El caballero del microbus

Solo suspiraba para mis adentros, pensando en que se sentía increíblemente excitante, el que un total desconocido quisiera tocarme, y en un transporte público! Me quedé estatica...

Era una tarde soleada de ambiente agradable.

Acababa de salir temprano de la preparatoria, por aquello de las 11 de la mañana cuando mi última clase terminó. A mis 18 años y viviendo en la hermosa Ciudad de México, no podía tener coche, a menos claro que cargara con la mordida de mil pesos que solían sacarle a las chicas bonitas sin licencia, por lo que era una total costumbre para mi tomar el microbús.

Mi ruta diaria era tomar dos microbuses para llegar a la escuela y para ir de regreso a mi casa, mi horario variaba, pero aquel día me había logrado escapar de mis amigos para llegar temprano a casa, pues había recién salido de vacaciones y era el primer día del nuevo cuatrimestre, por lo que prefería disfrutar un poco mas de mi casa, después de todo ya habría tiempo para pasar horas con los amigos en la biblioteca, ¿no es así?

Aquel día llevaba unos pantalones casuales de mezclilla que debido a mi amplia cadera me quedaban ajustados, marcando bien la forma redondeada y generosa de mis glúteos, y una camiseta ligera y pequeña que apenas llegaba al pantalón y no tocaba mi vientre, pues mi busto la dejaba volando un tanto. Era una chica pequeña, típica mexicana, piel dorada por el sol de un coqueto color bronce, cabello castaño quebrado y claro con leves luces doradas de tinte, ojos castaños oscuros y profundos, pies pequeños en tenis del número 2 1/2 , 1.52 de estatura y cargando en el hombro una mochila tipo portafolio de mezclilla. Mi piel delicada no soportaba lo agresivo de los cosméticos por muy dermatológicos que fueran, además de que me hacen sentir incomoda, por lo que nunca llevo maquillaje. Si tuviese que resaltar atributos, serian mis glúteos generosos, mis pechos redondos copa B naturales, y mi nariz que era mi orgullo… muchas chicas pagaban costosas cirugías para tener una nariz recta y respingada, elegantes, la mía era respingada y perfecta de nacimiento, quizá una de las pocas cosas que debía agradecer de herencia genética a mi madre.

En este panorama, una chica sin nada en especial, como cualquier otra, sin una figura perfecta pero tampoco con sobrepeso, hice la parada tranquilamente en el primer microbús. Era el primer día de clases y estaba contenta de ver a mis amigos, sobretodo de poder ir temprano a casa, por lo que colocándome mis audífonos puse mi música de mi celular y cantando silenciosamente, moviendo solo mis labios y mi cabeza, disfrute el viaje hasta mi primera parada, donde tendría que tomar otro microbús.

El primero no había tenido mucha gente, pero el segundo fue otro cantar. Abarrotado, y yo con prisa de llegar a mi casa, lo tomé cuando solo faltaba una persona más para irse. Entre varios "con permiso" y "disculpe" me abrí paso en la entrada para quedar bien dentro del microbús, pues mi viaje era largo y no era agradable tener que moverse siempre cuando alguien tenía que entrar. Ahí me dedique a ver desinteresadamente a la calle, y luego a las personas que iban conmigo en el transporte público. Señoras, niños, varios señores, un par de mequetrefes que ocupaban los dos asientos y no se inmutaban al rio de personas con mochilas y despensa que iban paradas tratando de mantener el equilibrio. Fue en ese pensamiento cuando divisé la llamada de atención de un hombre que al inicio no había visto.

Estaba frente a mí, uno de los mequetrefes que ocupaba 2 asientos, se recorrió hasta la ventana para dejarme sentar. Wow, solo wow, en esos días era totalmente extraño y desconcertante encontrar a un "caballero", uno de esos que hace cosas tan alienígenas como cederte un lugar en el transporte público. Le sonreí, diciéndole amigablemente "gracias!" aun con los audífonos puestos, tomando asiento a su lado y colocando la mochila tipo portafolio sobre mi regazo, recargado bajo mis pechos para afianzarlo más en un abrazo, mientras mis manos jugueteaban con mi celular de donde escuchaba música.

Cerré los ojos y puse mis melodías favoritas, disfrutando de la música y del viaje. Usualmente me gustaba ir en la ventana, pues podía ver las casas y puestos de mi ciudad, los jardines, me gustaba. Miré por la ventana, donde estaba mi acompañante, viendo las casas pasar por la ventana un instante, para luego regresar mi vista al frente para no incomodar a mi compañero de asiento. Solo habían pasado unos 3 minutos, lo sabía porque apenas llevaba una canción escuchada, cuando sentí algo raro al lado de mi cadera, parecido a lo que se sentiría el tacto de la presión de un llavero. Supuse que era mi compañero, pues lo había sentido desde que me senté. No le presté importancia, hasta que por un instante me pareció sentir que se había movido un poco.

Delirios míos supuse, pues la verdad no era la primera vez que por mi mente pasaba la idea de que "trataban de meterme mano", pues ya había sucedido más de una vez en otras ocasiones. Sin embargo no había sucedido en varios meses, por lo que no quería caer en la paranoia y simplemente me concentré en la música. La sensación de "aquello" en mi cadera estuvo inerte, y con un suspiro interior me sonreí, pues con eso creí haber confirmado que habían sido pensamientos tontos. Poco después, como desmintiéndome, sentí esa presión un poco más firme, lo suficiente para darme cuenta que lo que sentía era el tacto de 3 dedos al nivel de mi cresta iliaca izquierda. Fruncí el ceño, preguntándome ¿Cómo?, y volteando a ver discretamente a mi compañero, notando que su mano derecha estaba firmemente agarrada del asiento de adelante para detener los bruscos frenones de los expertos conductores de la ciudad de México, pero su mano izquierda estaba cruzada de manera un tanto extraña sobre su vientre, perdiéndose en la chamarra de la cual no había reparado había sobre su regazo.

¿Qué intentaba este sujeto? Decidí ignorarlo… debo admitir que lo que me hizo decidir eso fue más la curiosidad y el morbo que otra cosa. En otras ocasiones, cuando un muchacho aventurado trató de meterme mano, había reaccionado con violencia, con miedo más que nada, y al final siempre terminaba preguntándome "que hubiera pasado?" Quería responderme esa pregunta… por lo que me hice la desentendida y le dejé hacer.

El viaje me pareció interminable, siéndome imposible ya concentrarme en la música, pues aquella mano debajo avanzaba muy lentamente desde el lado de mi cadera hacia el frente poco a poco, adivinando que trataba de llegar a mi entrepierna. A ese paso nunca llegaría, yo solo suspiraba para mis adentros, pensando en que se sentía increíblemente excitante, el que un total desconocido quisiera tocarme, y en un transporte público! Me quedé estatica, sintiendo en todo el camino su mano avanzar muy despacio, hasta que el conductor bestia tardó en frenar para un tope e hizo al vehiculo saltar con todos los pasajeros adentro, moviéndome de mi lugar por la inercia, acercándome mas a mi compañero de al lado. Mi primera reacción era quitarme para no incomodarlo, pero recordé que era convenientemente increíble aquello, por lo que me mantuve en mi lugar, mas cercana a él que antes.

Pegados hombro con hombro, podía sentir su respiración que no se sentía agitada ni mucho menos, me resultaba normal, pero aquella mano había aprovechado el movimiento para acercarse mas. Fue en ese momento, sintiéndolo a menos de 4 dedos lejos de mi pubis sobre el pantalón, que ya estaba muy cerca de mi casa. Aferré la mochila de portafolio que tapaba mi cadera, en un gesto que hacemos todos cuando nuestra parada es próxima, y no se si fue eso lo que le motivo a actuar, pero sentí que su mano se deslizó mucho mas rápido, lo sentía a punto de tocar mi pubis… y yo estaba expectante a lo que pasara

Le sentí desistir, por un instante desilucionada, hasta que sentí el tacto de su pulgar sobre mi piel, por arriba del pantalón, debajo de mi ligera camisa. El, al ver que no rehuía a su toque, tuvo el descaro de meter toda su mano dentro de mi camisa, haciéndome contener la respiración. Acarició mi vientre, le sentí subir hasta querer tocar uno de mis senos, pero su mano no era tan flexible, por lo que bajó hasta que dejé de sentirla. Supuse que con eso sería todo, y mi parada ya era ahí mismo donde se había detenido el microbús… pero en ese instante dos de sus dedos comenzaron a pelear con el borde de mi pantalón, comenzando a introducirse en él, bajo mi ropa interior.

Me quedé helada, sintiéndome casi desfallecer en aquella temeraria caricia. Era claro que el ya sabía que le dejaba tocar, por lo que su mano se abrió paso muy osadamente para tratar de alcanzar mi entrepierna. Sentí sus dedos calientes tocar mi bajo vientre, y su mano hacer presión contra mi piel y mi pantalón para meterse mas. Hasta ahora no me explico que diablo se metió en mi, quizá la excitación? Pero descaradamente usé mi mochila para cubrir su "fechoría". Mi pantalón era muy estrecho, y aunque trataba de cooperar el no podía meter la mano mas allá. Me parece que estaba más excitado el que yo, por lo que en un movimiento descarado se puso del lado en su asiento, logrando tener más alcance con su brazo izquierdo para tocarme, sacando su mano de dentro de mi pantalón para tratar de abrirlo.

Me congelé, sabiendo ya que eso era demasiado, pero mi parada ya había quedado atrás, y se adentraba en otra región que no conocía muy bien. En eso pensaba cuando le sentí ganar la batalla contra el botón de mi pantalón. Estaba asustada, agitada, excitada, tantas cosas que me hicieron imposible el razonar cuerdamente, mientras este desconocido a mi lado había logrado abrir mis pantalones y bajar el cierre, metiendo la mano de lleno hasta lograr tocar mis húmedos labios vaginales. Salté, enteramente, siendo una primeriza en esos toques, virgen en realidad, solo atiné a aferrar mi celular con una mano y la mochila con la otra, mientras el sujeto forzaba su mano para tocar de lleno mi entrepierna.

Le vi soltarse del barandal, acomodándose de nuevo en su lugar mientras metía su mano derecha por debajo de la chamarra que tenía sobre el regazo. Apenas vi eso de reojo entre todo el placer que sentía por sus dedos tocando mi sexo, pero luego mi imaginación me dejó pensar en que hacia su otra mano adentro… tocándose quizá?... Como se sentiría? Mirando furtivamente a los lados, notando que la gente se encontraba o bien leyendo el periódico, o escuchando música distraídamente, o simplemente dormida, nadie siquiera notaba lo que sucedía en mi asiento. Tomé mi celular y mi mochila con una mano, mientras la otra comenzaba a tamborilear sobre mi muslo, indecisa, y me parece que él adivino lo que quería hacer. Sacó su mano de su chamarra, tomando la mía, dejándome sentir el fuerte calor de su palma, y me hizo meter la mano bajo su chamarra.

Sentí algo duro y un poco húmedo tocar el dorso de mi mano, por lo que me asusté por instantes, pero su fuerte agarre me obligó a tocar una gorda y venosa polla que nunca olvidaré. Moví mi mano un par de veces, sintiéndole suspirar, y su respiración finalmente la sentí agitada y rápida. Era demasiado, demasiado, y ya me encontraba yo en el quinto infierno sin tener gran idea de donde estaba, aunque sabía cómo regresarme a casa sin problemas, después de todo preguntando se llega a roma. Estaba en esos pensamientos cuando este hombre del que no había visto mucho su cara se acercó a mi oído para hablarme.

  • Siéntate sobre mi amor --- me dijo en un susurro, sacando sus dedos de mi concha mientras yo voltee a ver incrédula su cadera por debajo de la chamarra, dejando de tocarle también y retirando mi mano.

Su mano derecha se escurrió por detrás de mi, dándome un abrazo por la cintura, acercándome a él mientras la izquierda tomaba mi muslo, en un intento quizá por subirme a su cadera. Yo ya sabía que eso había llegado muy lejos, y subirme a él sería demasiado obvio. Notó mi resistencia, por lo que se acercó de nuevo a hablarme.

  • Ándale mami… vas a sentir bien rico… --- susurró, haciéndome enrojecer, pues no sería la primera vez que sentiría un pene entre mis muslos, aunque aún no había sido penetrada.

Fue ahí cuando finalmente la razón llegó a mi cabeza, llevando mis manos a mi pantalón y abrochándolo lo mas discretamente que pude, tomando mi mochila y tocando la parada mas cercana. Apenas el microbús se detuvo me bajé, sin querer mirar atrás para averiguar si mi acompañante me seguía, yo esperaba en toda mi inocencia que no fuera asi. Sin embargo, apenas unos 3 metros de donde había hecho mi parada, un hombre de unos 40 y tantos, de camisa abierta a medio pecho dejando ver sus vellos entre negros y canosos me interceptó, caminando al lado mio.

  • Hola, como te llamas? --- me preguntó, con un tono de voz que me hizo recordar las películas de narcotraficantes cuando querían comprar droga sin ser descubiertos.
  • Ana --- le mentí, pues no era tan tonta como para darle mi nombre real a un desconocido al que le permití manosearme. No me detuve a hacerle la plática, por lo que seguí caminando el recorrido que había tomado el microbús desde donde se había desviado del camino a mi casa.

Me dijo su nombre, uno que ya no recuerdo, mientras seguía caminando a mi lado y yo sin saber que hacer, asustada y aun bastante excitada, con toda mi entrepierna mojada.

  • Anita… que rico me la tocas, no quieres terminar? --- me preguntó con pleno descaro, haciéndome creo palidecer, ahora mas asustada que excitada.
  • No, tengo que irme… --- le dije apurada, y creo que notó mi miedo. Me tomó discretamente del brazo, deteniendo mi caminata, pues no le convenía tomar con fuerza a una jovencita y que alguna persona pensara mal.
  • Mami tranquila… vente, te enseño unas cositas, vas a ver que te va a gustar… no haremos nada mas --- me dijo, a lo que le miré con miedo, pero aquellas palabras y el manoseo anterior habían logrado activar toda mi libido. Mi mayor miedo era que mis padres se enteraran, pero aun estábamos lejos de mi casa, y el no sabía nada de mi, parecía que no corría mayor peligro.

Y es curioso que el que los padres se enteren sea el único miedo que tuviera, sin pensar en nada más. Así, con la duda y el miedo en mi cara, le dejé guiarme más adelante hasta donde el camino comenzaba una empinada caminata hacia arriba, bordeada por valla metálica que separaba el camino de lo que había sido antes un paraje casi selvático con un lago ya seco. Pensé por un instante que subiríamos hasta donde aquel camino se cruzaba con otro donde pasaba la ruta del microbús que me llevaba de regreso a casa, cuando le sentí atraerme hacia un hoyo en la valla metálica. Le miré incrédula, sin saber para que me quería ahí, pero me jaló hacia su interior.

Solo atiné a seguirle, quizá iba a querer mi numero y mi email, lo típico, solo tenía que darle información falsa. Al llegar casi me caigo por lo empedrado del lugar y el piso lleno de vegetación. El me aferró de la cintura para no dejarme caer, aprovechando para jalarme con mas fuerza y firmeza al interior, y yo comenzaba a estar de verdad asustada porque ahí de plano jamás me había metido en mi vida. Rápidamente, cuando perdí de vista el camino de asfalto y los carros que pasaban muy ocasionalmente, el sujeto puso su chamarra en el suelo y me sentó ahí.

  • A que venimos aquí? --- le pregunté, con un tono entre asustado y molesto, también con algo de confusión. El hombre solo me miró un instante, para luego colocarse frente a mi.
  • Calma mami, vas a ver qué rico… --- me dijo, con un tono agitado en su voz, al momento en que se abrió la cremallera súbitamente y dejó a la vista una gruesa polla, roja y venosa salir de entre su pantalón. Terminó por desabrocharse por completo, bajándoselo hasta los muslos junto con la ropa interior.

Me quedé sin habla, mirándole con los ojos casi como platos me imagino, mientras el se acercó a mi y me robó un húmedo y desesperado beso. Sentí su lengua áspera y babeante en mis labios, dentro de mi boca, sintiéndole casi querer meterla a mi garganta pues me hizo tener una reacción de vomito. Subió mi camisa hasta mis pechos, apretándolos un instante, para luego desatarme el sostén y tocar mis pechos firmemente. Solté un gemido, entre asustada y excitada, mientras el seguía besándome y atrayéndome hacia él.

Sentí su aroma de macho casi sobre mí, el olor de loción para hombre en su pecho y cuello, mientras el bajaba una de sus manos a desatarme los pantalones, activando de nuevo ese miedo de antes.

  • No… --- fue lo único que atiné a decirle, asustada, mientras él estaba ya muy seguro de todo lo que haría, algo de lo que yo era totalmente ignorante.
  • Un faje preciosa, nada mas… --- me dijo, mientras terminaba de desatar mis pantalones y los bajaba, para luego hacer lo mismo con la ropa interior blanca. No me los quitó por completo, solo bajándolos hasta mis rodillas, por lo que me sentí mas segura.

Se colocó sobre mi, casi aplastándome con su peso, mientras dejaba de babear mi boca para dirigirse a mi cuello. Nadie nunca me había hecho sentir así, y siendo virgen me abrumaba, no me dejaba pensar, ni reaccionar, mientras le sentía acomodarse lo mejor que pudo para restregar su miembro caliente contra mi concha húmeda.

  • Que rica estas mami, me encantas --- me susurró, y al sentirle solo moverse y frotarse contra mi concha me calmó un poco, pues pensé que era eso lo único que quería y por mi estaba bien.

Comencé a cooperar, un poco mas tranquila por que "sabía" sus intensiones. Nerviosamente desabroché su camisa, dejando al descubierto su pecho y su estomago abultado por la edad. Le acaricie un poco, a lo que el jadeó y me apretó contra su cuerpo. Pronto una de sus manos bajó, tomando mis pantalones y bajándolos hasta mis tobillos, dejándome abrir más las piernas para que se acomodara él entre ellas. Estaba desbordada de excitación, totalmente húmeda y roja, respirando agitadamente por lo increíble de la situación, mientras ese macho jadeaba y me miraba con hambre.

  • Ay mami… ay mami… --- repetía, moviéndose insistente sobre mi, golpeteándome con su miembro.
  • Ah… --- gemí, nerviosa, excitada, atinando a hacer solo eso, disfrutando enteramente de ver a ese macho tocarme y disfrutarme. Por alguna razón me fascinaba.

Le ví bajar su mano, acariciar mi sexo y la entrada de mi vagina, donde empezó a meterme un dedo. Ya lo había hecho yo antes, sabía lo que se sentía, por lo que aguanté la respiración por la leve incomodidad y luego aflojé, dejándole tocarme, sintiéndome casi en la gloria con esas caricias. Sacó su dedo, arrancándome un jadeo, cerrando yo por un instante los ojos por lo increíble de las sensaciones… hasta que sentí algo mucho mas grueso, caliente y húmedo chocar contra mi, tratando de meterse.

  • NO! --- le grité, asustada, tratando de alejarme, siendo detenida por su brazo fuerte en mi hombro.
  • No no, calma… solo la cabecita nena, te va a gustar, solo la puntita… --- me dijo, y yo de estúpida le creí.

Le miré expectante, mientras el hacia lo dicho, metiendo algo caliente que forzó mi dilatada entrada. Solo hizo eso, empujando de vez en cuando simulando una penetración, metiendo y sacando su glande, haciéndome retorcerme de placer. Lo acerqué de nuevo hacia mi, posando mi frente en su pecho, sintiéndolo delicioso, casi increíble… hasta que sentía aquella cabeza meterse de pronto mucho mas. Volteé a verle, mirándole asustada, hasta que sentí una fuerte presión que me arrancó un grito que terminó siendo enmudecido por su enorme mano.

  • Cállate, cállate nenita que te va a gustar! --- me jadeó, mientras yo inmóvil trataba de quitármelo de encima, sintiendo como me penetraba, forzando mi entrada… hasta que un indecible dolor se apoderó de mi, haciéndome arquearme en el suelo y gritar con toda mi fuerza, muda por aquella mano que casi me asfixiaba.

Me había penetrado, le sentía adentro. Ardía, dolía, sentía un dolor quemante en mi interior, mientras esa bestía comenzó a moverse dentro de mi, tapando mi boca hasta que mis gritos se volvieron leves gemidos de dolor.

  • Aah! Si!! Aah virgen hermosa!! Que rico!! Aaah! --- jadeaba, aplastándome de nuevo contra el suelo con su peso, comenzando a moverse dentro de mi fieramente, mientras el dolor comenzaba a combinarse de manera extraña con un nuevo placer, sintiendo su pubis estimular mi clítoris, y su grueso pene darme escalofríos de placer y dolor dentro de mi.
  • Me duele! --- me quejé, con lagrimas en los ojos, tratando de apartarlo con nulas fuerzas, mientras el regresaba a lamer mi cara y labios, llevando una de sus manos a estrujar mis pechos, mientras su grueso pene entraba y salía furiosamente de mi.
  • A mi me encanta princesa! Aah! Que rico!! Voy a preñarte! --- jadeó, apretándome de la cadera y moviéndose con el ardid de un perro en celo.

Gemí, no se si de dolor o de placer, mientras su aroma de macho se combinaba con el de su sudor y el olor a sexo, el de su polla y de mis jugos y sangre bañándola, mientras yo apretaba sus hombros y sentía un fuerte calor crecer en mi vientre y en mi cabeza. Súbitamente lo sentí, un orgasmo, uno muy fuerte, que golpeó mis nervios y me hizo arquear, dándome fuertes contracciones en mi sexo mientras aquella polla taladraba mi interior. Gemí, tratando de no hacer mucho ruido por temor de que me vieran, mientras aquel macho se ponía rojo como la grana.

  • Me vengo me vengo! --- rugió, moviéndose mas furicamente, haciéndome reaccionar de pronto.
  • SALTE! --- le grité, tratando de empujarlo lejos de mí, pero el cabrón me puso todo su peso encima, y comenzó a moverse con mas y mas fuerza hasta que le escuché un fuerte gemido, le vi arquearse, y después sentí un liquido caliente llenarme la vagina.

Jadeó al final, respirando agitadamente sobre mí, mientras yo sentía ese fuerte calor dentro de mi cuerpo. Se quitó de encima, saliendo de mi cuerpo para luego guardarse su polla llena de flujos y sangre en su pantalón, cerrándolo, y luego casi correr lejos del lugar. Me quedé ahí, mirando mi entrepierna ultrajada, pensando en todo y nada a la vez… eso era todo? Eso era lo que todas las chicas de la escuela comentaban del sexo? Era igual que masturbarse… pero todo terminaba sucio.

Me puse de rodillas, comenzando a pujar con fuerza, apretando mi vientre con una mano, tratando de expulsar el semen de mi interior por miedo a un embarazo. Al final salió un poco, pero no supe si había sido todo. Terminé por subir mi ropa interior y mis pantalones, acomodando mi ropa y saliendo de aquel lugar por donde entré, retomando mi camino para tomar el microbús a mi casa.

Caballeros? Se había ido sin decir nada! Hijo de puta, al diablos los malditos caballeros, prefería quedarme con mi cocker spaniel que seguro me esperaba en casa para dar una caminata, aunque con el dolor que sentía en mi vagina no sabía si podría caminar mucho… llegue a casa solo a darle de comer y a dormir.

N.A: mi primer relato en TodoRelatos =) espero lo hayan disfrutado. Ficción? Realidad? Un poco de los dos? No se pero ustedes no! Jaja, comenten y califiquen pls :D