El bus
Si bebes, no conduzcas, sube al autobús nocturno, seguro que encuentras mas de una sorpresa, como quizas alguna compañera de viaje interesante...
El bus por Ángel Perverso
Ahí estaba yo, de madrugada, y después de cenar con unos amigos, volvía hacia mi casa en un "búho", esos autobuses que circulan a altas horas de la noche. Había bebido un poco, y para evitar un disgusto tanto vía accidente (desde aquí os recuerdo que si bebéis, no conduzcáis), tanto vía control de alcoholemia y consecuente multa, decidí usar este servicio público, y ya iría al día siguiente a por el coche.
El autobús estaba vacío, la noche oscura, y el conductor era un tipo grande, y con cara de mal genio. Fuimos circulando por la ciudad, y de repente se detuvo. Me acerqué a preguntarle que pasaba y me contestó de malos modos que había un cambio de turno, y que esperase, que pronto llegaría el chofer, que si quería llegar antes que llamase a un taxi. Asi que resignado fui a sentarme en el ultimo asiento, y a esperar. Asi pasó media hora, y no llegaba nadie, hasta que llegó ella
Una chica mulata entró en el bus, y tras preguntarme si ese autobús iba a funcionar o iba a talleres, le dije que funcionaba, que estaba esperando el relevo del chofer que había antes. Me dio las gracias y se sentó a mi lado, y tras unos pocos minutos en silencio, nos pusimos a hablar, ya que estábamos allí los dos, para matar un poco el aburrimiento. Se llamaba Ania, y estaba estudiando informática. Venía de fiesta con unos amigos suyos, pero me reconoció que no se lo había pasado demasiado bien, problemas con una amiga suya, que estaba interesada en el chico que le gustaba fue ahí cuando se puso a llorar, y me dijo que se sentía mal, porque esa noche había visto a su amiga y a su "chico" enrollados, y tras pegarle una buena bofetada a los dos, se había ido corriendo de allí. En ese momento se me abrazó, y yo le correspondí. Asi volvimos a estar otros minutos callados. Por fin, llegó el conductor, y arrancó el bus.
Aun nos quedaba un buen rato, ya que nuestra parada (digo nuestra porque Ania vivía cerca de mi casa) estaba aun lejos. Ania seguía abrazada a mí, cuando levantó la vista, y me dio un beso en la mejilla, dándome las gracias por escucharla, que necesitaba desahogarse. Yo le acaricié la mejilla secándole las lagrimas y le dije que no tenía porque dármelas, para eso estamos los amigos Ella no pudo evitar una sonrisa, ya que nos acabábamos de conocer realmente, y su siguiente paso fue darme un beso en la boca. Primero fue un pico, rápido. Pero luego me dio otro más largo y apasionado, e incorporándose un poco, se apoyó en mi paquete, y empezó a acariciarme por el costado. Yo me dejé llevar y también empecé a acariciar su espalda, soltando con una mano su sujetador por encima de la camiseta (difícil, pero lo conseguí), y comencé a acariciar su culito, duro y firme por encima de una pequeña minifalda vaquera que llevaba puesta. La cosa empezó a animarse, y ya los masajes eran cada vez menos discretos y más apasionados. Le abrí la blusa, y apartándole el sujetador, ya suelto, comencé a devorar unos pezones pequeños y marrones que sobresalían en unas tetitas preciosas, morenas y suaves, era una autentica delicia mordisquearlos Mientras yo hacía eso, Ania sacó mi miembro del pantalón, y empezó a masturbarme entre pequeños gemidos de placer, suaves, pidiéndome que le mordiese suave, que le encantaba.
Nos dimos cuenta que el chofer miraba por el retrovisor, y eso nos excitó aun más. Ania se volvió a sentar a mi lado, y agachó su cabeza para empezar a besuquear mi polla, primero despacito, con besitos rápidos y cariñosos desde la punta hasta los huevos. Después volvió a subir, arrastrando la puntita de su lengua, esta vez con el recorrido contrario, desde los huevos, metiéndoselos enteros en la boca, y después lentamente hasta la puntita. Ahí abrió la boca, y de golpe, mi cosa desapareció dentro de su garganta, y yo creía morir de placer. Mientras me la iba comiendo, me lanzaba su aliento calido en el miembro, y ese calor me hacía gozar como nunca lo había hecho hasta entonces Notaba como mis huevos poco a poco iban hinchándose, pero yo no quería acabar ya así que decidí que era su turno de gozar.
Le pedí que se levantara, y tras bajarle el tanguita verde claro que llevaba, se puso a cuatro patitas delante de mí, y metiendo la cabeza entre sus piernas, empecé a devorar una rajita cubierta por una capita de vello oscuro y rizado. Ella se dejó caer ligeramente sobre mi para que pudiese lamerle toda esa preciosidad, mientras con una mano seguía masajeando sus pechos La postura no era fácil, y más teniendo en cuenta que estábamos en un autobús en movimiento pero nos olvidamos de la incomodidad, y, tras separar los labios de su vagina, comencé a meter mi lengua dentro, saboreando los fluidos que emergían a cada lametazo, y procurando q mi nariz rozase su clítoris. Ania cada vez disimulaba menos sus gemidos, y eso no hacía más que excitarme a mí también cada vez más, consiguiendo que mi erección fuese cada vez más y más dura. Finalmente, y tras algunos minutos más de cunilingus, pasando mi lengua desde su rajita a su clítoris, conseguí que acabase pero la fiesta no había acabado ahí.
Aún temblando de placer, Ania se lanzó sobre mí y comenzamos de nuevo a besarnos apasionadamente, abriendo sus piernas y situándose sobre mi, de manera q mi polla se deslizase, sin entrar, por toda su rajita, notando como temblaba cuando mi puntita y su clítoris se encontraron En un delicado momento, y sin utilizar para nada las manos, empezó a sentarse sobre mi miembro, lentamente, hasta que estuve por fin dentro de ella. Los dos lanzamos un suspiro de placer, y cerramos los ojos, cuando Ania comenzó a moverse, cabalgando lento al principio, para que pudiésemos besarnos, besos que conforme iba acelerando, hacían que nuestras lenguas tropezasen y disfrutasen mas, entremezclándose con gemidos de placer. Yo notaba como la humedad de su interior resbalaba por toda mi verga, que entraba con facilidad dentro de ella. La verdad es que nos acompasábamos muy bien, y nos movíamos al mismo ritmo. Mis huevos rebotaban en sus preciosas nalgas, y sus tetas saltaban frente a mi cara, y yo trataba de cazarlas, y mordisquearlas, cosa que a Ania le encantaba, ya que sonreía y me miraba con picardía. Asi estuvimos bastante rato, hasta que finalmente Ania se corrió por segunda vez aquello era maravilloso. Notaba como sus fluidos resbalaban por mi polla, su calor, su ser, se deslizaba lentamente hasta mi vello Y a mi no me faltaba mucho tampoco, pero Ania me pidió que quería mi semen en sus pezones Asi que con un rápido movimiento, salto de mí, y puso mi miembro entre sus tetas, haciéndome una increíble paja cubana. Apretaba sus mamas contra mi verga, de arriba abajo, y de vez en cuando mordisqueaba la puntita Asi hasta que por fin no pude más, y tras notar el temblor que marcaba que llegaba al final, me la agarró y apuntando a sus pezones, empecé a echar toda mi lechita sobre ellos, quedando yo totalmente agotado de placer
Faltaba bastante poco para la parada, así que se limpió un poco, y nos vestimos. Esperamos unos pocos minutos, y cuando por fin llegó, nos acercamos a la puerta, y antes de bajar el conductor nos llamó. Se estaba masturbando, y nos dijo que por favor, volviésemos en su turno, que le había encantado el show Ante esto, Ania y yo no pudimos evitar una sonora carcajada, y nos fuimos, dejando que el hombre acabase tranquilo. Esa noche cada uno fue a su casa, pero otras noches, dormimos juntos, e hicimos juntos muchas otras cosas
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