El bufete de abogados (8)

Gabriel

Cap. VIII

La familia de Gabriel se ganaba bien la vida, compraban pisos, casas o locales que luego restauraban y los volvían a vender revalorizados, su padre empezó trabajando de joven de albañil en las obras y sabía lo que sé hacía, ni a él ni a ninguno de sus hermanos les faltó nunca de nada. Era el que se parecía más a su padre, en el carácter afable y la facilidad para hablar, su padre lo aprovechó para negociar y él para ligarse a las chicas. De sus hermanos él era el más “travieso” y menos responsable, pero su padre se lo perdonaba todo por el hecho que se veía reflejado en él cuando era joven.

Bastante alto y guapetón le gustaba mantenerse delgadito pero sin pisar mucho el gimnasio o haciendo deporte que lo encontraba una pérdida de tiempo, decidió estudiar derecho y su vida transcurría entre fiestas y chicas, pronto se dio cuenta que tenía cierta facilidad para hacerlas reír y llevárselas a su terreno. Tardó algunos años más de la cuenta en acabar la carrera, él se encontraba muy a gusto con la vida de estudiante.

Tenía un amigo que era el propietario de un local de copas cerca de la universidad, muchas de las fiestas se organizaban allí. En la primera fiesta universitaria que asistió un jueves por la noche a media noche se estaba besando con una chica por los rincones, fue a la barra a pedirle un par de copas a su amigo, se las sirvió diciéndole que estaba invitado y le puso en la mano una llave, le dijo al oído que arriba había una habitación con una cama y le hizo un gesto mostrándole unas escaleras, a los cinco minutos estaban subiendo.

Era una habitación pequeña con un cristal que desde dentro se veía el local desde arriba y desde fuera no se veía nada, parecía un espejo, tenía un cuarto de baño con una ducha y era acogedora. Los dos se la miraron medio tambaleándose por el efecto de los cubatas y se pusieron a reír, dejaron las copas encima de una mesita y se besaron dejándose caer en la cama. El le desabrochó el pantalón a la chica estirando para quitárselo con las bragas y las zapatillas, metió la cabeza en medio de sus piernas y le comió el coño, llevaba un rato en ello y la chica casi no se inmutaba, le apartó la cabeza y le dijo que se desnudara, lo estiró, le puso un condón y se subió ella encima, lo cabalgó un rato y se corrieron. La chica se vistió, agarró su copa y antes de salir de la habitación le dijo que era muy simpático y agradable pero que no tenía ni puta idea de cómo darle placer a una mujer.

Le tocó tanto la moral que puso más interés en aprender a tocar a las chicas que a los libros, uno de los motivos porque se le alargó la carrera. Tan preocupado estaba que una tarde sentado en la barra tomándose una cerveza en el local de su amigo se lo preguntó.

AMIGO: ¿Pero vamos a ver, tú a quien quieres darle placer?

GABRIEL: A las chicas hombre, a las chicas, ¿a quién quieres que se lo quiera dar?

AMIGO: Yo que sé tío, ¿pero quieres dárselo a todas las chicas o a una en cuestión?

GABRIEL: Joder, ¿te estás quedando conmigo no?, a la chica con la que esté en ese momento tío.

AMIGO: Entonces por qué coño me lo preguntas a mí, pregúntaselo a ella que es la interesada, un poco tonto si eres chaval.

Gabriel se quedó en silencio tieso como un palo, como podía haber sido tan inútil y no haberlo pensado él. A partir de ese momento fue más humilde con sus relaciones y supo encauzar sus conversaciones amorosas para aprender de los detalles de cada una de las amantes que fueron pasando por sus brazos. Un par de meses más tarde estaba orgulloso de sus avances en la cama con las mujeres.

Acabó su carrera y gracias al abogado de su padre encontró trabajo en un pequeño bufete, hasta él mismo se sorprendió de lo bien que se le daba el trabajo de abogado, su jefe al poco tiempo le propuso de hablar con un gran bufete en el que podría hacer carrera a otro nivel. Allí en su primera entrevista fue donde coincidió con Víctor, a partir de ese momento fueron inseparables, ser los novatos hizo que se apoyaran él uno al otro y pasaran mucho tiempo juntos iniciando la amistad.

Al poco tiempo había lanzado su carrera, con ello sus ganancias aumentaron y se compró su primer apartamento, lo decoró como él quiso y lo convirtió en un bonito picadero para llevarse a las chicas, vivía como siempre había soñado. Víctor le presentó a Samanta y lo invitó a su boda, con el tiempo mantuvo alguna relación estable, estable durante tres o cuatro meses que fue la más larga, no estaba hecho para relaciones duraderas.

Una noche de un viernes tomando unas copas con unos amigos vio a una chica en la barra, la miró varias veces y los amigos le empezaron a hacer la típica broma de: “Con esa no vas a poder”, y como siempre a él no le costó mucho entrar al trapo. Se puso de pie a su lado en la barra y llamó la atención del camarero para pedirle una copa.

CAMARERO: ¿Qué ponemos?

GABRIEL: A mí un escocés, a la señorita lo que quiera.

La chica le miró a los ojos sonriendo.

CHICA: Lo mismo que estoy tomando.

Gabriel le pidió permiso para sentarse a su lado y se presentó.

CHICA: Muy bien, ¿y cuanto crees que vas a tardar en ganarles la apuesta a tus amigos?

GABRIEL: ¿Perdona?

CHICA: Vosotros os pensáis que las chicas somos idiotas.

Se levantó y le cogió la cara con dos dedos.

CHICA: Mira pijito, te agradezco la copa pero tengo cosas mejores que hacer que estar contigo.

GABRIEL: No puedes ni acabártela conmigo, aunque solo sea por educación.

CHICA: Te equivocas conmigo, yo no soy una presa, soy cazadora.

Se miraron a los ojos en silencio.

GABRIEL: Pues habrá que ver quien acaba cazando a quien.

Rieron y ella le tocó la cara.

CHICA: Hoy no, tal vez otro día.

Se giró y empezó a caminar para irse.

GABRIEL: Dime tú nombre por lo menos.

La chica se paró girándose, le miró a los ojos, sonrió y antes de irse.

CHICA: Me llamo Marga.

Se vieron varias veces en el mismo local, Gabriel loco porque Marga fuera una más de la lista de chicas conseguidas y Marga sabía perfectamente lo que buscaba él dándole largas. Marga estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana, ella escogía con quien y cuando follaba, que un chico le entrara por muy guapo que fuera no le gustaba nada, como ella decía era cazadora no presa, ella escogía y conseguía al que quería. Gabriel le gustaba pero no estaba dispuesta a que él sintiera que tenía el más mínimo poder sobre ella, ello conllevaba muchas horas hablando y poca "acción", en más de una ocasión habían acabado follando cada uno con otra persona.

Se veían cada día, sabían dónde encontrarse y se buscaban, en uno de estos encuentros Marga le dijo que se iba al baño, Gabriel que ya estaba hasta las pelotas y no sabía qué hacer para conseguirla las siguió, entró con ella al baño y la empujó dentro de uno de los lavabos, se arrodilló y le metió la cabeza por debajo de la falda, le apartó las bragas y se tiró a comerle el coño, Marga no dijo nada, se agarró a su cabeza y levantó un pie apoyándolo encima del váter para abrir las piernas y dejar que hiciera lo que quisiera, se lo trabajó bien y consiguió hacer que se corriera, se levantó y le metió la lengua en la boca besándola con pasión.

GABRIEL: Loco, me tienes como un puto loco por ti, ¿vamos a tú casa a follar o te vienes a la mía?

MARGA: A la mía, mis presas a mi guarida.

Fueron a su casa, cerraron la puerta y allí mismo se desnudaron uno al otro como animales descontrolados, Gabriel la agarró por el culo levantándola, la empotró contra la pared y follaron hasta que ella se volvió a correr, él estaba dispuesto a aguantar sin correrse hasta conseguir que Marga lo hiciera varias veces, entró con ella encima al salón y la puso a cuatro patas en el sofá, se la volvió a meter hasta el fondo y le fue dando golpes fuertes y secos en el culo con su pubis sacándole un grito detrás de otro hasta que se volvió a correr. La puso de pie besándola.

GABRIEL: ¿Me llevas a tú cama o te vuelvo a follar aquí mismo?

Marga sonriendo le cogió de la mano y se metieron en su cama, esta vez se puso ella encima cabalgándolo poco a poco, se fueron excitando corriéndose los dos. Se besaron al acabar y a los cuatro días estaban viviendo juntos, pusieron sus normas y los dos estuvieron de acuerdo en la manera de llevar su relación.

En una cena que le invitaron Samanta y Víctor les dijo que les presentaría a alguien, al principio no le dieron mucha importancia, ya en alguna ocasión había llevado alguna otra chica y no pasaban de un par de meses juntos, pero esta vez le vieron algo diferente y acertaron, un tiempo más tarde eran una pareja estable, se casaron y Marga con Samanta se hicieron buenas amigas, seguramente por lo diferentes que eran.