El bufete de abogados (4)

Victor y Samanta, Samanta y Victor

Cap. IV – 1ª parte -

Víctor estudiando en la universidad salía habitualmente con un grupo de amigos, a uno de ellos lo conocía desde el primer curso escolar que iniciaron a la vez, habían ido a tomar cervezas muchas veces para explicarse las novedades que pasaban por sus vidas, para buscar consejo o para encontrar un apoyo cuando las cosas no iban muy bien. En una fiesta a la que asistieron los dos su amigo acabó toda la noche hablando con una chica, según le confesó la noche acabó en un final feliz estupendo, tan estupendo que a los pocos días estaba saliendo con ella, al principio Víctor mantuvo una distancia para dejarles intimidad pero no tardó mucho su amigo en querer quedar con él para presentarle a su novia, una chica alegre y simpática con la que parecía hacer muy buena pareja, de vez en cuando quedaban para hablar los tres juntos entrando ella dentro del circulo de confianza de Víctor. Recordaba perfectamente uno de los encuentros entre los tres, después de beberse la primera cerveza la pareja de su amigo lo miró sonriendo y le dijo que le tenía que presentar a una amiga suya que era muy guapa, él se puso a reír, medio por el efecto de la cerveza, el alcohol nunca lo soportó bien, medio por la salida de casamentera de la novia de su mejor amigo. Rieron un buen rato cachondeándose de ella por aquel comentario.

Dos semanas más tarde su amigo lo llamaba para quedar con él para tomar algo después de acabar las clases en la facultad, llegaron primero ellos dos al bar donde habitualmente iban y se pidieron unas cervezas para esperar a la pareja del amigo, Víctor estaba diciendo que le venían días duros estudiando cuando se abrió la puerta y entró la novia del amigo acompañada de otra chica, los dos las miraron y el amigo le apretó con la mano una pierna, a Víctor no le extrañó el gesto porque la chica que la acompañaba era una verdadera preciosidad, se levantaron los dos para saludarlas, le presentaron a Samanta y la saludó con dos besos, se quedaron mirando a los ojos y algo notó en su estomago que no sentía normalmente. Conversaron y rieron los cuatro pasando un rato muy agradable, cuando se fueron del bar caminaron un rato juntos hablando, se intercambiaron los teléfonos y Víctor le comentó que durante la siguiente semana estaría muy ocupado estudiando por la proximidad de los exámenes, Samanta le deseo buena suerte y se despidieron con dos besos más y otra mirada a los ojos que ella acabó desviando con cierta vergüenza.

Samanta conocía a Teresa de la facultad de Biología, empezaron juntas sin conocer a nadie y empezaron a hablar nerviosas por el primer día de clases, a partir de aquel día eran inseparables, iban todo el día juntas y salían el fin de semana. Se perdió una fiesta a la que querían ir por estar enferma y al día siguiente la llamó su amiga diciéndole que se había ligado a un chico muy majo, estuvo con paciencia aguantando que Teresa no parara de hablarle de su chico a partir de ese momento, la escuchaba porque era su amiga y por lo enamorada que la veía, le hacía gracia ver a su amiga tan colada por alguien cuando antes se hacía la chica dura con los tíos. Un tiempo más tarde cuando Teresa le dijo que le iba a presentar a su novio y a su mejor amigo se le rio en la cara preguntándole si estaba celosa de que ella fuera libre, su amiga se despidió diciéndole un intrigante: “Tú conócelo y ya me dirás”. Aprovechó que iba a conocer a alguien nuevo para vestirse un poco mejor de lo que normalmente lo hacía, se excusaba pensando que si era amigo de Teresa no podía dar una mala imagen, en realidad no le hacía falta porque siempre cuidaba mucho la ropa que se ponía y siempre estaba en perfecto estado de revista, pero ese día le apeteció ponerse un poco más “guapa”. Se vieron antes con su amiga para ir caminando juntas hasta el bar en el que había quedado Teresa, cuando entró dos chicos que estaban sentados en una mesa para cuatro se levantaron para saludarlas, sus ojos se fueron a uno de ellos, más alto que ella vestido con tejanos un poco rotos y una camiseta que se le veía debajo de un amplio jersey por encima, no pudo evitar pensar que el volumen muscular que se podía adivinar debajo de la ropa estaba por encima de la media, le pareció un chico guapo de cara y le hizo gracia que el pelo lo llevara medio despeinado, entonces pensó que ese debía ser el novio de Teresa y no se extrañó que estuviera con el cómo estaba, el tío era atractivo, mientras su amiga saludaba a su novio con un piquito en los labios a ella se le dibujó inconscientemente un sonrisa, nunca le habían gustado los chicos demasiado musculados, les encontraba que tenían mucho ego y demasiadas ganas de que todos vieran que cuerpo tenía vistiendo camisetas apretadas aunque hiciera un frio que pelaba, pero aquel, aquel tenía algo especial, el jersey ancho tapándole el tronco parecía que no quería alardear de cuerpo musculoso y eso le gustó, cuando Teresa le presentó a su novio le dio dos besos acompañado de un: “¿Cómo estás?, se giró dándole dos besos más al amigo y se encontró con sus ojos, no pudo apartarle la mirada, podía profundizar en aquellos ojos de buen chico que le parecieron bonitos desde el primer momento, no le dijo nada y cuando escuchó a su amiga que decía que mejor se sentaran lo hizo rápido para apartar la vista, empezaron a hablar entre los tres y Samanta disimulaba que escuchaba la conversación pero en realidad estaba pensando que le había pasado, si no se conociera parecía que algo se le estaba despertando que hacía tiempo que dormía, aquel tío le atraía y le atraía mucho, con ningún otro chico le había pasado, se acabó introduciendo en la conversación y pasaron un buen rato. Al salir del local caminó un rato al lado de Víctor y se despidieron con su teléfono grabado, se volvieron a mirar a los ojos y acabó apartando la mirada, no quería darle pistas de que le gustaba. El le dijo que tendría que estudiar toda la semana siguiente y a ella le pareció que tal vez le estaba dando escusas para no quedar, si te interesa alguien siempre puedes encontrar un hueco para tomar un café pensó ella.

El padre de Víctor era abogado, él desde pequeño quiso ser como su padre y le siguió la idea hasta tener que escoger carrera, no dudo nada en estudiar derecho, sus estudios estaban por delante de cualquier cosa, su padre le había vacilado que él se licenció en tiempo record y Víctor que era muy competitivo, se le metió en la cabeza hacerlo más rápido, para eso tenía que estar concentrado en sus estudios y dedicarle las horas que hicieran falta y más, solo salía de casa el tiempo justo para hacer buenas sesiones en el gimnasio para distraer la mente y seguir manteniendo la forma.

Cuando el viernes acabó con el último examen de la semana se fue al bar a tomarse una cerveza, en las semanas de exámenes no bebía nada de alcohol para estar al cien por cien por lo que tenía que estar, estaba disfrutando de la bebida cuando entró su amigo sentándose a su lado, pidió otra cerveza y le dijo que había quedado con Teresa para verse allí.

AMIGO: ¿Ya has llamado a Samanta?

Víctor miró a su amigo sorprendido abriendo los ojos.

VICTOR: Ostias que prisas, no me preguntas como me han ido los exámenes y te interesas más si he llamado a la amiga de tú novia.

AMIGO: Los exámenes ya sé que te han ido bien, como siempre, eso quiere decir que no la has llamado.

El amigo hacía cara de resignación mientras le daba un trago a la cerveza.

VICTOR: No sé, ¿quieres decir que vale la pena?, me pareció demasiado guapa, creo que es mucha chica para mí…

El amigo le interrumpió.

AMIGO: Será posible, si esa tía es demasiado para ti, como será para los demás, ¿no será que te estás acojonando porque te ha gustado Samanta?

Víctor lo miraba pensando que lo conocía bien, aquella mirada de Samanta le entró profundamente y solo volver a escuchar su nombre en el estomago algo se le removía.

Entró Teresa juntándose con ellos, le dio el piquito al novio y los dos besos pasándole el brazo por el cuello a Víctor, se sentó y mirando al amigo de su novio.

TERESA: ¿Ya has llamado a Samanta?

Víctor dejó caer la cabeza a un lado mirando al techo levantando las manos. El amigo empezó a reírse.

AMIGO: Es que yo le he hecho la misma pregunta nada más vernos.

Teresa también se puso a reír.

AMIGO: ¿Sabes lo que dice cariño?, que Samanta es demasiada mujer para él.

Teresa miró a Víctor fijamente a los ojos.

TERESA: Que tontos llegáis a ser los hombres coño. ¿Pero a ti te gusta o no?

Víctor volvió a girar la cabeza cerrando los ojos apretando los labios.

TERESA: Claro que te gusta, es que yo también hago cada pregunta. Escúchame, llámala, sé que tú también le caíste muy bien, total tampoco pierdes nada por hacerlo.

Teresa había estado intentando sonsacarle a Samanta que pensaba de Víctor durante toda la semana, lo único que le pudo estirar es que lo encontraba guapo, Samanta se guardó para ella lo que realmente pensaba de aquel chico, pero eso le hizo pensar a Teresa que le había impresionado, era la primera vez que no hablaban abiertamente de un chico, Samanta parecía tener un don especial para calar a la gente, le hacía una radiografía de lo que intuía sobre alguien y difícilmente se equivocaba, que no quisiera profundizar en Víctor era una señal para Teresa que estaba interesada en él.

Samanta había pasado la semana estudiando y con algunos exámenes, había quedado un par de días con Teresa para tomar un café y hablado con ella casi cada día por teléfono, le llegó a molestar un poco la insistencia de su amiga preguntándole que le había parecido el chico que le presentaron la semana anterior, y le molestaba porque sabía que en su interior algo pasó cuando estuvo a su lado, nunca le confesaría a su amiga que aquella semana estando sola en casa estudiando pensó en él, en sus ojos con aquella mirada limpia, que se imaginó el cuerpo musculoso que debía tener y que se excitó moviendo sus manos por su cuerpo acariciándose, siempre había pensado en las caras de los chicos y en las pollas que podía ver en algunas páginas porno para tocarse, pero aquella vez no necesitó abrir ninguna página, pensaba en él, en sus ojos, en su cara, aquellos labios que le besaron las mejillas y parecía que a la vez se las acariciaba, en la mano que le apoyó en el hombro al despedirse, aquel breve contacto, aquella manera de apretar su piel suavemente la convenció de que debía ser un chico cariñoso, una mano se le fue introduciendo entre la ropa para acariciarse las tetas jugando con sus pezones poniéndolos duros, abrió un poco los labios dejando que el aire entrara y saliera de su boca mientras se bajaba un poco el pantalón de chándal rozándose con sus dedos las bragas, se amasaba una teta y la otra mano fue buscando la goma de la braga para irse introduciendo, sintió el paso de sus dedos por encima de los pelitos llegando al inicio de la rajita, cerró los ojos sentada en la silla de estudio de su habitación estirando las piernas, se compuso en su mente una imagen de Víctor, su cara y pelo eran los que recordaba, el cuerpo se lo imaginó fuerte, anchos hombros con pectorales voluminosos y abdominales marcando la tableta, cintura estrecha y piernas musculadas, la polla la veía ni demasiado grande como salían en las películas porno ni demasiado pequeña, dos huevos de acorde al tamaño del pene que no le colgaban mucho, ella los cogía con una mano amasándolos viendo su polla totalmente erecta apuntando para arriba, una polla que al agarrarla tenía el grosor suficiente para que su mano no la pudieran rodear con un tacto duro y potente como todo su cuerpo, un largo gemido le hizo darse cuenta que tenía sus dedos frotándose el clítoris y el coño todo mojado de flujo, se estaba mojando como nunca antes lo hizo al hacerse una paja, volvió a su imaginación, él la agarraba suavemente, con cariño, y la estiraba en una cama, ella abría las piernas todo lo que podía para acoger en medio aquel cuerpazo, aquella polla que se acercaba a su agujero con intención de entrar y darle placer, mucho placer mientras sus manos le acariciaban la cara y los pechos, Samanta se levantó de la silla dejándose caer en la cama, sus dedos seguían presionándole y moviéndose por el clítoris, con la otra mano se bajó los pantalones y las bragas a los tobillos sacando una pierna para poder abrirlas bien, las flexionó y adoptó la postura que se estaba imaginando, dos dedos se acercaron al agujero del coño pasando por encima comprobando lo mojada que llegaba a estar, se los introdujo un poco y acabó metiéndoselos hasta el fondo dando un grito de gusto a la vez que aquel chico de su cabeza se dejaba caer encima de ella metiéndole la polla todo lo profundamente que pudo en su coño, sus dedos entraban y salían a la vez que los otros aceleraban sus movimientos en el clítoris, ella se veía agarrando con sus manos el culo de Víctor, apretando sus fuertes glúteos atrayéndolos hacía ella para que la penetrara con fuerza, estaba tan mojada que el sonido de sus dedos entrando y saliendo del coño resonaba por toda la habitación, después de tres fuertes gritos seguidos se corrió, gemía con el cuerpo tenso pensando en Víctor que le sacaba la polla del chichi haciéndose una paja tirándole toda la leche encima de su barriga, lo vivió tan real que cuando se sacó los dedos de la vagina se pasó la mano por la barriga como si se le hubieran corrido realmente encima. Abrió los ojos dándose cuenta al extremo que había llegado pensando en el amigo de Teresa.

Lo único que le llegó a confesar a Teresa después de que le insistiera mucho y se pusiera muy pesada es que le parecía guapo, no quiso darle más detalles. Teresa le insistió durante toda la semana que lo llamara, pero ella era demasiado clásica o tímida para ser la primera en dar el paso.

Víctor salió del bar con sus amigos, se separaron y fue a buscar el coche para irse a su casa, era media tarde mientras caminaba sacando el móvil del bolsillo, buscó entre los contactos por la letra “S”, encontró el nombre de Samanta y dudó si presionar con el dedo o no, se paró al lado de un árbol, respiró profundamente y apretó el dedo colocando el teléfono en su oreja, la llamo aunque solo sea para que mi amigo y su novia no me den más la vara con eso pensó.

Samanta aquel viernes después de acabar el último examen al medio día se había ido a casa, tenía ganas de darse un baño y relajarse de la semana, cuando acabó se puso el chándal para estar cómoda en casa y esperó a su madre que volviera de trabajar en la empresa de la familia de su padre para comer juntas, al acabar recogieron y ordenaron juntas la cocina estirándose en la cama para hacer una merecida siesta. Estaba en el mejor de los momentos de sus sueños cuando sonó el teléfono, pensó que Teresa siempre tenía la facilidad de llamarla en los peores momentos que podía hacerlo, miró sin demasiado interés la pantalla del móvil que había dejado en la mesita y pegó un salto que se sentó de golpe en la cama cogiéndolo mirando la pantalla con la boca abierta, era Víctor, la enganchó totalmente por sorpresa, se puso muy nerviosa sin saber qué hacer, contestaba, le colgaba, dejaba pasar la llamada sin hacerle caso, se tocó el pelo arreglándoselo, se miró la ropa que llevaba puesta y cayó en que era una llamaba por teléfono y que no la vería, pensó en lo idiota que había parecido preocupándose del pelo y de la ropa.

Víctor esperaba paciente que fueran sonando los avisos de llamada apoyado con una mano en el árbol como si estuviera sujetándolo para que no se cayera, se dio cuenta de la postura extraña que tenía y disimulando apoyó el culo en el tronco.

SAMANTA: ¿Víctor?

El separó de golpe el culo del árbol poniéndose recto, al pasar varios tonos de llamada sin respuesta ya se había hecho a la idea que no le iban a contestar.

VICTOR: ¡Ostia!, perdona, perdona, pensaba que no me lo ibas a coger y me ha pillado por sorpresa, ¿cómo estás Samanta?

A ella se le escapaba una sonrisilla al comprobar que él estaba tan nervioso o más que ella.

SAMANTA: Estoy bien ¿y tú?

VICTOR: Bien, bien, muy bien.

Se quedaron los dos en silencio. Pasaba el tiempo y ninguno de los dos decía nada, Samanta pensó en romperlo.

SAMANTA: ¿Y entonces?

Víctor reaccionó rápido.

VICTOR: No sé, ¿Por qué me has llamado?

Samanta al escucharlo no pudo aguantarse la risa descojonándose, Víctor la oía reír sin saber porqué motivo.

VICTOR: ¿Qué te hace tanta gracia?

Samanta seguía riendo sin poder parar.

SAMANTA: Que has sido tú el que has llamado hombre.

Víctor junto su risa con la de Samanta por no llorar, que ridículo acababa de hacer la primera vez que la llamaba, mientras reían Víctor pensó en que decirle.

VICTOR: Que despiste perdona, he salido de un examen y todavía no tengo la cabeza en el sitio, estaba pensando que si no tienes ningún compromiso hoy, pues si te apetecería, no sé, quedar para tomar algo o cenar y hablar un rato para seguir riéndonos en directo.

Samanta se dio cuenta que la excusa del examen había sido forzada, pero le encantó la forma de hablar de Víctor, totalmente improvisado, natural, de buena fe.

SAMANTA: Estaría bien.

VICTOR: Sii, ¿de verdad?

Luego le salió un ruidito de la boca de haberse dado cuenta que había contestado demasiado rápido y que demostró sorpresa e ilusión.

A Samanta no se le escapó el detalle, y se reía en silencio estirada en su cama. Quedaron en un punto para encontrarse a una hora y después ya decidirían que hacían, cuando colgó Samanta estiró los brazos como si hubiera ganado una carrera y soltó un sonoro “Si” de su boca.

Víctor se metió el teléfono en el bolsillo de su pantalón, miró para los lados confirmando que nadie lo veía y levantó una pierna cerrando un puño celebrándolo.

Víctor estuvo pensando mucho mientras se duchaba y arreglaba con un tejano nuevo y un polo ancho que no le marcaba demasiado la musculatura, no le gustaba que la gente pudiera pensar que estaba fuerte para vacilar y por eso se compraba camisetas y ropa alguna talla más grande de la que le correspondería. Pensó que se tenía de haber preocupado de comprarse más ropa para una situación como aquella, en el armario solo tenía tejanos y un traje para ir a algunos actos que con los vaqueros no quedaba bien, el traje no se lo iba a poner, se veía ridículo con él hasta cuando no tenía más remedio que ponérselo.

Samanta tuvo un problema muy grande, no encontraba en su armario nada que la convenciera para ponerse ese día, se duchó tres horas antes de la cita, se plantó con el albornoz y la mascarilla en el pelo mirándose el armario con las puertas abiertas, amontonaba la ropa encima de la cama descartándola, separaba la pieza que medio la convencía encima de una silla, se volvió a meter en la ducha para quitarse la mascarilla del pelo, se lo secó y peinó como pensaba que mejor le quedaba, dejándolo caer por los lados de sus hombros, se lo retocó mil veces para dejarlo perfecto. Cuando salió de nuevo a la habitación para escoger la ropa miró la hora y “solo” quedaban dos horas para el encuentro al que llegaría en diez minutos, se estresó poniéndose nerviosa, buscó en el cajón de la ropa interior y se puso la combinación de braguitas y sujetador más nuevas y sexis que tenía, no pensaba en acostarse con Víctor en la primera cita pero saber que iba guapa por dentro le daba confianza. El problema gordo lo tenía con la ropa, volvió a seleccionar sobre el montón que no había descartado. No quería ir demasiado arreglada dando la impresión que era una pija repelente, pero tampoco tan mal vestida que diera una imagen de chica dejada y sin gusto, la ropa en la habitación volaba de un lado para otro, ella soplaba y resoplaba.

Una vez vestida y calzada con unos zapatos de tacón que la hacían más alta y le estilizaban la figura se miraba delante del espejo observando los detalles, pensó que llegaba a ser retrasada para darle tantas vueltas a la cabeza con la puta ropa para acabar poniéndose un tejano que le quedaba muy bien marcándole un culito bonito, y una camisa con un par de botones abiertos para dejar ver el inicio del canalillo de las tetas sin parecer vulgar pero que él no pensara que era una monja de clausura.

Víctor llegó antes de la hora al lugar convenido, esperó dando algunas vueltas algo nervioso pensando en los temas que se había preparado por si la conversación no fluía entre ellos.

Samanta caminó los diez minutos que la separaban del lugar escogido por ella calculando llegar un poco tarde para verse con Víctor, le daba vergüenza ser ella la primera en llegar y tener que esperarlo a él, tenía pensado que si él no había llegado esconderse para salir después simulando que llegaba en ese momento, ya que él muy educadamente le dejó escoger el lugar para encontrarse decidió hacerlo cerca de su casa, era la ventaja de vivir en el centro de la ciudad.

Víctor miraba una calle peatonal llena de gente transitando intentando verla llegar.

Samanta se fue acercando y lo vio de espaldas mirando una calle, se alegró de que él también fuera en tejanos, depende como se hubiera vestido se daba media vuelta llamándolo por teléfono para decirle que llegaría un poco tarde y se abría ido corriendo a su casa para cambiarse, ella no iba a hacer el ridículo en la primera cita.

El estaba concentrado mirando cabezas que se movían por la calle y escuchó en su espalda.

SAMANTA: Hola.

Se giró de golpe viéndola, no pudo evitar darle un vistazo general, sabía que era guapa y tenía muy buen tipo, pero verla con tacones, los tejanos ajustados y aquella camisa tan bonita dejando ver un poquito el inicio de las tetas le superó, intentó disimular dándole dos besos.

VICTOR: ¿Qué tal Samanta?

Cuando se giró y la miró Samanta se dio cuenta que la estaba repasando con la vista, posó para que viera bien su tipo y su ropa, sonrió al notar que le había gustado lo que veía. Le dio dos besos.

Lo que no pensó Samanta es que lo que le había gustado a Víctor no era la ropa precisamente, le había gustado todo lo que había debajo de ella.

Iniciaron un paseo hablando de la semana de exámenes de cada uno, llegaron a la puerta de un local muy bonito y decidieron entrar a tomar algo, las conversaciones se sucedieron de manera natural y los dos se encontraron muy a gusto. Víctor le pidió a Samanta para ir a cenar y esta le contestó que mejor otro día.

Víctor con solo aquella larga conversación estaba loco por ella, pensó que tal vez se había precipitado, o a lo peor ella no quería una relación seria y por eso no le aceptaba la invitación.

Samanta le había dicho que no para que aquel chico que tanto le gustaba no pensara que era una chica demasiado fácil, cuanto más tiempo pasaba con él más ganas tenía de comerle aquellos bonitos labios, le pareció tan majo de carácter y amable que pensó que algún fallo había de tener, no podía ser tan perfecto como ella lo veía.

Lo que sí aceptó Samanta fue que la acompañara a su casa, dieron un paseo caminando lentamente como si ninguno de los dos quisiera que aquella tarde se acabara. Llegaron a la puerta de su casa y se pararon en el portal uno frente al otro, cuando se miraron a los ojos Samanta estaba arrepentida de haberle dicho que no a la cena.

Víctor le pidió gentilmente para acompañarla a su casa, ella aceptó con una sonrisa y a él le pareció una buena señal, cuando se encontró con ella frente a frente delante de su casa para despedirse tenía ganas de estrecharla entre sus brazos, no estaba seguro de que ella quisiera volver a salir con él, así que se lanzó a ponerle sus manos en la cintura mirándole a los ojos para darle dos besos de despedida.

Samanta notó las manos de Víctor como se posaban sobre su cintura, un calorcillo agradable le recorrió todo el cuerpo y le dieron unas ganas tremendas de abrazarlo que tuvo que reprimir, puso sus brazos sobre los de Víctor tocándole con sus manos por encima de la ropa unos bíceps abultados y fuertes, le hizo volver a su cabeza aquella imagen creada por ella desnudo cuando se masturbó pensando en él, le subieron los colores a la cara de vergüenza solo de pensarlo.

Víctor vio que Samanta se sonrojaba y pensó que tal vez se había pasado al tocarle tan pronto la cintura, la besó en la mejilla.

Samanta se daba cuenta que él avanzaba la cabeza para besarla, le ofreció la mejilla y cuando contactó sus labios con su cara los aguantó sin separarlos oliendo su piel, cambiaron la cabeza de lado y volvió a repetirlo aguantándolos un poco más de tiempo cerrando los ojos.

Víctor no se esperaba aquellos besos tan largos y pensó que ella estaba más interesada en él de lo que creía, apretó sus manos un poco más sobre su cintura mirándole otra vez los ojos.

VICTOR: ¿Podré verte mañana?

Samanta notó que las manos de Víctor le agarraban con más fuerza, sintió seguridad al verse casi rodeada por las grandes manos de él agarrándose un poco mas fuerte a sus brazos.

SAMANTA: ¿En una cena?

VICTOR: Si no te importa me gustaría estar algo más de tiempo contigo que una simple cena.

A ella le encantó el comentario de que quisiera pasar más tiempo juntos, le sonrió.

SAMANTA: Te llamo mañana vale.

VICTOR: Vale. Esperaré con ganas volver a hablar contigo.

Samanta giró la cabeza de lado a lado, no se podía creer que fuera tan galante, había momentos que parecía un caballero de la edad media, ella de adolescente soñaba con su príncipe montado a caballo, siempre pensó que era tonta por tener esos sueños pero parecía que lo había encontrado en aquel chico.

El vio como cerraba la puerta del portal y desaparecía, caminó a buscar su coche ilusionado por la cita del día siguiente, físicamente le había gustado mucho el día que se la presentaron pero en esa salida solos se había enamorado de ella, le pareció educada, simpática, amable, dulce, inteligente…, no se le acababan los adjetivos y ninguno malo, estaba enamorado hasta las trancas.

Ella cerró la puerta esperando detrás a oír los pasos de él alejarse, se puso las manos en la cara intentando analizar que había pasado aquella tarde, no se podía creer que un chico en tan pocas horas le pudiera afectar tanto, cerraba los ojos pensando en él, le pasaban como en una película varias imágenes de aquella tarde de él riendo y mirándole a los ojos, pensó que guapo era y como se, se, se, se había enamorado de él coño, estaba completamente enamorada, aquello debía ser lo más parecido a un flechazo que conocía, un certero flechazo de Cupido que le había atravesado el corazón.