El Cadejo (03)

El hambre tiene cara de perro y la necesidad es la peor de todas las consejeras.¿Usted hasta donde habria estado dispuesto a llegar para traer el sustento al hogar? Yo llegué muy lejos.

Capítulo III

Mi esposa no quería que yo supiera de las cosas sucias que Davidson seguramente le haría, me prohibió preguntárselo o tan siquiera hablar de ello, solo me explicó de forma vaga que sentiría mucha vergüenza si me llegara a enterar. Eso fue duro para mi, necesitaba saberlo, me daba una falsa sensación de que la podía cuidar. Además, a mi me mata más la duda que la verdad. Por otro lado me parecía extraño, supuse que si la volvía a tomar necesitaría de un desahogo, que querría buscar consuelo por ser usada como un objeto. Pero parecía que le hacía peor la vergüenza. Ni me convenció ni me sentí bien de hacerlo, pero al final le dije que estaba bien, quería hacerle lo más fácil posible el paso de esos tragos amargos.

No me dijo ni siquiera a qué hora había vuelto, nada, sencillamente al día siguiente hicimos como si nada hubiese pasado, aunque con una frialdad entre los 2 que jamás había existido, se me hacía insoportable. Era domingo y nos quedamos encerrados en la casa junto a nuestros hijos. El día siguiente era lunes, así que de nuevo salí a buscar trabajo, y ahora la presión era mayor. No supimos nada más del negro durante el día, lo cual lejos de aliviarnos nos sumía en el suspenso y la aprensión. El día pasó como si nada, la misma rutina de siempre pero un estrés muy distinto, era una tensión dura, un nerviosismo de algo que se sabe que pasará pero que no se sabe cuando. Por la noche regresé a mi casa y la encontré muy bien arreglada y con la mesa hecha como si fuésemos a hacer fiesta. En cuanto me vio se me tiró al cuello y me besó largamente, casi con desesperación.

Fernando, no quiero que esta situación nos vaya a destruir… todavía somos pareja y yo te sigo amando, y seguiré haciéndolo pase lo que pase

Yo también amor… – le contesté, pero sintiendo desconfianza de sus palabras, presentía que algo andaba mal – yo también… ¿pasó algo Pame?

No, nada… ya sé que esto parece sospechoso, pero no pasó nada, el Sr. Davidson no llamó en todo el día. Lo hice por mi propia iniciativa, creo que debemos ofrecernos atenciones extras si queremos llegar hasta el final unidos aun.

Si, tenés toda la razón… – dije un poco más tranquilo, pero ese presentimiento no se me iba de la mente.

Comimos una cena regia, como solo ella puede prepararla, platicamos cosas sin importancia, reímos de mis ocurrencias, en fin, fue una cena romántica, como si nada malo pasara a nuestro alrededor. Me disculpé con ella por mi actitud, Pame me dijo que no hacía falta, que ella también debía comprender que no solo era duro para ella sino que para mi también, que por algo éramos pareja, que había mucho más que un papel firmado uniéndonos. Por la noche tuvimos una sesión de sexo como hacía mucho no hacíamos. No sé, fue como si la certeza de un destino duro y cruel nos hiciera gozar de esas caricias y arrumacos como si fueran los últimos de este mundo.

Así pasamos casi 2 meses, sin tener noticias de Davidson y en aparente paz y armonía, que no era más que una tensa y preocupante tranquilidad que nos empeñábamos en no ver. Pero a mi de verdad me preocupaba no tener noticias del negro, pues la medicina se le continuaban dando a Fernandito puntualmente en el hospital, prueba inequívoca que él continuaba pagándosela, y según Marvin, el Sr. Davidson nunca dejaba de cobrar una deuda. De hecho tenía derecho a hacerlo, los resultados eran en verdad extraordinarios, mi nene ya casi se había recuperado.

Por otro lado yo no dejé de buscar empleo en todo ese tiempo, pero no lo encontraba, tan solo pequeñas cositas temporales, pero nada más. Ni con mis contactos en mi área de trabajo, ni con amigos, nada, cuando decían que el país estaba en crisis tenían razón. Antes de continuar haré una pausa para hacerles una aclaración, mi profesión era de Médico Veterinario, algo que siempre me apasionó.

Sin embargo no hallaba un buen trabajo y poniendo mi clínica por mi cuenta no ganaría lo suficiente. Apenas lograba juntar para comer y para pagar las cuentas de los servicios, pero ya no aguantábamos más. Estaba desesperado, ya no sabía qué hacer. Hasta que una noche ya no soporté más y entré en un bar para tomarme algo, nunca lo había hecho. Sentado en la barra con una cerveza en la mano, un mesero se me acercó:

Caballero tome.

Pero, yo no pedí esto. – le dije al recibir un trago de sus manos.

Es cortesía del caballero que está sentado en aquella mesa. – volteé a ver y me topé con un viejo amigo.

Mi hermano, ¿cómo estás?

¡Julio! ¡Qué gusto de verte!

Qué carita Fer, ¿no te trata bien la vida?

¡Ja…! vieras. - y le conté de mi desempleo y que ya no aguantaba más.

¡A la gran…! si, de plano no te ha tratado bien.

Julio, ¿vos no me podrás dar una mano.?

Pues allí donde estoy yo la cosa está un poco difícil. A la empresa no le ha ido bien, y no estamos contratando personal. Aparte, tu profesión no tiene mucho que ver con nuestra área de trabajo.

Aunque sea limpiando o barriendo

No, ni para eso hay ahorita. Tal vez en unos meses te pueda jalar para algo.

¡No tengo meses, ni siquiera semanas! Me van a echar a la calle si pago mis deudas.

Mano, perdoname, pero de verdad no hay modo… hoy tuve que despedir a uno de mis empleados porque no hay para pagarle. Sé que te urge, no ha de ser fácil tu situación

¡Y qué putas sabés si es fácil o no!

Si, si, tenés razón… yo sé que no es fácil…pero… es que… Fernando, creo que hasta a mi me van a despedir

¿Qué, cómo?

Si mano, ahora también estoy buscando otro puesto… el dueño de la empresa es un imbécil, la lleva a la quiebra.

No lo sabía Julio, perdoname, yo

No, no importa, vos estás pasando por un momento difícil y yo no puedo hacer nada… ¡valiente amigo el que tenés!… pero… talvez… no, no. Eso para vos no. – dijo sin acabar la frase y sacudiendo la cabeza.

Decime, hago lo que sea, lo que sea.

¿Lo que sea Fernando? ¿Seguro?

Si vos, lo que sea… lo que sea

Pues mirá, no es un puesto de trabajo en ningún lugar. Pero la paga es muy buena.

¿Qué es?

Dentro del círculo empresarial en el que desenvuelvo, hay gente que paga muy bien por sus caprichos, – inmediatamente comprendí de qué se trataba – y por alguien como vos seguro que pagarían mucho. No es para que trabajés en eso por mucho tiempo, es solo en lo que encontrás algo seguro. Esa es otra de las razones por las que me quiero salir, ya me cansé de hacer de celestina para esa gente

Estaba estupefacto, no podía creer que mi amigo de toda la vida me propusiera algo así. aunque ya una vez me había comentado, pero solo como una anécdota, que el principio de su carrera tuvo que hacer de celestina para sus jefes. Ya saben como es la cosa, en las empresas usan a la gente de recursos humanos para todo. Y yo, en ese momento, no pude hacer otra cosa más que mirarlo atónito y con la boca seca, hasta que, vencido por una fría y contundente realidad, dije:

¿Y con quién debo hablar para eso? – Julio abrió los ojos como platos y me dedicó una larga mirada como de lástima.

Te voy a dar esta dirección, andá ah en horas de oficina y entregá este papel. Allí te dirán que hacer después.

Nos despedimos después de eso, yo retorné a mi casa pensativo, lo que acababa de aceptar hacer era algo, por mucho muy lejano a lo que yo era realmente. Pero en ese momento me pareció que no tenía opción, temblaba solo de pensar en lo que el negro le podría hacer a mi adorada esposa. No, si alguien tenía que sufrir ahí ese era yo, no ella, como la cabeza de la casa era mi responsabilidad. Así que, al día siguiente, me presenté a las 10 a.m. en la dirección del papel que Julio me entregó, era una importante empresa exportadora de café. Llegué lo mejor arreglado que pude y hablé con la secretaria de quien seguramente sería mi empleador.

Disculpe pero el Licenciado Ochrier no lo puede recibir en estos momentos, necesita hacer una cita previamente.

Si, si, claro. Pero me dijeron que le entregara esto. – le tendí el papel y ella entró a la oficina, salió minutos después, un tanto desconcertada.

El Licenciado lo recibirá en unos minutos. – dicho y hecho, 5 minutos después ingresaba a la oficina.

Buenos días. – dije con mucha educación.

Buenos días, por favor quédese de pié junto a la puerta. – me contestó el licenciado Ochrier, que resultó ser un joven como de veintitantos, alto y delgado, de ojos y pelo claro y sonrisa infantil, me veía de pies a cabeza. - Por favor, quítese la ropa.

¿Perdón? – repliqué estupefacto.

Quítese la ropa. – me repitió con su acento francés.

¿Qué?

¿Tiene algún problema con esa orden?

¡Por supuesto!

Caballero mire, no se su nombre ni quien es usted, y la verdad no es importante. Lo que si se es que si vino aquí con esa nota en la mano no fue para pedirme un trabajo convencional. Y si usted es incapaz de seguir órdenes como la que les estoy dando, entonces no me sirve. Puede retirarse y que tenga un buen día.

Si puedo seguir esas instrucciones.- respondí apresurado, me urgía el dinero.

Mire, soy un hombre muy ocupado y no tengo tiempo para juegos, mas que lo que yo quiero jugar. Si se queda tendrá que obedecerme en todo, ¿me entiende?

Si, si claro.

Quítese la ropa, solo quédese en interiores. – esta vez obedecí sin rechistar – Muy bien, muy bien… veo que es usted un hombre robusto, bastante apuesto también. - el tipo se puso de pié y se dirigió hacia mi – Necesito cerciorarme de algo… - me dijo y pasó sus manos sobre mi pecho de Fernando, me sobresalté – Tranquilo, tranquilo, solo estoy examinando la mercancía. – ¿mercancía?, si, solo eso era para ese joven extraño.

Ochrier pasó sus manos por todo mi pecho, palpó mis pectorales, le satisfizo. Luego bajó su mano por mi vientre, tocando concienzudamente todo lo que veía, se aseguró que mi estómago estuviera firme y no flácido y abultado. Continuó tocándome por los costados, yo comenzaba a sentir algo, las caricias, que al principio le molestaron mucho, ahora ya no me parecían tan repulsivas a pesar que me recordaron mucho las de Davidson. Luego se agachó para palparme las piernas, le gustaron.

¿Es usted deportista? – preguntó el joven.

Lo… lo soy.

¿Qué deporte practica?

Este… pues… – empezaba a perder la sangra fría, todo ese toqueteo tenía que hacerme algún efecto.

¿Qué deporte practica?

Em… fútbol, básquet… em… natación, karate, de todo un poco.

Era todo un deportista… eso me agrada. – decía mientras apretaba mis pantorrillas.

El tipo se puso de pié y clavó sus ojos azules en los míos, de color verde claro. Comenzó a tocarme la cara, me abrió los labios para verme los dientes, me sentí como un animal en exhibición, me recordó la manera en la que mi padre examinaba las reses antes de vender o comprar.

Dígame, ¿Cuál es su nombre?

Fernando Lozano.

Bien Fernando, me imagino que usted vino aquí buscando este trabajo por necesidades económicas, ¿me equivoco?

No señor. – respondí un poco intimidado.

Me lo imaginaba, usted no parece tener experiencia, y así no me serviría de mucho… a menos que esté dispuesto a aprender

Si, podría hacerlo… dependiendo del dinero. – dije, tratando de retomar el control.

Mmmm, jamás he tenido un alumno… me apetece la idea y sobre el dinero no hay ningún problema, yo sé recompensar a quienes me sirven, pero… – volvió la vista a mis ojos – necesito ver más, no puedo contratar sus servicios si no me parecen adecuados. – en ese momento no me imaginaba a qué se refería Ochrier – Bájese el calzoncillo. – me sobresalté, pero tras un momento de duda inicia obedecí.

Me gusta lo que veo, no está circuncidado, justo como me gusta… y peludo como un oso. Bien, bien, bien… ponga las manos contra la pared y separe las piernas.

Obedecí nuevamente, me puso como el tipo me ordenó. Este se quedó contemplándome por unos momentos, al parecer le agradó lo que veía. Se acercó y puso una mano sobre mis nalgas y la comenzó a mover por toda su superficie, corroborando su suavidad y firmeza. Mi pene comenzó a reaccionar, ya era mucha la tocadera y yo solo era un ser humano. Ochrier se percató de ello.

Veo que le agradan mis atenciones Fernando. Sería excelente si en verdad es tan sensible como aparenta. – e introdujo una mano entre mis nalgas.

Un escalofrío me recorrió la espalda, tan solo la perra del hijo de puta de Davidson había tocado allí antes, ni siquiera mi esposa. No quería, sentía una gran vergüenza, pero contra las hormonas no se puede, los dedos de Ochrier comenzaron a pasar encima de mi ano, lo que aceleró mi corazón y puso más en alerta a mi pene. Acarició en círculos ese delicado órgano siguiendo toda su circunferencia. Despacio empezó a hacer presionar, tratando de introducirlos. Ochrier acercó su nariz a mi cuello, lo olfateó, yo contenía la respiración, de verdad me estaba calentando.

Huele muy bien Fernando, eso es bueno, me gustan lo hombres limpios.

Continuó presionando hasta que logró introducirme un dedo, comenzó a moverlo lento en mi interior, en círculos, tratando de averiguar que tan elástico era. No mucho, pues aún era relativamente virgen del culo. Luego empezó a lamerme el cuello, despacio para que lo sintiera, logró introducirme un dedo más mientras que su otra mano subía hacia mi pecho y aferraba mi pezón derecho. Por fin un suspiro incontenible salió de mi boca.

¿Le gusta verdad? Si, le gusta y mucho.

S-si… – respondí inconscientemente, ya estaba perdiendo mi voluntad.

Entonces, Ochrier comenzó a mover sus dedos, de adentro para afuera de mi ano, yo me estremecí, nunca pensé que podría sentir semejante placer con eso, en las manos de otro hombre. Me quería morir, lo que antes me repugnaba, ahora me empezaba a gustar. Lentamente, su mano bajó de mi pecho peludo buscando mi pene, lo encontró duro y tieso. Le retiró la capucha y lo sacó, con firmeza, pero suavemente, empezó a masturbarlo y yo ya no cabía en mi de placer, sentir esos dedos hábiles dentro de mi culo y frotando la verga era demasiado. Mi respiración se agitó, mi corazón se aceleró, estaba a punto de llegar al orgasmo. Di un fuerte gruñido y gruesos goterones de semen se estrellaron contra la pared de la oficina, luego caí de rodillas, rendido de tanto placer.

Todavía no hemos terminado señor Lozano. – dijo y lo vi quitándose el pantalón y la corbata desde el suelo, sabía lo que ese hombre me haría pero era tarde para volver, ya me había dejado llevar bastante lejos como para retroceder, ya no tenía voluntad –Venga aquí y chúpemela… – me ordenó.

Me acercó a el de rodillas, sin pensarlo me metí ese pene en la boca y empecé a chuparlo. Ochrier me tomó de la cabeza y me guió, sentía arcadas cuando el tipo me metía hasta el fondo ese falo, que había resultado ser bastante grande. En su cara se veía placer y lujuria, casi llega al orgasmo, pero él no quería terminar solo así.

Dese la vuelta y póngase en 4, creo que ya sabe lo que viene. – si, lo sabía pero igual lo hice sin rechistar.

Ochrier se puso un condón y acomodó su pene en la entrada de mi ano, tras meterme los dedos otra vez lo consideró lo suficientemente lubricado y dilatado y comenzó a empujar. Sentí cada cm. que me introdujo, me dolió bastante, pero ya no podía ni protestar, ya no era Fernando Lozano, ahora era un objeto de placer. Por fin todo el falo de Ochrier estuvo adentro completamente, estaba listo para ejecutar a su víctima.

Fernando, quiero que lama y chupe el semen que dejó pegado en mi puerta, antes de que se sequé. – lo hizo inmediatamente.

Entonces me embistió sin piedad, arrancándome gemidos de dolor. Pero el dolor no duró mucho, poco a poco lo comencé a disfrutar, comencé a hallarle el gusta a ser empalado por jóvenes viriles y rudos. Entonces los gemidos de dolor se tornaron en placer y la dominación se convirtió en sometimiento… por primera vez en mi vida. Ochrier me dio duro y rápido un buen rato. Sus embates se oían muy fuertes, mi pene se estrellaba contra mi vientre, bamboleándose frenéticamente. Ochrier estaba fuera de si, sabía que era primerizo y aún así me agarró como si tuviese ya cayo en el culo, fue salvaje.

Por fin comenzó a dar señales de cansancio, se salió de mi interior, me jaló hacia él y me puso con la boca abierta bajo su pene a punto de explotar. Se sacó el condón y, tras unas sacudidas, eyaculó gruesos chorros de semen blanco que yo capturé con mi boca y cara, en medio de gruñidos de placer y expresiones en francés. Cayó rendido en su silla y yo quedé arrodillado dándole la espalda. Todavía no alcanzaba a comprender lo que acababa de hacer, lo que me hizo, me preguntaba por qué eso me dio tanto placer, no lo sabía.

Dese la vuelta Fernando, – dijo Ochrier – límpiese el semen de la cara y trágueselo. – obedeció, me tragué todo ese semen como si se tratase de un festín de reyes, Ochrier continuó – He quedado muy impresionado con su desempeño Fernando, quiero decirle que no me lo esperaba. Es usted un hombre muy apetitoso, realmente, ahora estoy preparado para hablar de negocios con usted, y estoy seguro que ambos saldremos muy satisfechos y beneficiados de nuestra futura relación comercial. Usted comercia con su carne y yo se la compro. Ese es el tipo de negocio que a mi me agrada mucho cerrar.

Huelga decir que fui contratado por Ochrier como su puta por ese día. Este siguió trabajando como si nada, su secretaria entraba y salía de la oficina como siempre. Pero yo, escondido bajo el escritorio del licenciado, me afanaba en lamerle bien los pies desnudos para satisfacerlo a plenitud. De vez en cuando me recompensaba dejando que le chupara el sexo y me tragara su semen, pero muy de vez en cuando. El no quería malcriarme, a mi, a su nueva adquisición, a ese perro tan fino y eficiente en que me había.

Continuará

Garganta de Cuero

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