El Caballero de los Cuervos 4.4

Un adiós y una fractura... La duda y la lealtad, colisionan... Y pequeño y un gigante... Un amor que lo separa algo más fuerte que cualquier cosa conocida por el hombre...

En aquella noche, Kasius no podía conciliar el sueño; por más que intentó dormir, simplemente el sueño se le escapaba de los dedos, incluso había creado un contrato para dormirse... Pero apenas lo hizo, este se rompió. Así que estuvo tendido en su cama, totalmente desnudo, observando el techo de su habitación.

No podía dejar de pensar sobre las cosas que le había dicho Amir el día anterior, ni podía dejar de recordar lo dolido, herido, frustrado y agotado que se veía su hombre, cuando le soltó la noticia de su boda.

Ni mucho menos dejar de escuchar el grito de absoluta agonía que escuchó provenir del jardín cuando salió de este.

"Amir..." Pensó cansado por enésima vez esa noche, sintiendo que debía de hacer algo, pero sin saber el qué.

Él estaba atado de manos... No podía hacer nada para cambiar la situación, ni encontrar alguna forma en que ellos tuviera un hermoso final feliz. No la había.

Simplemente, no la había.

Lo irónico, era que Kasius no podía imaginar como sería su vida de casado con la princesa de Norr... Pero podía imaginar, paso a paso, casi milimétricamente, su vida junto a Amir, hasta el punto de casi ver el cómo ambos, ya muy ancianos, se tomaban de la mano para dar el último respiro que los guiaría hacia el grandioso Dios Mados, quien los juzgaría y los llevaría al altar de los Dioses, donde ambos vivirían juntos felizmente por siempre.

Pero solo era eso, imaginación, nada concreto o posible.

—Definitivamente, el destino es una total y absoluta mierda —espetó molesto, dejando caer todas sus máscaras por uno momento, incluso la máscara de príncipe.

De pronto sonó el chasquido de una lengua en la habitación. Kasius se levantó de golpe para tomar la daga debajo de su almoha-

Una mano el doble de grande que la suya, le detuvo. Automáticamente se dió cuenta de que era la mano de Amir.

—Vamos príncipe, no blasfeme en contra del destino o el Dios Peral lo castigará —le advirtió el músculosos comandante con un somnolienta sonrisa.

Kasius pasó de la alarma a la confusión, a la velocidad de la luz.

—¡A-Amir, p-pero tú...!

El mulato hombre le puso un dedo en la boca para callarlo.

—No quiero pelear o algo por el estilo contigo... Sólo quiero pasar otra noche con el hombre que amo antes de partir —indicó con una enorme sonrisa.

Así Kasius pasó de la confusión a la ira, en un parpadeo.

—¡No estoy satisfecho con eso!; ¡pudiste haberme dicho que vendrías! ¡No estoy preparado para-!

—Pero yo sí lo estoy.

Kasius ahora sí que se calló, sorprendido.

Podía contar con los dedos de una mano, las veces que Amir se había dejado poseer y le sobrarían dígitos. Las entrañas de su hombre eran muy sensibles y le dolía demasiado cada vez que lo hacían, aunque no es que él fuera muy adepto a penetrar, de todos.

A Kasius lo que le encantaba, era sentir a su hombre en lo más profundo de su interior, siendo poseído salvajemente por este.

Pero aún así... Hacía un año más o menos, desde la última vez que había poseído a Amir.

—... ¿Estás seguro?

—Voy a perseguir a Persival, Kasius, es muy probable que anticipe nuestra táctica y que vaya tras de mí primero antes de que las espadas puedan actuar —susurró Amir lentamente, cabizbajo—... Y si lo logra, seguramente moriré.

—¡¿Entonces por qué vas?! —exclamó él sin poder entenderlo.

—Porque hay más probabilidades de atraparlo vivo o de dejarlo escapar si voy con ellos —explicó simplemente—. Debo de saber qué es lo que ocurre. Ir con las espadas me dejará ver si alguna es una traidora.

La respiración de Kasius tembló con ello.

—Amir, no puedes ir, ¡es muy peligroso! Te prohibo que-

El comandante se levantó de golpe. En medio de la penumbra de su habitación, él notó la mirada furibunda de Amir.

De pronto todo se envolvió en una capa gris lustrosos, y Kasius supo, que el hechizo silenciae estaba activo.

Eso significaba una cosa: Amir estaba muy, muy molesto.

—¡¿Tú puedes ir y casarte en tu estúpido deber de príncipe en contra de mí voluntad y yo no puedo hacer mi trabajo como comandante porque tú no quieres?! —exclamó fúrico para luego señalarlo—. ¡Así como yo no tengo derecho a decirte que no puedes casarte!, ¡tú no tienes ningún derecho a reclamarme sobre cómo cumplo con mi deber!

Te has inflado tanto con tus aires de príncipe, que solo piensas en tus egoístas deseos, y, aunque lo creas o no, ¡yo también tengo voz y voto en esta mierda de lo que sea que tenemos!, ¡así que no vengas con tu tema de príncipe a tratar de detenerme!

Kasius se congeló ante las palabras de Amir. Él tenía toda la razón, estaba siendo injusto al ejercer su título en medio de la relación.

Amir lo observó unos segundos para luego gruñir y marcharse. Kasius lo siguió.

—¡E-espera, Amir! —exclamó saliendo de su cama.

El comandante se detuvo en medio de la habitación, sin observarlo.

—En verdad lo siento Amir, fui un tonto por decir todas esas cosa sin pensar en ti —se disculpó Kasius, inclinándose profundamente—. Por favor, perdóname por esto y déjame recompensar-

—No quiero, seguir escuchándote —gruñó Amir.

El príncipe se congeló en ese momento.

—No quiero escucharte decir ni una palabra más —advirtió Amir antes de volverse a él.

El comandante tenía el rostro bañado en lágrimas.

Kasius solo pudo contemplar, frío, el rostro en agonía de su amado.

—¿No vez lo que nos haces?; ¿lo dañino que es este juego tuyo? —susurró el comandante con la voz rota—. Cada vez veo menos al amor de mi vida y más al príncipe de Primura, Kasius Primura... Y por si no te acuerdas, yo detesto al príncipe de Primura.

—A-A... Mir...

Kasius se calló, notando que su voz estaba demasiada afectada como para decir algo coherente. Amir se limpió el rostro de sus lágrimas, aunque igualmente siguió llorando.

—Quiero volver a ver a ese chico que le tenía miedo a las palomas y que amaba el azul del cielo, quiero volver a ver al chico que era pésimo bailarín pero que aún así lo intentaba contodas sus fuerzas... Quiero volver a ver a aquel chico que amaba los bombones de chocolate más que nada... Añoro volver a ver a ese hombre que solo podía pensar en cómo pasar más tiempo conmigo, amándonos.

Y si tú piensas en sacrificar esa hermosa y especial parte de ti por el bien del reino, pues entonces yo me encargaré de salvarla... Así tenga que destruirlo todo a nuestro al rededor, incluyéndome, y rearmarlo desde las cenizas.

Así me cueste el estar a tú lado, voy a rescatar esa parte de ti que tanto amo y que simplemente no puedo dejar morir sin hacer nada al respecto.

Kasius solo pudo parpadear en shock, internalizando lo que esas palabras significaban.

—Amir, tú...

—Adiós príncipe, fue un placer trabajar con usted.

—¡Espera, Amir...!

Pero las palabras de Kasius murieron, al ver cómo su hombre se ponía el pendiente que usaba para llegar a su habitación mediante un hechizo de teletransportación, y desapareció.

Para siempre.

Kasius observó la nada por tanto tiempo, que ni cuenta se dió del momento en que sus piernas fallaron y cayó sentado en la alfombra, ni cuando comenzó a llorar, ni cuando comenzó gritar y maldecir, ni cuando usó magia hacer explotar la cama.

Ni siquiera notó que los sirvientes lo observaban sorprendidos y atemorizado desde la puerta de su habitación, no hasta que fue consciente de que todavía seguía desnudo.

—Quiero estar solo. Yo limpio el desastre —espetó seco.

Los sirvientes, sorprendidos al nunca ver este lado del amable príncipe, salieron rápidamente y cerraron la puerta, incluso la sellaron con un hechizo básico, para mayor discreción del príncipe.

Kasius solo pudo llorar en el piso, lleno de culpa; sintiendo que todo se marchitaba en su interior por cada paso que Amir daba lejos de él.

Lejos, para nunca más volver.

______°______

En medio de esa intensa noche, una diminuta figura se paseaba sin cesar entre su alcoba.

—No, no. Esto no puede ser verdad. Persival, no puede habernos traicionado; ¡es mentira! —exclamaba sin cesar el pequeño joven, Nerei.

Desde que había escuchado esa absurda cosa; de que Persival y Gale Brimhal, estaban huyendo por traición a la corona, debido a un frustrado intento de invasión por parte del imperio Smart. Nerei supo que no podía ser así.

Persival no era un traidor. Punto.

... Pero aún así, Persival estaba huyendo. Esa era una verdad irrefutable; más sin embargo, Nerei Nimph creía totalmente que era por la confusión del momento. Su amigo era inocente, tenía que ser inocente.

El lancero era alguien muy correcto y de fuertes princioios como para ser un corrupto. Era un ídolo para él, aunque no lo admitiera en voz alta.

Para Nerei, cuando se enteró que la anterior segunda espada; el estoque del sol, Alfred Batenhime, se había retirado al estar en una avanzada edad; vió la oportunidad de coronarse como la nueva espada y estar a la altura de los grandes. Estar a la altura de "Él", aunque tenía apenas casi catorce años.

Así que cuando inició el torneo primaveral, Nerei lo dió todo con sus puños y así llegó sin mucho esfuerzo a la final de la clasificatoria.

El poseía la imvulnerabilidad del agua y la magia de sus madres. Las extintas ninfas del lago Angorius, las Nayades; así que nada ni nadie, podría evitar que llegara a la cima.

Pero entonces, frente a él, apareció un simple lancero, cuya única habilidad era una absurda cantidad de maná y una lanza que no se rompía ni se mellaba.

A Nerei eso no le importó, él había enfrentado a magos, brujos y hechiceros; había enfrentado a criaturas que solo aparecían en las peores pesadillas y las había vencido con sus puños; había luchado contra maldiciones absurdas y contra hombres que poseían innumerables bendiciones, tantas que hasta los Dioses se asquearían de lo injusto que era, y aún así había vencido.

Pero Persival, desde el principio, no lo miró con el desdén que tuvieron otros, ni le habló con sarcasmo, ni lo trató como a un niño.

No, Persival siempre lo vió como un igual.

—Tú eres fuerte, hijo del lago Angorius, pero si te enfrentas a mí, no tendré clemencia... Y perderás por ello —advirtió el lancero suavemente y con un frío semblante, apuntándolo con su impecable lanza, Lirio de Plata.

Nerei, malinterpretándo sus palabras, creyó que el lancero se estaba burlando de él, así que hizo lo de siempre. Se lanzó al ataque con toda sus fuerzas, totalmente lleno de irá.

Y perdió, fue aplastado totalmente por Persival.

En un principio, Nerei solo pudo sentir odio hacia Persival, y no pudo evitar abuchearle cuando este se enfrentó a las demás espadas.

Pero entonces vio como bloqueó sin problema alguno a Morya y sus cadenas.

Y como tuvo una batalla de velocidades sin precedentes con Chased, hasta que el lancero venció debido a que agotó al asesino.

Y luego lo vió lanzar puntazos con su lanza a velocidad luz, masacrando así a las criaturas mágicas de la bruja de Troya.

Y cuando por fin llegó a la "Él", a la primera espada, observó incrédulo como no le tembló el pulso ante Tytus y, así como si nada, declaró formalmente su derrota sin problema alguno, antes de siquiera empezar la batalla.

Nerei ahora no solo sentía odio por Persival, también sentía curiosidad. Cuando le preguntó al respecto, el lancero solo se encogió de hombros; y, con su rostro siempre serio y estricto, proclamó lentamente:

—Las mejores batallas, son las que se luchan sin luchar, las que se saben perder. —Levantó el dedo índice y señaló a Nerei—. Aunque nosotros como guerreros; como caballeros, pese que siempre debemos de aspirar a lo más alto, también, siempre debemos de tener claro cuál es nuestro puesto y mantener el respeto a nuestros superiores.

Las firmes e indudables palabras de Persival, se tallaron profundamente en la mente y el corazón de Nerei... Más aún cuando el lancero se negó a ser una espada, ya que su devoción y posición estaría siempre al lado de Román Brimhal, su amo y señor absoluto.

Persival siemplemente había entrado al torneo, para calificar su poder en ese momento.

Nerei realmente no entendía en lo absoluto la filosofía y el estilo de vida de Persival... Pero quería hacerlo.

Así que cuando por defecto le dieron el puesto de quinta espada y el rey Kasio le dijo que le indicara su deseo, Nerei ni lo dudo...

—Deseo poder enfrentarme al lancero, Persival Bladesky, a cualquier hora, en cualquier día y lugar, sin ninguna repercusión negativa sobre nosotros.

El rey advirtió que solo le cumpliría el deseos, si Persival aceptaba también.

El lancero aceptó sin mucho entusiasmo.

Y así, desde que Nerei se volvió la quinta espada, había emboscado a Persival todas las veces que había querido, en toda clase de situaciones... Incluso lo había atacado mientras dormía o se bañaba, o hasta cuándo iba a hacer sus necesidades en la letrina.

Nerei llevaba más de quinientas emboscadas y no le ganó ni una sola vez, de hecho, ni siquiera lo rozó en ninguna.

Y en más de una ocasión, siempre terminaba amarrado luego de sus intentos frustrado; con Persival muy molesto, indicándole estrictamente cada uno de los errores que había cometido en su ataque y lo que debía de mejorar.

La relación que tenían era lo más cercano a una amistad que Nerei, había tenido en toda su vida.

Por eso... Él no podía aceptar que Persival siempre hubiera sido malo, su mejor amigo nunca le había mentido... La amistad que tenían no podía ser una farsa.

Así que esa noche Nerei se levantó y se preparó para buscarlo antes de que los demás salieran a cazarlo.

Cuando Troya les indicó que Persival era un traidor, él no lo creyó, incluso cuando les enseñó las imágenes de Persival dañando a todos con esa luz.

Eso era mentira.

Ni cuando el rey verificó las palabras de Troya y mostró las cartas de Román Brimhal, mostrándolo como traidor.

Eso también era mentira.

Incluso si significaba su fin, Nerei solo creería que Persival era un traidor, si este se lo decía en su cara, solo así él admitiría la realidad... Aunque significara su muerte.

Él sabía que era más débil que lancero, pero si en verdad Persival resultaba ser un traidor...

Entonces Nerei lo acabaría.

Con eso en mente, el joven de quince años, casi dieciséis, se preparó para su partida.

Colocándose su armadura de batalla, que consistía en un peto de cuero marrón con un armazón de acero azulado, sin hombreras; un cinturón con placas de metal azulado que protegían sus costados, con manoplas de hierro negro enfundadas y atadas al cinto; rodilleras de acero azulado y cuero marrón y botas de acero. Vistiendo una camisa azul oscuro y pantalones cuero.

Así mismo, Nerei trenzó su largo cabello otoñal, colocandole una aguja envenenada en el nudo del cuero, camuflageándola con su pelo.

Por último, se colocó los exquisitos guantes que heredó de sus madres; llamados, Profundidad de Angorius. Guantes de hechos con un metal que no provenía del horizonte mortal, sino que fue creado en por las ninfas en un horizonte aparte que existía en el fondo del lago. Un tesoro hecho absolutamente para él, al punto de que los guantes tenían la particular de crecer junto él y ajustarse a su figura.

Eran de un suave verde claro con detalles dorados en el dorso de la mano, donde tenían una suave y mágica piedra azul marino; y, desde la muñeca hasta los codos, los guantes mostraban la filigrana de dibujos de olas furiosas y el movimiento del agua.

Cuando el luchador estuvo listo, se dirigió a la puerta.

Solo para encontrarse detrás de esta, a una gigantesca armadura dorada. Nerei la observó, sorprendido.

—T-Tytus, bu-buenas noches. Eh. ¿Cómo estás? ¿Que te trae a mi alcoba? —preguntó nervioso el chico con el rostro rojo. Terminó soltando una risa nerviosa.

El gigante no respondió, solo lo observó en silencio con sus brillastes orbes de dorado oscuro.

Nerei se rió un poco más, esperando algo.

Pero solo pudo ver como un círculo de magia color tierra apareció debajo del gigante, volviendo sus tres metros de altura, en dos, encogiéndolo así para pasar a su habitación.

Esta vez, sus lentos pasos no generaron un temblor que movía todo el castillo. De hecho, Nerei ni lo había sentido llegar.

Esa manipulación de la presencia tan perfecta y brusca a la vez, era solo la punta de lo que volvía, a Tytus Rokai, tan temible.

El no titán volvió a su tamaño real cuando entró a la habitación. Nerei tembló ante su fija y brillante mirada.

—Ne... Rei, no ir... A bus... Car... A Per... Sival... So... Lo... Pe-li-gro-so —indicó el gigante muy, muy suavemente, aunque todo en la habitación vibró por ello.

Antes de que Nerei fue a hablar, notó cómo el cuarto fue cubierto con el hechizo silenciae. El luchador suspiró.

—Tytus, lo siento, ¿vale? Sé que no debería de hacer esto, pero tengo que ver a Persival, tengo que saber si todo lo que dicen de él es verdad —dijo Nerei, sentándose en el suelo. Tenía el rostro compungido—. Debo de sabe la verdad, y solo la sabré si voy a verlo... Lamento si te he decepcionado.

El gigante lo observó unos minutos.

—Trai... Ción... Muy po... Sible —advirtió lentamente Tytus—, pero... Yo tam... Bien... Creo... En... Per... Sival. Ten... Cui... Dado.

Nerei observó al gigante a los ojos. Esos ojos dorados que aterrorizanban a la gran mayoría, pero que a él solo le provocaban atracción.

Después de todo, fue Tytus quién lo había salvado de su destrucción.

______°______

Había una vez, un niño bastardo de una familia noble; el nombre de dicha familia poco importaba, lo importante era, que el niño era un bastardo.

Él había nacido de la infidelidad de la esposa de uno de lo señores de las ciudades que componían la esquina exterior del reino de Primura.

Aunque era muy hermoso y también, muy dotado y con fuertes habilidades mágicas... Él no se parecía en nada a su "padre". Por lo que el señor lo aborrecía al ser la consumación de la infidelidad de su esposa, quién murió al poco en "misteriosas" condiciones.

El hombre decidió que ese niño también debía de morir, así que le pidió a uno de sus más cercanos seguidores, que soltará al inocente bebé en el lago Angorius; un lago ubicado en el norte de Primura, justo entre Zorr y la capital de ese momento, Norr.

El lago era conocido como una mágica fuente de los deseos; donde las ninfas, las Nayades que vivían en el, otorgaban bendiciones y buenos augurios que provenían directamente de los Dioses y favorecían a quién miraran con buenos ojos.

El señor había decidido, que si el niño debía de morir o no, eso sería decidido por las ninfas de agua.

Así fue que el niño fue llevado y lanzado, al lago en medio de la noche... Para nunca más ser visto.

O eso fue lo que creyeron en el momento.

La realidad era que las ninfas de agua, no solo habían salvado al niño, sino que también lo habían refugiado y criado en el fondo del lago, donde él horizonte mortal era conectado con el horizonte del que provenían las ninfas.

Las ninfas, en la escalas de las criaturas, eran clasificadas como deidades. Seres con un poder supremo en su horizonte, pero que se veían terriblemente mermados al llegar al horizonte mortal.

Así que, aunque ciertamente eran muchísimo más poderosas que los titanes; una vez que pasaban al lado de los mortales, a Primura, se volvían en débiles seres que solo podían bendecir, servir como puente a los Dioses, y a lo mucho, jugar con un poco de agua.

Pero esas limitaciones, no impidieron que las ninfas llevaran a niño a su horizonte, donde lo bendijeron con los favores del agua y lo criaron y enseñaron, todos sus misterios.

El destino en el horizonte de las ninfas, no fluída de la misma forma que en el horizonte mortal; así que, lo que fueron solo cinco años para el pequeño niño al que ellas nombraron Nerei Nimph, fueron más de cuarenta años en Primura.

Pero pronto, todo cambiaría.

La guerra llegó a Primura, tratando de eliminar al yugo con el que azotaba, la familia real, al reino.

El lago Angorius en esa época fue una zona de paz, un campo neutro, debido a que manchar sus aguas con sangre, equivaldría a una seria ofensa hacia los Dioses, al manchar a sus hijas, las ninfas de agua.

La guerra pasó y empezaron las últimas escaramuzas de los viejos y déspotas nobles, pero aún así, toda eran aplastadas por el enorme poder de Tytus Rokai, el guerrero más fuerte del nuevo rey, Kasio, y que se unió a sus fuerzas en medio de la guerra.

Ese guerrero era un hijo directo de los titanes, las criaturas más poderosas en todo el horizonte mortal, con una humana, así que su fuerza sobrenatural.

Los viejos nobles sabían, que si lograban destruir a Tytus, ellos recuperarían la corona al tener un poder superior a todo y a todos.

Entonces pensaron en las Nayades del lago Angorius, quienes en teoría, debían de tener un poder superior al de los titanes al ser deidades.

Así que, si ellos lograban hacer que las ninfas les permitieran entrar a su reino, para luego robar sus más antiguos y poderosos secretos, al no ser deidades, la particularidad de esa raza no los afectaría... Lo que los volvería en seres imparables. Supremos.

Los nobles fueron y saquearon el lago, forzando a sus señoras a venir al horizonte mortal; torturándolas y amenazándolas de muerte si no los dejaban entrar a su horizonte.

Las ninfas del lago eran muy pacíficas y amables; débiles y frágiles como las rosas... Pero ellas no permitirían que la avaricia y la codicia inmunda de los humanos, ensuciara su mundo y alcanzara a las ninfas de los océanos o los demás lagos mágicos.

Así que los nobles, frustrados, las masacraron y trataron de violentar la entrada por sus propias fuerzas.

Fue entonces cuando Nerei, a los cinco años, luego de cuarenta años desaparecido, volvió al horizonte humano, al sentir la vida extinta de sus madres.

Y, eloquecido, usó el poder que las Nayades del lago Angorius le enseñaron, conviviendo con ellos, el agua cristalina del lago... En una fuente se sangre humana. Pendiendo así toda la gracia que tenía el mítico lugar.

El pequeño niño se mantuvo junto a los cadáveres de sus madres, tres días y tres noches; llorando sin parar, soltándo todo el dolor y toda la rabia que lo azotaba.

Al cuarto día, un misterioso hombre de tres metros de alto, cubierto por una infranqueable armadura dorada, apareció.

—Lo... Lamen... To, ni... Ño —dijo una profunda, rocosa y glutural voz que salió de la armadura lentamente.

El pequeño y enclenque Nerei, notó al gigante.

Apenas lo vió, la rojiza y cada vez más descompuesta agua del lago, se elevó en los cielos y salió disparada hacia el enorme guerrero en forma de puños. El agua y la sangre salpicaba todo con furia y rencor, pero el gigante no se movió ni un milímetro.

—¡Madres, madres, ayuda! —gritaba el niño sin sentido, perdido en el dolor y la locura.

El niño siguió y siguió atacando al gigante con el agua, siguió hasta que se le acabó el maná y cayó inherte en el suelo. Cansado, moribundo y hambriento.

Solo en ese instante, la gigante armadura se acercó al niño y se agachó totalmente, rozando de forma muy, muy levemente, la frente de Nerei.

El pequeño Nerei observó el yelmo de la dorada armadura. Aunque veía unos imperturbables y aterradores ojos dorado oscuro, brillar trémulamente sin cesar... Del yelmo salían pequeños riachuelos, que el niño sintió que eran lágrimas.

—Mi cul... Pa. Tus... Ma... Dres, mu... Rieron... Por mi... Culpa... Ser dé... Bil.. yo muy... Débil —dijo el gigante—. Lo... Lamen... To.

Nerei aceptó el dolor del gigante que, simplemente, era superior a todos.

Y desde entonces Nerei fue cuidado y criado por Tytus, siendo al final su mano derecha.

El tiempo, es decir el destino, seguía fluyendo distinto para el niño, creciendo y cumpliendo años mucho más lento que una persona normal. Él se había vuelto mitad ninfa y así lo indicaba su nombre y su apellido, Nerei Nimph.

______°______

Y ahora, en su adolescencia, Nerei respetaba incondicionalmente a su padre... Lo respeta, lo quería.

Lo amaba.

En ese momento, esos inalcanzables ojos lo atraían una vez más. "Él", Tytus, lo atraía como un poderoso imán.

Nerei tocó suavemente la armadura dorada.

—¡Nerei, no! —exclamó Tytus alamardo, muy rápidamente.

Apenas su dedos sintieron la fría y lustrosas superficie de la armadura... La mano de Nerei explotó en una lluvia que lo salpicó todo.

El joven chico observó su muñeca, frustrado.

Dónde debía de caer sangre y verse carne, solo había agua moviéndose suavemente. El agua salpicada se reunió rápidamente en su muñeca para meterializarse en piel, carne, sangre y huesos de nuevo.

Nerei tenía la habilidad de convertir su cuerpo en agua con el fin de evitar verdadero daño, por lo que los ataques físicos normalmente no le hacían daño... Para ser estos efectivos, tendrían que ser ataques muy veloces o que golpearan distintas partes de su cuerpo a la vez, así no tendría tiempo suficiente para convertirse en agua.

—Tranquilo, Tytus. Yo volveré, tengo qué; después de todo, prometí que algún día sería tan fuerte como para poder tocarte. —Nerei sonrió distraídamente... Aunque por dentro se sentía frustrado y cansado.

Escuchó claramente un brusco suspiro dentro de la armadura.

—Eres... Inco... Rregi.. ble... Nerei —suspiró el gigante antes de asentir—. Vuel... Ve... Yo te... Cubri... Re... Te amo.

Los ojos de Nerei se llenaron de lágrimas, pero se las secó rápidamente.

—Yo también te amo. Debo irme.

Nerei volvió a acercarse a Tytus... Pero al final se alejó, sintiéndo su piel picar por volver a tocar a su amado.

Aunque hacerlo significara volver a explotar, ante el abrumador poder que destilaba el gigante sin parar.

Pero el joven, por el contrario, lo que terminó haciendo, fue correr hacia la ventana y se lanzó hacia ella; apenas la tocó, su cuerpo entero se volvió agua y se filtró por las grietas.

El agua saltó al vacío del décimo piso del Palacio de los Letargos y cayó al suelo en forma de lluvia, donde se recogió mientras atravesaba el jardín hasta formar a un Nerei que corría a velocidades inhumanas. Esquivando a todos para salir en silenció y sin ser visto.

Él debía buscar a Persival y hallar las respuestas de sus inquietudes.

Y sabía dónde encontrarlo, solo esperaba que estuviera oculto en esa cabaña que tenía escondida en el este.

Pero él volvería, tenía qué, había una promesa que tenía que mantener.

El volverse algún día tan fuerte como su amado... Para así poder tocarlo de verdad y demostrarle cuanto lo amaba.

Continuará...

Hola chicos, aquí está otro cap de está historia, espero que les guste.

Este cap, como verán es, es de transición y a la vez no, las historias que se cuentan, van a influir mucho en la historia y los acontecimientos que sucederán, pero por ahora, solo serán simple historia.

Las piezas de siguen moviendo, Amir y Kasius se separan y a partir de aquí, se conocerá paso a poco como ambos se conocieron.

Sé que prometí madrazos y sexo anteriormente... Algunos no siguen el tutor así que lo repetiré aquí. No pienso prometer más nada, mi cerebro no coordina bien lo que debe pasar con lo que meteré en el cap, así que antes de mantener promesas y mantener expectativas, simplemente publicaré.

Por cierto, Nerei y Tytus son otra de las parejas principales de la historia, aún falta por explicar por qué Tytus es tan cochinamente fuerte y eso. Pero como verán, en esta historia, las parejas son separadas por algo mucho más complejo que la sexualidad o la sociedad.

Se trata de un juego de poder, de la fuerza en sí, y de las complicaciones que nacen de las razas de cada personaje, humano o no humano. Cómo por ejemplo estos dos, siendo Nerei incapaz de hacerce a Tytus debido al poder de titán que destila.

Por último, quiero dedicarle este capítulo a una persona, con la cual, al igual que pasa con estas parejas, estamos separados por un abismo casi infranqueable, se lo dedico con la intención de que sepa de que algún día, sea como sea, cruzaremos el abismo y estaremos juntos, sin importar en qué condición terminemos. Tengo fé en ello.

Cuañquier cosa que quieran comentar acerca del CAP o sobre en general, pueden escribirme a adeth.maldito@gmail.com , que yo siempre contesto.

Bye chicos, nos vemos en el próximo cap.