El bufete de abogados (4 - 2p)

Segunda parte.

Cap. IV – 2ª parte -

Al día siguiente sábado a media mañana Víctor estaba repasando el temario de las siguientes asignaturas en la universidad, había dormido muy a gusto soñando con Samanta, estaba seguro que estaba iniciando algo bonito y que podía ser duradero con ella.

Samanta por su parte se despertó sobre las nueve, se estiró entre las sabanas de su cama con una sonrisa enorme, había soñado con su príncipe a caballo, pero esta vez le había puesto cara y cuerpo, se sentía feliz de haber conocido a Víctor. Hasta sus padres mientras desayunaba se dieron cuenta que algo le pasaba por la cara de felicidad que hacía, tuvo que aguantar algunos comentarios graciosos pero no les quiso decir nada de él, quería asegurarse que lo que estaba viviendo no era un sueño y Víctor era tal como lo había conocido aquel primer día. Se metió en su habitación todavía con el pijama puesto y observó su ropa tirada por todas partes, era lo que había quedado de la guerra que mantuvo la tarde anterior para vestirse, la fue recogiendo volviéndola a colgar en su armario, hizo su cama y ordenó un poco antes de coger el teléfono y estirarse en la cama llamando a Víctor.

El escuchó la canción lenta y romántica que tanto le gustaba que le había puesto de tono al contacto de Samanta para cuando le llamara, se alegró de escucharla y cogió el teléfono con ilusión.

VICTOR: Hola guapísima.

Samanta escuchó la respuesta y se le cayeron los palos del sombrajo, que la saludara ya de entrada con un piropo le pareció precioso.

SAMANTA: Hola Víctor, ¿qué tal?

VICTOR: Muy contento hoy, ¿y tú?

SAMANTA: Bien, muy bien.

Samanta se dio cuenta que le había afectado tanto el cumplido que le salía una voz de boba perdida acojonante, tuvo que pensar en forzar la garganta para endurecer sus palabras y no parecer un tonta enamorada sin remedio, teniendo claro que era lo que le pasaba realmente.

El se había dado cuenta y estaba encantado de producir ese efecto en ella.

VICTOR: Bueno, ¿qué te gustaría hacer hoy?

SAMANTA: Pues no sé, no lo había pensado, si te veo de nuevo ya estaré contenta.

Acabó de decir aquellas palabras y se tapó la boca con la mano, no se podía creer que se le escapara que estaba loca por volver a verlo.

Víctor que estaba mucho más tranquilo convencido que después del día anterior y la voz que le notaba a Samanta no tendría ningún problema en seguir viéndola le contestó con seguridad.

VICTOR: Yo había pensado en que nos viéramos después de comer para hacer el café, pasar la tarde juntos y cenar como tú sugeriste ayer antes de despedirnos.

A Samanta le pareció un plan perfecto, tenía muchas ganas de volver a verlo y pasar el tiempo con él.

SAMANTA: Me parece muy buen plan, a las tres te va bien.

A Víctor le sorprendió que quisiera quedar tan pronto, a esa hora en su casa muchos días no habían acabado de comer, pero como perdía el culo por estar con ella le dijo que era una hora muy buena, colgaron la llamada y cada uno empezó a pensar en su plan.

Samanta miró la hora y se organizó, descansaba un poco, escogía la ropa para ponerse, se metía en la ducha, comía con sus padres acabando ella antes para tener tiempo de vestirse y si todo iba bien estaría lista a la hora adecuada. De pronto sonó un mensaje en el teléfono, lo miró y era de Víctor, una sonrisa le apareció en la cara.

VICTOR: “Te paso a buscar por tu casa a las tres, ya que sé dónde vives no dejaré que tus delicados pies se cansen caminando”

Lo acompañaba con un emoticono de una carita riendo. Samanta pensó al leerlo que de dónde sacaba esas frases aquel chico, frases que a cualquier otra chica le hubieran parecido ridículas a ella le encantaban, le contestó rápido.

SAMANTA: “Perfecto, muy amable, un beso.”

Lo envió y se volvió a leer el mensaje, reaccionó asustándose, un beso, le he puesto un beso, pero que tienes en la cabeza, pensó, volvió a escribir con agilidad enviándole otro.

SAMANTA: Un beso en la mejilla, entiéndeme.

Víctor en su habitación sentado en la silla que utilizaba para estudiar con los pies encima de la mesa se partía de risa leyendo el mensaje. Le volvió a contestar intentando provocarla un poco.

VICTOR: “Te entiendo perfectamente, créeme. Otro beso para ti, el lugar lo escoges tú”

Samanta leyó el mensaje y se ruborizó, el primer pensamiento que le vino a la cabeza fue el de un beso en los labios, un beso tierno, con cariño, suave, sintiendo los labios de Víctor rozándose con los suyos. Se puso nerviosa dejando caer el teléfono encima de la cama, no le contestó pensando en no liarse más, en aquellas letras le pareció ver una seguridad en él que no supo ver el día anterior. Se estiró para descansar un rato y decidió que aquella tarde tenía que probar los labios de Víctor.

El comió rápido tragando como los pavos casi sin masticar y no hizo el postre para poder cambiarse y salir a tiempo a buscar a su enamorada, ella casi no probó bocado pensando en aquella tarde, dejó en la mesa sentados a media comida a sus padres que siguieron haciéndole algunas bromas sobre la causa de que perdiera el apetito. El entró en su habitación, ya se había preparado la ropa para ponerse, unos tejanos medio rotos y una camisa bonita que se había comprado hacía tiempo para no llevar siempre jersey, le pareció que aquella camisa le daba un toque más elegante, sabiendo que Samanta escogería bien su ropa él quería estar a la altura. Ella abrió el armario, esta vez no haría falta vaciarlo para escoger las prendas, lo tenía claro desde aquella mañana, buscó una minifalda que se ponía muy poco, no porque no le gustara, no se la ponía por la incomodidad de tener que estar atenta a no enseñar las bragas en según qué situaciones, pero la causa valía la pena, se iba a vestir que sin parecer un putón verbenero iba a poner a Víctor como una moto, si notó el día anterior que sus miradas la desnudaban en algún momento esa tarde quería que él la deseara, que se muriera de ganas de comérsela, quería provocarlo, la siguiente prenda sería una camisa con un poco de transparencias que sin dejar ver del todo el sujetador sí que lo insinuaba bastante, y por encima se pondría una cazadora de diseño para no ir por la calle tan descarada y para abrigarse si por la noche refrescaba. Buscó la ropa interior para ponerse, encontró otro conjunto de los que le regalaba su madre, un conjunto de una conocida marca muy cara que el sujetador era lo bastante bonito para que si se le veía quedara bien, se puso delante del espejo, se quitó el chándal quedándose totalmente desnuda, se miró, dio un par de vueltas para verse el culito y asegurarse que todo estaba bien puesto, flexionó un poco las piernas para mirarse los pelitos del coño, no pensaba acostarse con él tampoco aquel día, pero tal como pensaba ir podía pasar cualquier cosa, entre ellas que una mano de él acabara visitando aquel lugar, le dio un escalofrío de gusto solo de pensarlo y no quería que hubiera algún pelo fuera de sitio, se tranquilizó al recordar que no hacía mucho que había ido a depilarse, se puso la ropa interior volviendo a mirarse en el espejo, se acabó de vestir y se puso unos botines con tacón para acabar el conjunto, se retocó el pelo, buscó alguna pulserita para adornarse un poco y al mirar el reloj pegó un saltito de sorpresa, ya pasaban algunos minutos de las tres, salió a despedirse de sus padres, les dio un beso a cada uno y caminaba para irse.

SU MADRE: Nena, si hoy no cae déjalo que es tonto ese chico.

SAMANTA: Y tú que sabes si voy a salir con un chico o no.

SU PADRE: No, si vestirte así es lo más normal del mundo para ti, esta niña se piensa que tiene unos padres tontos, pásalo bien y toma precauciones.

Samanta se puso roja del comentario y levantó la voz.

SAMANTA: ¡Papá!

Salió del piso con sus padres riéndose a carcajadas.

Víctor había conducido hasta la puerta de la casa de Samanta, durante el trayecto pensó que aquella tarde tendría que dar un pasito hacía delante, como mínimo besarla y acariciarla para no parecer un pardillo tonto, se puso nervioso solo de pensarlo y de cómo buscaría la oportunidad si no lo veía claro. Espero pacientemente en el coche sabiendo que ella debía estar dándose los últimos retoques cuando se abrió el portal y apareció ella, se le abrieron los ojos como platos, lo que estaba viendo no se lo había imaginado ni en el sueño más erótico que había tenido con ella, aquellas piernas que se acababan donde empezaba una faldita que el calculo que le faltarían unos tres dedos para llegar a las bragas se le grabaron en el cerebro a fuego, todo el conjunto estaba de infarto, pensó que como podía tener tan buen gusto para vestirse. Despertó al darse cuenta que ella buscaba con la mirada algo, cayó que no conocía su coche, salió rápido de él dirigiéndose donde estaba ella, que al verlo le sonrió con aquella boca que tantas ganas tenía de besar, se paró delante mirándosela descaradamente de abajo arriba, le miró lo ojos…

VICTOR: Samanta, estas, estas preciosa, ya te lo confirmo yo, no hace falta que pierdas energías intentando averiguar si me gusta o no lo que llevas puesto, el conjunto te cae como un guante, además es bonito, es, es, es, yo que sé perdóname estoy nervioso ostia.

Samanta bajó en el ascensor y salió a la calle, no vio nadie esperándola y se preocupó, miró para los lados para ver si lo veía venir y se abrió la puerta de un coche saliendo Víctor, mientras se acercaba a ella le dio un repaso rápido, aquellos pantalones rotos le caían tan bien, y la camisa, que la aguantaba en su sitio unos hombros anchos, entonces se dio cuenta de su mirada, la tenía clavada en ella, estaba claro que le gustaba como se había vestido, llegó delante de ella y empezó a hablar, empezó muy bien pero acabó que no sabía ni lo que decía, estaba nervioso de verla, se convenció de que lo tenía enamorado y tonto, se rio mirándole a los ojos, le acarició la cara y le dio dos besos muy cerca de la boca notando sus manos como le volvían a rodear la cintura.

Cuando Víctor sintió la mano de Samanta en su cara tuvo claro que aquella tarde darían el pasito que él esperaba dar, la agarró de la cintura mientras ella le daba dos besos muy cerquita de sus labios, le miró los ojos con una sonrisa y ella bajó la mano de su cara a un hombro acariciándolo, ella no tenía prisa en separarse y él pasó las manos de la cintura a su espalda. Samanta al verse rodeada por los brazos de Víctor se acercó más a él, podía oler un suave perfume o colonia que se había puesto, le gustó, era un olor suave pero con fuerza, parecía el perfecto para aquel chico, si sus manos le acariciaban la espalda pensó que ella también tenía el derecho de palpar un poco, le colocó las dos en el pecho notando un musculo abultado, al bajarlas un poco la camisa se pegó a su cuerpo por debajo pudiendo ver el volumen real de aquellos pectorales, le apretó las dos tetas y sin pensarlo dos veces soltó…

SAMANTA: Pero si tienes más tetas que yo.

Víctor se descojonaba de risa del comentario y ella le acompañó riendo los dos.

VICTOR: ¿Nos vamos?

SAMANTA: Si, si, mejor.

Ya con el coche en marcha Samanta le preguntó dónde iban a ir tan pronto, él le respondió que era una sorpresa. Se había preocupado de llamar a su amigo que estaba de fin de semana fuera de la ciudad con Teresa para preguntarle por algún bar o local que pudieran ir con Samanta a aquellas horas y fuera “discreto”, su amigo le dijo donde iban con Teresa al principio y a Víctor le gustó lo que le explicó de él, a cambio tuvo que ponerlos al día de cómo era el segundo día que salía con ella y lo contento que estaba. Llegaron hablando durante el camino de cosas sin importancia, aparcó el coche y se pararon delante de la puerta, una fachada sin una ventana ni nada por donde ver cómo era dentro, solo una gruesa puerta de madera.

SAMANTA: ¿Conocías este sitio?

VICTOR: Me lo ha recomendado el novio de tú amiga Teresa, ellos venían aquí.

SAMANTA: Entonces seguro que está bien, vamos.

Se acercaron a la puerta y él la abrió poniendo una mano en la espalda de Samanta para que entrara ella primero, la acompañó hasta que entró y él lo hizo detrás.

El local era oscuro, lo parecía más de lo que era por el cambio de luz al entrar, una vez se adaptaron los ojos pudieron ver una barra iluminada, un camarero que caminaba con una bandeja con bebidas para servirlas a una pareja y unos sofás repartidos por la sala que parecían muy cómodos.

SAMANTA: Esta claro que Teresa no tiene nada de tonta.

VICTOR: ¿Te gusta, nos quedamos?

SAMANTA: Nos quedamos.

Ella se dio cuenta que si había algún lugar para poner en práctica su estrategia de besarlo aquella tarde aquel era perfecto. Como había muy poca gente a esas horas pudieron escoger el rinconcito que más les gusto donde podían tener cierta intimidad. Se sentaron y esperaron que el camarero les viniera a atender, le preguntaron si podían empezar tomando unos cafés y así lo hicieron, los dos tenían claro que allí iban a pasar mucho tiempo y seguramente pedirían más de una consumición. Esperaron a que les trajeran los cafés mirando y comentando como era el bar o lo que fuera aquello, parecía limpio y decorado con plantas y maderas que daban más intimidad a la gente.

Les sirvieron, ellos se miraron en silencio, Víctor le cogió una mano a Samanta, ella lo había visto venir y dejó que él se la cogiera, notaba como el dedo gordo le acariciaba por encima y la suya estaba desaparecida dentro de la mano de él, le gustó el contacto, las caricias que sentía…

Víctor vio que ella le dejaba cogerle la mano y acariciársela, se lo pensó un momento y se lanzó con valentía algo nervioso…

VICTOR: Samanta, yo, bueno que, me gustas mucho, quiero que sepas que no he podido dejar de pensar en ti desde que nos despedimos ayer.

Ella lo escuchaba con atención pensando: “Que mono, se me está declarando”, le apretó la mano, la soltó de la suya y la levantó despacio poniéndosela en la cara, él le miraba a los ojos fijamente, y ella le acariciaba la cara notando la piel fina, movió el culo acercándolo más a él y fue acercando despacio su cabeza a la suya. Víctor después de declararse se había quedado esperando la respuesta de ella, esperaba que le dijera algo pero lo que pasó y es que le acarició la cara, vio como se acercó más a él y avanzaba la cabeza, pensó, me va a besar, se está acercando para besarme, no dudo y fue directo a besar aquellos labios que tantas ganas tenía. Se juntó el hambre con las ganas de comer, los dos lo estaban deseando y no pudieron disimularlo.

Se rozaron los labios, a él le pareció que besaba unos labios suaves, a ella que aquel primer beso Víctor se lo había dado con mucha ternura, abrieron un poco la boca encajando los labios en medio de los de cada uno, él lo encontró blandito y apetecible, ella que el sabor de su boca le gustaba y se estaba excitando. Se separaron un momento, se miraron a los ojos y se tiraron a comerse la boca el uno al otro sin tregua, Víctor pasó sus brazos por la espalda de ella y Samanta rodeó con los suyos el cuello de él, notó como con fuerza sus brazos la acercaban más a él, movió el culo un poco más y chocaron las caderas al haberse movido también Víctor, se estrecharon más juntando sus cuerpo. Samanta apretó sus tetas al pecho de él, se le había declarado y ya no había que esconder ninguna carta, le quería demostrar que ella también estaba enamorada, que lo deseaba. Víctor sintió como las tetas le apretaban y se deformaban en su pecho notando los pezones duros, un cosquilleo le recorrió la entrepierna moviendo sus manos por la espalda de Samanta, una la desplazó hasta la cadera bajándola un poco para acariciarle la pierna volviendo a subirla llegando a la cintura repitiendo varias veces el recorrido, la otra mano se la pasaba suavemente por la nuca y el pelo. A Samanta se le humedecían los labios de comerle la lengua a Víctor, tenía los ojos cerrados disfrutando de aquellos calientes besos cuando notó que las manos que tenía en su espalda se movían, el contacto con su cadera, pierna y cintura la estaba poniendo a cien, se estaba mojando las braguitas sin remedio, y aquella otra mano de él que la cogía por la nuca y enredaba sus dedos en el pelo la estaban volviendo loca, sin dejar de besarlo pasó sus manos por los hombros, tocaba músculos que no sabía ni que existían, volvió a tocarle los pectorales, grandes, voluminosos. Una mano de él siguió subiendo por su cintura hasta rozarle un pecho por el lado, Samanta suspiró dentro de la boca de Víctor y se lanzó a meter las manos por debajo de la camisa de su chico que tan bien besaba, las apoyó en la barriga y alucinó de las montañitas que les hacían los abdominales, tuvo que sacarlas y separar la boca de la de Víctor porque vio que estaba perdiendo los papeles del calentón que le estaba entrando.

SAMANTA: Bufff.

A Víctor le dio la risilla de ver como la había conseguido poner con sus besos y caricias, mientras ella se arreglaba el pelo y se recomponía.

VICTOR: No me has contestado.

Samanta lo miró extrañada.

SAMANTA: ¿A qué te tengo que contestar guapo?

VICTOR: A lo que te he dicho antes preciosa.

Ella pensó que después de la declaración no había podido responderle nada de la emoción, le besó con un húmedo beso, le miró a los ojos.

SAMANTA: ¿No te parece bastante respuesta esta?

VICTOR: ¿Pero querrás salir conmigo o no?

Ella se molestó y él se dio cuenta.

SAMANTA: Perdona, ¿tú te piensas que beso y me dejo acariciar por el primero que pasa, que concepto tienes de …?

No la dejó seguir besándola otra vez sujetándola por la nuca, ella se entregó al nuevo beso y cuando se separaron los labios la miró con una sonrisilla.

VICTOR: Entonces eso es un sí.

Samanta volvió a besarlo riendo. Víctor levantó la mano avisando al camarero y le pidió dos copas de cava.

SAMANTA: No me gusta mucho el cava.

VICTOR: A mí tampoco pero tenemos que sellarlo y celebrarlo con algo.

Los dos rieron mirándose a los ojos, él le pasó un brazo por los hombros y ella dejó caer la cabeza besándole el cuello.

Brindaron chocando las copas y bebieron un sorbito. Pasaron la tarde besándose, acariciándose, haciéndose arrumacos, estaban enamorados y se dejaban ir sin esconderse nada el uno al otro.

En el último encuentro entre sus labios las manos de los dos se recorrían los cuerpos con soltura, lo único con lo que todavía no se habían atrevido era a meterse mano en el sexo, Víctor mientras se devoraban la boca le puso una mano encima de la rodilla, Samanta lo notó y no le dio importancia, la mano fue subiendo muy lentamente y se paró apretándole el interior del muslo, ella dio un pequeño jadeo apoyando la suya en la parte alta del muslo de él, Samanta sabía que no era el sitio adecuado pero deseaba que la tocara. Víctor tenía un calentón tremendo de toda la tarde sobándose, subió un poco más su mano por el medio de los muslos metiéndola debajo de la faldita, Samanta movió la suya acercándola más al paquete, si tú te acercas yo me acerco pensó, inconscientemente de las ganas que tenía separó un poco las piernas, las bocas seguían comiéndose, antes de que las separara la mano de Víctor ya le había entrado hasta el final agarrándole el coño, gimió por la sorpresa y la excitación levantando su mano agarrándole el paquete notando la polla tiesa y hacía un lado que apretó para poder sentirla mejor, los dos gimieron de excitación y se separaron de golpe, sabían que allí no podían llegar a más. Samanta miró la hora.

SAMANTA: ¿Vamos a tomar un poco el aire y cenamos?

Víctor se levantó ofreciéndole la mano que ella agarró con agrado, pagó la cuenta y salieron a la calle respirando hondo los dos, se subieron al coche y mientras conducía para ir a cenar Víctor empezó a reír a carcajadas. Samanta se lo miraba con una sonrisa.

SAMANTA: ¿De qué ríes?

VICTOR: Del calentón que hemos pillado, madre mía como me has puesto, necesitaría una ducha fría ahora mismo.

Ella se moría de risa pensando en la imagen de él debajo del agua con la polla tiesa. Le acarició la cara, Víctor giró un momento la vista para mirarla apartándola de la carretera.

SAMANTA: Me gustaría que fuera especial, déjame pensar en algo vale.

A Víctor se le fue de la cabeza el llevarla algún sitio con el coche después de cenar para acabar lo que no pudo hacer por la tarde. Samanta se dio cuenta de que él pensaba, seguramente le había destrozado algún plan para follar aquella misma noche.

SAMANTA: Ten un poco de paciencia y te prometo que te lo recompensaré.

El la volvió a mirar con una sonrisa.

VICTOR: Lo haremos cuando tú quieras donde quieras.

Ella sonrió mirando la carretera, su respuesta tranquila, dándole la impresión que haría por ella cualquier sacrificio le gustó, le gustó tanto que lo deseaba más, deseaba sentir su mano de nuevo en su coño, acariciándoselo, frotándolo, masturbándola, y ella poder agarrarle la polla bien agarrada, sin ropa por el medio, a pelo, el grosor y el tamaño que había podido palpar también le había gustado, se imaginaba a los dos desnudos estirados en una cama haciéndose una paja el uno al otro, movió la cabeza para los lados para sacarse aquellos pensamientos de dentro, se estaba mojando las braguitas otra vez.

VICTOR: ¿Estás bien, te pasa algo?

Respondió rápido un poco nerviosa recapacitando de donde la había llevado su imaginación.

SAMANTA: Estoy bien, estoy bien, pensaba en lo que ha pasado esta tarde, (una pequeña mentirijilla no hace daño pensó), sabes que nunca hubiera imaginado que en tan poco tiempo pudiera estar tan enamorada de alguien, (ahora se estaba sincerando con él), ayer al medio día estaba comiendo con mi madre hablando de cosas cotidianas, estaba sola y sin compromiso, era totalmente libre, y hoy a estas horas tengo novio, es increíble.

Víctor reía.

VICTOR: Mujer si tienes novio es porque tú quieres tenerlo y libre lo serás siempre conmigo, no tengo ninguna intención de cortarte las alas en nada, tú decides lo que más te conviene.

Samanta lo escuchaba y se le caía la baba, le encantaba como él le hablaba, le daba seguridad.

Estaban cenando en un bonito restaurante, Samanta ya se había organizado un plan.

SAMANTA: Mañana te llamo a las ocho de la mañana para confirmarte el plan que tengo en la cabeza.

VICTOR: Vale, ¿el plan es secreto?

SAMANTA: De momento sí porque tengo que confirmar un pequeño detalle.

VICTOR: Pues tendremos que ir a dormir pronto esta noche.

SAMANTA: Antes me tendrás que dar unos cuantos besos más de esos tan buenos que das.

VICTOR: Claro, los que tú quieras cariño, para ti son gratis.

Samanta levantó la vista mirándole a los ojos.

SAMANTA: ¿Quieres decir que también tienes besos para otras?

Víctor le devolvió la mirada serio.

VICTOR: Si los pagan bien sí.

Y empezó a reír que se partía el pecho. Samanta lo miraba dándose cuenta que le estaba tomando el pelo.

SAMANTA: Míralo, si me ha salido un graciosillo el niño.

El le cogió una mano.

VICTOR: ¿Te he dicho que estoy muy enamorado de ti?

SAMANTA: No lo sé, puede que me dijeras algo pero no me acuerdo muy bien.

Quería devolverle la pelota con otra broma.

VICTOR: Pues lo estoy, y es más creo que estoy delante de la mujer de mi vida, de la madre de mis hijos.

A ella aquellas palabras le atravesaron el corazón, era lo mismo que pensaba ella pero nunca se hubiera atrevido a decírselo de aquella manera tan abierta. Dejo los cubiertos encima del plato.

SAMANTA: ¿De, de, de verdad?

Se dio cuenta que le acababan de salir las palabras con la vocecita de boba que odiaba, y que él tenía la facilidad de hacer que hablara así.

SAMANTA: Coño que parezco tonta hablando así.

Víctor reía mirándola.

VICTOR: Si cariño, de verdad, ahora mismo estoy convencido.

Samanta no quiso volver a hablar para no parecer más tonta pero estaba encantada, estaba enamorada y estaba loca perdida por aquel hombre. Y Víctor era consciente que lo que le había dicho aquella chica no se lo había dicho nunca a nadie, y estaba convencido de ello, lo que sentía por ella era tan grande que le sobrepasaba, a él no se le aflojaba la voz, pero estaba tan tonto por ella que haría cualquier cosa por tenerla contenta.

La dejó en la puerta de su casa pasadas las doce con la intención de verse el domingo temprano.