El Bus
Una chica viaja en un autocar helado y encuentra calefacción personalizada
Viajaba entre las ciudades de PZO y V, nadie me acompañaba, me esperaba unas 16 agotadoras horas de camino. Al abordar el moderno autobús de dos pisos que contaba con anchas poltronas noté que el ambiente artificial estaba bastante frío, yo no había previsto eso, al contrario, en vista del calor que había sufrido en PO estaba ataviada con un vestido strapless y unas sandalias bajitas que apenas se sostenían en mis pies por unas pocas pero coquetas tiritas de cuero. El frío hubiera resultado incómodo para cualquiera pero la imagen de mi esposo que me esperaba en V y los pensamientos que incitaba en mi el divino sexo que íbamos a tener apenas al encontrarnos provocaba una descarga de adrenalina que me hacía sentir algo tibia. Esperaba poder viajar sin nadie en el asiento contiguo para aprovechar el espacio y dormir cómodamente, deseaba intensamente evitar el espantoso aburrimiento asociado a las pelis de baja producción que solían poner en aquellos viajes. Sumida en estos pensamientos noté que un hombre de entre 40 y 50 años se acercaba caminando a lo largo del pasillo y me di cuenta de que tendría compañía. Se le veía distraído, como dándose respuesta a preguntas que él mismo se hacía, era un hombre bastante guapo, señaló el asiento libre, me saludó muy cordialmente, le respondí y se sentó a mi lado pidiendo mil excusas por tener que molestarme, lo que me pareció muy gracioso pues él era efectivamente algo torpe. El autobús partió y mi fortuito acompañante continúo absorto en sus cavilaciones haciendo movimientos con las manos, como si dictara una conferencia a un público invisible. Pasó algún tiempo la temperatura del clima artificial del bus se había hecho bastante fría y ya ni los pensamientos con mi esposo ni mi vestido eran suficientes para mxj471nqmantenerme tibia. Mi compañero de viaje notó que temblaba de frío y en un gesto de gentileza decimonónica me ofreció su chaqueta, la acepté apenada, me deshice en agradecimientos y le comenté lo superlativamente agradable del aroma de su colonia. El divino olor de aquel perfume exacerbó mis sentidos, las imágenes sexuales de mi esposo, la delicada galantería del desconocido, el olor, las memorias, la anticipación, inclusive el recuerdo de un desagradable episodio que había tenido con el taxista aquella misma tarde se mezclaron en mi cabeza, algo estalló dentro de mi y me sentí como una hembra en celo. Tal era la pasión demencial que me embargaba que decidí que de alguna manera obtendría del desconocido de al lado cierto alivio de mi energía sexual.
Disimuladamente fui subiendo mi vestido hasta dejar a la vista mis torneadas piernas, inicié conversaciones triviales con mi desconocido y guapísimo vecino, su sonrisa me hacía estremecer, el olor de su perfume se mezclaba con el de su piel y su aliento y yo me sentía cada vez más excitada. Necesitaba entrar en "confianza" para poder dar rienda suelta a los deseos que me consumían como fuego. En algún momento abordé un tema que resultó conveniente, el frío. Yo estaba algo incómoda con la temperatura y el comentó -con un brillo travieso en los ojos - que mis piernas debían estar sufriendo particularmente pués su chaqueta no alcanzaba a cubrirlas, increíble y coincidencialmente, en ese momento se terminó la película que estaban exhibiendo. El chofer del bus apagó las luces mi compañero de viaje y yo quedamos envueltos por la penumbra, que se tornó en protectora de nuestra privacidad. Me acerqué un poco a M (así llamaré a mi compañero de viaje) y le pregunté si el frío le molestaba a lo que contestó que un poco pero que no al punto de incomodarle. Decidí lanzar mi ataque de depredadora alfa, le dije que me sentía helada y tomé la más lejana de sus manos llevándola a mi pierna, tuve buen cuidado de que la posición en que quedó mi compañero fuera prácticamente encima de mi, y le hice palpar mi piel. Él se sorprendió sin alarmarse, rozó mi pierna suavemente con su mano, escuché claramente como cambiaba el ritmo de su respiración, y supe de cierto que estaba extasiado. Su mano era al mismo tiempo fuerte y delicada, era la mano de alguien que trabajaba con el intelecto, me acarició un poco más a lo largo del muslo comentando que en efecto, mi piel estaba muy fría y me felicitó galantemente por la belleza de mis piernas. Agradecí su adulación e insistí en que la baja temperatura estaba haciendo de las suyas conmigo y tomé su mano retirándola de mi pierna y llevándola a mi seno para que, por debajo de la tela del strapless, sintiera su turgencia y mi pezón erecto. Mis ojos se habían acostumbrado bastante a la oscuridad y pude notar su atractiva sonrisa cuando, diciendo que sentía claramente a que me había referido, y sin mediar más palabras introdujo la mano en el vestido para poder sentir mejor. Sentí el calor de su mano y su caricia provocó un intenso derrame de jugos vaginales, me sentía empapada. Generalmente no uso ropa interior para dormir, y como este viaje era de noche pues antes de subir al bus me la había quitado.
Así estaban las cosas, mi vagina húmeda y expectante, henchida y palpitante y aquella mano en mi seno. No soporté más y le dije con picardía que quería verificar si de veras no tenía ¨frío¨ y actuando conforme a mis palabras llevé mi mano a su paquete, el pantalón era de una tela suave y eso me permitió una primera exploración que me deleitó, el miembro estaba erecto y al palparlo se sentía increíblemente duro, casi podría haber jurado que había sido tallado en madera y esa imagen, la de un dildo primitivo hizo que me mojara aún más. Mi cabeza estallaba en oleadas de placer, sin pedir permiso baje el cierre y saque su pene, a pesar de la oscuridad usé la poca luz y mis manos para estudiarlo, no era muy largo, mediría unos 13 cm, puedo decir esto porque mi esposo, físico solía divertirse a costillas mías por no saber estimar tamaños y aprendí a hacerlo para evitar sus mofas, el diámetro era de unos 6 cm de manera que, de grosor mi amigo estaba bien dotado, la firmeza de su erección me llenaba de admiración, dos cosas más llamaban mi atención, era ligeramente curvado hacia arriba y la proporción entre la cabeza y el tronco era de una belleza singular. Pero al deslizar mi mano a lo largo de aquel pene escultural quedé hipnotizada, !estaba empapado!, nunca había conocido o visto a un hombre lubricar de aquella manera, mi boca se hizo agua y no pude contenerme más, me acerqué y el olor era dulce, lo toquetee levemente con la lengua y el sabor de aquel liquido que apenas brillaba era más dulce aún era del sabor de la miel real, finalmente tomé el miembro en la boca deleitándome. Mi boca subía y bajaba a lo largo del grueso y nervudo pene, yo estaba a punto de gemir pero sabía que despertaría al resto de los pasajeros que, a pesar de ser pocos, eran suficientes como para interrumpirme si despertaban. Yo iba y venía muy lentamente, lo sacaba de mi boca, lo toqueteaba con los dedos y mis manos buscaban el vientre y los divinos testículos de mi fortuito amante, al hacerlo noté que si bien el miembro estaba totalmente rasurado, el pubis y las bolas estaban muy bellamente rebajadas, me di cuenta de que seguramente aquel macho exquisito tenía una pareja que le demandaba arreglarse así para darle gusto.
La posición que había adoptado para comerme aquella delicia había levantado mi vestido y M pudo notar claramente que no llevaba panties, me dijo entre susurros y gemidos que mi trasero era muy bello y comenzó a acariciarlo, se fue acercando a mi sexo poco a poco hasta que, llegando allí, mojó sus dedos con mis jugos, los llevó a su boca para saborearme comentando lo dulce del gusto de mi vagina y volviendo de nuevo a mojarse, usó la lubricación para menearme el clítoris a un ritmo lento pero uniforme. De vez en cuando abandonaba el capullo y se hundia en mi gruta obligándome a tragar su miembro para ahogar mis gritos. Así estaban las cosas, mientras los demás viajeros dormían yo disfrutaba del viril pene y de los toqueteos de los hábiles dedos de M. Me sentía muy puta pero disfrutaba enormemente, quería chuparlo hasta obtener su leche. Yo mamaba subiendo y bajando a lo largo del tronco, a veces me detenía a pasar la lengua por el glande y en la zona entre este y el mismísimo tronco, M temblaba y noté que el miembro estaba cada vez más tumescente. Derepente, logré con mi boca lo que todo mi cuerpo exigía. El pene comenzó a palpitar violentamente y los borbotones de leche caliente comenzaron a brotar al ritmo de las contracciones. Las conté, una, dos, … , doce contracciones y la cantidad de leche que llenaba mi boca me enloquecía, no podía desperdiciar ni una gota de tal manjar, lo bebí entero. El casi desmayado de placer me miraba sin saber que decir. Limpié la comisura de mis labios con la lengua y acercando mis labios a sus oidos le agradecí, ya que en vista de la baja temperatura del ambiente artificial realmente estaba necesitada de un poco de leche tibia, él me había regalado la mejor de manera muy gentil y excitante, le regalé un tímido beso en las mejillas y me tendí a dormir.
Eran cerca de las 2 am, gracias al efecto sedante de haber tomado mi leche tibia continuaba dormida, no me había dado cuenta de que mi vestido se había subido dejando expuesta mi intimidad. De pronto en medio de ese estado entre dormida y despierta que nos acompaña en algunas madrugadas sentí que algo húmedo tocaba mis labios mayores. Me despabilé un poco con la sorpresa y descubrí que M estaba enloquecido usando su lengua para darme la más rica de las mamadas, me impresioné gratamente y agradecí las bondades de estar en un bus con poltronas, me fascinaba el dominio del que M estaba haciendo gala, sus movimientos eran ora lentos ora rápidos, a veces entraba un poco y otras lengüeteaba rapidamente el clítoris mientras sus expertos dedos abrían el capullo para descubrirlo, ante tal maestría no puede menos que premiarle abriendo mis piernas para ofrecerle toda mi vulva, recibiendo mi regalo, M comenzó a hendir mi raja con sus dedos y yo tenía que ahogar mis gemidos mordiendo la chaqueta que me abrigaba. Sabiamente mi amante usó la mano libre para bajar mi vestido dejando expuestos mis senos. Cambié un poco mi posición para poder alcanzar su duro y viril paquete con uno de mis pies, el enhiesto bulto no me era desconocido, metí mi piecito en el pantalón y palpé la húmeda cabeza con mis dedos, el gemía y seguía mamando. Abrí su pantalón con el pie para liberar el duro miembro y palparlo mejor, más eso fue demasiado para él, se sentó a mi lado, me levantó y de un solo movimiento me clavó el falo a fondo. Que divina sensación, mi canal se contraía alrededor del tieso miembro que llegaba hasta que se yo que confines de mi interior lanzando oleadas de placer que me recorrían toda. Me penetraba completa y mis ojos se entrecerraban mientras mi boca se abría a punto de gritar. La boca de M se apoderó de mis senos, sus manos de mis nalgas y sus dedos buscaron mi ano para penetrarlo y dejarme totalmente llena, sellando todos los agujeros de la parte baja de mi cuerpo, Yo lo cabalgaba y él trataba de penetrarme mas duro, mas fuerte, mas profundo. No podía contener mis gemidos, luchaba para no dejarlos escapar, Sentía venir orgasmos en cadena, estaba súper excitada, tres dedos empujaban y penetraban profundamente mi ano ¡que placer!, sentí que iba a explotar, me movía como poseída, repentinamente sentí que él tenía contracciones, estaba llegando y llenaba mi vagina con su hirviente semen, me vine también, enloquecía y mi ano apretaba sus dedos mientras mi cueva exprimía la úlima gota de leche de la hermosa tranca. Pasado el paroxismo descendí de mi cabalgadura y noté que mis piernas estaban bañadas de semen y de mis jugos, era tal el volumen que supe que por primera vez había eyaculado, ni siquiera mi marido, aquel supermacho de enorme verga había logrado tal cosa, así de caliente me había puesto en aquel bus. Ordené a mi nuevo hombre que que me limpiará y me dejara como me había encontrado, él sin chistar se inclinó y lamió mis piernas para dejarme limpia y sin semen. Arregló el vestido y me dijo que estaba disfrutando el viaje, Yo mirando y apretando su paquete le respondí que aún nos quedaban muchas horas de camino.