El Caballo

Alguien encendió la luz. Entonces miré a mi alrededor y pude distinguir a toda su banda. Eran como diez. Me acomodé la ropa al sentir que me rodeaban. Algunos me palmeaban las nalgas como queriendo comprobar si les agradaban...

El Caballo

Recién me acababa de mudar al vecindario. Había estado buscando un nuevo departamento que quedara cerca de mi nueva escuela. Buscaba algo similar al anterior, creo que inconscientemente deseaba encontrar uno con una vecinita como mi amiga Mónica o quizás un vecino como su novio Domingo. Pero evidentemente era poco probable. Así que terminé escogiendo uno barato cerca de un parque y relativamente cerca de la escuela.

Poco a poco fui conociendo la zona. Me agradaba el parque porque tenía una zona de gimnasio al aire libre que casi nadie la ocupaba. Así que podía ir a correr y hacer un poco de ejercicio por las mañanas. Claro que un recuerdo aún tenía de Domingo y era la ropita que me había regalado, entre ella los shortcitos tan sexys que tanto me gustaba usar, sobretodo cuando iba al parque a hacer ejercicio.

Quizás algo que no me agradaba mucho del nuevo vecindario era una zona de vecindades que tenía que atravesar para llegar al parque o a la estación de metro más cercana. Con frecuencia se escuchaba que habían asaltado a alguien por ahí. Y era un secreto a voces que esos asaltos los llevaba a cabo un tipo al que apodaban “El Caballo” y que se reunía con su banda en la entrada de las vecindades. Había escuchado algunos comentarios sobre esa banda y se decía que por lo general asaltaban mujeres y que incluso las violaban, pero las denuncias sólo eran por los asaltos. Así que Yo prefería caminar unas calles adicionales para evitar esa zona en la noche.

Conforme me fui haciendo asiduo al parque también fui conociendo a la gente que iba a hacer ejercicio. Había varias chicas que me llamaban la atención, pero sin duda eran dos en particular que me hacían sentir cierto grado de excitación, sobretodo por la vestimenta tan sexy que usaban para correr, ambas usaban camisetas de lickra, pegaditas y que marcaban a la perfección sus tetas o mejor aún, el movimiento de sus tetas a cada zancada que daban mientras corrían. Una de ellas acostumbraba a ir con un short de lickra que le llegaba casi hasta las rodillas y delineaba a la perfección la curvatura de sus nalgas, redonditas y firmes, así como los muslos vigorosos; la otra, en cambio, usaba shortcitos de corredor, un poco flojitos pero sus nalguitas los rellenaban perfectamente y lucía sin ningún obstáculo sus piernas morenas. Yo procuraba correr detrás de ellas para tener ese lindo espectáculo al frente.

Sin embargo, además de correr me agradaba ir a la zona del gimnasio. La verdad era que casi nadie la utilizaba por las mañanas. Por lo general, sólo había otro chico, así que prácticamente siempre estaban disponibles los equipos. Yo sólo utilizaba la barra y un banco que había para hacer abdominales. Ocasionalmente, además del chico de siempre, iba un señor como de unos 40 años que en lo particular me llamaba la atención por el cuerpo tan varonil que tenía y, sobretodo, que le gustaba mostrarlo, pues se quitaba la camiseta y se quedaba en shorts para hacer sus rutinas. Me fascinaba ver como se tensaban sus músculos de los brazos y la espalda cuando usaba la barra. Creo que cuando él iba era cuando más chavos había en esa zona. Aunque nunca vi que hubiera algún cruce de miradas o ligue.

Conforme iba llegando el invierno amanecía más tarde y, para finales de noviembre, a la hora a la que iba al parque aún estaba oscuro. No sabía si atravesar la zona de las vecindades, pero como no se veía gente decidí hacerlo. Efectivamente, a esa hora me dí cuenta que era bastante seguro. Seguí con mi rutina un par de semanas sin ningún incidente y quizás eso hizo que me confiara.

Un sábado iba rumbo al parque y al pasar por la entrada a las vecindades sentí un golpe en el estómago y sin darme tiempo a reaccionar, alguien me inmovilizó por el cuello. Traté de zafarme y una voz a mis espaldas dijo – calladito y no hagas estupideces – y ví una navaja cerca de mi cara. Así que me quedé quieto y dejé que me metieran a un cuarto en la vecindad. Estaba realmente asustado. No sabía lo que pretendía el tipo que me forzaba a entrar. Me colocó contra una pared y me comenzó a tocar por encima de los bolsillos como si buscara algo. Metió sus manos y los vació sacando algunas monedas y mis llaves. En tono de molestia y después de darme un puñetazo en la parte baja de la espalda, exclamó - ¡Veinte pesos, nada más!

  • Sí… - respondí asustado y con voz temblorosa estando aún contra la pared.

  • ¡Pinche puto pobretón! – gritó mientras sentía una fuerte palmada en mis nalgas.

No sabía que decir. Sólo gemí un poco al sentir el golpe. Pero un poco sorprendido sentí como me recorría las nalgas por encima del shortcito para volver a palmearlas.

  • ¡Saca las nalgas, pinche puto! – me ordenó y sin dudarlo obedecí.

Sentí ambas manos acariciándome las nalgas. Estaba asustado pero a la vez esas caricias me estaban excitando. Entonces me volteó para quedar frente a él. El tipo era más alto que Yo, seguramente debía medir más de 1.80 m, alcanzaba a distinguir sus musculosos brazos y comprendí la facilidad con la que me había sometido.

  • ¿Eres puto, verdad? – me preguntó sujetándome por la camiseta y azotándome contra la pared.

  • No – le respondí tajante, no es que no me gustaran los hombres sino que me molestaba la denominación “puto”, además de que también me agradaban las mujeres.

  • ¿No? ¿Y esos shortcitos? Esos son de vieja – me dijo él mirándolos de reojo.

  • No, son de hombre – respondí y le señalé la bragueta.

  • Pues a mi me parecen de vieja… mira como se te ven las nalgas – me dijo y me puso de nuevo de cara a la pared palmeándome las nalgas.

  • Son de hombre… ahh – le respondí gimiendo al sentir las vigorosas palmadas.

  • Yo creo que eres puto – me dijo haciéndome girar nuevamente.

  • No, no lo soy… aghhh – respondí y de inmediato sentí un golpe en el estómago que me hizo caer de rodillas delante de él.

  • Pues vamos a ver si es cierto – me dijo mientras me tomaba del cabello para acercar mi cara al frente de su pantalón.

Podía sentir contra mi rostro aquel descomunal paquete que se le formaba al frente del pantalón. Realmente estaba sorprendido del volumen. Y casi podía sentir que tenía cierta rigidez aquel miembro. De pronto me soltó los cabellos, desabrochó sus pantalones y los bajó ligeramente, dejando a la vista una trusa blanca a punto de reventar.

  • Ahora vas a ver porque me apodan “El Caballo”… ¿Te gusta lo que ves, puto? – me preguntó y viendo que no respondía añadió bajándose el calzón, liberando aquel monstruo - ¡Hazme una chaqueta!

Yo no lo dudé ni un instante. La sujeté con ambas manos y comencé a acariciarla. Era en verdad una vergotota. Mentalmente la comparaba con la de Domingo y pensé que fácilmente podía tener la misma longitud. Poco a poco alcanzó una erección completa en mis manos.

  • Ves como si eres puto – me dijo sonriendo.

  • No me digas así – le pedí en tono de súplica.

Por respuesta recibí una bofetada y una orden - ¡Mámamela, pinche puto!

A pesar de lo molesto que estaba, no pude resistirme a tener esa vergota entre mis labios. Comencé lamiéndola desde los cojones hasta la enorme cabezota que la coronaba. A continuación la metí entre mis labios y comencé a mamarla. Era evidente que no me entraría toda en la boca pero me esforzaba al máximo. Acariciaba sus cojones que apenas cabían en mi mano. Entonces me jaló de los cabellos y me obligó a ponerme de pie contra la pared.

  • Ves como sí eres un pinche puto… saca las nalgas – me dijo y sin dudarlo obedecí.

Sentí sus manos en mis nalgas, acariciándolas, palmeándolas y excitándome cada vez más. El tipo era un experto y sabía perfectamente lo que hacía. Por momentos olvidaba la manera en que había llegado a ese punto.

  • Estas bien rico putito… Ves como sí eres un puto… Casi estoy seguro que debajo de este shortcito traes una pantaleta – me dijo y comenzó a bajarme el shortcito dejando expuestas mis nalgas apenas cubiertas por un bikini – lo sabía, usas calzones de vieja.

  • No, no son de vieja – insistí pero en voz baja.

  • ¿Quieres que te coja, putito? – me dijo haciendo a un lado mi calzoncito y colocando su vergota contra mi culito haciéndome estremecer.

  • Sí, cógeme… anda… métemela toda… ya… ya… – gemí suplicando y entonces se escucharon varias risas.

  • Se los dije, cabrones, este wey es un pinche puto, así que paguen – gritó el tipo palmeándome las nalgas y separándose de mi.

Alguien encendió la luz. Entonces miré a mi alrededor y pude distinguir a toda su banda. Eran como diez. Me acomodé la ropa al sentir que me rodeaban. Algunos me palmeaban las nalgas como queriendo comprobar si les agradaban.

  • Anda putito y ya vete… hoy no te voy a coger, pero no te preocupes, voy romperte el culo… aunque será cuando Yo quiera – me dijo “El Caballo” y cedió el paso hacia la puerta.

Prácticamente salí corriendo de aquel lugar. No entendía muy bien lo que había ocurrido y no pensaba quedarme para averiguarlo. Al llegar al parque todo parecía normal. Estaba aún confundido, así que decidí correr un poco y hacer algo de ejercicio. No podía olvidar aquella verga que había estado a punto de taladrar mi culito. Y esas palabras que me había dicho como amenaza o promesa “…hoy no te voy a coger, pero no te preocupes, voy romperte el culo…”.

Aquellas ideas giraban en mi cabeza, mientras yo seguía haciendo abdominales. De pronto se acercó a mi un chico al que identifiqué como uno de los que visitaban el parque de manera cotidiana.

  • Me costaste una “lana”, pinche putito – me dijo y de inmediato lo reconocí, era uno de los que estaban con “El Caballo”, un escalofrío recorrió mi cuerpo y quise levantarme pero él lo impidió deteniéndome por los hombros y diciendo – tranquilo, te manda “El Caballo” esto que dejaste en su cuarto.

Eran mis llaves y las monedas. Eso me extraño un poco pero antes de que dijera algo, él me ordenó que me levantara.

  • Vamos a tu casa, necesitamos saber donde vives… - me explicó.

  • ¿Para qué quieren saber eso? – le pregunté poniéndome de pié.

  • Ya te lo dijo “El Caballo” así que camínale y no te pasará nada – me dijo al tiempo que me daba un ligero empujón.

Miré a todas partes pero ni un mugroso policía. Así que lo obedecí y caminé hacia el departamento que rentaba. No tardamos mucho en llegar al edificio.

  • Aquí es – le dije.

  • Pues métete – me ordenó y lo obedecí.

Mientras subía las escaleras trataba de recordar las palabras de mi agresor, pero no recordaba algo que fuera de utilidad.

  • Este es mi depa… bueno el que rento… pero no tengo nada de valor – le argumenté al chico.

  • Házte a un lado – me ordenó y sacó unas llaves del bolsillo de su pantalón con las cuales abrió la puerta y añadió - Métete.

  • ¿Cómo es que…? – intenté preguntar pero me hizo una seña para que guardara silencio.

  • Ya te dijo “El Caballo” que te va a coger cuando él quiera, así que es mejor que no cambies la cerradura porque él ya tiene la copia de tus llaves y cuando quiera romperte el culo vendrá a visitarte… ¿entendiste? – me explicó tranquilamente.

  • Pero… - quise interrogar pero me calló de inmediato.

  • No te preocupes wey… simplemente al jefe le gustaron tus nalguitas y te va a coger… además, bien que le pediste que lo hiciera ¿o no? – argumentó palmeando ligeramente mis nalguitas.

  • Pues sí… pero… ¿qué haces? – le pregunté al sentir que me abrazaba por la espalda.

  • Tan machito que te ves en el parque viéndoles las nalgas a las viejas que corren por ahí y mira nada mas, resultaste putito – me dijo haciendo presión de su paquete contra mis nalgas.

  • Ya les dije que no soy puto… soy… soy bisexual – le respondí tratando de aclarar el asunto.

  • Eso no importa… si te gusta la verga eres puto y ya… sabes, me gustan tus nalguitas… ¿me dejas darles un llegue? – me dijo metiendo sus manos bajo el shortcito y haciéndome estremecer.

  • Vamos a la cama – le solicité y él con cierta facilidad me levantó en sus brazos y me llevó hasta la cama.

  • Mira lo que te vas a comer – me dijo abriendo sus pantalones y extrayendo del calzoncillo una verga morena un poco mas grande que la mía y sin circuncidar.

  • Linda verga… mmmm – le dije y la metí en mi boca.

No había mucho que decir. Simplemente comencé a mamarle la verga con ganas. Su jefe me había dejado caliente y este chico iba a ser el que se aprovechara. Mientras disfrutaba de su verga en mi boca le terminaba de quitar los pantalones con todo y la trusa y él se quitaba la camiseta. Tenía un cuerpo delicioso. No me había equivocado al identificarlo como uno de los chicos asiduos al gimnasio del parque. Ya lo había visto pero jamás imaginé que fuera un delincuente. Pero eso ahora poco me importaba. Lo tenía frente a mi completamente desnudo y podía recorrer esos músculos con mis manos. Entonces él me quitó mi camiseta y me empujó hacia la cama y con gran facilidad se deshizo de mi shortcito dejándome sólo con el calzoncito.

  • ´Tas bien rico… sólo que no me late verte la verga… - me dijo mientras me colocaba boca abajo.

  • Si quieres sólo haz a un lado el calzoncito – le sugerí al darme cuenta que no le agradaba mucho cogerse a un macho, pero ambos estábamos calientes y eso no sería problema.

  • Levanta las nalgas – me ordenó y lo obedecí de inmediato.

Me acarició las nalgas una y otra vez. El minúsculo y elástico calzoncito que usaba permitía un fácil acceso a mi culito. Así que aceptando mi sugerencia sólo lo hizo a un lado y comenzó a meterme un dedo.

  • Ahhh… despacito… - le supliqué.

  • No mames… lo tienes bien apretadito… - me dijo y de inmediato sustituyó su dedo por algo más robusto – relájate.

  • Ahhhh – gemí al sentir como iba metiendo su verga entre mis nalgas.

Hacía tiempo que no me cogían y la sensación de tener nuevamente una verga en mi culito era deliciosa. Ese chico no perdía tiempo. De inmediato me comenzó a coger recorriendo con sus manos mi espalda, mis hombros y, por supuesto, mis nalgas.

  • Ahhh… - gimió él y comenzó a venirse embistiéndome vigorosamente.

Por unos minutos nos quedamos tendidos en la cama sin decir palabra. Hasta que mi curiosidad me hizo romper el silencio.

  • ¿Y sabes cuándo vendrá tu jefe a cogerme? – le pregunté apretando mis nalgas contra su verga en estado de flaccidez.

  • No lo sé… cuando le venga en gana… ¿por qué? ¿estás ansioso por que te rompa el culo? – me preguntó palmeando las nalgas.

  • Un poco… tengo un poco de miedo… ¿viste de que tamaño la tiene? – le insistí sintiendo como poco a poco se le iba parando nuevamente la verga.

  • Pues sí… son veintiocho centímetros de verga… pero ninguna vieja se ha quejado… todas vuelven por más – sonrió mientras se acomodaba nuevamente sobre mi.

  • ¿28? Wow… si que la tiene grande… ¿y se ha cogido a algún chavo? – le pregunté con insistencia.

  • Haces muchas preguntas… mejor vamos a echarnos otro palo – me dijo y colocó mis piernas en sus hombros.

Lo miré a los ojos y sentí nuevamente como aquel pene invadía mi culito. En esta ocasión el ritmo de las embestidas era más tranquilo, pausado, haciéndome sentir el delicioso placer que da la verga. Poco a poco me fui acoplando a su ritmo, relajando mi culito cuando me penetraba y apretándolo cuando extraía su miembro. Ambos estábamos gozando al máximo. Hubiera deseado besarlo pero él no lo hubiera aceptado en su rol de macho. Así que me conformé con la deliciosa cogida que me estaba dando. Hasta que nuevamente arqueó su cuerpo y con una embestida profunda comenzó a venirse en mis entrañas. Ambos gemimos durante esos breves momentos. Enseguida él se metió al baño para limpiar los restos de nuestro encuentro.

  • No me contestaste… ¿se ha cogido tu jefe a algún chavo? – le pregunté mirándolo mientras se vestía.

  • Y dale con lo mismo… sí, le rompió el culo a dos chavitos… ¿satisfecho? – me interrogó parándose frente a mi ya vestido.

  • Esta bien, pero no te enojes… sólo era curiosidad… no quiero que me vaya a lastimar el culo - le respondí acariciándole la entrepierna desde la cama.

  • Pues eso sí no te lo garantizo… a esos dos chavitos les cambió hasta el modo de andar, claro que creo que eran virgencitos pero putos al fin y al cabo – me explicó y añadió en tono de sugerencia – será mejor que tengas a la mano cremita o vaselina para cuando te venga a ver el jefe.

Y sin decir más, se salió. Dejándome bien cogido pero con ganas de que pronto se decidiera “El Caballo” a visitarme. Sin embargo, ese día no llegó y al día siguiente tampoco. Eso me generó cierta impaciencia. Así que decidí pasar por la zona de nuestro primer encuentro casi a diario pero nunca estaba. Ocasionalmente había algunos de sus compinches que me miraban y sonreían llamándome “putito”, lo cual me molestaba en exceso. Y en el parque me encontré varias veces al chico que me había cogido pero no me dirigía la palabra, así que mi ansiedad iba en aumento. Hasta que un par de semanas después al llegar a mi depa por la noche, ví la luz encendida. Mi corazón comenzó a palpitar de manera acelerada. No sabía si entrar o no. Pero recordando aquel hermoso pene de dimensiones descomunales respiré profundo y abrí la puerta. Al entrar esperaba encontrar al “Caballo” pero no ví a nadie. Cerré la puerta y escuché algunos gemidos en mi habitación. Entré con cuidado y me encontré con una pareja cogiendo a todo lo que daban. Las nalgas vigorosas del chico subían y bajaban sin parar y los gemidos de la chica no se hacían esperar. Era evidente que estaba disfrutando la cogida de su macho. De pronto la chica levantó la cabeza y se percató de mi presencia y fijó su mirada en mi. Entonces el chico volteó hacia mi y lo reconocí, era el mismo que me había cogido y que tantas veces me había ignorado en el parque.

  • Que esperas que no te encueras – me ordenó sin dejar de cogerse a la chica.

Me sentí confundido pero admito que me excitaba aquella escena. Los gemidos de la chica hacían evidentes lo bien que se la estaba jodiendo aquel chico. Así que me quité la ropa y me acerqué a la pareja con una erección que denotaba claramente mi excitación.

  • Acuéstate aquí – me ordenó mientras le sacaba la verga a la chica a quien le ordenó – y Tú móntate en esa verga.

  • Pero… - dijo ella sin obedecerlo.

  • Pero nada… métetela por el coño y yo te la meto por el culo – le ordenó sujetándola por la cadera y acomodándola sobre mi.

Ella se acomodó la cabezota de mi pene en la entrada de su rajita y poco a poco se la fue clavando. Me miraba un poco seria pero era evidente que le gustaba tener mi pene en su coñito. Entonces el chico se acomodó detrás de ella y la empujó hacia delante. El rostro de la chica estaba sólo a unos centímetros del mío, su mirada y la mía se encontraban enlazadas hasta que su rostro se desfiguró un poco en señal de dolor. Se escapó un gemido y yo sentí como el chico recargaba todo el peso de su cuerpo sobre nosotros. Podía sentir sus cojones contra los míos y su verga casi en contacto con la mía, separada sólo por una membrana.

  • ¡Ay cabrones! Ahhh – gimió ella al sentirse completamente penetrada.

Entonces iniciamos el mete y saca. Poco a poco nos fuimos acoplando. Su coñito se amoldaba perfectamente a mi verga y en su interior se podían sentir ligeras contracciones que me excitaban más. Ella comenzó a disfrutar el “sándwich” y sus labios buscaron los míos. Los tres disfrutábamos al máximo y uno a uno fuimos alcanzando el orgasmo, quedando desmadejados en la cama.

  • ¿Y Tú quién eres? Me pareces conocido… ¿eres de la banda? – me preguntó ella.

  • Jajaja… ¿de la banda? Si es un pinche puto… - respondió el otro y le ordenó – ya vístete que tengo que arreglar asuntos con este wey.

La chica lo obedeció de inmediato y comenzó a vestirse mientras él me empinaba y se colocaba detrás de mi.

  • Espera… ¡Ahhh! – me hizo gemir mientras me metía la verga sin mayor preámbulo.

  • Guarda tus gemidos para la noche, putito, porque hoy vas a conocer al jefe – me dijo y comenzó a cogerme enfrente de la chica.

No podía evitar gemir de placer. Ese chico sabía coger y aunque no me agradaba que me cogiera frente a una chica desconocida no podía evitar disfrutarlo. De reojo miraba a la chica quien se había levantado la falda para acariciarse su rajita por encima del calzoncito. Era evidente que le excitaba la escena que estaba presenciando. Y Yo sólo podía disfrutar de aquella verga entrando y saliendo de mi culito hasta que recibí su leche en mis entrañas.

  • Bueno putito, te lavas las nalgas y te las engrasas que ya no debe tardar en llegar el jefe – me dijo mientras me sacaba la verga para comenzar a vestirse.

Sin decir más, ambos salieron del departamento. Yo me metí a bañar y mientras el agua tibia caía sobre mi cuerpo imaginaba todas las posibles formas en que iba a disfrutar del “Caballo”. Recordaba su enorme vergota y no pude evitar meterme un par de dedos en el culo. Saliendo del baño pensé en seguir el consejo que me había dado el chico, así que unté cremita en abundancia en mi culito. Escogí la ropa que pensé que podía agradarle al “Caballo”, un pequeño calzoncito de color blanco, el shortcito más ajustado y cortito que tenía, tipo “hotpants” de color azul y una camiseta del mismo color. La ansiedad me estaba matando, deseaba que llegara aquel macho y me metiera su cosota una y otra vez, pero no llegaba y ya casi era media noche. Me acosté en la cama y me quedé dormido mirando la televisión.

Entre mi sueños aparecía aquel macho que tanto deseo había generado en mi. Sentía como me abrazaba, como sus manos se apoderaban de mis nalgas. Podía sentir su cuerpo desnudo contra el mío y la sensación era tan real que desperté. ¡Oh sorpresa! No todo había sido un sueño. Acostado a mi lado estaba el “Caballo”casi desnudo, sólo traía puesto un bóxer que se levantaba de manera exagerada en la parte de enfrente.

  • Bueno putito, hoy es tu día… pero nada de besitos y ni esas cosas que les gustan a lo putos, sólo te voy a coger como si fueras una puta barata y listo – me dijo y añadió – ahora mámame la verga.

Yo me arrodillé a su lado y lo despojé del calzoncillo. No lo podía creer, era una verga descomunal, morena, gorda y ligeramente curveada hacia la izquierda. La cogí entre mis manos y comencé a meneársela. Sentía cómo palpitaba. Había un par de venas que sobresaltaban a lo largo del grueso tronco. Metí la punta de aquella vergota cabezona en mi boca y comencé a mamarla. Contrario a lo que podría esperar de un malviviente como aquel, este tenía un olor delicioso, parecía que se acababa de bañar y que se había afeitado todo el vello púbico haciendo lucir aún más imponente su descomunal miembro. Él no perdía el tiempo, sus manos acariciaban mis nalgas por encima del shortcito y ocasionalmente me las palmeaba con fuerza. Ya me había quitado la camiseta me pellizcaba las tetillas haciéndome sentir un placer diferente. Yo me esforzaba por meter cada vez un poco más de aquel descomunal miembro en mi boca.

  • A ver puto… ya estuvo bien de mamadas, empínate para romperte el culo – me ordenó y yo de inmediato lo obedecí.

  • Ahí estaba otra vez, empinadito y esperando que me un cabrón me metiera la verga. Era evidente que a él le agradaba la visión que se le presentaba. Seguía acariciándome las nalguitas por encima del shortcito. Pasaba la verga entre mis nalgas y me generaba un grado de excitación altísimo. Me bajó el short y colocó su verga contra mis nalgas aún cubiertas por el pequeño calzoncito. Lo hizo con tal fuerza que consiguió meter la punta de la cabezota con todo y mi calzoncito, haciéndome gemir.

  • Pinche puto, te ves bien rico, vamos a ver que tal te meneas – y al decir esto se deshizo de mis calzoncillos y del short por completo.

Estaba “en cuatro” con las piernas separadas al máximo. Él comenzó a pasar su vergota entre mis nalgas, haciéndome estremecer y al mismo tiempo generando un enorme deseo de sentirlo dentro de mi. Entonces lo hizo. Con una mano me sujetó por la cintura y me metió la cabezota de golpe.

  • ¡Ayyyyy! – grité al sentir la invasión de mi culito.

  • Cállate puto… bien que quieres que te la meta ¿no? – me dijo y me dio un par de palmadas fuertes en las nalgas.

Yo guardé silencio y mordí la almohada que estaba más cercana. Él me sujetó con ambas manos por la cintura y continuó la embestida. Poco a poco me la fue metiendo. Yo sentía que realmente me iba a destrozar pero estaba dispuesto a aguantársela toda.

  • No que no – dijo él al meterla por completo en mi culito.

No me quería mover, pero él no era muy paciente y entonces comenzó a sacarla para volver a metérmela hasta el fondo. Sentía que mis piernitas temblaban y poco a poco sus vigorosas embestidas me obligaron a pasar de empinadito a completamente acostado. Mis gemidos se ahogaban en la almohada. Sentía un poco de dolor pero la sensación que aquella vergota producía dentro de mi lo compensaba con enorme placer.

  • Pinche putito, se me hace que eras virgencito – me dijo y me ordenó – ahora móntate y clávatela tu solito.

Yo lo obedecí sin dudarlo. Él se acostó boca arriba y de inmediato me monté en aquel delicioso pene. Con sus manos en mi cintura me ayudaba a subir y bajar sobre aquel miembro vigoroso. Pero él no estaba muy satisfecho en esa posición y sin sacármela me acomodó boca arriba con las piernas en todo lo alto y en esa posición comenzó a cogerme nuevamente. A esas alturas mi culito ya estaba acostumbrado a las dimensiones de aquel exquisito pene que entraba y salía sin parar.

  • Ay papacito que rica vergota, dámela toda – le supliqué mientras él me acomodaba de ladito para seguir cogiéndome.

En esa posición, ambos estábamos más relajados y el ritmo de las embestidas disminuyó haciéndose más pausado, y sólo unos minutos antes de llegar al clímax fue que aceleró el ritmo del mete y saca.

  • ¿Te gustó, putito? – me preguntó abrazándome y dejándome la verga dentro del culo.

  • Mucho… me dolió un poquito pero fue delicioso – le respondí.

  • Pues que bueno que te haya gustado, porque toda la noche vas a recibir el mismo placer – me dijo sacándome la verga.

  • ¿Toda la noche? Mmmm… que rico lo vamos a pasar – le dije acariciándole la verga.

  • Así me gusta… ya pueden pasar – gritó generando confusión.

Él se puso de pié y se puso su bóxer. De inmediato entraron varios miembros de su banda y algunos comenzaron a desvestirse.

  • ¿Qué pasa? – le pregunté intentando taparme.

  • Bueno putito, hoy te vamos a coger hasta quedarnos secos – respondió el “Caballo”.

  • No, eso no… por favor – le supliqué pero él sólo sonrió.

  • A mi me gusta compartir, así que escoge quien será el siguiente… o los quieres a todos al mismo tiempo – me dijo en tono autoritario y obligándome a escoger.

Recorrí con la mirada a cada uno de ellos que ya estaban en calzoncillos. No todos eran atractivos pero debo admitir que todos lucían cuerpos atléticos. Algunos incluso se veían sexys. Tragué saliva. No sabía a cuál escoger. Pensé que estaría el chico que me había cogido anteriormente pero no estaba.

  • Bueno chicos, parece que este putito quiere que se lo cojan “en bola” – dijo el “Caballo” y yo me apresuré a responder.

  • No, no, él… el del calzón gris – señalé a un chavito de raza negra que parecía ser el más joven y que lucía un paquete de buen tamaño.

  • Te rayaste “Negro”… se ve que le gustaste al putito – le dijo otro chavo mientras todos salían de la habitación dejándonos a aquel chico solo conmigo.

  • Hola – lo saludé tratando de disminuir la tensión pero él respondió en tono cortante.

  • Chúpamela – me ordenó quitándose el calzoncillo y sentándose al borde de la cama.

Su verga no podía compararse con la del “Caballo” pero sin duda alguna tenía un tamaño que no era despreciable. Fácilmente debía medir unos 20 cm y era negra, quizás era la parte más negra de su cuerpo. Arrodillado entre sus piernas comencé a mamar aquel vigoroso y juvenil pene. En poco tiempo aquel pene estuvo en condiciones de rigidez para taladrar mi culito. Él lo entendió y se puso de pié doblándome en escuadra contra la cama. No hubo palabras ni caricias, solamente una embestida profunda y vigorosa. Mi culito ya estaba acostumbrado y no fue doloroso, simplemente fue placentero. En esa posición él me culeaba sin parar, metiéndomela una y otra vez.

  • Ven… ahora Tú solito – me ordenó sentándose al borde de la cama y ofreciéndome su verga para que yo me la clavara.

Me senté en aquel duro miembro y lo metí en mi culito para darle ricos apretones que poco a poco hicieron que ese chico fuera llegando al clímax. Él me jaló hacia atrás y las últimas embestidas las hizo cogiéndome de ladito. En pocos minutos, aquel chico comenzó a eyacular en mis entrañas.

  • Tienes el culo apretado, a pesar del “camote” que te metió el jefe – me dijo sacándome la verga y gritando – ¡el que sigue!

Lo vi salir acomodándose en el calzón la vergota, y entró otro chavo. Era un chico muy delgado pero de cuerpo atlético. Estaba lleno de tatuajes en los brazos y los lucía con esa camiseta de tirantes azul cielo. Por mi mente maldecía la situación en la que me encontraba, me iba a coger otro cabrón y no podía evitar sentirme excitado.

  • Mira lo que te vas a comer, puto – me dijo bajándose el pantalón deportivo por el frente mostrándome una verga de buen tamaño.

No me pude resistir y sabía que no tenía caso hacerlo, así que me arrodillé frente a él y metí aquel pene entre mis labios. En cuanto la tuve entre mis labios aquella verga respingó estirándose al máximo. Por un momento pensé que iba a eyacular en mi boca pero afortunadamente no lo hizo. Le bajé el pantalón deportivo mientras él se quitaba la camiseta para quedar completamente desnudo. Me sorprendía lo marcadito que se le veía el abdomen.

  • Vamos a la cama – me dijo mientras me ponía de pie y me abrazó por la espalda.

Me acariciaba y Yo volteé para mirarlo. Quise preguntarle cómo quería hacerlo pero él no me dejó hablar. Hizo algo que me sorprendió: selló mis labios con un beso. No podía creerlo, ese machito a diferencia de sus amigos me estaba besando mientras me acariciaba la verga. Eso sí que me excitaba. Pero lo mejor fue cuando me puso “en cuatro” en la cama y separó mis nalguitas para clavarme la lengua. Gemí de gusto. Su lengua y sus dedos me estaban poniendo excitadísimo. Así que cuando colocó la cabezota de su verga contra mi culito Yo mismo me hice hacia atrás para clavármela. Él se apoyó en la parte baja de mi espalda y comenzó a cogerme vigorosamente. Me hacía gozar en exceso, sobretodo porque con una mano alcanzó mi verga y comenzó a masturbarme. Meneaba mis nalguitas y él también gemía de gusto. Me gustaba escuchar aquellos gemidos que demostraban lo bien que ambos lo estábamos pasando.

  • A ver wey te voy a coger en otra posición – me dijo sacándome la verga y tirando un par de almohadas al pie de la cama.

  • Sí, sí, papito lo que tu quieras – le respondí deseando que continuara metiéndome su verga.

Entonces me hizo que colocara mi cabeza y mis hombros sobre las almohadas, quedando mis nalgas al borde de la cama y mis piernas en todo lo alto. Él se sentó al borde de la cama y apoyando sus manos en mis muslos colocó su pene en la entrada de mi culito. Lo miré y pude ver como su rostro reflejaba el placer de tenerme nuevamente ensartado. Bajó su cadera y su verga taladró mi estrecho agujerito una y otra vez. Gemí al sentir la presión en aquella posición. Admito que era una experiencia nueva sentir como me enculaban en esa posición y me dispuse a continuar disfrutando de aquella cogida. Poco a poco supe que íbamos llegando al clímax. Comencé a eyacular sin siquiera tocarme la verga y las contracciones de mi culito hicieron que él hiciera lo mismo, sólo que no me arrojó toda su leche en el culo, parte cayó en mi pecho y en mi boca.

  • Uta, pinche putito, me deslechaste bien sabroso… se me hace que voy a repetir – me dijo sacudiéndose la verga sobre mi.

  • Cuando quieras papacito – le respondí mientras él me tomaba en sus brazos para levantarme hasta la cama.

  • Bueno, si dices que nos besamos y que te “chaqueteé” te va a pesar… pero si no lo dices podemos repetirlo más seguido – me susurró al oído y Yo lo besé.

Salió de la habitación dejándome agotado. Pero en cuanto salió, entró otro cabrón. Este en particular no me parecía atractivo. Era musculoso pero muy robusto. Entró en sólo con unos bóxers flojitos. Sonrió y me mostró la verga parada diciendo - ¡Empínate puto!

Me empiné en la cama y él sin mayor preámbulo se acomodó detrás de mi, me separó las nalgas y me la dejó ir de golpe. No era una verga muy grande, de hecho era la más pequeña que había recibido esa noche. Pero las fuertes palmadas que me daba mientras me cogía me hacían sentir caliente. Eso sí, la fuerza que tenía era suficiente para hacerme como sus calzones. Me cambiaba de posición con gran facilidad hasta que estando a horcajadas montado en su verga sentí como comenzaba a venirse. Sin decir nada se puso sus calzones y salió del cuarto, pero en esta ocasión nadie entró. Me pareció raro porque aún se escuchaban voces, así que me puse mi calzoncito y salí para averiguar lo que ocurría. Al salir de la habitación me di cuenta que discutían acaloradamente con el “Caballo”.

  • Cuando menos de a dos, jefe… Yo estoy bien caliente y todavía faltan varios – le argumentaba un chico que parecía ir disfrazado de comando con una bermuda de tipo militar.

  • Ya les dije que no… a menos que el putito quiera – dijo y se percató de mi presencia.

  • ¿Qué pasa? – pregunté intentando ver de qué trataba la discusión.

  • Que bueno que preguntas… aquí los camaradas quieren echarte montón porque andan ganosos y te tardas mucho con cada uno – me dijo sonriendo y añadió - ¿no te los echas en grupo?

  • ¿Cómo? – pregunté aún cuando había entendido lo que pretendían.

  • Ándale putito… verás que rico es – me dijo el “Caballo”.

  • Ya no me digan puto – les reclamé y sonriendo le dije al que iba con la bermuda militar – si prometen dejar de decirme así podría atender a dos a la vez.

  • Jajaja… ¿cómo ven al putito? – preguntó el “Caballo” ante mi propuesta – ustedes deciden.

Todos comenzaron a aceptar moviendo la cabeza en sentido afirmativo.

  • Pues ya rugieron, cabrones… y Tú, escoge a los dos siguientes – me dijo el “Caballo”.

Yo estaba bien caliente y la experiencia de estar con dos machitos era algo que se me antojaba, así que escogí al de la bermuda y a otro que ya estaba en calzones y se le notaba una tremenda erección. Entramos los tres a la habitación y de inmediato me arrodillé ante los dos. El que estaba en calzoncillos parecía que los reventar, así que de inmediato le bajé la prenda, para liberar un verga de buen tamaño y meterla a mi boca mientras el otro se quitaba la bermuda y se quedaba en unos calzoncillos también tipo camuflaje. De reojo miraba el bulto que se formaba al frente del otro calzoncillo, lucía muy apetecible, así que comencé a acariciarlo. Quise bajarle el calzoncillo pero él me lo impidió, así que seguí acariciándolo por encima mientras continuaba mamando la otra verga.

  • ¿Vas o voy? – le dijo el del calzoncillo aún puesto a su compañero.

  • Pues yo ya estoy listo… que te la mame y me lo cojo – sugirió el dueño de la verga que estaba en mi boca.

El del calzoncillo se acostó en la cama boca arriba y sacó su verga por la bragueta de la trusa para ofrecérmela. Era una verga blanca coronada con una cabezota rosa. No me tuvo que decir nada, simplemente me acomodé entre sus piernas para apoderarme de aquel delicioso caramelo mientras el otro chico se acomodaba detrás de mi y me separaba las nalgas. Un enorme placer sentí cuando la lengua del otro chico comenzó a lamer mi culito, gemí pero mi gemido se ahogó por la verga que tenía en mi boca ya en completa erección. Casi enseguida cambió la sensación, ya no era su lengua, era un botón de carne que de golpe se incrustó en mi culito. La doble sensación era increíble, ambos chicos me estaban jodiendo a un ritmo delicioso. El que atacaba mi culito acariciaba mis nalgas vigorosamente y era evidente que estaba excitado pues el ritmo de sus embestidas era cada vez más rápido. No tardó mucho en eyacular, aquella verga comenzó a derramar su leche en mi interior haciéndome gemir.

  • Sí esta rico este chavito... chíngatelo, wey – dijo mientras extraía su verga de mi culito y buscaba su calzoncillo.

  • Pues manda a otro mientras me lo jodo – le respondió el otro sacando su verga de mi boca y ocupando la posición de su compañero.

  • Ahhhh… despacito – gemí al sentir la embestida vigorosa de ese chico.

Comencé a sentir las embestidas mientras entraban a la habitación otros dos chicos. No sé si era por la excitación que me generaba la situación que estaba viviendo, pero esos dos chicos en sus bóxers flojitos me parecieron sumamente sexys. A diferencia del que me estaba culeando en ese momento, que era sumamente musculoso, estos dos eran delgados pero marcaditos. Sus calzoncillos mostraban una carpa de circo al frente, haciendo evidente sus erecciones. Ambos se subieron a la cama y sacaron sus vergas vigorosas con todo y cojones por la bragueta de sus calzoncillos. Uno de ellos me pareció sumamente tierno con su bóxer azul oscuro lleno de tréboles, seguramente debía ser de mi edad y tenía unos cojones enormes. El otro no me parecía tan lindo pero sí muy sexy, era notorio que era de mayor edad y sus bóxers rayados enmarcaban una verga gorda, aunque no muy larga y tenía un par de cicatrices en pecho y abdomen que lo hacían lucir más rudo.

  • Ah… ahh… ya casi… mientras que se las mame… lo hace muy rico – gemía el que me seguía culeando.

A mi no me tenía que decir nada. Yo ya me había apoderado de la verga del más joven y comenzaba a masturbar la verga del otro. Les quité a ambos sus calzoncillos para que no hubiera estorbos. Lamía sus cojones que tanto llamaron mi atención pero el otro reclamaba mi atención, así que comencé a alternar las caricias de mi boca entre una y otra verga mientras el que me culeaba me daba una embestida profunda y vigorosa para bañar las paredes interiores de mi culito con su leche tibia.

  • Ah… no mamen… neta que tiene bien rico el culo este gordito – dijo el del calzoncillo de camuflaje mientras palmeaba mis nalgas y extraía su verga de mi culito.

  • Cógetelo Tú primero – le dijo el cojonudo al de las cicatrices.

  • Chido, vamos a ver si es cierto – dijo el de las cicatrices y de inmediato se acomodó detrás de mi.

Me comenzó a dedear mientras yo le dedicaba mi atención por completo al chico de los cojones enormes. Me encantaba, y creo que a él también, pasar mi lengua por los cojones e incluso un poco más abajo, en ese espacio que existe entre los cojones y el culo. Era interesante ver como se estremecía cuando mi lengua pasaba por ese espacio y se reflejaba en la manera en que respingaba su verga. En esas caricias estaba cuando sentí que separaban mis nalgas y nuevamente era sodomizado. El chico de las cicatrices había comenzado a taladrar mi culito, pero a diferencia del anterior, este chico lo hizo lentamente, haciéndome sentir el grosor de su verga poco a poco. La sensación era deliciosa y no pude evitar exclamar – Ah papito que gorda la tienes.

  • Todavía está apretadito este wey – gimió el de las cicatrices y comenzó a cogerme a un ritmo semilento.

Estaba encantado con este par. El que me cogía lo hacía muy rico y me encantaba mamarle la verga al chico tierno, aunque a este último había comenzado a hacerle una caricia un tanto atrevida pues mientras me mamaba la verga había conseguido alcanzar su culito con mis dedos. Al darme cuenta que él no rechazaba la caricia superficial decidí dar el siguiente paso clavando un dedo en su agujerito.

  • Ahhhh… no… no… ¡diablos! – gimió el chico tierno mientras comenzaba a venirse en mi boca y exclamó en tono de sorpresa y un poco molesto – este wey ya me sacó la leche.

Era evidente que mi caricia en su culito había sido el detonante de su eyaculación. Escuché la risa de su compañero mientras aceleraba sus embestidas en mi culito y se solidarizaba con él vaciándose en mis entrañas.

  • No mames, ya no te lo cogiste jajaja – se rió su compañero mientras me sacaba la verga del culo y buscaba sus calzoncillos.

  • Te pasaste, wey – me dijo el chico tierno tirando de mis cabellos.

  • Perdón… pero si quieres te puedo esperar a que te recuperes – le dije sonriendo y añadí acariciando sus cojones – me gustaría sentirte dentro de mi.

  • Jajaja… pues a ver si se puede porque todavía faltan – dijo su compañero y salió de la habitación.

  • Si dices que me picaste el culo, te madreo, cabrón – me amenazó el chico tierno que estaba sumamente molesto con lo ocurrido y poniéndose sus calzoncillos salió de la habitación.

Como no entraba nadie, me puse mi calzoncito y salí a ver que ocurría. Al salir me di cuenta que varios ya se habían ido. Sólo quedaban el “Caballo”, los dos chicos que acababan de salir, el chico que me había besado y dos chicos que aún faltaban.

  • ¿Entonces? Este chavito ya los está esperando – preguntó el “Caballo”.

  • ¿Y sí se puede? – preguntó un chico rapado y lleno de tatuajes y que era uno de los que faltaban.

  • A ver… estos dos cabrones quieren echarte un sándwich… ¿cómo ves? ¿te animas? – me interrogó el “Caballo” acariciándome las nalgas.

  • ¿Un sándwich? ¿quieren que me coja a uno mientras el otro me coge? – pregunté sin entender a qué se referían.

  • Jajaja… no, wey… te quieren echar un “doblete”, una doble penetración, o sea, te quieren meter la verga al mismo tiempo – me explicó el “Caballo” palmeando mis nalgas y volvió a preguntar - ¿te animas?

  • Nooooo… eso no… me quieren romper el culo – respondí de inmediato al entender lo que pretendían.

  • Jajaja pues eso ya lo hicimos ¿no lo crees? – me dijo el “Caballo” bajándome el calzoncito de la parte de atrás para dedearme el culo.

  • No, no es lo mismo… dos vergas son demasiado – respondí negándome rotundamente.

  • Pues si se la aguantaste al jefe, seguro nos aguantas a los dos… no calzamos muy grande – argumentó el otro.

  • En eso tienen razón – indicó el “Caballo” y agregó sacándose la verga por la bragueta del bóxer – a ver, enséñenle lo que le van a meter.

Entonces se acercaron y cada uno se bajó el calzón para mostrar sus erguidos miembros. Los hice que se pararan frente a frente para ver sus miembros juntos. Era cierto que no calzaban grande. Ambos la tenían mas o menos del mismo tamaño que la mía y si bien es cierto que ninguna se comparaba en grosor ni longitud a la de su jefe, juntas lo superaban ligeramente. Las tres vergas estaban bien paradas. Y fue el “Caballo” quien actuó ante mi pasividad. Se colocó detrás de mi y acomodó la cabezota de su verga contra mi culito.

  • Pues mientras decides si te avientas el “sandwich”, te voy a echar otro palo – dijo aquel semental moreno y doblándome en escuadra contra una silla, comenzó a meterme su verga.

Sentir nuevamente como aquel descomunal miembro se abría paso entre mis nalgas me generaba un enorme placer. Me excitaba mucho que me cogiera enfrente de sus compañeros, haciéndolo vigorosamente y demostrándoles con mis gemidos que él era un semental incomparable. Poco a poco aceleró sus movimientos acoplándolos al meneo de mi trasero y no tardó mucho en venirse en la entrada de mi culito.

  • ¿Entonces? Si no quieres, pues ya que te jodan uno por uno, porque ya es bien tarde – insistió el “Caballo” restregándome su vergota contra mis nalgas.

  • Bueno… si quieren lo podemos intentar, pero si me duele mucho le paramos – les dije jalándolos de las vergas hasta la habitación.

Estos chavos no me desagradaban en lo absoluto. Morenos y delgados pero con el abdomen firme. Si tuvieran la verga más grande habría sido genial pero la solución a ese problemilla podría ser la doble penetración. Así que me lancé sobre el más grande buscando sus labios pero fui rechazado. Entonces decidí lanzarme sobre el otro y la respuesta fue la misma.

  • Díganme como le hacemos para que ya se termine esto – les dije molesto por el rechazo a los besos.

  • Pues con las viejas siempre nos acomodamos uno boca arriba para que ellas solitas se monten sobre uno y después el otro la ensarta por detrás – explicó uno de ellos acomodándose boca arriba.

  • Bueno, pero ya saben, si me duele mucho le paramos y me la meten uno por uno – les recordé mientras me acomodaba sobre aquel chico que ya tenía el capullo descubierto y brillando por el líquido preseminal que comenzaba a escurrir.

Poco a poco me fui clavando aquel pene. Era un pene durísimo y delicioso. Busqué nuevamente los labios de aquel chico pero nuevamente me rechazó, así que decidí besar sus tetillas y al parecer eso le fascinó, pues su verga respingó en mi interior. En ese momento sentí otras manos acariciándome las nalgas. Era su compañero, quien ya se acomodaba detrás de mi para intentar la doble penetración.

Relájate y verás que te entran las dos – me dijo el que se encontraba detrás de mi.

Yo lo obedecí y me traté de relajar al máximo al sentir como me colocaba la cabezota de su verga contra mi culito pero sin obtener éxito en ese intento. Entonces el de abajo me sacó su verga y el de atrás juntó las cabezotas de sus vergas y las colocó contra mi culito. En esta ocasión sentí que mi culito de iba abriendo pero el dolor era demasiado y me hice hacia delante exclamando un ¡Ay!

  • No, no creo que vayan a entrar – les dije tratando de persuadirlos en su intento.

  • Ya estaban entrando, anda déjanos intentarlo de nuevo – me dijo el de atrás mientras el de abajo me abrazaba con firmeza para inmovilizarme.

Nuevamente lo intentaron pero nuevamente me hicieron gritar de dolor. Hubo un tercer intento pero tampoco tuvieron éxito. Pero cuando quisieron llevar a cabo un cuarto intento ya les estaba suplicando que se detuvieran y afortunadamente lo hicieron.

  • Bueno, ya, vamos a culearte cada uno por separado pero en la misma posición – me dijo el de atrás y así lo hicieron.

Me cogía el de abajo durante algunos instantes y me sacaba la verga para cederle mi culito al de atrás. El de atrás me cogía durante algunos instantes y me la sacaba para que su compañero volviera a cogerme. Así estuvieron por un buen rato, cogiéndome alternadamente y haciéndome gozar de lo lindo. Pero lo mejor fue el final, los tres estábamos ya bien acoplados cuando el de atrás gimió diciendo – ah… ya estoy listo ah.

Entonces el de abajo me sujetó con fuerza y el de atrás nuevamente juntó las vergas y vino el cuarto intento, yo grité al sentir como se dilataba mi culito aceptando que entraran las puntitas de las cabezotas mientras comenzaban a eyacular en la entrada de mi culo. Fueron sólo unos segundos pero me pareció una eternidad. Enseguida me las sacaron y el de abajo me la volvió a meter un par de veces y después hizo lo mismo su compañero.

  • Ah cabrón… casi te las comiste las dos… para la próxima segurito que te entran – me dijo el de atrás mientras se sentaba al borde de la cama.

  • A poco si te dolió mucho, wey – me preguntó el de abajo mientras yo me tendía a un lado.

  • Pues Tú que crees… habíamos quedado que si me dolía no lo harían – les reclamé.

  • Ya bájale… sólo te metimos la puntita y ya estás de maricón – dijo el que había estado detrás de mi antes de salir.

  • Está bien, lo siento… pero estuvo rico no – me dijo el que estaba acostado a mi lado y sin darme tiempo a responder me plantó un tremendo beso en la boca mientras me acariciaba las nalgas antes de ponerse de pie.

  • Bueno, sí, fue rico pero no lo vuelvan a intentar – le dije acompañándolo a donde estaba el “Caballo” y sus compinches.

  • Bueno cabrones ya casi amanece, así que a volar – dijo el “Caballo” quien ya estaba vestido y listo para marcharse al igual que los demás.

  • Jefe… no habrá manera de que me de chance de culearme al chavito – solicitó el chico tierno cojonudo que se había deslechado en mi boca.

  • Ni madres, ya hay que irse… además este chavito ya nos hizo gozar suficiente – le ordenó al chico que más me había atraído.

Como ya todos estaban listos para irse y Yo seguía caliente me atreví a proponerle al líder de la banda – por mi no hay problema, esta noche me han cogido tantas veces que otra más no haría diferencia… además yo tuve la culpa por mamarle la verga con tanta ansiedad.

Por unos momentos hubo un silencio total pero finalmente el “Caballo” accedió.

  • Bueno cabrón, cógetelo pero nosotros ya nos vamos – ordenó y salió del departamento con sus pandilleros dejándome solito con aquel chico.

Miré a ese chico y realmente me parecía sumamente atractivo. Busqué sus labios y él se dejó besar sin mayor problema. Sus manos se apoderaron de mis nalgas desnudas y las masajearon y palmearon sin parar mientras nos besábamos. Yo le quité la camiseta y lo llevé a la recámara. Lo dejé en calzones y su bóxer mostraba la tremenda erección que ya tenía así que lo empujé a la cama y le bajé los calzoncillos liberando esa verga tan linda y esos cojones enormes. Comencé a mamar nuevamente aquel pene y por supuesto que también me apoderé de esos cojones para lamerlos una y otra vez. Además de que sabía que le gustaba aquella caricia y me solazaba pasando mi lengua por debajo de sus bolas.

  • Ah… mejor detente, por favor… ahh – gimió y me separó de su pene.

  • Cógeme papacito – le supliqué mientras me acomodaba sobre mi lado izquierdo ofreciéndole mi trasero.

No tuve que repetirlo él se acomodó detrás de mi y me levantó la pierna derecha para acomodarme su verga en la entrada de mi culito indefenso. Un empujón y aquel pene comenzó a taladrar mi agujerito. Poco a poco me fue ensartando hasta que un empujón profundo y vigoroso hizo a sus cojones chocar contra los míos. Volteé a verlo y él volvió a besarme. Eso era justo lo que me hacía falta. Aquel chico comenzó el mete y saca lento, pausado, delicioso. No era una vergota pero sentía que me brindaba mas placer que la del “Caballo”, la forma en que me cogía era diferente a todos los que lo habían hecho esa noche.

  • Te quiero coger de “a perrito” – me dijo acomodándome en esa posición.

Yo me apoyé en mis codos y rodillas para recibirlo nuevamente. Él no perdió tiempo, de inmediato se acomodó detrás de mi y me ensartó limpiamente hasta los cojones. Yo sólo gemí un poco ante aquel embate y comencé a menear mis nalguitas al ritmo que él me culeaba. Una y otra vez aquella verga entraba en mi culito para hacerme gozar plenamente. Él incrementaba el ritmo de sus embestidas y pronto, con una embestida profunda, me hizo sentir como respingaba su pene en mi interior una y otra vez bañándome el culo con su leche.

  • Ah… que pinche culito más rico tienes – dijo él mientras sacaba su pene de mi agujerito.

Se tendió boca arriba a mi lado. Yo miré esa verga brillando por tanta leche que me había arrojado en el culo y no me pude resistir. Me acomodé entre sus piernas y comencé a chupar aquel delicioso caramelo bañado en su propia leche. Bueno, creo que era su leche y la de todos los que me culearon esa noche.

  • Déjame dedearte el culito mientras te la mamo – le solicité en tono de súplica.

  • Ni madres… que tal si me vuelvo a venir – me respondió.

  • Nadie se va a enterar… y sé que te gustó eso – le insistí haciéndolo dudar.

  • Bueno pero no te manches… y ya sabes, esto queda entre nosotros – me dijo en tono de amenaza.

  • Sí, yo no digo nada, déjame poner un cojín aquí – le respondí mientras colocaba una almohada bajo sus nalgas para tener acceso a su virginal agujerito.

Yo me acomodé entre sus piernas y volví a apoderarme de aquel delicioso caramelo mientras mis dedos hurgaban entre sus nalgas buscando su culito. No tardé mucho en tener acceso a aquel estrecho esfínter y clavé un dedo haciéndolo gemir de placer. Su gusto se hacía evidente en su verga, pues en mi boca sentía como respingaba mientras comenzaba a meterle un par de dedos. Me excitaba en exceso sentir como aquel culito se contraía tratando de aprisionar mis dedos. Entonces una malévola idea pasó por mi mente. Comencé a lamerle los cojones y mi lengua fue bajando casi hasta donde estaban mis dedos. Él se estremeció y levantó instintivamente sus piernas. La posición era inmejorable para lo que se me había ocurrido. Sujeté firmemente con ambas manos la parte posterior de sus muslos y clavé mi lengua en su agujerito haciéndolo suspirar. Ese culito me había generado un incontenible deseo por penetrarlo. Valoré la posibilidad de que ese chico me diera una golpiza por intentarlo pero la excitación era mayor, así que poco a poco me fui acomodando y aprovechando que él tenía los ojos cerrados coloqué mi verga contra su culito.

  • ¿Qué haces? – me preguntó sorprendido al sentir mi botón de carne contra su agujerito pero era demasiado tarde.

Sólo se escuchó un “Ahhhh” al sentir como invadía ese virginal culito. Coloqué sus piernitas sobre mis hombros y me incliné hacia él para inmovilizar sus manos. Él era más fuerte que Yo pero parecía que no quería escaparse, así que comencé a cogérmelo a un ritmo semilento. Él seguía gimiendo mientras me lo cogía pero esos gemidos no parecían de dolor, por el contrario, parecía que eran de placer. Le solté las manos y comencé a acariciarle la verga. La tenía durísima.

  • ¿Te gusta? Tienes un culito delicioso – le decía mientras me lo cogía y él no respondía, sólo cerraba sus ojos y gemía.

No tardé mucho en alcanzar el orgasmo y comencé a venirme en sus entrañas haciéndolo estremecer. Entonces saqué mi verga y me coloqué a horcajadas sobre él para clavarme su pene en mi culito. Comencé a menearme y él se comenzó a venir casi de inmediato. Esos cojones realmente estaban llenos de leche, pues una nueva y abundante eyaculación bañó las paredes de mi culito.

  • Te voy a romper la madre – me dijo amenazante mientras me empujaba hacia un lado.

Buscó sus calzones pero estaban junto a mi y no se los di.

  • ¿Buscas esto? – le dije mostrándole su bóxer de tréboles.

  • Dámelos – me ordenó y se subió a la cama para arrebatármelos.

  • No te enojes, a leguas se nota que te gustó – le dije arrebatándole los calzones.

  • No, no me gustó… ¡Dámelos! – me ordenó pero Yo lo que hice fue ponerme sus bóxers.

  • ¡Quítamelos!... O si quieres ponte los míos – le sugerí pero él se lanzó sobre mi y pronto me inmovilizó, realmente era muy fuerte.

  • Yo no soy puto – me dijo estando sobre mi y mirándome a unos cuantos centímetros.

  • Yo tampoco… sólo que Tú me gustas mucho… y… – dije pero no pude terminar.

Sus labios se posaron sobre los míos y nuestras lenguas se enroscaron. Así estuvimos un rato, besándonos y acariciándonos, hasta quedarnos dormidos “empiernados”.

Por la mañana desperté un poco adolorido de la cintura pero sumamente satisfecho por la tremenda sesión de sexo que me habían brindado el “Caballo” y sus compinches. Una voz llamó mi atención. Era la del chico que se había quedado. Miré alrededor pero no lo vi. Entonces me di cuenta que estaba en el piso haciendo abdominales llevando el conteo en voz alta. Lucía realmente sexy mientras se ejercitaba y más aún con el minúsculo calzoncito que traía puesto. Sí, se había puesto mi calzoncito.

  • Buenos días papacito – lo saludé mirándolo con deseo.

  • Buenos días – me respondió suspendiendo el ejercicio y poniéndose de pie.

Realmente estaba sorprendido por su aspecto. Con luz de día se veía aún más lindo. Y mi calzoncito tan pequeño hacía lucir su paquete aún más grande, imponente. Yo me puse de pié para besarlo y abrazarlo pero él retrocedió un par de pasos.

  • ¿Qué ocurre? – le pregunté confundido después de lo bien que lo habíamos pasado.

  • No te hagas ilusiones, wey… lo de anoche no se volverá a repetir – me dijo dándome la espalda.

  • ¿Acaso no te gustó? – le dije abrazándolo por detrás y recargando mi cabeza contra su espada ancha y musculosa.

  • Sí, sí me gustó… pero no está bien – me dijo sin separarse.

  • Pues yo lo disfruté muchísimo y por mi nadie sabrá que me diste tu virginidad – le dije acariciando sus vigorosas nalgas.

  • Mas te vale, porque si dices algo te rompo la madre – me dijo más serio.

  • Bueno, pues cuando Tú quieras puedes visitarme, mi culito y mi boca siempre estarán a tu disposición y si quieres repetir lo otro, también lo podemos hacer – le dije palmeándole las nalguitas y separándome de él.

  • Me tengo que ir – me dijo y terminó de vestirse mientras Yo me metía a bañar.

Cuando salí ya se había ido. Ese día me quedé en el departamento recuperándome de la verguiza que me habían dado, pensando en el “Caballo” y su enorme vergota que tanto me había hecho gozar, pensaba en lo bien que me había tratado, no me había parecido un pandillero desalmado. Y ese otro chico, tan lindo, seguramente lo volvería a ver y tendríamos una nueva sesión de sexo. No sabía cuando se repetiría lo ocurrido aquella noche pero ansiaba que ocurriera pronto.

Yo pasaba todos los días que iba al parque con la esperanza de ver al “Caballo” o al menos a alguno de los que participaron aquella noche. Sin embargo, pasaron varios días antes de que volviera a ver al “Caballo” y su banda. Me los encontré en la entrada de su vecindad cuando regresaba de correr. Estaban molestando a una chica que Yo había visto en el parque. Usaba sólo un top y un short de lickra, una vestimenta bastante llamativa, ella en sí no era una chica tan atractiva pero esas prendas la hacían lucir bastante bien. Así que me acerqué para saludar.

  • Hola – les dije llamando su atención.

  • Vaya, vaya, miren quien está por aquí – respondió el “Caballo” dirigiendo su mirada hacia mi y agregó dirigiéndose a la chica – pregúntale como le fue cuando lo visitamos.

Ella me miró un poco asombrada pero sin atreverse a preguntar.

  • A ver, Tú, wey, dile si te hicimos gozar o no cuando te visitamos – me cuestionó directamente el “Caballo”.

Yo no supe que responder. Sólo la miré y bajé la mirada. Me sentí avergonzado de que hicieran público lo ocurrido aquella noche.

  • Parece que se quedaron mudos… jajaja… ambos nos han recibido así que nada tienen que ocultar – se burló el “Caballo” y añadió – ya vámonos, cabrones, dejen a estas nalguitas seguir su camino.

Se retiraron y nos dejaron ahí a media calle un poco asustados.

  • Hola – me saludó ella intentando sonreir.

  • Hola – le devolví el saludo sonriendo nervioso.

  • Son unos cabrones… ojalá y los metieran a la cárcel – me dijo ella y me preguntó directamente - ¿también a ti te violaron?

  • ¿Cómo? – pregunté sorprendido por la pregunta.

  • A mi me han visitado un par de veces por la noche y ya sabes lo que hacen – me dijo en un tono de resignación.

  • Pues yo no sé si lo mío pueda ser considerado violación – le comenté.

  • ¿Te gustó? – me preguntó con gran curiosidad.

  • Pues creo que sí – respondí dubitativo.

  • ¿Quieres platicar de eso? Vamos a mi casa, te invito un café – me dijo y yo acepté.

Su casa estaba muy cerca de la mía. Llegamos bastante rápido. Ella preparó el café y nos sentamos a platicar.

  • Y dime, ¿cuántas veces te han visitado esos cabrones? – me preguntó con cierta naturalidad.

  • Sólo una, pero llegaron como diez – le expliqué recordando aquella visita nocturna.

  • A mi me han visitado dos veces – me dijo antes de sorber un poco de café y continuó – y las dos veces fue toda la banda, que son como diecisiete cabrones.

  • ¡¿Diecisiete?! – repetí sorprendido.

  • Sí, pero como dices, no sé si se puede llamar violación a eso… los cabrones saben lo que hacen y una termina pidiendo mas – me dijo sonriendo.

  • Sí, sobretodo el “Caballo”, la tiene enorme y sabe usarla – agregué sonriendo.

  • Cierto, Yo creo que por eso es su jefe… a mi me la quiso meter por detrás pero no se la aguanté – me dijo y me miró con curiosidad – pero entonces Tú sí se la aguantaste.

Sólo sonreí y ella intuyó la respuesta.

  • Vaya… pero si la tiene descomunal… ¿y no te dolió? – me interrogó.

  • Pues un poco pero… lo hace tan rico… y ese control que tiene uff, realmente me excita de sólo recordarlo – le expliqué.

  • Sabes… nunca pensé que te gustaran los hombres… te he visto cuando vas a correr y te ves varonil – me dijo sonriendo con coquetería.

  • No sólo me gustan lo hombres… las chicas también me atraen, sobretodo si son tan atractivas como Tú – le respondí alcanzando su mano con la mía.

  • Sí, eso me dijeron por ahí – sonrió y se puso de pié a mi lado.

  • ¿Y quién te lo dijo? – le pregunté levantándome y sujetándola por la cintura.

  • ¿Importa? – me preguntó colocando sus brazos alrededor de mi cuello.

No le respondí, sólo la abracé y le dí un beso profundo. Entre caricias y abrazos fuimos hacia su recámara. Realmente me agradaba la sensación de su cuerpo firme entre mis manos. El shortcito de lickra ayudaba a moldear su cuerpo, sobretodo esas nalguitas que sin ser grandes estaban muy bien formadas. Y el top ya marcaba perfectamente sus pezones, haciendo evidente que estaba excitada. La acomodé sobre la cama y me coloqué sobre ella para continuar recorriendo aquel cuerpo sudoroso. Levanté su top para liberar sus senos coronados por unos pezones morenos. Pasé mis dedos por encima de su rajita y sentí que el shortcito ya estaba húmedo, así que metí mis pulgares por el elástico a sus costados para quitárselo. No usaba calzón por lo que de inmediato apareció ante mi su rajita perfectamente depilada, sus labios vaginales humedecidos lucían sumamente apetecibles así que de inmediato comencé a recorrerlos con mi lengua deleitándome con el salobre sabor que generaba su propia leche. Disfrutaba pasar mi lengua por ese botón de carne que sobresalía ligeramente en la parte superior de su rajita haciéndola estremecer.

  • ¡Quítate esto! – me solicitó tratando de quitarme mi shortcito.

Yo me bajé de la cama para desvestirme. Me quité la camiseta y ella se sentó al borde de la cama y me bajó el shortcito con todo y calzones para liberar mi verga.

  • Mmmm… nada mal… creo que lo vamos a pasar muy rico – me dijo y se metió mi verga en la boca.

Esa chica sabía lo que hacía con su boca. Me excitaba sobremanera sentir su lengua lamiéndome el glande mientras sus manos acariciaban mis nalgas. Al bajar la mirada ocasionalmente encontraba la suya y casi podía adivinar lo que pasaba por su mente mientras mi verga era devorada por completo. Entonces soltó mi verga y se tendió en la cama con las piernas ligeramente abiertas como una abierta invitación a la penetración, así que me acomodé entre sus piernas y ella guió mi verga hasta la entrada de su coñito. Todo estaba listo. Un empujón y mi verga se incrustó en sus entrañas. Sus piernas se levantaron instintivamente para recibirme mejor.

  • Ahhh… nene… ahh… que rico… mmm – gemía ella mientras Yo iniciaba el mete y saca.

Mis labios recorrían su cuello, sus labios y sus senos. Tenía un sabor especial, fuerte pero excitante. Sus manos recorrían mi espalda y, ocasionalmente, mis nalgas, atrayéndome hacia ella como si deseara que le penetrara con mayor profundidad. Poco a poco la fui llevando al clímax. Coloqué sus piernas sobre mis hombros y sujetándola por las nalgas la levanté un poco para penetrarla más sabroso. Sus gemidos eran un indicativo inequívoco de que estaba en su punto, así que aceleré el ritmo de mis embestidas y al sentir como se arqueaba su cuerpo no pude evitar eyacular en sus entrañas.

  • Ay bebé, coges rico, me dejaste el “chocho” empapado – me dijo ella al pasar sus dedos por su rajita mientras yo me tendía a su lado.

  • Fue maravilloso… ¿cómo es que no te había conocido antes? – le pregunté acariciando sus tetas.

  • Quizás no te parecía atractiva – me dijo y añadió maliciosa – o quizás porque te fijas más en los hombres.

  • Jajaja – solté la carcajada y agregué – bueno, a lo mejor un poco, pero nunca habías ido vestida así al parque ¿o si?

  • En eso tienes razón, creo que hoy decidí ser un poco más atrevida y mira nada más lo que conseguí – me dijo mientras acariciaba mi verga aún dormida.

  • Y se puede saber cómo es que te echó el ojo el “Caballo” y su banda – la interrogué sin dejar de acariciarla y viendo como ella suspiraba mientras recordaba.

  • Pues fue otra ocasión que decidí ser atrevida… Yo recién me había mudado al vecindario y desconocía la existencia de la banda del “Caballo”, así que iba a correr con el mismo tipo de ropa del día de hoy… los primeros días no ocurrió nada pero después de una semana me topé con el “Caballo” justo ahí donde nos encontramos hoy – me explicó.

  • ¿Y te forzaron ese día? – le pregunté bajando mi mano hasta su coñito.

  • Hummm… ese día él estaba solo y me miró desde lejos sin perderme de vista hasta estar cerca de él y me dijo que quería hacerme el amor – sonrió y continuó - en lo personal me parece un hombre sumamente atractivo… fuerte… varonil… sexy… tenía el torso descubierto y unos jeans sumamente ajustados que hacían evidente lo que ambos conocemos.

  • Jajaja cierto… vaya que es evidente esa cosota – le comenté.

  • Bueno… pues no pude evitar echarle una mirada al paquetote y él lo notó… no sé bien cómo ocurrió, pero me tomó de la mano y me metió a su casa sin que me opusiera… ya estando en el interior me dijo que me encuerara – dijo ella mirándome a los ojos.

  • ¿Y lo obedeciste? – le pregunté un poco excitado.

  • Obvio que no… bueno al principio no… pero él, con la mayor tranquilidad, se desabrochó los pantalones y se los bajó junto con los calzoncillos hasta los tobillos pidiéndome que lo imitara – suspiró y continuó – ver aquel pene colgando entre sus piernas era impresionante, nunca había visto algo semejante y debo admitir que me excitaba demasiado así que me quité la camisetita y el shortcito quedándome sólo con el calzoncito porque él me lo solicitó diciendo que le gustaba como se me veía el color rosa.

  • ¿Y qué pasó? – le pregunté metiendo mis dedos en su coñito y sintiéndome sumamente excitado por la semejanza que había con el primer encuentro que tuve con el “Caballo”.

  • Pues me acerqué a él… me acarició… y me hizo que me arrodillara para mamarle la verga… cosa que hice sin dudarlo… poco a poco alcanzó una erección completa y me hizo desearlo aún más… vas a decir que soy una puta pero la verdad es que ansiaba que me cogiera y que crees… - interrumpió su relato.

  • Pues Yo creo que te echó de su casa y te dijo que te cogería cuando él quisiera y no cuando Tú quisieras – le respondí mirando el asombro en su mirada.

  • Siiiiii… eso hizo el cabrón… ¿y Tú cómo lo sabes? – me preguntó.

  • Pues a mi me hizo lo mismo, aunque a mi sí me metió a la fuerza a su casa – le dije mientras la acomodaba sobre mi para hacer un “69”.

  • ¡Mámamela! – le ordené y comenzamos otra sesión de sexo.

Me gustaba comerle su coñito al tiempo que ella me mamaba la verga. Tenía a mi alcance sus nalguitas y, por supuesto, su culito, un agujerito marrón que se contraía al sentir la cercanía de mi lengua y mis dedos.

  • ¡Métemela por el culo! – me invitó acomodándose de ladito y levantando una de sus piernas para ofrecerme su culito.

No me lo tuvo que repetir. Me acomodé detrás de ella y coloqué mi pene contra su culito. No hubo mucha resistencia por parte de su agujerito. Era evidente que ese orificio estaba acostumbrado a recibir “visitas” de manera cotidiana. Así que me la comencé a coger por esa ruta prohibida pero deliciosa. Ese mete y saca era delicioso. Le acariciaba las tetas y ella volteaba para besarnos una y otra vez. Sabía como apretar sus nalguitas para brindarme mayor placer y yo no pude contenerme por mucho tiempo. Comencé a descargar mi leche en su culito.

  • Mmmm… coges muy rico para ser putito – me dijo sonriendo.

  • ¿Putito? – le pregunté molesto, pues esa denominación no me agradaba.

  • Bueno… es que no sé como decirlo… no te enojes, nene – me dijo ella zafándose de mi verga.

  • ¿A poco Tú te consideras una puta sólo porque te gusta coger? – le pregunté aún molesto.

  • Pues tal vez un poco… pero tienes razón, porque una puta cobra y Yo lo hice gratis – me dijo sonriendo.

  • Eso sí, a mi tampoco me pagaron… en fin, creo que nos vamos a llevar muy bien – le dije abrazándola.

  • Oye ¿en verdad te cogieron todos? – me volvió a preguntar.

  • Ya te dije que sólo fueron como diez… bueno, diez y otro hombre que me visitó antes para anunciarme que por la noche recibiría la visita de la banda – le expliqué.

  • ¿Otro? ¿No será uno que siempre está haciendo ejercicio en el parque? – me preguntó curiosa.

  • Sí, ese mismo, ese machito está bien rico y coge delicioso… lástima que no le gusten los hombres – dije Yo recordando las veces que me había cogido.

  • Jajaja – se rió ella.

  • ¿Por qué te ríes? – le pregunté un poco confundido.

  • Es que ese “machito” andaba con otro “machito” – me dijo sonriendo mientras se levantaba de la cama - ¿te quieres bañar?

  • Sí… pero dime ¿cómo es eso de que andaba con otro “machito”? – la interrogué mientras la acompañaba a la ducha.

  • Pues Yo conocí a otros dos chavitos… eran como de tu edad y también iban a correr al parque… uno de ellos me gustaba y varias veces me le insinué hasta que me confesó que él y su amigo eran algo más que “amigos” – me explicaba mientras comenzábamos a bañarnos.

  • ¿Y ese “amigo” era el mismo del parque? – pregunté con excesiva curiosidad mientras le tallaba la espalda.

  • No, no, no, era otro, pero al del parque le gustaba el mismo que a mi, pero como ya tenía pareja no le hizo caso y recurrió al “Caballo” para deshacerse de él – continuó ella mientras me tallaba las nalgas.

  • ¿Y que hicieron? – pregunté imaginando la respuesta.

  • Pues el chico que me gustaba me confesó que la banda del “Caballo” los visitó en su departamento se los cogieron a los dos… pero, aparentemente su pareja era sólo activo y no le agradó ser sodomizado – siguió explicándome mientras terminábamos de ducharnos.

  • Y al que te gustaba ¿sí le agradó? – la interrogué mientras nos secábamos.

  • Pues sí, ambos sabemos lo rico que pueden coger esos cabrones – sonrió con complicidad y agregó – terminaron, su pareja se fue del vecindario y el chico del parque comenzó a visitar al chico.

  • ¿Y cómo sabes que andaban? – le pregunté mientras me vestía.

  • Pues al principio sólo lo sabía porque él me había confesado que el del parque lo visitaba por las noches y se quedaba con él… pero luego era más evidente en el parque porque ambos llegaban tempranito para ejercitarse – me dijo ya completamente vestida.

  • Ah… pues a mi me cogió rico pero como si no le gustara que fuera hombre – le dije estando ya vestido también.

  • Pues que raro… la verdad es que esos shortcitos que usas eran muy parecidos a los de ese chico – me explicó.

  • ¿Y qué fue de ese chico? – le pregunté.

  • Pues hubo un problema cuando el “Caballo” y su banda volvieron a visitarlo – me dijo casi para finalizar la conversación.

  • Ah… al del parque no le gustó que se cogieran a su “novio”, ¿verdad? – interrogué.

  • Pues no fue tanto eso… según me dijo mi amigo, el problema fue que él disfrutó mucho la cogida que le dio el “Caballo” y la banda… y el del parque no lo bajó de “puta”… en fin, terminaron peleados, él se fue también del vecindario y tan tan… - sonrió y concluyó la historia.

  • Bueno… ¿cuando nos volvemos a ver? – le pregunté.

  • Pues cuando quieras… si quieres mañana en el parque – me sugirió.

Yo acepté y nos despedimos.

Al día siguiente nos encontramos en el parque y terminamos nuevamente en su cama. Parecía algo loco, pero fue hasta nuestro tercer encuentro que me dio su nombre: Dulce. La frecuencia de nuestros encuentros ayudó a pasar del terreno puramente sexual al terreno personal y sentimental, así que al mes ya éramos formalmente novios. Ocasionalmente nos encontrábamos al “Caballo” y a su banda, pero parecía que se habían dado cuenta que ya éramos una pareja y no nos molestaban. Sin embargo, cierto día, al llegar al departamento de Dulce, la puerta estaba entreabierta. Ambos habíamos platicado la posibilidad de que aquello volviera a ocurrir y pensábamos en que uno se tendría que sacrificar y que el otro se fuera, pero ahora que se presentaba la situación en casa de Dulce no me agradaba la idea de que se la cogieran, así que decidí acompañarla. Y así entramos tomados de la mano.

  • Vaya, vaya, ya llegó la nueva parejita del barrio – nos dijo el “Caballo” en cuanto entramos.

  • Ho-hola – los saludamos un poco temerosos.

  • Ya había olvidado lo ricas que están estas nalguitas – dijo el “Caballo” palmeándonos las nalgas a ambos.

  • Bueno, creo que las mías están más ricas – le dije acercando mis trasero al bulto que formaba su vergota al frente de sus pantalones.

  • Pues sí, debo admitir que para ser de hombre están bastante ricas… pero prefiero las nalguitas de tu vieja, nunca le he dado por “Detroit” pero creo que hoy le voy a romper el culito con ayuda de esto – nos dijo mostrando un lubricante y sujetando a Dulce por la cintura.

La suerte estaba echada. Dulce me miró y me hizo una señal para que guardara silencio y no opusiera resistencia. Después se volteó y miró a los ojos al “Caballo”, lo abrazó y él la levantó entre sus brazos para llevársela a la cama. Algunos se asomaron para ver lo que estaba ocurriendo. Yo sólo podía escuchar los gemidos de mi novia mientras imaginaba lo que debía estar pasando. Pero pronto se escuchaba la voz de ella pidiendo que se la cogiera más fuerte. Entonces él gritó – Encueren al chavo y échenmelo.

En un santiamén desapareció mi ropa y dos de esos cabrones me metieron al cuarto. La visión de mi novia empinadita mientras el “Caballo” la enculaba vigorosamente me resultaba simplemente excitante, sobretodo porque veía en su rostro que realmente estaba disfrutando aquella vergota.

  • Acércate y mira como su culito se traga mi verga – me ordenó el “Caballo” y sus compinches me obligaron a acercarme para constatar como el culito de Dulce se abría para recibir el descomunal pene.

  • Ahora te toca a ti… ¡cógetela! – me ordenó mientras le sacaba la verga del culo y la colocaba boca arriba.

  • Anda nene… cógeme – me solicitó ella separando sus piernas y ofreciéndome su coñito.

De inmediato me coloqué entre sus piernas y la ensarté de un solo golpe haciéndola gemir de placer. Pero justo cuando iba a comenzar el mete y saca sentí como el “Caballo” colocaba la cabezota de su verga contra mi culito. Me relajé y me dispuse a ser sodomizado por aquel semental. Pronto los gemidos de mi novia fueron acompañados por los míos y fue así como inició lo que ellos llamaban “la pira”. Dos bocas, dos culitos y un coño servían para atender a cinco cabrones a la vez. No sé cuantas veces nos cogieron esa ocasión pero era toda la banda. De cuando en cuando ella y Yo nos besábamos mientras nos cogían. Era aún más excitante que mi primer encuentro con esa banda. Terminamos llenos de leche por todas partes. Después que se marcharon mi novia y Yo sólo nos mirábamos sin decir palabra alguna, ambos sabíamos cuanto habíamos gozado. Me excitaba comerme su coñito y su culito bañados con la leche de esos cabrones.

Pasaron algunas semanas y ambos deseábamos que se repitiera la sesión. Vimos un par de ocasiones a la banda pero al mes de que habíamos recibido la visita del “Caballo” y los suyos dejamos de verlos. No supimos qué les pasó hasta que algunos conocidos de ella le comentaron que los atraparon cuando asaltaron una gasolinera. Llegamos a toparnos con algunos integrantes de la banda pero al parecer ninguno tenía el liderazgo del “Caballo” para volver a juntar a la pandilla.

El paso del tiempo nos llevó a un poco a la monotonía y terminamos separándonos en buenos términos. Aunque ocasionalmente nos veíamos para recordar esos momentos tan placenteros que nos dio ese tremendo semental con sus 28 centímetros de verga dura.