El calor de un prostituto (parte 23)

Aiden se estaba haciendo de oro follando con toda la ciudad, pero parece que no se libra de los problemas.

Habían pasado varios días desde que nos instalamos en el cruce y todo iba sobre ruedas. Conseguimos alquilar una buena sala donde trabajar Erio y yo. Los dos hacíamos buena pareja; aunque la mayor parte del tiempo trabajábamos por separado. No paraban de llegar clientes y yo les recibía encantado. Nos pedían de todo, mamadas, follarnos, follarles, morbo, ... Lo mejor era que yo había recuperado mi insaciabilidad follando. Recibía cliente tras cliente; tragando pollas sin parar. En cambio, Erio sí que tenía que tomar descansos. Era guapo y tenía mucho aguante; pero, desde luego, lo mío no era normal. Ya me había preguntado un par de veces que cómo lo hacía; que cuál era mi secreto; pero yo solo podía decirle que siempre había sido así. Sentía un calor insaciable que tenía que complacer follando. Koriok, en cambio, le intentaba explicar que había sido tocado por un don; pero, a Erio, aquello no terminaba de convencerle. Con todo esto, habíamos ganado bastante dinero y una parte lo habíamos invertido en juguetes sexuales, ropas y materiales varios para decorar el cuarto en el que trabajábamos. Mientras que la otra parte, la guardábamos para emergencias y para ayudar a Erio a recuperar a sus amigos.

Terminé de colocar los últimos cojines y contemplé la sala orgulloso. Lo que antes era un par de colchones, separados con biombos en un fondo de madera; ahora había cobrado vida. Telas, inciensos, cojines, mesas con juguetes y comida, todo ello decoraba la sala bajo una predominancia de los colores rojos y violetas. Y en el suelo, una gran alfombra a juego que hacía que pudieras estar cómodamente descalzo.

  • ¡Qué bien ha quedado!- Gritó desde la entrada Erio.

  • ¿Qué tal con los clientes? - Le pregunté mirándole la cara de cansancio que traía.

  • Bien, bien; aunque estoy agotado- contestó tirándose boca abajo sobre unos cojines; por lo que su culo quedó al descubierto, dejando a la vista un ano bien abierto.- ¡Me follaron entre cinco y había otro pasivo más!

  • Ya veo- le dije buscando en los cajones una crema.- Tienes el culo super abierto.

  • Nada más llegar me cogieron entre dos y empezaron a follarme a lo bruto mientras los otros bebían y miraban. Era un espectáculo pues no tenían las pollas precisamente pequeñas. Al otro chico, al pasivo, lo tenían atado de rodillas, dejando su culo a disposición y se turnaban para follarlo. Por lo visto, es como yo, le encantaba ser follado mientras está cubierto de cuerdas.

  • Déjame adivinar... no tardaste ni un segundo en pedir que te hicieran lo mismo,- expresé, entre risas, mientras me sentaba a su lado para ponerle la crema en el ano.

  • Jajajaja! Para qué negarlo. Uno de ellos era marinero y hacía unos nudos super guapos. Me ató en la misma posición pero boca arriba. Manos atadas a los pies, las cuerdas recorriendo mi cuerpo, apretando lo justo, y mi culo al descubierto para los cinco hombres.

  • Después te quejas de que tienes que descansar- le recriminé. Tenía el culo cálido y, al contacto con la fría crema, se estremeció. Su ano estaba tan abierto que podía meterle dos… tres dedos sin problema.- Aún tienes el culo abiertísimo.

  • ¡Sí! Es que el cliente vivía al lado. Prácticamente, hace un par de minutos que acabaron de follarme- me respondió con una sonrisa pícara.

Me fijé y noté que aún se podía ver restos de lefa en el culo. Yo seguí masajeando con mis dedos sobre el ano; hasta que la crema desapareció por completo.

  • Parece que está de moda lo de las cuerdas en esta ciudad. Me dijeron que hay un distrito donde tienen a chicos con diferentes ataduras y que te puedes follar por unas monedas- me comentó Erio.

  • Sí, algo había oído y tengo curiosidad por verlo.

  • Vete con Koriok, se notaba que estaba deseando descansar un poco. Estoy tan agotado que no tardaré en dormirme- dijo suspirando.

Lo miré con cariño, Erio trabajaba como nadie y sí, le gustaba; pero sabía que estaba dando más de sí para poder liberar a sus amigos.

Al salir del local, encontré a Koriok comiendo algún tipo de fruto. Solo llevaba un pantalón corto, con protecciones de cuero, que no le quedaba nada mal. Lucía con orgullo su fuerte torso desnudo; ya que le encantaba mostrar su musculatura. Se había acostumbrado a ir a ejercitarse a un gimnasio de la zona; donde parecía que había hecho varios amigos; por lo que ya hablaba nuestra lengua casi a la perfección. Aprendía rápido, para lo bruto que parecía.

  • ¿Vamos? - dije captando su atención

Nos dirigimos al mercado erótico; pues había varios trajes y aromas que quería conseguir. Éste se situaba en la parte trasera del mercado principal, al linde de donde empezaban las calles eróticas, que, ya que estábamos allí, quería visitar.

El mercado estaba tan rebosante de vida como siempre. Cientos de productos se vendían al grito de ofertas y rebajas. Era un gusto ir con Koriok; ya que su sola presencia hacía que los demás nos abrieran el paso. Pero de repente noté cómo se paraba en seco y adoptaba una postura agresiva. Me puse a un lado y ví a un grupo poco amigable que nos miraba fíjamente. Me puse nervioso, por las ropas y formas tenían que ser de Zajard. ¿Qué querían? No habíamos hecho nada, que yo supiera, y ya me había ocupado yo de no molestarla.

  • ¿Quién es Aiden, el puto? - gritó uno de los matones con una voz cascada.

Dudé; pero, al ver que un grupo de Oxol se había percatado de lo que sucedía y se disponía a ayudarnos, si algo malo pasaba, dí un paso al frente y hablé con orgullo.

  • Yo soy Aiden. ¿Qué necesitáis?

  • ¿Te suena esto? - dijo el matón acercándose y ofreciéndome un papel.

Lo cogí con cautela y al desdoblar el papel no me hizo falta leer nada para reconocer qué era.

  • ¿Por qué tenéis mi carta? ¿Qué habéis hecho? - grité elevando el tono, lo que hizo que los aventureros de Oxol llevaran las manos a sus armas. Los tipos de Zajard se dieron cuenta y se pusieron alerta.

  • Tranquilo, tranquilo. Ha sido por tu bien- comentó algo nervioso haciendo gestos de calma con las manos.

  • ¿Qué? - volví a gritar incrédulo.

  • Ven, sólo queremos hablar, para beneficiarnos ambos- volvió a decir con calma.

Koriok, que estaba mucho más calmado que yo, me tocó el hombro y se adelantó. Le miré primero con duda; pero, después de respirar hondo, me tranquilicé y empezamos a seguir a los matones.

Caminamos un rato, nos aseguraron que no pasaría nada, sólo querían hablar. Yo estaba nervioso; ya que no entendía qué hacían con mi carta. Y si ellos la tenían, eso significaba que nunca le había llegado a mis amigos… Quería verlos. Cuanto antes.

  • Aquí - dijo uno de los matones, señalando a una de las casas.

Era la más grande de la calle y, al contrario que sus vecinas, estaba limpia y recién pintada. Flores de color azul daban vida a sus ventanas y muros.

  • Entrad, no os preocupéis, estamos en territorio neutro, no os pasará nada.

Nos había dicho tantas veces lo mismo, que ya estaba empezando a sospechar. Pero, simplemente, nos dejamos llevar, entrando en la que supuse era una de las casas de Zajard. Al entrar, dimos directamente con un gran salón exquisitamente decorado; donde dos esclavos sexuales nos esperaban. Eran bastantes elegantes, y la tela translúcida azulada les quedaba muy bien; ya que resaltaba su tez oscura, como la fértil tierra húmeda. Aún afectado por la situación, no pude evitar mirar sus penes; los cuales tenían pinta de tener un tamaño más que apetecible.

Pasamos toda la sala hasta salir, por unas puertas de cristal, a un patio interior; donde, tumbada cogiendo sol, estaba siendo abanicada, por otros dos esclavos, una mujer que enseguida reconocí como Zajard. Imponente, de tez clara y llena de joyas, nos miraba con algo de interés. Hizo un gesto con las manos como para que contempláramos el patio. Al fijarme, pude ver cómo, en los extremos del lugar, varios chicos descansaban o hablaban entre ellos. Esclavos sexuales todos, de muy buen ver; tanto, que diría que el peor de ellos podía ser tan caro como Erio. En uno de los lados, un chico se follaba a otro que estaba a cuatro patas.

  • Así que tú eres el famoso Aiden- comentó la mujer captando mi atención y mirándome con intensidad.

  • Sí- respondí intimidado.

  • Nunca pensé que un puto pudiera tener tanta historia como tú. Relajaos- dio dos palmas y tres esclavos se acercaron y nos trajeron cojines, frutas y bebidas.

Nos sentamos en los cojines. Zajard hizo un gesto y los esclavos se nos acercaron con sensualidad. Acercando sus cuerpos desnudos y acariciándonos.

  • Si os gusta alguien en concreto o alguna raza, pedidla; no tengáis problema por eso- volvió a decir Zajard con calma.

La verdad que prefería hablar directamente del tema; pero, ya nos habían advertido que si dábamos con esta mujer era mejor seguir su ritmo. Así que respire, para calmarme, y miré a los chicos que nos rodeaban. No sé si nos había investigado; pero, justamente, son nuestro tipo. El que me acariciaba era un rubio de aspecto dominante, de gran polla, y los de Koriok eran blanquitos lindos con buenos culos. Todos olían exquisitamente bien. Koriok se bajó el pantalón mostrando su inmensa polla empalmada, agarró la cabeza de los chicos y las guió hasta su polla; donde estos, impresionados por el tamaño, empezaron a mamar y lamer ansiosos. Yo, después de contemplar la escena que Koriok estaba montando, miré al esclavo que tenía al lado. Se había empalmado dejando ver una polla gorda y larga, ligeramente más que la mía. Volví a respirar para dejarme llevar. Le hice un gesto al chico para que se levantara. Su polla quedó perfectamente a la altura de mi cara; así que me la metí en la boca, sin contemplaciones, saboreándola y sintiendo su calidez en mi interior. Sabía tan bien y era tan suave al tacto, que parecía irreal; desde luego que era de lujo; pero, todo mejoró cuando, de repente, el esclavo se puso en modo dominante, agarrándome del pelo y del cuello. No me lo esperaba y me puso muchísimo; así que dejé que me hiciera a placer, follándome la boca a su gusto.

  • Disfrutad, disfrutad, no tengo prisa. Y me encanta ver a otros disfrutar- dijo Zajard, mientras acariciaba el torso increíblemente musculado y bien proporcionado de un joven chico.

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Continuará...

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