El calendario

¿Qué hay de la vieja tradición de regalar un bonito calendario con el año nuevo?

-Hombre Feliciano, ¡Feliz Año! –Exclama el camarero dándome la mano y poniéndome el vermut rojo con gas de todas las mañanas.

-Feliz año castrón –respondo sin mucho entusiasmo rebuscando el periódico en la barra hasta que me doy cuenta de que, como es día uno de enero, me voy a quedar con las ganas de leer las últimas declaraciones de CR7 sobre la navidad. -¿Qué tal la noche?

-Muy bien con toda la familia. Abrí esta mañana temprano para hacer chocolates y sopas de ajo a los más trasnochadores, lo de todos los años…

-Ah sí, -le interrumpo yo –hablando de tradiciones, ¿Qué hay de la vieja tradición de regalar un bonito calendario con el año nuevo?  No sé por qué pero cada vez sois más tacaños. El carnicero y el pescadero no los regalan este año y el peluquero me ha dado uno del tamaño de una tarjeta de crédito. Yo quiero uno para poder colgarlo de la pared y saber en qué día vivo.

-Bueno pues tienes suerte porque sólo me quedan dos. –Dice el camarero revolviendo tras la barra –Elige el que quieras.

Cuando el camarero se agacha con una sonrisa me temo una jugarreta de las suyas y no me equivoco. Incorporándose, levanta las dos manos a la vez desplegando sendos calendarios y exponiendo mi dilema ante mis ojos.

De la mano derecha cuelga una horrible imagen de San Pancracio vestido con una toga de colores chillones y sonriendo con cara de estúpido sobre un depresivo fondo azul.

En la otra mano una rubia de ojos  azules y larga melena me mira reclinada sobre el capó de un Mustang gt500. Sus pechos de plástico enormes desafían a la gravedad y me retan con sus pezones erectos. Sus piernas largas están ligeramente entreabiertas para que toda la parroquia pueda admirar un monte de venus deliciosamente afeitado que no deja nada a la imaginación.

-¿Cuál quieres? –dice el camarero moviendo los calendarios alternativamente y provocando la sonrisa de los parroquianos que me conocen y saben que estoy casado con la tipa más celosa del universo conocido.

-¿Qué hay de los calendarios de gatitos? –pregunto yo.

-Los de Greenpeace los han prohibido por que dicen que es explotar la imagen de menores  inocentes –responde el camarero con sarcasmo.

Me lo pienso durante unos segundos, pero ante las risas de los parroquianos echo una última mirada de despedida a la voluptuosa rubia y apurando el vermut  arranco de un tirón el San Pancracio de las manos del sonriente camarero.

La carcajada en el bar es unánime y me acerco a la puerta del local con todos los clientes dedicándome a coro un sonoro  ¡CALZONAZOS!

-¡Que sepáis  que esta misma noche pienso ponerle perejil y cuando me toque la lotería pienso comprarme esa tía y follármela encima de la barra delante de todos!–digo medio en broma medio en serio mientras cierro la puerta del bar de un portazo.