El callejón (2)

Hola soy Claudia. Sigo aqui, todavia esperando a que él regrese. Mientras tanto,¿Te gustaría hacerme compañía? Nota: Aunque este relato no cabe ya en esta categoria, lo he puesto aqui para que sea mas facil encontrarlo. Es el preludio de un emocionante final.

10:43

¿Será el?

Suspendo mi respiración mientras escucho la secuencia de unos pasos presurosos que se van acercando.

Con un nudo en la boca del estomago, doy un paso hacia atrás, hundiéndome en la intensa oscuridad, escondiéndome tras un enorme contenedor de basura.

De pronto, una risa femenina y resuelta hace eco en las paredes del callejón.

En cuanto logro domar mis miedos, emerjo de a poco de mi escondite solo para comprobar que se trata de una pareja de amantes que buscan intimidad para su encuentro.

Observan un extremo y el otro del lugar para cerciorarse de que están completamente solos, y momentáneamente tengo que volver a ocultarme.

La lujuria entonces no se hace esperar.

Asomo mi cabeza solo para ver como el tipo se baja la bragueta de sus jeans, sienta en un viejo y sucio sillón destartalado, que alguien tiro ahí y arrastra a la mujer consigo.

Inmediatamente, ella se pone a horcajadas sobre el regazo del tipo.

Al principio, solo se besan, chupando mutuamente sus lenguas, simulando a veces la penetración.

Riéndose, ella se levanta el top y deja al descubierto un par de hermosos y todavía redondos senos de botones rosas.

Ni tardo ni perezoso, el tipo se lleva primero uno y luego otro a la boca y succiona ávido su piel. Los pellizca, los amasa y los devora hundiendo goloso toda la cara en ellos.

Ella se queja desesperada, se retuerce en su regazo y araña excitada sus hombros.

__Mmmm –murmura, disfrutando con los ojos cerrados los lengüetazos y mordiscos sobre sus sensibles cumbres –mmaaasss

El escuchar como goza, me empieza a poner muy caliente. Inconcientemente, he llevado mi mano sobre mi muslo; en cuanto me doy cuenta del rumbo de mis pensamientos, me rindo y la interno dentro del elástico de mi tanga.

Estoy tan mojada. Sin dificultad, meto el dedo medio y lo muevo en pequeños círculos, dentro de mi conchita. Me contengo a duras penas para no gemir yo también.

El remordimiento y la culpabilidad me encuentran en ese momento, y debo decidirme entre continuar espiándolos hasta el final o huir antes de que sepan que he estado ahí.

De verdad lo intento, pero no puedo moverme.

El morbo hace presa de mi y finalmente me arriesgo.

Medio hipnotizada, veo como sus calientes cuerpos se restriegan constantemente, noto los jadeos desesperados y el movimiento de las manos.

El tipo mete las manos bajo la falta de la mujer y le baja las bragas, ella levanta las caderas y le ayuda a sacárselas.

__Si mi marido me hiciera sentir así yo jamás lo engañaría –anuncia la mujer de pronto, volviendo a acomodarse sobre su amante.

Supongo que para el tipo ha sido un cumplido porque le regala otro beso cachondo.

Ella lo besa de igual forma y luego recorre el cuello del tipo con besitos húmedos. Le abre la camisa y empieza a chupar su pecho.

El, extasiado se deja hacer.

__!Agghh! ¡No me muerdas, cabrona! –le reclama de pronto el tipo, apartando a la mujer –si mi mujer lo ve, ya sabes el lío que me arma.

El factor de lo prohibido añade mayor riesgo a la escena que me toca presenciar. Y me excita mucho, mucho más.

Agitada, siento que mi panochita palpita, deseosa de un trozo de carne. Conformándome, muerdo mi labio inferior y continuo tocándome el clítoris con habilidad.

__No te preocupes, no te voy a dejar ninguna marca –promete ella.

Tratando de no perder detalle, la observo llevar sus manos hacia la cinturilla del pantalón del tipo. Las mete por debajo de sus calzoncillos.

Ante la expectativa, detengo mis caricias y trago saliva.

Poniendo de su parte, el tipo alza sus caderas para dejarse los jeans a la altura de sus rodillas.

Tiene una verga enorme, gorda y con la punta rosa. Venas azuladas se perciben por todo el falo. De su ojillo chorrea un líquido vidrioso que me hace agua la boca.

Ella acaricia entonces, con la punta de los dedos, el premio que le espera. Con una mirada lasciva, cierra la mano alrededor de la verga y se dispone a masturbarlo.

De inmediato, el rostro del tipo se contrae; gotas de sudor perlan su frente.

La mano de la mujer se mueve insistente de arriba abajo, el gime sin control. Ella ofrece de nuevo los pechos para que el los tome.

Los intensos gemidos de ambos son los únicos sonidos que rompen la quietud de la noche.

Con el corazón latiéndome errático, acaricio mis propios pechos y añado un segundo dedo en mi conchita. Cierro los ojos imaginando que es a mi a quien está cogiéndose.

__Métemela, ya no aguanto –oigo a la mujer decir casi sin aliento.

Abro los ojos un momento y observo al hombre levantarla en vilo solo para dejarla caer lentamente sobre su pene, el cual desaparece de vista al cabo de unos segundos.

__Solo tenemos unos minutos –le recuerda, mientras ella comienza a mover su cadera lentamente, de forma cadenciosa sobre el.

__Quiero que me cojas duro, lo quiero fuerte –le dice ella, casi al oído –cojéme sin compasión

El parece entender lo que ella le pide, porque de repente, el ritmo se vuelve frenético y los gemidos se convierten en gritos placenteros.

Inesperadamente para mi, la tumba de pronto boca arriba sobre el sillón sin moverse demasiado y acomoda las piernas femeninas sobre sus hombros.

Yo tengo que hacer un verdadero esfuerzo para mantenerme en pie, abrir lo mas posible mis piernas para disfrutar mejor de mi misma y no hacer ruido, en un solo intento.

Logro apoyarme silenciosamente contra el contenedor.

Moviendo el pulgar vigorosamente sobre mi clítoris y dos dedos ágiles en mi panochita, siento que estoy a punto de correrme.

Los gritos salvajes de la chica se van acompasando a mis propios jadeos y unos instantes después, casi juntas alcanzamos el tan anhelado orgasmo. Cuando por fin las oleadas de intenso placer empiezan a remitir, escucho como el tipo alcanza el suyo.

__Ven cuñadita, límpiame la verga con tu lengua –le susurra el hombre, gimiendo satisfecho –así, tomate toda mi leche. Así mamacita

Conciente de que debo irme, sigilosa y sin hacer el menor ruido, me pego a la pared y me alejo de puntitas.

Luego de dejarlos por lo menos diez metros atrás, por fin puedo respirar con normalidad.

En eso, mi realidad me golpea con fuerza y recuerdo la razón que me ha traído al callejón.

Suspiro deprimida. De entre mis senos, saco la tela que he guardado tan celosamente durante el último año. Aun conserva el ligero olor a jazmín. De forma autómata, me la llevo a la nariz para olerla y pienso en él.

Y aunque mi vagina aun se contrae con la reciente explosión, asumo que las sensaciones que acabo de experimentar se quedarían pobres e insignificantes si el hubiera estado conmigo esa noche.

Con un paso confiado, alcanzo la intersección donde se cruza otro callejón.

De repente, alguien me arrastra por la fuerza a este otro callejón, aprisionándome con una mano por la cintura y otra sobre el rostro.

__¿Te gustó lo que has visto? –me pregunta con voz enronquecida, presionando un pañuelo contra mi nariz y mi boca.

Antes de caer en la inconciencia, sé que he reconocido su voz