El calvario de Susana Parte 2: Casa de locos

Continúan los horrores para Susana y su familia en la casa donde han sido retenidos...

Cuatro días. Cuatro días encerrada en aquella pequeña casa de los horrores. Susana conocía el paso del tiempo por las comidas que iban llegando, y por la regularidad con la que acudían a violar su cuerpo. La primera noche fue violada dos veces, por 2 muchachos de 24 y 20 años, miembros de aquella familia de degenerados. Los chicos se llamaban Lucas y Rider, como más tarde sabría. Lucas, el mayor, era fuerte e inteligente, a pesar de su repugnante aspecto, poseía cierto talento psicológico para torturar a sus víctimas. Sus gustos sexuales pasaban por la violación, y prefería a sus víctimas calmadas, quietas, sin oponer resistencia, e incluso, dormidas. Su hermano Rider, más jóven, padecía cierto retraso mental, lo que no le libraba de ser mucho más vulgar y cruel que su hermano. De tendencia bisexual, era extremadamente violento, gustaba de golpear, escucupir y humillar a la gente que agredía sexualmente.

El padre de los chicos, Zecheriah, era homosexual. Aquella noche, cuando Susana lo vio salir de la cocina, desnudo y dispuesto, supuso que iba a ser violada otra vez, pero se equivocaba. Los dos muchachos se dirigieron hacia Mario, el marido de Susana, y giraron las esposas lo suficiente como para poder darle la vuelta. Uno de ellos sacó una navaja y comenzó a cortar sus pantalones con ella, y después, sus calzoncillos. La visión de su trasero excitaba claramente al hombre mayor, e incluso puede que a los demás. Susana sospechó que todo era una broma cruel, hacerla creer que iba a violar a su marido para en el último momento, violarla a ella. No sucedió así.

El hombre se tumbó sobre Mario, justo a mi izquierda, y comenzó a penetrarlo con un éxtasis animal en su cara. Mario comenzó a resistirse, moviendo las piernas y chillando, pero esto solo excitó más al hombre, que comenzó a acariciarle los muslos y a susurrarle que le iba a gustar. Tenía el pene más grande que sus hijos, y cuando comenzó a clavarlo en el ano de Mario, este volvió a chillar, pero esta vez chillaba de dolor. Susana se echó a llorar, pero esto no detuvo a nadie. Los dos muchachos miraban con deleite a su padre cometer aquel acto, el pequeño babeaba como un perro, y no tardaron en estar de nuevo ambos con la polla tiesa. El mayor se volvió a tumbar sobre mi, yo cerré las piernas, prometiéndome a mi misma que no iba a abrirlas. Fue en vano, Lucas metió la mano en mi entrepierna, separándolas.

-Venga mama, vamos a jugar otra vez. A ver si podemos acabar antes que papá-me abrió las piernas y volvió a meterse dentro, sin la menor delicadeza-Vamos puta, sabes que te va a gustar. Chilla, si quieres. A mi me da igual.

Volvió de nuevo a montarme como quien jode algo inanimado. Era una almohada, una almohada con tetas. Él no tardó en chupetearlas, apretarlas, como li lo pusieran cachondo. Así, mi marido y yo, ambos violados al mismo tiempo, nos miramos. Al verme, él se puso más furioso y luchó por resistirse todo lo posible, moviendo las piernas, pero eso solo ponía más cachondo a Zecheriah.

-Así, nene, venga, pelea, lucha, más. Eso nos dará mucho más gustito a los dos, mi nene. Cuando acabe, estarás en el cielo.

Las embestidas sobre Mario eran más lentas y calmadas que las mías. Zecheriah casi parecía querer seducirlo, pese a lo excitadísimo que estaba; su hijo solo deseaba correrse dentro de mi, y no le importaba nada más.

-Oh, nena, que tetas tienes. Estoy deseando que te portes mal para poder cortártelas y guardármelas en mi cajón especial. Venga mami, mueve las piernas, cacho puta. Demuestra a tu hija lo genial que es que te follen el coñito. La nena tiene que ir aprendiendo, no va a quedar virgen para siempre, ¿eh? Nosotros nos ocuparemos de eso. Pero cuanto más placer nos des tú, más tardaremos en hacérselo a ella. Así que venga, zorra, grita bien alto para que tu maridito te oiga.

Grité y grité, y grité, gritos que me salían del alma, y podía haber seguido gritando toda la noche, porque aquello era inaguantable. Lo peor era que cada grito, cada chasquito de aquella polla penetrándome, cada gemido animal de mi violador, cada lamida que echaba a mis tetas o cada escupitajo que tiraba en mi cara, todo estaba siendo visto y oído por mi hija pequeña, que poco tenía que saber del sexo por aquel entonces, y menos todavía sobre violaciones. Una parte de mi fantaseó mientras aquel maldito bastardo me taladraba sin el menor cuidado, con un rescate: la policía entrando y disparando a diestro y siniestro, mi familia a salvo... sin duda, serían necesarios años de terapia psicológica para superarlo, pero al menos estarían vivos y libres de aquella panda de degenerados.

Finalmente, Lucas se corrió primero, dentro de mi. Como la vez anterior, le importó muy poco que yo sintiera algo o no, en cuanto echó el borbotón de leche caliente dentro de mi, se apartó. Esta vez, sin embargo, metió su mano en mi coño y la sacó llena de lefa, acercándomela a mi boca.

-Venga puta, ya sabes lo que tienes que hacer. Bébetela toda, o encontraré otra guarra a la que le guste el sabor. Ya te imaginas a quien.

Con esa amenaza, yo siempre iba a ser suya. Obedecí y me tragué el semen, asqueroso, pero ya no un sabor desconocido. Aquella noche, todo acabó cuando Zecheriah aumentó sus embestidas y se corrió en el ano de mi marido, con una expresión de placer absoluto. Mario hacía algunos minutos que había dejado de luchar, y solo lloraba. La esposa de aquel hombre, madre de aquel clan abominable, Maya, trajo una compresa mojada para ponérselo en su ano desgarrado, que sangraba, y nos trajeron a cada uno una taza de café. Yo sospechaba que podía haber algo letal en el café, pero estaba muerta de sed. Además, si querían herirnos o matarnos, no necesitaban café envenenado para ello. Cuando terminamos de beber, anunciaron que se iban a retirar a dormir. Nos dejaron a los tres en el salón, atados e indefensos... pero solos, sin más crueldades por el momento. Estúpida de mi, pensé que no pasaría nada más, que descubrirían nuestro coche accidentado y nos encontrarían tarde o temprano.

A la mañana siguiente, cuando desperté, mi hija Elena había desaparecido del colchón. En realidad, fui una estúpida al confiarme. Se la habían llevado de nuestro lado mientras dormíamos, y no había nada que hacer. Grité, y Maya salió de la cocina al oirme gritar.

-Tu hija está bien, preciosa. Solo descansa arriba. Y seguirá descansando. Nadie le hará el menor daño ni la maltratará... pero si algún día tú o tu marido hacéis algo que no debéis, bueno... os sería muy difícil llegar hasta el piso de arriba antes de que uno de mis chicos la castigue. La habitación donde ella duerme está cerrada con llave, así que sed buenos. Hemos hecho algo de pan tostado, os traeré el desayuno.

Pero antes del pan tostado, desayuné un borbotón de lefa de Lucas, que apareció somnoliento por las escaleras y fue derecho hacia mi. Me dijo que dormía justito en la habitación de al lado de Elena, y que ahora mismo estaba deseoso de follar. ¿Podía yo, "mamá", complacerlo, o tenía que subir de nuevo? ¡Cabrones! Yo nunca podría negarme a nada mientras mis hijos no estuvieran a salvo, y volví a chupar su polla, y a tragarme todo el semen. Mario no dijo nada. Mario parecía ido, totalmente ido desde que lo sodomizaran la noche antes, y no abrió la boca, ni siquiera cuando el hermano pequeño despertó y quiso que mi marido le chupara la polla. El muchacho le golpeó la cabeza, con un placer salvaje y con dureza.

-¡No quieres hacer tus tareas diarias, perrito! Tu mujer se porta mucho mejor que tú. O me la chupas, o te la meto por el culito. Y va a dolerte muchísimo, después de que mi papá te lo haya roto. Así que tú decides, capullo.

Mi marido decidió y como un autómata, sin hablar, abrió la boca y recibió el miembro del chico en ella. Yo no miré, bastante ocupada estaba pensando en mi hija. ¿Podríamos de alguna forma desatarnos y rescatarla antes de que le hicieran daño? Pero, de todas formas, ellos seguían teniendo al bebé. Estaba en la cocina, lo había escuchado llorar.

Aquella gente, como fui descubriendo a lo largo de los días, vivían de la comida que ellos mismos se hacían. Tenían un huerto en la galería, así como gallinas, y un gran criadero de conejos, su única fuente de carne. Compraban otras básicas con dinero robado (sin ir más lejos, de la cartera de Mario sacaron 500 euros) y de comida que robaban en supermercados de barrio, en contenedores... el agua la obtenían de un pozo y la luz venía de un dínamo que funcionaba con gasolina. Nadie iba a ir a la casa a preguntar por ellos, a llevar una carta o un recibo de la luz, o una reclamación de cualquier cosa... cada vez me era más difícil soñar con un rescate en el que yo y toda mi familia saliéramos sanos y salvos de la situación. Cada vez que intentaba hablar con Mario y veía su cara, blanca y muda, y nunca me respondía, comprendía que, incluso aunque saliéramos de allí, lo que nos habían hecho y nos seguirían haciendo, duraría para siempre con nosotros.¿Y Elena? Ellos habían prometido no tocarla, pero... ¿como confiar en gente así?

Tenían a Alex, desde luego. La madre, Maya, le llevaba en brazos, le cambiaba, le cantaba... le compraron comida de bebés, y pañales, y le trataban bien, pero en fin, le trataban como si fuera SUYO. Eso me aterrorizaba. Si pasábamos mucho tiempo allí, mi hijo iba a acabar creyendo que aquella gente eran su familia. NO PODÍAMOS seguir allí. Teníamos que escapar. Pero no había forma.

Yo seguía siendo violada, varias veces al día, nunca acababa mi calvario, cuando no era uno, era otro. También acudían a mi marido para que les hiciera sexo oral, y el tercer día, Zecheriah volvió a sodomizarle, pero esta vez, Mario no gritó, no se resistió, a pesar de que debía dolerle aquello. El cuarto día, cuando me violaron en el culo a mi, supe exactamente lo que dolía aquello, y me compadecí de mi marido.

Era por la tarde, y Lucas bajaba de dormir la siesta. Me dobló las muñecas dentro de las esposas, para girar mi cuerpo, y supe enseguida qué significaba aquello. Por primera vez en varias horas, protesté y grité, pero todo aquello no hizo sino que se riera.

-Mamá, tienes un culo genial-dijo, tras masajearme los glúteos-Será para mi un placer abrírtelo todo y rompértelo. A ver si esta vez gozas un poco, zorra frígida. No me extraña que tu marido sea tan maricón, no debes darle nada de caña en la cama. Que lástima que no pueda probar ahora lo mucho que está aprendiendo la guarra de su mujer, ¿no? Con las mamadas que ahora sabes hacer, se moriría de gusto.

Me chupó el ano y la vagina en un solo lenguetazo, y debo reconocer que sentí un pequeño escalofrío de placer. Y que también me dio gusto cuando metió su dedo índice en el pequeño agujero y lo movió para que se agrandase. Pero ese pequeño placer acabó cuando se tumbó sobre mi y me la metió: solo sentí un ardor doloroso e insoportable. Grité de dolor, pero sabía que mis gritos solo le excitarían. Me lamía la cara, me mordía las orejas... y comenzó a meterla y a sacarla, todo lo bruscamente que podía. Quería hacerme daño, cuanto más me hiciera, más placer sentiría él.

-Mamá, no te hagas la estrecha, joder, si te gusta. Te encanta estar aquí tirada con mi polla tiesa jodiendo tu culito, y con tu marido mirando aquí al lado, venga. Lástima que no fueras en coche con tu mamá, me hubiera gustado que ella también viera lo perra que es su hijija ahora. Hubiera hecho que os comierais los coños como hienas.

Todo aquello no hacía sino torturarme, a él le gustaba lamer mis lágrimas mientras me enculaba, aquellos apretones se fueron haciendo más rítmicos, más rápidos, ya no dolía, solo escocía. Le encantaba embestirme como si yo fuera realmente un animal, Lucas tenía esa facultad de hacerme sentir que yo no era humana, que no existía como persona, sino solo para que otros obtuvieran placer conmigo, que no era una mujer sino una perra, y no tenía derechos. Sabía hacerlo muy bien. Podía hacerte sentir así tan solo hablando, sin necesidad de violarte.

Cuando terminó, sentí el chorro de semen mucho más que en la vagina, aquel líquido ardiente a presión, y solté un quejido. Se quedó sobre mi, jadeando y lamiéndome, mordisqueándome los hombros, tirándome del pelo caprichosamente.

-¿Porqué no nos matáis?-pregunté-¿Porque toda esta tortura? No os hacemos falta vivos, para lo que queréis de nosotros...

-¿Como crees que sabes lo que queremos? Mami, no tienes ni idea de lo que queremos de ti y de los tuyos. Si solo quisiéramos follaros, lo primero os habríamos cortado la lengua, los pies y las manos para que no pudierais escapar ni herirnos. Pero queremos que estéis bien sanos, para lo que os vamos a hacer. Oh, mamá, que gustazo te va a dar cuando lo sepas. Cuando Maegy venga, lo sabréis, y empezaremos a hacerlo.

Maegy. Era la segunda vez que oía ese nombre. No sabía quien era... alguien más de aquella espantosa familia, sin duda. ¿Alguien PEOR? No, eso no era posible. NO podía haber nadie peor que Lucas, o su odioso padre Zecheriah, o su violento hermano Rider. No. Y sin embargo, tenía miedo de que SI fuera peor, y por eso no pregunté quien era Maegy. Daba igual; pronto iba a descubrirlo...

---CONTINUARA...