El Caballero de los Cuervos 3

La señal del destino... El deseo de un joven... El camino que queda por recorer...

El caballero de los cuervos 3

La huida el cuervo y su lanza...

Entre las ruinas de una vieja casona abandona, el fulgor abrasador de una diminuta fogata blanca calentaba a Gale en medio de la espesa y fría noche.

Más que una fogata, era una brillante luz que se mantenía al ras del suelo. Pese a no quemaba nada a su alrededor, esta lo mantenía caliente y abrigado.

—El fuego llamará la atención por el humo. —Le había dicho Persival esa noche antes de ir a comprar la comida para preparar la cena—. Así que le dejaré un fulgor blanco para que lo cuide, señorito.

Entonces el lancero había extendido la mano y de su palma brotó la pequeña pero ardiente luz.

A él todavía le costaba digerir la clase de... Cosa, que era Persival. Había escuchado mitos sobre los mitos de su clase y jamás pensó que tuviera a esa clase de ser viviendo justo en su casa.

Eso explicaba en buena parte el porqué su padre tenía una orden, la magia que permitía controlar a los sirvientes así como de alterar y romper contratos mágicos, tan poderosa.

Y también explicaba porqué él, que sin tener a nadie más que a Persival de su lado, también tenía una orden.

Entonces observó el dorso de su mano derecha y susurró:

—Orden.

En ella, brillando tan levemente cómo sus palabras, apareció un estoque delgado como una aguja con plumas flotando a su alrededor a la vez que tres pares de alas nacía detrás del arma, dos extendiéndose y la del medio enrolladas ligeramente sobre el estoque como si lo protegieran.

Él nunca había demostrado alguna clase de don o talento para alguna clase magia así que aún no estaba acostumbrado ni a tenerla, ni tampoco al maná que había surgido debido al acto de devo-

Gale cortó sus pensamientos, sintiendo su cuerpo calentar y su entrepierna abultarse, cerró los ojos fuertemente para controlar la lujuria que comenzaba a surgir en él.

Debía controlarse, él ya había yacido lo suficientemente con Persival en el bosque de Tatis. Había descubierto las mieles de yacer junto a otro cuerpo, había sentido en sus propias carnes el poseer y ser poseído muchas, muchas veces más incluso luego de haber consumado el acto, habían seguido hasta que el sol se elevó en lo alto del cielo y eso era suficiente.

Ellos ahora debían de escapar del reino, debían de salir de Primura y encontrarse con el caballero de los cuervos y traerlo para detener el golpe de estado que se acercaba, debían de detener a los traidores y limpiar el nombre de su padre y el de ellos.

Así que la lujur-

—Eh vuelto, señorito —indicó suavemente Persival mientras entraba en la roída casa.

El lancero vestía una camisa sin mangas grises, pantalones y botas de cuero oscuro y una capa con capucha color crema. Esa era su ropa bajo la armadura.

El lancero también cargaba una cesta que había seguramente robado en algún lugar con algunos víveres y comestibles. El guerrero se sentó a su lado frente a la voluta de luz.

Pero cuando este se quitó la capucha, los nacarados cabellos y los metalizados ojos del guerrero eran ahora incluso más oscuros que el carbón.

Persival abrió los labios pero lo único que escuchó Gale fue su voz transmutada a una especie de soplido del viento con el tono de su voz, luego de hacer eso brevemente, carraspeó un poco para luego murmurar:

—Y así se rompe el glamour. —El lancero chasqueó los dedos.

De pronto el oscuro color en su cabello y ojos se fracturó como si fuera un frágil cristal hasta caerse a pedazos, dejando a la vista su impresionante pelo blanco y ojos plateados.

Gale conocía el hechizo a la perfecció. Era magia de glamour, una magia derivaba del elemento de luz.

La mayoría de las magias requerían el uso de un conjuro cantado con la voz del viento, que no era más que la palabra de la magia en su forma más antigua, conseguída al enfocar el maná en las cuerdas vocales, trasmutando así las palabras del idioma arcano e sonidos que al oído se escuchaban como el murmullo del viento.

Los hechizos más poderosos y algunas magias indeterminadas no requerían de tal artilugio, pero para la mayoría de los conjuros era estrictamente necesario usar la voz del viento.

—Supongo que como controlas la luz, el glamour debe ser una magia controlas a la perfección —comentó mientras Persival sacaba los suministros de la cesta.

Este lo observó brevemente.

—Ciertamente, señorito —dijo Persival mientras preparaba los utensilios para cocinar—. Debido a que el poder de mi maná es luz pura y tengo la capacidad de controlarlo libremente, la magia de glamour me es algo extremadamente fácil de usar sin importar que tan difícil sea el conjuro... Aunque no soy muy adepto a la magia. —Lo observó levemente mientras cortaba la carne que había comprado—. Por favor señorito, llene la olla con agua, hoy comeremos estofado.

Gale se levantó y tomó la olla más grande que tenían en las valijas y la llenó con un cuenco de agua. Persival terminó de trocear los víveres.

—También tengo perfecta afinidad con la magia santa y las bendiciones, pero supongo que eso usted ya lo intuía —siguió mientras echaba los ingredientes troceado en la olla.

Gale asintió levemente en respuesta y dijo:

—Sé un poco sobre tu raza, no mucho, pero sé lo mínimo. —Se encogió de hombros—. Al menos, sé de dónde provienen.

Persival simplemente asintió levemente.

A Gale le hubiese gustado pedirle al lancero que le contara más sobre su raza para sentir que algo más los conectaba a parte de ese extraño acto de devoción, pero sintió que invadía territorio frágil para Persival, así que se abstuvo de seguir con ello.

Con esa noche, ya eran dos días desde que habían salido del bosque, dos días en los cuales Gale no supo exactamente cómo comportarse con Persival, y considerando que este no le había regañado por algunos errores que había cometido en el camino hasta la ciudad de Caruso, la ciudad cardinal del este, se notaba que el lancero tampoco sabía muy bien cómo tratarle.

La noche de besos y pasión estaba muy fresca en sus memorias aún.

Ambos terminaron comiendo en silencio bajo el cobijo de la diminuta luz. El aire en el ambiente estaba enrarecido por la situación.

Una vez Persival terminó, este fue a las valijas y sacó un par de mapas. Gale observó en silencio mientras devoraba su estofado, encontrándose con un mapa a escala del reino Primura y luego un mapa de todo el continen central.

—No creo que tengamos mucho tiempo antes de que las espadas del rey nos alcancen —indicó el guerrero señalando a Falsia, la capital—, en cualquier momento ellos deben de caer en la capital entre mañana y el día siguiente a ese, y si nos alcanzan antes de que logremos salir del reino, estaremos perdidos.

Gale observó el mapa fijamente, con la cuchara en la boca.

—Será difícil salir de Caruso —comentó con la boca llena—. Desde que el antiguo señor murió, el nuevo señor, Amniella Caruso, ha estado haciendo muchas reformas en el manejo de la ciudad, empezando con el patrullaje constante de las calles día y noche.

Persival asintió ante su explicación, totalmente de acuerdo.

—Así es, va ha ser difícil... Pero no imposible. —Persival señaló la zona—. Podemos salir de la ciudad esta noche momentos antes de que amanezca, pero tendremos que dejar todo el equipaje, absolutamente todo —recalcó.

Gale lo miró algo contrariado.

—No podemos hacer eso, necesitamos los suministros y los materiales que tenemos para cocinar y-

—Por eso no se preocupe señorito, aquí —el lancero señaló un punto en el medio de la siguiente capa del reino, entre la ciudad esquina superior e inferior del este— hay una casa para mis días de descanso. Es aprueba de rastreo, por lo que podremos quedaros ahí y reabastecernos unos días, eso debería de despistar a las espadas —asintió Persival.

Entonces Gale observó el otro mapa.

En ese se mostraba el continente en toda su inmensidad, con sus bosques, sus montañas, los valles y los diez reinos que lo conforman, delimitados todos en sus áreas por la extensidad conocida como el territorio de nadie: las llanuras, bosques, ríos y demás lugares que no formaban parte de nigún reino o santuario o templo, una región donde cualquier hombre se podía parar en cualquier lugar y delimitar la zona como suya sin ninguna clase de repercusión superior que pensar en cómo llenarlo con sus cosas y abastecerse de comida.

Gale no conocía de primera mano mucho del exterior y de los peligros y civilizacones que habían más allá del último muro, el muro pacífico.

Pero si sabía algo con certeza.

Ellos jamás, bajo ningún concepto, debían ir al sur, que era dónde los ejércitos del imperio Smart trataban de conquistar los demás reinos y países.

El imperio Smart ya llevaba tomado tres de los reinos habidos en el continente, y por lo que sabía, ya estaban en guerra con el cuarto reino en el sur, Octuva.

Primura estaba al centro-norte del continente, estando más arriba Novuna y Tercura. Todavía había algo de tiempo para ganar fuerzas, pero era inminente el cada vez más cerca estallido de guerra.

Gale tampoco tenía que pensar mucho para saber que la destrucción de su ciudad natal tenía que ver con la guerra, o más bien con la pre-guerra que ocurría en el reino.

Así que revisó el mapa hasta dar con lo que buscaba y decir:

—Es este ¿No? El bos-

De pronto un graznido de cuervo resonó por la estancia, haciendo que Gale diera un respingón. Persival por su parte solo exhaló fuertemente, como si se contuviera lleno de rabia.

Un enorme cuervo de ojos morados se coló por uno de los agujeros del techo. Así que medianoche planeó al ras del techo antes de caer gracilmente sobre el mapa del continente y chillar.

—Me estaba preguntando cuando este pajarraco aparecería de nuevo —se quejó Persival con un gruñido.

El cuervo observó fijamente al lancero antes de soltar un grave graznido como si lo insultara de regreso diciendo:

"¡Pajarraco tú, idiota!"

Gale negó con la cabeza al ver la escena.

—Vamos chicos, no se peleen, estámos en el mismo barco —terció con cuidado entre el animal y el guerrrero.

En respuesta, el cuervo se le acercó y le frotó mansamente su cabeza en la pierna... Para luego dar saltitos hacía Persival y picotearle la muñeca con fiereza.

—¡Maldito pajarraco! —exclamó el lancero levantándose y tomando su arma, Lirio de plata, para atravesar al pájaro.

Gale agarró a Medianoche y lo protegió con su cuerpo.

—¡Ni se te ocurra hacerle algo a Medianoche, Persival, sino quieres que te ahogue mientras duermes! —le amenazó seriamente a su sirviente y hermano mientras abrazaba al cuervo.

El oscuro pájaro se regodeó tranquilamente entre sus brazos para luego chillarle a Persival con algo parecido a una burla.

Gale notó cómo al lancero casi se le explotó una vena del cuello de la rabia.

—¡Estás protegiendo una invocación maldita! —Le señaló con la punta de la lanza al animal—. ¡Es una invocación maldita, mal-di-ta, esa cosa va ha matarte antes de que te des cuenta, idiota!

—No creo que nos vaya ha hacer daño —dijo Gale mientras se aferraba más a Medianoche—. Él solo nos está guiando hacía Hannibal Crow ¿Verdad que sí amiguito?

El cuervo se retorció plácidamente entre sus brazos para luego asentir.

Persival gruñó tan duro que la casa retumbó levemente.

—¡No creo que Hannibal Crow haya predicho que lo íbamos a buscar, es demasiada casualidad que ese cuervo apareciera y nos señalará dónde está! —exclamó Persival furiosos, agitando la lanza y creando una pequeña corriente de viento con ello—. ¡ES UNA TRAMPA! ¡Esa cosa nos va ha matar!

Gale observó fijamente a su lancero para luego observar al cuervo.

Ciertamente Persival tenía un punto. Él jamás había pensado que Medianoche era una invocación, o siquiera una invocación maldita, él suponía que podía ser o un humano maldecido a tener esa forma, o alguna clase de cuervo mágico.

Pero... Persival no había visto lo mismo que él vio...

______°______

Luego de que ambos yacieron hasta el mediodía en medio de ese peligroso bosque, Gale fue el primero en levantarse.

Él aún sentía cómo la simiente de Persival se escurría de sus entrañas y bañaba sus piernas. Hizo una leve mueca de dolor al sentir un pinchazo en su trasero mientras se sentaba, para luego observar al lancero.

Gale quedó embelesado.

Más allá de sus finas cicatrices o de sus impresionantes facciones, Persival era hermoso de una manera difícil de entender.

Mientras dormía, su rostro estaba en total paz, dándole así la apariencia de tener dieciocho y no de ser tan anciano como normalmente se comportaba o parecía con sus arrugas de severidad.

Su cuerpo marcaba a la perfección cada músculo que armoniosamente constituía su ser, al punto que practicamente sería perfecto como guía anatómica, era claro el esfuerzo inhumano que ejercía en sus entrenamientos.

Y una gota de fluídos se mantenía en la abertura de su enorme miembro, que estaba duro y totalmente erguido.

Persival estaba dormido, pero habían partes de su cuerpo que estaban bien despiertas.

Gale observó hipnotizado la cristalina gota que lo llamaba, fue acercándose lentamente para tomarla con la punta de la lengua... Cuando lo vió...

Un poco más allá del improvisado lecho, estaba abierto el mapa del continente central.

Y parado sobre él, estaba el cuervo con algo en el pico.

—¿Medianoche? —Él se olvidó de Persival y se levantó.

Al alcanzar al cuervo, este comenzó a bailar sobre el mapa como si buscara algo para al final colocar la moneda que cargaba, su moneda de deudas y favores de Hannibal Crow, sobre el bosque petrificado, Armus, que estaba en el territorio de nadie, un poco más al norte que la capital perdida y ahora provincia independiente, Norr.

El cuervo le señaló con la pata la moneda, Gael sintió como si el cuervo le estuviera guiando hacia su destino.

—Es ahí ¿No? Ahí está él —murmuró para no despertar a Persival.

El cuervo asintió. Gale entonces notó el tallado del cuervo en la moneda y luego vió al cuervo frente a él.

Eran extremadamente parecidos.

—¿C-cómo es él, Hannibal Crow? —Se sintió algo tonto al preguntarle algo así al cuervo.

Pero entonces el cuervo lo observó fijamente, sin pestañear, con sus ojos morado que refulgian más y más a cada segundo.

De pronto el cuervo alzó el vuelo asustado cuando una lanza plateada apareció de la nada y casi lo atravesó de lado a lado.

—¡P-Persival! —exclamó Gale sorprendido por el ataque.

Pero este ya estaba delante de él, desnudo, extendiendo sus brazos y abriendo las manos hacia el cuervo.

Sus palmas comenzaron a brillar.

—¡Persival no! —gritó empujando los brazos del guerrero hacía un lado.

Este al no esperárselo se dejó empujar por la sorpresa, mientras sus palmas disparaban dos haces de luz que carbonizaron unos cuantos árboles al impactar y explotar.

Medianoche salió espantado revoloteando entre los árboles.

Persival se quedó observando unos segundos el escape del ave... Antes de observarlo furioso a él.

—¡¿Por qué lo dejaste escapar? Esa cosa pudo haberte matado!

Gale se sintió incómodo al estar discutiendo desnudo, así que se abrazó inquieto mientras apoyaba su peso de un pie a otro.

—Persival, era mi mascota, él me-

—¡¿Tu mascota? ¿Eso era tu mascota?! —Persival se veía realmente atónito—. Gale, esa cosa era una invocación maldita, un familiar hecho para maldecir a los enemigos ¡Y estuvo a nada de maldecirte con los Dioses sabrán qué!

Gale abrió la boca para luego cerrarla.

¿Maldecir? Más bien le había parecido que le iba a enseñar algo.

—Persival, él no me iba ha hacer daño.

—¿Sí? ¿Y eso como lo sabes? —Preguntó el lancero antes de cruzarse de brazos, cada vez más molesto.

Gale estuvo a punto de decirle que simplemente lo sabía, pero algo le hizo intuír que si lo decía, Persival seguramente se iba ha molestar más.

Así que se decantó por decir:

—Por favor, no vuelvas a intentar matar al cuervo cuando vuelva.

Persival se rió sin gracia.

—Por supuesto, mi amo —aceptó este con sarcasmo, algo que le dolió profundamente a Gale.

Desde entonces habían tenido está situación tensa, justo como ahora.

______°______

Mientras el sol se ocultaba, Persival seguía esperando una explicación. El cuervo seguía gruñendo placenteramente entre sus brazos, ajeno a la difícil situación.

Gale tomó una desición.

—Pesival, por favor, confía en mí —pidió encarecidamente.

El rostro rojo de rabia del lancero palideció un poco mientras abría la boca y la cerraba, sin saber qué decir exactamente.

—... De acuerdo —gruñó luego de unos segundos para caer en el suelo sentado y con los brazos cruzados—. Sí esa cosa nos envía a una trampa, entonces ya veré cómo solucionarlo.

Sin que Gale pudiera decir algo, Persival apagó la luz que los iluminaba con un chasquido de dedos.

—Duerma un rato, lo llamaré cuando sea hora de irnos. —Persival ni se dignó a verlo a la cara.

El lancero simplemente se recostó de una viga de la construcción sin siquiera buscar una cobija o algo que lo ayudara a dormir.

El dolor creció en el pecho de Gale ante ese gesto.

Él soltó al cuervo y se dispuso a hacerle caso a su hermano de sangre... Pero entonces se levantó de nuevo.

—Señorito —comenzó Persival, seguramente sintiendo que se había levantado—. Necesita estar descansado pa- ¡Arght!

Gale no le dejó continuar y se le tiró encima de su espalda, haciéndoles rodar por el suelo.

—¡S-señorito ¿Pero qué...?!

Persival dejó sus confundidas palabras en el aire cuando ambos se observaron en medio de la creciente penumbra.

Gale estaba soltando algunas lágrimas en total silencio, profundamente herido.

—Gale-

—Lo lamento ¿Sí? —interumpió al lancero en ese momento—. ¡Lamento no estar a la altura, lamento no servir para nada en estos casos y lamento no ser mi padre! —exclamó frustrado, sosteniendo la camisa del lancero entre sus puños.

Persival tomó sus manos con suavidad pero Gale no soltó los puños, sino que los apretó mientras soltaba un gemido frustrado.

—No soy mi padre, no lo soy... Ese es el problema ¿No? Si mi padre fuera el que estuviera aquí en esta misión, no dudarías ni un segundo en sus palabras. —Golpeó suavemente su frente contra el fuerte pecho de Persival—. Si no confías en mí, entonces ¿De qué valió el acto de devoción que consumamos? ¿De que sirvieron las promesas que nos hicimos?

A ese punto Gale estaba llorando en verdad.

—Contéstame, Persival —demandó mientras observaba a su hermano entre sus lágrimas.

Persival en respuesta lo tomó de las mejillas y susurró:

—L-lo lamento mucho, Gale, yo solo, solo me preocupo por tu bienestar —se sinceró su guerrero con un gesto aflijido—, solo quiero eso, mantenerte a salvo, no quiero que sufras el mismo destino que el amo Brimhal, no quiero volver a sentir ese terror y desesperación otra vez.

—No quiero que me veas como una carga, incluso si no puedo pelear, quiero andar a tu lado como tú igual —susurró Gale mientras se acercaba lentamente al rostro de Persival.

El lancero tragó duró nerviosamente, atrayendo inconscientemente a Gale hacía él.

—Y lo eres, Gale, eres mi igual, no eres una carga, t-tú siempre serás siempre el hijo del amo Brimhal, él chico loco amante de los libros que me pone de los nervios.

Gale de rió un poco antes de terminar de subirse sobre Persival, quién para su sorpresa, se sonrojó al sentir cómo sus miembros se topaban cubiertos por sus ropas.

—S-señorito, no tiene que hacer esto, el acto de devoción ya fue hecho, no necesita volver ha yacer conmigo —susurró el lancero nerviosamente.

Pero Gale se elevó a horcadas sobre la entrepierna de su guerrero, presionando su trasero contra el miembro que había estado deseando volver a tener en su interior.

—No es por alguna clase de deber, Persi —susurró entre los labios de su sirviente y hermano, que lo observaba algo inquieto—, esto lo hago porque lo deseo, lo he estado deseado desde hace días... Te quiero para mí.

Cuando Persival fue a decir algo, Gale unió sus labios.