El Cadejo (05)

Gracias a Ochrier me hice de una extensa y selecta cartera de clientes dispuestos a pagar buenas sumas de dinero a cambio del derecho de poder disponer de mi como a ellos se les diera la gana (Gay, dominación).

Capítulo V

Gracias a Jean Phillipe Ochrier empecé una próspera y más o menos meteórica carrera como prostituto gay. Reconozco que a pesar de su frialdad y de usarme como un objeto de placer, no me dejó desamparado, pues gracias a él construí una extensa y selecta cartera de clientes y logré una sólida reputación como puto vicioso. Obtenía ingresos considerables, lo que me servía de poco, la verdad, pues no tenía cómo justificarlo frente con mi mujer. A ella le dije que ganaba un sueldo fijo en mi nuevo trabajo, no podía explicarle el sobrante.

De igual manera tampoco podía permitir, por nada de este mundo, que ella se enterase de lo que estaba haciendo, así que me tuve que hacer de una rutina diaria que me ayudara a ocultar la verdad. Le inventé que mi trabajo era nocturno, así que salía de mi casa a eso de las 2 de la tarde a un club campestre y me mataba en el gimnasio por horas, también hacía natación y yoga, principalmente para mantener la elasticidad de mi cuerpo. Decidí iniciar un estricto programa de reacomodamiento físico, pues si mi cuerpo era mi herramienta de trabajo lo tenía que cuidar. Pronto recuperé la condición que tenía en mis mejores días, mi musculatura creció mucho y me volví un titán. Empecé a usar productos de belleza para el cabello y la piel, y todo lo justificaba diciéndole a mi esposa que una de los beneficios de mi nuevo trabajo era estar afiliado a un lujoso Spa.

Tras salir del gimnasio, a eso de las 5:PM, salía a atender a mis clientes, por lo general era hasta la media noche. El sábado era el días más agitado, por lo que descansaba domingos y lunes, o martes cuando no podía el domingo, todo dependía del trabajo, incluso habían días en que tenía citas por las mañanas y me tenía que inventar cuentos chinos. Pronto estaba facturando no menos de 14,500 quetzales al mes, mucho más de lo que ganaba antes.

En poco tiempo todos los ejecutivos extranjeros quería conocer al notable puto llamado "El Cadejo", Y dije ejecutivos extranjeros porque solo trabajaba para ellos, o por lo menos lo intentaba, por ningún motivo quería toparme con algún conocido. Además, como era gente que venía de paso, eran solo sesiones de sexo, buena paga y luego cada uno por su lado como si nunca nos hubiésemos conocido.

Me volví un prostituto de lujo pero me iba consumiendo poco a poco. Mi vida tomó un cause gris y tristón, casi todos los días andaba en la calle entregando el culo al que mejor me lo pagara. A veces, en las noches que no trabajaba, me hospedaba en algún motel (tenía que cumplir mi horario frente a Pamela) y dejaba volar mi mente. Acostado boca arriba en la cama, imaginaba tener la cara llena de semen, resbalándose por mis mejillas, la lengua buscando reunir lo más posible para poder saborearlo. Imaginaba tener el culo abierto luego de ser barrenado con furia por una rabiosa verga, larga, gruesa y venosa. Veía el espeso pelambre de mi cuerpo mojado de sudor y yo jadeante, feliz, excitado… caliente.

Así era como quedaba luego de cada cogida, feliz y caliente. No me mortificaba tanto el hecho de venderme, como el hecho de gozarlo, eso me hacía sentir sucio, traicionero, una mierda. Rápidamente fui ganando experiencia y habilidad y fui aprendiendo nuevas técnicas para dar placer que aprendía constantemente. Hay muchas anécdotas que les podría contar para ilustrar esto, muchas la verdad.

Por ejemplo, un día tuve una cita por la mañana con un caballero que primero me llevó a desayunar a un club de la Antigua, era un ejecutivo costarricense para el que trabajé varias veces. Gustaba de recibir largas y profundas mamadas, lo que me traía buena cuenta pues antes de disponer de mi culo me dejaba unas 2 o 3 buenas lechadas en la boca que cobraba aparte. Además era un romántico, nunca me tomaba por la fuerza si no hasta que creía que ya me había seducido. Terminamos en un motel donde me puse en 4 como por 15 minutos, dejando que el tico se desfogara arrebatadamente conmigo.

Por la noche me encontré con un cliente nuevo, un gordo abusivo que temblaba de ansias al ver al portento de hombre con su pene de 18 gruesos cm. parado frente a él. Hizo que le chupara la verga y luego que lo cabalgara. Como el cuarto tenía espejos por todos lados, podía verme rebotando una y otra vez sobre el vientre del gordo, haciendo sentadillas en el miembro de 12 cm de ese hombre que gozaba como un loco. Mis abdominales y mi abdomen plano se miraban marcados a la perfección, así como mis pectorales cada vez que caía sobre el gordo. No llegué al orgasmo, necesitaba de algo más para lograrlo.

Debo mencionar también que mis clientes me enseñaban cosas que me servirían en el futuro. Con ellos también tenía experiencias nuevas cada vez más excitantes. Por ejemplo, una tarde tuve una cita con un ingeniero hondureño que yo me había imaginado como un tipo negro y alto, con una macana increíble, pero no, nada que ver. Era un tipo moreno, no muy alto y delgado, nada del otro mundo.

¿Qué me va a hacer? – le pregunté alarmado.

Nada, nada… usted no se preocupe, no le va a pasar nada malo.

Mire, eso se cobra más caro

Bueno, bueno, pero no es nada malo. Solo es un poco de bondage… no, ni eso, es solo un cincho pequeño… relájese hombre

Me quedé quieto dejando al hondureño hacer conmigo. Me estaba amarrando, algo que no me habían echo antes, y me dio miedo, temía que me fuera a hacer algo malo. Sin embargo terminé siendo muy cooperativo, ya me había convertido en una perra sumisa y adicta al sexo. Me puso un cinturón alrededor de los brazos y abdomen y otro pequeño alrededor de mis testículos y pene. Aun no estaba familiarizado con esos artilugios y él se dio cuenta:

¿No le gusta, eh? Se le ve muy bien

,… – no quise responder.

Usted tiene una verga bastante grande y un gran par de huevotes… se le ven bien así apretados, amarrados

,… – no quise responder otra vez.

Pero bueno, por supuesto que me gustaba, era solo que me negaba a admitirlo frente a ese desconocido y mucho menos para mi. El pequeño cinturón apretaba fuertemente mi pene y mis testículos desde la base. Luego, de la hebilla del cinturón salía una pequeña cadena plateada que el cliente mantenía en la mano. Jaloneaba de la cadena, jaloneando con ella las partes de su perro.

Sentí su pene o hurgando entre mis nalgas, no era gran cosa, mi culo ha conocido miembros mucho mayores. Su paloma entró sin problemas y empezó a cabalgarme, pero mientras lo hacía jalaba la cadenita como si fuesen riendas. Asimismo me tomaba del cabello dándome tirones cada vez que enterraba su miembro entre mis blandas carnes rectales. Si bien no era un cliente muy bien dotado ni con grandes condiciones de amante, eso que me estaba haciendo me agradó bastante y me dejé llevar como una yegua. Además, el hecho de estar amarrado me hacía sentir un morbo tremendo.

Durante unos 10 minutos estuvo el ingeniero hondureño metido dentro de mis entrañas, me sentía dominado por la cadenita del cinturón testicular y por los jalones de cabello, estaba gozando con esa forma de sodomización. Pero previendo el inminente orgasmo prematuro del tipo, sugerí otra posición. Acostado boca abajo, el tipo me penetraba arrodillado entre mis piernas abiertas y separadas, mientras halaba con fuerza la cadena tironeando mis testículos y mi paloma a punto de explotar. Pasando mis manos por debajo de la pelvis, intentaba separar más las nalgas para mi usuario y soportando el dolor de la presión del tenso cinturoncito en mis genitales, dolor que me daba un gran placer.

El tipo se chorreó dentro de su condón estando aun metido entre mi ano, yo me quedé tendido en la cama, descansando, mientras el hombre se vestía alabando las bondades de mi ano y mis excelentes condiciones de macho para coger. Me desató las manos y esperó a que terminara solo, masturbándome como Ochrier me había enseñado, posicionando de tal forma mi cuerpo para que la fuerza de mi eyaculación llegara hasta mi boca. El ingeniero se quedó tonto y con la boca abierta viendo esto, luego me dejó frente a un bar de la zona 10, rogándome una nueva cita. Por supuesto que se la di, me encantó lo que me hizo y el tipo era, además, muy agradable.

Esa sesión de sexo disipó en mi muchos tabúes y temores, tuve que terminar admitiéndome que me había gustado y que quería volver a hacerlo. Pero también sabía que eso solo lo podía permitir bajo ciertas circunstancias, no me iba a dejar amarrar por cualquiera, tenia que ser alguien que conociera y en quien confiara y bajo circunstancias muy seguras.

Sin embargo, no todos mis clientes resultaban tan sencillos… mucho menos tan inofensivos

¡¡¡AAAGGGHHH!!!… ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!!

¡Tómala perro! ¡Tómala!

¡¡¡AAAGGGHHH!!!… ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AAAYYYYYY!!!… ¡¡¡OOOGH!!!… ¡¡¡ME PARTE!!! ¡¡¡ME PARTE A LA MITAD!!!… ¡¡¡AAAAAAHGGGGGHHHHH!!!

¡Así te gusta infeliz!

¡¡¡AASGGHHHH!!! ¡¡¡AAAGGGGHHHH!!!

Acostado boca arriba sobre la cama rechinante de ese motel, piernas sobre los hombros de mi semental de turno, fasies deformada y tensada en un gesto doloroso y aferrado de las sábanas, su servidor prestaba su culo a quien había pagado caro por el, que resultó ser un enorme asesor económico venido de Suecia que me encontraba suculento. Cualquier felicidad que me hubiese podido dar algo en mi lúgubre vida se desvanecía entre los poderosos brazos de ese coloso rubio, convirtiéndose poco a poco en un libido enfermo y lleno de perversión.

El gigantesco pene del tipo perforaba salvajemente mi más que dilatado ano, sujetándome fuertemente de los muslos. Gritaba y bufaba del dolor que sentía al ser atravesado de esta manera, pero en el fondo me encontraba tremendamente excitado. Estaba acostumbrado a no ser más que un simple puto, un objeto sexual, algo que puede ser usado para darse placer, y ya le había hallado el gusto a la situación, aunque me mortificaba enormemente.

¡Mastúrbate puto de mierda!

¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!!… ¡¡¡¡AAAGGGHHH!!!!

Tomé mi más que hinchados 18 cm. de carne dura y caliente entre mis manos y lo comencé a frotar y a sobar. Entre aullidos de dolor me sobrevino la dulce conmoción que precede al placer del clímax. Eyaculé furiosamente varios chorros de semen que se esparcieron sobre los cuadritos de mi abdomen. El gigante sueco seguía, mientras tanto, dando buena cuanta de mi cuerpo sumiso, yo me limitaba a abrirme de piernas lo más que podía y de jalar mis nalgas con las yemas de los dedos para tratar de facilitarle el paso al monstruo largo de carne que me barrenaba las entrañas.

Los minutos se me hicieron eternos, el sueco era de la idea de "Alquilé un culo para coger y me lo voy a coger". Yo ya no era más que eso, un simple, redondo, carnoso y abultado culo peludo, un delicioso agujero donde poderse masturbar. Al fin me agarró violentamente del pelo, me tiró al suelo, se quitó el condón y derramó sobre mi el contenido entero de sus testículos. Chorros y chorros de blanca esperma europea cubrieron el rostro del pobre puto que se afanaba por tragar y degustar todo lo que podía, no porque su cliente así lo hubiese exigido, sino porque el así lo quería. Nunca podía dejar de saborear el néctar de mis amos, por salvajes e inhumanos que hubiesen sido conmigo durante la cogida. No, yo era un esclavo del deseo, del placer, de la piel y de la carne, y del semen.

El sueco me dejó allí tirado al pié de la cama, completamente desnudo. Mi velludo cuerpo estaba cubierto de sudor, sudaba a mares después de tan brutal ejercicio. Mi pene flácido descansaba entre mis piernas exhausto, no podía dar más. Y mi ano estaba peor, pocas veces recordaba haber sido revolcado de esa manera, muy pocas. Mi orificio trasero estaba abierto e irritadísimos, temía que lo hubiese desgarrado. Jadeaba y respiraba aceleradamente, mi corazón seguía excitado y mi alma adolorida, también pocas veces me había sentido tan, tan… tan cosa, tan poca cosa. Me gustaba la sensación, es cierto, pero en el fondo odiaba ser un objeto desechable.

Miraba al sueco vistiéndose, pensando en sus asuntos, metido en sus cosas, como si nada hubiese pasado, como si yo no estuviera allí. Me impresioné del cuerpo de ese tipo, alto y tan corpulento. Su espalda ancha parecía un paredón, con unos músculos grandes y duros tan bien marcados; sus abdominales formaban un perfecto six pack (un poco mejor que el mío), sus piernas parecían 2 troncos gruesos y fuertes, sus nalgas redondas, grandes y duras, muy carnosas; solo la cara desentonaba, no me gustaba. Era malencarado, narizón, feo, sus ojos azules no ayudaban, pues sumándole su piel blanca como la nieve, destilaban la frialdad de un asesino en serie.

Me dejó sobre la mesa mi paga entre un sobre y me dirigió una sonrisa sucia y cínica que no me agradó para nada, me molestó. Pocos clientes me habían parecido tan desagradables. Y luego yo me puse de pié trabajosamente, me dolía horriblemente el culo y el cuerpo, me dio muy duro. Me vestí sin prisa y salí, pedí un taxi que me llevó hasta un parqueo público y allí abordé mi carro. No me gustaba usarlo para ir a las citas, los clientes se ponen abusivos si lo ven a uno llegar manejado. Y peor si es un carro mejor que el de ellos.

A eso de la media llegué en mi carro a un motel y allí pasé el resto de la noche. Me puse ropa cómoda y me quedé sentado sobre la cama mirando el retrato de mi mujer y mis hijos que siempre llevaba conmigo, los 4 salíamos allí, sonriéndole a la cámara como una familia feliz que éramos. Pero ya nada era igual, nada, todo a mi alrededor me parecía irreal, no me parecía que fuera verdad.

Lo peor era que me estaba enviciando, pues continué en esta vida pese a que Julio me había conseguido algo. No lo tomé, aduje que no me pagaban lo suficiente, lo cual era cierto comparado a lo que podía llegar a ganar como puto. Eso molestó mucho a mi amigo

¡Pensé que solo estarías en eso mientras conseguías algo más, por eso te lo ofrecí!

Pues si pero quiero una mejor oportunidad

¡Lo que vos querés es más pisto porque así como estás es más fácil de ganar!

¡¿Y qué putas si eso es cierto?!

¡Qué tenés familia idiota, mujer e hijos que te adoran!

Pues… pues… pues por ellos es que lo hago… necesito ahorrar más, el tratamiento de Fernandito ha funcionado muy bien pero puede recaer y mejor si tengo para pagarlo. –

Julio no me dijo nada, se quedó en silencio, pensó que era una buena razón pero aun no estaba convencido. Yo tampoco me había convencido a mi mismo, sabía la verdadera razón muy en mi interior… me estaba enviciando de esa vida sucia y asquerosa.

Continuará

Garganta de Cuero

Pueden hacer sus comentarios y opiniones a mi correo electrónico, besos y abrazos.