El Cadejo (10)
Por fin me entero del trato secreto entre mi esposa y el Sr. Davidson. Lo averiguo mientras veo como ese hombre perverso la ha convertido en una esclava sexual y sumisa, una verdadera perra enviciada de sexo y degradación (Infidelidad, dominación y voyerismo).
Capítulo X
¿Alguna vez han sentido esa sensación de total desvalidez, de impotencia completa? Pues yo lo sentí ese día, y es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Mi amada esposa acababa de admitir frente a mi que había estado viéndose con ese maldito por las mañanas durante los últimos 2 meses. ¡Por eso me dijo que nunca le preguntara nada de lo que le hiciera, por eso me lo prohibió! ¡Por eso se portaba tan dulce conmigo, por ello me consentía tanto! ¡Eran los remordimientos, sabía que lo que estaba haciendo valía lo mismo que serme infiel y trataba de compensarme!
¡¿Pero por qué, por qué lo hacía, qué ganaba ocultándome aquello?! Ahorrarse el dolor y de la humillación y la vergüenza, tratar de hacerme más ligera la carga a mi echándosela toda ella. Mi amada Pame era capaz de hacer eso, el amor que nos profesaba, a nuestros hijos y a mi bien podría haberla llevado a sacarme de todo esto. Pero había algo más, algo dentro de mi me decía que era todo, que aun había más. Y sabía bien qué era, era ese teatro que supuestamente iba a montar para mantener al negro de nuestro lado. ¿Era realmente un teatro o ella en verdad se había hecho una perra adicta a él? por más que trataba de convencerme que no, era en vano, independientemente que ella me hubiese mentido para protegerme estaba seguro que ya la había perdido, que de verdad estaba a los pies de ese negro hijo de puta.
Vamos a tu habitación perrita me gusta cogerte en la cama que compartís con tu marido. No sé lo siento estimulante.
La cara de mi esposa fue de molestia por su comentario, pero hizo exactamente lo que le ordenó, se puso de pié y comenzó a caminar hacia arriba. Mientras tanto, quedándome solo con esa gente sucia y desalmada, me sentí vulnerable y débil como un niño pequeño.
Señor Lozano, sé perfectamente que me puede escuchar, que está conciente de todo lo que ocurre a su alrededor. Como se habrá dado cuenta, he convertido a su mujer en una perra sucia, viciosa y adicta al semen, al sudor y a la degradación. Debería sentirse orgulloso, no sabe hasta donde sería capaz de llegar esa mujer por amor a usted y a su hijo mientras me hablaba me dedicaba una sonrisa torva y cruel, el hijo de puta se estaba aprovechando de eso A veces creo que no tendría límites, que llegaría hasta donde su cuerpo diera de si, e incluso un poco más allá. A mi me encanta hacer que mis esclavas vayan más allá de sus límites mucho más allá. maldito, a cada nueva palabra que decía el odio que sentía por el crecía, así como el miedo que me inspiraba ¿Quiere ver más?
En cuanto dijo esto, Marvin se me acercó y me inyectó no sé qué cosa en el cuello, empecé a sentir que el cuerpo me hormigueaba pero recuperé el movimiento. Traté de pararme lleno de cólera, pero al negro le bastó con tomarme del cuello para detenerme. Si bien me podía mover, estaba débil y lento.
Marvin, llevá al señor Lozano a ver a través del ventanal de su habitación, creo que junto a los arbustos que su esposa tiene allí podrán verlo todo sin que ella los vea de todas maneras no me interesa si los ve o no mientras tanto, Orlando, preparate
Marvin me tomó de un brazo y me llevó escaleras arriba caminando detrás de Davidson. Pero mientras él entraba a mi habitación nosotros seguimos a la pequeña salita familiar que teníamos arriba. Esta tenía una puerta por la que podíamos salir al balcón y llegar frente al ventanal de mi cuarto. Allí me condujo, despacio pues aun no estaba del todo alerta, me sentía muy humillado de ser conducido como un niño.
Cuando llegamos y pude ver a través de la ventana me topé con una imagen dantesca que me hizo estar más seguro que las palabras del negro eran ciertas, había convertido a mi mujer en una perra viciosa. Pamela estaba sentada sobre la cama, ataviada tan solo con una escueta tanga blanca que se le metía por todos lados y un collar de perra, rosa, con una plaquita que decía no sé qué cosa.
El Sr. Davidson estaba sentado frente a ella, en una silla, ahora estaba desnudo y la veía lleno de satisfacción. Me impresionó su físico, digno de un mister olimpia de ébano. Su cuerpo marcaba cada uno de sus músculos, todos ellos desarrolladísimos, y no mostraba ni asomo de grasa. Era como una especie de máquina para el sexo, una máquina que exhalaba sensualidad masculina en abundancia. Entró también el otro hombre, el tal Orlando, y al igual que su jefe estaba desnudo. Me alarmé, me imaginé que planeaban poseer entre los 2 a mi mujer y maldije sentirme tan débil.
Sin decir nada, mi mujer se levantó de la cama y se arrodilló frente al joven, un hombre alto, delgado pero muy marcado, blanco y rubio, con una verga impresionante pero no tanto como la del negro. Él se le acercó a ella hasta ponerle su pene parado y belicoso frente a su rostro, que inmediatamente fue a parar directamente dentro de las fauces de la caliente y golosa mujer. Orlando sintió sus labios rodeándole el glande, su lengua jugando sobre este y su boca succionándolo vigorosamente.
Pamela se lo metía hasta donde podía, ensalivándolo todo a su paso, saboreándolo como una loca. Al mismo tiempo él la tomaba del cabello y la manejaba como si se tratara de riendas, moviendo las caderas para meterle su pene más profundo. Ella tampoco perdía el tiempo, con una de sus manos frotaba con fuerza su entrepierna y con la otra hacía otro tanto con el trasero del hombre, al que le separó las nalgas y para colar sus deditos hasta adentro, poniéndose a acariciarle el ano. Eso le encantó al hombre, que le pajeara el culo, así que la agarró con más fuerza del pelo y la obligó a meter la cara más adentro, forzándola a lamerle y besarle el culo. Y yo tan solo podía oírla resoplando y respirando agitadamente, muriendo poco a poco, ahora sí se le notaba la experiencia.
Tanto le gustó a ese depravado la caricia anal de Pame, que se dio la vuelta y se inclinó sobre la cama, parándole y ofreciéndole el culo. Ella le separó de nuevo las nalgas y metió la cara en medio de ellas, dándole un beso negro que lo hizo alucinar. Le lamía de arriba abajo ensalivándoselo todo, metiéndole la lengua lo más adentro que podía como si se lo estuviera cogiendo y él cerraba los ojos entregado a lo que parecía ser un goce increíble.
Orlando, necesito que me cojás ya rompeme en mil pedazos, haceme tuya violame como querás le dijo ella, parando el beso negro, poniéndose de pié, inclinándose sobre la cama de espaldas a él y abriéndose las nalgas en una clara invitación a pasar adelante.
El tipo se colocó detrás de ella, apuntó y le dejó ir su gran falo de una sola estocada, entró con facilidad de lo mojada que ya estaba ella. Pamela pegó un largo gemido acompañado de un profundo suspiro y se tendió por completo contra el colchón. Los embates del hombre no se hicieron esperar, fueron auténticas embestidas de toro desbocado.
¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡ORLANDO, ORLANDO, COGEME, COGEME DUROO!!! ¡¡¡¡DUROOOOOOOGGGGGGHHHHH!!!!
Con la cara metida contra el colchón, Pamela empezó a gemir roncamente, de su garganta salían largos bramidos que pedían más y más duro. Gritó, chilló, aulló y bramó mientras fuertes estertores invadían su cuerpo, todos sus músculos se hallaban tensos al máximo. Su cabeza se irguió con la boca abierta y los ojos muy apretados, luego los abrió desorbitados y rugió a todo pulmón su clímax, un clímax al que llegó con extraordinario facilidad. Luego se dejó caer sobre la cama rendida mientras continuaban clavándola desde atrás.
Y yo lloraba destrozado, ya no lo soporté, esta vez si estaba desesperado, desesperanzado, ¡qué gran error el que cometí, yo debí haber negociado con ese hombre desde el principio, no ella! ¡Yo debí ser la víctima inmolada por el bien de nuestro hijo, no ella! Ella nunca debió caer en esto, y ahora ya la tenía completamente perdida
La vi rendida, agotada y extasiada, con ese collar negro en su cuello, entregada al siervo de su Amo como una verdadera esclava. Vi que Orlando, mientras continuaba penetrándola, empezaba a meterle dedos entre su culito, lubricándolos con sus propios jugos. En menos de un minuto vi que ya daba bastante de si, por lo que asumí que ya no era virgen de ese lado. Entonces le sacó la verga de la vagina y la colocó sobre la otra entrada, esa en la que yo nunca había ingresado antes.
Comenzó a empujar, ella supo en el instante lo que pretendía y se asustó, se irguió y lo volteó a ver, su rostro denotaba temor y confusión, pero en el acto volvió a su papel inicial de sumisa, aferrándose con fuerza a las sábanas y cerrando los ojos. Fue mucho más elocuente a que le hubiera dicho "si, dale, metémela por el culo".
Poco a poco ese ariete fue traspasando el ano de mi amada, internándose dentro de su recto, haciéndola sentir cada vena atravesándola, cada cm. de su dura carne masculina en su interior. Y aunque le dolió, no trató de oponerse ni de protestar, estaba a su disposición. Orlando la sodomizó por más de media hora, sin cuidado ni delicadeza, frotándole el sexo con vigor y sin detenerse. Ella lo gozó, esos dedos le arrancaron más de 3 orgasmos que saboreaba a gritos, aparentemente ya no le importaba despertar a los niños. Pame quedó casi desmayada
Tomá su mano perra, limpeásela con la boca ordenó Davidson y Orlando le llevó la mano a la cara y ella se tragó sus propios jugos.
Aun dentro de ese estado de éxtasis descontrolado, Orlando la puso boca arriba, se puso sus piernas sobre los hombros, colocó su pene sobre su vulva y empujó, el conducto anegado de mi esposa se tragó entera su estaca. Inició metiéndosela a profundidad, con dureza, buscando hacerla sentir su falo caliente dentro de sus entrañas. Le decía al oído que era una perra maravillosa, la puta más caliente que conocía, y esas palabras parecieron enardecerla más todavía, pues en segundos Pamela volvió a acabar y esta vez si quedó medio muerta.
Acabá de una vez Orlando, o nos vas a dejar nada para mi ordenó Davidson, que hasta ese momento no había vuelto a hablar.
Orlando se salió de ella y se empezó a pajear con fuerza hasta acabar a chorros que apuntó contra su cuerpo moreno y empapado de sudor. Nunca había visto una acabada tan copiosa, tan abundante, la llenó de su blanca esperma de pies a cabeza. En ese momento sentí un pinchazo en una nalga, volteé a ver sobresaltado y era Ruth, que blandía una jeringa en la mano. De nuevo perdí el control de mi cuerpo y casi me desplomo en el suelo si no fuese por Marvin que me sostuvo por detrás.
Entre los 2 me llevaron a rastras de regreso al sillón en el que me encontraba, en la sala. Minutos después comencé a escuchar de nuevo los gritos de mi esposa, eran verdaderos alaridos. Pero no eran de dolor, era placer, puro, frío y descarnado placer, el negro se la estaba cogiendo, elevándola hasta el paroxismo. Ella pedía más, rugía y suplicaba por más, se llamaba puta y perra a si misa y a gritos, estaba totalmente fuera de control. Y yo, desde abajo, sentía que cada grito era una tortura desalmada que me hacían, hubiese preferido que me mataran a oír a mi mujer convertida en una perra enviciada.
Acabaron quién sabe cuánto tiempo después de haber empezado, y un rato más tarde bajó el Sr. Davidson, con una maligna y cáustica sonrisa en los labios. Me clavó los ojos y jaló una silla, tomando asiento frente a mi.
Señor Lozano, su mujer es una perra consumada, enviciada, adicta al semen y al sudor, adepta a la humillación, al dolor y al sufrimiento ¡de verdad la convertí en una perra masoquista! Es una de las mejores esclavas que he tenido, su disposición a ser usada y vejada no tiene parangón con ninguna otra mujer que hubiese pasado por mis manos. Le digo que si le ordenara comer mierda lo haría ¡y le sabría a caviar! su sonrisa me enfermaba, era un maldito infeliz Me gusta, de verdad me gusta y por eso me la voy a quedar. una fría e intensa sacudida me recorrió el cuerpo Verá, ella le ha estado mintiendo los últimos 2 meses como ya se habrá podido dar cuenta, pero no sabe hasta qué punto. ¿Recuerda la noche en que llegaron a mi oficina para "negociar" mi ayuda? Pues esa misma noche le hice una oferta a su mujer que no pudo resistir le propuse pagarle el tratamiento a su hijo a cambio de que se me entregara definitivamente y para siempre como mi esclava sexual sumisa para lo que yo le quisiera hacer. También le ofrecí que a cambio no lo tocaría a usted ni le haría ningún daño recuerde que esa noche una de mis secretarias lo hizo acabar con los dedos metidos dentro de su ano. Su esposa lo ama a tal grado que tan solo me puso una condición, que usted nunca llegara a enterarse de nada de lo que le hiciera, no soportaría la vergüenza.
Me estremecía escuchando cada palabra que ese hijo de puta me decía, no lo podía creer, ¡¿cómo era posible que existiera un hombre tan cruel en este mundo?! Mi inocente esposa no tenía ni idea de esto, se estaba aprovechando de ella y yo no podía hacer nada para ayudarla. Y me sentí tan mal, tan culpable de saber que esto lo hacía por amor a mi, por salvarme del horrible destino que ella tendría.
Muy bien, ahora que ya sabe la verdad he de advertirle, su esposa pasará a ser de mi propiedad hasta que a mi se me de la gana. Usted no deberá buscarla nunca, ella ya no existe en su vida le guste o no. Si respeta esta advertencia su hijo terminará el tratamiento y se curará y usted podrá seguir adelante con su vida y todo estará bien. Si no lo hace, o peor aun, si intenta ir con la policía, le juro que su hijo nunca llegará a curarse y ella pagará las consecuencias de su necedad recuérdelo bien.
Se calló, pues en ese momento bajaba Ruth y Orlando, este traía jalando de una cadena a mi esposa, cuyo aspecto me impresionó y trastornó. Venía en 4 patas, desnuda, cubierta de sudor y de semen, con numerosas y muy visibles marcas surcándole toda la piel. Su mirada estaba perdida, su boca babeaba y su gesto no decía absolutamente nada. Llevaba puestas muñequeras y tobilleras de cuero, y cuando se acercó expedía un penetrando olor a orines. Malditos bastantes, ¿qué le hicieron?
Bueno perrita, velo por última vez ahora vámonos
¿Puedo puedo despedirme Amo?
Mmmm bueno, supongo que es justo, aunque de todas maneras no te va a escuchar.
Mi vida me dijo a punto de llorar esto lo hago por amor a ti y a nuestros hijos te amo Fernando, te amo como nunca volveré a amar jamás
Luego, Davidson la tomó de la correa y se la llevó para sacarla de mi vida para siempre, dejándome sumido en la desesperación y la impotencia, incapaz de mover ni un solo dedo.
Continuará
Garganta de Cuero
Pueden hacer sus comentarios y opiniones a mi correo electrónico, besos y abrazos.