El bufete y el viaje con Susana

Nuestra cliente y amiga Susana nos pide ayuda para encontrar a su ayudante y a su sobrina, perdidas en Berlín tras el confinamiento.

Este relato pertenece a la serie de “el bufete”. Su lectura es completamente independiente de los otros tres relatos anteriores, “El bufete de la perversión”, “El bufete del sexo” y el “El bufete y el oro”, aun cuando sea recomendable su lectura. Pensaba hacer un solo relato, pero ha empezado a hacerse demasiado largo y he preferido dividirlo en dos. Espero que lo disfrutéis todos y especialmente Susana como protagonista de nuevo, espero que me luego me cuentes si lo has disfrutado.

Después de la disparatada misión para recuperar el oro de las hijas del río, que además había terminado siendo un fracaso completo excepto en el plano sexual, Antonia, mi socia en el bufete, me había atado en corto, posiblemente además con mucha razón. Para los que no me conozcáis me llamo Carlos, tengo veintisiete años, soy abogado y tengo un bufete con Antonia, una de las mujeres más atractivas y con mejor cabeza que conozco.

Personal y profesionalmente tengo mucha relación con Mari Carmen, una preciosa chica de mi edad, también abogada, que trabaja en otro bufete con el que colaboramos con cierta asiduidad. Ella y yo fuimos novietes a los dieciséis años, luego dejamos de vernos y hace como un año, además de empezar a colaborar profesionalmente, retomamos una relación de amigos con derecho a roce, que nos produce muchas alegrías a los dos. Mari Carmen era la chica con las tetas más gordas que había visto, hasta que conocí a Susana. Ella es una mujer madura, mejicana, alta ejecutiva de una empresa de su país y clienta del bufete, a la que le gusta mucho el sexo y cuando podemos lo disfrutamos bastante.

Después del jodido confinamiento el trabajo en el bufete había disminuido bastante, vamos que me tocaba diariamente los cojones a dos manos.

-       Antonia, tenemos que hacer algo para captar trabajo o nos vamos a morir de hambre y de aburrimiento. -Le decía a mi socia al final de las mañanas después de no haber hecho nada-.

-       Ya lo sé Carlos, ¿en qué te crees que pienso durante todo el día?

-       Por lo menos el aburrimiento nos lo podríamos quitar entre nosotros.

-       ¡Qué pesado eres, cuando veces te voy a decir que no pienso mezclar trabajo y sexo!

Yo trataba que Antonia volviera a concederme sus favores, pero ella era inflexible en no mezclar las cosas.

Una tarde estando en mi apartamento me llamó mi amigo Juan.

-       Carlos, tengo que verte y hablar contigo. -Me dijo en un tono bastante agobiado-.

-       Claro, cuando quieras, pero adelántame algo.

-       Mi jefa me está acosando y no sé que hacer. -Juan era funcionario del Ayuntamiento-.

-       ¡Qué quiere cambiarte de sitio o echarte?

-       No Carlos, me está acosando sexualmente.

-       ¡Pues fóllatela, vaya problema!

-       No seas burro Carlos, sabes que tengo novia y que ahora estaríamos casados, si no fuera porque tuvimos que suspender la boda por el confinamiento.

-       ¿Qué quieres que la denuncie?

-       Ni hablar, su marido es Concejal con voto decisivo en el Pleno y si denuncio a su mujer por acoso me pondrán en la puta calle.

-       ¿Entonces que quieres que haga?

-       Se rumorea que el marido también es un acosador y que se beneficia por lo menos a una secretaria a la que tiene atemorizada.

-       Vaya par de angelitos, pero yo no rechazaría del todo la idea de follártela. ¿Qué pasa, es que es muy fea?

-       No, está bastante buena, pero no quiero jugarme mi relación.

-       Oye, y si me la follo yo y te quito la presión.

-       Hombre, como tu estás libre, eso es cuenta tuya.

-       Vamos a ir a por todas, follármela y desenmascarar al Concejal a la misma vez.

-       Cuidado, Carlos, que es gente con mucho peligro.

-       Bueno, ¿dónde puedo conocer a tu jefa?

-       Por lo que sé, ella va todas las tardes a un gimnasio cerca de su casa.

-       ¿Cómo se llama?

-       Mercedes.

-       Mándame una foto y la dirección del gimnasio al que va.

-       Mañana te mando un mensaje con las dos cosas.

-       ¿Y Luisa, cómo está? -Luisa era la novia de Juan-.

-       Pues regular, con la pandemia está en un expediente de regulación de su empresa y no gana para vivir sola, así que posiblemente se venga a vivir conmigo.

-       ¿Y tú quieres eso?

-       Claro que quiero que viva conmigo, pero sus padres son muy chapados a la antigua y no les va a hacer ninguna gracia.

Me despedí de Juan y me quedé pensando en la gentuza que había metida en política. Me había salido un trabajito, pero a Juan no podía cobrarle, así que mejor que Antonia no se enterase.

A casi última hora de la tarde me llamó Susana.

-       ¡Hola Susana, que alegría saber de ti! ¿Sigues en Méjico?

-       Igualmente, Carlos, alegría de oírte. No, ya al fin pude volar de vuelta a España. ¿Sabes con quién estoy ahorita?

-       No puedo saberlo.

-       ¡Hola Carlos! -Escuché decir a Mari Carmen retirada del teléfono-.

-       ¿Pero que hacéis juntas? -Les pregunté con la polla dándome brincos en los pantalones-.

-       He llegado esta mañana a Madrid y tenía que ver un asunto urgente con Mari Carmen, así que he cogido el AVE y he venido a verla.

-       Carlos, vente a cenar con nosotras. -Escuche decir a Mari Carmen-.

-       Sí eso, anímate, cenamos juntos y lo que salga.

No podía rechazar esa invitación, los tres habíamos follado juntos en la casa de Susana de Madrid y había sido una experiencia inigualable.

-       De acuerdo, ¿dónde nos vemos?

-       Vente a mi hotel y de aquí salimos a cenar. -Me contestó Susana y luego me dijo el nombre de un conocido hotel y un número de habitación-.

-       Sed buenas y no empezar hasta que yo llegue.

-       ¡Ja, ja, ja! Sí, te vamos a guardar ausencia, que inocente. -Me contestó Susana-.

Me cambié de ropa, puse una muda en la mochila, me coloqué la mascarilla y salí pitando a la estación. Cuando me senté en el vagón iba pensando en las tetas de Mari Carmen y de Susana y me fui calentando todavía más de lo que ya estaba al salir de casa. Pensé que si me presentaba así en el hotel de Susana no iba a durar ni un minuto sin correrme. Por esas cosas tontas que uno hace, decidí ir al aseo del vagón y hacerme una paja rápida. Sin quitarme la mascarilla, me bajé los pantalones y me senté en el inodoro, estaba ya medio empalmado, así que con dos meneos me empalmé del todo. Cerré los ojos para recordar la última vez que Susana, Mari Carmen y yo habíamos follado en la terraza del piso de Susana en Madrid. Recordaba como ellas se comían las tetas mutuamente, mientras yo me follaba a una o a otra. De pronto escuché que se abría la puerta del aseo, traté de taparme, abrí los ojos y una mujer con mascarilla estaba en la puerta mirándome.

-       No es lo que parece. -Dije, cayendo después en que me tomaría por idiota por haberlo dicho-.

-       ¿Y qué es lo que tiene que parecer? -Me dijo ella, entrando al aseo y cerrando la puerta, pero bien, no como al parecer lo había hecho yo-.

-       No sé, ¿qué me estaba masturbando?

-       ¿Y no es así?

Me quedé en silencio y me fijé en la mujer, media melena de pelo castaño, ojos negros, de estatura media, vestida con traje de chaqueta por encima de la rodilla, medias negras y zapatos de tacón, también negros. Con la mascarilla era difícil poder averiguar su edad. Traté de subirme el bóxer a la misma vez que me levantaba.

-       ¿Dónde vas tan deprisa, si no has terminado todavía? -Dijo ella acercándose a mí e impidiendo que me subiera el bóxer.

-       A dejarle el aseo.

-       No te preocupes, no tengo prisa, he venido a retocarme las medias. -Dijo ella llevando una de sus manos a mi polla que había empezado a perder su erección-. ¿Te molesta si termino yo?

Me puso de cara al espejo del lavabo y se colocó detrás de mí mirando nuestro reflejo y empezó a cascármela con un amplio recorrido de su mano.

-       No hace falta que se moleste. -Le dije-.

-       No es molestia, me encanta hacerles pajas a los desconocidos.

Y debía ser cierto porque me la estaba haciendo de maravilla. Me resultaba muy extraño, pero también muy morboso contemplar en el espejo a aquella mujer desconocida con mascarilla, haciéndome un pajote por las buenas.

-       ¿Estás ya a punto? -Me preguntó-.

-       Me falta muy poco …

Me despertó la megafonía del vagón avisando de la próxima llegada del tren a Córdoba. Tenía una erección de campeonato que iba a tardar en bajárseme, pensé que iba a ir dando un bonito espectáculo por la estación. Me coloqué la mochila por delante para tapar el bulto, bajé del tren y me fui andando al hotel en el que se hospedaba Susana. El hotel era el mismo en el que me había enrollado una tarde con la jefa de Marí Carmen. Llamé a la habitación ya de noche.

-       ¿Sí? -Preguntó Susana detrás de la puerta-.

-       Soy yo, Carlos.

Me abrió Susana escondiéndose detrás de la puerta y luego la cerró. Me di la vuelta y estaba desnuda.

-       ¡Qué me gusta tu recibimiento! -Le dije acercándome a ella, cogiéndola por la cintura y besándola en la boca-.

-       Gusto de volver a verte, pasa, Mari Carmen está en el dormitorio. -Me dijo cuando terminamos de besarnos-.

La habitación era una espléndida suite con un buen salón con dos sofás, una mesa para comer, una pequeña cocina, una amplia terraza y un dormitorio grande, en el que estaba Mari Carmen desnuda sobre la cama.

-       ¿No os había dicho que me esperarais? -Dije mientras me acercaba a Mari Carmen para besarla-.

-       ¿Y nosotras no nos habíamos reído? -Me contestó Susana-.

Dejé la mochila en una silla mientras Susana se tumbaba al lado de Mari Carmen en la cama. Me quedé mirando las tetas de las dos y pensando que era un tío con suerte. Sólo de mirarlas volví a empalmarme. Hice el gesto de empezar a quitarme los pantalones.

-       Espera Carlos, primero vamos a salir a cenar. -Me dijo Susana-.

-       ¿Y vosotras vais a salir, así como estáis ahora?

-       No. Venga Mari Carmen vamos a vestirnos, que se va a hacer tarde y no vamos a poder cenar.

-       ¿Por qué no pedimos algo para cenar en la habitación? -Les propuse-.

-       No seas flojo, vamos a enseñarle algo de Córdoba a Susana. -Me dijo Mari Carmen levantándose de la cama-.

¡Qué barbaridad, que buena está! Pensé al verla desnuda de pie. Mari Carmen ahora llevaba el pelo largo y teñido de rubio, de estatura media, guapa de cara, casi siempre sonriente, morena de tomar el sol, sin marcas de bikini, ya que era nudista, unas tetas muy grandes con unas areolas rosadas de buen tamaño, un par de kilos de más en la barriga y la cintura que le sentaban de maravilla, un hermoso culo y unas bonitas piernas. Mi erección se animó todavía más al verla así. Inmediatamente se levantó también Susana de la cama. Ella era mayor que nosotros diez o doce años y estaba tan buena o más que Mari Carmen. Pelo negro largo y abundante, ojos negros, labios carnosos, unas tetas descomunales en su sitio, con areolas oscuras y pezones carnosos, buena figura, un culo bien parado, como decía ella, un chocho grande depilado y unas piernas torneadas. No iba a conseguir que se me bajase la erección en toda la cena.

-       Bueno, pero cenamos cerquita. -Claudiqué frente a Mari Carmen-.

Ver a aquellas dos mujeres vestirse me terminó de poner malo.

-       ¿Carlos, qué te pasa en la entrepierna? -Me dijo Mari Carmen con mucha guasa-.

-       Que me he traído un bocadillo grande, por si me entraba hambre en el tren.

Cuando terminaron de arreglarse, después de sus buenos veinte minutos, volví a hacer un último intento:

-       Podíamos pedir la cena y tomarla en la terraza. Es una pena desperdiciar así una habitación tan estupenda.

-       No seas pesado Carlos, ahora que nos hemos arreglado. Además, quiero hablar con vosotros y si no salimos sé que no va a ser posible. -Dijo Susana abriendo la puerta de la habitación-.

Dimos un paseo hasta el restaurante El Caballo. Daba pena al entrar, otras veces que yo había comido allí estaba lleno hasta la bandera y ahora casi que íbamos a comer los tres solos. El metre que nos acomodó miraba con descaro las tetas de Susana y Mari Carmen alternativamente. Después de pedir un aperitivo y la cena, le pregunté a Susana de qué nos quería hablar.

-       ¿Os acordáis de mi asistenta Yesica y su sobrina Victoria? -Comenzó Susana-.

-       ¡Como para olvidarse de las dos! -Le contesté-.

Yesica era una mulata que llevaba muchos años de asistenta domiciliaria de Susana, guapa, con el culo más impresionante que yo había visto en mi vida y extraordinariamente caliente. Victoria era también mulata, alta, preciosa y transexual. Las habíamos conocido a las dos en la casa de Susana y habíamos tenido una tarde de sexo los cinco inolvidable.

-       Cuando yo regresé a México temporalmente, ellas fueron a Venezuela a ver a su familia. Después nos cogió a todos la pandemia y el confinamiento y lo que iban a ser quince días se prolongaron durante meses. Cuando las restricciones se fueron levantando hablamos para ponernos de acuerdo en el regreso a Madrid. Ellas encontraron un vuelo Caracas-Madrid, con escala en Berlín. En la escala en Berlín se les perdió la pista y no ha habido manera de localizarlas.

-       ¿Qué raro, que en una escala desaparezcan? -Dijo Mari Carmen-.

-       Sí, sobre todo porque ni siquiera tenían que haber salido del aeropuerto. Le he pedido a Gabriel, mi colega en Alemania, que trate de averiguar algo, pero por ahora no ha tenido suerte. Tengo que desplazarme a Alemania y dar con ellas, no puedo quedarme sin saber que les ha pasado.

-       Claro. -Le dije-.

-       Quiero que vengáis conmigo. -Dijo Susana-.

-       No será por el idioma. -Comenté en broma-.

-       No, del idioma se encargará Gabriel. Me preocupa la situación y no quiero estar sola allí, por lo que pueda pasar.

-       ¿Cuándo sería? -Preguntó Mari Carmen-.

-       Más o menos en una o dos semanas. Tendremos que quedarnos allí hasta que demos con ellas.

-       Por mi parte de acuerdo, la verdad es que tengo muy poco trabajo y me apetece conocer Berlín. -Dije-.

-       Por mi parte también. Como Carlos, tengo bastante poco trabajo y Berlín es una ciudad que me encanta.

-       Bueno, pues ya está. Hasta que partamos, os mantendré informados de lo que vaya sabiendo.

Lamentaba lo que les pudiera haber ocurrido a Yesica y a Victoria, pero pensé que ir de viaje con las dos podía ser una orgía permanente. Cuando terminamos de cenar tomamos un par de tequilas y tratamos de pedir la cuenta, pero los camareros estaban más pendientes del partido de fútbol que daban por la televisión que de nosotros, hasta que Susana y Mari Carmen cruzaron una mirada de complicidad, se soltaron dos botones de sus camisas y levantaron los brazos llamando al camarero, que no tardó un segundo en acercarse con la cuenta e invitarnos a otra ronda de tequilas.

-       Anda que a mí me iba a echar la misma cuenta el camarero que a vosotras. -Les comenté cuando nos levantamos-.

-       ¿Es que acaso es lo mismo? -Me dijo Susana-.

-       Evidentemente, no.

De vuelta al hotel se me colgaron cada una de un brazo, apretándose de vez en cuando con la excusa de que hacía fresco, para hacerme notar el volumen y la dureza de sus tetas. Entre eso y la temporada de sequía que llevaba, cuando llegamos a la habitación estaba empalmado del todo.

-       Ya hemos cenado, ahora toca recenar. -Les dije abriéndome los pantalones-.

-       ¡Ay, Carlos, estoy tan cansada del vuelo y del cambio horario, que no voy a poder recenar! -Dijo Susana-.

Mire a Mari Carmen como diciéndole que nos quedáramos los dos.

-       Yo también estoy cansadísima, espérame, Susana, que me voy a dormir contigo.

-       ¡No me hagáis esta putada, por favor, que tengo un calentón de los que hacen época! -Les supliqué-.

-       Aguanta un poquito, Carlos, que mañana estaremos bien descansadas. -Me dijo Susana y me dio un piquito en los labios-.

-       Anímate tú, Mari Carmen. -Volví a suplicar-.

-       Ya sabes que me gustaría, pero es que no estoy para nada.

¡Hijas de puta! Pensé.

-       Bueno, si os ponéis así me iré a dormir con vosotras.

-       No Carlos, los tres en la misma cama no vamos a poder descansar, quédate tú en el sofá. Hasta mañana. -Se despidió Susana-.

-       Hasta mañana Carlos, que descanses. -Me dijo Marí Carmen entrando en el dormitorio con Susana y cerrando la puerta-.

¡Qué descanse! ¿Cómo voy a descansar con el calentón que tengo y ellas ahí al lado? Pensé. Oía el murmullo de sus voces y sus risas, sin entender lo que estuvieran diciendo, mientras me desnudaba. ¡Joder, y yo que pensaba hartarme de tetas esta noche, también es mala suerte!

-       Carlos, si quieres pasar al baño, pasa ahora, que nosotras nos vamos a dar una ducha para dormir mejor. -Escuché que me decía Susana desde el dormitorio-.

La imagen de las dos desnudas juntas en la ducha me asaltó y todavía se me puso más duro el nabo. Así no podía mear.

-       No importa, entrad vosotras ya luego entro yo.

Miré en el armario buscando una almohada y una manta para acostarme y las eché sobre el sofá. No podía dormirme con el calentón y empecé a dar vueltas mientras oía el ruido de la ducha y de sus voces. Esto no tiene sentido, por lo menos podían dejarme mirarlas mientras se duchan, pensé. Mari Carmen y yo jugábamos algunas veces a que yo la espiaba mientras ella se desnudaba y se duchaba como si estuviera sola y terminábamos los dos haciéndonos una paja mutua o cada uno a lo suyo, hasta corrernos los dos. Me levanté y me acerqué a la puerta baño que daba al salón.

-       ¿Puedo entrar sólo a mirar? -Pregunté y luego escuché cuchicheos entre ellas-.

-       ¿Cómo estás? -Me preguntó Mari Carmen-.

-       En pelotas, empalmado y más caliente que un fraile carmelita.

-       ¿Tú que dices, Susana? -Preguntó Mari Carmen-.

-       No sé, la tentación puede ser demasiado grande y tengo que descansar. -Contestó-.

¡Joder con tanto descansar, como si yo estuviera para durar una hora de folleteo! Pensé.

-       Ponte el bóxer, al menos. -Me dijo Mari Carmen-.

-       ¿El bóxer a estas alturas? -Contesté-.

-       Sí Carlos, Susana está muy sensible.

Fui donde había dejado mi ropa y al coger el bóxer me di cuenta de que tenía un manchurrón del líquido preseminal que había segregado durante toda la tarde. ¡A la mierda, pues con mancha y todo! Pensé mientras me lo ponía y me acomodaba la polla como podía. Llamé a la puerta del baño.

-       Si te has puesto el bóxer puedes pasar. -Me contestó Mari Carmen-.

La visión que tuve al entrar en el baño fue del paraíso de las tetas. Estaban las dos desnudas echándose agua una a otra con el rociador de la ducha. Sus cuerpos brillaban con el agua que caía por ellos. Susana estaba de espaldas a Mari Carmen, que en ese momento vertía agua sobre las enormes tetas de Susana. De forma involuntaria empecé a sobarme la polla ante aquella visión.

-       Carlos, deja de tocarte que no somos de piedra. -Me dijo Mari Carmen-.

-       ¿Coño y yo sí?

-       Eres tú el que se ha empeñado en vernos en la ducha, ya te hemos dicho que queremos descansar. -Me contestó Susana-.

-       ¿Qué le pasa a tu bóxer que está manchado? -Me preguntó Mari Carmen-.

-       ¿Tú que crees que le pasa? Pues que con el calentón que tengo desde que salí de mi casa, se me ha abierto el grifo.

La imagen de las dos dándose vueltas en la ducha y sobándose entre ellas era insoportable.

-       Ven aquí, que te voy a enjuagar el bóxer, que si no mañana va a oler a dormitorio de internado de chicos. -Me dijo Mari Carmen-.

Yo vi el cielo abierto y empecé a quitármelo, hasta que Susana me dijo:

-       No Carlos, déjatelo puesto. No nos tientes, que tenemos que descansar.

-       ¡Joder con descansar! ¿Qué habéis hecho, una maratón?

-       No protestes y ven que te enjuague. -Me dijo Mari Carmen-.

Entré en la ducha y me puse al lado de Mari Carmen fuera del alcance del agua.

-       ¡Que barbaridad de manchurrón! ¿Qué has hecho para ponerlo así?

-       No es lo que haya hecho, sino lo que no he hecho.

Mari Carmen, que tenía el rociador de la ducha en la mano, lo dirigió al bulto que formaba mi polla bajo el bóxer y al manchurrón. Luego se puso gel en la mano y empezó a restregarla contra la mancha del calzoncillo que coincidía con el bulto que formaba mi polla. No pude soportar el contacto de su mano en mi polla, aunque fuera por encima de la tela, y me corrí soltando fuertes gemidos.

-       ¡Pero Carlos, así estamos! -Dijo Susana-.

-       Susana, yo tampoco soy de piedra, ni mucho menos.

-       Anda vuélvete y dame los calzoncillos para que te los lave. -Me dijo Mari Carmen-.

-       ¿Qué me vuelva para dónde?

-       ¿Para dónde va a ser? Ponte de cara a la pared, que no te veamos la polla, te quitas los calzoncillos y me los das. -Me contestó Mari Carmen-.

-       Mari Carmen esto es ridículo, me habéis visto desnudo decenas de veces. -Protesté-.

-       Sí, pero hoy no queremos que nos tientes, si no, no vamos a poder descansar. -Me dijo Susana-.

-       ¡Joder con el cansancio y el descanso! -Protesté dándome la vuelta y luego bajándome el bóxer-.

-       Gírate un poco más a la derecha. -Me dijo Mari Carmen-.

La obedecí. Yo seguía empalmado como si no me hubiera corrido.

-       Carlos, si no vas a hacer lo que te digo, por lo menos tápate con las manos. -Insistió Mari Carmen-.

Cuando lo hice, ya la situación se volvió totalmente ridícula. Ellas desnudas y yo mirando a la pared y tapándome el nabo con las manos. Entonces me di cuenta de que se estaban cachondeando de mí de mala manera. ¡Hijas de puta! Pensé.

-       Perdonadme, os voy a dejar para que terminéis de ducharos y os acostéis a descansar. -Les dije cogiendo una toalla, saliendo de la ducha y luego, de espaldas a ellas, liándome la toalla a la cintura-.

-       Carlos, tampoco te lo tienes que tomar así. -Me dijo Susana-.

-       No, si tenéis razón. Vosotras estáis cansadas y yo no os dejo descansar por mi calentón. Me voy yo también a dormir. -Les dije encarando la puerta del baño-.

-       ¿No nos vas a dar un besito de buenas noches? -Me dijo Mari Carmen-.

Me volví hacia ellas y con la visión de nuevo de aquellos dos cuerpos desnudos y mojados, resbalándoles el agua por sus tetas y cayendo a chorritos por sus pezones, mi polla, que no se había bajado, tuvo un calambre. Como por torpeza, dejé que la toalla resbalara de mi cintura y cayera al suelo, dejando a la vista la erección que tenía.

-       ¡Huy que torpe! Perdonad, no quiero incomodaros. -Les dije, tratando de coger la toalla del suelo sin mucha prisa ni acierto-.

-       Carlos así no te puedes ir a dormir. -Me dijo Susana-.

-       ¿Así cómo? De verdad que no estoy enfadado, entiendo que no siempre el sexo es lo primero. -Les dije, yo estaba deseando besarlas, sobarlas, follarlas, … pero quería devolverles la broma que ellas me habían gastado-.

-       Anda, ven con nosotras y relájate un poco bajo el agua de la ducha para descansar mejor. -Dijo Mari Carmen-.

-       Déjalo, Mari Carmen, no sea que Susana se altere y no pueda descansar lo que necesita.

-       ¡Lo que yo necesito de verdad es una buena polla! Así que déjate de tonterías y ven con nosotras. -Dijo Susana-.

-       ¿Tú también necesitas lo mismo o prefieres descansar? -Le pregunté a Mari Carmen-.

-       ¿Cuándo he preferido yo descansar a follar?

Cogí dos toallas y me acerqué a la ducha.

-       Ven aquí que te voy a secar, no vayas a coger frío. -Le dije a Mari Carmen-.

Mari Carmen le pasó el rociador a Susana y se puso a la salida de la ducha frente a mí. Le eché la toalla por encima de los hombros y empecé a restregársela por las tetas y el vientre, cuando su torso estuvo más o menos secos me agaché y le pasé la toalla por las piernas, dándoles un sobe de mucho cuidado. Se notaba que a los nos estaba poniendo muy calientes el jueguecito. Terminé secándole el chocho de manera muy insistente, hasta que ella empezó a gemir con el roce. Antes de que las cosas pasaran a mayores me incorporé y le di la toalla. Secar a Mari Carmen me había puesto la polla como para reventar.

-       Mari Carmen ya está seca, ahora te toca a ti Susana. -Mari Carmen le dejó el sitio a Susana-.

Empecé primero por secarle sus enormes tetas y la barriga, luego le di la vuelta y le sequé la espalda y su fantástico culo, pasando reiteradamente mi mano con la toalla por su depilado chocho, empezando ella a gemir primero suavemente y luego de forma más sonora, por último, le sequé sus piernas. Cuando le pasé la toalla ella me cogió la polla y me besó en la boca, mientras yo le sobaba las tetas.

-       Eh, que estoy aquí. -Dijo Mari Carmen acercándose a nosotros-.

Llevó también una de sus manos a mi polla y a mis huevos, que tenía recién depilados y se fundió con nosotros en el beso.

-       Sois las dos muy guasonas, creí que me quedaba esta noche a dos velas. -Les dije-.

-       Pensamos que sería divertido hacerte rabiar un rato. -Dijo Susana-.

Las cogí a las dos por la cadera y las llevé a la cama, dejándolas boca arriba. Ellas, suponiendo lo que iba a pasar, levantaron mucho sus piernas dejándome sus chochos a mi disposición y comenzaron a besarse y a sobarse sus tetas mutuamente. Empecé a comerle primero el chocho a Mari Carmen, mientras le acariciaba el clítoris a Susana. Conocía a Mari Carmen lo suficiente para saber que no podía resistir una buena comida de coño sin correrse en muy poco tiempo.

-       Carlos, estás pasando el punto de no retorno. -Me dijo a la misma vez que Susana se ponía de rodillas para comerle las tetas a Mari Carmen-.

-       ¡Qué ganas tenía de comerme los melones que tienes por tetas! -Le dijo Susana, que le apretaba las tetas a Mari Carmen con las manos y le mamaba y mordía los pezones-.

-       ¡Uuuummm Susana, sólo otra mujer con unas tetas gordas sabe comerlas como tú lo haces! -Le dijo Mari Carmen, que estaba a punto de empezar a correrse-. ¡Seguid los dos, que me voy a correr!

-       ¿No prefieres que lo dejemos aquí y puedas descansar? -Le dije-.

-       ¡Como me dejes así, te arranco los cojones!

Susana hacía mucho ruido chupándole y comiéndole las tetas a Mari Carmen y eso me ponía todavía más caliente. Pasé de acariciarle el chocho a Susana a meterle dos dedos y moverlos mucho. Tenía el chocho empapado y mis dedos entraban y salían con toda facilidad.

-       ¡Aaaagggg, siiii, siiii, que ganas tenía de correrme, aaaaggg! -Gritó Mari Carmen al empezar a correrse, llenándome la boca con sus jugos-.

Mari Carmen enlazó una corrida con otra hasta que terminó dando botes con su culo sobre la cama.

-       ¡Para Carlos, por Dios, no puedo más, me voy a desmayar! -Me ordenó con el cuerpo desmadejado-.

Me incorporé, me puse detrás de Susana y se la metí hasta el fondo de golpe, mientras le daba cachetes en su culo.

-       ¡Más fuerte, Carlos, más fuerte! -Me dijo Susana, moviéndose para ponerle las tetas en la boca a Mari Carmen-.

Me dolían las palmas de las manos de los golpes que le daba a Susana, que los agradecía gimiendo cada vez que le daba uno. Mis embestidas contra Susana sonaban como si estuviera tocando las palmas, notaba como mis huevos rebotaban una vez y otra contra su clítoris, produciéndome mucho placer.

-       ¡Ahora, ahora, ahora, siiii, aaaagggg! -Gritó Susana al empezar a correrse con fuertes espasmos en su chocho-.

Cuando terminó de correrse se dejo caer boca arriba sobre la cama. Yo rodeé la cama, me puse de rodillas detrás de sus cabezas y me corrí como una fiera sobre las tetas de las dos. Tuve una corrida de esas muy abundantes y con mucha fuerza, cubriéndole a las dos sus grandes tetas con mi lefa. Finalmente caí desfallecido sobre ellas.

-       ¡Cómo he echado de menos esto durante estos meses de distanciamiento! -Exclamó Susana-.

-       Y nosotros también. -Contestamos Mari Carmen y yo-.

-       Casi todas las noches me acostaba pensando en estas sesiones de sexo con vosotros y me despertaba a media noche tan caliente, que tenía que hacerme un dedo para poder seguir durmiendo. -Dijo Susana-.

-       Pues aprovechemos el tiempo que vayamos a estar juntos en Berlín. -Le contesté-.

-       No lo dudes. -Me dijo Susana a la que se le cerraban los ojos del sueño-.

Nos dormimos los tres abrazados hasta la mañana siguiente. Me despertó el sonido de un mensaje en mi móvil. Estaba sólo en la cama, tenía una buena erección, me levanté a buscar a Mari Carmen y a Susana, pero no estaban en la habitación. Miré la hora, las diez y veinte y llamé a Mari Carmen.

-       Buenos días, dormilón.

-       ¿Dónde estáis?

-       En el AVE camino de Madrid, tengo que ver algunas con Susana. Estabas tan dormido que nos dio pena despertarte.

-       Pena te daría si vieses el pollón con que me he levantado, pensando en que íbamos a echar otro ratito.

-       Mañana cuando vuelva intentaré ir directamente a Sevilla, mientras tanto alíviate como puedas.

-       Que simpática. Venga, nos vemos mañana, un beso en cada una de tus tetas.

-       Hasta mañana, un beso.

Mire el mensaje que me había llegado al móvil, era de mi amigo Juan. Como habíamos quedado me mandaba una foto de la acosadora. Era guapa y estaba bastante buena, pensé que no necesitaba acosar a nadie, para echar un polvo. En el mensaje me daba el nombre y la dirección del gimnasio y me decía que solía ir sobre las seis de la tarde.

Me llamó Antonia por teléfono:

-       ¿Se puede saber dónde estás?

-       Me vine anoche a Córdoba a ver a Susana y a Mari Carmen, que estaban juntas aquí y ahora me vuelvo para Sevilla.

-       Buena juerga os habréis pasado.

-       No ha estado mal.

-       Carlos, sabes que vas a morir por la polla.

-       Tampoco es para tanto, Antonia, si tú me dieras un poco de cariño te aseguro que sentaba la cabeza.

-       Si dejas el bufete, igual te daría un poco de cariño, como tú dices, pero mientras seamos socios, ni flores.

-       Voy a empezar a buscarme otro trabajo, a ver si es verdad lo que me dices.

-       No tendré yo la suerte de que encuentres otro trabajo. Déjate de tonterías y vente para el bufete.

-       ¿Por qué tanta urgencia, tenemos algo de trabajo?

-       ¡Qué va, pero no quiero aburrirme sola, mientras tú estás con tus juergas!

-       Vale, cojo el próximo AVE, después de tomarme un café. Hasta dentro de un rato.

Pese a llevar un rato levantado seguía empalmado, debía haberme quedado con ganas después del trío de la noche pasada. Me hice un pajote bajo del agua de la ducha reviviendo la imagen de Susana y Mari Carmen. ¡Joder como nos lo vamos a pasar en Berlín! Me vestí con la misma ropa de la noche anterior, menos el bóxer, recogí mis cosas, tomé un café en un bar y cogí el AVE. Durante el corto trayecto, busqué el teléfono del gimnasio al que iba la acosadora de mi amigo Juan y llamé para saber el horario y matricularme. De la estación fui directamente al bufete.

-       ¿Tú crees que puedes venir con esas pintas a trabajar? -Me dijo Antonia cuando me presenté ante ella-.

-       Estás peor que mi madre.

-       ¡Joder, sin afeitar y con ropa informal! ¿Qué te crees que eres arquitecto para ir como te dé la gana?

-       Vale, mañana vengo afeitado y con traje y corbata.

-       Ponte a buscar trabajo, que a final de mes querrás cobrar.

-       ¿Dónde lo busco, debajo de las piedras?

-       Por mí como si es debajo de las tumbas, pero búscalo y encuéntralo.

-       Antonia ya es casi la una y media, ¿tomamos una cerveza juntos, que hace tiempo que no lo hacemos?

-       A ti lo que yo te digo te resbala. ¿No?

-       No es que me resbale, pero que quieres que haga a esta hora para buscar trabajo. Además, cada vez estamos más distanciados y eso no es bueno entre socios.

-       En eso tienes razón. Venga vamos, pero una cerveza.

Nos pusimos las mascarillas, cerramos el bufete y bajamos a un bar que estaba cerca. ¡Qué buena está Antonia! Pensé mientras caminaba a su lado. Nos sentamos en la terraza y pedimos un par de cervezas.

-       ¿Qué tal están Mari Carmen y Susana? -Me preguntó Antonia-.

-       Como siempre, con ganas de juerga. Susana nos ha pedido que la acompañemos a Berlín dentro de una semana o diez días. Está preocupada porque su asistenta ha desaparecido en Berlín de vuelta desde Venezuela.

-       ¿Desaparecido?

-       Sí, tenía que hacer transbordo en Berlín para Madrid y no cogió el avión.

-       ¿Y qué vais a hacer vosotros allí?

-       Imagino que acompañarla. Susana es buena clienta y no podía decirle que no.

-       Ya, a otro perro con ese hueso.

-       ¿Y tú cómo estás?

-       Un poco sola y harta del trabajo tan aburrido que tenemos.

-       Si estas sola es porque quieres.

-       Carlos, no vuelvas a las andadas.

-       Tú sabes que yo te adoro. -Le dije y era la verdad-.

-       Cuando no seamos socios, igual me lo pienso. Me voy, que no tengo hecho de nada de comer.

-       ¿Quieres que comamos juntos en algún sitio?

-       No gracias, tengo cosas que hacer esta tarde.

Antonia se fue y yo me quedé para comer algo. Yo no es que no tuviera hecha la comida, es que no tenía nada en casa para hacer de comer. Cuando terminé me fui a mi apartamento para descansar un poco y cambiarme de ropa para ir al gimnasio. Poco antes de la seis de la tarde estaba entrando en el gimnasio. Me paré en la recepción-administración para arreglar el tema de la matrícula. El chico que estaba no era muy despierto y le llevó su tiempo arreglar los papeles. Cuando llevaba sus buenos diez minutos apareció por la puerta Mercedes, la acosadora de mi amigo. No sé de que se queja Juan, pensé, porque la tía era bastante atractiva, pelirroja de bote, pelo corto, bonitos ojos, el resto de la cara no se le veía con la mascarilla, buenas tetas, el vientre como una tabla, el culo respingón y unas piernas torneadas, embutidas en una malla.

-       Buenas tardes, Mercedes. -Le dijo el chico y ella pasó de largo sin siquiera contestarle-.

-       Que estirada. -Le comenté al chico por lo de no haberle devuelto el saludo-.

-       Te acostumbras.

-       ¿Viene mucha gente por las tardes? -Le pregunté-.

-       No, algunas clientas fijas y algunos estudiantes a muscularse. Cuando viene más gente es a primera o a última hora. ¿Quieres que te enseñe algunas series de ejercicios? -Me preguntó el chico cuando había terminado el papeleo-.

-       No te preocupes, hoy vengo más que nada a conocer el sitio.

-       Como quieras. Si quieres utilizar la sauna hay toallas a la entrada de los vestuarios.

Me despedí del chico y entré a la sala en la que estaban los aparatos. Mercedes estaba sola en un extremo de la sala, se había quitado la mascarilla y parecía estar calentando. Al ver su boca entendí a mi amigo Juan. Mercedes tenía los labios tan finos, que le sería imposible pintárselos. Nunca me han gustado las mujeres con los labios finos, pero desde lo que me ocurrió en el bufete en el que trabajaba antes, además les tenía auténtico pánico.

-       Hola buenas tardes. -La saludé y ella no me contestó-.

O era una grosera de mucho cuidado o tenía mal el oído o llevaba unos auriculares que yo no era capaz de ver. Al poco se tumbó boca arriba en un banco de pesas con las piernas muy abiertas frente a mí. Se le formaba un bulto en la entrepierna bajo las mallas de mucho cuidado. Pensé que o llevaba una compresa de las antiguas o tenía una cantidad de pelo que no podía ser normal o tenía el chocho más carnoso que yo había visto nunca. La di la espalda y empecé a hacer unos ejercicios de calentamiento, que no hacía desde las clases de gimnasia del instituto. Pensaba como iba a entrarle con lo antipática que parecía.

-       Tú vienes poco por aquí, ¿no? -Escuché decir a una voz femenina a mi espalda y me giré a ver quien era. Era Mercedes que estaba como a dos metros detrás de mí-.

-       Lo dejé hace tiempo y ahora quería volver. Los años no pasan en balde y estoy echando algo de barriga.

-       No digas eso de los años, tú eres insultantemente joven todavía.

-       No exageres tu debes tener pocos años más que yo. -Le dije a sabiendas de que mentía-.

-       Gracias por el cumplido, pero no cuela. ¿Quieres que te enseñe algunas series para calentar?

-       ¿Tienes vídeos eróticos en el móvil? -Le dije creyendo que era un juego de palabras ingenioso. Ella se quedó callada mirándome fijamente-. Perdona, creí que podía tener gracia, pero, en efecto, he dicho una majadería.

-       Imagino que en otros momentos serás más ingenioso.

-       Pocas veces, la verdad. Yo me llamo Carlos ¿y tú?

-       Mercedes, además tengo muy poco sentido del humor.

-       Sí, por favor, enséñame algunas series para calentar.

Mercedes se puso a mi espalda y me fue diciendo y señalando los músculos que tenía que calentar. Con esa excusa me fue sobando los brazos, el pecho, la barriga, el culo y los muslos.

-       No estás mal del todo para no venir al gimnasio. -Me dijo al terminar el repaso que me había dado-.

-       Eres muy amable, espero ir mejorando poco a poco. ¿Qué otros servicios tiene el gimnasio?

-       Poca cosa más que esta sala, los aseos, los vestuarios y una sauna. Ah y una sala de masajes, se me olvidaba.

-       Por fin voy a poder tomar una sauna. Llevo años queriendo probar, pero no he tenido oportunidad. ¿Y eso de la sala de masajes?

-       Un fisio viene a dar masajes deportivos, para ayudar a la rehabilitación de los que tienen alguna lesión muscular.

-       Yo soy aficionado a dar masajes y me dicen que los doy bastante bien.

-       Ya me imagino los masajes que das tú.

-       Si quieres puedo darte uno.

Mercedes me miró de arriba abajo y no dijo nada durante un rato.

-       Hoy no tengo ganas de matarme, así que mejor me voy a dar una sauna. -Dijo finalmente-.

-       ¿Te importa si te acompaño?

-       Como quieras.

-       Perdona mi desconocimiento, ¿qué se lleva puesto?

-       Una toalla. ¿Qué quieres llevar un abrigo?

-       Un abrigo sé que no, pensaba más en un bañador o algo así.

-       Hay quien lo lleva, pero a mí no me gusta.

La seguí hacia los vestuarios. Ella cogió una toalla y se dirigió al vestuario femenino, yo hice lo mismo y me dirigí al de hombres.

-       Nos vemos en la sauna. -Me dijo y entró al vestuario-.

Para no tener ningún plan, la cosa no va mal, pensé cuando empecé a desnudarme frente a una taquilla. Cuando terminé guardé la ropa y me lie una toalla a la cintura. Era verdad que no había tomado nunca una sauna, recordé algunas películas porno que había visto en las que las usuarias, con el calor y el sudor, se ponían cachondas y follaban como descosidas. Salí del vestuario y me dirigí a la sauna.

-       ¿Así es como tú buscas trabajo? -Escuché decir a Antonia detrás de mí-.

-       ¿Coño qué haces tú aquí? -Le dije al volverme. Llevaba una camiseta deportiva naranja y unas mallas negras que le sentaban de maravilla-.

-       Eso es lo que debería preguntarte yo a ti. Yo vengo asiduamente, pero tú no has hecho ejercicio en tu vida. ¿Vas a la sauna con la Parpajo?

-       Bueno el apellido no lo sé, voy con una que se llama Mercedes.

-       Pues eso, Mercedes Parpajo. Qué ojo tienes, Carlos. Ten mucho cuidado, esa mujer y su marido tienen mucho peligro encima.

-       ¿Por qué lo dices?

-       Se rumorea que son dos prendas de cuidado. A ella le gustan los jovencitos, así como tú, y a él, además de demasiado el dinero, le gusta abusar de las chicas que tiene a su alrededor.

-       ¡Qué bien, qué buenas personas! El caso es que Mercedes está acosando a un amigo mío que trabaja con ella y lo tiene desesperado. Me ha pedido ayuda a ver si se la puede quitar de encima.

-       Y tú, como eres tonto, no se te ocurre otra cosa que meterte con ella en la sauna. Carlos, ya te he dicho muchas veces que te pierdes por la polla.

-       Vente tú conmigo a la sauna y ya verás que no pasa nada con ella, de lo que pase contigo no respondo.

-       ¡Qué pesado eres Carlos! Por mí como si te la follas por todos los agujeros, pero después no vengas pidiendo ayuda.

Terminó Antonia de hablar y se fue hacia la sala del gimnasio. ¡Coño, también era mala suerte que me hubiera pillado! La puerta de la sauna tenía un pequeño ventanuco, miré hacia el interior. La sauna era entera de madera, bastante pequeña y sólo con un banco a cada lado, en los que escasamente cabía una persona tumbada. Mercedes estaba sentada envuelta con una toalla al pecho. Entré en el interior la temperatura era insoportable, miré un termómetro y rondaba los setenta grados.

-       Bueno, a ver cómo se me da esto. -Le dije a Mercedes, que estaba recostada de espaldas con los ojos cerrados-.

-       Cállate y relájate.

Me senté frente a Mercedes. Tenía ya la piel perlada de gotas de sudor, sobre todo por el inicio de sus tetas, que parecían bastante más grandes que con la ropa deportiva. Imité a Mercedes y me recosté de espaldas con los ojos cerrados tratando de urdir un plan para quitársela de encima a Juan. Al par de minutos se quitó la toalla y la extendió en el banco. ¡Que buena está! Pensé. Tenía un par de hermosas tetas terminadas en unas areolas grandes y oscuras y unos pezones pequeñitos, el ejercicio mantenía su barriga a raya. En efecto, tenía el monte de Venus más carnoso que había visto nunca, totalmente depilado, y un culo más grande que pequeño y bastante respingón, que parecía más duro que una piedra. Luego se tumbó en el banco boca arriba. Actuaba como si yo no estuviera allí también. Contemplarla desnuda empezó a animarme la polla.

-       Quítate la toalla y recuéstate. -Me dijo-.

Su cuerpo estaba ya entero perlado de sudor, que hacía brillar su piel. Le hice caso, me levanté, solté la toalla y la extendí en el banco. Tenía ya la polla morcillona.

-       Esto se aguanta poco tiempo, ¿no? -Le dije, sintiendo un calor infernal-.

-       Diez o quince minutos todo lo más, salvo que seas finlandés. ¿Mejor así? -Me preguntó cuando me tumbé desnudo de espaldas-.

-       Sí, mejor.

-       ¿Tu amigo el calvo se está animando de verme desnuda? -Me preguntó y yo quedé un tanto descolocado-.

-       Normal, él sabe reconocer una mujer atractiva. -Le contesté cuando me repuse-.

-       ¿De verdad sabes dar masajes?

-       Claro, ¿por qué te iba a mentir? -Le dije echándole cara al asunto-.

-       Por el placer de sobarme un rato.

-       También puede ser verdad.

-       ¿Qué edad tienes?

-       La suficiente para que no sea delito.

-       Eso ya lo veo.

-       Veintisiete.

-       Estás en el límite de los que me gustan.

-       Qué suerte la mía. No dejemos pasar mucho tiempo, no sea que me pase el límite.

Me volví a mirarla, ahora estaba tumbada de lado con las piernas abiertas, luciendo sus grandes tetas y el chochaco que tenía.

-       Ya va siendo hora de salir y ducharse. -Me dijo levantándose-.

-       ¿Vas a querer que te dé el masaje?

-       ¿Por qué no? No esperaba una tarde de gimnasio así. En la sala de masajes hay una ducha y a veces botes de aceite corporal.

-       ¿Vas mucho a la sala de masajes?

-       Cuando necesito uno.

Ella se volvió a poner la toalla y yo también. La polla, aunque sólo morcillona, me formaba un bulto bajo la toalla, que ella miró fija y descaradamente. Salimos de la sauna y la seguí por un corto pasillo hasta una puerta con el cartel de “SALA DE MASAJES”, giró el pomo, entramos, luego cerró la puerta y echó la condena. Me aprisionó contra la misma puerta, me soltó la toalla y me cogió la polla.

-       Tenía muchas ganas de sobarla. -Me dijo. Yo traté de besarla, pero ella giró la cabeza-. Los besos luego, ahora la ducha.

La sala estaba bastante bien, tanto que no parecía que fuera para masajes terapéuticos, sino más bien para masajes con final feliz. La iluminación era suave y cálida, en el centro una camilla bastante grande, a los lados, estanterías bajas con toallas y botes con restos de aceite corporal y al fondo un plato de ducha bastante grande con mampara y puerta de cristal y un banco del mismo material que las paredes de la ducha. Mercedes dejó caer la toalla y se dirigió a la ducha.

-       A mí me parece que aquí se dan pocos masajes terapéuticos y muchos de los otros. -Le dije a Mercedes dirigiéndome también a la ducha-.

-       Se dice que los dueños del gimnasio se lo montan aquí por las noches con un selecto grupo de socios.

-       Eso ya me pega más.

Mercedes giró el grifo y empezó a salir agua fría por un enorme rociador de agua efecto lluvia. El agua fría hizo que mi polla se desinflara, cayendo a una situación de letargo.

-       ¿Qué le pasa a tu amigo? -Me dijo Mercedes que se había percatado del cambio de estado de mi polla-.

-       El agua fría, a ti se te han puesto los pezones como piedras.

Mercedes se echó gel en las manos y volvió a cogerme la polla.

-       Eres muy traviesa, deja que primero te dé el masaje.

-       Sí, pero me pone más que me lo des con la polla bien dura. -Me contestó empezando a hacerme una paja-.

Esta mujer no se anda con tonterías, pensé. Cogí el bote de gel y empecé a verterlo sobre sus tetas, solté el bote y empecé a enjabonarla. Tenía las tetas bastante duras todavía, luego llevé las manos llenas de jabón a su culo, como había supuesto lo tenía como una piedra.

-       Tú te tienes que matar en el gimnasio para tener este culo.

-       Pues sí, pero merece la pena para poder estar así pasados los cuarenta. -La paja que me estaba haciendo empezó a obtener sus frutos y me empalmé-. Mucho mejor así, no me gusta estar en la ducha con un chico con la polla de un angelote.

-       A mí tampoco me gusta estar decaído sobando a una tía como tú.

Mercedes cogió el rociador, dirigió el agua hacia él, accionó el grifo para que saliera agua templada y lo manipuló para que chorro se distribuyera en decenas de salidas con bastante fuerza. Cuando lo hubo hecho lo dirigió hacia mis huevos sin dejar de pajearme. Aquellos chorritos contra mis huevos incrementaron el placer que me estaba produciendo su paja.

-       ¿Te gusta? -Me preguntó-.

-       Mucho. Tú has hecho esto bastantes más veces, ¿verdad?

-       Algunas, me encanta sentir el agua así sobre mi chocho y no voy a privar de este placer a mis acompañantes.

-       Gracias, pero si sigues así vas a conseguir que me corra.

-       No quiero que sea todavía. ¿Me das ya el masaje?

-       Claro.

Mercedes cerró el grifo. Cogí una toalla y la sequé sin que ella dejara de pajearme.

-       Túmbate boca abajo en la camilla. -Le dije-.

Ella extendió una toalla y luego se tumbó con la cabeza fuera de la camilla y dejando caer sus brazos por los lados. Su culo y su espalda eran imponentes. ¿Para qué necesita una mujer así acosar a un tío si puede tener los que quiera? Pensé. Me acerqué a una de las estanterías para coger un bote de aceite corporal que estaba a medias. Cuando volví hacia la camilla me percaté que, en el techo, disimulada entre unos adornos orientales, había una pequeña cámara con detector de movimiento que nos debería estar grabando en ese momento. Era casi imperceptible, pero desde que tuve el problema con la grabación en el bufete Varela, me había vuelto muy sensible a la presencia de cámaras.

-       ¿A qué esperas para empezar? -Me instó Mercedes-.

Igual no es malo que nos graben, pensé. A la salida iba a tener una conversación con el recepcionista para que me entregase la grabación y ya vería que hacía con ella.

-       Ya estoy aquí. -Le dije a Mercedes-.

Me situé de pie frente a su cabeza, empecé a verter aceite sobre su espalda, luego dejé el bote sobre la camilla y llevé mis manos a sus hombros. Yo había visto algunas películas porno de masajes, tiré de recuerdos y comencé a darle a Mercedes su masaje. Era muy placentero deslizar mis manos sobre su aceitada espalda, sentir la suavidad de su piel y su calor corporal. Fui bajando mis manos por su espalda hasta su culo, que sobé con ganas. Tenía la polla a reventar.

-       Tú no has dado un masaje en tu vida, ¿verdad? -Me dijo-.

-       ¿Por qué lo dices?

-       Porque un masaje no es un sobeteo y tú lo que estás haciendo es sobarme.

-       ¿Te molesta?

-       En absoluto, pero para sobarme no tenías que inventarte lo del masaje, bastaba con que me lo hubieras dicho.

Yo seguía encelado sobándole el culo, para lo cual tenía que arrimarme mucho a su cabeza, tanto que mis huevos y mi polla la rozaban de vez en cuando. Levantó la cabeza y empezó a lamerme los huevos y a metérselos en la boca.

-       Me gustan los hombres depilados. -Dijo-.

-       Gracias. A mí también me gustan las mujeres depiladas, disfruto apreciando su monte de Venus y el tuyo es espectacular.

La comida de huevos que me estaba haciendo me tenía en un estado peligroso de calentura.

-       ¿Haces mucho el amor? -Le pregunté-.

-       No, yo follo todo lo que puedo, que no es lo mismo.

-       Debe ser fácil para ti, con el cuerpo que tienes, seducir a cualquier chico.

Me encantaba cuando se metía uno de mis huevos en la boca y jugaba con él.

-       No te creas, siempre hay alguno que se resiste y tengo que aplicarme.

-       Date la vuelta.

-       ¿Ya has terminado con mi culo?

-       No me hartaría nunca de él, pero quiero sobarte las tetas y el chocho.

Ella se dio la vuelta y yo empecé a verter aceite corporal sobre sus tetas y su vientre.

-       ¿Y qué haces cuando se te resisten? -Le pregunté-.

-       De todo. A mis años no consiento que un niñato tonto me diga que no.

Sus tetas eran deliciosas, grandes y suaves y con el aceite mis manos resbalaban sobre ellas.

-       ¿Por qué no te subes a la camilla y hacemos un “69”? -Me dijo-.

La idea me pareció fantástica, así que me subí de rodillas a la camilla y le puse la polla al alcance de su boca. Ella abrió las piernas mucho para facilitarme el acceso a su chocho y me apliqué a lamerle su clítoris que estaba bastante hinchado.

-       ¿Te parece bien así? -Le pregunté-.

-       No está mal. -Mercedes me había cogido la polla con una mano y se la había llevado a la boca, empezando a jugar con su lengua sobre mi capullo y mi frenillo-.

-       No creo que ningún tonto te diga que no.

-       Alguno hay, pero ya caerá. Deja de hablar y aplícate con mi chocho, que necesito correrme ya.

Tenía ya el chocho muy abierto y mojado. Su interior rosado le brillaba incluso antes de que yo empezara a comérselo.

-       Me gusta tu polla, no es que sea muy grande, pero se te pone durísima.

-       Vaya una cosa por la otra.

Mercedes dejó de lamerme el capullo y se metió mi polla en la boca. Yo empecé a subir y bajar las caderas como si estuviera follando. No iba a aguantar mucho más con la mamada. Me esmeré sobre su chocho para hacer que se corriera antes o a la misma vez que yo, lo cual no me costó mucho esfuerzo.

-       ¡Sigue, sigue, sigue, aaaaggggg, no pares, sigue, aaaagggg…!

Mientras se corría me apretó la base de la polla casi hasta estrangulármela sin sacársela de la boca. Si quería retrasar que me corriera no lo consiguió, el efecto fue como cuando sueltas una manguera que tienes pisada, cuando empecé a soltar los chorros en su boca fue un no parar. Al terminar me dejé caer sobre ella todavía con la polla en su boca.

-       ¡Joder, tenías los cojones bien llenos!

-       Pues todavía me queda. -Le dije levantándome y situándome de rodillas entre sus piernas-.

-       ¿Me vas a follar ahora?

-       Claro que te voy a follar. -Le dije subiendo sus piernas a mis hombros y tirando de ella hacia mi para que estuviera al alcance de mi polla-.

-       Un dos por uno, con lo que me gustan las oportunidades.

Se la metí hasta el fondo de un golpe y comencé a sobarle el clítoris, mientras ella se amasaba las tetas. Después de unos minutos de bombeo, me dijo:

-       ¡No pares ahora, hace tiempo que no me corro dos veces seguidas!

-       No te preocupes, que no voy a parar hasta que nos corramos otra vez los dos.

Por la expresión de su cara noté que iba a empezar a correrse de un momento a otro, hasta que así fue.

-       ¡Aaaagggg, siiii, siiii, sigue, sigue, aaaagggg …!

Cuando terminó de correrse yo estaba a punto también, se la saqué del chocho y me corrí sobre su vientre y sus tetas. Ella se movió rápido para ponerse de rodillas darse la vuelta y volver a comerme la polla.

-       Te la voy a dejar tan limpia que no tendrás que volver a ducharte. -Me dijo-.

Cuando efectivamente me dejó la polla como la patena de un convento, nos tumbamos los dos en la camilla.

-       Con dos tardes de gimnasio como esta me pongo en forma. -Le dije y ella se rio-.

-       Por mi parte no va a quedar. -Me contestó levantándose de la camilla y cogiendo su toalla y mientras se la ponía me dijo-. Se me ha hecho tarde, me tengo que ir.

-       ¿Te espera alguien en casa?

-       No lo sé, mi marido suele volver tarde cuando se folla a su secretaria.

-       Sois una pareja muy liberal.

-       Nos gusta divertirnos cada uno a su aire. ¿Y a ti, te espera alguien?

-       No, vivo solo.

-       Mejor, así puedes invitarme una tarde. -Me dijo mientras me daba un piquito en los labios y salía de la sala-.

Yo cogí mi toalla también, me la lie a la cintura y me fui al vestuario masculino. Decidí tomármelo con calma para dar tiempo a que Mercedes se fuera del gimnasio y poder hablar con el chico de la entrada sobre lo que hubiera grabado la cámara. Me di otra ducha con parsimonia, hasta que llegó un hombre maduro desnudo que se quedó mirándome la polla de manera descarada. Cerré el grifo de mi ducha y cogí mi toalla para secarme.

-       ¿Ya te vas? Creo que no te visto nunca por aquí. -Me dijo-.

-       Es la primera vez que vengo y tengo algo de prisa.

-       A ver si otro día hacemos por vernos.

-       Eso, otro día. -Le dije dirigiéndome a la taquilla en que había dejado mi ropa-.

Terminé de vestirme y me dirigí al mostrador de recepción. El chico que lo atendía estaba solo.

-       ¿Qué tal tu primer día? -Me preguntó-.

-       Bien. Verás le he dado un masaje a una conocida en la sala de masajes y me he dado cuenta de que una cámara nos estaba grabando sin nuestro permiso. Me gustaría que me dieras una copia y luego la borrases.

-       No lo sé, yo no controlo las cámaras.

-       Venga hombre, no me hagas enfadar. En la sala no había ningún cartel que indicara que podíamos ser grabados y eso no es legal. Pasa la grabación a un DVD, luego la borras y tan amigos.

-       Mis jefes no me dejan hacer eso.

-       ¿Estas dispuesto a ir a la cárcel por lo que hacen tus jefes?

-       ¿Cómo cárcel?

-       Sí, porque si no haces lo que te he pedido voy a ir contra ti. Primero te van a despedir y luego te van a detener por un delito contra la intimidad y se te va a caer el pelo.

El chico se estaba poniendo cada vez más nervioso.

-       Yo no se manejar las cámaras ni las grabaciones. -Me dijo con cara de muy preocupado-.

-       Bueno, déjame a mí. -Le dije pasando al otro lado del mostrador y empezando a manipular el ordenador-.

No me costó mucho trabajo dar con el directorio en el que se guardaban las grabaciones y por el nombre y la hora dar con el archivo de la grabación.

-       Dame un DVD y aquí no ha pasado nada. -Le dije-.

El buscó en un cajón, cogió uno y me lo pasó. Grabé el archivo y luego machaqué el del disco duro. Guardé el disco en mi mochila y al irme le dije:

-       Ten cuidado con tus jefes, que te pueden hacer una putada con estas tonterías.

-       Vale, gracias. Lo tendré. -Me contestó-.

Eran casi las ocho de la tarde, camino de mi apartamento compré algo para cenar. Mientras andaba iba pensando en Mercedes y mi amigo Juan. Cuando llegué al apartamento me serví una copa y puse el disco en el portátil. La cámara nos había grabado desde que entramos en la sala de masajes hasta que salimos. ¡Joder que hartón de follar nos hemos dado! Pensé al ver parte de la grabación. Llamé a mi amigo Juan.

-       Hola, Carlos. ¿Qué tal te ha ido?

-       No lo sé. Algo he pillado, pero no sé si te será de utilidad para quitártela de encima.

-       ¿Qué es lo que has pillado?

-       Mejor vente a mi casa y lo ves tú mismo.

-       Vale, en veinte minutos estoy allí.

Me serví otra copa mientras esperaba a Juan. En ese lapso me llamó Antonia.

-       ¿Qué tal Carlos, has hecho mucho el tonto esta tarde?

-       Según lo que tú llames hacer el tonto.

-       Tú ya me entiendes, ¿que si te has liado con la Parpajo?

-       Hemos tomado una sauna y le he dado un masaje.

-       ¿Pero tú sabes dar masajes?

-       Cuando quieras te doy uno a ti.

-       Espérate sentado, que si no te vas a cansar. Carlos, ten cuidado con esa pareja, que no sabes dónde te estás metiendo.

-       Antonia, no tengo intención de volver a ver a esa mujer, así que no me des la brasa.

-       ¡Brasas te voy a meter yo por la entrepierna! ¿No tienes bastante con Mari Carmen y ahora con Susana?

-       ¿A qué te refieres con bastante? A nadie le amarga un dulce.

-       Como quieras, Carlos. Pero deja de hacer el follapavas que esta ciudad es muy pequeña y se sabe todo.

-       De acuerdo Antonia. No te enfades conmigo, que te estás convirtiendo en el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

-       Hasta mañana y no hagas más tonterías por hoy.

Terminé la conversación con Antonia a la misma vez que llamaban al portero electrónico. Era Juan, le abrí abajo y dejé la puerta del piso entornada.

-       Pasa Juan, ¿quieres beber algo? -Le dije cuando abrió la puerta-.

-       Sí, por favor, lo mismo que tú estés bebiendo. ¿Qué ha pasado con mi jefa?

-       He ido al gimnasio esta tarde y me he encontrado con ella. Es una mujer bastante decidida. -Le dije pasándole la copa-.

-       ¿Has hablado con ella?

-       Algo más que hablar. -Le dije, al sentarnos los dos en el sofá en frente del portátil-.

-       ¿Qué quieres decir?

-       Mejor lo ves tú mismo. -Le contesté poniendo en marcha la grabación-.

Juan se quedó mirando la pantalla, bastante sorprendido con lo que veía.

-       ¿Tío tu te depilas el nabo? -Me preguntó-.

-       ¡Coño te vas a fijar en eso? ¡Además, a ti que te importa cómo lleve yo el nabo!

Juan miró el resto de la grabación en silencio, enarcando las cejas cuando Mercedes me comía los huevos o la polla. Cuando terminó la grabación, Juan permaneció callado un rato, hasta que me preguntó:

-       ¿Todo esto ha pasado esta tarde?

-       Sí. ¿Crees que podrás hacer algo con este material para quitarte a tu jefa de encima?

-       No lo sé. ¿Carlos, puedo confesarte una cosa?

-       Sí claro, para eso somos amigos desde el colegio.

-       Verás, hasta ver esta grabación, yo creía que las mamadas, las comidas de huevos o el correrse en la boca de la tía eran cosas que sólo pasaban en el porno. Tú sabes que yo llevo con Luisa desde el instituto y que la quiero mucho, pero en el sexo es muy cortita, muy tradicional, las pocas que lo hacemos tenemos que follar con la luz apagada y siempre en la postura del misionero. No me deja verla desnuda y alguna vez que le he propuesto sexo oral, se ha enfadado conmigo durante semanas.

-       Lo siento, deberías pensarte si seguir adelante con ella con esa actitud.

-       Ver como folla mi jefa me ha parecido alucinante. ¡Joder, ella persiguiéndome para follarme así y yo haciendo el tonto!

-       ¿Qué pasa Juan, estás cambiando de idea?

-       No, ya he cambiado. Yo no me puedo perder algo así, me arrepentiría durante toda mi vida.

-       Aclárate, Juan, que te veo muy perdido.

-       Una pregunta más, ¿tú te follas a todas las mujeres así?

-       Hombre, así no, pero muy parecido sí.

-       ¿Y te follas a muchas?

-       Depende de a lo que te refieras por muchas, pero bastantes sí.

-       ¡Joder, Carlos, que mogollón tengo en la cabeza! A mí me gusta follar y sueño con hacerlo así, pero creo que con Luisa no podré hacerlo nunca.

-       ¿Por qué no hablas con ella y le dices lo que te pasa?

-       Alguna vez que lo he intentado hemos terminado discutiendo. Ella diciéndome que yo era un pervertido y yo diciéndole que era una estrecha. Trataré de volver a hablar con ella, pero a mi jefa me la follo en cuanto pueda sí o sí y qué después pase lo que Dios quiera.

-       Creo que es lo mejor que puedes hacer.

-       ¿Me puedes pasar el vídeo?

-       No Juan, ya he tenido problemas con estas cosas y no quiero volver a tenerlos.

Pobre Juan, no tenía ni idea de los problemas que tenía con su novia. Luisa era una chica mona y parecía muy normal, no daba para nada la pinta de ser tan estrecha. Tomamos otra copa y Juan se fue cabizbajo al cabo del rato. Cuando me despedí de él, volví al ordenador, saqué el DVD y lo rompí en mil pedazos.

Pasaron unos cuantos días durante los que Antonia estuvo muy seca conmigo. Si ella no quería nada conmigo, ¿qué más le daba que yo me hubiese follado a la jefa de Juan? A la semana de la historia con Mercedes, me llamó Mari Carmen.

-       ¡Buenas tardes, guapa, cuanto tiempo sin saber de ti!

-       Igualmente te digo, pero los teléfonos funcionan en los dos sentidos, así que también podías llamarme tú.

-       Tienes razón. He estado muy liado, aunque la verdad no sé en qué.

-       Eso digo yo, porque de trabajo seguís muy regular.

-       Así es. Dime.

-       Me ha llamado Susana, parece que tienen alguna pista de Yesica y de Victoria. Me ha pedido que me adelante a vosotros, ella no puede irse sin arreglar algunas cosas aquí.

-       Seguro que quiere que vayas sola. Yo podría adelantarme contigo.

-       Eso me ha dicho ella. De todas formas, ha quedado en que te llamará.

-       Bueno, por lo menos tú ya conoces Berlín.

-       Sí, es una ciudad que me encanta y he estado varias veces.

-       ¿Cuándo te vas?

-       Mañana, allí me esperará Gabriel en el aeropuerto para acompañarme al apartamento que ha alquilado Susana.

-       Pues buen viaje y pórtate bien.

-       Procuraré no hacerlo. El ambiente de Berlín me pone muy cachonda.

-       ¿Y a ti, que no te pone cachonda?

-       Pues no sabría decirte. Hasta la vista, Carlos.

-       Hasta la vista Mari Carmen. Un beso y nos vemos en Berlín.

Al rato de hablar con Mari Carmen recibí una llamada de un número desconocido.

-       ¿Carlos?

-       Sí, soy yo.

-       Soy Luisa, la novia de Juan.

-       ¡Ah hola, Luisa, cuanto tiempo que no nos vemos! ¿Cómo estás?

-       Mal en el trabajo y ahora mal con Juan. -Se la oía muy triste-.

-       Vaya, lo siento. ¿Puedo hacer algo?

-       ¿Qué pasó el otro día cuando Juan fue a verte?

-       Nada que yo sepa. -Le mentí-.

-       Nada no, Carlos. Cuando volvió me dijo que mi carácter le estaba arruinando la vida, que soy muy arisca con él y otras cosas por el estilo.

-       ¿Y qué quieres que yo le haga?

-       Además, creo que tiene a otra mujer por ahí.

-       Eso tenéis que resolverlo entre vosotros.

-       Necesitaría hablar contigo personalmente.

-       Luisa, yo no quiero estar en medio de vuestras disputas.

-       Me lo debes, Carlos. Y si no a mí, al menos, sí a Juan.

-       Vale, cuando quieras nos vemos.

-       ¿Estás en tu apartamento?

-       Sí.

-       Me paso por allí en media hora.

Colgó e inmediatamente llamé a Juan.

-       Hola, Carlos.

-       Oye me ha llamado Luisa y quiere verme en media hora. ¿Qué ha pasado y por qué me mete a mí por en medio?

-       La otra noche cuando volví de tu casa, la tuvimos buena.

-       ¿Y qué más?

-       Pues que me voy a liar con Mercedes.

-       ¿Pero que tendrá que ver que folles con Mercedes con que rompas tu relación con Luisa? Mercedes te dejará en cuanto se canse de ti, que será pronto y te vas a quedar más solo que la una.

-       Me da igual. ¿Tú sabes cómo me lo voy a pasar con ella? Pues como no me lo voy a pasar en mi vida con Luisa.

Me arrepentí de haber tenido aquella noche esa conversación con Juan.

-       ¿Pero yo que le digo a Luisa?

-       No lo sé, pero tampoco me interesa.

Juan había perdido la cabeza o, al menos, la razón.

-       ¿Pero cómo que no te interesa, vas a tirar por la borda por lo menos diez años de relación con Luisa?

-       No me importa.

-       ¡Pero vuelve en ti Juan, que van a ser media docena de polvos con Mercedes!

-       Los que sean, los necesito.

-       Vale Juan, ya veo que estás encoñado y no piensas con la cabeza, por lo menos no con la cabeza de arriba.

-       Adiós, Carlos, te tengo que dejar, que esta tarde por fin he quedado con Mercedes.

-       ¡Tiene cojones, tú te vas a follar con otra y me dejas a mí a Luisa cabreada!

Me colgó. ¡Joder, que idiota! Pensé. Vaya marrón que me iba a comer por culpa suya y de Mercedes. Llamaron al portero electrónico, era Luisa, no había tardado ni veinte minutos.

-       Pasa Luisa. -Le dije. Venía con mascarilla y con una cara de cabreo que echaba para atrás-.

-       Hola, Carlos.

-       Siéntate, por favor. ¿Quieres algo de beber?

-       Una ginebra con tónica.

Se sentó y yo preparé lo mismo para los dos, aunque lo que a mí me apetecía era beberme media botella de whisky. Puse su copa en la mesa junto a ella y me senté a una distancia prudente. Se quitó la mascarilla y le dio un sorbo a su copa.

-       ¿De qué hablasteis Juan y tú la otra tarde?

-       Eso se lo deberías preguntar a él, no a mí. ¿Y por qué piensas que hablamos de algo que te concerniera?

Me fijé y venía muy arreglada, demasiado para ir a ver a un amigo de su pareja.

-       Carlos, cuando la otra noche Juan volvió era otro Juan, no el que había salido de su apartamento para venir a verte. Empezó a recriminarme que no era cariñosa con él, que practicar sexo conmigo era muy poco motivador, que no le dejaba verme desnuda y qué sé yo cuantas cosas más.

-       ¿Y es cierto eso?

-       ¡Por supuesto que no! Carlos, lo que pasa es que Juan folla muy mal, lo único que hace es ponerse encima de mí, correrse y quedarse dormido. Además, tiene la polla pequeña, como un bolígrafo, sólo que un poquito más gorda y yo no siento nada cuando me la mete.

-       ¡Joder, Luisa eso es demasiado personal para que me lo cuentes! Háblalo con él y arregladlo, si es posible, y si no, pues lo dejáis.

-       Carlos, yo cada vez estoy más insatisfecha y más caliente, ¡coño, que he roto ya tres satisfyers! ¿Te puedes creer que durante el confinamiento no me tocó ni una sola vez?

-       Luisa, me estás poniendo en un compromiso con esas confidencias.

-       Seguro que te contó que soy fría con él o que no me gusta follar o cualquier patraña de esas. Juan se ha construido una historia para tapar sus problemas sexuales y en esa historia la frígida soy yo. -Me dijo con una punta de lágrimas en los ojos-.

-       ¿Pero tú lo quieres?

-       Ya no sé si lo quiero, aunque creo que ya no. Carlos, que yo me tenía por una mujer atractiva y ahora no me siento así, que es muy duro que tu pareja no quiera hacer nada contigo y para una vez que quiere, no dura ni un minuto.

-       Pues Luisa, tenéis un problema.

-       Y ahora, encima, me parece que se ha liado con otra. ¡Qué vergüenza, con lo mal que folla!

-       Igual con otra mujer no le pasa lo mismo.

-       Si no ha estado más que conmigo, ¿qué va a hacer con otra?

-       ¿Y tú has estado con otros?

-       Sí dos o tres, antes de conocerlo.

Pensé que, si Mercedes no lo espabilaba, no lo espabilaba nadie, eso creyéndome lo que estaba contando Luisa.

-       Voy a ir al baño. -Me dijo poniéndose de pie-.

-       Claro.

Entró al baño y yo me quedé pensando que lo mejor era que lo dejasen. O lo hacían antes de casarse o iban a tener que hacerlo después e iba a ser peor. Pero coño, ¿por qué me tenían que meter en medio de sus líos? Me pregunte cabreado con uno y con otra. ¡Qué puta manía de hacerse novios sin haber vivido! Fui a la cocina a poner más hielo en las copas. Cuando volví había vuelto Luisa al salón, estaba sentada, no veía más que su cabeza por detrás hasta que me puse a la altura del sofá. ¡Estaba en ropa interior!

-       ¿Qué coño haces Luisa? -Le pregunté extrañado por aquella situación-.

-       ¿Tú qué crees? Quiero que follemos, lo necesito. Sé que se dice de ti, que tienes mucho éxito con las mujeres.

La verdad es que estaba bastante más buena de lo que normalmente aparentaba. Llevaba un sujetador negro del tipo balconet, de los que suben las tetas, un tanga mínimo a juego y unas medias negras sin liguero. Sus tetas eran más grandes de lo que parecían y tenía una ligera barriga que la hacía todavía más atractiva. ¡Qué polvo tiene y Juan haciendo el tonto! Pensé y luego recordé lo que me decía siempre Antonia: Carlos te pierdes por la polla.

-       Ni lo sueñes mientras estés con Juan.

-       Es que ya no estoy con Juan.

-       ¿Eso que es de esta misma tarde?

-       Ayer saqué mis cosas de su apartamento, dejé el mío y volví a casa de mis padres.

Me volví a sentar en el sofá. Conocía a Luisa desde hacía bastantes años. Me parecía una chica mona, pero no una mujer atractiva. Además, que fuera la novia de Juan, me había quitado cualquier pensamiento sexual sobre ella. Pero ahora, en mi casa, en ropa interior y pidiéndome guerra, había conseguido que mi polla empezara a reaccionar. ¡Joder, Carlos, para, que es la novia de Juan! Pensé.

-       No crees que sería prudente dejar pasar un tiempo. -Le dije-.

-       He dejado pasar ya demasiado tiempo y, además, quiero que sepas de primera mano quien miente y quien dice la verdad.

Luisa se puso de rodillas sobre el sofá y se acercó para besarme en la boca. Besaba francamente bien. Cogió mis brazos y los pasó por su cuerpo para que la abrazara.

-       ¿Con quién está Juan?

-       No lo sé. -Le mentí-.

-       Tú tienes que saberlo, eres uno de sus mejores amigos.

-       Si lo has dejado, que más te da con quién esté.

-       Es pura curiosidad.

-       No seas curiosa para esas cosas. Si de verdad lo has dejado, olvídate de él.

Le puse las manos en su culo, duro, suave y carnoso y ella puso una mano en mi entrepierna.

-       Estás empalmado, debe ser que te gusto.

-       Luisa, no estoy cómodo.

-       Pues quítate la ropa y verás cómo estás mejor.

-       No me refiero a ese tipo de comodidad.

Luisa seguía con su mano en mi entrepierna sobándome la polla por encima del pantalón. Volvió a besarme en la boca con mucha pasión.

-       Te ayudaré. -Me dijo, soltándome el cinturón-.

Sonó mi móvil, lo miré y era Juan. ¿Pero qué coño quiere este ahora? Me levanté para hablar con él.

-       ¿Qué quieres ahora?

-       Ha sido el mejor polvo de mi vida.

-       ¡Y a mí que me importa!

-       Sí sigue Luisa contigo, le puedes decir que se olvide de mí.

-       ¡Tú eres gilipollas! Si le quieres decir eso, se lo dices tú.

-       Adiós, Carlos.

-       No me llames más.

Colgué y tiré el móvil sobre el sofá indignado con el comportamiento de Juan.

-       ¿Era Juan? -Me preguntó Luisa-.

-       No lo sé, porque no lo reconozco.

-       ¿Con quién ha estado?

-       Luisa, deja ese tema. -Pero después de decirle eso, pensé ¡qué coño, si el tío por un polvo se ha vuelto gilipollas! -Con su jefa, ha estado con su jefa.

-       ¡Pero si podía ser su madre!

-       Pues ya ves. Oye Luisa, ¿tú que quieres conmigo?

-       Ya te lo he dicho antes, que follemos.

-       ¿Para vengarte de Juan?

-       En absoluto, porque lleva años apeteciéndome y ahora no tengo que reprimirme.

Me puse de rodillas en el sofá sobre Luisa y la besé en la boca. Ella llevó sus manos otra vez a mis pantalones y siguió soltándomelos.

-       No se conoce a las personas, aunque creas que sí. ¿Sabes que me llamó hace unos días para que le quitara a su jefa de encima, porque decía que le estaba acosando?

-       Déjalo ya.

Luisa terminó de soltarme los pantalones, luego me abrió el bóxer, mientras yo seguía besándola, y me cogió la polla. Le solté el sujetador y luego llevé las manos a su culo. Pensé que, si me viera Antonia me mataba y esta vez posiblemente con razón. Luisa, con las tetas al aire, no paraba de sobarme el nabo. Aquello no era un misionero, como me contó Juan.

-       Me gusta que lleves depilada la polla.

-       ¿Y tú como llevas lo tuyo?

-       Me lo he depilado enterito esta mañana, pensando en ti y por poco me corro al hacerlo.

Me dejé resbalar entre las piernas de Luisa hasta ponerme de rodillas en el suelo. Tiré de su tanga hasta quitárselo. Efectivamente no tenía un solo pelo, su chocho era una raja perfecta escondiendo su clítoris y sus labios menores. Acerqué mi boca a sus muslos y empecé a besarlos, morderlos y chuparlos. Luisa gemía quedamente, hasta que puse mi boca en su chocho, momento en el que volumen de sus gemidos subió de tono.

-       Es la primera vez que me comen el coño en mi vida y no puedes saber las ganas que tenía. Los primeros tíos con los que estuve tenían demasiada prisa por metérmela y correrse y Juan nunca quiso que hiciéramos sexo oral.

-       Entonces tampoco te habrás comido una polla.

-       Tampoco.

-       Eso tiene arreglo, deja que me tumbe en el sofá y ponte encima de mí.

Me terminé de quitar los pantalones y la camisa y me tumbé en el sofá, luego ella se colocó sobre mí para hacer un “69”. Mientras yo volví a comerle el chocho, ella cogió mi polla con ansia y empezó a lamérmela de arriba abajo.

-       Carlos, me estoy poniendo como una moto y me voy a correr. Esto es la gloria, que te coman el chocho mientras te comes una polla y pensar que hasta ahora me lo había perdido.

-       Córrete cuando quieras, esto no ha hecho más que empezar.

-       Sólo de oír eso, todavía me pongo más caliente. ¡Sigue Carlos, no me dejes de comer el chocho nunca, aaaaahhhhh, que gusto, aaaahhhhh, me corro, me corro, no pares, …!

Entre sus jugos y mi saliva tenía el coño como una charca. Mientras se corría siguió comiéndome la polla como una loca y yo seguí con su coño, pasando a prestarle más atención a su clítoris, que ya lo tenía fuera de la raja.

-       Tienes un culo precioso. -Le dije sobándoselo-.

-       Pues está sin estrenar.

-       ¿Quieres que lo estrenemos?

-       Me da un poco de miedo que me hagas daño. ¿Tú no te corres?

-       Sí, pero todavía no.

-       ¿Cómo podíais ser amigos Juan y tú, siendo tan distintos?

-       Deja a Juan y ponte tumbada en el borde del sofá, que te voy a preparar.

-       ¿Así está bien? -Me preguntó al hacer lo que le había pedido. Yo tiré de ella un poco más hacia fuera del sofá, le levanté mucho las piernas y le puse la lengua en el ojete-. ¡Aaaagggg, Carlos, que placer, no tenía ni idea de que pudiera dar tanto gusto el agujero del culo.

Tenía un ojete muy bonito, blanco y todavía muy cerrado.

-       El ojete es un gran olvidado. ¿No te lo has acariciado nunca tú sola?

-       No, ya te digo que no sabía que pudiera dar tanto placer. A partir de ahora estará presente en mis pajas.

-       ¿Se lo has chupado a algún tío?

-       Noooo, no he tenido oportunidad.

-       ¿Te gustaría hacerlo?

-       Me gustaría hacer todo lo que todavía no he hecho, que es casi todo.

-       Luego probamos. Ahora tienes ya el ojete preparado.

Me incorporé, le puse un par de cojines bajo el final de la espalda, para subirle el culo, cogí jugos de su chocho con los dedos y se los unté en el ojete, luego le puse la punta de la polla y poco a poco empecé a metérsela.

-       ¡Uuufff, uuuufff, uuuuffff, …! -Decía y suspiraba ella-.

-       ¿Te duele?

-       No, me da mucho gusto, pero me resulta extraño.

-       Acaríciate el clítoris a la misma vez.

Cuando la tuve entera dentro, empecé un lento mete y saca, mientras ella se sobaba el clítoris, primero despacio y después cada vez más rápido.

-       ¡Carlos, me tienes otra vez a punto de correrme! ¿Tú no te corres?

-       Todavía no, me voy a correr cuando me comas el culo.

-       Lo estoy deseando. ¡Más rápido, Carlos, que me voy a correr, siiii, aaaggg, siiii, que gusto por Dios, sigue, sigue, …!

Luisa se corrió largamente y luego se quedó como paralizada, le saqué la polla del culo y me senté junto a ella.

-       Esto sí es follar y no lo que he estado haciendo antes.

-       ¿Y pensabas casarte con Juan, pese a que no te satisficiera?

-       Estaba agilipollada con el noviazgo, con la boda, con casarme como mis amigas, que sé yo. Ahora veo claro que no voy a tener pareja, hasta que no me haya pasado por la piedra a medio género masculino y no me queden casi ganas de follar, o sea, nunca. ¿Quieres que te coma el culo?

-       Sí, tengo muchas ganas de correrme.

Puse una pierna en el asiento del sofá y la otra en el respaldo bastante abierta, dejándole mi ojete a su disposición. Ella se puso de rodillas, acercó su boca a mi culo y empezó a mordérmelo hasta que puso su lengua en mi agujero y empezó a moverla.

-       ¿Te gusta cómo te lo hago?

-       Mucho. Intercala chuparme el culo con chuparme y comerme los huevos. Cógeme la polla y ve haciéndome un pajote.

Luisa empezó a hacerlo de maravilla y yo me fui acercando al punto de no retorno.

-       Lo haces de maravilla Luisa. Cuando te diga te metes mi polla en la boca.

-       ¿Cuándo te vayas a correr?

-       Sí, quiero correrme en tu boca y que te tragues toda mi lefa.

-       Me encantará.

-       ¡Ahora Luisa, ahora, siiiii, siiii, uuuuffff, siiii, …!

Me corrí con un placer enorme sintiendo como le llenaba la boca a Luisa. Ella me siguió comiendo la polla y tragándose toda mi crema, hasta que gritó:

-       ¡Me corro, me corro otra vez, aaaggg, esto no puede ser cierto, es el más fuerte de los tres, aaaggg, …!

Desde luego era Luisa la que decía la verdad y el capullo de Juan el que mentía descaradamente.

-       ¿Qué tal estás? -Le pregunté cuando volví a sentarme en el sofá-.

-       En la gloria. En mi vida había conseguido correrme más de una vez y esta tarde ha sido un no parar. Quiero follar así el resto de mi vida.

Terminamos nuestras copas, que estaban ya aguadas. Miré el reloj y eran las once y media.

-       ¿Te quedas a dormir? -Le pregunté-.

-       Te lo agradezco, pero no. Me he jurado no volver a dormir con quien haya estado follando, por lo menos durante varios años. Quedamos cuando quieras para repetir.

-       Me parece muy inteligente tu decisión, aunque hoy me joda yo.

Luisa se vistió y se fue tras darme un largo beso. Me dormí pensando en que valiente idiota era Juan.

A los dos días me llamó Susana, estando yo en mi casa. Ella procuraba llamarme por las tardes a casa y no por las mañanas al bufete.

-       Buenas tardes guapa. -Le dije al descolgar-.

-       Buenas tardes, Carlos. ¿Tienes tiempo para una vídeo llamada?

-       Sí claro, dame cinco minutos para que ponga el ordenador en marcha.

-       Te mando un enlace, hasta ahora.

Yo había cogido la costumbre de poner el poner el ordenador en la mesa baja de centro, conectarlo al televisor y poner la cámara sobre él, para hacer las videollamadas más cómodas. Cuando el ordenador terminó de iniciarse abrí el programa de correo y ya tenía el enlace de Susana. Lo pulsé y establecimos conexión. Susana estaba en su casa con su bata de seda.

-       ¡Qué bien te sienta esa bata! -Le dije-.

-       Gracias, pero a ti te veo vestido muy formal.

-       Eso tiene arreglo. -Le dije quitándome la camisa y los pantalones-. ¿Mejor así?

-       Mucho mejor.

-       ¿Cómo estás Susana?

-       Bien, más tranquila ahora que Mari Carmen está ya en Berlín.

-       ¿Sabes algo de ella?

-       Sí, hemos tenido una conversación por vídeo esta mañana. Estaba con Gabriel en su despacho.

-       ¿Han averiguado algo del paradero de Yesica y Victoria?

-       Según parece en lugar de quedarse en la zona de tránsito del aeropuerto pasaron el control de pasaportes para entrar en la Unión Europea, acompañadas por dos mujeres. Parece que las cuatro cogieron un taxi que las dejó cerca del Tiergarten y allí se les pierde la pista. He llamado a Yesica montones de veces, pero siempre me salta la misma cantinela de apagado o fuera de cobertura.

-       ¿Se sabe algo de las dos mujeres con las que iban?

-       Como había poco movimiento de pasajeros, han logrado averiguar que más o menos a la misma hora que ella pasaron tres parejas de mujeres, una española, otra mexicana y otra alemana. Están empezando a localizarlas, pero no es fácil.

-       Bueno, algo es algo. ¿Cuándo quieres que vayamos nosotros?

-       Creo que, en tres o cuatro días, cuando termine unos asuntos que no pueden esperar.

-       De acuerdo, tú me dices. ¿Para qué querías que me pusiese más informal?

-       Porque me gusta verte así.

-       ¿Llevas algo debajo de la bata?

-       ¿Para qué quieres saberlo?

-       Pues, porque podríamos darnos una alegría.

-       Espera, quería contarte también que creo que Mari Carmen tiene subyugado a Gabriel.

-       ¿Te han dicho algo?

-       No hace falta, yo conozco perfectamente el efecto de unas tetas como las de Mari Carmen o las mías sobre los hombres.

-       En eso tienes razón. Es difícil resistirse a unas tetas como las vuestras.

-       ¿Te he contado alguna vez cómo conseguí doblar el tamaño de mi empresa?

-       No, que yo recuerde.

-       Pues escucha y aprende.

Mi empresa, la de los restaurantes, no conseguía crecer lo que el consejo quería. Yo entonces era directora de desarrollo y me caían unas broncas por no lograrlo de mucho cuidado. Restaurante a restaurante no iba a conseguirlo nunca, así que empecé a estudiar posibles socios estratégicos para una fusión.

De los potenciales socios me fijé en una pareja de unos cincuenta años, yo entonces tendría treinta, eran dueños de una cadena más pequeña que la nuestra, con muy buena fama. Ella se llamaba, bueno se llama, Laura, una morena, guapa y con buen tipo. Él Fernando, un buen macho, alto, fuerte y con un pelazo canoso que parecía salido de un anuncio de champú. Investigué sobre ellos, habían tenido dos hijos, varón y hembra, que ya vivían cada uno su vida. Se decía que, pese a los años de casados, seguían muy enamorados e iban siempre juntos a todos lados.

Traté de contactarlos personalmente, pero no hubo manera, tenían un cuerpo de secretarias que eran peor que la guardia pretoriana. Siguiendo con mis investigaciones, supe que en Semana Santa iban siempre de vacaciones a un resort de lujo, ubicado en una isla del caribe, formado por cabañas con todo tipo de servicios. Me dije que era allí o no sería nunca.

Me la jugué alquilando una cabaña. Estudiando el sitio, leí que las mujeres jóvenes acostumbraban a llevar unos bikinis indecentes, de los que ahora llaman micro bikinis. Me costó trabajo encontrarlos en ciudad de México, pero conseguí dos que, sólo con probármelos, se me ponía chocha como una laguna.

-       Cuéntame cómo eran.

-       Pues ya he dicho, muy indecentes.

-       Sí, pero ¿cómo?

-       Uno, el top era una cintita con dos pequeños rectángulos que se ataban al cuello, que a mí a duras penas me tapaban las areolas y el tanga otra cintita con otro rectángulo, que si no llevabas completamente depilado el tesorito era imposible ponérselo.

-       ¿De qué color era?

-       De un azul precioso.

-       ¿Y el otro?

-       El otro era una sola pieza, por decirlo de alguna manera, formado por dos tiritas que se unían en la concha y que iban a los hombros. Con mucha suerte, algunas veces las tiritas coincidían con los pezones, pero con mis tetas eso era casi imposible.

-       ¿De qué color?

-       Verde clarito. ¿Quieres verlo?

-       ¿Lo tienes ahí?

-       Lo llevo puesto.

-       ¡Joder Susana, si sólo de imaginármelo se me ha puesto la polla como un palo! ¿Cómo no voy a querer vértelo puesto?

Susana se levantó y se retiró de la cámara para salir casi de cuerpo entero, de espaldas se fue bajando lentamente la bata y aparecieron las dos cintitas que dejaban su culo y su espalda totalmente descubiertos, luego se dio la vuelta y las cintitas le tapaban los pezones porque acababa de colocárselas, pero dejaban a la vista completamente sus enormes tetas. Estaba para hacerle de todo.

-       ¡Qué barbaridad, Susana, qué cosa más guarra, es mucho peor que si fueras desnuda!

-       ¿Verdad que sí?

-       No me dirás que fuiste capaz de ponerte eso hace diez o quince años.

-       Vaya que si me lo puse. Este y el otro. Pero déjame que te siga contando.

Me planté en el resort el domingo de inicio de la Semana Santa. No había muchos huéspedes, sólo algunas parejas de jóvenes que parecían recién casados. Decidí reservar los bikinis indecentes para cuando llegasen Laura y Fernando, salvo una tarde, en la que una jovencita tonta me tocó la chocha con su actitud. La muy estúpida, plana como una tabla y con un culo de pena, se creía la más hermosa del resort y estaba todo el día amartelada con su novio, marido o lo que fuera sin contestar el saludo a nadie. Esa tarde me puse el bikini y un pareo y me fui a la parte de la playa en la que se tumbaban a tomar el sol. Ella estaba tumbada boca arriba dormida y él mirando al mar. Me puse a unos tres metros delante de él y de pie me quité el pareo. Al pobre chaval se le saltaron los ojos de las órbitas cuando vio mi par de tetas, al poco miró la planitud de su acompañante y puso cara de no dar crédito de que su pareja y yo fuéramos del mismo género y de la misma especie. Noté como al chaval le crecía un bulto bajo el apretado bañador que llevaba, que no le cabía, se recolocó para ponerse boca abajo sin dejar de mirarme las tetas.

-       ¡Que perversa!

-       Espera que ahí no quedó la cosa.

Después de unos minutos, saqué un cigarrillo y me acerqué a él a pedirle fuego. El pobre, sin levantarse, se estiró como pudo para llegar donde tenía el encendedor, quiso pasármelo, pero yo me quedé quieta obligándolo a incorporarse para darme fuego. El bulto del chaval era tremendo. Lo malo fue que en ese momento se despertó la estúpida y nos vio a mí con la guarrería de bikini agachándome con lo que se me movieron los rectangulitos de los pezones y a él con el pedazo de bulto en la entrepierna. La muy imbécil se levantó hecha una furia, cogió el bolso y salió medio corriendo. El pobre chaval se levantó se tapó el bulto con la toalla y salió corriendo detrás de ella. Una lástima, porque el chaval estaba como para echar un buen rato con él.

-       ¿Me juras que eso pasó de verdad?

-       Por lo más sagrado.

-       ¿Tú serías capaz de hacerme eso a mí?

-       No, porque tú no eres tonto y te juntas con Mari Carmen y conmigo, en lugar de con una tabla sin gracia.

-       ¿Qué pasó, llegó la pareja?

Sí, tuve mucha suerte y el miércoles los vi entrar con los maleteros en la cabaña que estaba al lado de la mía, las dos formaban un pequeño grupo separado del resto. A los pocos minutos salieron los dos en bañador al porche de su cabaña y se sentaron con una botella de champán que les habían traído. Me puse el bañador de las dos tiritas y salí también al porche, que se podía ver desde el suyo. Están los dos estupendos, pensé al verlos en bañador. El de él era un bañador tipo calzón y el de ella un trikini que le sentaba como un guante.

-       Déjame verte otra vez de cuerpo entero. -Le pedí a Susana-.

-       Sólo si tu me dejas verte a ti. ¿Estás empalmado?

-       Como un mulo. -Me quité el bóxer y me levanté para que Susana viera que no le mentía-.

-       Uuuummm, que apetitosa se te ve.

Susana se levantó y se retiró de la cámara. Su cuerpo, con esa cosa puesta, cogía toda la pantalla del televisor de cincuenta pulgadas que me había comprado y la polla se me puso todavía más dura.

-       Pues no te digo nada de como se te ve a ti. -Le dije cogiéndome la polla con la mano-.

-       Espera cochino, que no he terminado.

-       ¿Va a durar mucho?

-       Lo que tenga que durar, ¿por qué?

-       Porque si es largo me da tiempo a hacerme dos pajas.

-       Siéntate que me desconcentras. Calla y escucha.

Hice un poco de ruido para que se apercibieran de mi presencia. Me miraron ambos, él me saludó primero y ella después y yo les contesté a los dos. Sin quitarme la vista de encima, ella le comentó algo a él al oído y él puso una expresión de entre asombro y confirmación de lo que ella le hubiese dicho.

- Vecina, si queréis venir tú y tu pareja a tomar una copa de champán, estaríamos encantados. -Me dijo ella-.

- He venido sola.

- Pues con más razón. -Me contestó él-.

Cogí mi paquete de tabaco y mi móvil y llamé a la puerta de su cabaña. Me abrió él que, antes de decir nada, me comió con los ojos.

- Hola, yo soy Fernando, encantado de conocerte. Pasa, por favor.

- Hola, yo soy Susana, igualmente encantada. -Le contesté dándole un beso en la mejilla y fijándome en que era un hombre muy atractivo-.

Pasé delante de él para que pudiera verme también por detrás. En la terraza Laura estaba de pie esperándome con una copa en la mano.

- Ella es mi esposa Laura y ella es Susana. -Nos presentó Fernando-.

- Encantada Susana. -Primero me dio un beso en la mejilla, presionando sus hermosas tetas contra las mías y luego me pasó la copa de champán, indicándome la silla que estaba a su lado para que me sentara-.

- Muy gentiles por invitarme a tomar una copa con ustedes.

- No hay de qué. -Contestó él-. ¿Es la primera vez que vienes al resort?

- Sí, llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero siempre me lo impedían asuntos del trabajo. ¿Y vosotros?

- Nosotros venimos todos los años por estas fechas. -Me contestó ella-.

Notaba como los ojos de los dos estaban fijos en mis tetas, de las cuales sólo mis pezones estaban cubiertos.

- ¿En que trabajas que te tiene tan ocupada? -Me preguntó él-.

- En una cadena de restaurantes.

- ¡Qué curioso, lo mismo que nosotros! -Exclamó Laura, que tenía una cautivadora sonrisa-.

- Pues sí que es curioso. -Le dije-.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? -Me dijo Laura-.

- Claro.

- ¿Dónde has conseguido este, debo decir, bañador?

- Me dijeron que aquí se usan bikinis muy atrevidos, busqué en ciudad de México y cuando encontré este, me dije que tenía que lucirlo.

- Y dices bien con lo de lucirlo. -Me dijo Fernando mirándome las tetas con total descaro-.

- Gracias. Cuando lo compré no tuve tiempo de probármelo, así que no sabía cómo me quedaría, por razones evidentes. -Le contesté de forma muy zalamera-.

- Pues te queda de lujo, claro que tienes el tipo ideal para llevarlo. -Dijo Laura mirándome las tetas, de forma todavía más descarada que su marido-.

- ¿Tú crees? Yo creo que tengo demasiado pecho para esta prenda. Seguro que a ti te quedaría mejor todavía, tienes el pecho justo para lucirlo y no formar un escándalo. -Le dije-.

- Perdona, Susana, sé que hace nada que nos conocemos, pero me gustaría pedirte un favor. -Me dijo Fernando, al que poco a poco se le iba formando un buen paquete en la entrepierna-.

- Claro, si está en mi mano, dalo por hecho.

- Podrías prestarle un momento tu bañador a mi esposa …

- ¡Fernando, por Dios! -Le cortó Laura-.

- Por supuesto que sí. Me encanta que un esposo sea tan gentil con su esposa.

- ¿De verdad que no te importaría? -Me pregunto Laura-.

- De verdad que no, es más, me gustaría vértelo puesto y que te lo vea tu esposo, ya que yo no tengo esposo para poder disfrutarlo con él. -Dije mirando primero a Laura y luego girando la vista al paquete de Fernando, que cada vez me tenía más excitada-.

-       ¡Joder, como estoy yo ahora! -Interrumpí a Susana-. Por favor, ponte otra vez de pie y déjame que me corra. Te juro que cuando termines me corro otra vez.

-       ¿Piensas que yo no estoy también muy excitada reviviendo aquello?

-       Me imagino que sí, por eso es mejor que nos corramos ahora por primera vez y termines la historia con los dos más rejalados.

-       ¡Ay, Carlos, haces conmigo lo que quieres! -Dijo Susana levantándose de nuevo-.

Naturalmente, las tirillas se le habían movido y sus grandes areolas y carnosos pezones se le habían quedado a la vista. Yo me levanté también para que ella pudiera ver el pollón que tenía.

-       Susana, estás para comerte enterita.

-       Cómo me gustaría hacerte una paja cubana ahora mismo y comértela a la misma vez.

Susana metió una mano bajo las tirillas para acariciarse el chocho, mientras que con la otra se sobaba las tetas. Entonces me fijé que las tirillas estaban empapadas a la altura de su chocho.

-       No digas eso Susana, que pierdo la cabeza.

-       Me tumbaría boca arriba para que te pusieras sobre mí y encajases tu polla entre mis enormes tetas, me las apretaría con las manos e iría moviéndolas a la misma vez que tu te movías dentro de ellas y yo con la boca muy abierta esperaría para chupártela cuando estuviera a mi alcance.

-       ¡Aaaaagggg, aaaaggg, toma Susana, toma lo que tengo para ti, toma, …! -Grité cuando empecé a correrme como una fiera. Un par de chorros salieron tan fuertes que fueron a dar contra la cámara y la pantalla del televisor.

-       ¡Dámelo, dámelo todo, así, córrete, que yo también me corro, siiii, aaaahhhh, aaaahhh, …! -Gritó Susana al empezar a correrse-.

Ver como se corría Susana me encantaba, se le desencajaba la cara y se ponía muy colorada, hasta que terminaba. Sus corridas solían ser largas y cuando terminaba tenía que apoyarse en algo porque sus piernas se quedaban sin fuerzas.

-       Tenías razón Carlos, yo tampoco podía aguantar más sin correrme. -Me dijo cuando recuperó el aliento-. Limpia la cámara porque han saltado dos chorros, que me ha parecido que me caían en la cara.

Cogí un pañuelo y limpié la cámara y la pantalla del televisor.

-       Es que tenía un calentón tremendo. -Le dije cuando terminé la limpieza-.

-       Me gusta que mis historias te pongan así.

-       Bueno, la cosa esa que llevas puesta también ha hecho lo suyo.

-       ¿Quieres que te siga contando?

-       Claro que quiero, si me dejas a medias de la historia me enfado contigo.

- Acompáñame dentro y nos cambiamos. -Me dijo Laura levantándose-.

Fuimos al dormitorio de la cabaña. Quitarme el bañador no me costó mucho trabajo. Laura me estuvo mirando mientras lo hacía y ella se quitaba el suyo.

- Tú esposo parece muy excitado. -Le dije ya desnuda por completo-.

- Tengo la suerte de que mi esposo está permanentemente excitado, pero lo de hoy sé que es especial para él. A Fernando no hay nada que le guste más que un buen par de tetas. Las mías están bien, pero lo tuyo es superlativo y el bañador es capaz de resucitar a los muertos y de empalmar a los octogenarios.

Nos reímos las dos de la ocurrencia. Laura se puso el bañador y se ajustó las tiritas para que le tapasen los pezones que eran grandes y parecían muy duros. Era un poco más alta que yo, con lo que el bañador se le metía en la concha, grande y carnosa, que también llevaba depilada. Tenía un fantástico culo que el bañador le realzaba.

- ¿Te presto un bañador? -Me dijo cuando terminó de ajustárselo-.

- No hace falta, préstame un pareo y ya está.

- ¿Sabes que estoy muy caliente contigo y con el bañador?

- No eres la única, yo también estoy muy caliente con la situación en general.

- ¿Has hecho alguna vez un trío? -Laura había entrado a saco y yo estaba encantada. No sólo por conocer íntimamente a los que podían resolverme los problemas en la empresa, sino porque además me gustaban mucho los dos-.

- Algunos hace años. ¿Me lo estás proponiendo?

- Si tu quieres yo estaría encantada y Fernando ni te cuento.

- De acuerdo, pero que surja de manera natural. Quiero ver a tu esposo bien caliente también.

- Lo veras.

Cruzamos las dos el salón de la cabaña para volver al porche y te puedo asegurar que todavía no sé cómo no salió ardiendo del calentón que llevábamos las dos. Fernando estaba de pie de espaldas contemplando el mar, tenía un bonito culo, pese a llevar el bañador, y una espalda fuerte y masculina. Cuando notó nuestra presencia se volvió y se quedó embobado sin palabras mirando a su esposa.

- ¿Crees que me queda bien? -Le preguntó Laura-.

Sin contestarle todavía, el bulto de su polla bajo el bañador empezó a crecer descontroladamente.

- Laura estás fabulosa. -Dijo él por fin-.

- ¿No te parece que soy demasiado mayor para ponérmelo?

- Te juro que no. ¿Verdad Susana?

- Ya le he dicho que le queda mejor que a mí. Yo tengo las tetas demasiado grandes para una prenda tan escueta.

- Dejad de mentir los dos, que al final me lo voy a terminar creyendo. -Dijo cogiendo su copa, para lo cual se giró dejando que su esposo la viese por detrás, algo más que desnuda-.

- No mentimos, Laura, tienes una figura preciosa, parece que tuvieras mi edad. -Le dije-. ¿Cuántos años lleváis juntos?

Laura, con el bañador, había captado toda la atención de Fernando y yo había pasado a un segundo plano.

- Más de treinta y casados veintisiete. -Me contestó Laura-. ¿Por qué lo preguntas?

- Porque me encanta que, tras treinta años juntos, sólo verte con esa prenda le haga ese efecto a Fernando. -Dije señalando el tremendo bulto de su bañador-.

Fernando, al darse cuenta del bulto, trató de cubrirlo con las manos y Laura y yo nos reímos de su reacción. Laura se le acercó y con suavidad le apartó las manos de delante de su paquete.

- Esposo, no tienes nada que ocultar, es tu esposa quien te excita de esa manera.

- Laura, es que, estando delante Susana, no me parece correcto.

- ¿Te ofende, Susana? -Me preguntó Laura-.

- Todo lo contrario, me gustan los hombres viriles y enamorados de su esposa.

Laura dio un paso más y puso su mano en el paquete de Fernando, cuyo volumen permitía suponer que, debajo del bañador, se escondía una polla de muy buen tamaño.

- Laura, no respondo de mí como sigas.

Laura le soltó el nudo al cordón del bañador, metió la mano dentro y a Fernando se le cambió la cara.

- Esposo, estás muy excitado, ¿es por Susana?

- Es por las dos.

- Acércate, Susana, que estás muy lejos ahí. -Me dijo Laura-.

Di un par de pasos y me situé junto a Fernando al otro lado de Laura.

- ¿Quieres ver el cetro de mi esposo? -Me dijo Laura-.

- Claro, estoy intrigada por ver que es lo que tiene para tensar así el bañador.

- Pues bájaselo. -Me dijo Laura-.

Me puse en cuclillas delante de Fernando y tiré del bañador hacia abajo. Tenía razón Laura al llamarlo cetro, era un pollón como un demonio, debía medirle casi veinticinco centímetros de largo y tan gordo que pensé que no me cabría en la boca.

-       ¡Venga Susana no exageres! -La interrumpí-.

-       Te juro que no exagero, tenía una de las pollas más grandes que he visto en mi vida. ¿Cómo está la tuya?

-       Como si no me hubiera corrido antes. -Le dije y me levanté para que la viera-.

-       Es verdad, la tienes igual que antes de correrte.

-       Tu historia me tiene como una moto, sigue, por favor.

- ¿Te he mentido con lo de cetro? -Me preguntó Laura que seguía con la polla de su esposo en la mano-.

- En absoluto. Eres una mujer muy afortunada. Un esposo tan enamorado y con este pollón debe colmarte de felicidad.

- ¿Esposo te apetece que Susana te la coma?

- Si ella quiere, me gustaría mucho.

Laura dirigió la polla de su esposo hacia mi boca. Yo, ante la duda que me cupiera, empecé a chupársela, luego me comí sus huevos, cuyo tamaño iba a juego con el de su cetro, y finalmente me decidí a abrir mi boca todo lo que me daba de si y conseguí meterme un buen trozo en la boca. Al rato de estar comiéndosela, Fernando me dijo:

- Susana ven aquí.

- ¿No quieres que siga comiéndotela?

- Quiero comerte esas enormes tetas que tienes.

Me incorporé, puse mi mano junto a la de Laura en la polla de su esposo, que no podía estar más dura. Él, nerviosamente, me soltó el pareo que cayó a mis pies, bajó la cabeza, me cogió las tetas con sus manos y empezó a sobármelas y a chupármelas. Laura soltó la polla de su esposo y se vino a mi lado para sobarme y chuparme las tetas como estaba haciendo su esposo. Laura sabía manejar unas tetas y lo hacía de maravilla, Fernando también, aunque demasiado ansioso, como si estuviera mamando y le fueran a retirar la teta. Yo mientras, seguía pajeando a Fernando y sobando el culo de Laura.

- Dejadme miraros mientras folláis. -Les dije-.

- Me encanta que seas así de pervertida. A mí también me gusta mirar cuando mi esposo folla con otras mujeres -Me dijo Laura y me dio un beso en la boca-.

Luego condujo a su esposo a uno de los sillones, lo sentó, se puso de espaldas a él, se apartó a un lado el bañador, le cogió el pollón con su mano y se la metió en la chocha.

- Aaaaggg. -Gritó al tenerla entera dentro y empezar a bombearla-.

Yo me senté enfrente de ellos, puse las piernas muy abiertas sobre los brazos del sillón y empecé a sobarme el clítoris y a meterme los dedos ante la atenta mirada de los dos.

-       Enséñame como lo hacías. -Le pedí a Susana-.

Ella echó el sillón en que estaba sentada hacia atrás, deslizó su culo por el asiento y subió las piernas hasta colocar las corvas sobre los brazos del sillón. Se apartó el bañador y con una mano empezó a acariciarse el clítoris y con la otra a sobarse la raja para humedecerse los dedos. De verla así, mi polla dio un brinco y volví a sobármela muy despacio y con mucho recorrido.

Follaban francamente bien, se notaba que llevaban muchos años haciéndolo juntos y estaban muy compenetrados. Tuve cierta envidia de ellos.

- Susana, sóbate las tetas. -Me pidió Fernando, que tenía las tetas de su esposa en las manos y yo lo hice. Estaba tan caliente que no iba a tardar en correrme-.

- A mi esposo y a mí nos excita mucho que nos miren mientras follamos. -Dijo Laura de manera entrecortada-.

- Y a mí ver a una pareja tan atractiva como vosotros, follando como descosidos.

- ¡Me voy a correr, Fernando, apriétame las tetas, así, siiii, aaaagggg, siiii, aaaagggg, …! -Gritó Laura al correrse-.

Siguió bombeando un poco y después se dejó caer a un lado. El cetro de Fernando brillaba de los jugos de su esposa. Me apeteció enormemente tener esa polla entre las tetas. Me levanté y me puse de rodillas entre las piernas de Fernando, le cogí la polla y la puse entre mis tetas.

- ¿Quieres que te haga una cubana? -Le dije mirándolo a los ojos-.

- Sí, lo estoy deseando desde que he visto tus tetas.

Cerré mis tetas con las manos abarcando la polla de Fernando que seguía durísima. Sin dejar de mirarnos a los ojos empecé a moverme arriba y abajo, mientras movía mis tetas en círculo. Su cara demostraba que estaba sintiendo un enorme placer.

- Es la mejor paja cubana que me han hecho nunca. -Me dijo-.

Laura salió de su letargo, se movió para ponerse en el suelo boca arriba con la cabeza entre mis piernas y empezó a comerme la chocha maravillosamente. Aquella mujer debía haberse comido muchas chochas para hacerlo así.

-       Susana estoy muy caliente otra vez. -Le dije subyugado por su coño abierto y brillante, del que brotaban unos jugos blanquecinos-.

-       Y yo, espera que me queda poco de la historia y nos volvemos a correr.

Estuvimos en esa posición durante unos minutos, hasta que empecé a notar que Fernando no iba a tardar en correrse y yo tampoco.

- Córrete en mi boca. -Le dije un segundo antes de engullirle la polla todo lo que pude-.

- No vas a poder tragarte toda mi lefa. ¡Voy a reventar de lo caliente que estoy!

- ¡Tú córrete y déjame lo demás a mí!

- ¡Aaaaaggg, aaaagggg, toma, toma, toma, …! -Gritó mientras me llenaba la boca-.

- ¡Uuummm, uuummm, uuummm, …! -Dije yo al correrme mientras seguía recibiendo los chorros de Fernando en mi boca-.

-       ¡Carlos, me voy a correr otra vez, hazlo conmigo, deja que te vea como lo haces!

Centré mi polla en la cámara para que me viera bien, mientras a Susana se le cambiaba la cara y volvía a correrse, esta vez soltando chorros por su coño. Yo me corrí también a la misma vez que ella y quedamos los dos exhaustos.

-       ¡Joder Susana, como me has puesto de caliente!

-       Y yo de recordar aquella mañana.

-       ¿Pero lo que has contado es verdad?

-       Más que el evangelio.

-       ¿Y qué pasó después?

-       Fue una de las semanas que más y mejor he follado de mi vida. No salíamos de la cabaña ni para comer y nos pasábamos los días y las noches follando de todas las maneras posibles.

-       ¿Conseguiste la fusión?

-       Claro mi amor y muchas más cosas.

(Continuará. Dejadme vuestros comentarios y valoraciones.)