El callejón (3) (Final)

Mi querido violador ha vuelto. Sere capaz de resistirme, o me entregare como la puta que soy?

02:12 a.m.

El arrastre de un mueble me saca de la somnolencia por un momento, pero después, inevitablemente mis ojos vuelven a cerrarse pesadamente. Cerca de mi, el metal cruje y un par de pisadas me anuncia que no estoy sola. Inerte y aletargada, me aferro a la pizca de conciencia que empieza a abrirse paso en mi tumultuosa mente. Voy ganando conciencia poco a poco de mi situación y entonces lo recuerdo.

El estaba en el callejón.

Por entre mis pestañas, la oscuridad que percibo, se debe al pedazo de tela que cubre mis ojos. De vez en cuando, la silueta de un cuerpo alto y corpulento se adivina a través de la seda. Un poco angustiada, siento que mis brazos y piernas pesan increíblemente y que aunque me esfuerzo, no puedo incorporarme. Mis intentos son completamente inútiles y solo logro moverme unos cuantos centímetros a la vez. Pasan los minutos y nada sucede. Gradualmente la pesadez de mi cuerpo va desapareciendo y entonces empieza el suplicio.

Porque mi cuerpo entero duele, mi cabeza parece a punto de explotar y me doy cuenta de que estoy desnuda completamente, porque una brisa fresca acaricia mi piel.

Pasada la sedación, con renovada fuerza, jalo los brazos al mismo tiempo solo para tener la certeza de lo que ya sospechaba; me tiene firmemente atada al cabecero. Hago lo mismo con las piernas y obtengo el mismo resultado. Fijamente sujeto a la cama, supongo que mi cuerpo forma una x.

Escucho que sus pasos se acercan y contengo la respiración de forma automática.

__Que bueno que has despertado, empezaba a creer que quizá se me había ido la mano con el cloroformo –me dice, con la exquisita voz que un año atrás me atrajo como si fuera miel y que hoy, sin saber porque, solo me infunde una mezcla de excitación y miedo.

Repentinamente, un líquido helado cae sobre la piel de mis genitales y continúa avanzando hacia arriba.

__Te quiero mojada, como la última vez –me dice y comienza a bañarme el vientre y las tetas, cuyos pezones se me ponen rígidos por el frío. Con una mano acaricia mi garganta y empieza a verterlo sobre mis labios.

__¡No, para! –le suplico entrecortadamente, pero el parece no escucharme. En cuanto he abierto la boca, el líquido se rezaga en el fondo de mi garganta. Es vino, dulzón e intoxicante.

Como el no se detiene, comienzo a tener dificultad para respirar y me atraganto. Desesperada, me agito toda, tosiendo y buscando alivio. Sacudo mi cabeza de un lado a otro y el vino sale hasta de mis fosas nasales.

__¿Que no ves que me estoy ahogando? –le pregunto en pausas, recuperando el aliento. Toso un par de veces más hasta que mi garganta queda de nuevo despejada. -¿Por qué lo has hecho?

El muy cabrón suelta una carcajada.

__Eres un hijo de puta –le recrimino, sintiendo como los escalofríos se apoderan de mi piel a raíz de su sensual risa.

__¿Porque? ¿Por lo del vino o porque no volví antes? Si realmente quisiera ahogarte, ya estarías muerta y lo sabes. Prefiero que estés viva para disfrutar mucho más de ti.

Sus dedos me pellizcan la piel de mis pechos mientras habla, causándome mucho dolor. Yo no se si se debe a esto pero el caso es que no tengo con que contestar. Sinceramente creí que el no sabia de mi espera. Me ha tomado por sorpresa.

__Por cierto –continua diciendo –no has respondido mi pregunta ¿Te gusto lo que viste?

A mi mente vuelve presto el recuerdo de la escena que contemplé en el callejón y el de mi propia reacción. E inmediatamente me excito.

De igual forma, me excita el rítmico y fugaz movimiento de sus dedos sobre mi vientre. Ambos guardamos un profundo silencio. Incluso, creo que se ha ido, hasta que escucho el sonido de la cremallera al bajar y de la ropa al caer.

__A mi me gustó mucho mas tu actuación –su aliento me roza la cara ligeramente y se aleja, bajando sobre mi torso desnudo –debiste verte, completamente abandonada a tu propio placer; jadeando enloquecida y cuando te corriste, pensé que yo también me correría contigo. ¿Pensabas en mi? ¿Deseaste que tus manos fueran las mías?

Mientras habla, lleva su mano a mi entrepierna, pero no me toca donde mas lo necesito. En lugar de eso, sus dedos se pasean juguetones por mi ingle para después dirigirlos a mi muslo.

__Agghh –grito porque el cabrón me ha mordido con fuerza el estomago -¡Suéltame! Me estas lastimando.

__No tienes ni idea de cuanto puedo lastimarte si quisiera –me dice y vuelve a reírse de mi –Pero no quiero. Relájate.

Dicho esto, su lengua caliente lame y besa el lugar donde me mordió antes. Pero no se limita ahí, sino que sube despacio por entre mis pechos y hasta mi garganta. Mi respiración de pronto se vuelve irregular y el vino no tiene ya nada que ver. Me siento mareada, borracha de el.

__Mmmm –no puedo evitar gemir cuando noto que con la punta de su lengua acaricia uno de mis pezones para luego, soplar despacio sobre la cumbre.

Al escucharme, súbitamente se detiene y el peso de sus manos a mis costados desaparece.

__Cuéntame, ¿Volviste con tu novio? –me pregunta en un tono alegre, a cierta distancia de la cama.

Me confunde a propósito, pienso. ¿A el qué más le da? Sintiéndome terriblemente frustrada, decido no seguirle el juego.

__No me has traído hasta aquí para tomar el te, ¡así que viólame de una maldita vez o déjame en paz! –le digo, agradecida porque la tela oculta mis incipientes lagrimas.

__Por eso me encantas. No sabes cuantas ganas he tenido de poseerte cada vez que te veía vagar por el callejón, buscándome.

Se ha acercado bastante a la cama, pero no lo noto porque sus palabras me pusieron primero pálida por el shock de saber que él sabe, y roja de la vergüenza, después.

De inmediato, las preguntas me llenan la cabeza. ¿Quién es el? ¿Por qué a mí? ¿Cuando? Y al parecer la más importante, la que borra todas las demás. Es esta última la que más miedo me produce. Y la que más quiero gritarle. ¿Por qué no lo hiciste?

Muerdo mi labio inferior para no formularla en voz alta hasta que la tentación pasa.

__Pero no tengo prisa, -continua diciendo- al contrario, soy tan poco egoísta que voy a ayudarte a que lo disfrutes lo mas que puedas. Ahora, toma otro trago.

Trato de negarme una vez mas, pero como siempre, su voluntad se impone por encima de la mía y termino haciendo lo que el desea.

Cuando ya no puedo tragar más, le suplico que se detenga e increíblemente, lo hace.

Con besitos cortos, se dedica luego a sorber el rastro de vino que ha quedado sobre mi mejilla para internar luego su rostro entre mis cabellos.

__Tu olor me vuelve loco, me calientas como nadie.

Siento su respiración que viaja desde el hueco de mi cuello hasta mi sexo, donde se detiene.

__Tu aroma es cargado, fuerte, delicioso. –un rápido lengüetazo suyo me debilita las rodillas y me hace gemir de nuevo –Tu sabor también es delicioso, sobre todo, cuando me deseas tanto como ahora. ¿Lo ves? Estas tan entregada a mi, eres tan mía que nada te importa mas que yo. Por eso me encantas; como yo, tampoco le tienes miedo al placer.

La arrogancia de su voz y el hecho de que me considere de su propiedad, son como un balde de agua fría para mi orgullo. Deseo tener la fuerza para oponerme. Deseo encontrar la forma de devolverle la moneda. Aun sabiendo que es inútil, intento cerrar mis piernas.

De inmediato, poniendo ambas manos en mis rodillas, el me lo impide.

__¿Crees que eres el único que me ha puesto caliente? –le pregunto en un arrebato –He tenido mejores hombres en mi cama, verdaderos hombres.

__¿Ah, si? –a pesar de mi rabia, en cuanto siento que introduce fugazmente dos dedos en mi panochita, no puedo ahogar el grito de placer que escapa de mi boca –Dime, el pendejo con el que estuviste saliendo hace un mes, ¿era mejor que yo? ¿Alguna vez te hizo sentir esto?

Irónicamente, después de él, nadie ha vuelto a tocarme. Y no es por falta de oportunidad, sino porque no he vuelto a desear a nadie como a el.

Por supuesto, no pienso darle más munición, así que me guardo mi respuesta.

Como él ve que no respondo, redobla sus esfuerzos para demostrar que tiene razón.

__No tiene caso que lo niegues, –me dice, chupando mis pezones, aumentando el cadencioso movimiento de sus dedos –siento como tu panocha se contrae, si toco aquí –uno de sus dedos presiona firmemente la pared anterior de mi vagina, haciéndome jadear –se que te encantara. Quieres mi verga, ¿verdad? Quieres que te coja como a la tipa del callejón.

__No –le miento, tratando de retener las lagrimas que amenazan con rodar por mis sienes.

Pero mi cuerpo traidor, se convulsiona con espasmos placenteros cuando el añade un tercer dedo que acaricia la entrada de mi ano, llevándome muy cerca del borde.

__Ahhh, -gimo sin poderme contener, su lengua se posa levemente sobre mi clítoris y me hace vibrar. Finalmente, todo ello en conjunto, terminan por destruir el poco control que me quedaba. Me vierto vigorosamente en su boca en un lento y prolongado orgasmo que me deja deshecha.

No me quedan fuerzas ni para llorar como pretendo. Me siento humillada, vencida y a pesar de la magnitud de mi corrida, todavía tremendamente excitada.

¿Qué tiene este hombre, que me convierte en una maldita marioneta?

No termino de formular mentalmente mi pregunta cuando percibo su cuerpo encima del mío. Concretamente, se ha puesto a horcajadas sobre mí, a la altura de mi pecho. Los vellos de sus piernas rozan los costados de mis pechos, provocándome un cosquilleo inesperado.

__Abre la boca –me ordena y al instante un chorro de vino es derramado en mi boca. Trago todo lo que puedo, aunque una buena cantidad se desliza por mis comisuras y termina mojando mis orejas. Antes de cerrar mi boca, el muy cabrón me mete su verga, impregnada de vino –mamela, putita.

Por un segundo siento la tentación de hacerle daño, pero reconozco que con ello solo lograría hacerlo enfadar y agravar mi situación. Un poco indecisa, uso mi lengua para darle placer. Con movimientos lentos y limitados, paladeo su sabor, hasta que con una mano, el levanta mi cabeza un poco y la acomoda a su antojo.

Balanceando sus caderas, me mete la verga hasta la garganta, gimiendo desesperado. Yo intento contener las arcadas que me produce y respiro por la nariz, esperando aguantar su cogida.

Continúa moviéndose, por lo que yo considero, una eternidad. Cada vez con mayor fuerza y rapidez, hasta que de pronto se detiene en seco.

__Mmmm, aagghh, así –dice, eyaculando al mismo tiempo en mi cara. –agghh, como me gusta tu boquita.

Su cuerpo entero se estremece una última vez y se desploma a mi lado.

Nuestra respiración es lo único que escucho durante los siguientes diez minutos o así. Hasta que finalmente me libera del peso de su pierna y se pone de pie.

__No sabes cuanto he fantaseado contigo –confiesa de repente a lo lejos. Sus palabras me sobresaltan por dos razones. Uno: porque creí que se había marchado, y dos: porque suenan sinceras.

Mi corazón da un gran vuelco en el pecho al instante, causándome verdadero dolor.

__¿Quieres conocer mis fantasías? –dice, ya cerca.

Inesperadamente, hay en su voz un dejo de suspenso que me deja inmóvil y asustada.

A través de la tela, busco en la mezcla de luz y de sombras, algún indicio de sus movimientos, sin hallarlo.

__¿Porque a mi? ¿Qué quieres de mi? –pregunto, esforzándome por mantener la calma. , me digo -¿Quién eres?

Como respuesta, lo único que obtengo es una completa y absoluta oscuridad.

Jalo frenéticamente ambos brazos una y otra vez, porque presiento que puedo liberarme, aunque resulta inútil.

Entonces percibo se sube a la cama; junto a mí y me rechista.

__Por favor, ya has tenido suficiente, déjame ir –le suplico, realmente atemorizada -¿Qué es lo que quieres?

__¿Aun no lo entiendes? –su voz enronquecida es apenas un susurro, pero basta para disparar los latidos de mi corazón –te quiero a ti. Siempre has sido tú.

La palabra "siempre" hace eco en mi conciencia. ¿Desde cuando es siempre? Empiezo a hacer un rápido calculo mental para ponerle rostro a la voz que me seduce, pero fallo porque un ardor abrasante se hace presente de inmediato en mi vientre e instintivamente trato de alejarme.

__Un poco de cera derretida no te lastimara –promete, dejando que más gotas calientes caigan sobre mis pechos y mi pubis –no puede dolerte más de lo que tú me dueles a mí.

Frenéticamente, intento zafarme de mis ataduras para poder huir aunque se que no tengo posibilidad alguna.

Una enorme mano se cierra entonces sobre mi garganta, cortando en parte el aire a mis pulmones.

__Me has dolido cada segundo de cada día, durante los últimos doce meses ¿Quieres saber por que? -obviamente no puedo contestarle aunque quisiera así que continua –porque te necesito tanto como el oxigeno que necesitas tu ahora.

En cuanto me suelta, mis pulmones se expanden de nuevo y el aire baja ardiente por mi traquea.

__Solo quiero hacernos gozar –dice y luego me besa prolongadamente. Sus palabras y sus labios derriban todas mis objeciones. Ya no tengo miedo.

Me besa de la forma más cachonda en que jamás me han besado. Y le respondo como la hembra en que me ha convertido. Como la puta que soy.

Me va poniendo caliente de nuevo, con un solo beso.

Mientras sigue besándome, con la punta de la vela acaricia despacio el contorno de mi mentón, las aureolas de mis pechos y se dirige hacia abajo. Pasa por mi vientre y se detiene sobre mi clítoris, haciendo una ligera presión. Mi panocha se contrae expectante y me mojo rápidamente.

__Métemela –le pido, sin pensarlo -mastúrbame

Sin dejar de besarme, el mete casi toda la vela en mi interior y yo tengo que cerrar los ojos, preparándome para lo que viene.

De forma lenta pero decidida, el comienza a sacarla para luego volver a meterla casi hasta el fondo, arrancándome grititos de placer.

Sigue así por largo rato y luego se detiene de improviso, dejándome frustrada y con la vela ensartada en mi concha.

Se levanta de la cama y regresa de inmediato. Repentinamente, corta las ataduras que me sujetaban los tobillos y se acomoda entre mis piernas.

__Quiero que ensalives esto –me dice y saca la vela de dentro de mí para luego ponerla sobre mis labios. Sin dudarlo, hago lo que me pide aun sin tener idea de sus intensiones.

__Bien –unos suaves golpecitos de su verga contra mi clítoris me hace olvidarme de todo excepto de mis propias sensaciones –relájate, te prometo que lo vas a disfrutar.

Antes de que yo pueda siquiera entender lo que dice, el cabrón empieza a meterme la vela en el culo.

__No te muevas o te dolerá mucho –me advierte, cuando nota que me rehúso.

Hago caso porque, como prometió, empiezo a disfrutar la experiencia de mi primera enculada.

Pausadamente, mete y saca la vela, aumentando la velocidad de a poco. Tengo que cerrar las manos en puños para contener mi inminente corrida.

El, adivinándolo, deja de mover la vela, se sitúa entre mis piernas, cogiéndome firmemente por las caderas y me ensarta su enorme verga en mi panocha, que de inmediato se inunda y se convulsiona con un placentero orgasmo.

Antes de que vuelva a sentir por completo mi cuerpo, me saca la vela del culo y mete su enorme instrumento, que se desliza sin problemas.

__¡Ahh, que rico culo tienes! –me dice sin dejar de moverse, adentro y afuera –tal como lo imagine, apretadito y firme. Agghh, que delicia.

De pronto, noto que mete la vela en mi concha y es más de lo que puedo soportar, vuelvo a correrme sin remedio.

De inmediato, su voz se convierte en jadeos rápidos y palabras incoherentes, su cuerpo se tensa hasta lo indecible y su espalda se arquea. Puedo sentir como me va llenando hasta las entrañas con su leche caliente.

De pronto, el cabrón presiona un pañuelo con un olor penetrante sobre mi rostro y siento que mis fuerzas se desvanecen aunque lucho por mantenerme conciente.

__¡Ohh, apriétame más, ahhh, que rico! –suplica, el maldito y es lo último que escucho.


06:20 a.m.

En cuanto abro mis ojos, un dolor familiar me recorre completa. Giro sobre mi costado y vomito cuanto puedo. Aunado a este dolor, otros, mucho mas penetrantes, me recuerdan lo sucedido.

Me encuentro a mi misma desnuda, tendida sobre una vieja cama tubular, en medio de una habitación rancia y olvidada.

Me levanto mareada y dolorida y cojo mi ropa del suelo. Me visto, haciendo caso omiso del dolor que me atraviesa el culo y examino a mi alrededor. Vacío y estéril.

La escasa luz del naciente amanecer me permite ver lo que hay en la mesita que esta junto a la cama. Descubro los rastros de cuerdas que me inmovilizaron, la seda oscura con olor a jazmín y un pañuelo blanco, húmedo. Entre todo esto, también encuentro una nota escrita a mano:

"Nunca me cansare de ti porque eres todo lo que deseo. Nos veremos el próximo año en el callejón. Gracias y feliz primer aniversario"

La sola idea de repetir lo que ha sucedido me estremece de los pies a la cabeza. No se si de anticipación o de odio. Lo que si se es que de alguna forma retorcida deseo que pase el tiempo.

Suspiro.