El bufete y el viaje con Susana (2)

Continúa la misión para ayudar a Susana a localizar a su ayudante Yesica y a su sobrina Victoria. Las investigaciones comienzan a dar sus frutos. Pero antes tengo una sorpresa muy agradable al encontrarme a una amiga de mi madre.

Este relato pertenece a la serie de “el bufete”. Su lectura es completamente independiente de tres de los relatos anteriores, “El bufete de la perversión”, “El bufete del sexo” y el “El bufete y el oro”, y es continuación de “El bufete y el viaje con Susana”, por lo que recomiendo la lectura de este último para entender bien esta segunda y creía que última entrega, pero al final van a tener que ser tres por mi incontinencia escribiendo. Espero que lo disfrutéis todos y especialmente Susana como protagonista de nuevo del relato.

Pasados un par de días de la candente video llamada que tuve con Susana, volvió a llamarme por la tarde, esta vez por teléfono.

-       Hola, Susana. ¿Has descansado del otro día?

-       Claro mi amor, yo me recupero rápido. Ya echo de menos correrme de nuevo tan rico como la última vez.

-       Si quieres hacemos otra videollamada.

-       Ya me gustaría mi amor, pero estoy en la oficina. Te llamaba porque ya tengo la fecha del viaje. Salimos pasado mañana temprano por la tarde. Vente mañana a mediodía a Madrid, si puedes, así comemos y pasamos la noche aquí y al día siguiente salimos juntos.

-       Lo estoy deseando.

-       Mándame un mensaje cuando salgas de Sevilla.

-       Espera un momento, ¿has sabido algo más de Mari Carmen?

-       Directamente no. He hablado con Gabriel, siguen investigando para tratar de localizar a las mujeres que las acompañaron al pasar el control de pasaportes, pero todavía no tienen nada seguro.

-       De acuerdo, llamaré a Mari Carmen, para que me dé detalles.

-       Como quieras, hasta mañana.

Estaba deseando que estuviéramos ya los tres en Berlín, me relamía pensando en las manos de follar que nos íbamos a dar. Susana y Mari Carmen eran dos mujeres muy calientes y yo no le iba a la zaga. Llamé a Mari Carmen.

-       ¡Qué oportuno eres, Carlos, no me llamas nunca y me tienes que llamar cuando estoy follando!

-       Así descansas un poquito, porque noto que te falta el aire.

-       A mí no me falta nada.

-       ¿A quién te estas follando?

-       ¡Y a ti que te importa!

-       ¿Hombre, mujer o ambos?

-       Hombre. ¿Qué quieres?

-       Saber cómo lleváis las pesquisas.

-       Pues despacio por las restricciones por el virus y el teletrabajo de los funcionarios. Ya te habrá contado Susana que nos hemos centrado en tres parejas de mujeres. Hemos conseguido el nombre de algunas, pero no conseguimos dar con su paradero. Voláis pasado mañana, ¿no?

-       Sí, eso me acaba de decir Susana. Tengo ganas de verte.

-       Yo a ti también.

-       Hasta pronto y cuídate.

-       Lo mismo te digo.

Fui a echarme una copa, pero había acabado con todas mis reservas. Decidí bajar al supermercado y así comprar también algo de comida. Bajé por la escalera, cuando iba a salir a la calle entraba una mujer elegantemente vestida, con muy buen tipo y mascarilla de esas de pico de pato. Le abrí la puerta y esperé a que entrara. Ella se me quedó mirando y cuando yo iba a salir, escuché que decía:

-       ¿Carlos? -Me volví hacia ella-.

-       ¿Nos conocemos? -Le pregunté-.

-       ¿No te acuerdas de mí? -La miré, me sonaba su cara, pero con la leche de la mascarilla no podía terminar de identificarla-.

-       Perdóname, pero con la mascarilla no caigo en quién eres.

Ella tiró de la mascarilla hacia abajo y pude ver entera su cara.

-       Coño, Clara, ¡cuánto tiempo sin verte!

Clara había sido vecina de la casa de mis padres durante mi infancia y juventud y una de las mejores amigas de mi madre.

-       Sí que hace años. ¡Cómo has crecido, no hay quien te reconozca! ¿Puedo darte un beso?

-       Claro que sí.

Me bajé yo también la mascarilla y me acerqué a ella para darle dos besos en las mejillas. Seguía tan guapa como la última vez que la vi hacía seis o siete años, cuando su marido y ella se mudaron a una casita en las afueras y dejé de verla. Al besarla recordé perfectamente su olor, un olor que me había vuelto loco durante mi adolescencia. Clara había sido durante años una de las principales musas de mis pajas.

-       ¿Qué haces aquí? -Me preguntó-.

-       Vivo aquí desde hace tiempo en un apartamento alquilado. ¿Y tú?

-       Me mudé la semana pasada, también alquilada, no pienso comprar nunca más un piso.

-       ¿Te has separado?

-       Sí, me divorcié hace algún tiempo, pero hasta ahora no hemos vendido el adosado y he decidido mudarme al centro, estaba harta de la casita, del jardincito y de todo. ¿Me invitas a algo? Tienes que contarme cómo están tus padres, hace tiempo que perdimos el contacto.

-       Pues va a tener que ser en la calle, porque no tengo nada en casa, precisamente salía a comprar algo al supermercado.

-       Entonces mejor vamos a mi apartamento, creo que algo tengo.

Subimos por la escalera, ella delante y yo detrás. Seguía teniendo el mismo culo que me fascinaba de adolescente.

-       Este apartamento es más grande que el mío. -Le dije cuando entramos-.

-       Sí, no tenía ganas de mudarme a algo demasiado pequeño. No sabes la de cosas que se acumulan a lo largo de los años. ¿Qué quieres beber?

-       ¿Qué tienes?

-       ¿Te parece bien whisky?

-       Claro, perfecto.

Cogió dos vasos, les puso hielo y me los dio para que los pusiera en la mesa de centro, luego cogió la botella y nos sentamos en el sofá.

-       Estás igual que antes o más guapa. -Le dije. Clara tendría unos cuarenta y cinco o cuarenta y seis y se conservaba de maravilla-.

-       Me gusta que me lo digas, aunque sea mentira. Tú te has convertido en todo un hombre. Todavía me acuerdo cuando tú madre y yo tomábamos un té, mientras tú estabas haciendo los deberes con nosotras en el salón. Cuéntame, ¿cómo están tus padres?

-       Muy bien, encantados de volver a estar los dos solos. Ambos les dedican mucho tiempo a sus trabajos, pero también aprovechan para viajar bastante, claro está, que este año no.

-       ¿Los ves mucho?

-       Voy a comer con ellos uno o dos días a la semana.

-       Seguro que son los únicos días que comes bien.

-       No te puedo negar que así es.

-       Dales recuerdos de mi parte cuando los veas. ¿Tienes novia o estás casado?

-       Noooo, algunas chicas hay, pero nada de novia formal.

-       Haces bien, aprovecha la soltería, que luego la echarás de menos. ¿A qué te dedicas?

-       Soy abogado y tengo un bufete con otra compañera.

-       Qué bien. ¿Y cómo te va con todo esto de la pandemia?

-       Entre regular y mal. El tipo de cosas que nosotros llevamos se han parado mucho, pero ya pasará y volveremos a la normalidad. Y tú, ¿a qué te dedicas?

-       Una amiga me ha dado trabajo en su agencia inmobiliaria.

-       Pues con el covid tampoco te estarás forrando.

-       No sabes tú bien como esta la cosa de jodida.

Nos quedamos un rato callados. Recordé la alegría que me daba cuando de adolescente Clara venía a ver a mi madre. Siempre había sido una mujer muy atractiva y simpática. Se me quedó mirando un rato y luego me dijo:

-       Ya eras un chaval guapo cuando te veía, ahora te has convertido en un hombre muy atractivo.

-       Me vas a abochornar.

-       No lo creo, te lo dirán muchas chicas.

-       Ya me gustaría a mí. ¿Qué tal tu divorcio?

-       Pues una carga y una liberación. Una carga porque he vuelto a estar sola, cosa que no me gusta, y una liberación porque lo nuestro hacía tiempo que se había acabado y lo manteníamos con vida artificialmente. Paco, a Dios gracias, se echó un ligue, decidimos que lo mejor era dejarlo y que cada uno siguiera por su cuenta.

-       Estarás sola porque quieres. Con lo guapa que estás debes quitarte a los hombres de encima como moscas.

-       ¡Ja, ja, ja! Una mujer de mi edad está ya mayor para todos los hombres, menos para los jubilados, y no me apetece quedar para alegrarle las pajarillas a un vejete. ¿Qué tal llevan tus padres lo de la edad?

-       Mi madre mejor que mi padre. Ya sabes que ella es más joven que él ocho años, se cuida, y ahora le ha dado por hacer gimnasia. Mi padre no ha hecho ejercicio en su vida ni se ha cuidado nunca.

-       ¿Y sexualmente? -Me extrañó mucho esa pregunta tan íntima-.

-       Pues no tengo la menor idea. ¿Por qué me lo preguntas?

-       Tu madre y yo teníamos mucha confianza entre nosotras. Cuando las cosas no me iban bien con Paco le pedía consejo, porque ella había sabido mantener siempre viva la sexualidad en su matrimonio.

No había pensado nunca en la sexualidad de mis padres. Que Clara me dijera esto, me resultó como menos insospechado.

-       No sé qué decirte, Clara.

-       Lo entiendo, los hijos casi nunca pensamos en la sexualidad de los padres. ¿Quieres otra copa?

Miré el reloj y eran más de las seis, así que ya no podía comprar bebidas.

-       Sí, gracias, ya no voy a poder comprar nada y, además, estoy muy a gusto hablando contigo.

-       Gracias.

Clara se levantó y yo con ella.

-       ¿Te ayudo? -Le dije-.

-       No hace falta, quédate aquí, sólo voy a por más hielo.

La miré cuando salía de la habitación. Siendo una mujer tan atractiva, parecía que ella se daba ya por amortizada para la vida. Pensé que debía hacer algo para que quitarle esa idea y ya que ella había entrado en el terreno sexual, decidí explorarlo yo también. Se me vino a la cabeza Antonia y lo que me diría de conocer mis pensamientos. Volvió Clara con los vasos llenos de hielo y los rellenó de whisky.

-       Oye, ¿sabes que me gustaba mucho cuando venías a casa a ver a mi madre?

-       ¿Porque te la quitaba de encima siempre machacándote para que estudiaras?

-       No, porque para mí eras una diosa.

-       ¡Ja, ja, ja, …! ¿Cómo una diosa?

-       Sí, para mí eras la mujer más atractiva que conocía.

-       ¡Qué barbaridad y yo sin darme cuenta del efecto que provocaba sobre ti! -Me dijo en broma-.

-       Pues sí. ¿Te acuerdas qué me sentaba en el salón con el libro por delante?

-       Sí, más o menos sí.

-       Pues por debajo de la mesa me tocaba.

-       ¡Qué te tocabas!

-       Sí, ya te puedes imaginar lo que me tocaba.

-       ¡Qué cochino! -Dijo riéndose-.

-       Cuando ya estaba a punto, me levantaba aprovechando que no me miraseis ninguna y terminaba en el baño con los ojos cerrados pensando en ti.

-       ¡Pero bueno, si sólo tendrías catorce o quince años!

-       Ya, pero es en lo único en que fui muy precoz.

-       Y los días que tu madre te preguntaba si tenías mal la barriga, qué era, ¿que no te habías quedado contento con una?

-       Recuerdo que el día que más veces tuve que aliviarme, fue uno que ibas muy arreglada, porque luego ibas a ir a una fiesta. Llevabas un vestido rojo corto, muy entallado y bastante descotado.

-       Sí, me acuerdo de aquel vestido, aunque no de aquel día. Me habría hecho gracia saber para qué salías del salón.

-       ¿No te hubiera molestado?

-       No, a una mujer le agrada causar ese efecto en un chico. ¿Y por qué me cuentas eso ahora?

-       Porque debes saber el efecto que causas sobre muchos hombres. A tu marido le tenía una envidia tremenda, creía que era el hombre más afortunado del mundo. Pensar que vivía contigo, que se acostaba contigo, que te veía desnuda, me sacaba de mis casillas.

-       No creo que Paco opinase lo mismo que tú. Era un hombre bastante frio, al menos conmigo, con poco deseo sexual y muy poca imaginación para hacerlo.

-       Lo siento. De haberlo sabido te hubiera tirado los tejos.

-       ¿Me tomas por una pervertida para montármelo con el hijo adolescente de una amiga?

-       Hubiera sido una obra de caridad para un pobre adolescente con picores, no una perversión. -Clara se rio y luego se puso seria-.

-       ¿Todavía te gusto? Ahora que ya que debes conocer a muchas mujeres?

-       Claro, no podía creérmelo cuando nos hemos encontrado.

-       Ya no eres el adolescente hijo de una amiga.

-       Ni tú la mujer casada de entonces.

-       ¿Me estás proponiendo algo?

-       No me atrevería a proponerle nada al icono erótico de mi adolescencia.

-       Espera un momento, no te vayas que vuelvo en un minuto.

Clara se levantó y salió del salón hacia la zona donde debían estar los dormitorios. Me quedé recordando las tardes en que venía a ver a mi madre, como me quedaba embobado mirándola y como por las noches trataba de imaginármela desnuda o en ropa interior.

-       ¿Qué te parece como me queda ahora? -Dijo Clara a mi espalda-.

Volví la cabeza y me quedé sin habla. Se había puesto el vestido rojo que le había comentado antes. Seguía quedándole espectacular. El escote dejaba ver un espléndido canalillo, creo que todavía mayor que el que recordaba. Mantenía una estupenda figura que el vestido remarcaba. Una ligera barriguita, que no recordaba si entonces tenía o no, y unas bonitas piernas con medias negras que el vestido dejaba ver desde medio muslo.

-       Uuufff, Clara, ¡qué recuerdos! ¡Estás bellísima! ¿Te lo sigues poniendo?

-       Muy poco, pero como tontamente no pierdo la esperanza de volver a usarlo, lo tengo a mano en el armario.

-       He vuelto diez o doce años atrás al verte así.

-       ¿Me invitas a otra copa? -Dijo sentándose de nuevo en el sofá-.

-       A las que tú quieras, el whisky es tuyo. -Le dije volviendo a llenar los vasos-.

-       Ya que tú no te atreves voy a tener que ser yo la que te proponga algo a ti. -Dijo girándose y besándome en la boca-.

Mientras nos besábamos mis pensamientos volvían una y otra vez al pasado, posiblemente porque no me creía lo que estaba pasando en el presente. Después de un largo beso, ella se volvió a su posición inicial.

-       Clara, no puedo creerme esto que está pasando.

-       ¿Por qué? Sólo somos unos vecinos que nos hemos reencontrado. ¿De verdad te tocabas por mí?

-       No te he dicho nada más que la verdad. Me excitaba tremendamente tu presencia.

-       ¿Te apetece que volvamos a entonces?

-       No te entiendo.

-       Sí, tú te sientas en la mesa a estudiar mirándome y no puedes evitar tocarte el pene.

-       Me encantaría, sólo de pensarlo me están entrando unas ganas insoportables de tocarme.

-       Toma. -Me dijo dándome un libro con un formato como un libro de texto-.

Cogí el libro, me levanté ya medio empalmado y fui a sentarme en la mesa de comedor, que estaba en frente del sofá. Estaba entre nervioso y excitado. Abrí el libro como hacía entonces. Mirándola empecé a tocarme el nabo por encima de los pantalones. Ella cogió una revista que tenía en la mesa y empezó a ojearla, mirándome a hurtadillas de vez en cuando.

-       ¿Qué estudias hoy, Carlitos? -Me preguntó al poco tiempo-.

-       Anatomía y ciencias de la naturaleza, Clara.

-       ¿Te gusta la anatomía?

-       Sí aprendo muchas cosas sobre el cuerpo humano.

A mí se me había puesto la polla como un leño y necesitaba sobármela directamente. Me bajé la cremallera y metí la mano bajo los pantalones y el bóxer. Estaba caliente como una plancha con el jueguecito.

-       A mí también me gustaba mucho anatomía cuando la estudié en el bachiller. Entonces las chicas éramos muy pavas y no sabíamos casi nada de la anatomía masculina. Recuerdo todavía las risas nerviosas en el aula el día que tocó el aparato reproductor masculino.

-       Sí, lo mismo ha pasado en mi clase cuando ha tocado el femenino.

-       Carlitos, ¿no te estarás tocando el pene bajo los pantalones?

Saqué la mano de la bragueta, como habría hecho entonces si me hubieran pillado, y la puse sobre la mesa.

-       No, Clara, es que me picaba.

-       Levántate, que quiero asegurarme.

Me levanté mirando al suelo con la bragueta abierta y un buen bulto en la entrepierna. El corazón se me salía por la boca.

-       Perdona, Clara, pero me he olvidado de subirme la cremallera.

-       ¿Y ese bulto que tienes en la entrepierna de qué es?

-       Me he excitado un poco con la anatomía.

-       ¿Qué estabas estudiando?

-       Los pechos femeninos.

-       ¿Has visto alguna vez unos pechos femeninos?

-       En alguna película y en algunas playas, pero en vivo y de cerca no.

-       Ven aquí, voy a ayudarte con la lección de hoy.

Me puse a su lado con las manos a la espalda y con el evidente bulto en los pantalones.

-       Está así bien, Clara.

-       Estupendamente. Por favor, bájame un poco la cremallera del vestido.

Se giró para que pudiera llegar a la parte de atrás del vestido, que dejaba al descubierto buena parte de su espalda. No podía llevar sujetador. Con dificultad, por lo nervioso que estaba, llevé mis manos a la cremallera y se la bajé como hasta la mitad.

-       Ya está, Clara.

Ella volvió a girarse y yo regresé a mi posición. Clara tiró algo hacia abajo del escote, metió sus manos bajo el vestido y primero se sacó una teta y luego la otra. Eran preciosas y empecé a dudar si yo podría contener mi excitación. No podía dar crédito a la situación.

-       Mira, Carlitos, estas son las areolas, cada mujer las tiene de una manera, grandes, pequeñas, rosadas, oscuras, lisas o llenas de pequeñas rugosidades, algunas las tienen prominentes, pero son muy pocas, y esto del centro son los pezones, que también son diferentes en cada mujer, …

Se tenía cogida una teta con la mano y con la otra señalaba lo que me iba explicando. Yo ya no podía aguantar más el calentón.

-       Clara, perdona, pero tengo que ir al baño.

-       ¿Tiene que ser ahora?

-       Sí, no puede esperar.

-       Yo sé lo que te pasa a ti, que eres un jovencito muy cochino.

Clara metió una mano por mi bragueta, me cogió la polla, que no podía estar más dura y tirando de ella me la sacó de los pantalones. Al tirar de ella se descapulló, estaba roja como un tomate y brillante del líquido pre seminal. Me corrí sobre su cara y sus tetas, mientras ella me pajeaba.

-       ¿Para esto querías ir al baño?

-       Es que me pasa algunas veces cuando te veo y hoy con ese vestido y con tus pechos, me he excitado demasiado.

-       Dame tu pañuelo.

Se lo di y se limpió mi lefa que había empezado a resbalarle por la cara y las tetas. Cuando terminó me lo devolvió. Seguía caliente como antes de correrme.

-       ¿Por qué no me dejas que repase la lección del aparato reproductor femenino? -Le dije-.

-       ¿No te lo sabes bien todavía?

-       Es que el libro lo cuenta muy mal.

Clara se levantó y se deshizo del vestido, llevaba un tanga y un liguero rojos. Volvió a sentarse, esta vez en el borde del asiento, se echó el tanga a un lado, llevaba el vello del chocho muy recortado. Su triángulo de vello era grande y su monte Venus se intuía muy carnoso. Se abrió el chocho con las manos, los jugos blanquecinos se le resbalaban hacia fuera.

-       Acércate y obsérvalo atentamente.

Lo hice, desprendía un fabuloso perfume a mujer caliente, que elevó todavía más mi calentura.

-       ¿Puedo lamerlo?

-       Si te va a servir para recordar mejor la lección, sí.

Fue poner mi lengua en su hinchado clítoris y empezó a correrse.

-       ¡Aaaahhh, síiii, sigue, sigue, sigue, aaaagggg, sigue, sigue, …!

De su chocho brotaban jugos, que fui lamiendo, hasta que terminó de correrse.

-       Has sido un chico malo y has abusado de mi confianza. Desnúdate y ponte de rodillas en el sofá.

Me desnudé en un santiamén y me puse a su lado como me había dicho con la cabeza sobre el asiento y el culo en pompa.

-       No te enfades conmigo, Clara. Tenía que aprender también como se corren las mujeres.

-       Todavía no has hecho que ninguna se corra en tus manos.

-       No, las compañeras no me dejan tocarles su tesoro, como ellas le llaman.

-       Pues ya tienes edad para haber satisfecho a algunas compañeras.

Me dio un par de fuertes palmadas en el culo.

-       Clara, me gusta que me castigues por haber sido malo antes.

Me cogió la cabeza y la llevó a sus tetas.

-       Repasa la lección de los pechos femeninos, que después te lías en los exámenes.

Sus tetas todavía se mantenían muy duras, tanto, que no podía morderlas. Ella gemía mientras yo le chupaba y le mordía los pezones. Me cogió la polla otra vez y tiro de ella hacia atrás hasta sacarla entre mis piernas, apretándome los huevos. Seguía sin creerme que estuviera así con Clara, con las pajas que me había hecho pensando en ella.

-       Otra de las dudas que tengo es sobre el coito. -Le dije-.

-       ¿Qué quieres saber?

-       La teoría me la sé, pero no tengo experiencia ninguna.

-       ¿Y quieres que lo hagamos?

-       Si fuera posible me gustaría mucho.

-       ¿En qué posición prefieres?

-       ¿Ah, pero hay distintas posiciones?

-       A tu edad ya debías saber eso.

-       Lo hacemos en la posición que quieras.

-       Túmbate boca arriba. -Me dijo y yo lo hice. Tenía la polla más dura todavía que antes de correrme-.

-       ¿Así, Clara?

-       Lo vamos a hacer en una postura en la que la mujer tiene el control.

Se puso en cuclillas sobre mi polla mirándome a los ojos. Me cogió la polla y se la paseó por el chocho reiteradamente, luego la colocó en posición y fue bajando lentamente hasta tenerla entera dentro.

-       Cógeme el culo. -Me dijo-.

Tocarle el culo había sido mi mayor obsesión durante la adolescencia. Tenía el culo como una piedra de duro, suave y abundante. Su chocho me apretaba la polla y cuando empezó a moverse sentí un placer enorme. Ella tenía un brazo apoyado en el respaldo del sofá y el otro sobre mi pecho.

-       Ahora, incorpórate lo que puedas y sigue con el estudio de los pechos.

Ella se movía lentamente arriba y abajo y movía en círculos las caderas.

-       No te corras dentro, que no quiero quedarme embarazada de un adolescente.

Empecé a mover el culo arriba y abajo yo también, a la misma vez que llevaba mis dedos a su agujero del culo.

-       Carlitos, lo estás haciendo muy bien para ser tu primera vez.

-       Gracias, Clara, por repasar conmigo anatomía.

-       Sigue con mi ojete, eso les dará mucho placer a tus compañeras y no tardarán en correrse. ¡Sigue, sigue, muévete más, así, así, sigue, aaaaggg, no pares, aaagggg, ...!

Me encantó ver su cara al correrse, debía ser una mujer muy pasional.

-       Voy a enseñarte la lección del sexo oral. -Me dijo-.

Se sacó mi polla, se desplazó por el sofá y sin ayudarse de las manos se metió mi polla en su boca, tanto como pudo.

-       Clara, no puedo más, déjame ir al baño.

-       No, que a saber lo que haces. Córrete que yo vea si sigues cargado.

-       ¡Uuuuuffff, aaaagggg, sigue Clara, sigue hasta vaciarme, aaaaagggg!

Me corrí en su boca, ella se tragó una parte y otra la dejó caer sobre mi barriga. Luego se desplazó para abrazarme.

-       Sí que estabas cargado.

-       Clara, ha sido una de las mejores tardes de sexo de mi vida y te advierto que recientemente no han sido pocas.

-       Para mi también ha sido una tarde maravillosa, aunque recientemente no haya tenido tantas como tú.

-       No me lo puedo creer todavía, que tantos años después de excitarme contigo hayamos terminado así.

-       Yo tampoco me creo que aquel zangolotino hijo de mi amiga se haya convertido en un hombre tan atractivo y, además, tan buen amante.

-       ¿Qué te parece si otro día repasamos educación sexual?

-       Por mí encantada, aunque por mi edad yo no tuve esa asignatura. ¿Quieres cenar algo antes de irte?

-       Te lo agradezco, porque en casa no tengo nada que comer.

Picamos algo los dos desnudos en el sofá. Durante la cena yo seguía como en un sueño. Pasadas las diez me vestí y me fui a mi apartamento. En la cama me dormí pellizcándome para comprobar que no había sido un sueño.

Me levanté temprano para preparar el equipaje y llevármelo al bufete a fin de no tener que volver a por él. Le imagen de Clara y lo sucedido la tarde anterior no se me quitaba de la cabeza. Cuando llegué al bufete, dejé el equipaje a la entrada y fui al despacho de Antonia.

-       Hombre, el niño perdido y hallado en el templo.

-       Buenos días, Antonia, ¿por qué me dices eso?

-       Ayer tarde te llamé por lo menos ocho veces, ¿en qué estabas tan ocupado para no cogerme el teléfono?

Miré mi móvil y, en efecto, tenía un puñado de llamadas perdidas de ella entre las cinco y media y las nueve y media.

-       Fui a hacer la compra y me dejé el móvil en el apartamento.

-       Pues harías la compra del siglo para una familia numerosa.

-       Vale Antonia, me encontré con alguien y me despisté.

-       No me lo digas, ¿a qué era del género femenino?

-       Pues sí. Bueno, ¿qué querías con tanta prisa?

-       Me encontré con tu amiga Mercedes Parpajo en el gimnasio. Le estaba echando una bronca a un chico como de tu edad, diciéndole que era el peor amante que había tenido en su vida y que se olvidara de ella. No sé cómo, pero salió tu nombre en la discusión, ella te elogió como amante y él no dijo precisamente lindezas sobre ti. Te estuve llamando porque temí que alguno de los dos iba a ir por ti cuando salieran del gimnasio. Una a follarte y el otro a partirte la cara.

-       Gracias por querer avisarme. No sé si alguno se pasó por mi casa, estuve toda la tarde fuera.

-       Carlos, ¿qué te he dicho quinientas veces?

-       Que me pierdo por la polla.

-       Pues eso, el chico dijo que te habías follado a su novia, a la novia de su mejor amigo.

Sabía yo que haberme enrollado con Luisa me iba a traer problemas, en cuanto Mercedes plantara al idiota de Juan.

-       Eso no es exactamente así.

-       A mí me da igual como fuera, pero ándate con ojo y deja de meterte en líos.

-       Vale, Antonia, lo intentaré.

-       No tienes nada que intentar, sólo tienes que mantener la polla dentro de los pantalones.

Antonia no me dirigió más la palabra en toda la mañana. Cogí el AVE a Madrid temprano para comer con Susana.

-       Hola, Susana, ¿te viene bien que comamos juntos?

-       Por mí perfecto, ya te lo dije ayer. Estoy terminando lo que tenía que hacer antes del viaje.

-       ¿Quedamos directamente en el restaurante sobre las tres?

-       De acuerdo.

Me despedí de Antonia, que seguía con una cara de cabreo de mucho cuidado, me fui a la estación y cogí el tren. El viaje fue un coñazo de mucho cuidado con la mierda de la mascarilla, cada vez me molestaba más llevarla. Me llamó mi madre cuando estábamos llegando a Madrid.

-       Hola, hijo.

-       Buenos días, mamá. Espera que salga a la plataforma.

-       ¿Estás de viaje?

-       Sí, voy a Madrid y mañana a Berlín.

-       ¿Y no pensabas decírmelo? Ten mucho cuidado.

-       Sí, mamá, lo tendré.

-       Tampoco ibas a decirme que ayer te encontraste con Clara. -Peligro, peligro, pensé-.

-       ¿Y tú cómo lo sabes?

-       Porque me ha llamado esta mañana, después de años sin hacerlo, y me lo ha contado. Hemos quedado esta tarde para merendar. ¿Te acuerdas cuando éramos vecinas que venía muchas tardes?

-       Ligeramente. -Le mentí-.

-       Pero si te encantaba que viniera, ¿cómo no te vas a acordar?

-       Bueno, mamá, han pasado muchos años ya. ¿Y papá cómo está?

-       Hecho un gruñón, aunque hoy se ha alegrado mucho al saber que Clara vendría a merendar y que se había divorciado.

-       Mamá, te tengo que dejar que estamos llegando.

-       Un beso hijo y cuídate mucho.

-       Igualmente, mamá.

Joder que pequeño es el mundo, espero que Clara sea discreta con lo que pasó ayer, pensé. Cuando llegué al restaurante pregunté por Susana, el camarero me dijo que me estaban esperando y me acompañó a un reservado. Susana estaba con otra mujer a la que yo no conocía. La mesa era por lo menos para nueve personas, así que no había problemas con la distancia de seguridad y ambas estaban sin mascarilla tomando una copa de vino. Las saludé a las dos, me senté y pedí lo que estuvieran tomando ellas.

-       Carlos, te presento a Lupe, mi mano derecha en España. -Me dijo Susana-.

-       Encantado.

-       Él es Carlos, abogado y amigo, que nos ayudó mucho para abrir la cadena de restaurantes.

-       Encantada, ya me ha contado Susana de ti. -Me dijo Lupe-.

Lupe tendría una edad intermedia entre Susana y yo. Morena, pelo muy negro, media melena y una cara muy atractiva.

-       ¿Eres mejicana también? -Le pregunté-.

-       No, lo de Lupe es por Guadalupe de Cáceres.

-       Perdona, entre el nombre y ese pelo tan negro, pensé que eras de Méjico.

-       No pasa nada, es normal que se confundan, más trabajando en una cadena de restaurantes mexicanos.

-       Carlos, Lupe está al tanto de nuestro viaje a Berlín y a lo que vamos. No tengo secretos con ella.

Por como me miraba Lupe, empecé a creer que, en efecto, Susana no debía tener secretos con ella.

-       ¿Has sabido algo nuevo de Mari Carmen? -Le pregunté a Susana-.

-       Parece que ya han dado con una de las parejas. He quedado en que tendríamos una videollamada esta tarde.

-       Bien, a ver que nos cuenta. -Le contesté-.

-       La situación es como para estar preocupados. -Dijo Lupe-.

-       ¿Conoces a Yesica y a Victoria? -Le pregunté-.

-       Sí, claro, de casa de Susana, trabamos una buena relación. Son dos mujeres muy cariñosas.

Al terminar de comer Susana propuso ir a su casa a tomar una copa y hablar con Mari Carmen. Al llegar Susana le dijo a Lupe que se sentara en el salón, mientras ella y yo preparábamos las copas en la cocina. Cuando nos quedamos solos, abracé a Susana por detrás.

-       Creía que íbamos a estar solos tu y yo.

-       Ya lo estaremos, pero igual luego te alegras de que haya invitado a Lupe. -Me dijo restregando su culo contra mi entrepierna-.

-       ¿Por qué lo dices? -Le pregunté sobándole las tetas-.

-       Espera y lo sabrás.

Salimos al salón y nos sentamos. Al rato Susana recibió una llamada de Mari Carmen.

-       Hola Mari Carmen, estoy con Lupe y con Carlos, tenemos la llamada cuando quieras…. Pues ahora mismo si te viene bien.

Susana colgó y encendió la televisión, la tenía preparada para hacer las llamadas directamente. Al momento apareció Mari Carmen en pantalla.

-       Buenas tardes, Susana, Lupe y Carlos. Que bien os veo.

-       Hola Marí Carmen, es que hemos estado comiendo juntos y ahora estamos tomando una copa. -Le contestó Susana-.

-       Hola Mari Carmen, que guapa estás. -Le dije yo-.

-       ¿Qué tal Mari Carmen, cómo te va con los teutones?

-       No me puedo quejar.

-       ¿Pudisteis ver a la pareja de alemanas? -Le preguntó Susana-.

-       Fui yo sola a verlas, Gabriel tenía cosas que hacer.

-       ¿Y cómo te entendiste con ellas?

-       Dejadme que os cuente y veréis que bueno. A través del control de pasaportes logramos saber quiénes eran la pareja de alemanas y el teléfono de una de ellas. Gabriel la llamó y en alemán le dijo que queríamos verlas, mantuvieron una pequeña conversación, hasta que Gabriel empezó a hablar en español con una tal Ingrid, diciéndole que yo iría a verlas esa misma tarde o, al menos, eso entendí yo. Le dio la dirección, quedamos en que como una de ellas hablaba español, podría ir yo sola, ya que él estaba ocupado con cosas de los restaurantes. Después de comer cogí un taxi y me planté en la dirección que nos habían facilitado. Era una casa bastante grande en un buen barrio de las afueras. Llamé al videoportero de la verja, tuve que hacerlo varias veces, hasta que recibí respuesta. Dije que venía a ver a Ingrid, que mi compañero había quedado con ella para esta tarde. Escuché que al otro lado hablaban dos o tres mujeres entre ellas, hasta que finalmente alguien abrió la puerta y en español me dijo que pasara. En el trayecto de diez o quince metros que había desde la verja hasta la casa, vi a un mulato como un armario empotrado que, en camiseta sin mangas, podaba un seto.

-       ¿De verdad el mulato era como un armario empotrado? -Le preguntó Lupe-.

-       Lo que yo te diga, debía tener entre metro noventa y dos metros, una espalda fuerte y ancha como un armario, unos brazos musculados como de levantar pesas, un culo que rellenaba los pantalones vaqueros y que llegaba hasta atirantarlos, tanto que parecía que se iban a romper, y un bulto en la entrepierna, que prometía que debajo debía tener una polla como la de un mulo.

-       Que bien te fijaste. -Le dijo Susana-.

-       Observadora que es una cuando quiere. Llamé al timbre de la puerta y me abrió una mulata de uniforme que no desmerecía del jardinero mulato. Le dije que quería ver a la señora Ingrid, que estaba citada con ella. La mulata me miró con extrañeza, me dejo pasar y me llevó a una salita de esas de recibir que tenían los casoplones antiguos. Aproveché la espera para mirar por la ventana y poder disfrutar de la espalda y del culo del jardinero mulato.

-       ¡Qué te gusta un buen paisaje! -Le dijo Lupe-.

-       ¿Y a ti no?

-       Como a la que más.

-       Al poco dejó las tijeras de podar, se acercó a la casa y se agachó a mirar por una ventana baja que debía corresponder con un semisótano. Lo que viera debió animarlo porque se llevó la mano a la entrepierna y empezó a sobársela. No os podéis hacer una idea del bulto que le salió bajo los pantalones.

-       Y tú mirando, ¿no? -Le dijo Susana-.

-       Qué otra cosa podía hacer, si estaba esperando a que me recibieran. De pronto apareció en escena la criada mulata que me había abierto la puerta y cuando vio lo que estaba haciendo el jardinero se acercó a él y le dio un manotazo en la espalda de tal calibre, que de milagro no debió romperse la mano contra aquella montaña de músculos. El jardinero se incorporó, el bulto que lucía en la entrepierna era de dimensiones ciclópeas.

-       Especifica a que te refieres con dimensiones ciclópeas. -Le pregunté-.

-       Carlos, no es por faltarte, pero jugaba en otra liga distinta a la tuya. Tanto me impresionó que decidí hacerle una foto con el móvil. Mirad, que cosa.

Mari Carmen acercó el móvil a la cámara y amplió la foto de la pantalla. ¡Ostia puta, desde luego debía jugar en otra liga distinta a la mía!

-       ¡Qué barbaridad! -Exclamaron a dúo Susana y Lupe-.

-       Pero si ahí dentro cabe mi perro. -Dijo Lupe-.

-       Pues eso pensé yo. La mulata le dio un empujón y el jardinero se separó de la ventana. No pude seguir mirando lo que pasaba, porque alguien abrió la puerta de la salita. Me giré y era una mujer rubia, como de cincuenta años, guapa y en albornoz. ¿Ingrid? Le pregunté y ella me contestó afirmativamente. Soy Mari Carmen, mi compañero Gabriel ha hablado con usted a última hora de la mañana. Ella se quedó mirando fijamente a mis tetas y luego me dijo: ha debido haber una confusión, yo le dije a su compañero que los recibiría mañana por la tarde.

-       ¡Joder también con el alemán de Gabriel o con el español de la mujer! -Dijo Susana-.

-       Me quedé un poco chafada, pero ya que estaba allí decidí echarle cara y le pedí por favor que me atendiera un minuto. Verá es que mi amiga y yo estamos recibiendo un masaje relajante y no me gustaría interrumpirlo, me dijo. No se preocupe, podemos hablar mientras ustedes se relajan, le dije. Noté que volvía a centrar su mirada en mis tetas.

-       No te sorprendería, eso nos pasa habitualmente. -Le dijo Susana-.

-       Ya, pero aquella mujer fijaba la vista con una cara de deseo, como la de un marinero que llevase un año embarcado sin tocar puerto. Finalmente consintió y me dijo que la acompañara. Recorrimos un pasillo y bajamos unos cuantos escalones. Debíamos acercarnos a una piscina cubierta o algo así porque el olor a cloro era cada vez más fuerte. Abrió una puerta y entramos en una gran sala con el techo muy alto y decorado, en la que, en efecto, había una piscina. Cuando recorrí la sala con la mirada vi a una mujer desnuda tumbada boca abajo en un futón grande, levantado del suelo escasos quince centímetros. Ingrid le dijo algo en alemán a la otra mujer, que giró la cabeza para mirarme y luego contestarle algo, que por supuesto no entendí. Me indicó que me sentará en un banco que estaba cerca de ellas dos, luego se quitó el albornoz y se tumbó desnuda junto a la otra mujer.

-       ¡Hay que ver los sitios dónde te metes! -Le dije-.

-       ¡Yo que iba a saber!

-       ¿Cómo estaban las dos alemanas? -Le pregunté-.

-       Si quieres que te diga, de entrada, no me fijé mucho, estaba todavía desasosegada con el jardinero y el monolito que debía tener. Al poco entró otra mujer vestida de mallas y camiseta sin mangas ambas blancas, rubia, más o menos de mi edad, guapetona y con una figura como de matarse en el gimnasio. Yo empecé a contarle el motivo de haber ido a verlas, mientras la recién llegada se ponía de rodillas entre las piernas de la otra mujer, después me enteré de que se llamaba Erica, y vertía un aceite muy denso en sus piernas. Me levanté y me acerqué para enseñarle a Ingrid una foto de Yesica con Victoria en el móvil y le pregunté si las reconocía de haberlas visto en el aeropuerto. Ella habló con Erica un momento y esta miró la foto también. ¿Qué ha pasado con ellas? Me preguntó Ingrid. Eso es lo que queremos averiguar, ellas estaban en tránsito y no cogieron el avión a Madrid que debían tomar. Nosotras, bueno yo, entablé conversación con ellas, dos mujeres muy atractivas y simpáticas. Ellas iban también conversando con otras dos mujeres que hablaban español vestidas un poquito descocadas, me contó Ingrid.

-       Esa debe ser otra de las parejas con las que se las vio. -Dijo Susana-.

-       Imagino que sí. ¿Españolas o mejicanas? Le pregunté a Ingrid y ella me contestó que no lo sabía, que casi no las había oído. Mientras hablábamos la masajista le estaba dando un sobe a Erica en el culo y en los muslos que no era normal. Le pregunté si las vieron pasar el control de pasaportes y me contestó que no, que ellas entraron al servicio y las perdieron de vista. Pero vista debía tener el mulato, ya que me di cuenta de que estaba otra vez asomado a una de las ventanas altas mirando al interior de la sala con la vista fija en nosotras. Me salió el lado exhibicionista y de pronto me apeteció mucho que aquel hombretón me viera a mí desnuda también.

-       ¡Mari Carmen eres incorregible! -Le dijo Susana-.

-       ¿A ti no te hubiera apetecido también ponerlo bien caliente?

-       Seguramente sí.

-       Entonces le pregunté a Ingrid si ellas se bañaban en la piscina. Claro, ¿te apetece bañarte? Me preguntó. Si no os importa, sí que me gustaría, le contesté. Me ofreció un bañador, pero le dije que no hacía falta, que ellas estaban desnudas y yo era nudista. Ingrid le dijo algo a Erica y esta se puso boca arriba, me fijé que tenía unas tetas muy bonitas, que la masajista empezó a sobarle. A hurtadillas miraba al mulato que seguía en su puesto de observación. Primero me quité la chaqueta que llevaba, dejando ver el volumen de mis tetas debajo de la ceñida camisa. Luego me quité la falda luciendo mi culo y mi pequeño tanga negro. El jardinero mulato estaba cada vez más pegado a la ventana y yo cada vez más caliente. Ingrid y Erica estaban con los codos apoyados en el futón mirando atentamente como me desnudaba. No llevaba sujetador, así que cuando me quité la camisa noté la cara de admiración de Ingrid y Erica, pero sobre todo del mulato, que debía estar cascándosela a base de bien por el movimiento que se notaba de su brazo.

-       Qué bien sabes mezclar el placer con el trabajo. -Le dijo Lupe-.

-       Hay que estar a la que salta. Cuando me quité el tanga, Ingrid me dijo: eres una chica preciosa, ¿no prefieres venir aquí con nosotras y que Lorena te de un masaje? A mí me daba igual, yo ya había conseguido captar toda la atención del pedazo de mulato. Me dirigí al futón y me tumbé de lado mientras la masajista terminaba con Erica, para poder seguir mirando al jardinero, que estaba cada vez más pegado a la ventana. En esa posición pude ver que la tal Lorena tenía un manchurrón de jugos a la altura del chocho que le cogía todo el monte de Venus, aunque la verdad es que, cuando yo me había quitado el tanga, también tendría que haberlo escurrido. El jardinero parecía querer meter la cabeza por la ventana, tanto que de pronto se abrió y el pobre cayó dentro de la piscina, dándonos a todas un susto de muerte.

-       ¿Mari Carmen esto es verdad o te lo estás inventando? -Le pregunté-.

-       Te juro que todo lo que estoy contando es verdad.

-       Pues, qué cosas te pasan.

-       Nos quedamos todas mirando al mulato, hasta que percibimos que o no sabía nadar o estaba paralizado del susto por la caída. Me levanté y me tiré a la piscina mientras el resto trataba de reaccionar, fui nadando hasta él, lo agarré y lo puse boca arriba para que se tranquilizara y entonces apareció su monumento. Debía haberse abierto el pantalón para cascársela tenía la polla fuera bien empalmada. Entonces la que se asustó fui yo. ¡Qué barbaridad, os juro que no me había equivocado con lo que se calzaba!

-       Cuéntanos con detalle, Mari Carmen. -Le pidió Susana-.

-       De un precioso color marrón claro, dura y recta como un palo, depilada, de larga casi treinta centímetros, de gorda casi como una lata de cerveza, descapullada y con unos huevos como pelotas de tenis.

-       ¿No tienes fotos? -Preguntó Lupe-.

-       ¿Cómo voy a tener fotos de ese momento, si me había tirado a salvarlo? En un momento vi que la criada mulata estaba asomada a la ventana con cara de estar en pánico. Como pude fui acercando al mulato al borde de la piscina. Entre ellas tres arriba tirando y yo abajo empujando conseguimos sacarlo del agua y ponerlo boca arriba en el borde. El tío seguía empalmado como un mulo. Salí de la piscina y me acerqué al grupo. Él estaba como en trance, imagino que del susto. Íngrid y Erica trataban de quitarle los pantalones, mientras Lorena le masajeaba el pecho, no sé si de forma terapéutica o para darse en lote con él. Me puse de rodillas a su lado y como en una visión supe que aquel hombre lo que necesitaba es que le diera la teta.

-       ¡Qué buena samaritana! -Le dijo Lupe-.

-       Tiene razón Mari Carmen, unas tetas como las nuestras son capaces de resucitar a un muerto. ¿O no Carlos? -Dijo Susana-.

-       Por supuesto Susana. La seguridad social debería contrataros para los casos perdidos. -Le contesté-.

-       Me cogí una teta y le puse el pezón en los labios, abrió inmediatamente la boca y comenzó a succionar como si estuviera mamando. Sus gruesos labios me daban mucho placer. Yo no dejaba de mirarle el pollón. Me pregunté si aquello me cabría en la boca o en el chocho y tuve mis serias dudas. De pronto entró en la sala la criada mulata, presa de un ataque de histeria, gritando mientras se acercaba: ¿Qué le ha pasado a mi hombre? No te preocupes, Dori, está bien sólo un poco asustado de la caída, le contestó Ingrid. Dori se puso de rodillas al lado del mulato, le cogió la cabeza y la abrazó contra su pecho. Mira que te he dicho veces que no te asomes a las ventanas, le decía mientras lo acunaba. Ya está Dori, no le vayas a regañar, ahora lo que necesita son mimos y cuidados, le dijo Ingrid.

-       Mimos y cuidados, anda que no era lista la Ingrid esa. -Comentó Lupe-.

-       Nos pusimos de pie las cuatro y dejamos a Dori abrazando al mulato, que seguía empalmado igual que al principio. ¿Dori, que hacía Emiliano para caerse por la ventana? Le preguntó Ingrid. ¿Qué va a hacer señora? Mirarlas desnudas y masturbarse. ¿Es que tú no lo tienes satisfecho? ¡Claro que lo tengo satisfecho! Lo hacemos al menos dos veces al día, pero él es muy caliente y los pechos de esta señora han terminado de desquiciarlo, le contestó Dori señalándome con la cabeza. ¡Lo siento! Le dije. Usted no tiene la culpa de tener esas tetas. Creo que me voy a ir, dije. Por favor, señora, no se vaya por nuestra culpa. ¿No quiere follar con mi hombre?

-       ¡Mari Carmen, aquí ya se te ha ido la cabeza! -Le dije-.

-       Carlos, te juro que es verdad lo que estoy contando. Ante mi cara de extrañeza por la propuesta de su pareja, Dori continuó: Señora he visto desde arriba como se ha tirado al agua para salvarlo y ese gesto merece una recompensa. Si quiere nos lo follamos entre las dos. ¿Y ellas? Pregunté señalando a Ingrid, Erica y Lorena. ¿No se ha dado cuenta de que ellas son bolleras? Ellas pueden entretenerse mientras con nosotras dos, aunque a mí ya me tienen muy vista. Señora, por favor, no se vaya sin hacerme una cubana, dijo por fin Emiliano. Ve, señora, si se va ahora mi hombre no podrá descansar ni follar bien conmigo, porque estará pensando en sus tetas.

-       El Emiliano ese también era otro listo. -Le dije a Mari Carmen-.

-       No seas tonto, Carlos, ¿o es que a ti no te gusta cuando Mari Carmen te hace una paja cubana? Pues al mulato igual. -Me dijo Susana-.

-       Erica se acercó entonces a Dori por detrás y de rodillas le fue soltando los botones del uniforme, dejando a la vista sus tetitas, preciosas, aunque pequeñitas. Con aquellas tetitas, evidentemente, no podía hacerle una cubana a la tranca que tenía su pareja. Dori dejó de abrazarlo, se incorporó, se vino hacia mí y terminó de quitarse el uniforme, no llevaba ropa interior y tenía un cuerpo precioso Se puso a mi lado y suavemente me llevó hasta Emiliano. Lo pensé y me di cuenta de que claro que quería tener aquel pollón entre mis manos y entre mis tetas, ya digo que en el chocho dudaba que me cupiera. Me puse de rodillas entre sus piernas, con una mano traté de abarcarle la tranca, pero no pude, y con la otra le cogí los huevos.

-       ¿Cómo tenía de duro el nabo? -Preguntó Lupe-.

-       No te puedes hacer una idea, parecía mentira que una polla tan grande pudiese estar tan dura. Empecé a pensar que aquel hombre necesitaba tal cantidad de sangre para empalmarse así, que no podía tener suficiente para regar el cerebro y por eso parecía medio desfallecido.

-       Eso a mí no me pasa. -Dije-.

-       Evidentemente no, Carlos, todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Confirmé que era imposible que el cabezón que tenía el nabo del mulato me cupiese en la boca, pero sí que podía lamérselo de arriba abajo y chuparle o comerle los huevos, que esos si me cabían en la boca. Dori se puso en cuclillas con el chocho sobre la boca de su pareja, que no tardó en lamérselo. Ingrid o Erica se colocaron detrás de mí y la que fuera empezó a chuparme el ojete y a morderme el culo.

-       ¿Estabas ya muy caliente? -Le preguntó Susana-.

-       A más no poder. Me dispuse ya a hacerle la cubana, estaba deseando tener aquella tranca entre mis tetas. Me eché un poco hacia delante la metí entre mis tetas, me cogí las tetas con las manos, las apreté contra el pollón y comencé a moverme adelante y atrás. Me costaba abarcarla de ancho, de largo ni de broma, media polla salía por encima de mis tetas, con lo cual aprovechaba para lamerle el frenillo cuando podía. Noté que no iba a tardar en correrse y yo tampoco, una de las alemanas seguía lamiéndome el coño y el ojete, dándome mucho placer. Dori gemía a todo volumen con el trabajo de la boca del mulato en su chocho, por cierto, bastante grande, si no de qué iba a poder con el pollón de su pareja. De pronto el mulato gritó y su polla entró en erupción, porque aquello no podía definirse de otra manera que como una erupción que le alcanzó toda la barriga y el pecho. Yo empecé a correrme a la misma vez y la mujer del mulato también, lo mismo que las tres alemanas, que gritaron como si las fueran a matar.

-       ¿Ahí quedó el tema? -Preguntó Susana-.

-       Ahí debería haber quedado, pero tanto el mulato como yo estábamos demasiado calientes. Cuando me repuse del corridón que había tenido, Dori y las tres alemanas estaban abrazadas en el suelo y el mulato seguía empalmado como si no se hubiera corrido. Me dije que tenía que probar su pollón dentro de mi chocho.

-       ¿Cómo ibas a desaprovechar semejante oportunidad? -Le dijo Susana-.

-       Eso pensé yo, que como iba a desaprovechar el pollón más grande que había tenido a mano en mi vida. Me incorporé, me puse en cuclillas sobre su verga, la cogí con la mano y empecé a restregar el cabezón por mi chocho, que estaba empapado por dentro y por fuera, finalmente coloqué el cabezón a la entrada de mi chocho y fui bajando lentamente. Me costó trabajo que me entrara el cabezón, pero lo conseguí y entonces fui bajando hasta que ya no pude más. El mulato me sobaba y me apretaba las tetas con sus grandes manos. Ya de rodillas empecé a bombearla como pude, no es que me llenase es que me tenía el chocho a punto de reventar.

-       ¡Qué envidia! -Dijo Lupe, que no perdía palabra de lo que contaba Mari Carmen-.

-       El mulato gemía al ritmo de mis movimientos. Llevé una mano a mi clítoris y empecé a sobármelo y la otra mano al pecho de Emiliano, que era una plancha de acero. Las otras cuatro empezaron a moverse, pero no les eché cuenta, bastante tenía yo con lo mío. Tiene las tetas más gordas que he tenido nunca en las manos, me dijo el mulato. Si vamos a hablar de cosas grandes, ¿qué decir del pollón que te gastas? Le contesté. Estaba a punto de volver a correrme y se lo dije. Hágalo cuando quiera, señora yo también lo estoy. Deja de llamarme señora, coño, que estamos follando, le dije justo antes de empezar a correrme. Al terminar, el mulato seguía sin correrse, me saqué su polla y empecé a meneársela a dos manos, quería ver como su polla entraba de nuevo en erupción. Entonces me acordé de vosotras y le pedí a Ingrid, que estaba a mi lado, que sacará una foto con mi móvil cuando el mulato se corriera. ¿Queréis verla?

-       ¡Claro que queremos verla! -Dijeron Susana y Lupe a coro, mientras Mari Carmen manipulaba el teléfono y lo acercaba a la cámara-.

-       ¡Santo Dios, que bestia! -Dijo Lupe-.

-       ¡Virgen de Guadalupe! -Exclamó Susana-.

No era para menos la admiración de las dos era la polla más grande que había visto nunca, ni porno ni leches. La foto estaba hecha en el momento en que soltaba un chorro, que podía haber llenado un vaso de vino.

-       ¿Tenía o no tenía razón? -Preguntó Mari Carmen-.

-       Corta te has quedado. -Le contestó Lupe-. ¿Pero cómo te pudo caber eso?

-       Con mucho trabajo y muchos jugos. Cuando el mulato terminó de correrse, se incorporó para meter su cabeza entre mis tetas, lo tuve así un rato, hasta que me levanté para irme, se había hecho de noche y yo tenía un dolor en el chocho, que no se me ha quitado hasta hace un rato.

-       ¿Te has quedado con el teléfono del mulato para localizarlo? -Le preguntó Susana-.

-       Claro, quedamos en vernos otro día de los que yo estuviera en Berlín. El hombre se quedó obsesionado con mis tetas. Tenemos que llamarlo cuando estemos juntas, verás que bien nos lo pasamos los tres o los cuatro.

-       ¿Tú que quieres cachondearte de mí? -Le dije-.

-       No seas picajoso, Carlos, el tamaño es un factor más para tener en cuenta, no el único. -Me contestó Mari Carmen con mucha guasa-.

-       Entonces Marí Carmen, podemos descartar a la pareja de alemanas. -Dijo Susana-.

-       Totalmente, ellas perdieron de vista a Yesica y a Victoria en la terminal y no saben nada más.

-       ¿De las otras dos parejas sabemos algo?

-       Gabriel está haciendo gestiones con las compañías de taxi y alquiler de coches, posiblemente mañana cuando vengáis podamos tener alguna información.

-       Gracias Mari Carmen. No te digo que te cuides, porque por lo que nos has contado, ya te has cuidado bastante.

-       Un momento Mari Carmen. -Le dijo Lupe-. ¿Puedes enseñarnos otra vez la foto del mulato?

-       Mejor os mando las dos en un mensaje a vuestros teléfonos.

-       Sí, por favor.

-       Adiós a los tres, hasta mañana que os recojamos en el aeropuerto.

Susana se levantó al terminar la videollamada y salió de la habitación. A Lupe le debía haber llegado el mensaje de Mari Carmen y estaba mirando el teléfono.

-       ¡Qué suerte la de Mari Carmen! -Exclamó Lupe al poco-.

-       La suerte hay que buscarla. -Le comenté-.

-       Sí. -Dijo, dejó el teléfono sobre la mesa y continuó-. Me ha dicho Susana que tú te mueves bastante bien en la cama.

-       Susana, además de indiscreta es muy amable conmigo. -Le contesté mirándola, la verdad es que estaba muy apetecible-. ¿Tú buscas también tu suerte?

-       Claro. A mi edad el buen sexo no cae del cielo.

-       Yo creo que el buen sexo no cae del cielo a ninguna edad. ¿Estás casada?

-       No, no me ha apetecido comprometerme con nadie. Me gusta demasiado jugar como para hacerlo con uno sólo.

-       ¿Y yo te gusto?

-       ¿Quieres algo conmigo o tratas de ligar por deporte?

-       Las dos cosas, pero más la primera.

Lupe tenía una cara guapa, morena, ojos negros grandes, bonita boca y buen tipo, con un potente culo por lo que había podido observar.

-       ¿De qué habláis? -Preguntó Susana al entrar en el salón, vestida ya con la bata de seda que yo ya le conocía-.

-       De la suerte de Mari Carmen y de la afición de Carlos a ligar. -Le contestó Lupe-.

-       Me encanta Mari Carmen, es una joven que disfruta mucho de todo y que sabe aprovechar las oportunidades que le ofrece la vida. -Dijo Susana-. Respecto a Carlos, me gustan los hombres a los que les pierde la polla.

-       ¡Susana, no empieces con la cantinela de Antonia! -Le dije-.

-       ¿Se equivoca Antonia? -Me contestó ella-.

-       No demasiado. -Contesté y me eché a reír-.

-       ¿Lupe, no quieres ponerte cómoda mientras sirvo algo de beber? -Le preguntó Susana-.

-       ¿Cuánto de cómoda?

-       Tanto como te apetezca.

Lupe se levantó y se fue por el pasillo de los dormitorios. Susana se fue hacia la cocina y yo la seguí.

-       ¿Tienes mucha confianza con Lupe?

-       Sí, como contigo.

La abracé por detrás, cerrando los brazos por su cintura.

-       He deseado mucho estar contigo el tiempo que has estado en Méjico. -Le dije al oído-.

-       Lo mismo te digo. ¿Te apetece que nos lo montemos entre los tres esta tarde?

-       ¿Tanta confianza tienes con Lupe?

-       Ya te he dicho que como contigo. Lupe es una mujer pasional, le he hablado de ti y cuando se enteró que ibas a venir hoy, me pidió que la invitara a comer para conocerte. No me has contestado a mi pregunta.

-       ¿Es que tengo que contestar? Ya sabes que me apetecería mucho. -Le dije subiendo mis manos de su cintura a sus tetas-.

-       Creía que no lo ibas a hacer nunca.

-       No quería parecer un atrevido. -Le dije de broma a Susana-.

Susana echo sus manos hacia atrás y empezó a sobarme la entrepierna.

-       Uuuummm, me gusta que estés ya preparado. -Dijo en voz baja-.

-       Ya sabes que me vuelves loco. -Le dije mientras le soltaba el cinturón de la bata y llevaba una de mis manos a su chocho, que tenía empapado-.

-       Tú también estás preparada.

-       La historia de Mari Carmen y el mulato me ha puesto bien caliente.

-       ¿Así servís vosotros las bebidas? -Dijo Lupe con una especie de bata japonesa de seda desde la puerta-.

-       ¿No te gusta? -Le contesto Susana-.

-       Lo que no me gusta es sólo mirar mientras vosotros os lo pasáis tan bien.

Lupe entró en la cocina se puso delante de Susana, me pareció que se abrió la bata, se pegó a ella y empezó a besarla en la boca. Me extrañé al notar algo duro en el revés de la mano que tenía en el chocho de Susana.

-       Lo has encontrado. -Le dijo Susana a Lupe-.

-       Sí, recordaba muy bien donde lo guardabas.

-       ¿A qué os referís? -Pregunté-.

Susana me cogió la mano que tenía en su chocho y la llevó a lo que yo pensaba que sería el chocho de Lupe, pero, en lugar de eso, me encontré con un objeto duro que, al principio, creí que era un vibrador, sin embargo, cuando toqué unas tiras supe que era una polla falsa que se había colocado Lupe con unas tiras a la cadera. La polla me dio un brinco de pensar lo que podríamos hacer entre los tres con aquel artilugio.

-       ¿Te gusta? -Me preguntó Susana-.

-       Como idea me divierte mucho. Lupe, no podía imaginar que fueras tan creativa. -Le dije empezando a sobarle la polla falsa, mientras que ella sustituía mi mano por la suya en el chocho de Susana-.

-       No te puedes imaginar hasta qué punto soy creativa. ¿Verdad Susana?

-       Carlos, Lupe puede superarnos a los dos juntos disfrutando del sexo. -Contestó Susana-.

-       Me es difícil de imaginar, pero estoy dispuesto a comprobarlo. -Dije mientras empezaba a desnudarme-.

-       Permite que te ayude. -Dijo Lupe, dejando a Susana para colocarse en frente de mí y besarme en la boca, mientras llevaba sus manos a mi cinturón para soltármelo-.

Susana se colocó a la espalda de Lupe y le bajó la bata dejándola desnuda, dejando caer ella después la suya. Cuando Lupe terminó de abrirme los pantalones empezó a sobarme la polla por encima del bóxer, sin dejar de besarme en la boca.

-       No es la del mulato, pero no está nada mal. -Dijo después de sobarme la polla durante un rato-.

-       Si me comparas con el mulato, creo que me voy a deprimir mucho.

Susana había llevado una de sus manos a las tetas de Lupe y con la otra masturbaba su polla falsa.

-       ¡Susana, como me gusta que me hagas una paja! -Dijo Lupe-.

-       ¿Quieres que te la chupe? -Le preguntó Susana-.

-       Me encantaría.

Susana se puso de rodillas, empezó por chupar aquella cosa y luego se la metió en la boca. Noté que Lupe reaccionaba a la mamada como si la polla fuera suya de verdad.

-       ¿No quieres chupármela tú también? -Me preguntó Lupe cuando yo ya estaba totalmente desnudo y con la polla como un palo-.

Me puse de rodillas al lado de Susana y después de un rato de mirarla, Susana me la ofreció con su mano. Sabía que aquello era un trozo de plástico y silicona, pero eso no evitaba que estuviese caliente como una plancha con el jueguecito. Lupe me cogió la cabeza y la acercó a su polla. Abrí la boca, dejé que aquello entrara en ella y comencé a mamarla. Susana la soltó, llevó una mano a mi polla y empezó a hacerme una paja.

-       Te pone chuparme la polla, ¿verdad? -Me preguntó Lupe-.

-       Mucho. -Le contesté e increíblemente era verdad. ¿Cómo era posible que me pusiera tanto chupar aquella cosa? Pensé que lo que me ponía no era chupar aquello, sino la situación que se había creado entre los tres-.

Susana se retiró un poco y todavía de rodillas bajó su cabeza para meterse mi polla en su boca. Luego llevó una mano a su chocho para sobárselo y yo llevé una mía a sus tetas.

-       Susana, quiero follarte. -Dijo Lupe-.

-       Y yo que me folles. -Le contestó Susana-.

Lupe se puso de rodillas detrás de Susana, que seguía comiéndome la polla, cogió su polla falsa y la puso a la entrada del chocho de Susana.

-       Creo que no necesito lubricante, estoy empapada. -Dijo Susana-.

-       Y que lo digas. -Le contestó Lupe echando las caderas hacia delante para irle metiendo aquella cosa en el chocho-.

-       ¿Hacéis esto muy a menudo? -Les pregunté-.

-       Menos de lo que nos gustaría. -Me contestó Lupe-.

Las tetas de Susana chocaban con el suelo. Me levanté y me puse de pie dejando a Susana entre mis piernas, me acerqué a Lupe y le ofrecí mi polla para que siguiera comiéndomela ella. Me la cogió con una mano y después de jalármela varias veces se la llevó a su boca, desplazando después su mano a mis huevos para sobármelos.

-       Creo que no voy a durar mucho más. -Dijo Susana, que se había estado sobando el clítoris todo el tiempo y ahora tenía la cabeza apoyada en el suelo-.

-       Yo tampoco. -Dijo Lupe y siguió comiéndome el nabo-.

-       ¡Aaaaggg, me corro, sigue follándome Lupe, sigue, siiiii! -Gritó Susana al correrse-.

Yo tenía un calentón de mil demonios. Me cogí la polla con la mano y se la saqué de la boca a Lupe, que inmediatamente entendió lo que yo quería, y sacó la lengua todo lo que pudo para que se la golpeara con la polla.

-       ¡Dame, dame, dame! -Decía mirándome fijamente a los ojos-.

-       Verás lo que te voy a dar. -Le dije cuando ya estaba entrando en el punto de no retorno para correrme-.

Susana salió de su letargo de después de correrse y se movió hasta colocarse debajo de Lupe y empezar a chuparle el chocho y el ojete.

-       ¡Aaahhhh, toma, toma, toma, …! -Grité al empezar a correrme sin dejar de golpearle la lengua con el nabo-.

-       ¡Seguid los dos, seguid, me corro, me corro, me corro, …! -Gritó Lupe al mismo tiempo que yo-.

-       Hemos empezado muy bien la tarde, lo que hace falta es que la terminemos todavía mejor. -Dijo Susana rompiendo el silencio roto por los jadeos al cabo de unos minutos-.

-       ¿Nos sirves otra copa, Carlos? -Me dijo Lupe-.

-       Claro.

Ellas se volvieron al salón y yo me quedé en la cocina sirviendo unas copas de whisky, en esta ocasión. Tenía razón Susana, me iba a alegrar de la compañía de Lupe, pensé. Regresé al salón con las copas, Lupe se había quitado la polla falsa y estaban las dos sentadas hablando. Yo seguía empalmado, pese a haberme corrido.

-       Carlos, siéntate con nosotras. Iba a contarle a Lupe una historia que me ocurrió en mi último año de preparatoria.

-       ¿Es de las tuyas?

-       Claro, verás cómo te divierte.

Estaban las dos preciosas, relajadas y desnudas, cada una con su copa en la mano.

- Tenía yo diecisiete años. Era una mujer físicamente desarrollada por completo, pero mentalmente seguía acomplejada por el tamaño de mis tetas. Siempre usaba remeras amplias para ir a las clases, tratando de disimularlas. Pese a eso, no había compañero o profesor que no me las mirase de forma descarada. Entre las compañeras había un poco de todo, las que sentían envidia de ellas y las que sentían lástima por mí y mi complejo. Tenía una compañera de clase que era muy popular, rubia, guapa de cara y con una figura espectacular. Lo único malo es que era tonta y mala persona. Todavía no sé por qué, pero la tomó conmigo, que no me metía con nadie.

-       ¿Cómo se llamaba? -Le preguntó Lupe-.

-       Cristina.

-       Me temo que Cristina no va a salir muy bien parada en esta historia. -Le dije-.

- Bueno, ella se lo buscó. Empecé a escuchar de algunas compañeras, que Cristina iba soltando mentiras sobre mí: que si mis tetas eran falsas, que si me las había puesto para destacar, que si unas veces decía que era una frígida y otras que una lesbiana …

-       Que hija de puta, ¿no? -Dijo Lupe-.

- Si, sobre todo porque ella no cruzaba una palabra conmigo, pero intentaba crearme mala fama, para que el resto de las compañeras tampoco lo hiciera. A ella le bastaba con posar los ojos sobre cualquier chico, para que este babease detrás de ella. Había un chico al que yo le gustaba y que él me gustaba a mí también. Alguna vez me pidió que fuéramos al cine, pero, pese a que lo deseaba, el complejo con mis tetas me impedía aceptar su invitación.

-       ¿Porqué? -Le preguntó Lupe-.

- Si íbamos al cine el querría tocarme las tetas y a mí me daba mucha vergüenza de que lo hiciera.

-       ¿No te gustaba que te tocasen las tetas? -Le preguntó Lupe-.

- Me hubiera encantado que él me tocase las tetas. Yo misma me las sobaba y me las chupaba cada vez que podía, que era casi todos los días cuando me bañaba antes de irme a la cama.

-       Me lo estoy imaginando y me pongo a mil. -Le dije-.

- No te lo puedes imaginar de verdad. Te voy a contar para facilitar tu imaginación. Entraba al baño y cerraba la puerta con el pestillo. Lentamente, delante del espejo, iba desnudándome, descubriendo como mi cuerpo iba cambiando y desarrollándose. Siempre he sido una mujer muy caliente y entonces creo que todavía lo era más. Dejaba quitarme el sujetador para lo último. Miraba el culo duro, carnoso y respingón que se me estaba poniendo. Miraba mi monte Venus cubierto de vello que me recortaba con frecuencia. Me abría mi chocho para ver su interior rosado y mis grandes labios menores …

-       Susana me estas poniendo malo. -Le dije sintiendo como mi polla estaba a reventar dura-.

-       Eso pretendo, que os pongáis bien calientes de nuevo. -Me contestó-.

-       Estás trabajando en vano, me parece que no se nos ha bajado la calentura ni un poquito. -Le dijo Lupe-.

- Por último, cuando ya estaba que me quemaba, me soltaba el sujetador y ayudaba con mis manos a que mis tetas descansaran de su presión. Me encantaba sobármelas, pellizcarme mis carnosos pezones y subírmelas con las manos hasta que llegaban a mi boca para poder lamérmelos, chupármelos y mordérmelos. Cuando ya tenía mi chocho lleno de flujos entraba en la bañera y me acariciaba el clítoris hasta correrme dos o tres veces seguidas. Así que fijaros si me hubiese gustado que Adolfo, que así se llamaba el chico, me hubiera sobado las tetas. Bueno, pues a la muy puta de Cristina no se le ocurrió otra cosa que poner la vista sobre Adolfo, al darse cuenta de que él y yo congeniábamos.

-       ¡Joder que manía te había pillado la muy hija de puta! -Le dijo Lupe-.

- El tontaina de Adolfo la seguía como un perrito faldero y a mí apenas me saludaba. Poco después empezó a correr por la clase el bulo de que Adolfo disfrutaba de una verga grande, pero, al parecer, muy grande. Según me enteré luego, era la guarra de Cristina la que estaba difundiendo el rumor, que yo entonces desconocía si era cierto o falso, para darme envidia.

-       ¿Era verdad? -Le preguntó Lupe-.

-       No seas impaciente, Lupe. Deja que Susana siga su relato. -Le dije-.

- Sin quererlo, cuando me hacía mis pajas nocturnas en el baño, empecé a pensar en la verga de Adolfo y en que había sido tonta dejando que me lo quitase la muy puta de Cristina. Un viernes Adolfo me dijo que iba a hacer una reunión con algunos compañeros de clase en la pileta de casa de sus padres y que le gustaría que asistiese. Le pregunté quienes más irían, por saber si Cristina lo haría y me confirmó que sí que lo haría. Me dije que no podía dejar pasar esa oportunidad y le contesté que claro que iría. En la mañana del sábado salí temprano de casa a buscar un traje de baño, pero mirando tienda tras tienda descubrí un precioso biquini, que realzaba mis tetas y mi culo y que al probármelo hizo que ganara confianza en mí misma y casi me olvidara del complejo por mis tetas. Al volver a casa para vestirme para la reunión, me calenté tanto al verme puesto el biquini, que tuve que hacerme un buen dedo antes de salir. Encima del biquini me puse mi clásica remera amplia y un pantalón corto de lo más decente.

-       ¿Qué estabas tramando? -Le pregunté-.

-       Recuperar lo que era mío y que había dejado que me quitase aquella guarra.

-       Sigue Susana, que estoy en ascuas. -Le dijo Lupe-.

- Llegué a la casa de Adolfo y habría media docena de compañeros, casi todos chicos, embobados mirando a la golfa de Cristina que se lucía con un bonito y caro traje de baño. Después de saludar, sin que Cristina siquiera me contestase, en un lugar bien visible me quité primero el pantalón corto, luciendo mi precioso culito, y luego la remera, notando la sensación que causaban mis tetas en mis compañeros. Todos me miraban, pero a Adolfo se le salían los ojos de las órbitas, tanto que empecé a notar como se le iba formando un bulto en el bañador. Me acerqué a él y le pedí si podía acompañarme a la cocina para tomar un vaso de agua. Nervioso, me dijo que claro y entramos los dos en la casa sin que Cristina nos quitase la vista de encima. Estás preciosa, me dijo cuando tomaba el vaso de agua, sin poder quitar sus ojos de mis tetas. Como quien no quiere la cosa, al girarme para dejar el vaso en la encimera, rocé mi culo con su entrepierna y noté una buena polla muy morcillona debajo del bañador. ¿Te pasa algo? Le pregunté. Susana, he sido un tonto contigo dejándome liar por Cristina, cuando a mí quien de verdad me gusta eres tú.

-       ¡Qué bien! -Le dijo Lupe-.

- Sí, la cosa había empezado muy bien. Me quedé mirándolo a los ojos fijamente, luego me acerqué a él y lo besé en la boca, él llevó sus manos a mi culo y comenzó a sobármelo. Yo estaba caliente como no lo había estado nunca. Debajo de su bañador notaba su verga ya dura como un palo. Luego dejé de besarlo, cogí su cabeza y la empujé contra mis tetas. Vamos a mi habitación, me propuso, pero yo no le hice caso, seguí empujando su cabeza contra mis tetas con una mano y la otra la llevé a su entrepierna. Su verga era más grande todavía de lo que había notado al abrazarnos y la tenía durísima. Él insistió en que fuéramos a su dormitorio y yo, por toda respuesta, lo empujé hacia abajo para que se pusiera de rodillas y me comiera el coño. Me apoyé en la encimera de cara a la puerta de la cocina y me ladeé la braga del biquini. Empezó a comérmelo con grandes lametones. Yo sabía que lo tenía empapado de jugos y que su olor lo volvería loco. Él se bajó el bañador y empezó a sobarse su pollón. Entonces ocurrió lo que yo quería que ocurriese, apareció Cristina en la puerta de la cocina y se quedó paralizada con la escena que contempló.

-       ¡Cojones, que sorpresa! -Le dije-.

-       De sorpresa nada, Carlos. Seguro que era lo que Susana pretendía. -Me contestó Lupe-.

- Así era. Yo quería que Cristina viera como había recuperado a Adolfo para mí. Adolfo, de espaldas a la puerta, no se percató de la presencia de ella. Yo me saqué las tetas del biquini y empecé a sobármelas, sin importarme la presencia de Cristina. Al cabo de unos segundos Cristina se marchó sin decir una sola palabra. Tiré de Adolfo hacia arriba y lo apoyé contra la encimera, me puse en cuclillas y metí su pollón entre mis tetas, me las apreté y empecé a hacerle la mejor cubana de mi vida. Era lo que había soñado durante meses, tener su polla entre mis tetas y mirarlo para ver como su cara iba cambiando, hasta que se corrió a voces. Sin dejarlo descansar un segundo me incorporé y me senté en el borde la encimera para que me follara. Él respondió como yo esperaba y empezó a follarme y a amasarme las tetas salvajemente hasta que me corrí y el se corrió de nuevo sobre mi barriga.

-       Susana, consigues ponerme como una moto con tus historias. -Le dije empezando a sobarme el nabo-.

-       Y a mí. -Dijo Lupe abriéndose de piernas y metiéndose la polla falsa en su chocho-.

- Cuando terminamos me limpié con unas servilletas de papel, nos recompusimos y salimos otra vez a la pileta. Cristina se había ido, lo que a ambos nos importó una mierda. Cristina no volvió a clase durante las dos semanas que quedaban del curso y Adolfo y yo pasamos un tórrido verano, hasta que cada uno se fue por su lado a comienzos del curso.

-       Me alegro de que la historia terminase tan bien para ti. -Le dijo Lupe-.

-       De esa historia saqué dos conclusiones que me han acompañado a lo largo de mi vida: que no estoy dispuesta a consentir que nadie me quité lo que es mío; y que mis tetas no sólo no me suponen un problema, sino que son una gran ventaja. -Terminó Susana-.

Me levanté y me puse a horcajadas sobre Susana para comerle sus tetas, mientras ella me sobaba la polla. Lupe nos miraba mientras se follaba con la polla falsa.

-       Me encantan tus historias. -Le dije-.

-       Carlos, he vivido mucho e intensamente. Ahora deja que me levante y siéntate tú, quiero follarte.

Lo hice, ella se puso sobre mi dándome la espalda y con su mano se metió mi polla en su chocho, completamente inundado. Yo le cogí las tetas, se las apreté y se las sobé, pellizcándole también los pezones. Lupe se levantó y se puso entre nuestras piernas para unas veces comerme los huevos y otras chuparle el clítoris a Susana, mientras nosotros seguíamos follando.

-       ¡Joder Lupe que gusto! -Le dije tras meterse mis dos huevos en la boca, mientras seguía follando a Susana-.

-       Sí Lupe, que placer nos das. -Le dijo Susana-.

Noté la mano de Lupe en la base de mi polla y luego como se elevaba Susana para permitir que Lupe se la sacase para chupármela y que esta volviera a introducírsela en el chocho a Susana, tras una buena ración de mamada.

-       ¿Lupe, quieres ponerte aquí? -Le preguntó Susana-.

-       No, me encanta hacer esto mientras me follo con mi polla.

-       ¡Joder, Lupe, que descubrimiento! -Le dije una de las veces que me la estaba mamando-.

-       ¡Me voy, me voy, me voy, …! -Gritó Lupe-.

-       ¿Pero dónde vas a ir ahora? -Le pregunté-.

-       ¡No, que me corro, aaaagggg, aaaagggg! -Me contestó-.

-       ¡Yo también me corro, sssiiii, uuuuffff, aaaagggg! -Gritó Susana, mientras notaba las convulsiones de su chocho en mi polla-.

Lupe esperó a que Susana terminara de correrse para sacarle mi polla y volver a comérmela. Al rato Susana se dejó caer y se puso al lado de Lupe para comérmela ella también.

-       ¡Ya te vas a correr! -Me dijo Susana-.

-       ¡Siiiiii, siiiii, aaaaggg, siiii, toma, toma, …! -Grite yo al correrme sobre sus caras con un enorme placer-.

-       Chico, venías cargadito. -Me dijo Lupe quitándose un chorreón que le había caído en un párpado-.

-       Vamos a tener que ducharnos. -Le dijo Susana a Lupe-.

-       Sí, así no puedo volver a mi casa.

-       ¿Te vienes? -Me preguntó Susana-.

-       Id vosotras y ahora voy yo. Voy a recuperar el resuello y a acabar la copa.

¡Qué dos mujeres! Pensé mientras las observaba desnudas de espaldas saliendo del salón. Entre el cansancio, lo relajado que me habían dejado los dos polvos que habíamos echado y las bastantes copas que había tomado, debí quedarme dormido. Me desperté a media noche desnudo en el sofá y con algo de frío. La habitación estaba a oscuras. Fui a la cocina a beber un vaso de agua y luego al servicio a orinar y a enjuagarme la boca. La puerta de la habitación de Susana estaba entornada. Debía haberse quedado dormida con la luz encendida. La abrí, Lupe y Susana dormían abrazadas, dejando un sitio en la cama que me pareció la gloria. Me acosté sin hacer ruido, apagué la luz y volví a dormirme abrazado a Susana, aprovechando el calor que desprendía para quitarme el frío. Me pasé toda la noche soñando disparates sobre lo que me había ocurrido esa tarde: el nabo del mulato, la polla falsa de Lupe pero del tamaño del nabo del mulato y cosas así, pero de todo lo que soñé, a la mañana siguiente sólo logré poner en pie otro sueño distinto, bastante disparatado, por cierto.

Estaba tumbado en la cama de una habitación de hotel viendo la televisión, sólo con el bóxer puesto. Compartía habitación con Antonia, que en ese momento estaba duchándose. Llamaron a la puerta, pregunté quién era y me contestó una voz femenina diciendo que era el servicio de habitaciones y venían a repasar la habitación. Me puse un pantalón encima y fui a abrir. Eran dos mujeres mulatas, una de cuarenta y tantos y otra de unos veinte años, vestidas con un uniforme bastante corto de camarera de piso y con el clásico carrito auxiliar. Aunque en el sueño no las reconocía, luego, al ponerlo en pie, comprendí que eran Yesica y su sobrina Victoria.

- Buenas tardes. ¿Ha llamado al servicio de habitaciones? -Preguntó la de más edad-.

- No que yo sepa. -Le contesté-.

- He llamado yo, Carlos. He puesto el baño perdido y ya que están, que estiren las sábanas mientras salgo. -Dijo Antonia desde el baño-.

- Perdón por la confusión, pasen, por favor. -Dije abriendo del todo la puerta y dejándolas pasar-.

Entraron las dos y se dirigieron hacia el dormitorio, mientras Antonia terminaba de arreglarse en el baño. Al seguirlas pude admirar el portentoso culo que tenía la camarera con la que había estado hablando. Era el culo más potente y respingón que yo había visto en mi vida. De pronto reparé en que la televisión debía haberse cambiado sola y en lugar del documental que estaba viendo, ahora había una escena de porno en la que dos rubias se estaban poniendo entre ellas a base de bien.

- Perdón. -Dije bastante avergonzado por el incidente y me adelanté a coger el mando para apagar la televisión-.

- No se apure, cada uno puede ver lo que quiera. -Dijo la más joven mirando la escena de las dos rubias, que seguían dale que te pego-.

- Yo no estaba viendo esto, debe haberse cambiado solo el canal. -Le opuse-.

Las dos hicieron el gesto de subir los hombros, como indicando que a ellas les daba igual lo que yo estuviera viendo. Traté de cambiar el canal o de apagar la televisión, pero el mando no respondía. Me senté en el sillón de lectura que había en la habitación mientras las dos mujeres hacían la cama. Reparé entonces en que había una sola cama. Era difícil que Antonia y yo compartiéramos habitación, pero imposible que además compartiéramos la cama. La del culo impresionante, dándome la espalda, se agachó para estirar las sábanas lo que hizo que su corta falda se le subiera y que su culo prácticamente quedara al descubierto. No llevaba bragas, así que también pude observar por detrás su grande y carnoso chocho completamente depilado.

- Tía, vaya con cuidado, que va a poner enfermito al huésped. -Dijo la más joven riéndose al percatarse de que yo no quitaba la vista del culo de su tía-.

- Déjalo, mi amor, lo que se tengan que comer los gusanos, que lo disfruten los humanos. -Le contestó ella también riendo a su sobrina-.

Me quedé muy cortado con los comentarios de las dos y traté de mirar hacia otro lado.

- Pues tú ten cuidado también, que se te van a salir las lolas por el escote. -Le dijo la tía a la sobrina, lo que hizo que llevara mi vista al escote de la más joven. En efecto, al agacharse dejaba ver dos magníficas, y parecía que durísimas tetas, sin sujetador-.

Ahora tenía la perspectiva del impresionante culo y del chochaco de la madura y de las tetas de la jovencita en la misma línea de visión, con lo que mi polla empezó a resentirse de semejante visión. Para colmo, las dos rubias de la película porno cada vez gemían más alto, formando un escándalo de cojones. Tanto gemían y gritaban que las dos mulatas detuvieron su actividad para mirar la tele, sin llegar a incorporarse.

- Qué poca chicha tienen las dos catiras. -Le comentó la más joven a su tía-.

- Y que lo digas. Yo creo que se follan entre ellas porque no encuentran un macho como Dios manda que se las folle. -Le contestó la tía-.

- Como nosotras. -Dijo la más joven riéndose-.

- ¡Ay, chica, que razón tienes, que mala racha llevamos! -Dijo la tía riéndose también-.

Pensé que las dos eran bastante desinhibidas y sueltas de lengua por sus comentarios.

- ¿A usted le gustan esas catiras sin culo ni tetas? -Me preguntó la más joven, dejándome bastante cortado-.

- Ya le he dicho que yo no estaba viendo eso.

- ¿Pero le gustan o no le gustan? -Insistió-.

- La verdad es que me gustan las mujeres con más curvas.

- ¿Así como nosotras? -Me preguntó la más madura, que seguía enseñándome el culo-.

- Por ejemplo.

- Qué galante. -Me contestaron las dos-.

En ese momento entró Antonia en el dormitorio envuelta en una toalla que le quedaba bastante corta.

- ¿Qué estás viendo en la tele, Carlos? -Me preguntó-.

- ¡Que yo no estoy viendo esto! Que cuando he ido a abrir la puerta se ha cambiado el canal y ahora el mando no responde.

- ¡Qué hombres, teniendo esta mujer al lado y se dedican a ver porno de catiras sin sustancia! -Dijo la tía que se había incorporado al llegar Antonia-.

- Y que lo diga. Dúchate, Carlos, para que puedan luego arreglar el baño. -Me dijo Antonia-.

Yo no tenía intención de ducharme, pero tampoco quería discutir ni que ellas siguieran dándome la matraca con lo del porno. Me levanté luciendo un buen paquete por la medio erección que me habían provocado las dos kellys y me fui hacia el baño. Cerré la puerta sin la condena y me quedé pensando en la situación tan absurda que se había creado. Me desnudé, me metí en el plato de ducha y abrí el grifo. Cuando estaba lavándome la cabeza con los ojos cerrados escuché abrirse la puerta, supuse que era Antonia que habría olvidado algo.

- Si no le importa voy a ir limpiando el inodoro y el lavabo. -Escuché decir a la mulata madura-.

- ¡Señora, me estoy duchando!

- Sí, ya lo veo. ¿Le da vergüenza que le vea la verga?

- La verdad, cómodo no me siento.

- No se preocupe por eso. Además, que la tiene bien bonita y apetecible.

- Gracias.

- No las merece. Pero, lávesela bien, échese la piel hacia atrás y límpiesela, que después su esposa se la mete en la boca.

- ¡Pero oiga, como se atreve!

- ¿Es que su esposa no se la come?

- ¡Y a usted que le importa lo que me coma mi esposa, además ella no es mi esposa!

- Pues usted se lo pierde porque es bien bella y está bien buena. Así no, échese la piel atrás del todo y límpiese bien.

- ¡Ya tengo todo el capullo fuera!

- Ahora sí y bien cabezona que la tiene.

Con tanto pellejo para atrás y para adelante y tanto sobe, al final me había empalmado del todo. La mulata me estaba dando tanto la lata, que decidí contraatacar.

- ¿No quieres entrar, ducharte conmigo y enseñarme tú a limpiármela? -Le dije esperando que me dijera cualquier barbaridad y se fuera-.

- Como mi sobrina se está follando a su esposa, la verdad es que no tengo otra cosa que hacer mientras ella termina.

- ¿Pero que dice?

- No se ponga celosón, que no es nada serio.

- ¡Ella no es mi esposa, es mi socia!

- Pues tienen ustedes una sociedad muy unida.

Como ya me había enjuagado el pelo abrí los ojos. La mulata se estaba quitando en ese momento el uniforme. ¡Qué barbaridad de mujer! Sus tetas eran entre grandes y muy grandes, levemente caídas, con unas areolas inmensas muy negras, un poco de barriga y como ya había podido apreciar un pedazo de chochaco grande y muy carnoso.

- Oiga, que no lo decía en serio.

- ¿Es que no te gusta una mujer como yo?

- Claro que me gusta.

- Entonces que problema hay.

La mulata entró en la ducha, cogió el bote de jabón y se puso una buena cantidad en una mano, luego volvió a dejar el bote en el estante, me quitó el rociador y empezó a frotarme el nabo con la mano enjabonada, mientras le echaba agua con el rociador.

- Ve, debe quedar bien limpia antes de que pueda entrar en alguna boca y contagiar alguna infección.

- ¡Señora que yo la llevo siempre bien limpia y no contagio nada!

- Claro papito, pero hay que asegurarse.

Con el cuento de la limpieza la mulata me estaba haciendo un pajote de mucho cuidado.

- Ahora papito, límpieme bien mi boca con su lengua. -Dijo y me metió su lengua en mi boca hasta la campanilla-.

Le devolví el beso y empezamos un muerdo de mucho cuidado. De forma automática llevé mis manos a su portentoso culo. Me pareció duro y muy suave. La mulata seguía sobándome la polla con la mano enjabonada.

- ¿No cree que esté ya bastante limpia? -Le pregunté-.

- Sí ahora ya se la puede meter a su esposa en la boca.

- ¿Y en la suya que le parece? -Le dije sin dejar de besarla-.

- ¿No le importará a su esposa que se la coma?

- Pero si me acaba de decir que estaba follando con su sobrina.

- Victoria es muy caliente y no iba a desaprovechar a una mujer tan bella como su esposa.

- Pues eso. ¿Me la va a comer o no?

- Claro papito, pero no sea impaciente. Primero voy a quitarle todo el jabón.

Entró Antonia en el baño acompañada de la mulata más joven, que estaba buenísima, si no fuera porque se gastaba un pollón de mucho cuidado.

- Dejadme que me limpie porque Victoria no es que tenga un pollón es que tiene una fuente y me ha puesto perdida de lefa. -Dijo Antonia entrando en la ducha-.

- Espere y me salgo. -Le dijo la mulata-.

- No hace falta. ¿Le ha pedido que se la coma? -Le contestó Antonia-.

- Sí, ¿le molesta?

- No, a mi socio le gusta mucho que le coman la polla.

- ¡Antonia! -Protesté-.

- ¿Es mentira que te pierdes porque te coman la polla?

- ¡Ya estamos con que me pierde la polla!

La mulata se puso en cuclillas sin soltarme la polla, abrió la boca …

En ese momento me despertó el timbre de mi móvil. Tardé en saber donde estaba. No había nadie más en la cama. Lupe y Susana debían haberse levantado ya. Como pude miré la pantalla y me di cuenta de dos cosas: que eran las doce y media del mediodía y que era Antonia quien me llamaba.

-       Hola Antonia. -Le dije con la boca pastosa de la resaca que tenía-.

-       ¡Joder como debiste ponerte ayer!

-       Alegrito, Antonia, alegrito. ¿Qué quieres?

-       ¿Estabas durmiendo todavía?

-       Sí Antonia y soñando contigo.

-       A mí no me metas en tus sueños, que deben ser todos muy guarros.

-       Eso quisiera yo, pero ya sabes que los sueños no se controlan. ¿Quieres algo o sólo darme la chapa?

-       ¿Cuándo tenéis el vuelo?

-       Esta tarde.

-       Tenemos que hablar cuando vuelvas. -Me sonó a problemas, como cuando te dice eso una novia-.

-       ¿Pasa algo?

-       ¿Tú que crees?

-       No lo sé, hablamos cuando vuelva.

-       Adiós.

-       Adiós.

Vaya, Antonia parecía bastante enfadada conmigo, bueno más o menos como siempre últimamente. Me levanté, me aseé y desnudo como estaba salí al salón. Susana estaba en bata sentada en un sillón, tomando un café.

-       Buenos días, Susana.

-       Buenos días, Carlos.

-       ¿Y Lupe?

-       Ha tenido que irse, me ha pedido que te diga, que nos podemos volver a ver cuando quieras.

-       ¿Hay café hecho?

-       Sí, en la cocina.

Fui hacia la cocina para servirme un café, lo necesitaba más que respirar, después de beber media taza volví al salón.

-       ¿Alguna novedad de Mari Carmen? -Le pregunté a Susana después de sentarme en el sofá-.

-       Parece que han localizado a la pareja de españolas a través del coche que pidieron desde el aeropuerto.

-       Bien. ¿Van a tratar de concertar una cita con ellas?

-       Sí, van a intentar que sea esta tarde a última hora, cuando nosotros estemos ya en Berlín.

-       ¿A qué hora salimos?

-       Pues dentro de un rato. Vamos a arreglarnos o se nos hará tarde.

-       Me lo pasé muy bien ayer tarde, aunque terminé un poquito perjudicado.

-       Yo también me lo pasé muy bien. Tenemos que quedar otro día con Lupe.

-       ¿Nos duchamos juntos? -Le pregunté por si colaba-.

-       ¿Por qué no? Tenemos tiempo para uno rapidito. -Me contestó poniéndose de pie y comenzando a andar hacia su dormitorio-.

La seguí, por el pasillo se quitó la bata y la dejó caer al suelo. Volví a admirar su cuerpo, no me cansaba nunca de verlo. Fue directamente al baño, abrió el agua de la ducha y luego se sentó en el inodoro a mear. Yo estaba ya medio empalmado y el sonido del potente chorro que lanzaba terminó de empalmarme. Me acerqué a ella para que me comiera la polla mientras terminaba de mear. Susana me la cogió con la mano y comenzó a lamerme el frenillo y el capullo.

-       ¡Uuuummm, que bien lo haces! -Le dije-.

-       ¿Te gusta?

-       Mucho.

Fue lamiéndome el tronco de arriba abajo, hasta que llegó a mis huevos, primero me los chupó y luego se metió uno de ellos en la boca.

-       ¿Y esto te gusta también? -Me preguntó al sacárselo-.

-       Sí, me mata del gusto. -Le dije mientras empezaba a sobarle sus enormes tetas-.

Se levantó del inodoro, se limpió la ultima gota de orines y me dijo:

-       Cómemelo.

Me puse en cuclillas y apliqué mi lengua sobre su clítoris, mientras ella se abría el chocho con las manos para facilitarme el acceso.

-       Me encanta comerte el chocho.

-       Y a mí que me lo comas. ¡Uuuummm, que rico!

Seguimos así un rato, hasta que tiró de mí hacia arriba, diciendo:

-       Fóllame en la ducha, que se nos hace tarde.

Entramos en la ducha. Bajo el agua ella se puso de espaldas a mí, le levanté una pierna y le metí la polla en su chocho, que lo tenía empapado de jugos. Empezamos un mete saca que fue incrementándose. Subí la mano con que le tenía cogida la pierna hasta rozarla con su chocho.

-       Carlos, me voy a correr, no pares de follarme.

Volvió su cabeza hacia atrás para que la besara en la boca. Yo le metí la lengua todo lo que pude, hasta que ella gritó:

-       ¡Aaaahhhh, me corro, no pares, me corro, me corro, sigue, sigue …!

Yo estaba también a punto, así que cuando terminó de correrse, le dije:

-       Ponte de rodillas, que me voy a correr sobre tus tetas.

Ella lo hizo, me cogió la polla y tras jalármela dos o tres veces, comencé a correrme sobre sus tetas, mientras ella me miraba directamente a los ojos.

-       ¡Aaaahhh, Susana, que gusto, sigue que tengo la polla a reventar! -Le dije sin parar de lanzar chorros sobre sus tetas-.

Terminamos de ducharnos, nos arreglamos y nos fuimos para el aeropuerto en un taxi. En la zona de embarque tomamos algo para comer con una copa de vino. Embarcamos puntualmente. El avión iba casi vacío, y yo me pasé casi todo el vuelo durmiendo muy relajado, no era para menos.

(Continuará. Espero que os haya gustado y que me lo digáis, tanto si es así, como si no.)