El Caballero de los Cuervos 2

Sexo desenfrenado en la oscuridad... Un comandante, un príncipe y una traición...

El Caballero de los Cuervos 2

El amor prohibido de un par de cuervos...

Las sombras y la oscuridad ocupaban una alcoba que entre las penumbras, se denotaba claramente que era bastante opulenta y adinerada.

Con una alfombra color turquesa con un entrenado encaje dorado, muebles y una mesa de una oscura madera con sillas simples pero elegantemente talladas, persianas turquesas con diminutas flores blancas y una amplia y enorme cama con un dosel que llegaba hasta el techo, sosteniendo así las livianas telas que separanban discretamente la habitación de la cama.

Las paredes eran de un suave dorado mientras que el suelo era de una cuadrícula de alajas de piedras en tonos rojizos, verdoso y azulados.

Mientras algunas partículas de luz gris oscura flotaban al ras del techo como escarcha estrellada, atenuando la oscuridad un poco, dos hombres yacían apasionadamente en la enorme cama.

Acostado entre las sábanas, cobertores y almohadas de un suave vinotinto, un músculos hombre estaba acostado boca arriba, gimiendo suavemente mientras que otro hombre ubicado en cuatro, de músculos suaves y estilzados, lamía suavemente la longitud de su chorreante sexo.

El hombre estilizado sostenía suavemente la base del gordo y enorme pene mientras lamía de arriba abajo para luego darle fuertes chupetones al sensible borde de la cabeza del enorme sexo, arrancándole con ello alaridos de placer al musculoso.

Normalmente, eso ruidos y gritos llamaría la atención de cualquiera y revisarían el cuarto preguntándose porqué alguien gritaba como si lo estuvieran matando, pero ya que el hombre musculoso estaba usando el hechizo silenciae, una magia qque mantenía todo sonido atrapado en el lugar, podían darse el lujo de gritar tanto cuánto quisieran.

El músculo acarició algo tembloroso los mechones el hombre estilizado mientras esté lamía suavemente como un gatito de la abertura de su sexo, lamiendo y bebiendo todo los fluídos que su miembro desbordaba desesperadamente, entonces tomó una bocanada y engulló toda la cabeza del pene para luego comenzar a chupar como un ternero, haciendo al musculoso gritar cada vez más fuerte. El hombre estilizado acarició los enormes testículos de su amante para luego ahorcarlos y apretarlos en la base a la vez que acarició sutilmente la entrada a través de los poderosos glúteos, haciendo al musculoso delirar con sus toques, que gimió algo agudo cuando sintió dos dedos penetrar su entrada que permanecía húmeda y lubricada por sus fluídos y las babas y salivas del hombre delgado.

El enorme musculoso se contraía de placer, abriendo mansamente las piernas para facilitar la penetración de los dedos, estremeciendo se cuando estos tocaban un punto en su interior.

El hombre estilizado podía notar claramente el sabor dulzón, mejor que cualquier fruta o postre, de los fluídos que manaba del pene del musculoso, saboreando con el paladar también el palpitar de la enorme cabeza que apenas le cabía en la boca, aumentando con ello su lujuria y apetito.

-V-voy a venirme -advirtió el musculoso con una voz absolutamente grave y glutural. Animal.

Eso, en vez de detener al hombre estilizado, lo que le hizo fue animar sus succiones, causando que el musculoso se arqueara de placer a la vez que le sujetaba la cabeza y le obligaba a devorar un trozo más del enorme miembro aunque las comisuras de su boca protestaron de dolor por ello.

El hombre estilizado sintió como una catarata de líquido ardiente comenzó a llenar su boca y garganta hasta casi asfixiarlo, por lo que comenzó a beber el espeso y dulzón néctar desesperadamente, notando como su estómago se llenaba más y más hasta tomar cantidades que un humano normal no podría soltar.

El hombre musculoso se relajó entre las sábanas mientras que el hombre estilizado limpió concienzudamente el enorme falo que lentamente se decaía antes de penetrarse a sí mismo con un par de dedos ensalivados, dilatarse un poco, y sentarse a horcadas sobre el musculoso, colocando en enorme falo en su entrada.

Con el pasar del tiempo y de sus encuentros, el hombre delgado había aprendido algunos trucos como ese para poder albergar a semejante monstruo en sus entrañas, que aunque siempre le dolía cuando lo penetraba, a la vez sentía un infinito placer que se mezclaba con el dolor y se repotenciaba, haciéndolo delirar con la brutal mezcla.

Fue por ello, que aunque el hombre estilizado soltó un fuerte gruñido de dolor, comenzó a meterse a la fuerza el enorme miembro alicaído que no llegaba al reposo del todo. Entonces el hombre musculoso soltó un leve gemido glutural.

Antes de haber conocido al hombre estilizado, el hombre musculoso jamás había podido yacer en condiciones con alguna mujer, cada vez que llegaban a la penetración, era ver su miembro y las mujeres salían corriendo, aparte que ninguna se rebajaba ni siquiera para lamer un poco su falo, así que nunca había yacido con nadie antes... Hasta que conoció a este hombre adicto a las penetraciones del cuál se prendió y con el tiempo, se enamoró.

El hombre estilizado se detuvo a la mitad del enorme miembro al sentirlo crecer de nuevo en su interior, había tardado mucho en meterlo y ahora comenzaba a expandir su agujero antes de tiempo, causándole mucho dolor con ello.

—¿T-te dilataste antes de comenzar? —balbuceó el musculoso muy preocupado entre el placer por sentir cómo esas entrañas le apretaban rítmicamente su enorme sexo.

—S-sí, estoy bien, tranquilo —susurró cohibido el hombre estilizado aunque en realidad sentía cómo se partía en dos con cada milímetro que ganaba el miembros de su musculoso amante.

El hombre estilizado de repente murmuró suaves palabras que hicieron brillar a su cuerpo levemente en verde grama, entonces se alzó y colocó sus manos hacia atrás, apoyándolas en las piernas del musculoso, preparándose.

Una vez listo, el hombre estilizado se sentó de golpe, enterrando el rocoso falo profundamente en sus entrañas a la vez que ambos gritaban salvajemente, uno de placer y el otro de placer y dolor a la vez.

El hombre estilizado cayó desmadejado en el amplio pecho del hombre musculoso al sentir sus glúteos apoyados en las caderas de su amante y sus entrañas arder al rojo vivo, las lágrimas se le habían escapado y se sentía débil y adolorido, gimiendo de dolor en cada exhalación.

Aún así, él pasaría por este dolor una y mil veces con tal de sentirse tan profundamente poseído por su amante, notando como aquella ardiente barra de carne palpitaba velozmente en su interior como si fuera otro corazón, estimulando todos los rincones de sus entrañas con ello.

—Ya está amor, ya está, ya entró —murmuró a modo de disculpa el musculoso, elevando el rostro de su amante mientras secaba sus lágrimas y dejaba pequeños besos por todo su rostro antes de unir sus labios y penetrado la boca de su amado con su lengua.

El hombre estilizado gimió aliviado levemente a la vez que comenzó a subir y bajar con suavidad por ese nombre trozo de carne, el hombre musculoso comenzó a gruñir y gemir en su boca, seguramente al sentirse estimulado y apretado por sus entrañas.

Entonces el hombre estilizado se irguió y apoyó las manos en el fuerte pecho de su hombre para comenzar a cabalgarlo furiosamente, soltando gritos de dolor y placer al sentir cómo su punto de placer era totalmente violado. El músculo solo podía gruñir mientras retorcía los pezones del estilizado, sabiendo lo mucho que le encantaba.

El hombre estilizado soltó un gemido ahogado a la vez que su miembro en total reposo, que era más bien de un tamaño normal tanto en largo como en grueso, comenzó a soltar lentamente su simiente en el pecho del musculoso como si estuviera orinando.

El musculoso al notarlo, restregó gustosamente la esencia por su cuerpo como si fuera alguna clase premio o ungüento para luego lamerse las manos, extaciado.

Apesar de haber pasado la pasión al derramarse, el hombre estilizado siguió cabalgando sobre el musculoso, sintiendo su cuerpo electrificado por un placer distinto difícilmente de explicar.

Entonces el musculoso lo tomó de la cintura y los giró mientras seguía metido en su interior para luego dar un embite que hizo mover a toda la cama como si el suelo temblara. El estilizado soltó un grito como si de verdad lo estuvieran matando.

-¡En el suelo cariño, en el suelo, vas ha romper la cama! —Exclamó apresurado el hombre estilizado con una voz dos octavas más alta de lo normal.

El musculoso no pudo evitar carcajearse con su gruesa y espesa voz. El hombre estilizado lo golpeó en el hombro por ello.

—Te escuchas gracioso, casi como una mujer —Se burló el musculoso algo reído.

-¡Vuelve a decir eso y te mataré, idiota! —exclamó el hombre estilizado muy molesto.

Aunque en medio de la oscuridad sus mejillas estaban totalmente rojas y sus bocas poseían grandes sonrisas.

El hombre musculoso, en vez de seguir pinchando el orgullo de su estilizado y violentamente altivo hombre, lo que hizo fue tomarlo de los glúteos y levantarse de la cama todavía clavado en el interior de su hombre. El hombre estilizado soltó ligeros gemidos durante todo el proceso, hasta que el musculado se paró en medio de la mullida y exquisita alfombra.

En esa posición, el musculoso hizo a su hombre subir y a bajar por toda su longitud unas cuantas veces antes, amando la sensación de como la estrada del estilizado se apretaban justo cuando se enterraba hasta la base, soltsndl con ello un chorro de sus fluídos en el interior del estilizado

El hombre musculoso embistió a u hombre en esa pose hasta que sintió sus propoipd fluídos bajar por sus piernas y mojar la alfombra, solo entonces acostó a su amante en alfombra, todo sin salirse del interior

El hombre estilizado se aferró a las caderas del musculoso con sus piernas y amasó los músculos de la fuerte espalda con sus dedos a la vez que besó a su hombre.

Entonces el hombre musculado embistió su interior y sus dedos se encrisparon, rasguñando la poderosa espalda ante el placer y el dolor que se dispararon por su cuerpo.

El hombre musculoso gimió ante el estímulo, embistiendo cada vez más duro, más fuerte, logrando con ello que hombre estilizado gimiera y arañara más fuerte, más duro.

El golpe de sus pelvis resonaban por doquier.

—Ah, d-dame más, dame más duro —susurró el hombre estilizado entre gemidos—, vamos, preñame, quiero tus hijos.

-¡Vas a tener mis hijos! —rugió el hombre musculoso para luego bufar—. ¡Te daré una maldita piedra de transformación y voy a preñarte y me darás trillizos! —soltó con un gemido mientras perforaba al hombre estilizado mucho más fuerte.

-¡Dame tus hijos, preñame, dame tu semilla! —gimió de vuelta el hombre estilizado mientras se contraía al sentir que se vendría en cualquier momento.

-¡Toma mi semillaaa...! —rugió Hombre musculoso a pleno pulmón mientras se vaciaba contundente dentro del hombre estilizado.

No se podía ver en la oscuridad, pero los ojos del hombre estilizado se pusieron blancos y los dedo de sus pies se recogieron arqueados y los dedos de sus manos se clavaron como garfios y zarpas en la espalda del musculoso hasta hacerle algo de sangre a la vez que gritaba hasta casi quedarse sin voz al sentir cómo una fuente inagotable de lava ardiente le llenaba tan profundamente que sentía todas sus entrañas calientes.

Eso logró hacer que se viniera, haciendo que su mediano pene soltara un par de chorros mientras todo su cuerpo se tensaba con la sublime sensación.

—Oh, por la Diosa Astemis, oh Diosa... —murmuraba el hombre musculoso con su cuerpo en tensión y como en trance mientras todavía se venía, moviéndose levemente mientras soltaba ríos y ríos de su inagotable simiente.

El hombre estilizado sintió cómo su cuerpo ya no podía soportar más de esa ardiente semilla y se desbordaba hacia afuera, llenando así tambt la alfombra hasta que bañó su espalda entera.

Solo entonces el hombre musculoso soltó un leve gruñido y cayó a su lado dentro del charco de fluídos, totalmente agotado mientras su enorme pene disminuía de tamaño lentamente hasta alcanzar el largo que tendría un miembro normal al ponerse duro.

Ambos solo pudieron limitarse a respirar agitadamente unos minutos, acostados en la charca de simiente.

—Dejaste... La alfombra hecha un asco —nurmuró el hombre estilizado entonces, sin estar asqueado.

El hombre musculoso se encogió de hombros.

-... Bueno... Solo habrá que limpiar las pruebas —susurró el musculoso divertido antes de sorber un poco de sus propios jugos.

Eso le arrancó una risa al hombre estilizado.

—Si serás asqueroso. —El hombre estilizado cuando se recuperó de la risa, se acercó a besar suavemente al musculoso-. Te amo —dijo entences.

El hombre musculoso le agarró de la cintura y le besó apasionadamente.

—No, Kasius, yo te amo más, siempre de amaré más —murmuró débilmente el hombre musculado.

Sin decir nada más, ambos se mantuvieron tirados en la alfombra mojada.

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Al sol del medio día, la sala de reuniones del castilo de los letargos, el gran hogar principal del rey en Falsia, la capital del reino de Primura, estaba casi totalmente lleno.

Era una habitación ovalada con una suave alfombra vinotinto, paredes decoradas con oro y bronce tallados en escenas que describían como el actual rey había salvado al reino del antiguo yugo de los antiguos Primura, la familia real original, todo además descrito en placas con letras de plata fundida.

El techo estaba decorado con suaves telas azul oscuro con escarcha que simulaban el cielo estrellado... Aunque igualmente por las noches los sirvientes usaban algo de magia para que el salón en verdad fuera iluminado por una ilusión que simulaba la noche estrellada.

En el centro de la habitación que a veces se usaba como un pequeño salón de fiesta o para hacer algún banquete, actualmente estaba una enorme y oscura mesa con la forma de un anillo que se habría por el norte, justo donde estaba a pocos metros un versión más pequeña del trono real, que era simplemente una silla tallada cuidadosamente de un cristal dorado que nacía en el suelo y crecía como un racimo hasta tener una altura de dos metros y el ancho de uno.

El verdadero trono, que estaba en la sala del rey, media cinco veces eso.

En la gran mesa habían trece sillas, una por cada señor de cada ciudad cardinal y ciudad esquina, incluyendo a su vez una silla para el príncipe y único heredero al trono, otra para el comandante de las fuerzas militares, una para el ministro de construcción, el ministro de salud y el ministro de recursos respectivamente.

En ese momento solo faltaban por llenar tres sillas, así que los demás presentes esperaban quietos y en silencio.

Normalmente antes de una reunión los señores paseaban por el salón tomando bocadillos y bebidas de los sirvientes que estarían diligentemente en la habitación con bandejas llenas de chucherías mientras esperaban a la llegada de los faltantes.

No obstante, está vez no se trataba de una reunión cualquiera, eso lo tenía claro como el agua Amir Grum, el comandante de la fuerzas militares.

El comandante Grum esperaba en silencio como todos los demás mientras hacía chocar su guantates de tejido mithril con los brazales de su armadura de manera algo compulsiva.

El comandante era un hombre de treinta y un años bastante intimidante. Aunque medía solo un metro setenta, su cuerpo valía por dos o hasta tres guerreros, siendo tan músculo que uno de sus brazos eran las dos piernas juntas de un soldado promedio, no tenía cabello alguno en todo su cuerpo excepto por sus gruesas cejas y su recortada barba oscura, sus ojos eran de suave color castaño, su piel era muy oscura, casi negra, algo muy extraño de ver en el continente, aparte de que tenía leves líneas de expresión en el entrecejo, producto de su siempre semblante malhumorado.

Su armadura era de un gris mate con adornos dorados, constituída con un peto, perneras, rodilleras y botas, los brazales y delgados guantes casi negros, un casco que era más como cona diadema que protegía su nariz y pómulos, coronaba su cabeza.

Aunque en muchas ocasiones su malhumor solo era una fachada para mantenerse a la defensiva o una coraza para infundir miedo y respeto por parte de todos los guerreros, esta vez estaba realmente molesto, tan molesto como pocas veces lo había estado en su vida.

Aunque ciertamente debían de esperar al rey para tratar el delicado y urgente tema que los había reunido, Amir, quién literalmente le era biológicamente casi imposible controlar sus emociones, ya no podía aguantar más el silencio que no hacía otra cosas que aumentar su enfado.

—Señor Agustín —dijo con un gruñido que casi hizo retumbar la mesa, llamando la atención de todos con ello—, espero que realmente tenga una explicación válida para lo ocurrido en Brimhal hace tres días. —El comandante golpeó ligeramente la mesa con su guantelete—. De lo contrario, como la autoridad a cargo de estos casos, tomaré seri-

—Solo espere, comandante Grum —dijo simplemente Agustín Crollys en ese instante sin prestarle atención—, una vez lleguen su majestad y el príncipe, todo será aclarado.

Amir apretó la mandíbula hasta casi romperse las muelas. La segunda cosa que más odiaba el comandante era que fuera interrumpido mientras hablaba... Y la cosa que más odiaba el comandante era tener que aguantarse la molestia por ser interrumpido, así que en ese momento lo único que deseaba hacer era explotar la cabeza del gordinflón de Augustín Crollys con su mazo, Puño Salvaje, y así cobrar venganza por la destrucción de Brimhal y la caída del su señor, Román Brimhal, uno de sus mejores amigos.

Pero ya que no podía cargar su mazo en esa habitación y estaban terminantemente prohibidas las peleas, solo pudo observar iracundo al señor que ni se molestaba en verlo.

Augustín Crollys, el señor de la ciudad de Crollys, era un hombre que en los tiempos de guerra había sido un heróico hombre musculoso y lleno de virtudes al que Amir admiró una vez, en su juventud.

Ahora no era más que cincuentón de tez blanca y gracienta, de cuerpo bastante obeso y con los dedos llenos de anillos de oro y plata y el cuello lleno de cadenas de bronce con joyas encantadas como esmeraldas, zafiros y amatistas, con una gran papada, pequeños ojos grises, cabellos entecanos de color castaño rapado con algunas entradas y un bigote corto un poco ridículo. Estaba vestido con unas sedas de colores morados y dorados que le hacían parecer más algún comerciante de mujeres que un señor.

Pero aún así, él era un señor, y no solo eso, era uno de los más eficiente. Con la segunda ciudad más prospera de toda Primura aparte de tener un ejército bastante mejor entrenado y equipado que la mayoría, por lo que aunque parecía un viejo asqueroso, en realidad era un señor muy confiable con muy buenos consejos.

Pero eso no le impedía a Amir tener el deseo de usar su maná para doblegar el metal de toda esa absurda joyería y empalar al señor como el cerdo que era.

—P-por favor señores, guarden la calma —pidió suavemente otro de los señores—, m-me han informado que el rey y el príncipe se encuentran en un evento ya previsto para hoy y que vendrán pronto —aseguró el tímido hombre.

Ante las palabras del señor de Zorr, la ciudad cardinal del norte, Amir se calmó un poco por el profundo respeto que le tenía.

El señor de la ciudad de Zorr, Franco Zorr, era un pequeño hombre de setenta y cinco años de aspecto débil y frágil pero ciertamente guapo de piel morena un par de tonos más clara que la de Amir, cabellos negros y ojos verde claro, vestido humildemente con una suave camisa y pantalón blanco, casi se podría decir que era vestimenta para dormir. Si lo vieras por la calle, era difícil imaginar que ese pequeño y enfermo hombre era realmente aterrador.

Aunque el señor Franco era el señor que menos hablaba al ser tan tímido, y pese a que siempre tenía una salud delicada, era por mucho el mejor de todos los señores. Su inteligencia y habilidades estrategas le habían dado la victoria al rey en la gran mayoría de las batallas, aparte de que su ciudad se mantenía impoluta y en casi perfecto estado, siendo la ciudad más prospera de toda Primura.

La ciudad de Zorr era incluso el mayor sitio al que los visitantes del reino iban debido a que era considerada la ciudad de cristal ya que todos las construcciones habían sido cubiertas por cristales de colores que brillaban en las noches para iluminar las calles.

El señor Franco era la mano derecha del rey.

—A-así que p-por favor, mantenganse en silencio por respeto a nuestra perdida hasta que llegue nuestro rey, e-estoy seguro que todo será arreglado. —El enjuto señor entonces observó triste la última silla que estaba vacía.

Era la décimo tercera silla, la que estaba de frente directamente al rey y que debía de pertecer al señor de la ciudad cardinal del sur.

Ese gesto hizo que la rabia de Amir fuera sustituida por dolor.

El señor Franco, aunque prácticamente no hablaba con nadie, incluso con su mala salud tendía a visitar cada vez que podía al señor Román Brimhal. Por algún motivo que desconocía Amir, pese al origen plebeyo del señor Román, el señor Franco se llevaba muy bien con él, algo muy raro considerando que los demás señores de alcurnia miraban por debajo al humilde gobernador de Brimhal, incluso cuando este era la mano izquierda del rey.

Amir respetó los deseos del imponente y frágil señor y se dispuso a esperar y tratar de calmarse, de lo contrario era posible que el rey lo echara del salón cuando llegara.

Tuvieron que pasar otros diez minutos antes de que las puertas se abrieran de nuevo...

—Perdonen la indiscreción caballeros, el acto de la remodelación del orfanato luz de nuestra señora, ya estaba pautado para hoy —dijo el rey con un suave tono de disculpa mientras entraba seguido de un par sircientes—, así que no podía faltar... Por lo que dejé a mi hijo terminando con los niños en cuanto pude librarme, él debe de estar en camino en un par de minutos. —Se sentó en la intimidante silla de piedra con un gesto serio en el rostro.

Amir observó fijamente al rey de Primura, al amo y señor de todo y todos en el reino y aquel que debía poseer la orden más poderosa de todas en la sala.

Los trovadores hasta el sol de ese día seguían creando canciones respecto al legendario héroe Kasio Zorr, el segundo hijo de Flabio Zorr, el antiguo señor de Zorr, y el hermano menor de Franco Zorr, el mejor señor en la historia.

Kasio había sido quién había comenzado la insurgencia en contra de la antigua familia Primura. La antigua línea de sangre real se había ido poco a poco ensuciándose hasta volverse en crueles dictadores que azotaban al reino con impuestos absurdos, total dejades y hambruna para los pueblos del reino y permitían el libre abuso de la clase alta contra la clase trabajadora.

En aquellos años , conocidos como los días de desgracia, fue Kasio quien levantó a las multitudes para formar un ejército y obtuvo la ayuda de algunos nobles de las demás familas señoriales para derrocar a la familia real. Apoyado por su hermano mayor, Franco, obtuvo la fuerza estratégica que se complementó perfectamente con su fuerza como guerrero y terminó derrochando a la vieja realez en el campo de batalla en el que actualmente está contruida Falsia, la capital.

Y así, todos terminaron aceptando a Kasio Zorr como el nuevo rey que trajo los días de paz y libertad que todavía reinan, ganándose así a todo el reino y a todo aquel en él, fortaleciendo con ello su orden y proclamándose con ella mágicamente como el rey y cambiando su nombre a Kasio Primura, el primero en la nueva línea sanguínea real.

El hombre era una leyenda incluso en los reinos vecinos en el continente.

Y lo que alguna vez fue un hombre fornido y valiente... De hecho lo seguía siendo.

A sus cincuenta años, Kasio Primura era un hombre de un metro noventa de puro músculo que parecía de cuarenta, treinta y cinco si se afeitaba completamente la barba e incluso tenía la fuerza de uno, el mismísimo Amir podía dar fé de que incluso más de una vez su rey le había puesto en apuros cuando casualmente entrenaban juntos.

La piel de Kasio era de color canela y sus cabellos chocolate, ojos de un verde oscuro y una barba ligeramente frondosa. Al igual que su hermano Franco, Kasio vestía casi tan humilde como sus sirvientes con un chaleco de cuero negro, una camisa blanca y pantalones oscuros, botas café oscuro y una capa de terciopelo morado, lo único lujoso en toda su vestimenta aparte de la diadema del rey, un pequeño pero elaborado encaje de oro con framentos de diamantes, rubis y zafiros, la piedras del reino, incrustadas en cada una de las uniones del hermoso entramado.

Era simple pero magnífica, al igual que su dueño.

El acerado rey los observó a todos con un gesto serio antes de observar algo melancólico la silla que permanecía vacía en el fondo de la sala antes de hablar...

—Antes de comenzar con la discusión que tenemos programada para hoy, seguiremos el protocolo de siempre. —Entonces el rey levantó su mano derecha, revelando el dorso de esta.

Siguiendo al amo de todos, los señores, ministros y el comandante Grum, se levantaron de sus asientos para elevar sus manos derechas.

Todos cantaron casi en perfecta armonía:

—¡Orden!

En ese momento, todas las manos brillaron doradas en distintas escalas de intensidad, mostrando qué tan fieles eran los súbditos de cada uno de los presentes a estos.

Idealmente, las manos de los ministros deberían de brillar menos debido a que debajo de ellos solo tenían a los trabajadores de sus respectivos sectores, luego debería de estar Amir un poco por encima de estos porque solo tenía al sector militar que solo era un poco mayor que el de los ministros, luego más arriba deberían de estar los señores debido a las ciudades y los pueblos circundantes a estas que ellos manjeban, luego el príncipe al estar por encima de los señores ya que estos eran sus súbditos y por último el rey por encima de todos.

Sin embargo, eso solo ocurría idealmente.

En realidad, la orden de Amir brillaba más que la de los propios señores, eso se debía en aparte a que había sido considerado un héroe durante el fin de los días de desgracia; que por salvar a muchos pueblos fue que logró ser nombrado comandante general de las fuerzas militares.

Y también se debía al hecho de que generalmente tuviera que acompañar al príncipe a sus viajes fuera de la capital como su escolta personal, eso le había hecho cada vez más popular entre todos los súbditos en general, así que tenía partidarios por todas las ciudades.

Eso hacía su orden especialmente poderosa.

Pero aún así, había un señor cuya orden brillaba tan fuerte como la suya e insólitamente no era la del señor Franco.

No, era Agustín Crollys.

Amir lo observó levemente, notando que, aunque su orden se había vuelto mucho más poderosa en esos días, de alguna manera aquel obeso sujeto había logrado igualar sus esfuerzo aunque siempre se la pasaba en su mansión comiendo, bebiendo y fornicando como un animal.

El rey en ese momento terminó de detallar el brillo de cada orden opacada por la suya para luego asentir gustoso, solo entonces los señores bajaron sus manos y se sentaron.

Aunque esa muestra de poder pareciera ser alguna especie que pelea de gallos entre los señores por ver quién la tenía más grande, en realidad era una prueba indirecta que usaba el rey para verificar el cómo habían gobernando y ejercido cada uno de los presentes.

La explicación era simple, si gobernaban mal, la orden del señor en cuestión se atenuaría, si por el contrario lo hacían bien, se avivaría al ganar un poco más la confianza y voluntad de su gente. Era infalible.

Una vez sentados, el rey Kasio Primura comenzó abrió la reunión:

—Bien. Señores de las nueve ciudades, ministros y comandante Grum, creo que es obvio el motivo por el cuál les he pedido reunirse hoy. —Señaló la silla al fondo de la sala—. Hace un par de días, mientras el sol comenzaba a nacer en el horizonte, la ciudad cardinal del sur y guardiana de la capital, la ciudad de Brimhal, fue reducida casi en su totalidad a cenizas, incluyendo la mansión de mi viejo amigo Román Brimhal que en paz descanse y que el Dios Madus lo juzgue en virtud de llevarlo a los altares celestiales —proclamó el rey en voz baja, como si de repente sus energías fueran drenadas al hablar de la muerte del señor de Brimhal—. Una vez dicho eso, le doy paso a la autoridad a cargo el estos casos, el comandante Amir Grum.

En ese momento, Amir se levantó lentamente para luego señalar al señor Agustín sin pena ni gloria.

—No necesitamos pruebas de nada ni investigaciones previas para saber que este vil acto fue cometido por ese señor. —Amir señaló al señor de Crollys con más fuerza—. Discúlpeme majestad, pero no me importa si se entregó tranquilamente a mis hombres y pasó las noches en prisión en calma.

Ese sujeto, Agustín Crollys, se atrevió a llevar un golpe de estado en contra de otro señor, por lo cual, en este momento debería de estar siendo juzgado, no estando presente como si nada hubiese pasado —negó asqueado por toda la situación.

Normalmente el rey y Amir siempre estaban en sintonía, eran hombres de guerra que habían llegado al poder aunque realmente este no les interesaba, pensaban como guerreros y actuaban como guerreros, así que era normal que simpatizaran siempre.

Pero esta vez para sorpresa de Amir, el rey Kasio simplemente suspiró y dijo:

—Agustín, por favor...

Entonces el enorme señor de Crollys se levantó.

—Buenas queridos señores, ministros y comandante —comenzó el señor con una leve reverencia—, para comenzar formalmente está reunión y que para que todos los presentes entiendan los motivos por los cuales actué, debo de anunciar que acusó al señor de Brimhal de alta-

En ese momento el señor Crollys fue interrumpido por el suave toque de la puerta del salón antes de que estas se abriera para mostrar a un chico acompañado de una sirvienta que cargaba una bandeja llena con lo que parecían ser unos cuantos dulces, algo de pan y una tetera caliente con una taza.

—Disculpen la tardanza señores y padre —indicó el chico con una suave sonrisa mientras se inclinaba profundamente antes de entrar—, Annamarry y Félix no querían dejarme ir del orfanato, así que tuve que contentar a los niños con una canción para que me dejaran en libertad. —El joven se sentó elegantemente en la segunda silla que quedaba vacía.

Sentado a la derecha del rey en la punta del anillo, el chico saludó a cada uno de los presentes con dedicación... Excluyendo de ello a Amir, quien estaba sentado en la otra punta del anillo.

Una vez que el príncipe terminó las presentaciones y tomó un sorbo de su té, el rey chasqueó la lengua algo molesto.

—Kasius, hijo mío ¿En que quedamos sobre comer postres para el desayuno? —reprendió el rey al príncipe, haciendo un ademán hacia la comida.

—Ah, tranquilo padre, simplemente he alterado las leyes sobre los principios de estos alimentos con un contrato mágico —dijo suavemente e imperturbable el príncipe con una sonrisa, como si estuviera hablando del clima—. Parece dulces y galletas y saben son como tales, pero en realidad es comida que me brindará nutrientes como cualquier desayuno común. —Levantó el dedo índice como si explicara claramente lo que hizo.

Su padre simplemente bufó con un gesto de desaprobación.

El príncipe era un experto en la magia indeterminada llamada magia de leyes, o conocida simplemente como contrato mágico.

Lo más cercano a un acto de devoción eran los contratos mágicos, que si bien las órdenes dadas por un amo a un sirviente que haya consumado un acto de devoción no podían ser negadas sin importar que clase de orden fuera, en un contrato mágico, ambas partes al igual que en un acto de devoción, creaban las clausulas del contrato bajo la palabra de la magia pero luego ambos simplemente aceptaban de palabra lo establecido en él.

Siendo además que en un contrato mágico si se podía ir en contra de las clausulas aunque esto significara que la parte agravante al no cumplirlo, sufriría la maldición impuesta por la otra parte entre las clausulas.

Otra de las diferencias entre un acto de devoción y un contrato mágico es el efecto de la orden en ellos, si bien ambos podían ser alterado por una orden en medio de la preparación, mientras que en un acto de devoción la orden no podía volver a alterar ni quebrantar sin permiso de ambas partes el acto una vez que estuviera consumado, en un contrato, si la orden era lo suficientemente fuerte, esta podría alterarlo e incluso romperlo luego de haber sido sellado.

Aún así, el príncipe Kasius de alguna manera siempre lograba conseguirle vacíos a esta magia y volverla en otra cosa diferente, como el hecho de haber usado un contrato para alterar las leyes ya impuestas en la comida y volverla en dulces sin cambiar sus nutrientes.

Aunque Kasius solo podía usar un poco de todas las magias menos de la siniestra, el simple hecho de lograr algo así con un contrato, y el hecho de que le podría hacer algo parecido a una persona, simplemente lo volvía aterrador... Incluso aunque este sonrieran tan amablemente mientras tomaba su desayuno.

—Magia de leyes... —espetó el rey algo renuente antes de soltar otro bufido.

El príncipe Kasius se rió levemente.

—La leyes lo controlan todo, padre —dijo el príncipe con suavidad.

El resto de los presentes, excepto Amir, simplemente observaron adsortos el intercambio entre padre e hijo.

Porque Amir no podía evitar estar tenso al sentir cómo la gran mayoría observaba al príncipe con evidente deseo y obsesión... Aunque él no podía culparlos, él estaba en peores condiciones que ellos.

—Bueno... Dejando esta pequeña interrupción a un lado. —El rey observó de reojo a su hijo, quién seguía imperturbable—. Me gustaría continuar con la reunión. Por favor Agustín, sigue con lo que decías.

Ante las palabras del rey, el obeso noble carraspeó un poco antes de con una cínica sonrisa decir:

—Yo, Augusto Crollys, señor de la ciudad de Crollys, acuso a Román Brimhal de alta traición —declaró el señor con cierto orgullo.

Amir solo pudo parpadear unos segundos.

—¡¿ESTÁS DE CHISTE?! —Amir se levantó fúrico y golpeó la mesa ya sin contenerse, abriéndole un hueco con ello—. ¡¿CÓMO TE ATREVES A CALUMNIAR A UNO DE LOS SE-?!

—Amir, silencio —Ordenó el rey en un zizeo de advertencia.

El enorme y poderoso Amir se congeló, las palabras murieron en su boca y su rostro se tornó rojo.

—L-lo lamento su majestad —se disculpó profundamente con una reverenca—, pero aún así, no puedo soportar que el señor de Crollys-

—Agustín tiene buenos motivos para decir lo que dice —interrumpió el rey débilmente antes de suspirar, como si odiara con el alma lo que ocurría—. Agustín, continua por favor.

—Gracias señor —dijo el señor de Crollys entonces—. El señor de Brimhal hace un par de meses había comenzado a escribirme cartas donde él trataba de simpatizar conmigo. —Se señaló pecho pomposamenre—. Al principio eran cartas de saludos, pero con el tiempo empezamos a hablar de política y demás elementos de carácter personal.

Entonces un día, simplemente me dijo que debíamos de actuar en contra de la amenaza del sur, pero que por más lo meditaba, no conseguía encontrar una solución a ese peligro —Explicó suavemente—. Yo trataba de calmarlo, pero el señor de Brimhal seguía en sus predicamentos y no sabía cómo detenerlo.

Hasta hace una semana, cuando me indicó que había sido contactado por guerreros del imperio Smart, donde estos negociaron con él la protección de su ciudad y las demás a cambio de darles paso a Falsia pasa asesinar a su majestad y al príncipe Kasius, esto iba a ocurrir el mismo día en que destruí la ciudad de Brimhal, que al final no resultó más que un nido de traidores rastreros y-

—Cuida tu boca, Agustín —intervino Amir en ese momento con un gruñido, asqueado por lo que el señor de Crollys indicaba—. Considerando que el señor de Brimhal jamás había dado señal alguna de traición, es poco problable que lo que dice sea cierto. —Amir apretó su puño frustrado sobre la mesa—. ¿Dónde están las dichosas cartas?

—Aquí están —indicó en ese momento el rey como respuesta, mientras que uno de los sirvientes le traía un enorme fajo de sobres y papeles—. Ya han sido revisadas y verificadas de antemano, la letra es exactamente la de Román y tampoco tienen rastro alguno de magia alterando las cartas o de maná que la modificara con naturalidad... Estás cartas fueron escritas genuinamente —Murmuró el rey abatido.

Solo entonces Amir entendió el porqué de los ánimos apagados del rey y del señor Franco de antemano. Ellos ya habían escuchado está historia y habían analizado las cartas, ellos ya sabían la verdad desde un principio.

—Entiendo ahora completamente la situación —anunció el príncipe de pronto, levantándose—, así como también, comprendo porqué atacó cuando lo hizo, señor Crollys. —El príncipe comenzó a caminar alrededor del salón—... Pero aún así, usted merece un castigo.

Continuará...