cierta envidia de la mala pécora que le habia enseñado todos esos trucos. Era imposible que yo le pudira coger el rabo y devolverle el placer que me estaba dando y ya habia tenido no se cuantos orgasmos. Suspirando, por fin pude decirle: bajame de aquí, quiero sentir tu rabo en mi interior, quiero devolver todo el placer que me estas dando. Cogida de su mano me dejé conducir al fondo de un pequeño almacén. Allí sobre una estrecha litera conseguí hacerme con su rabo e inclinada sobre él lo besé con adoración. Mirandolo a los ojos