El Caballero de los Cuervos

Kasius quedó boquiabierto cuando Amir se terminó de quitar la ropa, mostrando un gigantesco miembros totalmente duro y lleno de venas, con un par de pelotas contando hasta casi medio muslo, y una enorme y púrpura cabeza que soltaba un constante hilo se fluidos. El sexo cabezeaba lentamente...

En capítulos anteriores, La vida del joven y futuro señor, Gale Brimhal había sido pacífica y tranquila, soñando entre bibliotecas y fantaseando con un terrible guerrero conocido como el caballero de los cuervos.

Hasta que un día, todo se derrumba cuando su ciudad es invadida como producto del principio de un golpe de estado, al final termina huyendo de la ciudad junto a la mano derecha de su difunto padre, el lancero Persival Bladesky, con quién hace un juramento y una hermandad, que poco a poco empieza a florecer en amor.

Al mismo tiempo, en la capital, el rey del reino de Primura es engañado por Augusto Crolllys, el causante de todo, al mostrar falsa evidencia que de alguna manera parecía real, todo iba a salir como quería, hasta que el príncipe de Primura, Kasius Primura, logra imponer sus ideas y hace que sea apresado, dándose cuenta de que existe un gran complot por revelar.

Al mismo tiempo, Kasius tiene un tormentoso secreto, el ama y tiene una relación con Amir Grum, el comandante general del reino y el perdido príncipe de un reino, su amor es secreto e imposible, ya que Kasius prefiere sacrificar su felicidad por el bien común al casarse con la princesa de una provincia para asegurar el futuro del reino ante la inminente guerra.

Amir decide y le anuncia a su príncipe, que irá en contra de todo y de todos, para ver a su amado ser feliz.

El rey Kasio, manda a sus espadas a cazar a Persival y a Gale, entre ellas, al mejor amigo de Persival, Nerei, quien consigue el escondite de Persival y lucha contra este, siendo vencido y convencido, de que eran inocentes, así que decide ayudar a los chicos a distraer a las demás espadas.

Y todo para que Persival y Gale encuentren a Hannibal Crow, el verdadero caballero de los cuervos...

El Caballero de los Cuervos 6

Las desiciones y el poder oculto de los cuervos...

En aquella taberna llamada "Susurros Ancestrales", la música, las canciones y los aplausos, resonaban animadamente por todo el lugar.

Las personas tocaban animadamente sus instrumentos, mientras cantaban una canción típica del pueblo de Portensí, uno de los pueblos pertenecientes a la ciudad de Brimhal.

Los niños danzaban alegremente frente al príncipe Kasius, que aplaudía animado junto con los plebeyos, escuchando la canción nativa, mientras observaba el baile que habían creado solo para él.

Era el último día del príncipe en ese pueblo, así que los aldeanos habían preparado este animado final para su estadía, por lo que este no pudo evitar escaparse de la vigilancia de sus soldados para participar en la fiesta.

Sabía que cierta persona se iba a molestar por su ímpetu e imprudencia, pero poco le importaba, o mejor dicho, más le interesaba el verlo rabiar por esto.

Ese pensamiento le sacó un sonrisa aún más grande a Kasius, que terminó levantándose para bailar con los niños. La algarabía aumentó cuando él realizó un conjuro básico de aire, para hacer levitar a los niños y hacerlos bailar gracilmente sobre la mesas.

Kasius amaba estar entre los aldeanos, porque con ellos no necesitaba jugar a la política para conversar, ni necesitaba vertirse de lujo para ser tomado en cuenta, ni mucho menos usar palabras complejas o dar muestras de poder para infundir respeto.

Para ser realmente tomado en cuenta por un aldeano, para ser realmente respetado y querido por un aldeano, simplemente tenía que ser transparente; ser alguien en la cima, capaz de escucharlos y darles voz y voto en la gran mesa; creando confianza a través de la solución directa de su problemas.

En la vida de Kasius, no había relación más transparente y simple que la suya con los aldeanos. Años de escuchar sus problemas, consiguiendo soluciones y dando consejos directamente, incluso apoyándolos emocionalmente en los momentos más sombríos, los súbditos ahora tenían total confianza en Kasius.

Y sin que él lo pidiera o fuera alguna clase de decreto real, donde fuera que él llegara, las personas se reunían y creaban monumentos y fiestas para él, para quien vivía por sus súbditos.

Y por eso, él podía disfrutar tan plenamente de su deber como princ-

De pronto las puestas de las tabernas de abrieron de golpe, dejando pasar una imponente aura de maná gris oscuro que hizo que todos permanecieran en silencio... Excepto a Kasius, que siguió aplaudiendo y cantando como si nada.

—¡Príncipe Kasius! —rugió Amir en ese momento, cruzando todo el salón— ¡Está en serios, muy serios, problemas!

Sólo entonces Kasius se detuvo y suspiró, soltando una brillante sonrisa.

—¡Vamos, Amir, no te molestes, sonríe y canta con todos! —le animó encogiéndose de hombros. Los aldeanos también animaron al comandante general a cantar.

Aún así, el general Grum lo miró con el gesto serio.

—Usted se escapó de MÍ vigilancia, mandándome a comprar un montón de dulces que seguramente no se comerá —dijo este en cambio—, así que olvídelo. Tenemos un itinerario y debe de ser cumplido, así que vámonos.

Los aldeanos comenzaron a abuchearle al comandante mientras arrastraba al príncipe fuera del lugar.

Kasius se sonrió al ver cómo Amir se ponía rojo de la rabia e incluso le palpitaba una vena en la sien.

El comandante lo arrastró hasta el edificio que estaba acondicionado precisamente para el príncipe, el comandante y sus tropas privadas.

Lo arrastró hasta su habitación y lo empujó al interior. Kasius cayó en la cama, soltando un carcajada.

—¡¿Cree que fue divertido divertido burlarse de mí?!, ¡¿Cree que está bien usar sus influencias en los campesinos, en mi contra?! —gritó molesto, casi soltando espuma.

Kasius solo se carcajeó sin parar.

—Amir, los soldados seguramente te están escuchando berrear como bebé —soltó con un puchero en la boca.

Amir se congeló en su sitio, con su rostro pasando del rojo al púrpura en menos de un segundo.

Automáticamente el comandante recitó el hechizo silenciae, cubriendo las paredes con una fina capa de maná gris oscuro.

—Así está mejor —comentó divertido, sentándose con propiedad.

El pasatiempo favorito de Kasius, era el de molestar a Amir Grum, el comandante general de las fuerzas militares, y su escolta personal en sus períodos de viaje a través de Primura.

Amir Grum era un descendiente lejano del tirano benevolente, el elemental de metal, Armour Plegiades, que habia despertado los secretos del metal en su sangre, por lo que tenía las cualidades de los elementales menores, entre ellas, la casi total incapacidad de controlar sus emociones.

Aún así, Amir tenía un temple casi titánico; aunque todo el tiempo llevara una mueca en la cara como si le patearan constantemente los testículos, era hombre bastante respetuoso y distante con todos en general, como si no perteneciera realmente a Primura a pesar de su posición y sus logros.

Kasius no entendía exactamente por qué, pero desde el principio, siempre le llamó la atención Amir, desde que este había sido nombrado como comandante y se le había dado la tarea de acompañarlo en sus campañas, a Kasius le gustaba ser el centro de atención del comandante, pese a que este apenas le prestaba atención.

Así que Kasius comenzó a "salirse de las normas", lo que significaba escaparse del cerco de seguridad e ir con lo aldeanos a divertirse por ahí, solo para ver el rostro colérico de Amir al encontrarlo.

No era exactamente lo que Kasius esperaba, pero le encantaba ver cómo el comandante salía de sus casillas solo por él.

Así que al final, el comandante terminó personalmente acompañándolo a todos lados, y aún así, Kasius debes en cuando se le escapaba, solo para hacerlo rabiar un poquito.

Había escuchado de los soldados, que Amir se refería a sus momentos con en las campañas, como la temporada de vejez prematura.

—¿Se divirtió bastante poniéndome en ridículo? —Se cruzó de brazos el comandante, inflando sus bíceps y pectorales con ello, frunciendo el ceño hasta casi unir sus cejas.

—Un poco, sí, no lo negaré. —Se encogió de hombros—. Aunque hubiera preferido que tardaras un poco más en encontrarme, me estaba divirtiendo bastante en esa taberna.

Amir apretó la mandíbula unos segundos antes de bufar.

—Príncipe Kasius, lo hemos hablado ciento de veces, tantas que ya ni recuerdo cuál número es esta —espetó Amir con un gruñido—. Exponerse así entre los aldeanos, podría causar que sus enemigos actuaran en su contra.

Kasius soltó un bufido.

—Y yo estoy cansado de decirte, Amir, que nadie me va a atacar. Soy el príncipe de Primura, ¿quién en su sano juicio intentaría algo en mi contra? —preguntó escéptico.

—Alguien que quisiera aprovecharse de usted, por ejemplo —soltó el comandante entonces—, alguien a quien le gustaría poseerlo y tener pruebas para chantajearlo, o podrían secuestrarlo y pedir rescate, o-

—Por favor, Amir, no seas tan exagerado —desestimó rápidamente con un ademán—. Es casi imposible que suceda eso, además de que tengo mi propias defensas para eso y el escuadrón auxiliar en caso de emergencia, así que no deberías de espelucarte tanto por esto —terminó, divertido, haciendo referencia a la calvicie casi total de comandante.

Amir gruñó molesto por el insulto y cerró los ojos, conteniéndose. Kasius casi comenzó a carcajearse de nuevo, cuando el comandante de repente sonrió.

—Tiene razón, príncipe —dijo de pronto—, usted está más que preparado para cualquier situación.

—¿Qué?

—Aparte de que ya es mayor y tiene un buen respaldo entre los soldados, así que supongo que ya puedo renunciar a este trabajo y volver al castillo.

—No, espera-

—Bueno, supongo que por fin logró lo que quería, el deshacerse de mí —comentó con un suspiro—. El rey se molestará por esto, pero no creo que pase nada malo con esta desición, así que con su permiso, voy a recoger mis cosas.

El comandante deshizo el hechizo y se dispuso a salir, Kasius se levantó rápidamente.

—Espera, ¡Amir!

El comandante no le hizo caso y abrió la puerta. Kasius tomó el pomo y lo haló, cerrando la puerta de nuevo.

—No te puedes ir de aquí —soltó rápidamente—, como príncipe te lo prohibo.

Amir lo miró con la boca abierta, temblando, seguramente de la ira.

—¡¿Está de chiste?! —gritó furibundo, volviendo a colocar el hechizo silenciae— ¡Yo no voy a quedarme aquí, solo porque un niño mimado como usted, lo quiera!

Yo soy el maldito comandante general del reino de Primura, no soy su pelele o su bufón personal con el que puede hacer lo que se le antoje. —le puso el dedo en el pecho—. Sí yo considero que está adecuadamente protegido, puedo elegir delegar mi función a otra persona y retomar mi deberes diarios... Y en eso, príncipe, usted no puede meterse.

Amir fue a salir nuevamente, pero Kasius trabó la puerta con magia. El comandante se volteó y lo fulminó con la mirada.

—¡Déjeme salir de aquí!

—No, Amir, tú no irás a ningún lado.

—¡Ja! Usted no puede ordenarme eso.

—¡Claro que sí, yo soy el príncipe!, ¡puedo hacer lo que desee! —exclamó molesto ya. Entonces Amir lo empujó.

—No me haga reír, príncipe —escupió el comandante, hastiado y con retintín—; ¡suena como todo un niño mimado! Me pregunto que dirían sus amados súbditos si lo vieran chillar como un niño pequeño.

—¡No te metas con los aldeanos!

—Y no lo hago, pero es divertido ver otra cara muy distinta a la arrogantemente dulce que siempre muestra —comentó divertido, antes de fruncir el ceño—. No me importa lo que diga, me voy.

—No, tú no te vas a Amir —dijo rápidamente—, te vas a quedar no solo en esta campaña, sino en todas las que haré más adelante.

—¿Sí?, ¿y por qué me voy a quedar?, ¿por qué? —preguntó retador, comenzando a arrinconar a Kasius en una esquina de la habitación—; ¿para qué me voy a quedar? ¿Para que se burle de mí?, ¿para que siga escapando y dejándome mal frente a todos en general? ¿Me quedo como un bufón? —Lo arrinconó y apoyó las manos en la pared— ¡¿Para qué me voy a quedar maldita sea?!

—¡Porque te necesito! —exclamó Kasius antes de darse cuenta—... Porque te necesito aquí, conmigo.

Ambos se observaron unos segundos, como si algo que había estado oculto hasta ese momento, saliera a la luz.

—... ¿Qué? —dijo el comandante, en shock—. Si usted realmente me necesita, entonces, ¿por qué me hace todo esto?, ¿por qué siguie siendo mi patada en el culo personal? —preguntó sin entender. Kasius se mantuvo en silencio—. Responda...

—Porque... Yo quiero llamar su atención —murmuró al fin—... Quiero que me veas, a mí —admitió avergonzado.

Amir respiró con fuerza y miró el suelo.

—Kasius, por si no te has dado cuenta, yo siempre estoy al pendiente de ti, siempre, en todo momento —reveló Amir, mirándolo de soslayo.

Fue entonces cuando, lo que sea que detenía a Kasius, se rompió.

El príncipe rodeó con sus brazos el cuerpo del comandante, para unir sus labios.

Cuando estos se tocaron, Amir lo observó sorprendido, congelado.

Había escuchado que el comandante era muy asiduo a las casas de placeres femeninas, y que nunca había ido a una masculina, así que el que lo besara, debía de significar un sho-

Amir soltó un profundo gruñido, a la vez que unía sus labios más profundamente y metía su lengua en su boca con fuerza. Kasius dió un respingón, sintiéndose totalmente poseído por ese hombre.

Por su hombre.

Amir lo cargó y lo tiró con fuerza en la cama. Ambos se observaron unos segundos, antes de que el elemental menor comenzará a quitarse sus ropas.

El comandante siempre cargaba todo el tiempo su armadura de color mate, así que Kasius tuvo que observar como poco a poco, Amir se quitó su yelmo, el peto, las hombreras, las coderas... Cada pieza de metal que cubría su fornido y musculoso cuerpo.

Luego, pudo observarlo vestido con su ropa marcial; su camisa negra, sus pantalones azul marino y botas de cuero. Él tragó en seco cuando el comandante se sacó la camisa, mostrándole su piel lampiña y morena oscura, casi negra, junto con sus prominentes músculos.

Los ojos carbón de comandante, brillaron especialmente cuando este se quitó el pantalón, mostrando sus calzoncillos con una enorme erección que estos no podían contener del todo, haciendo una gran carpa.

Kasius quedó boquiabierto cuando Amir se terminó de quitar la ropa, mostrando un gigantesco miembros totalmente duro y lleno de venas, con un par de pelotas contando hasta casi medio muslo, y una enorme y púrpura cabeza que soltaba un constante hilo se fluidos. El sexo cabezeaba lentamente, como buscando una presa, buscándolo a él.

Amir le lanzó una carcajada.

—¿Cree poder con esto. Eh. Principito?

Antes de que Kasius pudiera decir algo... Él abrió los ojos.

El alba se manifestaba en el cielo, haciendo que los matutinos rayos del sol, se colaran por la ventana, despertándolo.

El príncipe Kasius se despertó dolorosamente duro en su entrepierna. Se frotó los ojos y se levantó.

"Otra vez soñé con eso..." Pensó cansado, observando por la ventana brevemente, el mar de carbón y escombros en el que se había convertido alguna vez la ciudad de los ríos, Brimhal.

Llevaba una semana que había llegado a la ciudad, o al menos, a lo que quedaba de ella.

Los pocos sobrevivientes, rápidamente habían sido convocados y se les había explicado la situación, estos se habían calmado y esperanzado, al ver que el príncipe los había defendido una vez más, así que la situación estaba controlada por ahora.

Kasius tuvo que participar en masivos entierros y pedir mano de obra extra de las demás ciudades, para poder empezar a limpiar todo y asentar las bases para reconstruir la ciudad; no sería lo mismo que antes, pero al menos era un comienzo.

Lo otro era el nuevo señor de Brimhal. Kasius había descubierto que ya no quedaban familiares vivos de Román, por lo que el entregar la señoría a alguien más, todavía estaba en un veremos.

Por lo demás, ese día comenzarían a talar el bosque de Tatis para comenzar a construir casas y edificios correspondientes. El día prometía mucho.

No obstante, Kasius seguía pensando en ese día, el día en que Amir y él, se habían dado cuenta de los sentimientos del otro... El día en que hicieron el amor por primera vez.

Desde que él llegó a Brimhal, había estado soñando con ese día, cuando Amir simplemente había superado su límite de paciencia y había decidido dejar de seguirlo en sus campañas.

Sólo cuando el comandante decidió que debía de alejarse, fue que Kasius entendió sus sentimientos hacia este; tal vez, ese recuerdo era alguna especie de señal de lo que había ocurrido en su alcoba.

Cuando Amir había decidido ir en contra de todo, incluso de él mismo, para tenerlo entre sus brazos.

Kasius todavía no sabía qué hacer con eso, considerando que el amor de su vida, básicamente le había dicho a la cara que traicionaría a la corona.

Si Amir se unía al imperio Smart, sería una grave desventaja para el reino de Primura. Con alguien que conocía a fondo las filas militares y su flujo, sería extremadamente fácil para el imperio el radicarlos.

Él no podía aceptar eso.

Para el fin del día, Kasius observó satisfecho, cómo los carpinteros, artesanos, algunos súbditos y sus trabajadores, colocaban las gruesas vigas en las bases correspondiente. Todas las vigas estaban talladas con runas que que evitaban que se pudrieran bajo cualquier situación y alejaban a los insectos, así que las casas serían tan duraderas como las hechas de piedra, pero mucho más fáciles de hacer y de reparar en cualquier caso.

Vigilando las construcciones, fue que notó como un sujeto, totalmente cubierto con una capa y capucha de color azul oscuro, se acercó a él en su carpa de estudios. Los aldeanos y los soldados se encrisparon un poco debido a su misteriosa apariencia.

Pero todos se relajaron al ver al misterioso sujeto, arrodillarse frente al príncipe.

—Su alteza, ya están hechos todos los preparativos para mi viaje —murmuró el hombre con un extraño acento. Kasius asintió con un suspiro.

—Has lo que acordamos, Yami —indicó él con el ceño fruncido—. Ve y busca al comandante Amir Grum, captúralo y tráelo a mi prisión... Y que las Espadas no noten tu presencia.

El sujeto asintió levemente entre su capucha, para luego se absorbido por el suelo, dentro de la sombra de la carpa.

Kasius nunca se cansaba de la habilidad única de Yami, la sombra en la sombra, que le permitía entrar en cualquier sombra y entrar con ello, al reino de las tinieblas.

Si algo había aprendido Kasius con el paso del tiempo, era que un príncipe no era nada si no tenía sus propias fuerzas militares, fuerzas que le sirvieran única y exclusivamente a él.

Así que él llegó a la conclusión de crear su propio escuadrón de seguridad; diez guerreros de alto nivel, leales a él y a sus convicciones. No tenían un nombre tan ostentoso como las Espadas del rey, pero tenían su propio estilo.

Eran los Diez Susurros.

Y como lo indicaba su nombre, eran guerreros de bajo perfil que luchaban en las sombras para él, o en el caso de Yami, desde las sombras directamente.

Él los había ido reclutando en sus viajes tanto al exterior como en sus campañas en el país, no pensaba tanto en reclutar hombres y mujeres con gran poder, sino en que estos tuvieran habilidades útiles que, bien usadas, podrían ser armas letales en sus manos.

Y la habilidad de Yami, le había permitido en el pasado recabar mucha información que por medios normales jamás habría conseguido; enviarlo a cazar a Amir, significaba quedarse sin sus oídos y ojos en las paredes, pero él consideraba, que Yami era único que podría capturar a Amir sin alzar revuelo o ponerle un dedo encima.

Con ese pensamiento, Kasius siguió su trabajo sin seguir pensando en el tema.

Porque sabía que pronto Amir volvería a él.