El calor de un prostituto
En un mundo de fantasía medieval un joven prostituto nos narra las aventuras sexuales que disfruta diariamente.
Cuando follo, el gusto que siento siempre lo he enlazado a la intensidad del calor. Ese momento en el que todo tu cuerpo solo quiere fundirse con el otro. Pero ahora mismo solo estaba templado, aún notaba un ligero calentón del hombre que me estaba follando. Penetra, saca, mete, saca… me está dando estampidas rítmicas mientras todo su cuerpo, ligeramente musculado de trabajar la tierra, se tensa. Me daba el suficiente placer para mantenerme empalmado pero no el necesario como para calentarme y darlo todo.
Si me preguntaran cuál ha sido la vez que más placer o calor he sentido, tendría que mentir o inventar algo, pues fue con otra raza hace ya varios años. Recuerdo que me estaba masturbando en medio del bosque donde solía jugar con los otros chicos del pueblo, tenía la costumbre de desnudarme y tocarme mientras el sol calentaba mi piel de color tostado. Todo era como siempre, y no me faltaba mucho para correrme cuando noté que algo me olfateaba el culo, me giré y lo vi. Piel verde, muy musculoso y pequeño, me llegaba por el pecho. No era la primera vez que veía un Goblin, pero sí uno vivo y tan de cerca. En ese momento recuerdo como se me congeló todo el cuerpo, completamente desnudo pero aún empalmado pensaba qué hacer, pues seguramente moriría si no hacía nada. La polla empezó a bajarme y de repente no podía creer lo que estaba viendo. El Goblin se llevaba las manos a su pene y empezó a tocarse mientras me miraba, se acercó con cuidado y empezó a tocarme el culo, su polla que hasta ese pequeño era bastante pequeña empezó a crecer y ensancharse muy rápido. Sentir un morbo que aún no puedo explicar, si había algo más prohibido que lo que iba a suceder a continuación, no lo conocía. El pene ya erecto del Goblin era tan verde como su piel, grande y con venas ligeramente violetas, parecía incluso que estaba tan musculoso como su cuerpo. Sin darme cuenta, como si el morbo moviera mi cuerpo, empecé a acercarme, lo toqué con cuidado, era más suave y cálido de lo que imaginaba, mientras lo acariciaba, miraba que me dejara hacerlo y no le molestase. El Goblin me agarró la cabeza con las manos forzando a que me arrodillara, me metió la polla en la boca y empezó a follarme la boca, lo que confirmaba que los dos queríamos lo mismo. No recuerdo cuánto tiempo estuvo follándome la boca y yo mamándole mientras le acariciaba su musculoso cuerpo, podía notar cada músculo y la intensidad del calor que emanaba de él, sentía tanto placer que me iba a correr sin ni siquiera tocarme. Seguimos un buen rato así, hasta que, agarrándome la cintura con fuerza, me dio la vuelta, me puso a cuatro y sin pensárselo me metió el pene de golpe en el culo. Por suerte me habían follado ese mismo día y estaba dilatado, porque si no me hubiera matado del dolor. Pero en ese momento no podía ni pensar, su polla era cálida y me daba tal gusto que cada vez que me la metía y la sacaba sentía que me corría. Empezó con intensidad metiéndomela completa, como si estuviera probando si mi culo podía tragársela. Empezó a subir la velocidad y fuerza, a penetrarme con fuerza y no pude contenerme más, todo el calor de su polla dentro de mí hizo que me corriera mientras aún me follaba soltando gemidos de placer. El Goblin también acabó en ese momento y noté como su polla dentro mío se hinchaba y contraía al expulsar el cálido semen.
El hombre me agarró por la cintura con fuerza y volví de mis recuerdos. Estaba diciendo algo, pero como estaba perdido en mis pensamientos, no me enteré. Cogió mi polla empalmadísima de recordar al Goblin con su mano áspera y empezó a tocarme mientras aumentaba la velocidad con la que me follaba.
- Ahí voy, ahí voy.- Me advirtió entre jadeos.
A los pocos segundos noté como me llenaba de su lefa. Parece que hacía bastante que no follaba, o me tenía muchas ganas pues era bastante más abundante de lo que acostumbraban los hombres de la zona.
- Tan rico como siempre.- Se subió el pantalón y, sin esperar a que me incorporara, me arrojó del bolsillo un par de monedas.- Nos vemos mañana si encuentro un hueco.
Las monedas cayeron al lado de mi torso desnudo. Me senté y me dirigí a asearme un poco el culo que lo tenía lleno de semen y sudor. Cogí agua de un cubo, un trapo y empecé a limpiarme en lo que recordaba que hoy pasaba una caravana con mercaderes, quizás quieran compañía y pueda sacarles algo de dinero. Tendré que arreglarme un poco, y recoger la casa para que se sientan más cómodos.