El Caballero de los Cuervos 7

—Joven amo, revisar el pasado de ese hombre es demasiado peligroso, incluso para un Order. Tener contacto con él, significa una posible y dolorosa muerte, pero interesarse en él... Significa algo peor que eso —advirtió suavemente—

El Caballero de los Cuervos 7

La plumas podridas del cuervo...

Cuando Gale volvió a abrir los ojos, se sintió cansado, cansado como nunca antes de sintió en sus dieciocho primavera. Cada músculo, cada hueso, cada hebra de cabello, si es que eso era posible, estaban totalmente con las fuerzas agotadas.

En algún momento de lo que le parecieron horas, sintió como pudo por fin levantar un brazo, pero apenas lo logró, toda fuerza que había reunido, se evaporó y su extremidad cayó inherte de nuevo.

Más no fue en vano, puesto que escuchó como si fuera un eco, el grito ahogado de una niña.

—¡Señor lancero, señor lancero! —escuchó la voz de la niña alejarse. Se le hacía vagamente familiar, pero no sabía de donde.

Luego de otra eternidad, una figura de cabellos blancos y armadura como un espejo, apareció frente a él. Gale no podía enfocar la vista.

—Señorito...

Entonces sintió que era levemente sentado y acobijado. Gale se sintió extrañamente seguro.

Esa presencia sí que se le hacía conocida, perturbadoramente conocida.

—Por favor, señorito, sé que está confundido, pero necesito que beba de esto. —sintió un cristal tocar sus labios y humedecerlos con un líquido—. Es una poción de reanimación, bébala y podrá recuperarse.

Gale estaba apunto de tratar de decir que no, cuando sus labios se abrieron y bebió la poción. No sabía por qué, pero su cuerpo confiaba plenamente en ese hombre.

El suave líquido de sabor cítrico, atravesó su garganta y llenó con frescura cada parte de su ser.

Gale Brimhal entonces se levantó por completo, muy mareado, comenzando a toser sin control.

—P-Persi, y-yo...

—Lo sé señorito, está muy cansado, pero debe de comer esto o va a enfermarse —señaló el lanceró, colocando frente a él un cuenco lleno de papilla y salsa.

Gale observó el cuenco unos segundos, para luego comenzar a comer desesperado. En su vida había tenido tanta hambre, se sentía famélico.

Una suave risa anciana sonó en la puerta. Gale se detuvo unos segundos, confundido todavía, ni siquiera se había dado cuenta que estaba dentro de una enorme tienda, acostado en una cama.

—El joven amo parece no tener problemas para comer eso —dijo un anciano que entró lentamente en el lugar—, eso es un buen augurio, significa que es alguien muy fuerte.

Gale solo pudo observar al anciano, mientras se chupaba los dedos llenos de salsa y papilla.

El anciano era alguien de aspecto por lo menos, curioso.

Era de piel pálida, muy, muy pálida y arrugada, con pecas producto de la vejez, por todo su rostro, medía un metro con cuarenta centímetros, era de cabellos de un rosa claro y ojos cerrados en su totalidad, con una suave sonrisa en sus delgados labios.

Vestía un camisa blanca suelta con un pantalón celeste qqñholgado, zapatillas de cuero marrón y una chaquetilla sin mangas de cuero negro, en general parecía un mendigo o un vagabundo.

Entonces, al final, él notó las orejas puntiagudas y levantadas. Gale tragó rápidamente para suspirar un:

—E-elfo...

El viejo soltó un cansada carcajada.

—Es él primero en darse cuenta de que soy un elfo, la mayoría de las personas piensan que soy un duende —comentó el anciano con una leve nota de sorpresa en su voz—, incluso tu amigo el de la lanza, me confundió con uno.

Persival suspiró algo avergonzado.

—En verdad lo siento, señor, juzgué sin percatarme de su naturaleza —indicó este.

—¿Cómo me reconociste? —preguntó en viejo elfo, sin prestarle atención a Persival.

Gale se detuvo unos segundos, tratando de recuperar fuerzas.

—B-bueno, en principio, sí se podría confundir con los duendes, excepto porque estos jamás envejecen ni parecen ancianos; en cambio, un elfo si puede envejecer, lo que ocasiona que se empequeñezcan, pero-

—Eso solo ocurre, si un elfo desea envejecer —completó el anciano con una sonrisa—, usted parece ser bastante inteligente, joven amo, más que los humanos en general.

—Pero... ¿cómo es que un elfo está en el continente central? —preguntó Gale, confundido.

—Habrá respuestas a sus preguntas si logra levantarse de esa cama e ir a la fogata. A los niños les gustarían saber sobre usted —indicó el anciano antes de salir.

Gale observó el lento andar del anciano, hasta que este salió.

—¿Crees poder levantarte? —preguntó Persival en ese momento, agarrándolo.

—¿Qué ocurre? No entiendo nada, ese señor...

—Sé lo mismo que usted, señorito —reconoció el guerrero en ese momento, algo avergonzado—. Estaba persiguiendo a los bandidos y terminando de eliminarlos, cuando vi un rayo ser disparado... Cuando volví a la caravana, ese anciano había salvado a la niña y cuidaba de usted.

Sólo entonces Gale fue realmente consciente, de las cosas que había ocurrido recientemente.

Ellos habían estados punto de llegar a Endora, cuando el cuervo Medianoche lo empujó a ir a la planicie del sur, solo para encontrar a una ánima de la toro, un chico llamado Lenhard, que reveló haber sido atacado por bandidos que se disponían a atacar su caravana.

Al llegar al lugar, solo encontraron muerte y destrucción... Y a la pequeña Ena estando a punto de morir a manos de un bandido.

Pero este no pudo matarla ya que un rayo lo ejecutó.

Y él se desmayó, sintiéndose terriblemente cansado.

Tan cansado como en ese momento.

—¿Gale? —dijo Persival, preocupado. Sólo entonces él notó que había pasado algo de tiempo en silencio.

—Lo siento... Estoy listo para salir —afirmó con una débil sonrisa.

Persival asintió... Para luego cargarlo entre sus brazos. La mejillas de Gale se sonrojaron levemente, aferrándose al cuerpo de su hombre.

Cuando salieron de la tienda, Gale se encontró con una fogata rodeada de troncos por asientos; un par de tiendas un poco más lejos y un caballo de que dormía plácidamente sobre una cama de eno.

En el círculo hecho por troncos, estaban sentados los dos niños, abrazados entre ellos, observando las brasas del fuego.

El anciano estaba prácticamente sobre la fogata en un alto banquillo, agitando velozmente su cucharón dentro de una enorme cacerola de estofado.

Cuando los niños notaron que Gale y Persival salieron, ambos se levantaron rápidamente de sus asientos. La pequeña Ena apoyando el difícil andar de Lenhard.

Su lancero colocó a Gale en un asiento y los niños se lanzaron en sobre él.

—Gracias, gracias —murmuraba el niño sin parar, Lenhard—, ¡Gracias por salvar a mi hermana Ena!

—¡Gracias por salvar a mi hermanito Lenhard! —chilló la niña entre lágrimas.

Él no dijo nada, no podía, así que simplemente acarició levemente cabezas.

Entonces se detuvo.

—Esperen... Yo no, yo no salvé a tu hermana —dijo confundido.

—Joven amo, claro que lo hizo —increpó el anciano, cocinando sin parar—. Se siente muy cansado, ¿no? Terriblemente cansado, eso es porque sufre la catarsis del maná, un efecto secundario de haber usado magia sin control, seguridad o enseñanza alguna. —Le señaló con el cucharón—. El joven amo usó su magia para proteger a la niña, y, sin el control necesario, el escudo devoró todo cuanto pudo de usted.

Si yo no hubiera matado al bandido, usted habría muerto por proteger a esa niña... Es la primera vez que veo magia ingobernable ser activada por tanto tiempo, incluso a costa de su vida —terminó el anciano antes de seguir cocinando.

Gale abrió y cerró la boca, sin saber qué decir al principio.

—¿Magia? ¿Yo tengo magia? —soltó en shock—, eso es imposible, jamás había tenido alguna clase de talento mágico... Ni siquiera tengo maná propio, solo lo que obtuve de la magia de Orden.

El anciano se frotó el mentón lentamente.

—Antes de hablar sobre ello, creo es mejor hablar primero sobre mí —indicó el anciano misteriosamente.

Sólo en ese momento, Gale sintió el familiar picor en sus ojos, que le permitió ver como volutas de humo morado envolvían el cuerpo del viejo.

—Soy Emyll, mi apellido, bueno, es tan largo e impornunciable que no vale decirlo, así que soy solamente Emyll. —Se encogió de hombros con una suave carcajada—. Y soy un viejo elfo maldecido y exiliado del continente sur —dijo sin una pizca de remodimiento.

Entonces Persival se paró como un rayo frente a Gale, con Lirio de Plata apareciendo en sus manos.

—¡Señorito, quédese en su lugar! —exclamó este, alerta.

Y Gale podía entender el por qué.

Los elfos eran una de las razas más poderosas en la escala de los seres; estando solo unas cuatro razas más abajo de los titanes, son seres en completa conexión con la naturaleza. La magia formaba parte de su día a día y eran terriblemente fuertes tanto físicamente, como mágicamente.

Era una raza noble, honesta y orgullosa, pura de corazón, ellos vivían en el continente helado del sur, bajo de la fría capa de hielo y desierto helado, había un enorme bosque que ocupaba todo el subterráneo del continente y ellos gobernaban como una sola nación... Dhemixtrilia.

Era muy extraño ver elfos fuera de su continente... Pero era común ver que fueran malditos.

El motivo era, que cuando rara vez un elfo cometía algún terrible y atroz acto, estos como castigo eran maldecido y exiliado.

Eso significaba que Emyll era un elfo... Y una persona terriblemente mala.

... Aún así, Gale no podía sentir ninguna clase de hostilidad por parte del pequeño elfo, incluso con toda esa aura tenebrosa, siniestra y maldita manando de él.

—Persi... No creo que quiera hacernos daño, déjalo hablar por favor —indicó levemente, abrazando a los niños que temblaban a su lado.

El lancero mantuvo su posición un tiempo... Hasta que se relajó.

—Disculpe la ofensa, fue un reflejo —murmuró contenido, volviendo a sentarse, sin desaparecer la lanza.

Emyll asintió un par de veces.

—No te disculpes, lancero, es normal querer proteger al joven amo. —Probó su estofado y echó algunas raíces—.Y no está equivocado. En mi tierra natal, hace hice milenios cosas muy malas, muy malas... —El anciano miró unos segundos el caldero, si es que tener los ojos cerrados significaba mirar—... Pero ahora solo estoy en esta forma, vagando por la tierra y viendo la vida seguir, aprendiendo de los humanos y haciendo cositas aquí y allá, nada malo, solo ayudar a otros, como hice con usted y ese bandido.

De repente apareció de golpe un sello mágico debajo de él y fue envuelto en chispas eléctricas... Sin usar ningún canto.

—No tengo ni una décima de mi antiguo poder, pero en mis tiempos era un erudito del rayo —comentó divertido—. Ah. Era un muchacho tan desastroso... Pero hice alguna cosas buenas, y eso fue estudiar y desvelar los misterios de la magia del rayo.

—No entiendo qué tiene de increíble eso —dijo Persival de pronto, cada vez más serio—, el señorito también es un erudito.

Sólo entonces Gale tosió sin control, avergonzado.

—Eh. Persival, yo no soy un erudito —le corrigió nervioso. El lancero lo observó unos segundos.

—... ¿Qué?, p-pero usted

—Yo solo sé muchas cosas, podría decirse que soy un sabio en construcción —explicó lentamente—; él en cambio es un erudito, una persona que dedicó toda su vida a estudiar una rama de la magia o la alquimia, y descubrío todos sus secretos y misterios. Están en completa comunión con la magia y por esto usa magia sin necesidad de conjuro alguno.

—E-entiendo —dijo Persival, algo sonrojado.

—Pero es impresionante ver tanto conocimiento agrupado en un humano tan joven —comentó el viejo Emyll, todavía asombrado—. Yo por mi parte duré unos quinientos años estudiando mi magia, antes de ser corrompido por el poder y volverme loco. —Se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa—. Si usted tuviera la inmortalidad de un elfo, sería realmente terrorífico, joven amo.

—¿Cómo puede saber cuánto conocimiento tiene el señorito Gale? —preguntó el lancero en ese momento, volviendo a levantarse—. Gale, no sé qué sucede con este señor, pero no creo que sea bueno seguir aquí —indicó.

—Oh. ¿Eso? Es debido a mis ojos perspicaces —respondió Emyll sin prestar atención a lo último que dijo Persival—. Los ojos de la verdad, te permiten ver aquello que está oculto, los remanentes de la magia y los conjuros en funcionamiento.

Los ojos perspicaces, permiten no solo que la magia me sea revelada, sino que la magia me muestra cómo funciona exactamente, a veces un poco más, a veces un poco menos... Son ojos que solo una fracción de personas en el mundo consigue tener y desarrollan cuando el conocimiento se mezcla con la magia en perfecta armonía.

Así es como tengo cierto nivel de conocimiento de ambos... Así es, sé qué son exactamente los dos, señor deidad. —Señaló a Persival—. Y señor amo de todo... Order —Señaló a Gale.

Gale solo pudo parpadear.

—Así es como salvó a la jovencita Ena. Creando un escudo de voluntad con su magia de Order —indicó el viejo al fin.

Como si las palabras del elfo llamaran algo dentro él, Gale sintió su cuerpo palpitar. Miró su mano, solo para ver la leve aura dorada que le cubría.

En todo el mundo, no existía nadie que naciera con un aura de maná de color dorado, el color de los dioses.

Esta solo la poseían los Orders.

Orden, era una magia que permitía controlar los súbditos, una magia para generar orden entre las masas.

Order, por el contrario, era una magia de clase indeterminada, que permite, no solo controlar a los súbditos, sino también imponer la voluntad sobre todas las cosas y todos los seres para manejarlos a su antojo, una magia que solo crece mientras más personas siguen voluntariamente a su usuario.

Entre las razas, esta poderosa magia era también conocida como la mano de los dioses que lo abraza todo.

Era la magia indeterminada superior... Y como tal, tenía sus límites también.

La magia Order solo la podían obtener los humanos, al ser la raza más débil entre todas las razas inteligentes; también, los humanos que poseían dicha magia, carecían de control sobre cualquier otra magia, debido a que no la necesitaban. ¿Para qué obtener el control de los elementos con magia, si eso era posible con la voluntad?

Estas personas también eran puras de intenciones y solo desarrollaban dicha magia, cuando comenzaban a ser seguidas por otros.

... Y también, estas personas con ese divino poder, solo nacían en terribles tiempos llenos de calamidad, para traer equilibrio y justicia al mundo.

Eso lo sabía muy bien Gale, después de todo, la historia de los cinco continentes estaba llena de impresionantes y heróicos humanos, de Orders, que habían logrado cambiar el rumbo de la historia en todos los continentes con sus poderes divinos, justo cuando el desastre avecinaba.

Es por eso que Gale no dijo nada por un rato, observando simplemente sus manos, todavía cubiertas con la suave aura dorada.

Deseando con todas sus fuerzas que desapareciera.

—Es imposible, yo no puedo ser un Order —dio entonces.

—¿Ah. No? —dijo Emyll ladeado la cabeza.

—¡Yo no puedo ser un Order! —exclamó alarmado.

—¿Y por qué cree eso? —preguntó el anciano, curioso.

—Es que... ¡Míreme! ¡Solo soy un simple noble que sabe muchas cosa para ser un humano promedio! —dijo desesperado—. No tengo habilidades con la espada o cualquier arma, no tengo fuerza en absoluto, ¡ni siquiera pude ejercer apropiadamente mi título!

El viejo elfo soltó una larga carcajada, como si supiera algo que Gale no entendía.

—Mmm... Puede que no lo sepa, pero antes de que esas historias de los Orders corrieran, ellos no eran celestiales guerreros entrenados por el mismísimo Dios Cryoge en los altares celestiales para combatir las desgracias, eran personas normales con vidas normales. Eran agricultores, maestros, curanderos, incluso ladrones y estafadores.

Puede que no se dé cuenta, joven amo, pero los dioses fueron quienes lo crearon y son los que han conducido su vida hasta el príncipio de este camino, si alguien sabe cuáles son sus verdaderas capacidad, son ellos; si usted reniega de sus habilidades, es como renegar de ellos. Y los dioses no son estúpidos, joven amo.

Gale volvió a ver sus manos, observando que el aura dorada por fin desaparecía.

—Bueno, si usted no cree, debe haber personas a su alrededor que sí creen —prosiguió el elfo.

Sólo entonces Gale observó a Persival, que se mantuvo cabizbajo hasta ese momento.

—¿Persival?

—Puede que sea un elfo exiliado, pero no hay mentira en sus palabras. Si alguien puede ser un Order, es usted, señorito. —El lancero lo observó fijamente—. Tiene todo el potencial para volverse un Order, puede que no lo vea, pero yo sí, de eso no tengo duda; un Order no necesita solo un gran poder, también necesita inteligencia, sabiduría y carisma, y esa son cosas que le sobran a usted.

Antes de que Gale dijera algo, Ena se acurrucó un poco más en su costado y carraspeó.

Los tres pares de ojos observaron a la pequeña niña de ojos azules y cabellos negros con manchas blancas, y al chico moreno con piel manchada con cabello castaño, cuernos y ojos de color gris uno, y azul otro, que se recostaba del otro lado de Gale sosteniéndose el pecho, todavía adolorido por su herida.

—D-disculpen —dijo la pequeña niña, tímidamente—, nosotros no entendemos mucho de qué hablan, p-pero mi hermanio y yo queremos decir algo. —La niña respiró profundamente—. Desde pequeños se nos enseñó que, los humanos no eran de confiar, que son engañosos y que nos usan como juguetes para luego ser desechados, burlándose de nuestra apariencia, creyéndose superiores.

P-por eso nos cuesta creer que usted, señor Gale, haya ayudado a mi hermano, cuando nadie más le ayudó, lo curara sin pedir nada a cambio y se arriesgara a venir a nuestra caravana sin saber pelear. Gracias a usted, mi hermano y yo estamos a salvo.

—Sé que las ánimas no debemos de confiar en humanos... Pero mis instintos me hacen sentir segura cerca de usted. —Ella le abrazó con fuerza, temblando levemente —. N-nuestros padres murieron, nuestro amigos y familiares fueron arrasado; nosotros no tenemos nada más que volver a nuestro clan como refugiados, ya no tenemos nada, pero, pero... —dijo Ena titubeando al final.

—Queremos ir con ustedes —dijo Lenhard, mirando con convicción a Gale—, no importa a donde vayan, no importa lo que quieran hacer. Nuestras vidas fueron salvadas por usted, señor Gale. Le pertenecemos.

Él los miró sin palabras.

—P-pero niños, ustedes...

—Iremos, incluso si no quieren, o si tratan de deshacerse de nosotros —agregó el chico.

Persival se cruzó de brazos y los miró fijamente.

—No estámos en posición de llevar niños. El reino de Primura nos persigue, las mismísimas espadas del rey Kasio nos persiguen. Llevarlos con nosotros solo será un estorbo —indicó fríamente.

—¡Entonces seré un guerrero! —exclamó Lenhard levantándose, aún cuando casi se cayó de no ser porque Ena le ayudó—. ¡Quiero ser un guerrero, como tú!

—Y-y yo ayudaré como pueda —agregó suavemente Ena.

Persival suspiró.

—Tener un guerrero ánima-toro en la cima de la forma humana, sería ciertamente de ayuda... De no ser porque solo tienes, ¿qué?, ¿apenas catorce estaciones? —Arqueó una ceja—. Lo admito, tienes el espíritu de un buen guerrero, pero como uno, te digo que no estás calificado para venir, serán un estorbo y estarán en peligro de muerte, niño; entiende, ustedes no-

—¡No nos importa! Somos conscientes del peligro, pero Ena y yo-

De pronto el viejo elfo aplaudió.

Y tronó como un trueno.

Gale se encogió en su asiento, sintiendo sus oídos pitar. El viejo Emyll le regaló una suave sonrisa, mientras se acariciaba la barbilla.

—Mire esto, joven amo; estos niños realmente desean ir con usted, al punto de discutir con alguien que es prácticamente una fuerza de la naturaleza. Si esto no es una prueba de su habilidad, no sé que lo sería —dijo Emyll, encogiéndose de hombros, para luego ver a los niños.

—Ena, Lenhard, El Destello Blanco tiene razón; no sé con exactitud qué clase de situación tienen, pero no es buena idea que dos niños indefensos vayan directo al peligro —indicó paternalmente, volviendo a agitar el caldero—. Sí quieren realmente seguirlos, deberían poder cuidarse solos, cosa que no pueden, así que la otra opción es tener a alguien confiable que los cuide... Es por eso que yo también iré, joven amo Gale —terminó el elfo.

Automáticamente el lancero se levantó.

—¡No, tú no irás con nosotros! —negó rotundamente—. Si esos niños no pueden ir, un elfo corrupto y exiliado, menos.

—¿Estás seguro de eso? —comentó el viejo jovialmente, sin tomarlo en serio—. El joven amo es un Order en potencia, pero solo es eso, esta en una forma muy débil todavía, necesita asesoramiento y entrenamiento mágico. Podré ser un erudito del rayo, y no tengo ni la décima parte de mi antiguo poder, pero tengo conocimientos milenarios, y conocí a un par de Orders en el pasado, hasta peleé con uno en mis años de mozo loco y fui cruelmente derrotado. Ja, ja, ja... —Se rió divertido, antes de ponerse algo serio—... Si tu amo es descubierto por quienes no deben de hacerlo, y es asesinado, o peor, subyugado y controlado, las cosas serán muy malas para todos.

Necesitan mucha ayuda, toda la que puedan obtener, joven lancero, toda la que puedan conseguir, y no estás en condiciones de negarte.

Persival cerró la boca con fuerza y desvió la mirada.

Gale podía entender lo que sentía su guerrero; Emyll no había dicho nada más que la cruel verdad.

Buscar a Hannibal Crow, no garantizaba que fuera su solución para todos los males. Ellos necesitaban toda la ayuda que pudieran conseguir.

—¿Cómo puedo confiar en tus palabras? ¿Cómo sé que no me traicionarás al final? —inquirió lentamente—. Acabas de decir que un Order te venció en el pasado, eso debería de generarte alguna clase de rencor hacia los de mi clase.

Emyll por su parte negó completamente con la cabeza.

—No mentiré, joven amo, tengo mis propios motivos e intereses, pero no son nada que pueda perjudicarlo —indicó el elfo, mirando la olla de comida—... Si no me cree, podemos hacer un contrato mágico o un acto de devoción si lo desea... Aunque dudo que quiera hacer con estos viejos huesos. —Se carcajeó libremente el anciano. Gale le miró algo sorprendido.

—¿Está dispuesto a hacer tal cosa por mí? No lo entiendo —dijo confundido.

—Y no necesita hacerlo, joven amo, por lo menos no todavía —señaló el viejo, antes de que se apagara un poco su sonrisa—. Jamás podré volver a mi tierra y jamás podré quitarme esta maldición; pronto moriré cargando con el peso de mis pecados, así que, antes de eso ocurra, me gustaría dar mi último aliento por algo que valga la pena.

Emyll no mostró nada en su misterioso y sonriente rostro, pero Gale notó claramente estás últimas palabras como una súplica.

Fue cuando entendió que el viejo elfo era alguien realmente bueno.

En ese momento observó a Persival, que chasqueó la lengua al notar su mirada.

—Ni siquiera lo digas —le advirtió su hombre, arrancándole una sonrisa. El lancero suspiró para volver a sentarse—. Bien, si el señorito lo desea así, vendrán los tres.

En ese momento la pequeña Ena brincó de alegría y abrazó a Lenhard, que gruñó de dolor. Emyll volvió a aplaudir suavemente, esta vez sin intentar volarle los oídos a alguien.

—Perfecto, y para celebrarlo, tomaremos este estofado medicinal que preparé, que los sanará repondrá por completo —comentó Emyll, comenzando a servir.

Gale solo sonrió algo divertido al ver cómo Persival se acercaba a los niños y comenzaba a hablar con ellos, seguramente hablándoles sobre algo de guerreros o sobre los bandidos. Ena y Lenhard no titubearon en hablar con él.

Su pequeña familia de dos, había crecido.

Y sintió como algo pequeño y cálido dentro de él, pareció crecer un poco más. No tuvo que pensar mucho sobre eso.

La magia de Order tenía algo en común con su versión diluida, Orden, y es que mientras más seguidores y compañeros tuviera el Order, más se fortalecía y crecía está magia.

Esta sensación de calor en su interior se lo dejó bien claro esta vez: Él ya no era Gale Brimhal, el humanos exiliado de su destino como señor.

Él era Gale Brimhal, el Order.

—Una cosa más, joven amo —dijo Emyll cuando se acercó a él con un tazón, despertándolo de sus pensamientos—, ¿cuáles son sus planes a futuro?

—Ah. Vamos a Armus, el bosque petrificado, a buscar al caballero de los cuervos, Hannibal Crow.

A Emyll se le cayó la taza al suelo en ese momento, botando el estofado. Gale observó el desastre antes de mirar al elfo.

Emyll tenía el rostro lleno de horror, para luego suspirar y recuperar el control, tomando el tazón del suelo.

—Podría contarme los detalles sobre ese descabellado plan —pidió lentamente.

Él le explicó brevemente los detalles de su situación, mientras el elfo le volvía a servir.

Entonces se sentó junto a Gale y le tomó de la mano.

—... Joven amo, entiendo la situación y respeto su decisión —dijo Emyll, dándole suaves palmaditas en el dorso de su mano—, pero quiero que considere sabiamente esa misión que se ha propuesto. Hannibal Crow no es alguien a quién se le pueda llegar así como así, es una bestia con forma humana que se alimenta de la miseria y el dolor de otros... Al cuervo rojo no le satisface nada y no le llena nada —explicó.

Gale se quedó sin respiración unos segundos.

—Usted sabe sobre él... No, usted le conoce, ¿no es así? —dijo algo inquieto, deseando saber más.

Emyll tardó unos segundos en asentir lentamente.

—Sé algo sobre ese sujeto; me lo encontré unas cuantas veces en mis días de juventud; lo vi cuando ese hombre solo era un recién llegado al horizonte humano; poco antes de que yo fuera maldecido por mis pecados, y una vez en mis viajes por el continente del oeste.

—¿Qué sabe sobre él? —preguntó rápidamente. Aunque Emyll tenía los ojos cerrados, Gale sintió que se le quedó mirando fijamente.

—Joven amo, revisar el pasado de ese hombre es demasiado peligroso, incluso para un Order. Tener contacto con él, significa una posible y dolorosa muerte, pero interesarse en él... Significa algo peor que eso —advirtió suavemente—. Debe de estar firmemente preparado para lo que verá y oirá en el bosque de Armus, joven amo Gale, porque podría ser lo último que hará, no solo usted, sino todos nosotros.

____°____

En el balcón de una elegante casa de tres pisos, él observó cómo se movían las cosas a su alrededor.

Conquistar ese reino había sido realmente fácil, después de todo, nada se escapaba de su poder y gloria, nada se alejaría de su voluntad y dominio.

Mientras tomaba un suave y perfumado vino, observó cómo los prisioneros de guerra pasaban a ser ejecutados, y, en caso de parecer de utilidad, entonces eran manipulados y alterados con magia para que le juraran lealtad y así agrandar su poderío.

Observó a las masas, a los campesinos, trabajar y funcionar como un reloj, o de lo contrario serían ejecutados sin siquiera dudarlo. Ser usados y explotado hasta que su vida útil se acabara, siendo abusados totalmente y sin tener el mínimo control sobre sus vidas.

Los nobles de ese reino habían sido empalados y puestos frente a todas las plazas, para que vieran lo que les ocurriría a aquellos que estuvieran en su contra.

También, como hizo con los otros reinos, uso su incomparable poder, para someter el terreno y considerarlo suyo, eso también aumentaba su magia y fuerza.

Él se sentía satisfecho con ese nuevo infierno que había creado; faltaban algunos reinos todavía, pero pronto los obtendría.

Y con ellos en su mano, comenzaría a expandirse a los demás continentes.

Luego, cuando el horizonte humano fuera suyo, iría por los demás horizontes de las deidades, conquistando uno a uno, escalando entre las relaciones de poder de las deidades.

Cuando toda la creación fuera suya, esclavisaría a los Dioses mismos.

Y entonces todo sería suyo, todo lo que por derecho le debía de pertenecer.

Sólo era cuestión de tiempo, tenía la fuerza, el poder y al guerrero necesario para ello.

Así que no le importaba tardar unas cien o doscientas primaveras para hacerlo.

Porque todo era por y para él, todo debía ser entera y completamente el reflejo de su magnificen-

Él se detuvo el tren de sus pensamientos en ese momento, incluso detuvo la copa de vino que rozó su boca.

Se levantó y estiró su mano al firmamento de esa ciudad.

Un rayo oscuro como la nada y de lustre brillante, salió de su mano y cubrió el cielo de la ciudad, cubriéndolo todo en una noche en el día, una noche sin estrellas o nubes.

Todas las personas se detuvieron en sus quehaceres, observando aterradas el poder del emperador y rezando a los Dioses por protección.

Pronto la luz del ciudad y todo a su alrededor, se apagó. Los aldeanos tuvieron que prender antorchas en medio de la casi absoluta oscuridad.

A él no le importó de eso, él solo observó el cielo sin parpadear.

De pronto, entre toda la negrura, apareció una diminuta y casi inapreciable chispa dorada, que refulgió tenuemente entre toda la oscuridad.

Él la observó unos segundos.

—Reynolds —dijo suavemente.

En la entrada del balcón apareció un apuesto hombre de mediana edad, de largo cabello dorado y ojos de azul hielo, vestido con un elegante traje blanco y oro, con una corta capa azul cielo decorándolo.

—¿Sí su majestad?

—Dile a Gravius, que le comunique a nuestros siervos en Primura, que un Order ha despertado cerca de ese reino. Deben de eliminarlo antes de que desarrolle su magia.

—Entendido, mi señor Smart. —El hombre hizo un reverencia y se esfumó en el aire.

El cielo volvió a su azul natural y él se sentó a beber vino de nuevo, como si nada hubiera pasado.

Para él, un Order recién despertado no era un problema; ellos eran débiles, frágiles y fáciles de matar, solo debía de encargarse de sus seguidores y lo demás sería pan comido.

Lo sabía porque este no era el primer Order ni definitivamente el último recién despertado con el que acabaría.