El cálido viento del Este 07 Fidel y sus amigos

-Antes has retirado tu brazo cuando te he tocado, ¿te ha molestado? -me dirige una sonrisa cohibida y un poco triste.

Después de comer me voy a mi habitación, para dar vueltas en mi cabeza a todo lo que Malder me ha hablado sobre Fidel, a intentar encontrar una salida del problema donde me he metido. Cuando bajo encuentro sola a Ramoni, está viendo un serial en la televisión, una de esas series de verano que es muy difícil atender, parece que no se ha dado cuenta de mi presencia e intento pasar desapercibido, pero me escucha y vuelve su cabeza.

-¡Ah! Iker, ha estado ese chico, Alberto, preguntando por ti.  –vuelve a centrar su atención en la pantalla.

-Ramoni, estaba arriba, podías haberle dicho que subiera.  -vuelve a mirarme de nuevo con una sonrisa torva.

-Cariño, se lo dije, pero él no quiso subir, no deseaba molestarte.

-Me marcho a la piscina, te quedas sola.  –me dice adiós con la mano, ahora ya no me mira, le interesa más la rubia de la pantalla.

Mi caminar es lento, mis pies juegan con la hierba, pisando los brotes que salen de las raíces de los álamos blancos y llego hasta el borde la piscina, hay varios grupos de personas, sobre todo mujeres hablando y otras desperdigadas tomando el sol, unos niños pequeños chapotean en la piscina infantil, David les vigila. En uno de los grupos, sentados sobre la hierba, están Alberto e Idoia, ahora ésta empuja a Alberto que cae de costado y mi prima se monta a horcajadas sobre él intentando hacerle cosquillas, este se cubre el pecho con sus brazos y los aprieta fuerte para evitar que acceda a sus sobacos.

Me envuelve una sombra de tristeza y de alegría a la vez, de alegría por verles reír felices, la parte de tristeza no la sé, es posible que por no poder estar en el lugar de Idoia y poder jugar con él, iba a encaminarme hacia ellos y en su lugar fui donde estaba David vigilando a los niños.

-¡Hola!  -le dije con desgana, le hablaba a David y mi vista estaba fija en las figuras de Idoia y Alberto.

-¿No te aburre el estar vigilando a los niños todo el día?  -David me mira un poco sorprendido.

-En realidad me gusta, me fascina verles jugar, como se empeñan en realizar alguna cosa e insisten aun sin poder llegar a hacerla.  –callamos y miro a los niños jugar y compruebo la verdad de lo que acaba de decir David, un niño tiene un objeto de plástico, un pececito verde que antes puedo ser el soporte de un termómetro, con su manita lo mete hasta el fondo de la piscina y cuando lo suelta vuelve a flotar y así insiste una y otra vez, sin desmayo, sin cansarse.

-Estoy preparando unos cursillos para niños de distintas edades, para enseñarles a sostenerse en el agua y algo de natación, podrías echarme una mano con ellos…, si tienes algo de tiempo libre…  -iba a decirle que no, pero sus siguientes palabras me hicieron cambiar de parecer.

–Alberto ya se ha comprometido y me va a ayudar.

No debí haberlo hecho, pero cuando escuché que Alberto estaría ayudándole, sin querer, le dije que yo también le ayudaría. David sonríe satisfecho y me palmea la espalda entusiasmado.

-Así estará mucho mejor, vamos a realizar un buen trabajo, los niños, y sobre todo sus padres,  lo agradecerán.  ¡Eh!, Alberto, ven aquí.  –grita en la dirección donde Alberto se encuentra, este se pone de pie con agilidad e Idoia le alarga la muleta.

Viene con una sonrisa preciosa que le ilumina el rostro, la luz del sol lograba que brillara el azul oscuro de sus ojos.

-¡Hola!, Iker, he ido a buscarte a tu casa.  -hablaba sin haber llegado donde nos encontrábamos nosotros.

-Iker nos va a ayudar con los niños, ya somos tres.  –cuando David dijo estas palabras, la sonrisa de Alberto se ensancha más, si pudiera ser, en su cara.

-¡Qué bien!, ya te dije que diría que sí.  –pensé que de dónde se habría sacado que yo iba a decir que si, si supiera que había sido por él, porque iba a participar y podría tenerle cerca sin necesidad de buscar escusas.

David nos dirigió a una mesa que había en la esquina de acceso a la piscina, cerca de la enfermería y los servicios sanitarios, estaba subida en una zona más alta, desde allí dominaba el juego de los niños y veía perfectamente las piscinas, Idoia se acercó a ellos.

-¡Idoia!, ¿puedes vigilarles un momento?  -mi prima afirmó con la cabeza y se puso a jugar con ellos.

-Mirad, vamos a organizar dos grupos, niños de cuatro a siete años y de ocho hasta diez u once y alguno mayor que no sabe nadar aún. Los mayores irán a las mañanas de 12 a 14 horas y los pequeños a las tardes, estos con una hora, o así, será bastante, solo quiero que aprendan, los de este grupo, a sostenerse en el agua, por si alguno cayera a la piscina que sepa salir a flote. ¿Qué os parece?  -Alberto parece entusiasmado, contento de poder ayudar en algo.

-A mi me parece estupendo, ¿y a ti Iker?  -contagia su euforia y entusiasmo, su alegría se le escapa por los poros de la piel, esta morenito  y a pesar de ello se le ve el rostro encendido.

-Creo que está bien.  –se acerca y con su mano libre, la otra sujeta la muleta, coge levemente mi brazo. Ante su contacto siento como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo y tiemblo imperceptiblemente, me retiro de inmediato y él se queda sorprendido, con la mano en el aire, disimulo y le acerco una silla para que tome asiento.

-Siéntate, te estarás cansando.  –el retirarle mi brazo ha sido un acto reflejo, involuntario por mi parte.

-Mirad, estos son los nombres de los niños pequeños, son ocho, nos tocan a tres a Iker y a mí y para Alberto dos, con veinte minutos para cada uno será bastante, en un mes deben saber mantenerse en el agua ellos solos.  Los mayores son seis de momento, pero con ellos habrá que esforzarse un poco más.

Seguimos hablando un rato más y quedamos en comenzar al día siguiente, David avisará a los padres y pondrá los carteles en los lugares oportunos, durante ese tiempo un tercio de la piscina quedará acotada para las clases. David va a la piscina pequeña donde están los niños y Alberto y yo vamos hasta el borde de la parte más profunda.

-Antes has retirado tu brazo cuando te he tocado, ¿te ha molestado?  -me dirige una sonrisa cohibida y un poco triste.

-¡Oh!, no, no Alberto, no se por lo que ha sido pero no me molesta, para nada  -sigue con la mirada baja, mirando su pierna mala.

-Te juro que no me ha molestado, ha sido como un acto reflejo, te lo digo de verdad, en realidad…  -noto el calor en mi cara por haberme puesto rojo.  -Podría decir que me gusta cuando me tocas,  –sube más calor a mi rostro, ¡pero será posible!, ¡yo poniéndome rojo!   -Pero a la vez me da miedo.

-¡A mí me pasa lo mismo! Deseo tocarte y tengo miedo de hacerlo.  -también él está rojo.

-¿Por qué te da miedo a ti?, ¿sabes porque tienes miedo?  -tenemos nuestras manos muy cerca, apoyadas en el pretil del borde y tengo la impresión de que me llega su calor a mis dedos. Hace un gesto con su cabeza afirmando.

-Me causa miedo que suceda lo que ha ocurrido antes, que no quieras que te toque, que me rechaces.  –le tiembla el labio inferior y las largas y sedosas pestañas.

-¿Y tú por qué tienes miedo?  -me quedo en silencio un momento.

-No lo sé Alberto, de verdad que no lo sé.  -miro el sol que brilla reflejado en la lámina de agua, le miro a él que contempla las suaves ondas que se forman.

–No quiero que te suceda algo malo.  –avanzo mi meñique hasta que entra en contacto con el suyo y ahora el que tiembla es él pero no retira su mano.

-Si sigues a mi lado te pasarán cosas malas.

-No me va a ocurrir nada, quiero estar a tu lado y ser tu amigo, si tú quieres, ya sé que no voy a ser el mejor amigo que tengas, intentaré no causarte molestias, cada día voy a andar mejor, ya verás, me esforzaré más.  –me cabrea muchísimo lo que está hablando y salto sin poderme contener.

-A ver Alberto, a ver si te enteras, me importa una puta mierda tu pierna, no me importa que estés cojo, ¿lo comprendes?, no, no es eso lo que me importa.   –no espero respuesta y salto al gua nadando con todas mis fuerzas para alejarme de él, imposible ha saltado al agua y va a mi lado nadando hasta que llegamos al final.

Alcanzamos el otro extremo agitados, yo más que él.

-No quiero hacer algo que te enfade y siempre te cabreas conmigo, ¿por qué?, ¿qué cosas hago mal para que te molestes así?  -juraría que además de las gotas de agua ruedan lágrimas por su rostro.

-No eres tú el causante de mi enfado, soy yo, bueno menos cuando sacas a relucir lo de tu pierna, eso sí que me cabrea, ya no me importa que tengas la pierna así, no la vuelvas a poner como excusa de mis posibles enfados, no es verdad que me repela o me eche para atrás.

-Entonces júrame que no te volverás a enfadar conmigo y que seremos amigos.  –no me puedo negar, tiene una cara tan angelical, una súplica que acuchilla en los zafiros de sus ojos.

-Prometo que intentaré no volver a enfadarme y que seremos amigos.  –se echa a reír divertido y su risa llena el aire y con sus manos me salpica el agua.

-Tramposo, otra vez has hecho trampa, eso no es un juramento.  –no para de reír y le acompaño en su risa, su alegría es contagiosa, Idoia se acerca y ríe sin saber el por qué, contagiada por nosotros.

Nadamos un rato largo y salimos a tomar el sol. Quedamos para salir después de cenar un rato, para ir al pueblo, siento miedo de encontrarme con Fidel, pero no podemos estar escondiéndonos toda la vida de los peligros que nos acechan y así, esta vez, es Alberto el que toca el timbre de mi casa, Idoia y yo subimos para lavarnos la boca, él nos sigue, me espera en la habitación, sentado en un sofá que hay al lado de la ventana, mirándolo todo, sin tocar, solo mira curioso.

El camino lo recorremos alegres contentos, entre risas, Idoia va entre los dos, sujetándose de nuestros brazos, a veces juega y hace que Alberto tropiece por su pierna, sin embargo no protesta, se ríe más alto aún. Debajo de los castaños tomamos asiento y nos saludamos con los chicos que hay allí, vamos cogiendo confianza, nos vamos conociendo unos a otros.

De repente pasa a nuestro lado Malder con otros muchachos, uno moreno con barba, es joven pero parece mayor y otro delgadito con pantalones pitillo que le hacen más delgado y botas de militar, usa camiseta negra de tirantes y la piel muy morena, van riéndose entre ellos gastándose bromas. Malder me saluda con la mano, destaca entre sus dos amigos, él tan fino y arreglado y sus amigos tan toscos.

-¿Quién es ese chico que te ha saludado?  -a Alberto no se le escapa un detalle.

-Un amigo de la urbanización.  –le respondo quitando importancia a la respuesta.

-Es guapo y va muy bien vestido.  –miro curioso a Alberto que sigue con la mirada a los tres chicos, no pienso lo que voy a decir y como un bruto lo suelto.

-¿A ti te gustan los chicos?  -está anocheciendo y no se ve muy bien, pero noto el tono colorido de su rostro, como aparta la mirada y creo que se va a echar a llorar.

-¡Joder!, que bruto soy, perdona Alberto, no quería preguntarte eso, o no quería preguntarlo así de esta manera.  –levanta la cabeza y fija su mirada en mí, no hay temor, hay valentía en su mirada y resolución.

-Sí, has acertado, me gustan los chicos, ¿y ahora qué?  -me mira muy fijo, sin apartar su mirada, quizá más atrevido y valiente por la poca luz que hay en ese momento.

-¿Ahora qué?, ¿de qué? -le interrogo mirándole fijamente también.

-¿Qué opinas de mi?, ¿seguiremos siendo amigos?  -no creía que tuviera este carácter tan fuerte, tan decidido y valiente.

-Seguimos siendo amigos, a mi no me importan tus tendencias sexuales, pero lo siento por mi prima que creo que está enamorada de ti.

-Por Idoia no te preocupes, sabe que soy gay, se lo he dicho yo, decidí hacerlo antes de que siguiera interesándose por mí.

No salía de mi asombro, me habré perdido en un sueño y vuelto al mundo después de que todo haya pasado, sin enterarme de lo que sucede a mi alrededor. Pienso en su valentía, asumir así lo que es, a los quince años y tiene las ideas más claras que yo.

-No pasa nada Alberto, para mí todo sigue como estaba, nada ha cambiado.

-Gracias, me haces feliz y eres un tipo de fiar, lo de la pierna fue una prueba pero ahora, no te importa tratar con un homosexual eso es de valientes, por eso no tengo muchos amigos, me gusta ser sincero y que mis amigos sepan con quien tratan, también a ti te lo iba a decir, estaba esperando el momento oportuno.

Nos quedamos sentados en silencio, cada uno rumiando sus pensamientos, meditando lo que me había confesado.

-Alberto, ¿lo saben tus padres?  -me mira asombrado.

-Por descontado, han sido los primeros en saberlo, se lo dije cuando me di cuenta de lo que sentía por los chicos, que me sentía atraído, ellos ya lo imaginaban.

-Eres un muchacho muy valiente, más valiente que muchos de mis amigos y que yo mismo, creo que voy a estar contento de ser tu amigo.

Cuando elevo la vista mi cuerpo se tensa, me pongo en guardia nervioso, enfrente de nosotros está un amigo de Fidel, uno de los que estaban con él la noche pasada en el bar, nos está mirando fijamente. Alberto se da cuenta y sigue el ángulo de mi mirada.

-¿Qué sucede Iker?  -su pregunta suena preocupada.

-Nada, no pasa nada, tranquilo.  –el chico se encamina hacia nosotros, es más joven que Fidel, delgado con el pelo bien cortado, tirando a guapo, las piernas un poco cortas y el cuerpo largo pero no se nota mucho, se acerca hasta donde estamos.

-¡Hola!, ¿cómo estáis?, ¡ay! perdonad, no me he presentado y Fidel no lo hizo el otro día, me llamo Sergio.  –su voz suena agradable y amistosa, extiendo su mano hacia mí, se la estrecho y luego se la tiende a Alberto.

-Yo soy Iker y el Alberto.  –quedamos callados un momento.

-O sea, ¿qué tú eres amigo de Fidel?  -se queda pensativo un momento.

-Aquí no hay mucho donde escoger, en el inviernos somos cuatro gatos, si o si, nos tenemos que encontrar y relacionarnos todos en unas cosas u otras, así está ordenado por estos lugares. Además Fidel no es tan malo como le pintan, tiene algunos líos, como todo el mundo, unos serán verdad y otros producto de la envidia. No os vayáis a creer todo lo que os cuenten  por aquí.

Hablamos un rato más, de cosas del pueblo, sobre todo de las fiestas que serán a primeros de Agosto, dentro de un mes aproximadamente.

-Bueno, me alegra haberos encontrado, nos volveremos a ver.  –se despide y se encamina hacia los soportales donde están la mayoría de las cafeterías y bares.

Damos unas vueltas hablando con chavales que encontramos, Alberto está muy tranquilo, después de su confesión parece haber encontrado la paz. Buscamos a Idoia y emprendeos el camino de vuelta a casa, voy pensando en la charla mantenida con Sergio, quizá Malder exagera al juzgar a su primo y me voy  tranquilizando, pensando que no vamos a sufrir ningún tipo de daño por parte de Fidel; ahora no me causa tanto apuro acudir a la cita del miércoles aunque pese sobre mí la amenaza que profirió.

La vuelta a casa es alegre y vamos contentos los tres, nos despedimos de Alberto, yo le doy un pequeño golpecito con mi puño en su hombro e Idoia le besa, ahora no me produce celos el que le bese, se que entre ellos no hay nada y sé también que Alberto es gay. Quedó con él para la hora de mañana en que debemos iniciar el cursillo de natación para los niños.

Cenamos, hablamos de lo que nos ha propuesto David, Laura está contentísima por verme ocupado en algo y Ramoni también aunque gruñe más que habla, vemos la tele e Idoia se va a la cama, cuando subo llamo a la puerta de su habitación y entro,  me tumbo en la cama, a su lado, y paso mi brazo por encima de ella para abrazarla.

Doy un beso a la preciosa muñeca que tengo a mi lado, le quedan pocos días de estar en mi casa, el viernes marchará a la suya, su madre y sus hermanos se quedarán ya para el resto del verano.

-Lamento lo de Alberto, muñequita.  –me mira risueña, sin pena alguna en su mirada.

-¿Te lo ha contado?  -le digo con mi cabeza que sí.

-No importa, pero sigue siendo muy guapo, ¿tú qué dices?

-Que sí, que es verdad, que es guapísimo y sobre todo muy valiente, bueno y generoso.

-¿Y tú le has dicho lo tuyo?  -la miro asombrado.

-¿Lo mío, cual mío?  -voy adivinando a lo que se refiere, pero quiero que hable.

-Os vi un día a Mikel y a ti, el verano pasado, se os olvidó cerrar la puerta.  –rehúyo su mirada, avergonzado.

-Iker, aunque tenga catorce años, en el colegio ahora nos enseñan muchas cosas y no quieras conocer lo que mis amigas saben, no me voy a asustar por esos motivos, en mi clase hay dos chicos gay.

Nos callamos, no sé qué decirle, solo besarla ese bonito rostro que tiene, esa cabecita con esas ideas tan sabias que no se dé quien ha heredado.  Me levanto para ir a mi habitación.

-Yo no le he dicho lo que soy, no soy tan valiente como lo es él, se lo ha dicho hasta a sus padres.

A la mañana siguiente tiene que transcurrir poco tiempo, para darme cuenta de la suerte que he tenido en que David se haya fijado en mi, las madres han llegado con sus pequeños y nos los han encomendado, algunos saben hacer alguna cosa, ya tienen práctica, y otros parece que no han visto el agua, cuando unos de los niños que tutela Alberto, ha conseguido flotar, aunque un solo minuto, hemos saltado de alegría todos.

Y se pasa una mañana maravillosa y alegre, Alberto exulta de alegría y gozo, yo también y David nos felicita, lo mejor resulta cuando las mamás nos lo agradecen y los niños se agarran a nuestras piernas sin querer salir del agua, vamos a ser más famosos y queridos que Peter Pan, luego la tarde es igual de gratificante y la mañana del miércoles, con los niños que ya saben de qué va la cosa, y a la tarde me comienzo a preocupar. Busco la forma de poder escaparme un par de horas, para cumplir con las exigencias de Fidel y no la encuentro. Alberto nota mi preocupación;  cuando termina la clase, tumbados sobre nuestras toallas...

-Estas tirante Iker, algo te preocupa.  –me mira inquisitivo.

-Verás, es una cosa muy delicada, que no debe ser conocida y no sé cómo resolverla.

-Cuéntame, somos amigos, ¿o no?

-Necesito hacer una gestión esta tarde de ocho a diez y es importantísimo que la haga, pero no sé cómo sacar esas dos horas sin que alguien se entere, podría escapar por la ventana, es peligroso y luego no podría entrar sin que se enteren en casa.  –los dos nos quedamos pensativos.

-Ya está, vamos al pueblo y tú desapareces ese tiempo que necesitas. –se le ilumina la mirada y yo veo una esperanza.

-¿Pero Idoia?, se enterará y querrá saber y ya te digo que no puedo decir nada, ni a ti te lo puedo contar.

-Me alarmas, pero por Idoia no te preocupes, yo la mantendré entretenida, ella se va a jugar con sus amigas y si cuando tengamos que volver a casa, me encuentro que tu aún no has llegado, buscaré una excusa creíble, en todo caso puede saber que has estado ausente media hora, como estuviste hace unos días, cuando llegaste lleno de tierra y la ropa sucia.

Vaya, parece que se dieron cuenta de que algo había pasado, algo que no era normal aunque no preguntaran las causas de mi llegada en aquel estado.

-Gracias Alberto, es un asunto importante, me molesta que tengas que ayudarme en ello pero te lo agradezco mucho y te deberé un favor.

Esa tarde, cuando terminamos de cenar, Alberto vino a buscarnos y emprendimos el camino hacia el pueblo, nada más llegar a los castaños Idoia se escurrió donde un grupo de chicas que jugaban y hablaban entre ellas, Alberto se sentó en un banco y le tendí mi mano.

-Espero estar aquí para las diez de la noche, cuida de Idoia y no te preocupes por mí.

En ese momento le hubiera abrazado y dado un beso, su aspecto era de suma tristeza, su amistad conmigo le obligaba a ayudarme pero se le notaba insatisfecho y molesto, deseoso de que todo terminara y yo estuviera de vuelta.

Empezaba a soplar un viento cálido, a rachas intermitentes, que ponía el vello de los brazos erizado. Tenía que darme prisa, eran las ocho de la tarde y tenía unos diez minutos de camino hasta la nave de maquinaria agrícola de Fidel.

Cuando llegué, sudando por el rápido paso y a veces correr, no estaba nadie presente, la puerta estaba entornada y asomé la cabeza, al fondo había una puerta que dejaba escapar una luz amarillenta y se escuchaban ruidos de conversación y alguna sorda risotada.

Llegué a la puerta de donde salía la luz, en un primer instante me deslumbró, fui acostumbrando mis retinas a la luz, el cuarto era pequeño y no había más que una destartalada mesa con varias sillas, un fogón con una cocina de butano y una bombona, también un viejo frigorífico y algunos cachivaches inservibles y rotos como una antiguo peso, una romana, con la barra de hierro por un lado y el platillo a su lado.

Sentados en el suelo, encima de unas colchonetas de espuma, estaba Fidel y un amigo suyo del que desconozco el nombre, y sentado en una de las pocas sillas que hay alrededor de la mesa, Sergio me observa.

-Mira, mira, ya le tenemos aquí, llegó al fin.  –había hablado Fidel, a su lado tenía varias latas de cerveza vacías, arrugadas y tiradas en el suelo y al lado del otro chico también había un montón, supuse que llevaban bastante tiempo reunidos y habían bebido demasiado, Sergio parecía haber bebido menos, su montón de latas vacías era menor, sujetaba una en su mano.

-Acércate que llegas tarde y se me estaban pasando las ganas, venga, bajaros los pantalones que la putita nos va a hacer una mamada como no os la harán en vuestra vida.  –se dirigía a sus amigos, Sergio no hizo movimiento alguno, el que estaba sentado a su lado se bajo los pantalones y el boxer a la vez con cierta dificultad, dejó a la vista una polla morcillona, gorda y cubierta de pelos en reposo sobre su muslo, comenzó a jugar con ella.

-Fidel he venido a hablar, antes de hacer nada quiero que las cosas queden claras.

Se pone de pie y da unos trompicones, evita caer apoyándose en la pared y se acerca donde yo estoy, me sobrepasa sin mirarme, se acerca a la puerta y la cierra de un portazo, luego coge la barra de hierro de la romana y la coloca cruzada en la puerta, haciendo de tranca para que nadie puedan entrar desde fuera.

-Ahora habla de tus condiciones, ¿cuáles son esos requisitos que quieres negociar,  a ver?

Se ha colocado a mi lado y me sujeta del brazo, su aliento huele a cerveza. En principio estoy inquieto por que haya atrancado la puerta de ese modo, pero le voy a poner mis condiciones. Las acepta o me voy.

-Hare lo que quieras en esta ocasión, no habrá más veces y dejarás tranquilo a Alberto, sin meterte con él y te olvidarás de mi después de esa tarde.

Fidel suelta una sonora risotada, se mueve  y se coloca enfrente de mí.

-Mira que bien, habéis oído, como negocia el muchacho, parece que hayan enseñado en la universidad.

Ríen burlándose de mí, no oigo la risa de Sergio. Ha agachado el cuerpo y de repente se endereza, me coge de sorpresa y no puedo evitar que eleve su mano y la descargue sobre mi mejilla derecha, el golpe ha resultado seco muy fuerte, doy dos pasos hacia atrás y luego caigo al suelo de rodillas, quedo un momento  atontado por la violencia del golpe.

Siento como la sangre sale de mi boca, la escupo, resbala por la comisura de mis labios, voy recuperando la consciencia y con dificultad me pongo en pie, levanta de nuevo su mano para repetir el golpe, inclino la cabeza y embisto contra él, le golpeo en el pecho y cae sobre la mesa, Sergio se pone de pie, no se había movido hasta ahora.

El amigo que estaba sentado en el suelo se pone en pie con dificultad, con sus pantalones en los tobillos que no le dejan caminar y Fidel les grita.

-¡Cogedle coño!, al hijo puta este.  –Sergio se queda quieto como asustado de lo que está sucediendo y el otro da un salto, está a punto de caer pero me rodea con sus brazos.

Fidel se acerca blandiendo sus puños, como si fuera un boxeador, no puedo mover mis brazos que tiene sujetos su amigo pero las piernas si, recibo un golpe de su puño en el estómago que me deja sin aire.

-Ahora voy a negociar yo contigo, ¡cabrón de mierda!  –Fidel se acerca con intención de soltarme otro puñetazo, elevo mi pierna y le arreo una patada en su muslo, grita y jura de dolor; el esfuerzo de mi patada hace que el que me sujeta pierda el equilibrio y caemos al suelo los dos. Me sigue manteniendo abrazado y Fidel descarga su furia a base de patadas que, a veces, alcanzan a su amigo, sin darse cuenta, cegado por la ira.

Voy recibiendo patadas en todas las partes de mi cuerpo, su amigo me suelta dejándome tirado en el suelo.

-Vale, vale ya Fidel.  –es Sergio el que intercede y me parece que está llorando.

-Sujetarle y ponerle de rodillas, va a ver la puta esta quien manda aquí, y tú deja de llorar mujerzuela, ayúdale.

Me retiene cada uno de un brazo y me levantan para colocarme delante de Fidel, se baja los pantalones, se saca la polla que ahora no es más que un pellejo, me sujeta tirando de mi pelo y eleva mi rostro, con un ojo no puedo ver, me abofetea en una mejilla y la otra.

-Ahora me vas a mamar la polla y como se te ocurra, simplemente rasparla con tus dientes, te mato maricón de mierda, ¿me escuchas?

-Abre mi boca con sus manos y mete parte de su polla, folla mi boca y la verga se le va poniendo tiesa, la mete hasta la garganta y me ahoga produciéndome arcadas, así folla mi boca durante un tiempo hasta que se corre en la profundidad de mi garganta.

-Venga, ahora tu.  –le ordena al que tiene los pantalones por el suelo, Fidel ocupa su lugar para sujetarme y el otro repite la faena de su jefe, su verga es más corta pero también más gorda que la de Fidel y consigue ahogarme de la misma forma hasta que se corre también.

-Ahora tu, marica de mierda, aquí estamos los tres en lo mismo.  –le exige a Sergio que me folle como han hecho ellos.

Ahora es Sergio el que se coloca delante de mí, su polla está arrugada y me la mete en la boca, a pesar de sus esfuerzos no consigue que se le endurezca, está temblando. Fidel me pega una patada en el culo.

-Mámala bien, no vamos a parar hasta que se corra, ¿has oído?, mamá como la puta que eres.

Sé que tiene razón y lo que no he hecho antes, ahora se lo hago a polla de Sergio, se la empiezo a chupar y aspirar de ella pasándole mi lengua para estimularla y que se corra lo más rápido posible. Va cogiendo consistencia y llenado mi cavidad bucal, relamo su glande cuando la saca y acaricio su tronco cuando la tiene dentro, hasta que Sergio se corre a su vez dentro de mí.

Creía que ya había acabado todo, me habían soltado y seguía arrodillado con la cabeza en el suelo, más que por el dolor por la vergüenza y la humillación que sentía.

-Tírale ahí y quítale los pantalones.   –ordenó Fidel con voz ronca.

Me arrastró y me dejó caer sobre las colchonetas, tiro de las perneras de mis pantalones y me los sacó con el slip y los zapatos dejando la mitad de mi cuerpo desnudo ante ellos, Fidel me abrió las piernas y se colocó entre ellas, tiró con fuerza de mis caderas para elevar mi culo y llevarlo al encuentro con su verga que volvía a tener rígida, noté como apretaba con la punta de su miembro en mi entrada y comenzó a penetrarme sin lubricación alguna, no podía avanzar, a pesar de los esfuerzos que hacía, y escupió desde arriba su saliva, el dolor era insoportable y terrible, mordí mis labios hasta romperlos, saltaron las lágrimas de mis ojos pero no salió una queja de mi boca. Estuvo entrando y saliendo de mí hasta que se corrió de nuevo. Se levantó y se puso su ropa.

-Ahí os lo dejo, después de que os le folléis le dejáis en la carretera.

Me pegó una nueva patada en el costado que casi no noté.

-La próxima vez que necesite tus servicios vienes a la hora que te he dicho y me traes tus condiciones por escrito.

Soltó una carcajada, retiró la tranca de la puerta y se marcho. Su amigo se estaba colocando los pantalones y los zapatos.

-Bueno yo también me marcho, se me han quitado las ganas de follar, te lo dejo todo para ti.

Salió por la puerta cerrando con un golpe sordo, oía llorar a Sergio.

-Sergio, por favor, ven, ayúdame.  –se arrodilló a mi lado.

-Yo no quería que esto sucediera, te lo juro Iker, yo no quería.  –continuaba llorando.

-No importa Sergio, ahora busca un poco de agua para limpiarme y ayúdame a vestirme y a arreglarme un poco, tengo que llegar a los castaños antes de las diez.

Trajo un balde de agua con un trapo y fue limpiando mi cara, lo que no me permitía ver por un ojo había sido sangre que manaba de alguna parte, debía de tener alguna herida por la frente, me dolía terriblemente al pasarme el trapo, me ayudó a ponerme la ropa, podía moverme, los golpes no tenían que haberme causado daños internos graves.

-Te llevo en mi coche, lo tengo ahí fuera, debíamos ir al médico, al ambulatorio y que te mirasen.

-¿Y qué íbamos a decir?, ¿qué contaríamos?, ¿la verdad?

-Ayúdame para llegar a recoger a Alberto y a mi prima y nos dejas en la puerta de mi casa, ya me arreglaré yo y contaré lo que deba declarar.

Pasé mi brazo por sus hombros y me llevó hasta su coche. El viento que soplaba, con rachas violentas a veces y caliente como si saliera de un horno, secó rápidamente el agua que goteaba de mi cara dejando mi piel tirante. Llegamos a la plaza de los castaños, Alberto e Idoia estaban esperándome, cuando me vieron,  los dos se pusieron a llorar sin preguntar nada, Sergio nos llevó hasta la puerta de mi casa y cuando estuvimos fuera del coche le ordené.

-¡Vete!, gracias por tu ayuda.  –Sergio estaba resultando un buen chaval, que había equivocado su camino y caído en las garras de Fidel.

Me dolía todo el cuerpo, no sabría decir en qué lugar lo notaba más dolorido. Podía caminar y respirar, eso quería decir que no estaba tan mal. Cuando Ramoni me vio se puso a gritar como una loca llamando a Laura, al principio se quedó como una estatua, parada, asombrada, no sé lo que vería en mi, luego se abalanzó para abrazarme y el dolor se agudizó.

-No me toques mamá, es peor.  –no lloró en ningún momento, lo contrario de los otros tres, que no paraban de llorar y Ramoni de lamentarse.

-¿Qué ha sucedido Iker?, ¿qué es lo que te ha pasado?

-Nada, ha sido jugando, caí por un terraplén, tropecé y caí, luego rodé y me he magullado un poco.

-Tenemos que ir al médico, a urgencias del Ambulatorio, para que te curen por lo menos.

-Como quieras, no te vas a quedan tranquila de otra manera.

Alberto e Idoia querían ir con nosotros y Laura no se lo permitió, envió a Alberto a su casa, le miré por primera vez, tenía sus ojos llorosos y brillaban sus zafiros, se acerco y se abrazó a mi cuerpo.

-Tranquilo Alberto tranquilo, no pasa nada y por favor no hables, tú no sabes nada, ¿lo harás así?

Pude hablarle al oído sin que nadie escuchara lo que le decía, salió un hondo suspiro de su pecho y me afirmó con la cabeza.

El médico de guardia y un enfermero me atendieron de inmediato, me desnudaron por completo, enviaron a mi madre a buscar ropa limpia, limpiaron las heridas, tuvieron que ponerme un par de puntos de sutura en una herida abierta encima de una ceja, el resto eran rasguños, hicieron que me moviera y no dejaron un centímetro de piel sin mirar.

-Cómo te llamas chaval, tenemos que rellenar un parte de incidencias.

Primero fueron mis datos y después pidieron que les contara lo que me había sucedido, les dije que me había caído, la versión que había dado en casa, cruzaron sus miradas.

-Tendremos que dar cuenta a las autoridades, tienes sangre y semen en el ano, nos tienes que decir la verdad.

-Tienen que omitir ese detalle en el informe, si lo ponen lo negaré; por favor, deben hacer lo que les pido, me pondrían en peligro, a mí y a otras personas.  –me miran los dos con mirada lastimera y se retiran a una esquina, luego vuelven.

-No lo pondremos en el informe, pero nos tienes que decir la verdad, ¿te han violado?, ¿han abusado de ti?  -hago un gesto afirmativo con mi cabeza.

-¡Cabrones, hijos de puta!, siempre los mismo.  –el enfermero ha sido incapaz de contener su ira.

Cuando regresa Laura me visten ente los tres, le piden a Laura que no me permita levantar de la cama en un par de días y me dan unas pastillas para el dolor.

-Mañana sentirás más dolores y se te irán pasando, no tienes nada grave y que no se cure con el tiempo, deberás tener cuidado para que no vuelva a suceder.

-Gracias…, por todo…, hemos hecho lo mejor.  –les tiendo mi mano al salir.

-Lo sabemos, no nos coge de sorpresa…, es bastante habitual.

El jueves lo paso en la cama y ciertamente, cuando me muevo, me duele más y tomo alguna pastilla de las que me dieron en el ambulatorio. Idoia está mucho tiempo conmigo en lugar de ir a la piscina o a tomar el sol y jugar.

El viernes a la tarde llega Asier, antes de entrar en la habitación mamá le ha contado los antecedentes y no me pregunta nada, solo me agarra del hombro y me hace ver las estrellas y que me queje.

-Seguro que has preferido tirarte por el terraplén en lugar de andar con tu padre en bicicleta.  –hasta la risa me causa dolor pero río ante su salida, luego llegan mis tíos y mis primos a verme. Al rato Edur y mis tíos se marchan y Mikel se queda conmigo en la habitación.

-Me vas a contar lo que te ha sucedido realmente.  –se acerca y toma asiento en el borde de la cama.

-Ya lo sabes, me caí, rodé por el terraplén…

-¡Ya!... Qué hay al lado de la nave donde guarda la maquinaria Fidel.  –continúa mi frase interrumpida, retira el pelo de mi frente, fija sus ojos en los míos, se acerca y me besa en la frente, es la primera vez que mi primo hace algo así, ni cuando me folla y disfruta de mi me ha llegado a dar un beso.

-He hablado con Sergio y me ha contado algo, dame los detalles y el motivo de por qué te ha hecho esto.

Le explico todo lo que sucedió y las amenazas que Fidel, veladamente, profirió sobre Alberto.

-¿Tanto te interesa ese chico para arriesgarte por él?  -me mira sonriente, con esa sonrisa tan bonita que tiene, es igual que Idoia pero en hombre.

-No sé el por qué lo he hecho, supongo que sí, que me gusta algo.

-¡Vaya!, el mariquita de mi primo se ha enamorado.  –me revuelve el pelo cariñosamente.

-Yo también he abusado de ti y estoy arrepentido, siempre te he querido Iker y no quería hacerte daño, pero es que estas buenísimo.  –suelta una carcajada.

-No ha sido lo mismo Mikel, tu eres un bruto y no buscas más que tu placer, pero todo lo que he hecho contigo lo quise yo también y no puedo reprocharte nada.  –se me queda mirando y noto en su mirada que me quiere.

-Tienes que cuidar de Edur, para que no le suceda lo mismo.  –le hablo en un susurro y sujeto su mano.

-Hablaré con Fidel, no me hará caso, pero hablaré con él. Ahora nos quedaremos aquí y será diferente.