El Cadejo (11)

Doña Eugenia se convierte en una de mis mejores clientas, lo cual me reporta ganancias enormes. Pero sin mi esposa mi felicidad es efímera y superficial (Gang bang y femdom; intercambio y exhibicionismo).

Capítulo XI

"Amor… aquella primera noche que fui suya le ofrecí algo. Le pedí que ayudara a mi hijo, que le devolviera su cuerpo, que pudiera caminar y correr otra vez. Y lo hizo… cada día se encuentra mejor, cada día nos sorprende con algo nuevo, y ahora sé que se va a recuperar por completo. Y mientras tanto él me estuvo poseyendo todos los días sin excepción, por las mañanas, cogiéndome como se coge a una puta, usándome como se usa a una perra viciosa y adicta, humillándome como solo se puede humillar a una esclava. Su verga descomunal y sus huevos enormes me enviciaron de sexo y me pervirtieron… me convirtió en lo que soy ahora… y aunque me carcomen los remordimientos yo sé que no podré volver atrás nunca, he cruzado una puerta por la que jamás debí cruzar.

Me ha llegado el momento de pagar así que hoy voy a terminar de entregarme a él. Este día, y por todo el tiempo que él lo deseé, voy a ser suya para lo que quiera, seré su esclava, su perra, su cerda… su mujer, lo que él quiera. Seré una noble bestia, un animal salvaje y hermoso para que disponga de mi, como mi amo, como mejor le plazca. Por favor mi amor, no me busqués que yo ya no volveré más, te lo ruego. Cuidá de nuestros hijos, velá porque lleguen lejos y sean hombres de bien. y recordá por favor, que esto lo hice por el amor que una madre le tiene a su hijo… y recordá que siempre te amaré…".

Esta era la carta que encontré debajo de las almohadas de mi cama, redactada en puño y letra de mi esposa. Su letra mostraba mucha prisa, o talvez angustia, la verdad me daba igual, era el último recuerdo de la mujer que amaba y que me amó tanto que se entregó por mi y por nuestro hijo.

Lloré como nunca había llorado, con un dolor desgarrador que por momentos creí que me enloquecería. Me maldije mil veces por haber sido tan estúpido, por no haber intuido que algo así podía pasar, haberle mantenido en secreto que me prostituí por ella, de haberlo sabido, talvez ella hubiese encontrado la manera de echarse para atrás en su trato. Y me maldije otras mil veces por haber frustrado su sacrificio, después de todo el negro me confesó que ella lo hizo para salvarme a mi de un destino duro, destino que no mismo busqué cuando le vendí por primera vez mi cuerpo a Bertrand Ochrier.

Ese sábado fue una pesadilla, fue el día más oscuro de mi vida, de hecho casi no recuerdo cosas de él. Y el domingo lo mismo, ese día caí en una especie de sueño profundo, un sopor envuelto en neblina que no me dejaba tener la mente despejada. Dicen que no hay mal que dure 100 años ni tonto que lo aguante, y como el dolor se me hacía insoportable, mi mente actuó por su cuenta. Es increíble el poder que tiene el cerebro para preservarse a sí mismo, para cuidarse del sufrimiento y mantenerse en una relativa (a veces aparente) cordura. Caí en depresión y dejé de sentir, así como lo oyen, el tiempo pasaba a mi lado, pero lo sentía ajeno a mi, corría y me dejaba atrás, me sentía totalmente escindido de la realidad.

Logré aislar mi mente, pero no del todo, el recuerdo del sacrificio de mi esposa y la culpa de mis actos regresaban a mi cada noche, a cada momento en que me encontraba solo y sin oficio, y la idea de correr, buscarla, liberarla y recuperarla me obsesionaba pero no encontraba como, ni siquiera tenía la menor idea de donde buscar. Era una forma muy lenta y dolorosa de morir.

En este estado me refugié y me volqué por completo en mis hijos, Pamelita y Fernandito, a quien le faltaba menos de un mes de tratamiento y ya estaba corriendo. Me volqué también a mi trabajo de puto, desgraciadamente. Ya no me importaba nada, solo mis hijos. Y si ellos estaban bien, degradarme me era totalmente indiferente, no importando que tan bajo cayera… de todas maneras sin mi esposa ya no me quedaba nada, solo ellos.

¡Sufrí hijo de puta!… ¡Sentí lo que nosotras sentimos cada vez!

¡¡¡AAMMMMMMGGGGGGHHHHHH!!!

¡Tragátelo hasta el fondo mierda!… ¡Sos un hueco de mierda, sucio!… ¡Perro sucio!

¡¡¡RRRGMMS… MMFFFFFFFF!!!

¡Dale Nancy! ¡Dale! ¡Dale duro!

¡¡¡RRRRFFFFFFMMMM!!! ¡¡¡RRRRFFFFFFMMMM!!! ¡¡¡RRRRFFFFFFMMMM!!!

¡Cuidado que lo van a matar!

¡Qué se muera el mierda!… ¡Por ser hombre!, ¡Que se muera por ser hombre!

Ese día había ido a atender a 4 iracundas mujeres, 4 señoras, aparentemente, maltratadas por sus maridos o, por lo menos, muy inconformes con la vida que estos les dieron. Rondaban por los 40 años, pero estaban bien conservadas. Eso sí, esa grasa que las mujeres adquieren conforme pasan los años las delataban, así como su complexión de experimentadas matronas, veteranas de fuertes batallas con la vida, de varios partos y, algunas, de varios maridos. Una de ellas era ni más ni menos que doña Eugenia viuda de Vaca-Spross, la organizadora y promotora de aquella orgía.

Se encontraban completamente desnudas, a excepción de 2 de ellas que traían zapatos altos, se sentían sexys así. Las 4 tenían puestos de esos arneses que tienen un gordo y largo falo pegado en el frente. Con el, una de ellas me sodomizaba puesto en 4, mientras otra enterraba su pene plástico entre mi garganta, una tercera sujetaba una correa que salía del collar de perro que me pusieron, ya saben que también juego con objetos fetichistas, todo por satisfacer al cliente. Esa última elevaba mi cabeza, dejando a su compañera trabajar mejor en su cogida oral. La cuarta me pajeaba, pero una tensa correa pasaba alrededor de sus testículos y pene, apretándolos y evitándome alcanzar el orgasmo. Querían gozarme todo el tiempo posible.

El perro (o sea yo) gemía y gruñía roncamente con el miembro de plástico ensartado entre el hocico, sintiendo como me penetraban hasta el fondo sin descanso y sin compasión. El problema es que las mujeres no iban a llegar al orgasmo con esas vergas postizas, entonces podrían aguantar y empalarme a su antojo durante mucho más tiempo que un hombre verdadero. Y así pasó, dejé de contar el tiempo luego de la primera media hora.

Las 4 beldades se turnaron para violarme, desquitando conmigo todos los años de tener que abrirle las piernas a sus maridos, que a todas luces no sabían hacerlas felices. Los ataques de sus caderas se estrellaban con tanta fuerza sobre mi culo que en varias ocasiones caí al suelo. Las 4 poseyeron mi ano con sus gruesos consoladores como se les dio la gana.

Vamos a llevarlo a la sala… Doris, dejame llevarlo a mí. – dijo doña Sheny.

Tomá Eu… y tú perro, ¡obediente o te vamos a meter la pata de la mesa en el culo!

¡Que camine! ¡Que camine! ¡Que camine!

¡Si, pero como perro!… ¡Si! ¡Así! ¡Que camine como el perro que es!

No, como una perra… ¡El es una perra! ¡Es una perra!

Me dieron varias vueltas por toda la casa como si fuese su perrito, jalándome de la cadena. La fiesta se llevaba a cabo en una lujosa mansión ubicada en La Cañada, un exclusivo y caro sector residencial de la capital. Llegamos hasta la sala, allí una de las agasajadas (Sheny) se sentó con las piernas abiertas.

Perro, montame cerote… ¡A ver qué tan macho sos! – peleaban contra los palos, pero también les gustaban y los pedían

¡Si, cogete a la puta de la Eu! – gritó otra y yo le quité el calzón con el consolador y la penetré con todas mis fuerzas, la agarré como si fuese una muñeca de trapo mientras sus compañeras la alentaban a resistir mi vendaval de caderazos que la hacían gritar enloquecida.

¡¡¡SIIIIII!!! ¡¡¡QUE ME MATEEEEEEE!!! ¡¡¡SIIIIII!!! ¡¡¡SIIIIII!!!

¡DALE DURO PERRO!

¡DEMOSTRÁ QUIÉN SOS EU!

¡DURO CON ELLA, MARICÓN DE MIERDA!

¡¡¡AAAHHHH!!! ¡¡¡AAAHHHH!!! ¡¡¡AAAHHHH!!! ¡¡¡AAAHHHH!!! ¡¡¡ME MATAAAAA!!! ¡¡¡ME MATAAAAA!!! ¡¡¡AAAHHHH!!!

Me estaba luciendo con esa mujer, dándole tan duro como me era posible. Entonces sentí como otra de ellas introducía su falo dentro de mi ano y me empezaba a dar con el mismo ímpetu con el que yo me cogía a la otra. Y así cogimos frenéticamente por un buen rato, nuevamente dejé de contar el tiempo. Los gritos y gruñidos lo hacían parecer como una violación bestial, y en verdad era una orgía salvaje, me cogí a las 4 mujeres sin poder derramar mi apreciado semen. Y las 4 se turnaron para cogerme a mi mientras yo lo hacía con cada una de ellas.

Pasadas 2 horas de que aquella orgía iniciara, estaba sudando la gota gorda, cansadísimo, agotado, ya no me quedaban absolutamente nada. Entonces me pusieron de pié frente a la mesita de vidrio de centro de sala y una de ellas me pajeó vigorosamente después de quitarme la correa que aprisionaba mi sexo. No pasó mucho tiempo antes que yo aullara y eyaculara furiosamente mi largamente reprimido semen que calló en el vidrio de la mesa. Una de ellas lo embadurnó todo.

¡Parece manguera!

¡Miren, no acaba!

¡Qué bueno que mi marido no termina así!… limpiar todo su cochambre, ¡ni mierda!

¡Y no acaba el puto cerote!

¡Que siga! ¡Que siga! ¡Que siga! - exprimieron y jalonearon mi pene para ordeñarme las últimas gotas del níveo líquido, quedando mis 4 clientas más que satisfechas, nunca se imaginaron que aquella cogida fuera posible.

¡Bravo por Eu!

¡Si, bravo por ella!

¡Si, ahora si bravo, bravo!, ¿verdad? Pero bien que se les arralaba antes de venir, ¿verdad cuarteto de huecas? – les respondió Eu.

¡Viva Sheny!

¡Pero todavía no ha terminado! Cadejo, límpieme la mesa… ¡Con la lengua!

¡¡¡¡QUÉ!!!! – las otras 3 damas se emocionaron mucho, jamás habían visto a un hombre lamer semen, y menos el propio.

Me puse de rodillas junto a la mesa y la lamí hasta que no quedó ni una gota de mi leche. La verdad no representaba gran sacrificio para mi, me encanta el sabor de mi esperma… bueno, el de cualquier esperma. Y sentirme observado como una cosa no hacía más que estimularme más. Me encanta estar en esa posición tan humillante aunque no me guste, aunque cueste reconocerlo. Luego la orgía acabó, la señora Sheny (la misma a la que le decían Eu, porque en Guatemala les dicen Eu o Sheny a las Eugenias) me pagó una gruesa suma de dinero, mostrándome su inmensa satisfacción:

Cadejo, esta vez se lo ganó

Siempre me lo gano.

¡Pero no tanto como hoy!

Eu, ¿de dónde sacaste a este hombre? Tanto que he buscado y nunca encuentro nada siquiera parecido. – me dijo una tal Doris.

¡Si!, mi marido no aguantaría ni medio minuto de eso… ¡y este aguantó más de 2 horas! – agrego otra llamada Roxana.

Yo le quiero dar propina. – dijo otra, llamada Nancy.

Salí con el doble de lo acordado gracias a las propinas y con 4 nuevas citas, una de ellas sería otra orgía como esa. Si, me iba bien, pero no como me gustaría, pues una sombra negra crecía cada vez más sobre mi cabeza. Una sombrea que tenía nombre y apellido, se llamaba Pamela, mi esposa. No saber de ella me mataba un poquito más cada día. Lo peor era, quizás, que no podía hacer nada.

Después de esa orgía quería irme directo a mi casa, pero en su lugar decidí pasar a ver a mis amigos, necesitaba compañía. Además mis nenes estaban con una nana muy confiable, así que no había problema.

Te mirás como una cosa muerta que camina. – me dijo Evelyn al abrirme la puerta.

¡Esas mujeres me dieron como nunca me habían dado!

¿Y cómo? Solo que fueran travestis… – respondió Julio ofreciéndome una cerveza.

¡Con arneses con dildos pegados, imaginate!

¡Qué gruesas!

Si

O más bien, qué necesitadas.

También… lo bueno es que ya no tengo citas para hoy… ni para mañana

Mi amito te advirtió que le dieras vacaciones a tu culito pero no le querés hacer caso.

Yo si quiero vacaciones Eve… pero mi culito no, je, je, je

Ja, ja, ja… – los 3 prorrumpimos en carcajadas.

Bueno… pero hoy te acostás temprano… y nada de coger con nadie.

No… hoy directo a la camita

Pasamos a la sala y nos sentamos allí, Julio fue a poner música mientras Eve me veía con gesto preocupado, tras coger y coger juntos, como conejos, ya me conocía incluso mejor que su esposo. Sabia que algo malo me había pasado, algo que me había devastado por dentro, pero no se podía imaginar qué. Y sin embargo, pese a su preocupación, no se me preguntó nada, no se atrevió, su "programación" de esclava no la dejaba hablar libremente sin autorización de su amo. Así que volteó a ver a su marido y con la mirada le habló de mi, él la entendió, estaban tan compenetrados que no necesitaban palabras para hablar… tal y como yo pensaba que era con mi Pamela.

Y decime Fernando… ¿cómo estás? – conocía perfectamente ese "¿cómo estás?" de mi amigo, pero no le podía decir lo que me había ocurrido.

Tan bien como puede esperarse

¿Por qué seguís en esto Fer?, ya tenés suficiente para acabar el tratamiento de tu nene.

Talvez… no sé… no sé

Hemos sido amigos por años, yo sé que algo malo te está pasando y que no tiene que ver únicamente con que estés vendiendo el culo… sabés que te podés sincerar conmigo. – Evelyn se me acercó y se sentó en mis piernas, acurrucándose y acariciándome con ternura la barba – Tenés una mujer preciosa y maravillosa, unos hijos divinos

ya solo tengo hijos Julio… ya solo tengo hijos… – lo interrumpí, los ojos de mis amigos se abrieron como platos – Pamela me dejó… nos dejó

¡¿Cómo?, no lo puedo creer! ¡No es posible!

Pues así es… sin ella no me queda nada más que mis hijos Julio, nada… la perdí para siempre… – mi mirada sombría lo convencieron que no estaba mintiendo, pero no podía comprender la razón.

¡Te sorprendió en esto!

¡No, claro que no, Dios no lo quiera!

¡¿Pero cómo fue entonces, qué pasó?!

No pude soportarlo más, era algo que me presionaba en el pecho y pugnaba por salir. Estallé en un llanto incontrolado, violento, entre sollozos le conté todo, de Davidson y de lo que mi esposa había hecho y que se la había llevado y que no la iba a devolver jamás. Le conté de la amenaza del negro si la intentaba buscar, de lo que haría si iba con la policía. Mi amigo me escuchaba estupefacto, no sabía qué decir ni qué pensar, era algo que jamás se hubiese imaginado. No me dijo nada de hecho, solo me puso un brazo sobre el hombro y me permitió llorar a moco suelto sobre este.

La verdad es que ese desahogo me hizo bien, por fin había alguien que sabía por lo que estaba pasando. Después ya no me cuestionó más mi decisión, hasta me ofreció ayuda con la condición dejar esa vida en cuanto pudiera, que ahorrara tanto como podía pero que luego me retirara.

Nosotros siempre te vamos a apoyar, – dijo Evelyn inesperadamente – y cada vez que necesites compañía… pues aquí me tenés… si mi amito me da permiso…l – volteó a ver a Julio, quien viéndola fijamente a los ojos acabó dedicándole una sonrisa al mismo tiempo que afirmaba con la cabeza.

Eve no necesitó más autorización que esa, escurriéndose suave, pero rápidamente, se colocó de rodillas en el suelo, en medio de mis piernas, y me bajó los pantalones y la ropa interior. Apareció mi verga dura, venosa, larga y gruesa, ella la tomó con una de sus manos y volteó a ver de nuevo a su esposo, que se había sentado en un sillón frente a nosotros. Eve le sonrió y me empezó a pajear, los dos se miraban a los ojos profundamente, hablando sin voz y sin mover los labios, y yo confundido y sin saber qué hacer, Eve y yo éramos compañeros de armas, pero nunca lo habíamos hecho frente a Julio, me daba pena.

Pero, aparentemente, lo que le daba a él era lujuria y quería ver a su mujer cogiendo conmigo. Entonces Evelyn se llevo mi miembro a la boca y empezó a chuparlo y lamerlo suavemente, calentándose cada vez más, parecía que la excitaba saber que su esposo la veía lleno de morbo. Estuvo un rato chupándomela, sentía que se la tragaba hasta las bolas, que se la metía hasta la garganta en donde empezaba a hacer movimientos de deglución para darle un morboso masaje, esa mujer era una puta maravillosa.

No aguanté más, de los hombros la puse de pié delicadamente, ella me dijo con melosidad que podía tratarla mal que a su amo no le importaría. La apreté contra mi pecho y la besé acariciándole el culo, le enrollé la falda en su ceñida cintura y la empujé contra el sillón. La acomodé con las caderas en el bordé y me arrodillé frente a ella, le acaricié los muslos y las tetas y le corrí la tanguita. Ya sabía lo que vendría y lo deseaba, se la dejé ir hasta el fondo, sacándole un largo y extasiado gemido de placer. Inmediatamente empezó a mover ella las caderas en círculos y yo a bombearla, se arrancó la camiseta y el sostén que tenía encima y yo me incliné para comerle los pechos.

¡¡¡¡AAAAHHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOHHHHHH!!!! ¡¡¡¡MMMMMMMGGGGGGHHHHHH!!!! ¡¡¡ME ESTÁ COGIENDO AMO… ME ESTÁ COGIENDO JULIO MI AMOR!!! ¡¡¡ME PARTE CON SU TRONCOOOOOOGGGGHHHHHH!!!

Si… ya lo veo… pero tu no hagás mucho ruido que la nena está dormida

Le tomé los tobillos y se los levanté en el aire sin dejar de estrellarle con fuerza mis caderas contra su caliente y chorreante sexo. Eve se sacudía violentamente, jadeaba y gemía lo más silenciosamente que podía para no llamar la atención de su hija. Al final Julio tuvo que meterle su pañuelo en la boca cuando acabó en un intenso orgasmo su mismo marido le chupaba las chiches y le dedeaba la vulva.

Me detuve para permitirle recuperarse, pero Julio tenía otra idea, me apartó de ella y acabó de desnudarla, luego le puso un collar y una correa y, sin delicadezas ni nada se la llevó jalándola al segundo piso de su casa, hasta su habitación.

Dejá toda tu ropa aquí y venite conmigo al cuarto… – me dijo, yo obedecí.

Me quité lo que me quedaba y así, desnudo, encaminé con corpulento y velludo cuerpo al aposento de mis amigos. La encontré masturbándose en su cama con las piernas abiertas y el collar aun puesto, él estaba sentado frente a ella, en cuando me vio dijo:

Fernando, mi mujer es tuya por esta noche para lo que le querrás hacer… servite con confianza mano… lo que querrás

Me lancé sobre su mujer como un toro en celo y la penetré de un solo, Julio le puso una bola de goma en la boca para ahogar sus gemidos, pues la perra no dejaba de gemir. Le di duro por casi 45 minutos, la puse en todas las poses que conocía pero no acabé, quería seguir más. Tras su tercer orgasmo aproveché su relajamiento y le metí el glande entre el culo, ella estaba boca abajo y solo levantó la cabeza para verme con cara de vicio.

Dale duro… partime en 2… – me dijo en un susurro cargado de hormonas.

Le empecé a dar más duro, mis caderas rebotaban violentamente contra sus pequeñas, pero duras y redondas nalgas, mi hombría se hundía dentro de su ano abriéndolo como un ancho boquete, y Julio viéndonos desde atrás, ¡qué sensación! Pero la cosas no son eternas, sentí que mi amiga me empezaba a meter un grueso dildo plástico entre el culo, el placer era tan intenso que acabé a chorros dentro del culo de mi amiga. Y ella, para cerrar con broche de oro esa maravillosa faena, me la chupó hasta dejármela limpia… y dura.

Esa cogido se prolongó hasta bien entrada la media noche, acabé 2 veces más, una en su boca y la otra dentro de su vagina y dimos, por fin, por acabado aquello. Me despedí y me fui de regreso a mi casa, sintiéndome un poco mejor de cómo había llegado.

Continuará

Garganta de Cuero

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