El bufete de la perversión.
Carlos, un joven abogado, consigue trabajar en el bufete que anhelaba. Sin embargo, las cosas allí no serán como él creía y se verá envuelto en un feo asunto que sólo Antonia, su jefa, logrará resolver. Gracias por vuestros comentarios y valoraciones.
Por fin había conseguido uno de los objetivos de mi vida, trabajar en el Bufete Valera, el más renombrado y valorado de la ciudad. Mi nombre es Carlos y cuando lo conseguí había cumplido veinticinco años. Hasta entonces había hecho la carrera de Derecho, un máster, el doctorado, incluida la tesis, y me había colegiado, vamos que desde los tres años no había hecho otra cosa más que estudiar.
Tanto estudiar había dado como resultado, además de muchos diplomas y haber logrado el trabajo, que estuviera muy escaso de relaciones personales y de experiencias sexuales en mi vida, en concreto hasta ese momento dos para ser exactos.
La primera experiencia fue con Paquita. Paquita era una vecina de mi tía Juana. Mis padres me mandaban al pueblo todos los veranos durante los meses de julio y agosto con mi tía Juana, una hermana soltera de mi padre. Estuve yendo hasta que cumplí los diecisiete años. Paquita no tenía hijos y el último año que fui había enviudado ese invierno. Era una mujer de unos cincuenta años, guapetona, un poco gorda y con unas tetas que tenían que ser grandes, por cómo le abultaban bajo las batas que usaba. Un día la oí hablar con mi tía con la que mantenía una buena vecindad e incluso una buena amistad:
- Juana yo en verano me ducho con agua templada en el patio, así me refresco más y me ahorro tener que fregar el baño.
- ¿Y no te da cosa de que te puedan ver?
- No, ya sabes tú que mi patio no se ve desde ninguna otra casa.
Yo con esa edad estaba todo el día caliente y la imagen de Paquita duchándose desnuda en el patio empezó a obsesionarme. Miré si desde mi habitación o desde otra habitación de la casa se podía ver algo, pero nada, hasta un día que me dijo mi tía que me subiera a la terraza porque la televisión no se veía bien y creía que seguramente la antena se había girado, perdiendo la orientación. A la terraza se accedía con mucha dificultad desde una puerta en el cuarto donde yo dormía. Subí y cuando estaba girando la antena hasta que la televisión se viera bien, me di cuenta que desde esa terraza se veía un patio, que por su posición tenía que ser el de Paquita. ¡Eureka!
El siguiente problema fue que no sabía a qué hora se duchaba Paquita. Así que al día siguiente estuve todo el día subiendo y bajando de la terraza, con el peligro de que casi me caigo un par de veces, hasta que un poco antes de las siete de la tarde, pude ver cómo salía Paquita al patio envuelta en una toalla que con dificultad le tapaba desde las tetas al culo. Abrió el agua de una manguera que colgaba de la reja de una ventana y se quitó la toalla quedándose desnuda. Era la primera vez que veía a una mujer desnuda directamente. Se puso en cuclillas y comenzó a mear con un potente chorro encima del sumidero, luego se puso de pie y dejó que el agua de la manguera cayera sobre ella mientras se enjabonaba. No es que Paquita estuviese muy buena pero sus tetas grandes y su culo gordo me excitaron de tal manera, que la polla se me puso como un palo y noté cómo me iba a correr inmediatamente, cómo así fue, sólo con bajarme la cremallera y sacármela me corrí como una fuente.
A partir de ese día le decía a mi tía que me iba a estudiar sobre las seis y media de la tarde, me apostaba en la terraza y esperaba la ducha de Paquita hecho un manojo de nervios. Cuando se desnudaba y se enjabonaba me hacía un pajote a su salud de mucho cuidado.
Paquita venía a veces a casa de mi tía después de ducharse para charlar un rato con ella. La veía vestida pero la recordaba desnuda o con la escasa toalla y me volvía a poner caliente. Paquita siempre había sido muy simpática conmigo, pero empecé a notar que ahora me decía más cosas del tipo: hay que ver cómo has crecido o este verano te has hecho un hombretón o Carlos, con lo guapo que eres te van a sobrar novias, sí ya quisiera yo, pensaba.
La tarde del día anterior a que me volviera a casa en el autobús de línea, me dijo mi tía que fuera a despedirme de Paquita, mientras ella iba a visitar a otra amiga suya. Por la hora sabía que Paquita estaría en la ducha o próxima a estarlo. Llamé a su puerta, noté que se acercaba a la mirilla y después de ver quien era me abrió envuelta en la toalla.
- Iba a ducharme, pero pasa guapísimo.
- Sólo quería despedirme. Mañana me vuelvo a casa, pero no te quiero molestar. –Le dije con la intención de correr a la terraza para verla ducharse por última vez ese verano-.
- No importa, pasa –entré y ella cerró la puerta tras de mí-.
Como siempre la toalla le quedaba tan justa que veía parte de su poderoso culo cuando comenzó a andar delante de mí.
- Siéntate y tomamos un café –me dijo-.
Me senté en uno de los sillones que tenía en el salón y ella se fue a la cocina. Volvió al rato todavía envuelta en la toalla y trayendo una bandeja con la cafetera y las tazas. Sirvió el café y se sentó en otro sillón enfrente de mí. Lo escaso de la toalla y la postura al sentarse me permitieron tener una perfecta visión de su chocho. ¡Se lo había depilado, porque no tenía el pelucón negro que tanta veces le había visto ese verano desde mi terraza! Empecé a empalmarme irremediablemente y crucé las piernas para que ella no lo notara.
- Qué calor hace hoy, ¿tú no tienes calor? –Me preguntó-.
- Claro, es que el día está horroroso y a esta hora las casas están ya caldeadas.
- Por eso, yo normalmente me ducho a esta hora, y me refresco para la tarde noche.
- Es una buena idea.
- ¿No te apetece ducharte en el patio?
- No de verdad, luego me ducharé en casa de mi tía.
- Pero no es lo mismo para refrescarse ducharse con agua templada por el sol en la manguera y al aire libre.
- De vedad que no quiero molestar.
Con mucha dificultad lograba por momentos apartar la vista de sus tetas comprimidas por la toalla y de su depilado chocho, con lo que la erección era cada vez más fuerte.
- Vamos a hacer una cosa, ¿por qué no nos duchamos juntos? –Me dijo y yo me quedé sin respiración-. Cuando veo que te apostas para mirarme mientras me ducho, siempre pienso que me gustaría que bajaras a ducharte conmigo. ¡Anda dame ese capricho, que estoy muy sola desde que murió mi marido!
La había cagado pero bien. Si Paquita le decía a mi tía que yo me subía a la terraza para mirar cómo se duchaba, me iba a caer la del tigre.
- No es eso Paquita. Alguna vez me he subido a la terraza con la intención de tomar un poco el fresco y no puedo negar que casualmente te haya visto.
- Lo que tú quieras, ¿pero no te quieres duchar conmigo? –Dijo abriéndose la toalla y dejándome ver de cerca su cuerpo desnudo-. Sé que ahora estás empalmado y yo podría aliviarte esa tensión. Anda levántate.
Decidí hacerle caso y me levanté dejándole ver el ostensible bulto que tenía bajo el pantalón corto. Ella se levantó también.
- Desnúdate y vamos al patio, que aquí hace demasiado calor.
Me quité la camiseta que llevaba y los botines, luego me abrí el pantalón y me lo quité a la misma vez que los boxes, dejando mi polla como un palo al aire, pegada a mi vientre. De mi polla colgaba ya un hilo de líquido preseminal.
- Tienes una buena polla. ¿La has estrenado con alguna mujer?
- No, todavía no he tenido la ocasión.
Ella me cogió de la mano y salimos por la cocina hacia el patio. Yo estaba muy nervioso. En el patio ella abrió la manguera y me dijo:
- Ven, voy a ponerte jabón.
Después de mojarme bien con la manguera, se pegó a mi espalda y me cogió mi manguera. Fue tocarme la polla y me corrí con un enorme placer.
- Perdona Paquita. Yo no tengo eyaculación precoz, pero es que estaba muy caliente de verte desnuda.
- No pasa nada Carlos. Te aseguro que esta tarde te vas a correr más veces. –Me contestó sin soltarme la polla que seguía durísima-. ¿Por qué no me das jabón tú a mí?
Sin soltarme la polla se puso delante de mí y me dio una pastilla de jabón. Como yo no me arrancaba a enjabonarla me cogió la mano en la que tenía el jabón y empezó a pasársela por las tetas. El contacto con sus tetas me electrizó, aunque un poco descolgadas por la edad y el tamaño, estaban duras y tenía los pezones como piedras. Después cogió mi otra mano y se la puso en el chocho abriéndose de piernas para que tuviera un mejor acceso a su raja.
- Carlos, cuando estés con una mujer tócale el chocho y sobre todo el botoncito del gusto.
Ella movía su mano con mi polla agarrada con movimientos muy amplios forzando que descapullara, produciéndome un gran placer. Como yo ya la enjabonaba sin su ayuda, me soltó la mano y me cogió los huevos. Después de enjabonar sus tetas seguí con su abultada barriga en que destacaba su ombligo grande y profundo. La piel de su barriga era muy suave y me encantaba acariciarla. Acercó su boca a la mía, me besó y empezó a jugar con mi lengua.
- ¡Carlos no pares de sobarme el chocho que me voy a correr muy pronto!
Nunca había visto a una mujer correrse, claro está que salvo en las películas porno, pero eso no era lo mismo. Su cara iba cambiando, dejó de besarme, apretó mucho sus labios y aceleró los movimientos de sus manos sobre mí.
- ¡Sigue, sigue, lo estás haciendo muy bien, aaaggg, que gusto, no pares, ahora, ahora, ahora, sigue, aaaggg…!
La expresión de su cara, lo que decía y los jugos suyos que noté sobre mi mano hicieron que me corriera por segunda vez, en esta ocasión sobre su barriga.
- Agárrame Carlos que las piernas no me sostienen.
Me puse detrás de ella y la cogí por debajo de los brazos. No sabía que correrse podía tener ese efecto en una mujer.
- Ya, gracias Carlos, ya vuelvo a tener fuerza en las piernas, es que llevaba tanto tiempo sin correrme que ha sido demasiado fuerte.
Yo seguía con la polla tiesa y la tenía encajada entre sus grandes nalgas. Volvimos a echarnos agua para refrescarnos y nos besamos de nuevo.
- No se te baja, cómo se nota la edad. Mi marido era echarme el primero y se caía a plomo. Quiero que me la metas, pero no te corras dentro que no estoy tomando nada y todavía no tengo la menopausia.
Volvió a darme la espalda y pese a lo abultado de su barriga se dobló por la cintura con facilidad dejándome a la vista su gran culo en pompa y su raja. Me cogió la polla y se la puso a la entrada de su chocho.
- Empuja poco a poco Carlos. Así, así ya la noto dentro, sigue hasta el final. Ahora muévete atrás y adelante, hazlo con fuerza para que tus huevos me golpeen el botoncito del gusto. ¡Así, muy bien, ay qué bueno! Agárrame las tetas con fuerza.
Yo bombeaba en su interior todo lo que podía y ella me lo agradecía suspirando y gimiendo cada vez más fuerte.
- Sigue Carlos que me voy a correr de nuevo. No te corras dentro, que luego me encargo yo de que corras otra vez bien a gusto. ¡Sigue, sigue, más fuerte, sigue, aaaggg, me corro, me corro!
Cuando se corrió por segunda vez, se separó de mí, se enderezó, se dio la vuelta, se puso en cuclillas frente a mí y empezó a comerse mi polla y a apretarme los huevos. Verla con mi polla en su boca y la forma en que movía la lengua, hizo que no pudiera aguantar más de un minuto.
- Paquita no puedo aguantar más, me voy a correr.
- Córrete en mi boca, vamos.
- ¡Aaaaggg, aaaggg,…! –Grité y me corrí dentro de su boca. Como era mi tercera corrida en un corto rato no tuvo problemas para tragársela entera-.
Después de secarme me vistió como si yo fuera un crío, mientras ella seguía desnuda, me besó en la boca y me dijo:
- Hasta el año que viene, guapetón.
Volví a casa de mi tía como en una nube. Había sido mi primera vez con una mujer y qué mujer. Pero lo mejor de todo fue cuando pasado el tiempo, en una corta visita que hice a mi tía me enteré que todo había sido un ardid de las dos, Paquita y mi tía, para que, como ella me dijo, me desvirgara una buena mujer de pueblo hecha y derecha y no una guarra de ciudad, palabras textuales.
La segunda experiencia fue con Mari Carmen, aunque todos muy a su pesar la llamaban Mamen. Mamen era un poco menor que yo y fuimos primero al mismo instituto y después a la misma facultad. Mamen era guapa de cara, entonces más baja que alta y con un buen tipo, pero sobre todo tenía las tetas más grandes de todo el instituto, pese a tener sólo dieciséis años. Ella trataba de disimularlas vistiendo siempre con camisetas o jerséis de cuellos cerrados y muy amplios, pero aquel volumen era imposible de disimular. Era una atracción para todos los chicos y algunas chicas del instituto. Como se sabe, a esa edad los chicos y chicas, además de tener las hormonas revolucionadas, son crueles entre ellos. Los chicos le gritaban por los pasillos cosas como: “Mamen, ¿me la mamas?”; o “Mamen mamona”; o “Mamen, no hagas el pino que te puedes ahogar”. Las chicas no les iban a la zaga a los chicos y le habían puesto el mote de “la flotadores”.
Mamen y yo vivíamos cerca y coincidíamos algunas veces al ir o al volver andando al instituto. Yo, claro está, también me sentía atraído por semejantes tetas, pero procuraba que no se me notara, pues ya bastante tenía la pobre con el resto del instituto.
Algunas veces quedábamos los dos para ir al cine o para jugar a videojuegos en locales especializados. No puedo negar que a veces trataba de imaginar cómo serían sus tetas desnudas o en sujetador, normal para un chico entre los diecisiete y los dieciocho años. Cuando mis amigos se enteraron que iba con ella algunas veces al cine, no se cortaron un pelo en decir todo tipo de barbaridades sobre dónde ponía yo las manos cuando apagaban la luz de la sala y cosas así.
Cuando ya estaba a punto de terminar el curso, un viernes, al volver al barrio los dos andando, me propuso que fuéramos a la mañana siguiente a una piscina municipal próxima. Yo, que siempre la veía vestida de manera tan holgada, empecé a imaginármela en bañador y sobre todo en biquini y noté que mi polla respondía a aquella provocación. Le contesté que de acuerdo y entonces ella me preguntó:
- ¿Crees que debería llevar bañador o biquini?
- No sé Mari Carmen –yo era el único que la llamaba Mari Carmen-, creo que eso lo debes decidir tú.
- Carlos, tú ya sabes el problema del volumen de mis pechos y al fin y al cabo vamos juntos, no quiero que te sientas incómodo. –Era la primera vez que hablaba de sus pechos-.
- Mari Carmen yo no creo que tus pechos sean un problema, cada uno es cómo es.
- Eso es fácil decirlo, pero tú no tienes que aguantar las bromas de los chicos del instituto o las miradas que me echan los hombres o las cerdadas que me dicen por la calle a cuenta del volumen de mis pechos.
- ¿Tú qué prefieres ponerte?
- Yo biquini, los bañadores están muy antiguos y no se los ponen más que las viejas.
- Pues Mari Carmen, entonces ponte biquini.
A la mañana siguiente pasé por su casa a recogerla, como siempre iba con un niqui abotonado hasta arriba y muy amplio.
- ¿Por fin te decidiste por bañador o biquini? –Le pregunté-.
- Todavía no me he decidido, me he traído los dos. –Dijo dándole un suave golpe a la bolsa que llevaba al hombro-.
Cuando entramos al recinto yo me fui directamente al césped de la piscina, pues iba con el bañador ya puesto y ella se fue al vestuario de mujeres. Tardó más de media hora en salir, debió buscarme por el césped y cuando me encontró se puso delante de mí. Yo estaba leyendo y cuando vi sus piernas, muy bonitas por cierto, ya que hasta ese día la había visto siempre con pantalones, subí la cabeza para mirarla y seguía con el niqui puesto. Debía haberse decidido por el biquini, pero no estuve seguro hasta que se sentó y vi que llevaba una braga de lo más recatado, pero no un bañador.
- ¿Nos bañamos? –Le pregunté-.
- Espera un poco.
- Mari Carmen en algún momento tendrás que quitarte el niqui. No te puedes bañar con él.
- Ya lo sé, pero espera un poco.
- Si te produce tanta incomodidad, ¿para qué me dices de venir a la piscina y pasar un mal rato?
- Carlos no puedo dejar que el volumen de mis pechos me impida hacer vida normal.
- En eso estamos de acuerdo, pero no es de vida normal ir a la piscina no bañarte y quedarte con el niqui.
- Vale.
Sin levantarse se desabotonó el niqui y tiró del faldón para sacárselo por la cabeza. Cuando todavía trataba de terminar de quitarse el niqui los ojos se me salieron de las órbitas. ¡Qué barbaridad de tetas y eso que el biquini era de lo más clásico, pero no había top que pudiera cubrir aquellos dos balones! Retiré la vista de sus tetas antes de que Mari Carmen terminara de quitarse el niqui.
- Ves lo que te decía –me dijo-.
- Mari Carmen no cabe duda de que los tienes grandes, pero no te martirices, a mí me gustan los pechos abundantes, creo que como a cualquier hombre y a muchas mujeres.
- Qué vergüenza me está mirando todo el mundo.
- Vamos a bañarnos y no te preocupes más.
Nos levantamos y fuimos hacia la piscina. Durante el corto camino un gracioso que formaba parte de un grupito de chicos un poco menores que yo, dijo en voz bastante alta:
- Chica si no sabes nadar usa un flotador como todo el mundo y no esos dos air bags.
No me quedó más remedio que encararme con el gracioso y a punto estuvimos de llegar a las manos. La pobre Mari Carmen se agobió y se echó a llorar, pidiéndome que nos fuéramos de la piscina. Nos vestimos y nos fuimos. El asunto fue desagradable, pero nos unió bastante a Mari Carmen y a mí.
- Carlos muchas gracias por salir en mi defensa. –Me dijo mientras tomábamos un refresco en una terraza y me dio un beso en la mejilla-.
- No hay de qué, lo que pasa es que los chavales en grupito son imbéciles.
Ese verano empezamos a salir con más frecuencia, así que cuando mis padres me propusieron que me fuera al pueblo con mi tía, me negué en redondo, aunque me acordaba mucho de Paquita. Mari Carmen empezó a utilizar falda, pero de camisetas más descotadas ni hablar. El día que cumplí los dieciocho años la invité a cenar, cuando la recogí en su casa vi que se había puesto un vestido con un poquito de escote. Al terminar de cenar la invité a una copa en una terraza muy ruidosa. Allí me dijo:
- Carlos en mi casa no hay nadie, ¿te apetece que vayamos?
- Claro -le contesté cogiéndole la mano-.
Al llegar a su casa me ofreció tomar otra copa, la sirvió y nos sentamos en el sofá del salón. Charlamos hasta que, hecho un manojo de nervios, me acerqué a ella y la besé en la boca, ella respondió con otro beso más fuerte. Puse mis manos en su espalda con la intención de empezar a darle un buen magreo.
- Carlos no me toques los pechos, puedes tocarme donde quieras, pero no los pechos. Me gustaría acostarme contigo, pero a condición de no me veas ni me toques los pechos.
Claro que a mí también me apetecía acostarme con ella, aunque sus limitaciones me jodieran bastante, dado mi gusto por las tetas y el tamaño de las suyas.
- ¿Ni siquiera me vas a dejar que las vea?
- No Carlos, esas son las condiciones.
- ¿Eres virgen?
- Mentalmente sí, pero físicamente no. Tuve un accidente el verano pasado y se me rompió el himen. ¿Te importa?
- No, en absoluto, me daba un poco de cosa hacerte daño, la sangre y todo eso.
- ¿Y tú lo has hecho con alguien?
- Sí, el verano pasado tuve mi primera y única experiencia.
- Menos mal, que alguien sabe algo, sino íbamos a tener un problema.
Volvimos a besarnos, luego ella se levantó y se quitó el vestido quedándose en sujetador y tanga. El sujetador tenía dos copas como las carpas de un circo, sin embargo, el tanga era mínimo, tanto que se le veían los pelos del chocho por los lados, pese a que parecía que se había depilado la ingle. Yo a esas alturas estaba completamente empalmado y ella lo notó.
- ¿Te excito? –Me preguntó-.
- Está claro que sí –le dije señalando el bulto del pantalón-. Eres una chica muy atractiva.
Me quité la camisa, los zapatos y el pantalón, quedándome solo con los boxes que ya tenían una buena mancha provocada por las secreciones de mi polla. Ella se sentó sobre mí y nos volvimos a besar, yo empecé a acariciarle su bonito y duro culo.
- ¿Tienes preservativos? –Me preguntó-.
- No, no esperaba que termináramos así. ¿Y tú?
- Tampoco y no me quiero arriesgar.
- No te preocupes que la saco a tiempo.
- Ni lo pienses, esa es la posición que más embarazos ha producido en la historia de la humanidad.
- Bueno, pues quítate el tanga, yo me quito los boxes y te vuelves a poner encima sin meterla.
- Quítamelo tú –me dijo levantándose y yo se lo quité, dejando su chochito a la vista-. ¿Te gusta cómo me lo he arreglado esta tarde?
- Mucho –le dije besándoselo y acariciando su culo-.
Noté que al segundo beso se estaba corriendo como una loca. ¡Joder que calentón debía tener acumulado!
- Estaba muy excitada –me dijo un poco azorada-.
- Yo conocía la eyaculación precoz, pero no los orgasmos precoces.
- No te rías que me da mucha vergüenza.
- Anda ven aquí –le dije después de quitarme los boxes-.
Ella se sentó en mis rodillas y me cogió la polla.
- Es la primera vez que tengo una en la mano. –Me susurró al oído-. Esta muy caliente y muy dura. ¿Te duele?
- Todo lo contrario, me da mucho placer tenerla así, sobre todo si además me la acaricias.
Sus tetas embutidas en aquel sujetador me tenían encandilado, pero no quise hacer nada, no fuera a enfadarse conmigo. Se echó hacia delante y encajó su chocho encima de mi polla, sin parar de besarnos. Le pasaba las manos por la espalda y por el culo, mientras ella movía su cadera adelante y atrás con el chocho completamente lubricado de su anterior corrida.
- Mari Carmen, me voy a correr, no puedo aguantar más.
- Vale, yo también me voy a correr otra vez.
- No pares de moverte, que me da mucho gusto.
- No te preocupes que no voy a parar. ¡Aaaggg, aaaggg, me corro! Córrete.
Me corrí a chorros sobre mi barriga, sin dejar de sobarle el culo. En ese momento oímos la llave en la puerta y tuvimos que vestirnos a toda prisa. Cuando sus padres me vieron me miraron con muy mala cara y tuve que irme volando para que la cosa no pasara a mayores.
Mari Carmen era una chica dulce, sensible y una buena amiga en la que poder confiar, pero la obsesión con sus tetas era excesiva. Salíamos juntos muchas veces y follábamos cuando podíamos, que no era mucho, pero ella no prescindía nunca del sujetador, cosa que yo algunas veces le recriminaba, sobre todo cuando mis amigos me hacían algún comentario sobre la suerte que tenía con las tetas de Mari Carmen.
- Mari Carmen todos los chicos les ven y les tocan los pechos a sus novias y yo, pese a los que tú tienes, nada de nada.
- Lo siento Carlos, pero es más fuerte que yo.
Un día le propuse ir a una playa en la que la mayoría de las mujeres hacían topless. Cuando llevábamos un rato sentados en la arena le dije:
- Aquí no puedes tener reparos con tus pechos, casi todas las mujeres van sin el top del biquini.
- Carlos no me voy a quitar el top.
- Vamos a hacerlo como terapia. Si no quieres que yo te los vea, me doy una vuelta y tú te quitas el top un rato, a ver si así se te pasa la obsesión.
- Tú lo que quieres es ir a mirar los pechos de las demás.
- Que no Mari Carmen, que yo lo que quiero es que se te quite esa manía y poder tener una relación normal contigo y con tus pechos, como cualquier pareja.
No conseguí más que se enfadara conmigo y volviéramos sin hablarnos.
Algunos pensaréis que yo era muy pesado con el tema de sus tetas, pero pensadlo bien, ¿os gustaría que vuestra pareja, que seguro no tiene las tetas que tenía Mari Carmen, os las tuviera vedadas? El asunto iba haciendo mella en nuestra relación, pese a las muchas virtudes de Mari Carmen.
Otro día que estábamos solos en su habitación le propuse esconderme y que ella se duchara como si estuviera sola. Fue la primera vez que noté que podría haber una oportunidad de ver sus tetas, pero finalmente me echó de su casa diciéndome que era un obseso.
Como consecuencia del problema de Mari Carmen yo comencé a obsesionarme con las tetas de todas las mujeres y a abusar del porno de mujeres con grandes tetas. Ella notaba como yo miraba las tetas del resto de las mujeres y después miraba las suyas comparándolas, siempre salía ganando ella.
Estuvimos así casi dos años hasta que un día que estábamos follando me planté:
- Mari Carmen o te quitas el sujetador o lo dejamos ahora mismo.
- Haz lo que quieras, pero yo no me voy a quitar el sujetador.
Me vestí, cogí mis cosas y me fui muy apesadumbrado. Mari Carmen me gustaba mucho, pero su tozudez después de dos años de relaciones era excesiva. A los dos días me llamó:
- Carlos a mí también me hace daño mi problema. He pensado en operarme para disminuir el tamaño de mis pechos.
- ¿Tú estás bien de la cabeza? El problema no está en el tamaño de tus pechos, sino en tu mente. Vale que puedas tener cierto complejo, pero joder que yo soy tu pareja desde hace dos años, ¿qué complejo puedes tener conmigo?
- Tienes razón Carlos, pero es superior a mí.
- ¿Por qué no vas a un sicólogo antes de operarte? –Noté que decirle eso le había sentado muy mal-.
- Carlos yo seré pechugona, pero no estoy loca.
No hubo manera de convencerla y nos terminamos distanciando. La veía por la facultad siempre con sus blusas, niquis o jerséis amplios y cerrados y me daba pena de ella y de nuestra relación. Pasado un tiempo deje de verla y me enteré que sus padres se habían mudado a otra ciudad y ella había cambiado de facultad. Cuando lo supe le escribí un correo deseándole lo mejor, pero ella no me contestó. Tras la separación con Mari Carmen me centré totalmente en mis estudios, pese a que me gustaban las mujeres más que comer con los dedos.
Después de relataros mis escasas experiencias, os sigo contando mi historia en el bufete.
El Bufete Valera, en el que había entrado a trabajar, pertenecía a D. Andrés Valera Pérez, un reconocidísimo abogado, catedrático, decano de su colegio profesional y miembro de no sé cuantas instituciones municipales y provinciales. D. Andres no iba mucho por el bufete, pues sus relaciones las hacía en otros lugares y los temas los estudiábamos y preparábamos los pasantes y ayudantes, bajo la dirección de D. Luis. D. Luis llevaba muchos años como director del bufete y su mujer, Dª Luisa, llevaba la gerencia económica y de personal.
D. Luis y Dª Luisa tendrían algo menos de cincuenta años y eran francamente desagradables con todos los trabajadores del bufete. Yo comencé a trabajar el mismo día que Marta, una chica más o menos de mi edad, guapa y con buen tipo, que iba siempre muy arreglada. Dª Luisa me asignó para que trabajara colaborando con Antonia, una abogada tres o cuatro años mayor que yo, guapísima y que estaba como un tren. Antonia era muy trabajadora, hacía jornadas de por lo menos diez horas, y además era muy buena profesional y muy resolutiva. Colaborar con ella era un placer, orientaba mi trabajo, corregía los documentos que preparaba, siempre de manera constructiva, y se responsabilizaba de cualquier cosa frente a Dª Luisa y sobre todo frente a D. Luis.
Marta se pasaba el día revoloteando alrededor de Dª Luisa y de D. Luis y según el resto de compañeros no daba un palo al agua.
Antonia empezó a gustarme como mujer, podría decir que incluso empecé a enamorarme secretamente de ella. Por algunas conversaciones telefónicas deduje que ella tenía una tormentosa relación sentimental con un tal Pepe, que debía ser un trasto de mucho cuidado.
Como casi todos los bufetes el de D. Andrés cerraba buena parte del mes de agosto. Unos días antes de las vacaciones se celebraba una cena a la que acudía todo el personal, unos quince más o menos, y los tres jefes. En esa cena yo pretendía sentarme al lado de Antonia, que se había vestido muy atractiva con un entallado vestido negro, pero ella fue reclamada a la cabecera de la mesa con los jefes. Después de muchas andanzas me senté entre Marta y Mónica, la adusta secretaria de D. Andrés, que según decían, era sus ojos y sus oídos en el bufete. La cena fue amena, Marta hablaba mucho conmigo y yo trataba de atender a Mónica por cortesía, aunque ella no me echaba mucha cuenta.
Al terminar la cena cuatro o cinco de los más jóvenes nos fuimos a tomar una copa y a bailar un poco. Hablé bastante con Antonia e incluso íbamos a bailar cuando le sonó el móvil. Salió del local para poder hablar y sobre todo escuchar por el nivel de ruido que había, cuando volvió venía bastante enfadada cogió su bolso y me dijo:
- Tengo que marcharme, pero antes te voy a dar un buen consejo: no te líes con nadie del bufete.
En ese momento me extrañó el consejo. No tenía yo plan de liarme con nadie, dentro o fuera del bufete.
Al final de la noche nos quedamos Marta y yo solos. Al día siguiente era sábado y no teníamos que trabajar. Aunque a mí no me gustaba demasiado, con el alcohol empecé a ver a Marta con otros ojos. Más o menos de mi misma estatura, rubia con el pelo largo y lacio, unos bonitos ojos azules, tetas de buen tamaño que se asomaban detrás del pronunciado escote que llevaba, un precioso culo respingón marcado por lo ajustado de su corta falda y unas bonitas piernas. Marta se empeñó en que bailáramos la música de salsa que sonaba en ese momento en el local y cuando terminó la pieza se pegó a mí y me besó en la boca. Yo sabía que no era buena idea tener un lío con ella y además me lo acababa de decir Antonia. Trabajábamos juntos y además a mí quien de verdad me gustaba era Antonia. Demasiado lío para un bufete pequeño. Pero ya he dicho antes que, pese a mi entonces corta experiencia, me gustan demasiado las mujeres como para rechazar una oportunidad como esa. La abracé por la cintura y seguimos besándonos en el centro de la pista, hasta que apagaron la música para cerrar el local.
- ¿Vamos a otro lado? –Le pregunté a Marta-.
- Mejor vamos a mí casa a tomar la penúltima.
Peligro, peligro, pensé, pero en vez de poner una excusa y marcharme la abracé por la cintura y dejé que ella me guiara. Cuando llegamos a su casa nos volvimos a besar tras cerrar la puerta, luego ella me preguntó:
- ¿Qué quieres beber?
- Me da igual, lo que vayas a beber tú.
- Entonces vodka.
Su apartamento estaba bien decorado, era de esos modernos que tienen la cocina abierta al salón. Me quedé de pie mirando el bonito culo de Marta, mientras ella sacaba el hielo y los vasos, pensando que iba a cometer un error, pero que iba a ser un error muy atractivo.
- ¿Cómo te encuentras en el bufete? –Me preguntó cuando nos sentamos en el sofá-.
- Bastante bien, aunque hay que trabajar tanto que no queda tiempo para nada. ¿Y a ti cómo te va?
- Bueno yo estoy más desahogada que tú. A mí no me explotan tanto.
- Qué suerte la tuya, aunque la verdad es que yo estoy aprendiendo mucho y muy rápido con Antonia.
- ¿Te gusta Antonia?
- No –mentí descaradamente-.
- Pues es una mujer muy guapa y muy atractiva.
- Sí, pero eso no quiere decir que tenga que gustarme.
- ¿Y yo te gusto?
Iba a meterme irremediablemente en un lío.
- Claro, tú también eres una mujer muy atractiva.
Cogió mi copa y la dejó en la mesa junto a la suya, luego se puso de pie, se subió un poco su ajustada falta, se sentó sobre mis piernas, nos besamos de nuevo y empecé a acariciar su culo. Su boca y su culo me pusieron la polla como una estaca.
- Vamos a la cama, quiero que me folles, pero después te vas.
Desde luego me lo había dejado claro. Se levantó de mis piernas, me tendió la mano, me levanté y la seguí. En el dormitorio se puso de espaldas a mí para que le desabrochara la ropa, cuando se la quité se quedó sólo con un pequeño tanga, no llevaba sujetador. Volvió a besarme mientras me desabotonaba la camisa y me soltaba la tirilla del pantalón para meter su mano debajo de los boxes y cogerme la polla ya completamente empalmada desde hacía un rato.
- Tienes una buena polla, ¿cómo la manejas?
- Lo mejor que puedo con una mujer cómo tú.
Se alejó de mí y aproveché para terminar de desnudarme. Luego me puse detrás de ella y le cogí las tetas, mientras apretaba la polla contra su culo, todavía con el tanga. Nos tumbamos en la cama, le quité el tanga y le besé el chocho que llevaba completamente depilado.
- Cómemelo –me dijo con una voz muy ronca, apretando mi cabeza con sus manos contra ella-.
Su chocho olía mucho a mujer caliente y estaba muy húmedo por la secreción de sus jugos. Nunca había lamido un chocho depilado y era muy placentero.
- Fóllame.
Me puse de pie en el borde de la cama entre sus pierna, las coloqué sobre mis hombros, la cogí por las caderas y la atraje hacia mí hasta metérsela entera. Ella emitió un fuerte gemido y levantó el culo de la cama. Puse una mano sobre su clítoris y se lo acaricié con fuerza. Ella se pellizcaba los pezones y se amasaba las tetas. Nos mirábamos los dos directamente a los ojos. Estaba muy caliente y no podría aguantar mucho más sin correrme, pero no quería hacerlo antes que ella. Afortunadamente noté por su cara que ella tampoco iba a tardar y en menos de un minuto se corrió. Cuando terminó se la saqué y me corrí de inmediato sobre su vientre.
Me tumbé a su lado en la cama y la besé.
- No te quedes dormido, debes irte.
Me levanté, me vestí le di un último beso y me fui de su casa. ¡Joder, que tía más rara, aunque yo había subido nada menos que en un cincuenta por ciento mis experiencias!
El lunes cuando llegué al bufete ya estaba Antonia allí. Al darle los buenos días me dijo:
- Tenemos reunión a la una con los abogados de Martín.
Martín era un codemandado junto con un cliente del bufete y la reunión tenía por finalidad coordinar las estrategias. Un poco antes de la una entré en la sala de reuniones y al momento llegó Antonia.
- Suelen ser muy puntuales, así que no creo que tarden –dijo Antonia-.
En efecto, a la una en punto los anunció una secretaria. Entró un hombre mayor, ¡seguido de Mari Carmen! Nos quedamos los dos mirándonos y a los dos nos dio mucha alegría encontrarnos.
- ¡Carlos, que alegría verte!
- ¡Igualmente te digo Mari Carmen! –Le dije acercándome a ella y dándole dos largos besos en las mejillas-.
- No esperaba encontrarte aquí, pero de verdad me da mucha alegría.
Nos sentamos frente a frente y durante la reunión, que llevaron fundamentalmente Antonia y Mari Carmen, la estuve mirando, había cambiado mucho, se había desarrollado plenamente como mujer y ya no debía tener problemas con sus tetas porque llevaba una camisa bastante ajustada con varios botones abiertos que dejaban ver no un canalillo, sino el canal de Panamá que formaban sus tetas. Cuando terminó la reunión era la hora de comer y ya no trabajamos por las tardes.
- Te invito a comer –le dije a Mari Carmen-.
- No, te invito yo a ti.
- Bueno ya lo discutiremos después de comer –le dije cogiéndola del brazo-.
Como la ocasión lo merecía fuimos a un buen restaurante, de los de cuatro estocadas. Nos sentamos y pedimos un par de Martinis.
- Estás guapísima y muy cambiada para mejor aun.
- A ti te lo debo, Carlos.
- ¿Y a mí por qué?
- Recuerdas una de las últimas conversaciones que tuvimos en la que me recomendaste que fuera al sicólogo.
- Sí, perfectamente, y ahora debo decir que siento habértelo dicho.
- Todo lo contrario, entonces estaba convencida de operarme para reducir el volumen de mis tetas –me di cuenta que había dicho tetas y no pechos como decía siempre antes-. Pero acepté tu consejo y comencé a ir al sicólogo. Me quitó todos los complejos y ahora disfruto mucho de mis tetas y dejo que los demás disfruten algo también de ellas.
- Me alegro mucho de que se te hayan quitado los complejos.
- Te debo no una, sino ciento. Cuando se me quitaron los complejos me di cuenta de lo que te había hecho pasar con ellos. Casi dos años follando y sin dejar que me las tocaras y ni siquiera me las vieras.
El camarero vino a tomarnos la comanda y el hombre no podía apartar la vista del canal de Mari Carmen. Observé que ella, como la no quería la cosa, se soltó otro botón más de la camisa. El hombre se puso tan nervioso que se le cayeron la libreta de comandas y el bolígrafo. Cuando se fue, Mari Carmen me dijo:
- Ahora hasta me divierto poniendo nerviosos a los hombres con mis tetas.
- Pues ciérrate el botón que me estás poniendo nervioso a mí.
- Tú te vas a poner nervioso de verdad cuando terminemos de comer.
Comimos y tomamos una copa en el mismo restaurante. No quería dejarla pagar, pero ella volvió a soltarse el botón y el camarero ni me miró.
- ¿Dónde vives ahora? –Me preguntó-.
- En un pequeño apartamento aquí cerca. ¿Y tú?
- Sola en un apartamento cerca de la casa de mis padres. Anda, enséñame tu apartamento.
Fuimos andando hasta mi apartamento. Cuando llegamos me pidió que le sirviera una ginebra con tónica. Fui a la cocina y cuando volví estaba completamente desnuda, sólo se había dejado los tacones, sentada en el sofá. Por fin pude admirar sus tetas, además de muy grandes, como yo ya sabía, eran preciosas, en su sitio, con unas areolas rosadas grandes y unos pezones en ese momento muy duros.
- ¡Joder Mari Carmen, que barbaridad, que bellezas!
- ¿Te gustan de verdad?
- No me gustan, me vuelven loco. Estas morena, pero no tienes ninguna marca del biquini, ¿rayos UVA?
- No, playas nudistas. Me estoy vengando de mi pubertad.
- Pues sí que has cambiado.
- ¿Me echas la ginebra con tónica o nos vamos a la cama ya?
- Por ahora prefiero estar contigo así, sólo mirándote.
- Pues tu polla no dice lo mismo que tú –me dijo mirándome la entrepierna, en la que se me había formado un bulto importante-. Desnúdate y siéntate aquí conmigo, quiero disfrutar del reencuentro.
La obedecí y me senté a su lado, estaba tan empalmado que hasta me dolía.
- ¿Y tu vida sentimental? –Me preguntó-.
- Sin vida sentimental, desde que lo dejamos sólo estudiar. ¿Y la tuya?
- Tengo un medio novio que me tiene harta y creo que le voy a dar la papela. Es demasiado controlador y yo no quiero que me controle nadie. ¡Oye, por cierto, que sorpresa encontrarte nada menos que en el Bufete Valera!
- Mi trabajo me ha costado, pero tu bufete también es muy bueno.
Me costaba apartar la vista de las tetas de Mari Carmen, que tanto tiempo había deseado.
- ¿Has oído algunos de los comentarios no demasiado buenos que se hacen sobre el Bufete Valera?
- No –y era cierto que no había oído nada-. ¿De qué van?
- Yo no sé si son ciertos o no, pero se dice por ahí que Valera y el matrimonio de los Luises forman unas orgías de mucho cuidado.
A Valera casi no lo conocía personalmente, pero de los Luises me extrañaba con lo siesos y estirados que parecían.
- Ni idea, pero bueno allá ellos con cómo se divierten. –Le dije a Mari Carmen-.
- No tan allá ellos, según dicen invitan a jueces y otros personajes para que después le devuelvan los favores.
- Eso suena muy feo.
- Ya te he dicho que yo no sé si son ciertos o no, pero sí que se comenta en algunos sitios.
Mari Carmen estaba además mucho más guapa, me acerqué a ella y la besé en la boca.
- Vaya, pensaba que no te ibas a decidir nunca. –Me dijo-.
- ¿Puedo tocarte las tetas?
- Ahora todo lo que quieras.
Acerqué mis manos poco a poco a aquellos dos frutos prohibidos por tanto tiempo. Primero las acaricié muy suavemente con la parte posterior de mis dedos, eran muy suaves. Después volví las manos y no podía abarcar ni la mitad de ellas.
- Me gusta que me toques las tetas. –Me dijo besándome-.
- Y a mí tocártelas después de desearlas tanto.
- Ahora me dan mucho placer y también se lo dan a otros.
Se levantó y se puso de rodillas entre mis piernas, me cogió la polla y se la metió entre sus tetas. Yo alucinaba al verla como las apretaba y las movía de arriba abajo con mi polla dentro.
- ¡Mari Carmen me voy a correr! –Le dije justo cuando empecé a llenarle sus tetas con más chorros de crema que nunca en mi vida-. ¡Qué gusto por Dios!
- Bueno ya estás más tranquilo, ahora vamos en serio, que yo también estoy muy caliente. Tendré que ducharme antes de que sigamos.
- Déjame cumplir mi deseo de espiarte mientras te desnudas y te duchas.
- Estás tú muy caprichoso. Dame un papel para que me limpie antes de vestirme.
Le traje unas toallitas. Mientras se limpiaba me dijo:
- Vete a tu dormitorio y espérame allí, que vas a tener el espectáculo que entonces nunca te regalé.
Salí volando y con un nudo en el estómago. La polla no se me había bajado ni un milímetro del calentón que tenía. Me puse en un rincón tratando de que se me viera lo menos posible y de no estorbar. Al poco tiempo Mari Carmen entró al dormitorio. Había vuelto a vestirse y aunque debió verme, hizo caso omiso de mi presencia. Mirándose en el espejo grande que tenía colgado de la pared, empezó a desnudarse. Primero se desabotonó lentamente la blusa y se la quitó. El sujetador que llevaba, pese a ser grande una copa “D” como mínimo, era bastante más erótico que los que usaba cuando salíamos y dejaba al aire buena parte de sus tetas. Después se soltó la falda, la dejó caer al suelo y luego la recogió dejándome ver su bonito culo, llevaba un tanga a juego con el sujetador. Sin dejar de mirarse en el espejo se quitó el tanga. Tenía el pelo del chocho muy rasurado en el monte de Venus y el coño completamente depilado. No tuve más remedio que empezar a sobarme la polla. Por último hizo el gesto de soltarse el sujetador, pero se lo dejó puesto, quería jugar con mis deseos. Entró al baño y yo detrás de ella. Se sentó en el inodoro y empezó a mear, cuando terminó se levantó y pulsó la cisterna. Mirándose en el espejo del baño se soltó el sujetador, se lo quitó y luego se sobó las tetas como para quitarse las molestias que el sujetador le había producido. Se recogió el pelo desnuda frente al espejo, se bajó de los tacones y abrió el grifo de la ducha, entró en ella y dejó la mampara abierta.
- Qué bien sienta una ducha tras un día de trabajo. –Comentó como para ella misma-.
Colocó su cuerpo bajo el agua, primero sus grandes tetas y luego su espalda sin mojarse el pelo. Cogió el bote de gel, dejó caer su contenido sobre sus tetas y comenzó a extenderlo con sus manos. Yo la miraba sin terminar de creerme lo que veía. Con sus tetas cubiertas de la espuma del gel se dio la vuelta y siguió extendiéndoselo por el culo. Abrió las piernas e introdujo una mano entre ellas para frotarse largamente el chocho. De nuevo se puso de frente a mí y siguió frotándose el chocho. Por primera vez me miró a los ojos y vi como cambiaba su cara. Yo pasé de sobarme la polla a meneármela como un mono.
- ¡Aaaaaggggg! –Gritó de pronto y empezó claramente a correrse-.
No pude más y me corrí sobre el suelo del baño con la espalda apoyada en la pared.
- ¿Te ha gustado el espectáculo? –Me preguntó con la voz entrecortada-.
- ¡Joder Mari Carmen, no me he podido aguantar!
- Ven conmigo que quiero ducharte. Antes, aunque lo deseaba, nunca lo hice por mi complejo con las tetas.
Entre en la ducha, la abracé y la besé en la boca, sus tetas se presionaban contra mi pecho. Ella echó su culo hacia delante para apretar su vientre contra mi polla.
- Mari Carmen que alegría que nos hayamos encontrado y sobre todo saber que te has convertido en otra mujer mucho más libre y sin problemas contigo misma.
- Yo también me alegro mucho de que nos hayamos encontrado. He pensado mucho en ti durante todo este tiempo.
Cogió el bote de gel y me puso por el pecho y por la espalda, luego fue extendiéndolo hasta llegar a mi polla. Yo bajé la cabeza hasta meterla entre sus tetas.
- Te advierto que no me voy a ir hasta que follemos. –Me dijo-.
- Entonces vamos a tardar en follar, porque no quiero que te vayas.
Terminamos de ducharnos y nos secamos mutuamente. Pasé la toalla por todas partes de sus tetas casi hasta gastárselas. Volvimos al salón y nos sentamos desnudos en el sofá. Luego me tumbé y apoyé la cabeza en sus piernas.
- Casi no me acordaba de cuando te tumbabas así en el sofá de casa de mis padres. –Me dijo pasando sus manos por mi pecho y mi vientre-.
Estuvimos un rato en esa posición hasta que ella me dijo:
- Siéntate, que o follamos ya o voy a perder el tren y mañana tengo que estar temprano en el despacho.
Me senté como ella me había dicho y ella se puso encima de mí mirándome y besándome. Volví a empalmarme al contacto con su boca y su cuerpo. Ella maniobró para poner mi polla a la entrada de su chocho y se dejó caer suspirando.
- La cantidad de veces que me he acordado de cuando lo hicimos la primera vez y no me penetraste porque no teníamos condón. –Me dijo moviendo sus caderas adelante y atrás-.
- Bueno, luego compramos y gastamos todos los condones que pudimos y nos dejaron. –Le dije sobándole el culo y mordiéndole las tetas-.
- ¿Qué haces en vacaciones?
- No lo sé, no tengo nada previsto.
- ¿Por qué no nos vamos juntos a algún sitio?
- Por mí encantado, pero ¿y tu medio novio?
- Ya no tengo medio novio. Carlos no voy a tardar en correrme, abrázame.
La abracé con fuerza aplastando sus tetas contra mi pecho. Ella empezó a moverse más rápido.
- ¡Córrete conmigo! –Me dijo besándome-. ¡Ahora Carlos, ahora, ahoraaaa...!
Empecé a correrme a la misma vez que ella.
- ¡Qué gusto sentir como te corres dentro de mí, antes con los condones no podía sentir tus chorros en mi vagina!
Nos quedamos un rato inmóviles y luego ella dijo que tenía que irse o perdería el tren. Nos vestimos y la acompañé a la estación. Nos intercambiamos los números de móvil y quedamos en llamarnos para concretar lo de las vacaciones. Nos besamos en la bajada al andén y ella se marchó. Me quedé pensando que lo que contaba de verdad no era el número de experiencias, sino la calidad de esas experiencias, aunque el reencuentro con Mari Carmen había sido como conocer a otra mujer.
Al dar la vuelta para marcharme de la estación vi que Antonia, mi jefa, me miraba desde la bajada de otro andén. Me acerqué a saludarla.
- Hola Antonia, he venido a acompañar a Mari Carmen. –Me pareció que Antonia tenía la cara triste-.
- Hola Carlos, parece que os conocíais bastante.
- Si, estuvimos saliendo un par de años hace ya bastante tiempo.
- Guapa chica y bastante lista, por lo que me ha parecido en la reunión de esta mañana.
- ¿Te apetece que tomemos algo?
- Sí, pero en otro sitio fuera de la estación.
Fuimos a un pub a medio camino entre la estación y el centro. Pedimos dos copas de vino y nos sentamos.
- ¿Te vas haciendo con el bufete? –Me preguntó-.
- Yo creo que sí, aunque el trabajo me sobrepasa y si no llega a ser por ti no podría con él.
- El trabajo sólo está regular repartido entre los que estamos y muchas veces hay que hacer un gran esfuerzo para sacarlo. –Antonia parecía distraída, además de triste-.
- ¿Te pasa algo, Antonia?
- Problemas personales.
- ¿Puedo ayudarte?
- No, no puedes ayudarme. –Me contestó con el pico de unas lágrimas en los ojos-. He terminado con mi relación sentimental de los últimos años y no me encuentro demasiado bien.
- Lo siento.
- No lo sientas, porque ni siquiera yo sé si lo siento. Las cosas no iban nada bien y al final se han terminado de romper.
Nos quedamos un rato los dos en silencio. Me acordé del consejo que me había dado después de la fiesta y que yo me había saltado a la torera sobre la marcha, decidí cambiar de tema por ver si Antonia se distraía con otra cosa.
- La otra noche me aconsejaste que no me liara con nadie del bufete. Entiendo que esas cosas pueden dar lugar a situaciones incómodas, pero me lo dijiste de una forma demasiado contundente.
- Carlos tu acabas de entrar y eres todavía muy joven. El bufete es más complicado de lo que parece. He visto contratar a mucha gente y después despedirla sin razón aparente de un viernes a un lunes. Don Andrés está a su rollo y los Luises no son gente clara, están atentos no sólo a lo que hacemos profesionalmente, sino también a lo que hacemos personalmente.
- Me han llegado unos comentarios sobre el bufete que no son nada buenos.
- Me imagino que comentarios son, a mí también me han llegado. Te refieres a lo de las orgías con jueces implicados, ¿no?
- Sí a esos.
- Yo de eso no sé nada más que lo se comenta. En la profesión hay muchos enemigos y muchos hijos de puta, así que no me extrañaría que sean malintencionados y calumniosos, pero no lo sé. Te voy a dejar Carlos, gracias por la copa.
- No hay de qué, hasta mañana.
Antonia se marchó y yo detrás de ella. Calculé cuando Mari Carmen habría llegado a su casa y la llamé para agradecerle la tarde que habíamos echado.
Las vacaciones llegaron finalmente y Mari Carmen y yo habíamos decidido hacer un viaje en coche por Portugal. El viaje fue delicioso, visitamos Évora, Lisboa, Oporto y otras ciudades que nos cogían de camino. Hacíamos turismo por las mañanas, comíamos en algún restaurante y volvíamos al hotel a follar como locos toda la tarde. Unas veces salíamos a cenar y otras ni eso. Cuando terminamos el viaje nos quedamos unos días en mi apartamento haciendo vida de pareja.
- Creo que me podría acostumbrar a vivir contigo. –Le dije en la cama la última tarde que íbamos a pasar juntos-.
- Yo creo que también, pero no quiero atarme a nadie ni mudarme de ciudad. Es mejor que nos veamos cuando nos apetezca a los dos, sin mayores compromisos.
Mari Carmen se fue al día siguiente y yo me quedé un par de días más en casa haciendo el vago. La tarde antes de incorporarme de nuevo al bufete recibí un correo electrónico de un desconocido con un archivo adjunto. Normalmente no lo hubiera abierto y lo habría borrado, pero en el asunto del mensaje decía “Para ti, míralo Carlos”. El adjunto era un archivo de video de un par de minutos de duración, lo pasé por el antivirus, supuestamente no contenía nada malo, y finalmente lo abrí. Me quedé paralizado y la mandíbula se me descolgó del todo. ¡En el video aparecía yo follando! Era como un video porno, pero conmigo como protagonista. Unos segundos después de terminar, volvió a empezar de nuevo. Aparecía de frente, desnudo, mi cara se veía perfectamente, de ella sólo se veía el vientre y las piernas que estaban sobre mis hombros. Yo bombeaba durante el video rápidamente en el chocho de la mujer y se acababa cuando se la sacaba y me corría sobre ella. Cuando el video volvió a iniciarse lo paré, necesitaba pensar. Sólo podía ser con Mari Carmen o con Marta y era con esta última, recordaba tanto la posición de la follada, como el dormitorio, aunque apareciera muy difuminado.
- ¿Pero quién coño ha grabado esto y para qué? –Grité-.
Cerré el video y volví al mensaje. La dirección de correo desde la que me lo habían enviado era de “Hotmail” y el usuario una suma de letras sin sentido. Mi cabeza bullía: ¿Qué sentido tenía que me hubieran grabado? ¿Qué coño pintaba Marta? Me agobié bastante, me eché un whisky para tratar de tranquilizarme y me senté otra vez frente a la pantalla del ordenador. Al volver a verlo pensé que, si no fuera por la gravedad del tema, no quedaba tan mal como actor porno. Llamaron al portero electrónico, ¿quién coño sería?
- ¿Sí?
- Hola Carlos, soy Luisa, ábreme por favor.
Abrí. ¿A qué venía Dª Luisa a mi casa? ¿Tendría que ver algo con el video? Llamó al timbre de la puerta y le abrí.
- Buenas tardes Carlos.
- Buenas tardes doña Luisa. Por favor pase. ¿Ha ocurrido algo?
- Para lo que vamos a hablar Luisa a secas. Me imagino que ya has visto el video.
- Acabo de verlo y no entiendo nada. ¿Sabe usted algo de él?
- Claro, si no, no estaría aquí.
- Pues si puede explicarme algo se lo agradecería.
- En primer lugar voy a ponerte en situación. Además del video te hemos hackeado el ordenador y tenemos todos tus contactos de correo, teléfono, redes sociales,…etc.
- ¿Quién es el resto de tenemos y qué quieren?
- D. Andrés, mi marido y por supuesto Marta. Lo que queremos es sencillo. El bufete en algunas ocasiones organiza, digamos, eventos íntimos para algunas personas. ¿Sabes a lo que me refiero?
- No –le contesté, haciéndome el loco sobre los comentarios que me había transmitido Mari Carmen-.
- Son unos eventos muy personales que organizamos cuando queremos agasajar a alguien en especial.
Miraba a doña Luisa y no me podía creer lo que me estaba diciendo. Elegantemente vestida, incluso atractiva y era un monstruo de persona.
- ¿Pero yo que tengo que ver con eso? –Le pregunté-.
- Todo a su tiempo. Próximamente debemos organizar un evento para una jueza cuyo nombre no te puedo decir y queremos que tú participes en él.
- ¿Eso no será una broma pesada?
- No tiene nada de broma ni de gracioso. Contratar a personas especializadas en ese tipo de actividades, además de muy arriesgado, no tendría el morbo que pretendemos, por eso hemos pensado en ti.
- Pues vayan quitándoselo de la cabeza.
- No es tan sencillo. Si te niegas, además de ser despedido del bufete denigrándote, mandaremos el video a todos tus contactos de correo y te arruinaremos la vida. ¿Queda claro?
- ¿Qué pinta Marta en esto?
- Marta es una abogada no muy trabajadora, pero sí muy ambiciosa que hemos contratado como gancho. Ella participa en algunos eventos para hombres y ayuda a reclutar a los hombres que deben participar en los eventos para mujeres, cuando son heterosexuales.
- Lo que me propone es una locura, además de una ilegalidad y una aberración.
- No digas proponer porque puedes pensar que tienes la opción de rechazar la propuesta y no la tienes. Ya le hemos pasado el video a la jueza y le has gustado, no podemos fallarle. No digas nada de esto a nadie o tendrá consecuencias.
- ¿A quién le voy a contar esta locura?
- Me gusta que pienses así. Ya te informaré del resto más adelante. Hasta mañana que nos veremos en el bufete.
Abrió la puerta y se marchó dejándome completamente apabullado. En definitiva, tenía que follarme a una jueza o participar en la perversión que a ella se le ocurriese o todos mis esfuerzos y los de mis padres para trabajar en un buen bufete, se irían directamente al carajo. Además de que todos mis conocidos tuvieran un bonito video mío follándome a una desconocida. ¡Vaya planazo que tenía por delante!
Esa noche no pude pegar ojo. Pensé que una posibilidad era ir con el video a la policía, pero lo deseché porque D. Andrés Valera era un prócer en la ciudad y yo era un perfecto mindundi. Llegué a la conclusión de que Antonia tenía que saber algo más de lo me había insinuado, por eso me había aconsejado que no me liara con nadie del bufete. Pero yo no podía preguntarle nada a Antonia sin levantar sus sospechas. Podía hablar con Mari Carmen, pero no veía en que me podría ayudar. ¡Vamos que estaba bien jodido!
Volver de vacaciones y sabiendo los elementos que me iba a encontrar en el bufete, se me hizo no cuesta arriba, sino casi insoportable. El único aliciente era volver a ver a Antonia y colaborar con ella. En la entrada del bufete me encontré con Marta que, sin un ápice de vergüenza, me dio dos besos en las mejillas y me preguntó por las vacaciones.
- Muy bien, excepto el último día. –Le contesté y ella no preguntó por ese último día, pues de sobra sabría lo que había pasado-.
Dª Luisa estaba en la puerta de su despacho, me saludó dándome la mano, luego me la tendré que cortar, pensé.
- Bueno Carlos, espero que vengas a darlo todo por el bufete.
- Claro doña Luisa –le contesté y seguí para mi mesa-.
Al rato llegó a Antonia camino de su despacho con una cara de enfado que no era normal. Me acerqué a saludarla a su despacho, el enfado la ponía todavía más guapa de lo que ya era.
- Hola Antonia. ¿Qué tal las vacaciones, pareces enfadada?
- Cierra la puerta, por favor. No es que parezca enfadada, es que estoy muy indignada. A la petarda de Marta la han ascendido y le han subido el sueldo y la tía no pega un palo al agua y para mí, que echo más horas que un reloj y le saco los asuntos para delante, una mierda como la catedral de Burgos. ¡Hijos de puta! ¿Pero qué le han visto?
De sobra sabía yo lo que le habían visto a la zorra de Marta.
- Habla con ellos.
- Ya he hablado y eso es lo que hay y si no me gusta, que ya sé donde está la puerta.
¡Qué hijos de puta! Pensé. Estaba bastante deprimido y no sólo por la jugada de Marta y los Luises, sino sobre todo porque con la ilusión que tenía en trabajar en ese bufete, me había dado cuenta que era un engaño y una mierda.
Pasaron varios días y un jueves me llamó Doña Luisa a su despacho.
- Pasa Carlos y cierra la puerta. Queremos que mañana vengas a cenar a casa para seguir hablando del próximo evento. Te esperamos a las nueve en punto, se puntual y ven sin móvil.
Aunque no lo había confirmado con Mari Carmen, yo tenía la idea de haberme ido el viernes por la tarde a verla, tendría que posponerlo al sábado por la mañana. ¡Joder que mierda! Lógicamente no le dije nada a Antonia de la invitación.
Miré la dirección que me había dado Dª Luisa y vivían en un chalet aislado en las afueras de la ciudad, así que tendría que ir en coche. A las nueve menos diez había aparcado cerca de la puerta. Esperé en el coche hasta que dieron las nueve en punto. Llamé y la verja se abrió de inmediato. Dª Luisa me abrió la puerta de la casa.
- Buenas noches Carlos, me gusta que seas puntual.
- Buenas noches doña Luisa.
- Luisa cuando estemos fuera del bufete. Pasa.
La seguí hasta un salón en el que D. Luis esperaba de pie. Yo tenía el estómago revuelto y sólo quería salir de allí cuanto antes. Vestían los dos de manera más informal que en el bufete. Luisa, según quería ella que la llamase, llevaba el pelo recogido en una coleta y vestía unos pantalones blancos bastante ajustados y una blusa roja como de seda. Pese al asco que me producía, no se podía negar que estaba muy atractiva.
- Buenas noches Carlos –me dijo don Luis tendiéndome la mano-.
- Buenas noches don Luis.
- Aquí Luis a secas, por favor. ¿Quieres tomar algo de beber?
- Lo que estén tomando ustedes.
- Martini.
- Pues entonces Martini.
- He preparado una cena fría informal, que podemos tomar sentados en el sofá. –Dijo Luisa-.
Ellos se sentaron en el sofá y yo en un sillón enfrente.
- Carlos lo que te pedimos es fundamental para el bufete –dijo Luis-. Estamos llevando un asunto un tanto delicado para un cliente muy importante y dispuesto a pagar muy bien. El tema lo lleva la jueza a la que le vamos a organizar el evento.
- Si queda suficientemente satisfecha no dudamos que nos hará un favor, inclinando la balanza de nuestro lado. –Terció Luisa-.
Lo que me estaban contando era un delito de manual y lo bastante gordo como para terminar todos en prisión.
- Por favor, no me gustaría saber mucho del asunto, preferiblemente nada –les dije-.
- Chico listo –dijo Luis-.
- Entiendo que mi papel es satisfacerla sexualmente y lo que ella haga después ni lo sé ni es mi incumbencia.
- Cierto, pues pasemos a tu intervención –dijo Luisa-. Ella tiene fama de ser bastante pervertida y fogosa y que para quedarse satisfecha necesita correrse varias veces. ¿Podrás hacerlo?
- Creo que eso en gran parte dependerá de ella y de su comportamiento.
- Cierto también –dijo Luisa-. Se trata de una mujer más o menos de mi edad y bastante atractiva, por lo que me imagino que no tendrás problemas.
- ¿Qué tipo de perversión le gusta? –Pregunté-.
- El sadomasoquismo no demasiado fuerte –contestó de nuevo Luisa-.
- Entendido –dije por decir algo, porque yo jamás lo había practicado-.
- Nosotros no estaremos presentes ni ella nos verá, ¿entendido? Hay que guardar la discreción. –Dijo Luis-.
- En su debido momento te avisaremos del día, la hora y resto de preparativos. –Concluyó Luisa-. Ahora vamos abajo para que conozcas y te familiarices con el sitio.
Se levantó del sofá y Luis y yo la seguimos por un pasillo que terminaba en una estrecha escalera descendiente. Al final de la escalera había un descansillo un poco más amplio y una puerta. Luisa sacó una llave que llevaba en el bolsillo del pantalón, abrió la puerta y encendió una luz. Entramos detrás de ella. La habitación era un gabinete sado de película porno antigua, su cruz de San Andrés, su yugo, su potro, sus látigos, sus paletas, sus cadenas y barras colgando del techo, en fin muy completo. Tras hacer el recuento mental me di cuenta que gracias al porno tenía un cierto conocimiento del sadomasoquismo, al menos de su parafernalia, aunque no lo hubiese practicado nunca.
- ¿Te gusta nuestro gabinete? –Me preguntó Luis-.
- Como salita de estar me parece un poco oscura –no pude evitar que me saliera la vena irónica y ambos sonrieron-.
- ¿Sabes manejar estos aparatos? –Me preguntó Luisa-.
- Si sabía programar el video Beta de mis padres, me imagino que sí. –Había entrado en picado en la ironía como forma de aguantar aquello-.
- Pues lo vas a demostrar –dijo Luisa a la que la última ironía no le había hecho mucha gracia-. Luis y yo somos muy perfeccionistas en nuestro trabajo, así que ahora vamos a hacer un ensayo general.
- ¿Qué? –Pregunté sin quererme enterar de lo que Luisa había dicho-.
- Sí, un ensayo general. Queremos verte en acción y corregir los errores que cometas.
- Hay cosas que es mejor dejarlas a la improvisación. –Les dije, pero ellos llevaban otra idea bien distinta-.
Luis se acercó a la espalda de ella y le bajó la cremallera de la blusa, luego Luisa se bajó la cremallera lateral del pantalón y dejó caer ambas prendas al suelo para que Luis las recogiera. Luisa se quedó con una cosa, no sé llamarla de otra manera, formada por unas tiras de cuero negro remachadas entre sí formando una especie de malla, que dejaban sus tetas, más pequeñas que grandes, su chocho y su culo, este sí bastante apetitoso, al descubierto, además de la mayor parte de su anatomía. Después de recoger la ropa de Luisa, Luis se sentó en el sillón que presidía la habitación. Me quedé mirándolos a los dos y pensando que vaya pareja de pervertidos.
- No te preocupes por Luis, el sólo mira como me follan. –Me dijo Luisa acercándose a mí-. ¿Es que no te apetece follarme?
En ese momento llegué a la conclusión de que los hombres somos más simples que el mecanismo de un búcaro. Pese al chantaje y al puteo que fundamentalmente Luisa me estaba haciendo, ¡empecé a empalmarme! Me cabreé conmigo mismo, pero eso a mi polla le dio igual y siguió poniéndose dura y más cuando Luisa me puso una mano en la entrepierna.
- Desnúdate y ponte esto–me ordenó Luisa dándome una especie de tanga de cuero que dejaba los cachetes del culo al aire y con un agujero grande por delante, con la evidente finalidad de meter la polla y los huevos-.
- No podemos hacerlo más simple –le dije-.
- ¡Obedéceme! –Me gritó apretando con saña mis huevos-.
Me quité la ropa y seguía empalmado pese al dolor que me había producido el apretón que Luisa me había dado. Luego, no sin cierta dificultad para ensartar los huevos y la polla en el agujero, me puse el tanga de cuero.
- Estás muy atractivo así –me susurró Luisa-. Ven.
Me llevó debajo de una barra cogida al techo, de la que colgaban dos cadenas terminadas en unos grilletes donde metió mis muñecas, dejándome con los brazos estirados. Cogió un látigo pequeño, pero con muy mala leche como comprobé con el primer zurriagazo que me dio en el culo.
- ¡Eh, qué duele! –Le dije-.
- Por eso se llama sadomasoquismo. –Me contestó largándome dos zurriagazos más-.
Después de los latigazos se pegó a mi espalda, me cogió la polla con mucha fuerza y empezó a meneármela con movimientos muy largos que me tensaban el frenillo hasta producirme dolor. Increíblemente para mí estaba cada vez más caliente con lo que Luisa me estaba haciendo. Luis no paraba de sobarse la entrepierna por encima de los pantalones, mirando a su mujer. Luisa se vino enfrente de mí, se puso en cuclillas y se metió mi polla en la boca, mientras me apretaba los huevos.
- Se te pone muy dura –me dijo y luego se la volvió a meter, esta vez apretándomela con los dientes-.
Después de comérmela un buen rato, casi literalmente lo de comérsela, se levantó, me dio la espalda, se dobló por la cintura, dejando a la vista una bola metálica que le salía del ojete del culo, me cogió la polla la puso en la entrada de su chocho y fue reculando hasta metérsela entera. Mientras se movía adelante y atrás se acariciaba el clítoris a la misma vez.
- Tienes una buena polla -dijo entre gemidos-. ¡Me voy a correr, tú no te corras todavía, aaaggg, aaaggg, ya, ya, yaaaa…!
Se estuvo corriendo casi un minuto, las contracciones de su chocho me apretaban la polla, que no la podía tener más dura. Luis se había abierto la bragueta y se había sacado lo que podría pasar por una pollita de niño y que además no lograba que se le pusiese dura. Luisa se puso derecha y mi polla se salió de su chocho. Se acercó a mí de frente y me besó en la boca.
- Muy bien Carlos, has pasado con notable la primera prueba. –Me dijo-.
Con notable, pensé, si tú no has disfrutado de una polla así en tu vida. Por primera vez en mi corta experiencia sexual, noté que tenía una erección que podía durarme el tiempo que quisiera sin correrme. Luisa me soltó las muñecas y pude bajar los brazos que ya me dolían.
- Haz conmigo lo que quieras –me dijo al oído-.
Se iba a enterar la muy tiparraca. La llevé hacia el yugo, lo abrí, le coloqué las muñecas y la cabeza y lo cerré. Me quedé un rato mirando su culo y la bola que tenía en el ojete. Cogí el mismo látigo que ella había utilizado y le di dos pares de buenos latigazos en las tetas, que hicieron que su cara expresara el dolor que estaba sintiendo. Luego me puse frente a ella y le metí la polla en la boca hasta el fondo agarrando su cabeza. Después de que me diera una buena mamada me puse detrás de ella y con una raqueta golpeé su culo varias veces. El castigo debió ponerla más caliente todavía, porque los jugos le resbalaban por los muslos. Me puse en cuclillas entre sus piernas, le abrí el chocho con los dedos y empecé a lamérselo y a morderle los labios menores que le colgaban.
- ¡Me voy a correr otra vez, no pares de comérmelo, sigue, por Dios sigue, aaaaggg, aaaggg, que fuerte, aaaggg,…!
Se le aflojaron las piernas y tuve que quitarme de debajo de ella. A Luis el castigo a su mujer debió gustarle mucho, porque había logrado que se le pusiese tiesa, aunque siguiera siendo tan pequeña como antes. Luisa recuperó la fuerza en las piernas y el aliento.
- Suéltame –me dijo-.
- Ni lo pienses, no he terminado contigo todavía.
Me puse delante de ella, dándole la espalda subí una pierna al yugo y le puse mi culo en la cara.
- Chúpame el culo y los huevos. –Le dije cogiéndola del pelo y acercando su boca a mi ojete-.
La cosa debía gustarle porque se aplicó de lo lindo. Era la primera vez que me chupaban el ojete y me estaba excitando tanto que empecé a sobarme la polla, que estaba dura como una barra de hierro. Pensé que me apetecía terminar en su culo y así probar otra experiencia nueva más. Me puse detrás de ella y tras golpearle el culo con fuerza con mis manos, le separé los cachetes y tiré de la bola metálica hasta sacársela, luego me puse delante de ella y le dije:
- Abre la boca. –Ella la abrió y le metí la cosa que había llevado en su culo-.
Me volví a poner detrás de ella, tenía el ojete totalmente distendido y le metí la polla hasta el fondo de una vez. Gritó lo que podía con la boca llena. Empecé a bombear con fuerza a la misma vez que le metía dos dedos en el chocho y le sobaba el clítoris. Empecé a notar que iba a correrme por fin.
- Córrete que me voy a correr en tu culo.
Noté que se iba a correr por tercera vez y mientras lo hacía le llené el culo de lefa. Quedamos los dos exhaustos y sin respiración. Luis se levantó del sillón se puso frente a su mujer, le sacó el cacharro de la boca, le metió su pollita y se corrió dentro en menos de treinta segundos.
Lamenté haber sido bastante brusco con Luisa, pero ella se lo había ganado a pulso. Luis la sacó del yugo. Iba hecha una prenda soltando crema por el culo y por la boca y jugos por el chocho.
- ¡Joder qué barbaridad, nunca había llegado a correrme así tres veces seguidas, menos mal que mañana es sábado!
Me vestí y los dejé allí sin muchas despedidas. Volviendo en el coche no entendía muy bien el comportamiento que había tenido. Los dos me daban un asco tremendo y me tenían muy cabreado con la mierda del chantaje y del evento, si no me había quedado más remedio que hacer el ensayo general, como ellos lo habían llamado, tampoco hacía falta que me hubiera implicado tanto o podía ser también que tuviera tendencias sadomasoquistas que no me conocía.
Pase el resto del fin de semana con Mari Carmen en su apartamento. Estuve tentado un par de veces de contarle lo que me estaba pasando, pero preferí dejarla al margen de algo tan sucio.
El lunes cuando me crucé con Luisa no me pareció la misma mujer que el viernes por la noche, aunque por primera vez me brindó su sonrisa. Me llamó Antonia a su despacho. Tenía una expresión muy seria.
- Carlos prométeme que lo que te voy a decir no va a salir de aquí.
- Claro.
- No, prométemelo.
- Te lo prometo –le dije muy serio-.
- Un buen amigo inspector de policía me ha dicho que tienen una operación en marcha motivada por los comentarios que hay sobre el bufete.
- ¡Joder! Y la cosa va en serio.
- Muy en serio. Tienen intervenidas las comunicaciones al menos de D. Andrés y de los Luises y de viarios jueces.
Se me cayó el mundo encima sabiendo aquello y con la implicación que yo podía tener. Tenía que contárselo a Antonia.
- Antonia te pido la misma promesa de silencio sobre lo que voy a decir.
Me miró con cara de no entender que era lo que le iba a decir que precisara la misma discreción.
- Prometido.
- Antonia estoy en un lío muy gordo. ¿Te acuerdas del consejo que me diste de que no me enrollara con nadie del bufete?
- Sí.
- Pues fui un gilipollas y esa misma noche me follé a Marta.
- Pero mira que te lo dije, los hombres perdéis la cabeza cuando veis un chocho. ¿Y qué más?
Le conté todo lo sucedido con la grabación, el papel de Marta, el chantaje, el evento, sólo me callé el lío del viernes por la noche con Luisa. Su cara se fue descomponiendo poco a poco.
- ¿Es verdad todo esto que me has contado?
- La pura verdad sin la menor exageración.
- Pues la cosa es mucho peor de lo que me temía. ¿Sabes cuál es el caso y quien es la jueza?
- No, les dije que quería saber lo menos posible del tema o mejor nada.
- Ahora entiendo muchas de las cosas que han sucedido en el bufete durante estos años. Carlos estás en un buen lío y lo siento me caes bien, aunque te pierda la polla. –Me dio alegría que me dijera que le caía bien, aunque creyera que era un picha brava-.
- Venga, que fue una vez y Marta fue a saco a por mí.
- ¡Valiente hija de puta o mejor dicho directamente, valiente puta, la Marta esa! ¿Tienes alguna idea sobre lo que vas a hacer?
- Ni la más remota, Antonia. Me tienen bien pillado por los huevos.
- ¿Cuándo es lo de la jueza?
- No lo sé todavía, quedaron en confirmarme el día, la hora y los detalles del evento, como ellos los llaman.
- Bueno déjame pensar y piensa tú también, pero con la cabeza. Por cierto, ¿qué tienes entre las piernas que tanto gusta?
- Déjate de coñas, que la cosa es muy seria. –Le dije y salí de su despacho-.
Lo que me había contado Antonia aumentó mi preocupación y disminuyó mi rendimiento en el trabajo. Traté de pensar fríamente: una cosa es que yo me follara a la jueza y otra que ellos acordasen una contraprestación con ella. Eso era cierto, lo malo es que yo era conocedor de que se iba a producir un cohecho y una prevaricación y que de una u otra forma yo era partícipe, aunque fuera como consecuencia de un chantaje. ¡Estaba jodido sí o sí!
La tarde del día siguiente me llamó Antonia:
- Hola Carlos. Tendríamos que vernos pronto, pero fuera del bufete.
- De acuerdo. ¿Nos vemos para cenar algo?
- Sin problemas.
Llegué al sitio en el que habíamos quedado y Antonia ya estaba en la barra esperando. Pedimos mesa y nos sentamos.
- ¿Se te ha ocurrido algo? –Me preguntó-.
- Nada coherente, ¿y a ti?
- Varias cosas, pero ninguna suficientemente cerrada. Una posibilidad sería filtrar a la prensa la operación policial, la jueza no se atreverá a hacer nada y el evento se retrasará. Lo malo es que el inspector que me lo dijo sabrá que he sido yo y no tengo controladas las consecuencias y también, que eso supondrá su retraso, pero no su cancelación, con lo cual tú sigues pillado por los huevos para esta jueza o para otra cualquiera que se les ponga a tiro.
- Está bien pensado, pero efectivamente tiene flecos para nosotros dos y sobre todo para ti, que no estás metida en esta mierda.
- Otra posibilidad es buscar a un hacker que borre el contenido de todos sus ordenadores, haciendo desaparecer el video y tus contactos, quitando la base del chantaje. En este caso lo malo es que sospecharán que has sido tú y ellos son unos enemigos demasiado poderosos para que te puedas defender con éxito sin tener algo tangible contra ellos.
- Tienes razón, ellos pueden machacarme casi sin mover un dedo.
- Otra es que le demos la vuelta a su jugada.
- ¿Qué quieres decir?
- Me refiero a obtener material sucio sobre ellos, que les impida atacarte. Vamos, hacerles un chantaje más grande. El problema es cómo podemos obtener ese material.
Le tenía que contar el lío con Luisa, para que ella tuviera conocimiento de todo.
- Bueno, el otro día cuando hablamos me reservé algunas cosas más que sucedieron en casa de los Luises. Ella es una sadomasoquista muy fogosa y él es un vicioso que le calienta ver cómo follan y pegan a su mujer.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque después de la cena Luisa me hizo follar con ella, mientras el marido miraba.
- ¡Vaya, pues te callaste lo más interesante! ¿No te dije que te perdías por la polla?
- Que no Antonia, que no es eso, que me obligaron con la amenaza del chantaje.
- ¿Don Andrés participó en algo?
- No que yo sepa.
- Pillar a los Luises está bien, pero sería mejor pillar a don Andrés, claro que igual él no tiene nada que ver con las actividades sexuales de ellos. –Dijo Antonia y se quedó un rato pensando con la vista perdida-. ¿Tú crees que sería posible grabar a Luisa en faena?
- Son muy cautos, cuando fui a su casa me ordenó expresamente que no llevara el móvil.
- La grabación te la hicieron en casa de Marta, ¿no?
- Sí, eso es seguro.
- ¿Y tú no te diste cuenta de nada?
- Yo estaba a lo que estaba, pero por el plano del video yo creo que la cámara estaba oculta en el cabecero de la cama.
- Algún día me tienes que enseñar el video.
- Yo lo que espero es que estos cabrones no te lo manden a ti y a mis más de cien contactos.
- ¿Cómo quedó Luisa de contenta contigo?
- ¡Joder Antonia! ¿A qué viene eso?
- Aparte de por la curiosidad femenina, porque si la dejaste bien contenta querrá volver a estar contigo y sería una presa relativamente fácil.
- Te puedo asegurar que quedó muy contenta, hice que se corriera tres veces en menos de una hora.
- ¡Tres veces en menos de una hora, pues sí que tuvo que quedar contenta! ¡Ya me gustaría a mí correrme tres veces en una hora! Pues para haberlo hecho por obligación te esmeraste bastante.
- Yo que sé, fue una cosa muy rara.
- Sigamos, que si no nos dispersamos. El plan es el siguiente, vas a decirle a Luisa que quieres tener otro encuentro con ella antes del evento, pero sin su marido. Ella no querrá ir a tu casa y tienes que hacer que piense que el mejor sitio es la casa de Marta. Le pedirá la casa a Marta, confiando en ella y ese será su error, porque Marta no desaprovechará la ocasión de cazar a Luisa para sacarle partido cuando se tercie. Luego le quietaremos la grabación a Marta, se la mostrarás a Luisa y ya ella se encargará de neutralizar al resto.
- Antonia que mente más retorcida tienes.
- Es lo que tiene haber trabajado en el Bufete Valera unos cuantos años.
- Es complicado, pero creo que viable. Lo que veo más improbable es que quiera que sea en la casa de Marta.
- No creo que sea tan improbable, tampoco tiene muchas más opciones para su puterío.
Menos mal que Antonia se había puesto de mi parte y quería ayudarme a salir del marrón en que estaba.
- Muchas gracias Antonia, no sé como podré agradecerte lo que estás haciendo por mí
- Haciéndome un trabajito mejor que el que le hiciste a Luisa. –Dijo riéndose-.
- ¿Tú no me aconsejaste que no tuviera líos con la gente del bufete?
- Sí, pero a ver si voy a ser yo la única que no te vaya a catar.
- Se te ve mucho mejor y más alegre que antes de las vacaciones.
- La tarde que nos encontramos acababa de romper otra vez una relación tóxica, que me estaba haciendo mucho daño. Como todas las relaciones tóxicas quieren volver eternamente, pero esa vez fue la definitiva y aunque esté sola me encuentro libre y feliz. Bueno del tema tuyo, al lío que tenemos poco tiempo.
Había sido una cena deliciosa con Antonia, aunque el motivo fuera tan escabroso.
A la mañana siguiente me planté en el despacho de Luisa.
- Pasa Carlos y cierra la puerta –me dijo mirándome de arriba abajo-. ¿Qué quieres?
- Verás Luisa no he podido quitarme de la cabeza lo que hicimos la otra noche.
- Te aseguro que yo tampoco, disfruté como nunca lo había hecho con un hombre y te aseguro que no estoy corta de experiencias.
- Me gustaría poder repetirlo lo antes posible, pero sin tu marido delante.
- A mí también me gustaría mucho y tienes razón con que sin marido delante. El tío picha floja le quita las ganas a cualquiera. ¿Tú dirás?
- Mañana por la tarde en un sitio discreto.
- Mejor por la mañana, así podré excusarme con gestiones del bufete en la calle. El sitio no puede ser un hotel, quedaría muy feo que un joven y una mujer madura pasen alojados sólo unas horas.
- A mí eso me da igual.
- A ti sí, pero a mí no.
- ¿En la casa de alguien de tu máxima confianza?
- Puede ser. Te lo confirmo dentro de un rato.
- Estoy deseándolo –le dije antes de salir del despacho-.
- Y yo más todavía.
Me quedé cerca del despacho de Luisa haciendo como que miraba unos documentos. Descolgó el teléfono, dijo algo y al momento colgó. A los dos minutos estaba entrando Marta en su despacho. ¡Bien! Fui a hablar con Antonia.
- Ha aceptado encantada que nos veamos mañana por la mañana y ha llamado a Marta a su despacho, creo que vamos a tener suerte.
- Cada vez me tiene más intrigada lo que tienes entre las piernas.
Volví a mi mesa y al momento vino una secretaria para que fuera al despacho de doña Luisa. Entre en el despacho y cerré la puerta.
- ¿Te acuerdas donde estaba la casa de Marta?
- Sí, creo que sí.
- Pues te espero allí mañana a las once, se puntual. Yo llegaré un poco antes para que no nos vean juntos. No te lleves el móvil.
- Perfecto, ¿pero no me iras a grabar otra vez?
- No te preocupes, que no estoy loca grabándome yo también.
Antonia y yo volvimos a quedar esa noche para repasar la segunda parte del plan.
- He estado investigando un poco sobre el tema de la cámara. Lo más normal es que envíe la grabación por vía inalámbrica a un ordenador o que almacene ella misma las imágenes o que la mande a un servidor remoto. Esperemos que sea lo primero para no tener que liarla más. Cuando termines la faena hazte el remolón para irte después que Luisa, buscas el ordenador y pillas el archivo. Procura salir guapo en el video y sobre todo que ella se vea bien y follando en todas las posturas que sepas y puedas.
- Procuraré rodar un buen video porno, por la cuenta que me trae.
- Tú sabes que mañana o pasado será tu último día de trabajo en el bufete.
- Lo sé, pero te aseguro que no me da ninguna pena, excepto la de dejar de trabajar contigo.
- Yo creo que voy a tardar muy poco en irme, son demasiado peligrosos y voy a terminar salpicada. Trata de descansar esta noche para que mañana estés vigoroso.
- Antonia tú te estás tomando esto con mucha guasa, pero muchas gracias por todo.
Como todas las mañanas fui al bufete temprano y a eso de las diez y media le dije a Antonia que me iba.
- Antonia me marcho ya.
- Suerte, que vaya todo bien, ya me cuentas esta tarde.
No me agradó volver a casa de Marta, donde había sido el origen de todos mis problemas. A las once llamé al portero electrónico. Luisa me abrió sin decir nada. En el ascensor iba bastante nervioso, había varias cosas que podían salir mal y dar con el plan al traste o peor, que ejecutasen el chantaje. Llamé a la puerta del piso. Me abrieron sin asomarse a la puerta. Luisa la cerró cuando entré, echó la llave y la dejó puesta.
- Hola Carlos. –Llevaba un bodi negro y rojo que le dejaba las tetas al aire y con una abertura en la entrepierna para poder follarla por delante o por detrás sin quitárselo-.
- Hola Luisa. –Le dije acercándome a ella para besarla-.
- Espera un momento, vamos al dormitorio.
La seguí al dormitorio, su culo se veía precioso, sin duda era lo mejor de su anatomía. Cuando entré había otro hombre, reconocí a don Andrés. No sabía si aquello era bueno o malo.
- Don Andrés ha querido sumarse a nuestro encuentro. Le he hablado tan bien de ti que ha querido ver directamente como actúas.
Don Andrés llevaba un traje gris y permaneció sentado en un sillón que había en el dormitorio. Me pareció que no venía a cuento darle la mano.
- Buenos días –le dije y él respondió con un movimiento de cabeza-.
Escudriñé el cabecero de la cama, encima propiamente del cabecero había un extraño cuadro de tipo contemporáneo, cuya superficie estaba parcialmente hecha con pintura y parcialmente con cristales y espejos. Ahí debía estar escondida la cámara.
- Carlos no ibas a besarme antes. –Me dijo Luisa acercándose a mí-.
- Claro –le dije antes de abrazarla y besarla en la boca-.
Ella llevó una de sus manos a mi entrepierna agarrando mi polla por encima del pantalón, que ya había empezado a reaccionar. Bajé mis manos a su culo y se lo apreté con fuerza. Besé su cuello y aproveché para decirle con voz casi inaudible en su oído:
- No esperaba compañía, quería tenerte para mí solo.
- No pasa nada, don Andrés es muy discreto y a ti no te tocará.
Bajé la cabeza y le lamí y mordí sus pezones que ya estaban muy duros. La polla se me había terminado de poner dura, Luisa lo percibió, se puso en cuclillas, abrió la cinturilla y la cremallera del pantalón, me la sacó y empezó a chupármela. Cogí su cabeza con mis manos y empecé a follarle la boca. Aunque a mí no me gusta ser rudo con las mujeres, sino todo lo contrario, sabía lo que Luisa esperaba de mí y lo que la excitaba.
- Abre bien la boca –le dije metiéndole cada vez más polla y atrayendo su cabeza hacia mí-.
Solté su cabeza para quitarme la camisa. Ella sola cada vez tragaba más, hasta que con su lengua tocó mis huevos. Se quedó así y empezó a lamerme los huevos a la misma vez, luego se la sacó para poder respirar, sin dejar de sobarse el chocho. Me había puesto muy caliente. La levanté, me quité el resto de la ropa, la puse boca arriba en los pies de la cama con las piernas fuera, para que la cámara no la perdiera, y me puse de rodillas entre sus piernas para comerle el chocho, sobándole a la misma vez sus tetas.
- ¡Qué bien me lo comes!
- No mejor que tú me la has mamado.
- ¿Te ha gustado?
- Mucho, me has puesto a reventar.
- ¡Me voy a correr, no dejes de comérmelo! ¡Oh Dios, cómo me gusta, sigue, aaaggg, sigue, siiigue,…!
Cuando se estaba corriendo le metí dos dedos en el chocho a la misma vez que le chupaba el clítoris y los moví muy rápidamente en todas direcciones. Ella enlazó un orgasmo con otro, hasta que me gritó que parase, que no podía más. La dejé que descansara y recuperara la respiración. Don Andrés se había sacado la polla del pantalón, la tenía en erección y se la sobaba lentamente.
- ¡Oh Carlos, que bueno! –Me dijo Luisa cuando pudo volver a hablar-.
- Chúpame el culo –le ordené, tumbándome en la cama y subiendo las piernas-.
Luisa se puso de rodilla encima de la cama entre mis piernas, me cogió la polla, primero se metió mis dos huevos en la boca y luego fue chupándome alternativamente el ojete y los huevos, presionándome con los dedos en la zona de la próstata. Realmente lo hacía de maravilla produciéndome un gran placer. Vi que don Andrés se había levantado del sillón, se había colocado detrás de Luisa y le estaba chupando el culo y el chocho y metiéndole dos dedos en el coño. Luisa gemía de placer con el trabajo que le estaba haciendo don Andrés y creo que por el que ella me estaba haciendo a mí.
- Fóllatela –me ordenó don Andrés-.
Luisa se volvió hacia don Andrés y puso el culo hacia mí. Tenía el ojete distendido y el chocho como una charca. Se la metí primero en el coño y ella empezó a comérsela a don Andrés como había hecho antes conmigo. Después de bombearle un rato el coño, se la metí por el culo.
- ¡Cómo me gusta! –Gritó-.
Don Andrés le tenía la cabeza cogida y se la movía adelante y atrás. Noté que Luisa no iba a tardar en volver a correrse.
- ¡Me voy a correr, correros conmigo, quiero tener vuestro semen en mi boca y en mi culo, vamos, seguid, seguid, ahoooora, ahoooora!
Me corrí en el interior de su culo y don Andrés le llenó la boca. Ella se tumbó en la cama. Don Andres se metió la polla ya morcillona en los pantalones, se cerró la bragueta y se fue. Luisa se incorporó y se levantó para ir al baño, yo, como me había dicho Antonia, me quedé remoloneando en la cama esperando que Luisa se marchara para buscar el ordenador. Luisa salió del baño y se vistió.
- Voy a irme yo primero. Me llevo las llaves, tú cierra de un portazo. Cómo siempre ha sido un placer follar contigo, creo que podría acostumbrarme. –Dijo y salió del dormitorio-.
En cuanto escuché cerrarse la puerta me vestí y empecé a buscar un ordenador. En el dormitorio no estaba, así que tendría que estar en el salón. Después de rebuscar un poco lo encontré, era un portátil que estaba medio abierto metido en una estantería. Lo abrí del todo pensando que la pantalla se había apagado pero que el ordenador estaría encendido, pero no, el ordenador estaba apagado.
- ¡Mierda, todo para nada! –Exclamé-.
Traté de encenderlo, pero tenía contraseña. Pensé que seguramente Marta si lo había dejado encendido, pero que Luisa o don Andrés lo habían apagado por precaución. Abatido me marché del piso de Marta. Volví al bufete para hablar con Antonia. Luisa ya estaba en su despacho como si no hubiera pasado nada. Entre en el despacho de Antonia y cuando fui a hablarle se puso un dedo en la boca indicándome que me callara. En voz muy baja me dijo:
- No digas nada, comemos juntos luego.
Pasé el resto de la mañana muy agobiado, nuestro plan se había ido al carajo y yo seguía a merced de ellos. Sobre la una y media llegó un mensajero con un sobre para Antonia, cosa que no era muy habitual. A las dos y media Antonia salió del despacho con su bolso y su portátil. Se acercó a mí y me dijo:
- Espera diez minutos más. Nos vemos donde siempre.
Esperé los diez minutos que ella me había dicho y me fui del despacho andando al restaurante en el que nos habíamos visto las otras veces. Antonia se había sentado en una mesa situada en un rincón de la sala. Me señaló una silla a su lado para que me sentara.
- ¿Qué tal ha ido? –Me preguntó-.
- Mejor de lo esperado, don Andrés también estaba y participativo, pero creo que por seguridad apagaron el ordenador y no he podido recuperar la grabación. O sea en definitiva mal.
- No te deprimas que salís todos muy pornográficos y muy guarros.
- ¿Y tú como lo sabes, es qué tienes la grabación?
- Sí. No me fiaba de ellos un pelo, así que le pedí a un conocido que pirateara la red de Marta y captase la señal de la cámara. –Me relajé de pronto mientras ella sacaba un lápiz de memoria de un sobre. ¡Joder que peligro tenía Antonia!-
Recordé que me había cruzado con alguien, que me pareció el típico técnico de una empresa de telecomunicaciones sentado en un descansillo de la escalera con un portátil sobre las piernas. Se me escapó una lágrima de la emoción, le cogí a Antonia la mano en la que tenía el lápiz y se la besé.
- Ya sé lo que tienes en la entrepierna que tanto gusta y tampoco es para tirar cohetes. –Me dijo con mucha guasa-.
- Puedes decirme lo que quieras, jamás podré agradecerte bastante lo que has hecho por mí. Tienes que decirme lo que te haya cobrado tu amigo.
- Luego hablamos de eso, el plan no ha terminado todavía. He pensado algunos cambios.
- Los que tú quieras, cuéntame.
- No vamos a mostrar nuestras cartas todavía, vamos a esperar a que Luisa te diga el día, la hora y los detalles, para que la policía pueda seguir cercándolos sin intervención nuestra. Cuando Luisa te cite me lo dices y será nuestro regalo de despedida.
- Gracias de nuevo Antonia.
- Además de neutralizarlos, nos va a servir para negociar cómodamente nuestra indemnización y van a pagar hasta los honorarios de mi amigo el teleco.
- Recuérdame que nunca me enfrente a ti si alguna vez se me ocurre.
Terminamos de comer y nos tomamos una copa para celebrarlo en un pub.
- ¿Qué vas a hacer esta tarde? –Le pregunté cuando estábamos terminando la copa-.
- Por lo pronto tomarme otra copa y luego vamos a ver juntos la grabación.
- No me hagas pasar esa vergüenza -le rogué-.
- Claro que sí te la voy a hacer pasar. ¿En tu casa o en la mía? Mejor en la mía que tengo un televisor muy grande y muy moderno.
Nos tomamos otras dos copas y nos fuimos a su casa. Era un bonito apartamento de dos dormitorios en una casa antigua rehabilitada. En efecto, tenía una televisión moderna de esas de por lo menos sesenta pulgadas en el salón.
- ¿Quieres unas palomitas y un refresco? –Me preguntó bromeando-.
- Prefiero otra copa, a ver si me emborracho y me quedo dormido.
- Te acompaño.
Sirvió las copas, colocó el lápiz de memoria y nos sentamos en el sofá. La grabación duraba algo más de la hora aproximada que le habíamos estado dándole al tema. Antonia la puso en marcha. Tenía bastante calidad de audio y video. Empezaba cuando Luisa y don Andrés entraban en el apartamento de Marta, unos quince minutos antes de que lo hiciera yo. Al principio se les escuchaba, pero no se les veía.
- Luisa comprueba que el ordenador de Marta esté apagado. –Decía don Andrés-.
- Está encendido, aunque con la pantalla apagada.
- Apágalo, Marta no es de fiar.
- Listo. ¿Has estado aquí alguna vez? –Le preguntó Luisa-.
- Una vez antes de que la contratáramos y varias veces más para formarla antes de que le instaláramos la cámara.
- ¿Y qué tal?
- Como tú a esa edad, muy puta, muchas prisas para que te corras cuanto antes y te quites de encima y muy poca imaginación para el sexo. Tuve que enseñarle bastante.
- ¿Lo mismo que a mí?
- Tú aprendiste bastante más rápido.
- ¿Quién te la recomendó?
- Un amigo juez que ya se la había beneficiado y quería quitársela de encima.
Entraron los dos al dormitorio. Don Andrés se sentó en el sillón y Luisa empezó a desnudarse.
- ¿Cómo va lo de la jueza Rivera? –Preguntó Luisa-.
- A punto de caramelo, no creo que tarde más de uno o dos días en decirme que le preparemos su follada.
Bueno, pues ya sabíamos el nombre de la jueza.
- Valiente dos prendas. Esto para nuestros intereses es mejor que el folleteo de después. –Dijo Antonia-.
Luisa terminó de desnudarse y se quedó con el bodi con el que me había recibido. Don Andrés se levantó del sillón y se pego a la espalda de Luisa agarrándole las tetas.
- ¡Qué buena estás Luisa y qué puta eres! –Le dijo sobándola mientras ella echaba los brazos hacia atrás y le metía las manos en la entrepierna-.
- ¿Quieres que te haga un precalentamiento?
En ese momento sonó el timbre del portero electrónico y Luisa fue a abrir.
- Antonia, el resto me lo sé.
- Ya, pero ahora viene cuando me divierto yo.
Vimos el video entero y Antonia no paró de decirme cosas y reírse de mí.
- Oye, pues es verdad que follas bastante bien, aunque así tan formalito no lo parece. Cuando te despidas puedes encontrar trabajo en la industria del porno.
- ¿Hay que tener pinta de malote para follar bien?
- Bueno, eso creía yo, pero me he equivocado varias veces, siempre para mal.
Antonia estaba preciosa y su escote y sus piernas me tenían encandilado.
- Estás muy guapa –le dije-.
- Eh don Juan, para el carro, que todavía no te has limpiado la minga después de habérsela metido por el culo a nuestra amiga.
- Me gustas mucho.
- Mira Carlos, cuando todo esto termine y te lo hayas lavado varias veces con un estropajo de aluminio, igual te hago algún caso. Ahora vete que tenemos que estar descansados y yo voy a volver a ver la grabación, pero esta vez solita.
Me acompañó a la puerta, me dio un beso en la mejilla y me dijo:
- Pero que tontos sois los hombres.
Ya en casa me llamó Mari Carmen.
- Hola guapa, ¿cómo estás?
- Pareces más animado que estos días atrás.
- Y lo estoy. Voy a dejar el Bufete Valera.
- ¿Y eso?
- Los jefes no me gustan nada.
- Pues qué casualidad, mi bufete quiere abrir sucursal en tu ciudad y están empezando a buscar gente.
- Te recomiendo mucho a mi jefa directa, es una abogada excepcional y tiene bastante experiencia.
- ¿Antonia también va a dejar el bufete?
- Sí, les tiene todavía más asco que yo.
- Vale, bueno es saberlo. ¿Nos vemos este fin de semana?
- Por mí sí, ven tú y así puedes conocer mejor a Antonia.
- Lo estoy deseando.
El jueves me llamó Luisa a su despacho.
- Hola Carlos. El otro día impresionaste a don Andrés.
- Qué bien, supongo que habrá sido por mis conocimientos en derecho administrativo.
Luisa se rio, aunque con poca gana.
- Imagino que será por eso. Carlos el evento será el viernes a las nueve de la noche en mi casa. Te espero a las ocho y media en punto para darte las últimas instrucciones y que nos de tiempo a Luis y a mí a marcharnos antes de que llegue la jueza. ¿Entendido?
- Perfectamente.
- Si las cosas salen bien igual la semana que viene cobras un sobresueldo y nos vemos un rato tú y yo a solas. Ahora vete que estoy muy liada.
Fui al despacho de Antonia:
- Mañana a las nueve de la noche.
- Perfecto. –Descolgó el teléfono y marcó un número interior-. Hola Mónica, ¿podrías decirle a doña Luisa que necesito verla mañana? Gracias –y colgó.
- Recoge discretamente tus cosas y no vengas mañana.
- Tengo algo que contarte, ¿nos vemos esta noche?
- De acuerdo, a las nueve y media donde siempre.
Pasé la tarde muy nervioso y llegué antes de la hora a la cita con Antonia.
- ¿Qué tenías que contarme? –Me dijo cuando nos sentamos-.
- ¿Te acuerdas de mi amiga Mari Carmen?
- Sí claro, una chica muy atractiva.
- Ella y yo mantenemos una muy buena relación.
- Vamos que folláis.
- Qué lista eres, sí. Me llamó ayer noche, le conté que íbamos a dejar el bufete y me dijo que el suyo quiere abrir sucursal aquí. Te recomendé para que lo llevaras tú desde el principio.
- Es un muy buen bufete y por lo que se dice por ahí muy serio, no como el nuestro.
- Ella va a venir este fin de semana y podemos quedar para te conozca con mayor profundidad.
- Es una buena posibilidad. Sus jefes me conocen, hemos llevado varias cosas conjuntamente y también nos hemos enfrentado en otros asuntos. Si ella les dice que estoy disponible se interesarán seguro.
- Estupendo, a ver si además de liberados salimos colocados.
- Pero bueno, cuéntame lo tuyo con Mari Carmen.
- Ya te dije que había salido con ella hace años. Desde que nos encontramos en la reunión nos hemos visto algunas veces y pasamos unos días de vacaciones juntos. Nada serio, ella no quiere ningún compromiso.
- ¡Coño, pues la situación perfecta! Ella en una ciudad, tú en otra y encontrarse para divertirse y sin obligaciones, que envidia.
- ¿Cómo tienes planteado lo de mañana?
- Le diré que le tengo que enseñar una cosa en el ordenador y le voy a poner dos partes del video, una en la que se descubre el pastel de la jueza y otra cuando a ti no se te ve la cara, pero se ve que le estás dando por el culo y ella se la está comiendo a don Andrés. A ella se le va quedar el cuerpo cortado. Luego le diré que sé también el chantaje que te están haciendo, que deben destruir lo que tienen tuyo y que nos vamos a ir del bufete. Dejaré la indemnización para el final, treinta mil euros para mí y seis mil para ti. ¿Conforme?
- Totalmente. Eres mi salvadora.
- Carlos no empieces con los agradecimientos, que te pones muy pesado. Espérame mañana aquí sobre las dos de la tarde, si me voy a retrasar, te llamo.
- ¿Te puedo preguntar porque haces esto por mí?
- Primero porque es por ti y por mí. Segundo porque me jode la gente corrupta, sinvergüenza y aprovechada. Y tercero, porque les vamos a sacar la pasta de la indemnización antes de que la policía cierre el bufete.
- ¿Te puedo decir que estás muy guapa?
- Tampoco. Tienes mucha suerte con Mari Carmen, aprovéchala.
Confiaba ciegamente en Antonia y en su inteligencia y habilidad. La había visto en algunas situaciones desagradables con asuntos del bufete y se manejaba de maravilla, tranquila, pero contundente. Sin embargo, esa noche no pude pegar ojo y pasé una de las mañanas más malas de mi vida, si no la peor. A la una y media estaba en la barra del restaurante tomándome el segundo vino. Tenía el móvil en la mano y no paraba de mirar el reloj. Me sonó el móvil, un número desconocido. Me temí lo peor.
- ¿Sí? –Dije al aceptar la llamada-.
- ¿Don Carlos …? –Preguntó una voz masculina muy neutra-.
- Sí.
- Le llamo en nombre de … -joder, joder, joder, que la hemos cagado, pensé – la compañía Telefácil, ¿está contento con su compañía de telecomunicaciones?
- ¡Vaya usted a tomar por culo, coño! –Le grité y colgué, ¡Por Dios que susto me había dado!-.
Para hablar por teléfono me había puesto mirando hacia la barra, noté que me tocaban en la espalda y me volví creyendo que era Antonia. Era un tipejo con una guitarrita pidiendo una contribución a lo que él llamaba su arte. Estuve a punto de cogerlo por el cuello y romperle la mierda de la guitarrita en la cabeza, pero al final me contuve y le dije simplemente que no le iba a dar nada. Pedí la tercera copa de vino en poco menos de media hora. Entonces creí ver a Antonia a contraluz entrando en el restaurante. Se vino directamente hacia mí, pero no era Antonia, sino una vendiendo cupones de los ciegos. Lo de este país no tiene nombre, pensé. Me bebí la copa de vino de un trago. A las dos en punto estaba para que me diera un ataque de angustia. Decidí que si Antonia no llegaba en diez minutos iría a buscarla al bufete. Otro cliente le pidió al camarero que pusiera las noticias en la televisión. ¿Qué querrá ver este? Pensé, saber si invisten o no a Sánchez, que era el culebrón diario de moda desde hacía varios meses.
- Tenemos las imágenes del registro que se está produciendo desde hace unos minutos en el conocido Bufete Valera de nuestra ciudad. –Escuché decir al locutor del informativo regional. El corazón se me vino a la boca y me volví a mirar las imágenes. Eran iguales que las de todos los registros a los que nos tienen acostumbrados desde hacía varios años-. El registro se produce por orden judicial por los presuntos delitos de cohecho y prevaricación. Según fuentes de la policía judicial, simultáneamente al registro se está produciendo la detención de varios jueces.
Estaba embobado mirando la televisión y noté que me tocaban de nuevo la espalda. Me volví con la intención de matar allí mismo al de la guitarrita, pero esta vez sí era Antonia. Me abracé a ella y casi rompo a llorar atenazado por los nervios. Verla allí era la alegría más grande de mi vida.
- ¿Me vas a invitar a comer? –Me dijo sonriendo-.
- ¿Has visto las noticias?
- Las he oído por la radio, que les den mucho por el culo.
- ¿Qué ha pasado?
- Te lo cuento comiendo, que tengo mucha hambre.
Nos sentamos de espaldas a la televisión.
- No me tengas en ascuas, por favor. –Le supliqué-.
- Espera que me traigan mi cerveza que tengo la boca como el esparto. –Estuve a punto de levantarme e ir yo por ella a la barra-.
La miraba y la admiraba cada vez más. La fortaleza y la tranquilidad que desprendía me tenían subyugado. Por fin el camarero le trajo la cerveza, de la que se bebió más de la mitad de un trago.
- Toma tu indemnización, para que puedas invitarme a comer, que ya eres un puto parado. –Me dijo dándome un sobre de un banco-.
- Gracias. ¿Y con lo demás que ha pasado?
- Sin problemas. Después de que viera las partes del video que quería enseñarle se quedó sin capacidad de reacción. Su cabeza estaba en otra parte. Le ordené que copiara tus archivos en otro lápiz de memoria y que después los destruyera en todos los ordenadores donde pudieran estar. Por último acordamos las indemnizaciones y me extendió los dos cheques, yo he firmado el despido y el finiquito en tu nombre. Después he ido al banco a cobrarlos justo antes de que les bloqueasen las cuentas.
- Antonia eres increíble. ¿Qué habría hecho yo…
- Carlos si vas a empezar con la salmodia de los agradecimientos me voy a otra mesa y te quedas aquí solo.
- No, no empiezo, de verdad que no, no te enfades.
- Cuando acababa de cobrar los cheques me ha llamado mi amigo el inspector. Al parecer, cuando salí del bufete Luisa perdió los nervios y habló por teléfono más de lo que debía con don Andrés. Con lo que le pillaron por las escuchas, el juez que lleva la investigación ordenó el registro y las detenciones de forma inmediata, antes de darles tiempo a destruir documentación.
- Nos hemos librado por los pelos.
- Cuando se ha producido el registro nosotros ya habíamos sido despedidos. –Dijo y me dio una carta de despido y el finiquito-. He quedado con mi amigo el inspector en que, si en el análisis forense de los ordenadores de los implicados aparece algo de lo tuyo, lo destruirán de manera definitiva.
- Gracias de nuevo Antonia. –Ella hizo el gesto de levantarse-.
- ¿Qué te he dicho que haría si empezabas otra vez?
- Me callo, de verdad que me callo.
Sonó mi móvil era Mari Carmen.
- ¡Qué susto Carlos! ¿Te has enterado de lo de tu bufete?
- Sí, pero cuando ha pasado Antonia y yo ya nos habíamos despedido.
- Menos mal, al final los comentarios iban a ser ciertos.
- Sí y todavía peor de lo que se comentaba.
- Oye estoy ya en el tren, ¿dónde nos vemos?
- Vente al restaurante cuando llegues, estoy comiendo con Antonia.
- Mejor me voy para tu casa. Yo ya he comido y vosotros tendréis cosas que hablar.
- De acuerdo, pues espéranos allí.
- ¿Esperar a quienes?
- A Antonia y a mí.
- Vale, nos vemos en un rato.
Cuando colgué le dije a Antonia:
- Era Mari Carmen, que ya está en el tren, nos esperará en casa.
- Me gusta Mari Carmen.
- Es una chica estupenda y buena abogada.
- No me refiero sólo a su carácter o a su profesionalidad.
- ¿Te gustan las mujeres?
- ¿Por qué no? Si son atractivas me gustan igual que los hombres.
Me sorprendió un poco esa confidencia de Antonia.
- ¿Has visto lo que te ha podido pasar por no hacerle caso a mis consejos y follar con quién no debías?
- Tienes razón Antonia, he sido un imbécil que se ha dejado llevar por echar un polvo fácil.
- Pues que no vuelva a suceder –me dijo muy seria-.
Terminamos de comer y nos fuimos para mi casa, quería que Mari Carmen hablase con Antonia y la recomendase en su bufete. Si las cosas salían bien podría seguir trabajando con ella. Abrí la puerta de casa y desde la entrada dije:
- Mari Carmen ya estamos aquí.
- Estoy en el salón –contestó ella-.
Entramos y Mari Carmen estaba completamente desnuda tumbada de lado en el sofá. Sus tetas se desbordaban de su cuerpo.
- Perdona Mari Carmen, pensé que te había dicho que vendría con Antonia. –Le dije-.
- Y así es –contestó ella levantándose del sofá y acercándose a nosotros-.
- Un placer volver a verte –le dijo a Antonia, dándole un pico en la boca-.
Mari Carmen me dio también un beso en la boca. ¿Qué coño estaba pasando? Que Antonia viese a Mari Carmen desnuda o que Mari Carmen quisiera exhibirse ante Antonia me daba exactamente igual, simplemente no entendía lo que pasaba.
- ¿Os pongo una copa? –Preguntó Mari Carmen-.
- Sí, por favor, ha sido un día muy largo, pero afortunadamente parece que todavía no ha terminado. –Le contestó Antonia-. Para mí una ginebra con tónica.
- ¿Para ti lo de siempre? –Me preguntó Mari Carmen-.
- Sí, por favor –le contesté-.
Mari Carmen salió hacia a la cocina, estaba preciosa también de espaldas.
- Tienes mucha suerte Carlos. Como pensaba es una chica muy atractiva y con las tetas más hermosas que he visto nunca.
- ¿Antonia qué pasa aquí?
- Las dos sabíamos que nos gustábamos mutuamente y que no nos importaría pasar un buen rato juntas.
- ¿Habíais hablado entre vosotras?
- No hace falta, entre mujeres eso se nota.
- Desde luego, yo es que no entero de nada –dije sentándome en el sofá-.
- Eres hombre y demasiado joven todavía, ya madurarás.
Volvió Mari Carmen con las copas, nos las pasó y le dijo a Antonia:
- ¿No te quieres poner más cómoda?
- Gracias, claro que sí –y se dio la vuelta para que Mari Carmen le bajara la cremallera del ajustado vestido que llevaba-.
Cuando Mari Carmen le bajó la cremallera del vestido, Antonia lo dejó caer al suelo, luego lo recogió y lo dejó sobre una silla. Antonia estaba preciosa con un sujetador y tanga negros.
- Me gusta mucho tu ropa interior, yo no me puedo comprar toda la que me gusta, por razones evidentes. –Le dijo Mari Carmen a Antonia mirándose sus tetas-. ¿Carlos, a qué Antonia es muy guapa?
Desde luego que lo era. Sus tetas eran más grandes de lo que parecían, tenía una ligera barriguita encantadora, su culo tenía el tamaño y la forma perfectos y sus piernas eran largas y bonitas.
- Es preciosa, pero sobre todo es una persona maravillosa.
- Carlos me voy a poner celosa –me dijo en broma Mari Carmen-.
Yo estaba empalmado como un fraile carmelita viéndolas a las dos. Mari Carmen le soltó el sujetador a Antonia, esta se lo caer en los brazos y luego lo dejó sobre la silla, estaba morena y no tenía marca del biquini. Antonia se puso de frente a Mari Carmen y abrazando sus caderas la besó en la boca. Empecé a pensar que igual sobraba allí, aunque yo no quería irme de ninguna manera.
- ¿Queréis que os deje a solas? –Les pregunté-.
Ellas se miraron y Mari Carmen contestó:
- No, tú mira lo que quieras. Luego te tocará a ti.
Mari Carmen puso sus manos sobre el culo de Antonia y la atrajo hacia ella todavía más para seguir besándose. Sus tetas se apretaban fuertemente. Antonia se separó un poco para mirar y coger las tetas de Mari Carmen.
- Tienes unas tetas preciosas –le dijo Antonia-.
- ¿No te parecen muy grandes?
- Son grandes y son preciosas.
- De jovencita tenía complejo con ellas. Al pobre Carlos lo tuve dos años sin dejar que me las viera o me las tocara.
- ¡Qué cruel! –Dijo Antonia-.
- No te puedes hacer una idea –dije yo-.
- Pero ahora se está hartando de verlas y de tocarlas.
Siguieron besándose y yo decidí desnudarme. Tenía la polla a reventar. Me senté en un sillón y les dejé el sofá para ellas. Mari Carmen cogió de la mano a Antonia y la puso boca arriba en el sofá. De rodillas entre sus piernas le quitó el tanga, llevaba el chocho completamente depilado, luego bajó su cabeza y empezó a comérselo. Yo nunca había estado con dos mujeres ni las había visto jugando entre ellas. Ese día no se me iba a olvidar por muchas cosas.
- Tienes un chocho muy gustoso para comérselo. –Dijo Mari Carmen levantando la cabeza y mirando a Antonia a los ojos-.
- Gracias, hacía tiempo que no me lo hacían tan bien. Date la vuelta y déjame que disfrute y te haga disfrutar.
Mari Carmen se dio la vuelta y puso su chocho sobre la boca de Antonia. Yo tenía tal calentón, que me iba a correr en muy poco tiempo. La habitación empezó a llenarse del olor íntimo de las mujeres, lo que no ayudaba nada para que se me bajase el calentón.
- Antonia, sabes que la primera vez que Carlos y yo lo hicimos me corrí sólo con que me diera dos besos en el chocho, así que no voy a tardar nada en correrme con lo que me estás haciendo.
- Yo tampoco voy a tardar nada –le contestó Antonia-.
Menos iba a tardar yo. Si me tocaba la polla me correría instantáneamente.
- Sigue comiéndomelo que me voy a correr ya –dijo Mari Carmen-.
- Yo también, córrete. ¡Sí, sí, sí, ahora, aaaggg! –Gritó Antonia-.
- ¡Me corro Antonia, me corro, me corro!
Mientras ellas se corrían yo me corrí también sobre mi barriga sin ni siquiera tocarme. Cuando se tranquilizaron se sentaron en el sofá y vieron como tenía la barriga.
- ¿Qué ha pasado Carlos? –Me preguntó Mari Carmen-.
- Que ha sido demasiado para poder aguantarlo. Pero no te preocupes que tengo para más.
Antonia se levantó del sofá y se sentó sobre mis piernas para besarme en la boca.
- Te tenía muchas ganas desde hace tiempo –me dijo-.
- Y yo a ti, pero tú siempre me dices que no me lie con las compañeras del trabajo.
- Sí, pero ahora no somos compañeros de trabajo, estamos en el paro.
El fin de semana fue de traca. Mari Carmen consiguió que nos contrataran a los dos en su bufete. En otra ocasión os relataré algunas de las cosas interesantes que nos sucedieron, que ya el relato me ha salido muy largo.