El callejón
En una noche helada, despuès de pasar por la màs terrible de las humillaciones, decidì comprobar si yo tenìa razòn. Encontrè al hombre de mis fantasìas...
EL CALLEJON.
El callejón desolado estaba completamente sumido en la oscuridad a esas horas, semejándose a la boca de una cueva. Un viento helado golpeaba incesante mi rostro, mientras recorría el atajo que me llevaría a casa. Apenas podía notar la frialdad del aire que verdaderamente me ayudaba a calmar un poco mi enfurecida mente.
Mi novio me había terminado hacia tan solo veinte minutos. Con razones por demás estùpidas, había tirado cuatro años de noviazgo al caño, como si de una basura se tratara.
Lagrimas de coraje y humillación surcaban mis mejillas. Me quemaban la piel.
Furiosa como estaba, recordaba incesante la palabra más cruel que había salido de su boca jamás.
Frígida.
Me dolía tanto que me llamase así, sobre todo porque durante nuestro noviazgo no había hecho otra cosa que tratar siempre de complacerlo. Escenas fugaces de todo lo que había realizado con el regresaron a mi memoria como un torbellino. Borre con mi mano las lágrimas de mi rostro.
Apreté el paso, arropándome lo más que podía con mis escasas ropas. Un diminuto vestido bajo una chaqueta delgada y zapatos de tacón eran toda mi indumentaria. Irónicamente, me había vestido así para el y ahora cuanto me arrepentía.
__Seguramente ya tiene quien le haga lo que le gusta me dije amargamente en voz alta pues que le aproveche. ¡Yo no soy frígida!
No había dado dos pasos, cuando de pronto escuche un agudo silbido no muy lejos de mí.
__Por supuesto, yo tampoco creo que con ese cuerpo lo seas
Mi cuerpo entero y hasta mi respiración se paralizaron de inmediato al escuchar que provenía del otro lado del callejón. Y aunque había sido apenas un susurro, era realmente amenazador. Hice un esfuerzo por controlarme y agucé mis sentidos, pero la oscuridad era impenetrable y mi visión solo alcanzaba para cubrir escasos metros por delante de mi.
Casi nada parecía moverse, a excepción del alambrado eléctrico por encima de mi cabeza y un gato furtivo que buscaba comida entre los desperdicios.
Camine hacia atrás, intentando regresar sobre mis pasos, pero mi estùpido instinto solo me llevo a pegarme de espaldas al muro mas cercano. Primer error.
Demasiado tarde me di cuenta de que había caído en una trampa. Luego, escuche como unos pasos serenos se fueron acercando lentamente, aunque yo seguía sin poder distinguir nada a mi alrededor.
__Cierra los ojos si no quieres que te haga daño me ordeno ya bastante cerca.
Supuse que no tenía otra opción, así que obedecí.
Cerré mis ojos y con voz entrecortada le suplicaba una y otra vez que no me lastimara. Incluso llegué a ofrecerle el poco dinero que llevaba, deseando que robarme fuera suficiente para el.
__Voltea hacia la pared respondió, desoyendo mis suplicas.
Por entre mis pestañas ya empezaba a advertir su alta figura y el perfil de su rostro, sin embargo, rápidamente volvía a perderse en la oscuridad.
__Si me haces algo, te juro que te vas a -la cachetada que me propino retumbo en mi conciencia con la fuerza de un rayo. Mi patético intento de amenaza quedo suspendido en el aire. Incrédula, comencé a chillar.
__Escucha bien, me desagrada la violencia, pero si me obligas a usarla será solo culpa tuya ¿Entiendes? Ahora, date la vuelta y cierra bien los ojos.
Hice lo que me pedía. Abrumada, me convencí entonces de que era inútil luchar.
Aunque el miedo me invadía, traté de controlar mis emociones pensando que si se enfadaba, volvería a golpearme.
De pronto, noté que el sujeto ponía sobre mis parpados un pedazo de suave y delicada seda, con un ligero olor a jazmín. Sinceramente, el detalle me sorprendió.
Despacio me tomó de los hombros y me giró hacia el.
__Quiero que sepas que no existen las mujeres frígidas. Solo los pendejos no saben como sacar lo mejor de ustedes. Pero yo te voy a enseñar, amor, lo que es un verdadero hombre. Cuando acabe contigo, vas a suplicarme más.
Increíblemente, su ronca voz estaba cargada de promesas y fantasías y yo, dadas las circunstancias de mi reciente ruptura, deseaba creer sus palabras.
Asustada ante mi propio pensamiento, temerariamente le enfrenté.
__¡Ja! Si fueras un verdadero hombre no necesitarías forzarme
Nada más terminé de decirle y supe que había cometido mi segundo grave error.
El carbón me acorraló entonces entre la pared y su cuerpo, apretándose contra mí. Através de la tela de sus pantalones pude notar cuan excitado estaba. El bulto parecía bastante considerable.
Para sorpresa mía, los dedos de su mano derecha se adentraron en mi cabello, mientras con la otra me amasaba las nalgas con delicadeza. Su risa profunda me llegó a cada una de las terminales nerviosas de mi tembloroso cuerpo, excitándome también.
Con un firme jalón de su mano derecha, acomodó mi rostro a su altura.
__Desde que te vi, supe que reaccionarias de esta forma; es muy refrescante tu valentía. Tienes una boca perfecta y pienso disfrutar contigo.
Comenzó a besarme ávidamente, chupando mis labios.
Su mano izquierda viajó lentamente desde mi trasero hasta mi pubis y presionó ligeramente mi clítoris por encima de mi tanga. Mi botón.
Involuntariamente, al sentir como me tocaba, me mojé.
Al estar cegada por la seda, mis otros sentidos parecieron aumentar en sensibilidad. El olor del jazmín llenaba mi olfato, el sabor de su boca era intoxicante, al tacto, su piel era puro calor y firmeza y el escucharlo gemir estaba derribando las pocas inhibiciones que me quedaban.
El metió entonces una pierna entre las mías para hacerme sentir su pene erecto y yo como una puta, me humedecí mucho más.
No podía creerlo, estaba completamente loca, fuera de mí. Estaba caliente por un hombre al que ni siquiera le había visto la cara ¡y que me estaba violando! Y yo, en lugar de gritar o correr o lo que sea que debía hacer, estaba caliente como una zorra.
Ya solo deseaba sentir el roce de su cuerpo, que sus manos y su lengua acariciaran mis pezones duros y quería rogarle que me comiera el coño. Pero, me aferraría a un hierro ardiendo antes de confesarle mis ansias.
Aun así, el carbón no tuvo problemas para leer la línea de mis pensamientos, porque de pronto sus manos me tomaron por la cadera para luego ascender por mis costados hasta finalmente posarse sobre mis pechos.
Gemí casi sin darme cuenta. El solo se rió todavía más fuerte; jalando de mis pezones con fuerza.
__Dime cuanto te disgusta me pidió con arrogancia. Al ver que yo no respondía, pellizco uno de mis pezones hasta arrancarme un grito suplícame que te suelte.
Tan solo pensar en la posibilidad hizo que me arrancara la moral de una vez.
Arqueé mi cuerpo lo más que pude y me atreví a tocarlo. El se rindió no sin antes luchar conmigo. Esquivó mis torpes intentos de besarlo, pero en cuanto puse una de mis manos sobre su abultada entrepierna, gruñó y me permitió hacerlo.
Yo, aunque no soy inexperta, la verdad es que no sabía como hacerle entender claramente mi creciente necesidad. Sacando lo mejor de mi repertorio, pasé mi lengua por sus comisuras, chupè y mordí sus labios, mientras continuaba acariciando su bulto. Con un rápido movimiento, quitó mi mano de su entrepierna y profundizó mi beso, metiendo su lengua en mi boca. A los pocos segundos, mi chaqueta cayó al suelo pero no me importó, el frío no podía disminuir la calentura que sentía y si acaso, el contraste me excitaba aún más.
Era el mejor beso que había tenido hasta ese momento, su lengua invitaba a la mía y juntas, bailaban.
En eso, sentí la inconfundible heladez y dureza de una navaja junto a mi garganta. Instintivamente tragué saliva. Por un segundo me imaginé que mi cuerpo quedaba allí, tendido y sin vida.
El entonces pasó el filo de la navaja, dibujando el contorno de mis pechos y no pude evitar encogerme. Con sutil movimientos, cortó los tirantes de mi vestido, el cual se atoró en mis caderas. Yo no llevaba sujetador.
Tenía tanto miedo que era totalmente incapaz de moverme. Contuve el aliento esperando a que acabara con mi vida. Pero no sucedió.
En vez de eso, el desconocido bajó sus mano s y con ellas recorrió mis piernas, las metió debajo de mi vestido.
Claramente podía sentir como el filo de la navaja arañaba suavemente la parte interna de mis muslos. Después, sentí como colocaba y presionaba la punta del objeto sobre mi clítoris. Me estremecí.
Luego, la presión de mi tanga desapareció y supuse que las había cortado también.
__Me facilita las cosas explicó.
Como yo no tenia con que responder, continuo con su "ataque".
Comenzó a devorar mis pechos, mientras sus dedos se adentraban en mi húmeda rajita.
Yo solo podía mantener la suficiente concentración para seguir respirando. Me deshacía enloquecida bajo sus caricias.
__Cójeme ya supliqué. Ya no tenia ninguna vergüenza en aceptarlo por favor, ¡cójeme de una maldita vez!
El muy carbón soltó una carcajada. El había ganado. A pesar de que me había jurado que jamás lo haría, terminé suplicando. Me sentía como la más puta de todas las putas. Y me encantaba.
__! No te rías! Cójeme ya
__Todavía no respondió y se separó de mí. Yo son pensarlo, lo seguí vas a tener que ganártelo.
En ese instante supe que haría cualquier cosa. Lo que fuera, con tal de sentirlo dentro. Me convertiría en su esclava si me lo pidiese.
__Arrodíllate me ordenó. Lo hice. Al poco tiempo, el sonido al bajarse la bragueta llegó a mis oídos y entendí sus intenciones.
Agarràndome de los cabellos, acercó mi boca a su fierro y aunque noté que tenía un sabor salado, no era desagradable. Abrí mi boca, suponiendo que me la metería hasta la garganta, pero no lo hizo. En cambio, primero pasó levemente la carnosa punta por el contorno de mis labios y luego la fue metiendo muy despacio.
En cuanto me sentí llena, comencé a mamársela con ganas. Parecía que jamás tendría otra en mi vida. Sin vergüenza, le chupe la base de los huevos y el punto donde estos se unen al culo.
Por lo que oía, el lo estaba disfrutando muchísimo. Palabras como: "así, puta mía y mámamela, perra" salían constantemente de sus labios. Calculé que estuvo a punto de correrse porque movía frenéticamente sus caderas. Desesperadamente, yo deseaba que lo hiciera en mi boca. Jamás había tragado semèn, pero me apetecía el suyo. Sin embargo, el me empujó de repente y caí de sentón en el suelo.
__Ponte a cuatro dijo y para bien el culo.
También lo hice sin pensarlo.
Se hincó detrás de mí y me abrió las piernas. Al segundo, con su lengua me comía mi raja; me mordía mi botón y me la clavaba una y otra vez. Me introdujo un par de dedos y se dedicó a comerme el clítoris. Me corrí casi de inmediato.
Así, antes de que pudiera recuperar mis sentidos, me la ensartó.
El estaba ardiendo. A cada momento, su enorme verga me hacia ver estrellas. Se movía rítmicamente y en algunas ocasiones, salía de mi completamente solo para ensartarme de una sola estocada.
Llevó los mismos dedos que antes me había metido en la concha a mi boca, para que yo los chupara como había hecho con el. Paladear mi propio sabor, fue otra deliciosa sorpresa.
Luego, me tomó de las caderas y ambos enloquecimos. Yo llevé mi mano hacia mi clítoris y me acaricié hasta que un rayo de intenso placer me atravesó el cuerpo entero. Volví a correrme.
A el le tomó dos arremetidas más y finalmente sentí su ardiente corrida llenándome. Nos desplomamos juntos en el sucio suelo del callejón, gimiendo como gatos heridos.
__No creas lo que te ha dicho, eres la mujer más caliente que he tenido. Eres única me dijo al oído, saliendo de mi cuerpo.
El tono de satisfacción en su voz me devolvió parte de mi confianza. Me curó el ego que el otro imbècil había roto. Le creí a mi violador. Estùpida debía ser.
Me quedé tirada sobre nuestros fluidos y mi ropa y escuché como se subía la bragueta y se alejaba rápidamente.
Cuando recuperé mis fuerzas y el sentido común, me vestí y regresé a casa.
Exactamente hoy, hace un año que sucedió todo esto.
Estoy ahora en el mismo callejón oscuro; esperándole.
He vuelto por lo menos una vez al mes con la esperanza de verlo. Pero no ha sucedido.
Quizá hoy tenga más suerte.
Noto ya acostumbrada a la oscuridad que alguien se acerca. Mi corazón galopa desbocado ¿será él?
Parece que