El Caballero de los Cuervos 8.8

Buenas señores, ya volví a la página par seguir publicando más de mis historias...

El sol apenas tocaba el horizonte, cuando el carruaje se detuvo a las fueras, de lo que parecía ser un bosque hecho de troncos secos de color ceniza, que terminaban en ramas de formas retorcidas y espeluznantes.

El aire tenía un ligero toque a azufre y dulce; también, las grises nubes con tintes verdosos, parecían encapotar el cielo justo y precisamente encima del bosque, que no era especialmente grande.

Gale había leído que el bosque de Armus, había terminado en lo que era hoy en día, debido a que, en lo más hondo de la tierra que fertilizaba esos espeluznantes árboles, había sido sellada una milenaria criatura horrenda y profana, cuyo nombre jamás debería de ser mencionado o despertaría de su letargo.

O al menos, eso decía el mito.

El pequeño anciano saltó del carruaje, para luego sacar un pequeño rollo y estirarlo sobre el suelo.

El pergamino lleno de inscripciones, soltó un par de fuertes chispazos hasta que, con una humareda, apareció un grupo tiendas, una fogata, un par de cajas con utensilios de cocina y suministros de comida.

—Bueno, creo que debemos descansar aquí antes de entrar a al bosque de Armus —comentó el viejo elfo, Emyll.

En ese momento Persival se bajó del carruaje y ayudó a la pequeña Ena a bajar.

—No entraremos al bosque, al menos no todos —indicó el lancero—, por motivos de seguridad, solo iremos Gale y yo.

En ese momento, Lenhard sacó la cabeza del carruaje, sorprendido.

—¡¿Cómo que solo ustedes dos van a entrar a ese peligroso bosque?! —exclamó indignado, saltando del carruaje, para luego bufar como un toro— ¡Yo debo de entrar a ese bosque y mostrarle mi lealtad como guerrero al señorito Gale!

Persival por respuesta, suspiró con paciencia.

—El día en que logres raguñarme, niño, será el día en tal vez piense en designarte como escolta de Gale —comentó el lancero simplemente, llevando a la pequeña niña en sus hombros hasta dejarla sentada cerca de la fogata.

Lenhard se deprimió un poco ante las palabras de Persival, pateando al final a la primera piedrita que desafortunadamente estuviera a su paso. Gale se bajó del carruaje, algo divertido por todo el asunto.

—Tranquilo, Len, sé que tu momento de brillar llegará pronto —indicó el señorito con una sonrisa.

Él pequeño ánima-toro se sonrojó levemente ante la sonrisa de su señor, para luego asentir tímidamente.

Emyll empezó a sacar los ingredientes y la carne para hacer estofado, cuando la pequeña Ena se acercó a este.

—Eh. Señor Emyll, ¿podría preparar algo distinto hoy? —comentó está con su pálida piel rojiza de la pena—. S-su estofado es muy sabroso... Pero llevamos ya tres días comiendo lo mismo.

Emyll se le que quedó viendo a la pequeña niña, si es que tener los ojos cerrados puede ser considerado como ver, y luego soltó una carcajada.

—Por supuesto, nena. Pensándolo bien, como mañana será un día especial, hoy cocinaré curry.

Ena hizo una cara rara.

—¿Curry? ¿Qué es eso?

—Oh, es un receta originaría del continente occidental, fue algo que aprendí en mis viajes por el desierto. La receta que haré, lleva pato y unas especias picantes —explicó brevemente.

La cara de los niños se iluminó al escuchar eso.

—¿Pato?, ¡jamás hemos comido pato! —exclamó Lenhard ansioso, con la boca babeando de tan solo pensarlo.

Persival observó fijamente la escena... Se sentía muy extraño al observar a las ánimas babear por carne animal.

—Oye, Gale, ¿es normal dejar que los niños, bueno, que ellos coman carne? —le preguntó al señorito, en un susurro algo incómodo—. Quiero decir, ellos son... Tu sabes.

Gale se rió un poco. Al ver la incomodidad del lancero, lo que hizo que este se sonrojara.

—Las ánimas y los animales domésticos y de caza son algo muy distinto, Persi. Aunque tengan la semi apariencia de un animal, no son lo mismo; las ánimas nacieron al igual que todas las razas inteligentes, del gran titán creador, Rokai, y la titánide madre, Esthervias, mientras que los animales nacieron por evolución.

Ellos solo son parecidos, además de que todas las ánimas también comen carne en caso de los de apariencia herbívora, y vegetales en caso de los de apariencia carnívora, pero tranquilo, es algo muy común asociarlos con los animales.

—A-ah. Ya, comprendo, solo fue mi prejuicio hablando por mi. Mil disculpas —dijo Persival agachando la cabeza. Gale se rió un poco.

—No tienes por qué disculparte, pero fue bueno que preguntaras primero antes de decir algo frente a los niños. Si hubieses dicho algo, seguramente Lenhard habría intentado matarte mientras durmieras —comentó divertido al final.

En ese momento Gale recordó a Nerei y agachó la cabeza. El lancero notó el cambio en su señor de inmediato.

—Oye, Persival, ¿crees que Nerei se encuentre bien? —preguntó suavemente—, me preocupa que le haya pasado algo malo.

Persival frunció el ceño y luego dirigió su mirada hacia Emyll, y el cómo los niños le ayudaban a cocinar.

—Debe de estar bien, no te preocupes —indicó el lancero cerrando los ojos y sentándose junto al señorito—, Nerei es bastante fuerte, él puede resistir.

—Pero las demás espadas...

—Tiene a Tytus, con él es más que suficiente —asintió, antes de soltar una leve sonrisa—, y si por desgracia de los Dioses, eso no basta, a Nerei le queda un último haz bajo la manga.

Gale asintió, todavía no muy convencido; se apoyó en el hombro de su lancero y soltó suspiró.

—Espero verlo pronto, estoy preocupado por él —comentó brevemente.

—Por quienes deberías de estar preocupado, es por nosotros —contrapuso Persival—. Mañana iremos a ver a alguien potencialmente mortal y despiadado —susurró—... ¿Qué se siente llegar a conocer a tu mito favorito?

Gale se quedó pensativo unos segundos.

—No lo sé, se siente... Extraño —dijo al final—, es como si todo se sintiera irreal... Y todo lo que he leído sobre él no es precisamente bueno. Tendremos muchos problemas si el favor no sale como lo tenemos planeado.

—"La doncella de luz" —dijo Persival, recordando las palabras de su fallecido maestro—. No estámos llevándole a la condella que pidió, así que vamos a tener que negociar muy bien con ese sujeto.

En ese momento, como si lo hubiera llamado, Medianoche literalmente cayó del cielo, planeando ligeramente para luego posarse frente a ambos y empezar a limpiar sus plumas luego de un ligero graznido.

Gale escuchó un muy suave murmullo que decía: "Tranquilizate, niño, todo saldrá bien, mañana los guiaré hacia él"

Persival frunció el ceño y luego miró a Gale.

—¿Esa cosa te está volviendo a hablar? —preguntó algo preocupado. Gale solo asintió distraído.

—Dice que todo va a salir bien, aunque...

—No crees que sea tan así, ¿no? —completó Persival. Gale asintió algo preocupado.

—También dijo que nos guiará hacia Hannibal Crow.

—Entonces sí es un peón de ese sujeto. —Persival frunció el ceño—. Esto me gusta cada vez menos. ¿Por qué ese sujeto querría que salváramos a los niños? —preguntó confundido.

—No tengo ni idea —admitió Gale, también extrañado.

Y antes de que pudiera preguntarle al cuervo, este simplemente subió y desapareció en los cielos. Persival y Gale solo lo vieron ascender hasta que desapareció en el firmamento.

El tema quedó hasta ahí, mientras todos comían.

Gale tenía que admitirlo, tener a los niños ahí, además de Emyll, hacía que el peso de su deber se sintiera más ligero.

Lo que en un principio se sintió como si todo su mundo se acabara, y era así, ahora se sentía más... Cálido, como si fuera su destino, mostrándole su camino.

Era algo difícil de describir para él.

Al final de la noche, Emyll llevó a los niños a su respectiva carpa. Lenhard y Ena cayeron dormidos casi al instante. El viejo elfo volvió con ellos.

—Las pequeñas ánimas cayeron profundamente dormidos, parecen haber estado muy cansado —indicó suavemente antes de negar con la cabeza—, y, considerando las situaciones que han pasado... Creo que seguramente estarán algo traumados con toda la situación.

Gale entendía claramente lo que el señor Emyll quería decir.

Mientras que Ena había visto, y, en especial oído, a su clan ser masacrado, y Lenhard seguramente se sentía culpable por la aniquilación de su clan.

—Solo es cuestión de tiempo de que exploten —comentó Persival frunciendo el ceño.

—O de que crezcan y maduren, joven deidad —increpó el elfo, rascando su cabeza—, los tiempos duros pueden debilitar o fortalecer, y yo confío en que esos niños se harán más fuertes.

Lo único que podemos hacer nosotros, es dejarlos estar y guiarlos cuando sea necesario. —Emyll se levantó y sacudió su túnica—. Voy a dormir, ustedes también deberían descansar y prepararse para el día que les tocará enfrentar mañana.

Persival se levantó una vez que el elfo se fue y se dirigió a su tienda. Gale suspiró y lo siguió.

No necesitaba preguntar para saber que el lancero estaba nervioso por lo que ocurriría al día siguiente, así que lo abrazó por la espalda justo cuando esté volvió su armadura en volutas de luz.

—Todo va estar bien, Persi, solo... Confía en nosotros —indicó mientras enterraba su cara en la espalda del lancero y aspiraba su dulce y viril almizcle.

Persival soltó un bufido y se volteó a él, tomándolo del rostro.

—Confió en nosotros, señorito, es solo —Persival se mantuvo en silencio unos segundos, como si meditara algo—... Solo prométame que, sin importar lo que sea que pase mañana, tú seguirás a mi lado, Gale.

El señorito observó los metalizados y profundos ojos de su lancero, antes de besarlo con fuerza.

—Lo prometo, mi amado lancero —comentó coqueto.

Persival soltó un gruñido bajo, como si no le hubiera gustado el comentario, para luego besar con fuerza a su señor e invadir con su lengua, la boca de Gale.

La ropa de los dos voló en diminutas volutas de luz, dejándoles desnudos. Gale empujó suavemente a su guerrero a la cama, sin perder el contacto de sus labios.

Sus miembros crecieron lentamente hasta ponerse duros del todo, mientras frotaban con cadencia sus pelvis; los fluídos y el sudor, poco a poco mojaban sus cuerpos. Sus lenguas se frotaron sumamente mientras se acariciaban como aquellos amantes que se conocen muy bien.

Gale sostuvo a Persival de las mejillas, mientras recogía las piernas hasta quedar sentado sobre la pelvis de su lancero.

Se alzó en todo su esplendor en la penumbra, respirando agitadamente. Persival miró maravillado a su señor, acariciando suavemente la cintura de su amado para luego agarrar con brío sus nalgas.

—¿Me va a montar, mi señor? —preguntó Persival, pícaro.

—Pues sí lo haré, me voy a clavar tu lanza —dijo Gale soltando una carcajada, que su hombre siguió casi al mismo tiempo.

Pero acabó en un gemido para Gale, cuando poco a poco hundió el miembro de su amado en sus entrañas. Soltó un suspiro cuando le sintió totalmente encajado en su interior, con sus glúteos chocando firmemente en la pelvis del lancero.

Gale jadeó algunos balbuceos, mientras volvía a elevarse lentamente, para luego dejarse caer de golpe, arrancándole un gruñido de satisfacción a Persival.

Poco a poco, él comenzó a agarrar ritmo, sintiendo como aquel miembro lo destruía del placer con cada empeñón.

Persival lo sostenía con firmeza, respirando aceleradamente.

Gale comenzó a gemir sin control, sintiendo como su sexo medio duro, comenzó a soltar lentamente una babilla.

Ambos amantes de aferraron de sus manos, mientras que el rubio rebotaba sin parar y el de cabellos nacarados solo observaba embelesado el baile amatorio del otro.

Poco a poco ambos fueron llegando al culmen del placer, especialmente Persival, debido al extra de ver a Gale bailar y derretirse sobre su sexo.

—S-señorito, v-voy, voy a...

Solo soltó un gemido ahogado, sintiendo como se vaciaba con fuerza en el interior de Gale, quién se enterró el sexo por completo, comenzando a venirse también y bañando como su simiente, todo el pecho de Persival.

Él cayó sobre el pecho del lancero, para luego darle un suave beso y permanecer acostado ahí. Se hizo un cálido y confortable silencio entre los dos.

—Deberiamos asearnos, estamos hechos un asco —soltó el lancero de pronto.

Eso sin saber porqué, hizo que Gale comenzara a carcajearse.

La tienda de los enamorados se mantuvo leva de vigor y felicidad, aún cuando sabían, que el futuro que les deparaba no era para nada prometedor.

____°____

Aunque el sol salía brillante y resplandeciente en el horizonte, el grupo que estaba asentado justo a las orillas del bosque petrificado de Armus, mantenía un aire solemne.

Los niños no habían estado muy animados esa mañana, y Emyll tampoco parecía estar en la labor de conversar con Gale como siempre. Incluso Persival parecía también nervioso, afilando sin parar su lanza, Lirio de Plata, aunque esta no necesitara tal mantenimiento.

El único que se sentía, de alguna manera, ansioso por conocer algo mítico caballero de los cuervos, Hannibal Crow, era Gale... Y no sabía con exactitud el porqué.

La mayor parte de él, sentía un miedo y terror por conocer una criatura a la cuál, todos los mitos se referían a él como algo aterrador, siniestro y mortal.

Pero aún así, aún cuando le era claro que era absurdo sentir algo así, una fracción de su ser anhelaba conocerlo.

En cierto punto de la mañana, escucharon un graznido a la lejanía. Todos voltearon a ver cómo el cuervo esquivaba ágilmente los árboles petrificados, para luego posarse en una las raíces más cercanas a ellos.

Persival suspiró al verlo.

—Es hora, señorito, tenemos que irnos —indicó Persival, levantándose. Gale suspiró también y se levantó.

Automáticamente los niños corrieron hacia él y lo abrazaron.

—Tenga cuidado, señorito, por favor, por favor —dijo Ena con la voz temblorosa, seguramente muerta del miedo. Gale sonrió con tranquilidad, tratando de calmarla.

—Vamos a estar bien, pequeña Ena, solo esperen aquí pacientemente.

—Yo cuidaré el fuerte —dijo rápidamente Lenhard, con una alas lágrimas.

—Eso espero —dijo él agitando el cabello de la pequeña ánima.

Cuando los niños se alejaron, mirándolo preocupados, Emyll se acercó.

—Joven amo, debe tener cuidado con ese sujeto —advirtió nuevamente—, usted todavía no tiene cualidades físicas, y menos mágicas, para enfrentarse a Hannibal Crow, y dudo mucho que Persival pueda enfrentarlo solo, por eso —el viejo elfo sacó un pequeño rollo mágico— quiero que use esto sin dudarlo si las cosas van mal, le ayudará mucho. Ábralo frente a Hannibal Crow.

Gale lo aceptó sorprendido, para luego asentir.

—Mucha gracias, señor Emyll, realmente no sé cómo agracerle por esto.

—No tiene que hacerlo, joven amo, prometí seguirlo y cumpliré mi palabra.

Algo tembló dentro de él con las palabras del elfo, algo que le hizo asentir con ganas de llorar.

Gale guardó el rollo y siguió a Persival, que ya estaba en la entrada del bosque Armus, con Medianoche posado en la rama de un árbol.

El olor cada vez más fuerte a azufre, proveniente del bosque, le hizo cubrirse la nariz, pero al ver como Persival parecía ser inmune al terrible olor, decidió tratar de soportarlo aunque sentía fuertes mares y ganas de vomitar.

—Iremos lento, para que se acostumbre al olor, es un poco menos fuerte en el interior del bosque —explicó Persival antes de que comenzaran a entrar.

—¿Has pasado por el bosque de Armus antes? —preguntó Gale, sorprendido. El lancero negó con la cabeza.

—No he entrado a profundidad, pero sí lo he medio atravesado un par de veces —admitió—... Este lugar me da escalofríos.

Gale se congeló unos segundos antes de seguir avanzando.

Para que Persival dijera algo así...

Las nubes estaban entintadas de un extraño verde y blanco ceniza; los árboles se habían vuelto color blanco hueso; la tierra estaba totalmente muerta, con raíces y extrañas grietas llenas de un extraño mineral verde por todos lados.

El olor a azufre disminuyó, reemplazado por algo dulzón y ácido.

Ese lugar parecía haber perdido por completo la bendición de los Dioses... Era algo realmente macabro.

Medianoche volaba suavemente frente a ellos, enseñándoles el camino entre los árboles. Ya llevaban casi una hora caminando.

—Se supone que esto es un pequeño bosque, ¿cómo puede haber tantos árboles? —preguntó Gale, solo por preguntar con tal de callar el terrible silencio que los envolvía.

—Debe ser un efecto de la maldición de este lugar, pude percibir un pequeño cambio en el espacio cuando entramos, seguramente entramos a un hori-

Perival se calló, cuando ambos observaron a Medianoche desaparecer frente a ellos de pronto.

—... Horizonte de bolsillo.

Gale tomó su estoque, aunque rápidamente recordó que no lo sabía usar. Persival por otro lado apretó su lanza.

—Es un portal. Ya llegamos. ¿Listo? —dijo Persival algo preocupado.

Gale tragó duro y asintió.

—Vamos...

Al otro lado del portal... Había grama en el suelo, y el aire era puro y limpio, aunque los árboles seguían petrificado y el cielo pintado de rojo.

Sin nubes, sin estrellas... Ni luna.

—No se aleje de mi, señorito —indicó el lancero, poniéndose algo tenso. Medianoche no estaba por ningún lado.

Ambos siguieron derecho, adentrándose entre los ar-

“Cuervo extraño de la noche, trae mi alma al pasar..."

Ambos se detuvieron al escuchar a alguien cantar esa extraña melodía.

—N-no fue mi imaginación, ¿verdad? —preguntó Gale lleno de miedo.

—... No, yo también lo escuché.

Comenzaron a caminar de nuevo.

"Brota sangre con derroche, trae muerte a la vida.

Con la luz de los soles, trae temor al amar.

Los cadáveres… se apilan… con la luz… de un hermoso azul."

A lo lejos, entre los árboles, vieron una vieja cabaña. Se dirigieron a ella.

"Cuervo extraño de la noche, come almas al pasar.

Brota sangre con derroche, comete los cuerpos ya.

Con la luz de los soles, pánico a ti tendrán.

Los cadáveres… se apilan… con el filo… de tu enterno dolor.

Cuervo extraño de la noche, ya espero tu llegar”

El final de la extraña canción se sincronizó con ellos llegando a un claro entre los árboles petrificados, donde al fondo estaba la cabaña.

—¡Vaya, vaya! —rezonó por toda la zona—, así que llegaron por fin. Creí que me iba a morir de aburrimiento esperando aquí por ustedes. —se quejó la voz de pronto.

—B-buenas —dijo Gale dando un paso al frente.

—Gale... —dijo Persival en advertencia, pero no le hizo caso.

—Mi nombre es Gale Brimhal, hijo de...

—¡Brimhal! ¡Así que tú eres el hijo de ese sujeto! —dijo socarrón— Por lo que veo, no trajiste lo que hace años le pedí a ese imberbe s cambio de un favor.

—P-pero...

—Viniste aquí, con mi moneda de favores, creyendo que puedes pedirme lo que se te venga en gana, sin pagar; no soy una criada tuya, mocoso imbécil —prosiguió la voz—. La verdad les tengo respeto, chiquillos, nadie en su sano juicio haría lo que ustedes están haciendo, así que lo diré solo una vez. Váyanse y yo haré de la vista gorda con esta ofensa.

El maná vibró en el aire, haciendo el aire más denso, casi sofocante.

Persival no dijo nada, solamente esperó en silencio por lo que haría Gale.

Este en cambio, estaba temblando de miedo.

El caballero de los cuervos aún no se había presentado, pero aún así, su presencia era agobiante y sofocante, especialmente porque estaba dirigida hacia él.

Pero aún así... Ellos sabían de antemano que algo así seguramente pasaría.

—Y-yo...

—¿Tú qué, niño? —dijo la voz con algo de fastidio.

—No puedo irme sin negociar con usted, señor Hannibal Crow —dijo Gale con decisión—. Mi padre fue asesinado, mi tierra quemada y destruida, y solo puedo pedirle ayuda a usted. Sé que no le he traído lo que mi padre le prometió, pero si me ayuda, le aseguro que nunca descansaré hasta que consiga aquello de anhela —terminó con seguridad.

Su cuerpo se cubrió levemente de una aura dorada, como muestra de se voluntad como order.

La voz de Hannibal Crow se mantuvo muda unos segundos.

—Dorado —dijo simplemente, confundiendo levemente a Gale—... No te atrevas a hacerte pasar por ella.

Antes de que Gale pudiera entender de qué hablaba ese sujeto, una estela morada parpadeó frente a él.

Plumas negras se desperdigaron por todos lados, mientras que una enorme silueta apareció frente a Gale.

Un enorme hombre, con una enorme espada.

De pronto sintió un empujón y cayó a un lado, solo para escuchar el choque de un par de armas, y luego ver a Persival salir volando hacia un lado.

—¡Persival! —gritó cuando vió como el lancero salía disparado en medio del bosque petrificado.

—Oye, niño, creo que tienes mayores problemas aquí, ¿no crees?

Gale se volteó, para observar al fin, frente a frente, al mito viviente.

Hannibal Crow era un hombre de un metro con noventa, casi dos metros, piel ligeramente bronceada e inmaculada, ojos del color de la sangre, colmillos largos y puntiagudos, con un sedoso cabello negro, rapado atrás y largo adelante, sus facciones eran ruda y masculinas, con una barba recién afeitada de tres días.

Vestía pantalones de cuero y botas altas de color oscuro, sin camisa, llevaba una capa de plumas agarrada con un broche dorado que tenía un cuervo volando, con un sombrero de ala ancha con una rara pluma blanca de cuervo incrustada.

Era hermosamente aterrado, especialmente cuando sus ojos rojos se llenaron de un fulgor rojo.

—Nunca he asesinado a un order, así que eso será algo nuevo que agregar para mis récords personales —comentó burlón, levantando su enorme espada que era un poco más larga que Lirio de Plata.

Cuando azotó su espada hacia Gale, un destello blanco salió del bosque, impactando con el caballero, que dió un elegante salto hacia atrás.

Persival respiraba con dificultad; una delgada franja de sangre bajaba por su sien hasta su barbilla.

—No vas a tocar a mi señor, ¡¿entendiste maldito?! —gritó el lancero preparándose para atacar.

Hannibal Crow simplemente soltó una carcajada, quitándose su capa y sombrero, que desaparecieron en el aire.

—Ustedes son tan graciosos, chicos. Esta espera sí que valió la pena —comentó divertido—, primero un order altanero, que cree que porque los Dioses le tiene favoritismo, puede mandarme como se le antoje, y ahora, un celestial inepto de bajo rango, cree que puede darme órdenes y hacerme frente —se burló irónico—. Oye estrellita, sé que los celestiales son la segunda Deidad más poderosa de todas, justo por encima de los demonios, pero eso solo ocurre en el cielo, primor, en el mundo celestial, aquí abajo no le llegas a los talones ni siquiera a los titanes, así que menos lograrás algo en mi contra.

Persival gruñó suavemente, mientras Gale lo observaba preocupado.

Celestiales, la segunda clase de seres que los Dioses habían creado, por ende, los segundos más fuertes entre todos los horizontes; normalmente son seres pacíficos que viven en armonía con los demás horizontes y son fáciles de ver, solo bastaba mirar al cielo para observarlos.

Todos los seres, en todos los horizontes, tienen un segundo nombre para ellos... Estrellas.

El que Hannibal Crow dijera que Persival era de bajo rango, significaba que en realidad Persival ni siquiera era un celestial directo, era en realidad el hijo de una estrella que había caído al horizonte humano. Una estrella fugaz.

Persival le apuntó con su lanza, que comenzó a pulsar llena de luz.

—¿Crees que, porque no soy un celestial completo, no puedo darte una paliza? —amenazó Persival. Un enorme sello apareció debajo de él—. Entonces debo de darte una lección, señor de los cuervos.

Su cuerpo se iluminó de golpe, para luego aparecer diez Persivals al mismo tiempo, para luego aparecer otro sello de luz debajo de ellos, envolviéndose de luz cada uno.

Hannibal Crow solo sonrió y se le levantó, agitando su enorme espada de hoja morada con un filo morado, una empuñadura de cuero y una guardia llena de plumas con un enorme medallón de entramadas formas.

—¿Magia santa? Esto puede ser divertido —comentó simplemente, agitando su gigantesca espada como si nada.

En ese momento, los diez Persivals salieron disparados como un rayo blanco hacia Hannibal Crow, el caballero levantó la mano y lanzó una ráfaga de ola oscura con tintes rojos.

Lo diez Persivals salieron rebotados, para luego rodear al cabello.

Los diez lanzaron sus lanzas al aire, señalándo a Hannibal.

—Juicio final.

Las diez lanzas dispararon un potente rayo que fulminaron a Hannibal Crow, que solo pudo cubrirse con su espada.

Una enorme explosión cubrió al caballero... Que salió ileso de ello.

—¡Vaya! Esa fue un buen disparó; muy buena cantidad de maná, pero la calidad es un poco... Mediocre. —se encogió de hombros con una impertinente sonrisa.

Los Persivals simplemente se lanzaron a perforarlo con sus lanzas.

El primer Persival se lanzó desde abajo, para luego apuntar con su lanza a la cabeza del caballero.

Hannibal lo esquivó con facilidad y partió al lancero por la mitad, solo para verlo desaparecer.

De pronto apareció un Persival por su izquierda, le lanzó un tajo diagonal que logró esquivar, aunque le provocó un fino rasguño que le cruzó todo el pecho.

Hannibal giró sobre sí mismo, hondeando con fuerza su espada y alejando a todos los Persivals.

La ilusión volvió a formarse y a mezclarse con los demás.

—Eres bastante ingenioso, creaste clones e ilusiones, así no sabré cuales son reales y cuáles no... Es un truco bastante sucio —comentó divertido. Persival chasqueó la lengua.

—No he terminado contigo —dijeron todos al mismo tiempo.

Los Persivals comenzaron a girar alrededor del caballero. Todos apuntaron sus palmas hacia el caballero de los cuervos.

Un torbellino de radiante luz fulminó el cuerpo de Hannibal Crow.

Los Persivals comenzaron a entonar un conjuro rápidamente, casi desesperados.

Dentro del candente haz de luz, Hannibal Crow comenzó a moverse.

De pronto un enorme sello de luz apareció debajo de ellos.

Y una aa gigantesca lanza de luz atravesó el centro del sello.

La luz fue tan intensa que Gale tuvo que cubrirse el rostro.

Cuando la intensidad se volvió soportable, Gale abrió los ojos para ver a los diez Persivals frente a él, no parecían agotados, pero tenían un rictus ligero de dolor y sus pieles estaban enrojecidas.

En el lugar donde la lanza de luz cayó, todo estaba envuelto en humo y vapor.

Una figura se levantó e hizo que la niebla se dispara con un potente golpe de su espada.

—Eso sí fue un buen golpe —dijo Hannibal Crow, ahora serio, casi furioso. Su cuerpo estaba lleno de cortes y raspones—, pero ahora yo te enseñaré la verdadera desesperación.

En la hoja de la enorme espada de Hannibal Crow, aparecieron un grupo de runas color sangre.

—Devoradora de Herejía, primer palacio, danza siniestra.

En ese momento, Hannibal Crow desapareció en una niebla oscura.

—Aquí vi-

El Persival al lado de Gale no pudo siquiera terminar de hablar cuando una rodilla impactó en su cara y lo hizo desaparecer.

Hannibal Crow desapareció de nuevo.

—¡Persival! —exclamó Gale asustado.

—Era un cl-

Ese Persival fue partido por la mitad y hecho desaparecer.

Hannibal Crow aparecía solo por una fracción de segundo, totalmente impredecible, y eso bastaba para acabar a cada Persival.

En cuestión de minutos, solo quedaron el Persival real y Gale.

El silencio del bosque los envolvió.

—Esa técnica —murmuró Persival en guardia—... Jamás había visto una espada como esa, sin duda alguna esa arma no es de este horizonte.

Gale no contestó, simplemente tomó el pergamino entre sus manos, temblando, y lo apretó. Persival lo miró de reojo.

—Gale, yo te protegeré, saldremos de es-

—Af, odio a los niños geniales como tú.

Hannibal Crow apareció detrás de ellos, blandiendo su espada directo hacia Gale.

Persival lo empujó y recibió el golpe él, bloqueándolo con su espada, aunque el impacto igual lo hizo atravesar el suelo. Hannibal Crow suspiró.

—Pensé que en verdad me darías un poco más de talla, pero supongo que eso me pasa por sobre estimar a un celestial de segunda, o mejor dicho, de cuarta. Ni siquiera sabes ni un conjuro de tu gente, eso no es para nada divertido —comentó aburrido, antes de ver a Gale—, y tú, ¿qué has hecho en toda la pelea? Solo ver aterrado todo y con cara de querer morirte... Todo esto es muy decepcionante.

Persival trató de salir del agujero en el que estaba enterrado.

—¡N-no te metas con Ga-!

Hannibal Crow giró y clavó su espada en suelo, empujándola con fuerza hasta batear a Persival junto a las piedras hasta el fondo del bosque colindante.

—¡Persival! —gritó Gale alarmado, hasta que dió un paso hacia atrás, asustado, cuando Hannibal dió un paso hacia él.

—Ahora tú... Es hora de matarte —dijo simplemente, elevando su espada.

Gale dió unos pasos hacia atrás, aterrado, tando que tropezó y cayó al suelo, observando fijamente los ojos carmesí del caballero de los cuervos.

Entonces Hannibal agitó con fuerza su espada, hacia la cabeza de Gale.

Un golpe seco resonó en medio del claro, junto con el sonido de la sangre al caer a borbotones.

Continuará...

Buenas señores!!!! Y también señoritas, aquí estoy otra vez, listo para el ruedo después de casi dos meses de hiatus (aunque creo que es un poco más). Disculpen cualquier error ortográfico y/o de dicción, el capítulo tenía tantos que seguramente se me pasaron varios 😅

Antes que nada, debo de disculparme por mi tardía publicación, he tenido una temporada bastante estresante y ocupada, y la verdad, el poquito tiempo que tenía libre o en el que podía descansar, prefería gastarlo en algo relajante en vez de escribir, no es que escribir no me relaje, pero es que también cansa, y bastante, estoy seguro que mis lectores escritores o que trabajen en una oficina redactando cosas, entenderán más o menos a lo que me refiero.

En fin, volviendo a la historia, como verán, algunas cosas se han empezado a salir de control, Nerei y Tytus han sufrido una terrible derrota, con la pérdida de Nerei, mientras que Persival y Gale se enfrentan en un duelo al muerte contra Hannibal Crow, que los atacó sin ningún un motivo aparente.

El caballero de los cuervos a demostrado ser alguien terriblemente fuerte y loco, mientras que ya se ha dicho con propiedad de qué raza pertenece Persival, siendo de una raza conocida como celestiales, o simplemente, estrellas, ya de a poco se verá cómo está información afectará la historia de nuestro sexi Persival.

En el próximo capítulo, veremos un poco al príncipe Kasius en el reino, algunos acontecimientos por aquí y por allá, y el desenlace de la batalla entre los protagonistas centrales de esta historia.

La próxima historia que publicaré, será 'Sexo, Vicio y Control' que ya ví que mucha gente la espera con ansias XD

Pueden comentar y valorar ambos relatos y/o escribirme al correo adeth.maldito@gmail.com, que siempre respondo.

Hasta luego chicos 😘