El bufete de abogados (3)

La suerte de haberse conocido

Cap. III

Abrió un ojo notando un leve dolor de cabeza recordando de pronto los copazos de la noche anterior, giró la cabeza mirando el despertador sorprendiéndose de que fuera sábado, ni se acordaba del día que vivía, no le sorprendió tanto que fueran las siete y media porque era la hora que se levantaba los días entre semana, dio un respiro de tranquilidad y se giró entre las sabanas encontrándose con el cuerpo de Samanta, su dulce mujer que dormía plácidamente con una respiración acompasada, se acercó intentando no molestarla y le pasó un brazo por encima de la cintura, ella hizo un pequeño gesto acercándose también a él apoyando la cabeza en su hombro y su mano en el pecho acomodándose bien dando un suspiro volviendo a sus sueños. Con los ojos cerrados descansando intentaba que le llegara el sueño de nuevo, pero lo que le venía a la cabeza eran las imágenes de la noche anterior, como Marga había perdido los papeles enseñándoles el coño a su marido y a él, recordó aunque estaba bebido como notó las tetas de la mujer de su amigo apretándose contra su pecho al besarlo para despedirse y como le tocó los abdominales, le pasó la mano acariciándolos haciendo un comentario soez de la fuerza con la que debía follar, su mujer hizo un pequeño ruido con la boca y le pasó un brazo por su espalda posando la mano en su culo desnudo siguiendo con su sueño, pensó en ella, como se enfadó por la actitud de Marga y aún así no discutió con él, que sol de mujer que tenía, estando celosa y cabreada pensó en él ayudándole a dormir.

Víctor sonreía pensando en la suerte que tenía de estar con una mujer como Samanta cuando notó un beso en sus labios, un beso de unos labios sedosos que sabía perfectamente a quien pertenecían.

SAMANTA (susurrando): ¿De qué te ríes borrachín?, que menuda cogorza agarraste anoche.

VICTOR: Estaba pensando en ti amor, de lo buena que eres conmigo y la paciencia que tienes.

SAMANTA: Pues anoche cuando me metiste toda la cara en el culo no sé en quien pensabas, si en mí o en el coño de Marga.

Dejaron ir una carcajada, él giró a su mujer dejándola boca abajo subiéndose encima besándole el cuello.

VICTOR: Ahora te voy a enseñar en quien pensaba.

Samanta reía mientras su hombre le besaba el cuello pasando a su espalda por encima del camisón, sus manos se deslizaron por su piernas subiéndoselo por encima del culo, su boca le besó la parte baja de la espalda a la vez que una mano le amasaba el culo, Víctor le abrió las nalgas metiendo la lengua en medio de la raja de su culo bajando con la lengua, se la pasó por el ojete haciéndole dar un pequeño gemido, él lo interpretó como que le gustaba volviendo atrás pasándole la lengua por encima unas cuantas veces seguidas, Samanta no estaba muy cómoda sabiendo lo que le hacía su marido, le daba algo de pudor jugar con aquella parte del cuerpo, ninguno de los dos lo había pedido jamás, pero no podía negar que sentía un gustito cuando su marido se lo tocaba o como en aquella mañana de sábado le pasaba la lengua por encima, se movió un poco incomoda y él lo capto siguiendo con su reconocimiento con la lengua, ella levantó el culo abriendo las piernas para dejarle el paso libre y pudiera llegar a donde más le gustaba que le chupara, Víctor le abrió bien el coño y metió la boca en medio chupándoselo, Samanta dejó ir un gemido y él siguió bajando la lengua buscándole el clítoris, con dos lamidas la había puesto tan caliente que no se pudo estar quieta, se giró y agarró a su marido de los hombros girándolo dejándolo boca arriba, se quitó el camisón y dejó la cara de su marido entre sus dos piernas avanzando el cuerpo para agarrarle la polla y metérsela en la boca, la postura del sesenta y nueve, a Samanta le habían cogido unas ganas tremendas de sentir el sexo de Víctor en su boca, de saborearlo, pasarle la lengua por los lados, chuparlo y succionarlo sintiendo que era suyo, oír como su marido gemía de placer a la vez que se lo proporcionaba a ella comiéndole el coño, sentir su lengua recorriéndole los labios del chocho sabiendo donde tenía que lamer presionando donde él sabía que le iba a gustar, a la vez que ella se metía su polla succionándosela para hacerle perder los papeles, Samanta sabía que estaban llegando al momento cumbre, él se había enfrascado en lamerle y succionarle el clítoris y ella en succionarle la polla sin parar haciéndole una paja por debajo de sus labios, empezó a gritar de gusto corriéndose y notó como la polla de su marido empezaba a palpitar a punto de correrse, levantó el cuerpo apartando la boca siguiendo con la paja mirando entre gemidos como Víctor se corría disparando leche que le manchaban las tetas, ella inconscientemente apretaba su coño contra la cara de su marido frotándose suavemente para acabar aquel orgasmo escuchando los gemidos de él junto a los suyos, levantó el culo para liberarlo y el pudo ver el coño de su mujer en todo su esplendor, recién corrido, todo mojado y con un reguerito de flujo que le salía del agujero cayéndole en el cuello, no se pudo contener pegándole un lametazo desde el agujero de la vagina hasta el clítoris, ella se salió de encima de un salto.

SAMANTA: Que bruto eres ostia.

Se levantó riendo con las tetas llenas de leche, su pareja se la miraba enamorado.

VICTOR: Estas preciosa con las tetas y el chichi mojado.

Sabía que hablarle así a ella le daba un puntito de vergüenza no pudiendo evitar reírse.

SAMANTA: Que marrano eres, cállate anda.

Caminó al cuarto de baño metiéndose en la ducha, estaba dejando caer el agua por encima de su pelo quitándose el semen de sus tetas cuando sintió como le pasaban unos brazos por delante besándola en la nuca, el contacto en su culo de la polla de Víctor hizo que se girara besándolo con pasión.

SAMANTA: ¿Qué querrás hacer hoy amor?

VICTOR: Primero creo que iré a correr un rato, tengo necesidad de sudar y quitarme la resaca de ayer, después podemos desayunar y ya veremos cómo se presenta el día.

Su mujer le sonrió y le abrazó.

SAMANTA: Me parece una idea genial.

Bajaron al salón los dos juntos, él vestido con ropa de deporte y ella con una camiseta que le llegaba por encima de las rodillas, se despidieron con un beso en los labios, Samanta aprovechó para agarrarle el paquete.

SAMANTA: Aiiisss! como me gustas con estos pantaloncitos que te pones para correr sin ropa interior.

VICTOR: Me parece que ya sé que vamos a hacer esta mañana.

Rieron mientras uno salía por la puerta para hacer ejercicio y el otro se dirigía a recoger los vasos y la botella que había quedado de la noche anterior en la mesita de la sala de estar.

Víctor salió a la calle ajustándose los auriculares poniendo en marcha el pequeño aparato de música que se enganchaba en el pantalón iniciando una carrera suave para ir calentando.

Samanta entraba en la cocina para limpiarla y recogerla un poco antes de preparar el desayuno para los dos.

El calentó al trote hasta el final de la calle y se desvió por un camino de tierra que se adentraba en la montaña, escuchando la música le vino un pensamiento a la cabeza, “Si a Cloe la trajeron expresamente de Paris es que ya sabía que ella sería la nueva socia del bufete, y que me buscara con la vista después de su discurso de mierda es que también sabía quién era, la hija de puta se puso a mi lado en la cinta sabiendo perfectamente quién era yo, me tomó el pelo como a un gilipollas y no tuvo cojones de decirme que iba a ser ella la socia y que trabajaba conmigo”. Sin darse cuenta había acelerado el ritmo corriendo que se las pelaba de la mala leche que le había cogido, llegó antes de tiempo al punto donde quería dar la vuelta bajando la montaña de nuevo a todo lo que le daban las piernas.

Samanta preparaba la mantequilla y algo de jamón cocido esperando para hacer el café y las torradas cuando llegara su marido. Escuchó antes de tiempo como se abría la puerta de entrada, miró el reloj de la cocina confirmando que la carrera de Víctor había sido más rápida de lo normal, salió a su encuentro, Víctor pasaba caminando rápido.

VICTOR: Se me ha hecho corto, voy un rato al gimnasio para rematar.

Se dio cuenta que algo había pasado, la cara que tenía solo la ponía cuando algo le había hecho enfadar. Fue detrás de él entrando al gimnasio, Víctor estaba estirado en el banco de pesas haciendo pectorales con la barra.

SAMANTA: ¿Ha pasado algo cariño?

Víctor dejó la barra de pesas en su soporte sentándose en el banco, le explicó lo que había pensado durante su carrera volviéndose a estirar colocando las manos en la barra.

SAMANTA: ¿Y es muy guapa la nueva socia?

VICTOR: Si, es más joven que nosotros, se le nota que va al gimnasio asiduamente y creo que a cualquier hombre le gustaría tener algo con ella.

Estaba a punto de levantar las pesas tensando los brazos y los pectorales cuando notó una mano que se le posaba encima del paquete apretándole la polla, subió la cabeza y vio a Samanta que estaba jugando mordiéndose un labio con el otro.

SAMANTA: ¿A cualquiera dices?

Víctor la vio venir.

VICTOR: A cualquiera que no tenga en su casa una preciosidad como tú amor.

SAMANTA: ¿Te he dicho que estos pantaloncitos me gustan mucho?

Se le empezó a escapar la risa de ver a su mujer en aquella situación tan insinuante, Samanta se subió la camiseta hasta la barriga enseñándole unas braguitas blancas muy finas, Víctor se sentó de nuevo olvidándose de las pesas.

SAMANTA: ¿Te gusta así?, ¿o mejor así?

Se había puesto en cuclillas abriendo mucho las piernas para que pudiera vérselas con la forma de su coño.

SAMANTA: ¿O así?

Se metió un dedo por el lado abriéndose las bragas enseñándole directamente su chichi depilado.

VICTOR: ¿Dónde quieres llegar Samanta?, ¿esto es por lo de Marga ayer?

SAMANTA: Si hostia, me puse celosa.

Adelantó el culo en el banco poniéndose en la punta, ayudó a su mujer a incorporarse y la sentó en su regazo acariciándole la cara.

VICTOR: Ya conoces a Marga, si sabes que en las tiendas cuando vais de compras sale en bragas fuera del probador si ningún pudor.

SAMANTA: Claro que la conozco y se lo descarada que es, pero que se las enseñe a mi marido es otra cosa, además movió las piernas para que se le separara el tanga y enseñarte el coño, que me di cuenta.

A Víctor le entraba una risilla floja.

VICTOR: Yo creo que se lo enseñaba a su marido para que le diera caña en su casa.

SAMANTA: Pero si Gabriel ya está harto de vérselo, Víctor no te hagas el tonto. Y ese repaso gratuito que te dio en los abdominales antes de irse diciéndote con aquella voz de tonta, (la puso ella imitándola), “guapísimo con estos abdominales debes follar con mucha fuerza”, (volvió a cambiar la voz enfadándose), y a ella qué coño le importa como folla mi marido ostia.

Víctor se dio cuenta que su mujer se empezaba a ir por las ramas, le acarició entre los muslos subiendo la mano tocándole el chichi besándola con pasión.

VICTOR: Cómo te puedes comparar con ella con este chochito tan bonito que tienes.

Su mujer lo miró mordiéndose un labio, como le excitaba verlo sudando, oler su piel de cerca, ella se notaba que se ponía en celo solo con el olfato y como se le mojaban las braguitas con él tocándola, lo besó mordiéndole un labio poniéndole una mano en la cara sudada.

VICTOR: Está bien, dime qué quieres hacer.

Samanta lo miró con una risilla picarona.

SAMANTA: Quiero que desayunes conmigo tranquilamente y después te cuides de este chochito tan bonito que es tuyo y de nadie más.

VICTOR: Me doy una ducha rápida y nos encontramos en la cocina amor.

SAMANTA: No. Vienes tal como estás.

VICTOR: ¿No quieres que me duche?

SAMANTA: ¿Ya te he dicho que me gusta mucho ese pantaloncito?

El se partía de risa.

VICTOR: A ti lo que te gusta es lo que hay debajo listilla.

Se volvieron a besar como si no hubiera mañana.

SAMANTA: Cómo me conoces cabroncete.

Fueron los dos agarrados de la mano como si se acabaran de hacer novios. Desayunaron uno delante del otro intercambiándose miradas cómplices y sonrisas.

Samanta cuando acabaron retiró de encima de la mesa el desayuno, Víctor cuando ella estaba de espaldas dejando las tazas en la encimera se levantó y le metió las manos por debajo de la camiseta subiéndosela hasta las tetas agarrándoselas y amasándoselas besándole y lamiéndole el cuello, apretó su paquete contra el culo de ella por encima de las braguitas, Samanta gimió levantando un brazo por encima de su hombro rodeando la cabeza de su hombre.

VICTOR (susurrando): ¿De qué decías que me tenía que ocupar ahora?

Samanta notó como las fuertes manos de su amor le recorrían las piernas levantándole la camiseta, se había quedado quieta como hipnotizada por el contacto con su piel, se cogió con fuerza a la encimera cuando le agarró las tetas, un beso caliente y húmedo en el cuello le atravesó todo el cuerpo llegándole al coño mojandole las braguitas, levantó un brazo para sujetarle la cabeza y no dejar escapar aquellos labios que la estaban matando de lujuria, cuando notó el contacto del sexo de su marido presionándole el culito por encima de la fina tela de las bragas que había seleccionado para ponerse aquella mañana, pensó que había conseguido el efecto que buscaba en su marido, cuando escuchó la pregunta ella sabía que ya estaba totalmente entregada a él, solo pudo susurrarle.

SAMANTA: Haz lo que quieras conmigo mi vida.

Las manos de Víctor pasaron de las tetas a los hombros girándola, vio la carita de su mujer entregada y presionó más con su cuerpo al de ella aprisionándola contra el mueble de la cocina, su polla se estaba excitando y apretaba sobre el coño frotándose, le mordió el labio superior y ella le respondió mordiéndole el inferior, la agarró fuerte por el culo levantándola a peso sentándola encima de la mesa, sus bocas seguían chupando y mordiéndose los labios, sus manos como si fuera una coreografía fueron a buscar el sexo de su pareja a la vez, los dos gimieron mirándose a los ojos, él con la mano libre empujaba a su amor para apoyarle la espalda en la mesa sin dejar de presionarle y frotarle en chochito, ella aprovechaba para estirar de la camiseta de Víctor y quitársela.

Samanta parecía que estaba en otro plano espiritual solo sintiendo el contacto de los dedos de él recorriendo y apretando su coño, las señales que enviaban sus terminaciones nerviosas del chocho al cerebro las recibía tan nítidas que solo podía gemir de gusto y alargar los brazos intentando tocar alguna parte del cuerpo de su experimentado amante que se conocía cada rincón de su cuerpo donde le podía dar placer, en aquella postura podía llegar a tocarle los fuertes abdominales, no se extrañó que su amiga se mojara las bragas al notar aquella potencia muscular.

Cuando las manos de Víctor le agarraron las braguitas por los lados estirando de ellas con fuerza para rompérselas se le marcaron todos los músculos de la parte superior de su cuerpo, cómo le gustaban las demostraciones de fuerza de su marido, le hacían sentirse segura y protegida por el macho que se la iba a follar, soltó involuntariamente un fuerte gemido solo de pensarlo.

Víctor le acababa de destrozar las bragas por la impaciencia de no querer perder tiempo en quitárselas, le levantó las piernas abriéndoselas y se fue directamente con su boca a buscarle el coñito, se lo encontró muy mojado, le fue pasando la lengua lentamente saboreando sus jugos sintiendo en su olfato aquel olor tan conocido y que tanto le excitaba.

A Samanta al notar los labios de su marido contactar con su coño le volvió a atravesar el cuerpo otro tremendo latigazo, saliendo como un grito por la boca abriéndola todo lo que podía, a la vez sus manos se agarraban con fuerza a la cabeza de él no pudiendo evitar que su cintura se moviera como si tuviera voluntad propia por el placer que le proporcionaba aquella lengua invasora tan reconocida.

Víctor conocía los movimientos que tenía que ir haciendo con su lengua para proporcionarle a su amante esposa todo el placer que le podía dar, ella gemía y gritaba dependiendo del lugar y la presión que ejercía sobre su sexo. Samanta se abandonaba de cabeza dejando que él fuese haciendo, sentía cada milímetro que se movía la lengua, cada pequeña presión que le hacía en el sitio adecuado, respiraba profundamente dejando ir el aire en forma de gemido o grito.

El sabía que era el momento del último ataque, centró su lengua en darle vueltas al clítoris y notó como su mujer le apretó la cabeza con las dos manos, era la señal de que estaba en camino el orgasmo, estrechó el circulo hasta quedarse lamiendo encima del botoncito que se le había puesto duro y salido, varios gemidos seguidos le indicaron el momento de rodear la zona con la boca presionando succionándole el clítoris suavemente y poco a poco ir haciéndolo más fuerte. Samanta había perdido la noción del tiempo, solo se dejaba llevar por el placer sin saber exactamente si llevaba cinco minutos o dos horas en aquella posición, jadeaba y gemía con más intensidad a mida que pasaba el rato, de pronto algo diferente pasó que le hizo dar un latigazo al cuerpo poniéndose tenso apretando sus manos en la cabeza de Víctor involuntariamente, a partir de ese momento el placer le fue aumentando en sus entrañas recorriendo todo su cuerpo saliendo por la boca gritando que se desgañitaba, una presión en su clítoris le hizo abrir los ojos todo lo que podía, se le tensó todo el cuerpo retorciéndose y un orgasmo enorme le fue subiendo dejándose invadir por él corriéndose con unos gritos tremendos, su amante le seguía lamiendo suavemente dándole unos pequeños espasmos de final de orgasmo, respiró profundo y se dio cuenta que un liquido le bajaba por la ingle y seguramente caía al suelo.

Miró a su marido que se acababa de incorporar, Víctor se levantó de aquella posición mirando la bonita sonrisa de su mujer después del orgasmo, hacía una carita como relajada y agradecida de que la llevara hasta ese momento tan especial, ella miraba el tremendo cuerpo de su macho, veía a un gladiador después de derribar a su enemigo con un certero golpe de espada, o a un precioso animal salvaje mirando su presa antes de devorarla, Víctor tenía la polla que le apuntaba al techo de lo tiesa que la tenía, los gemidos y gritos de su pareja lo habían excitado más allá de los límites, vio el coño empapado que le caía el flujo resbalando por la piel, se agarró la polla y le puso la punta en la entrada del agujerito de la vagina, de un golpe se la metió hasta el fondo.

Samanta estaba intentando relajarse del gran orgasmo que había tenido hacia un momento y notó que algo le rozaba el agujero del coño poniéndose en alerta, de pronto la polla de su marido la atravesó, la partió en dos sacándole un gran grito de su garganta tensándole de nuevo todo el cuerpo, se levantó apoyando los codos en la mesa mirando como estaba ensartada por aquella polla tan conocida y a la vez que tanto placer le daba como si fuera la primera vez que se la metía, miró a la cara de Víctor que la tenía desencajada de excitación, le pasó un brazo por el cuello atrayendo su cabeza para comerle los labios húmedos y melosos. Víctor miró con atención la reacción de su esposa al primer pollazo, le gustaba ver como la descontrolaba de gusto, Samanta se apoyó en los codos mirando como la tenía follada besándolo con pasión, él aprovechó para meterle las manos por debajo del culo levantándola de la mesa, su mujer se agarró con fuerza a su cuello mientras apoyaba la espalda en una pared flexionando un poco las piernas, estiró de sus brazos levantando el cuerpo de Samanta dejándolo caer sobre su polla volviendo a ensartarla. Samanta lo besaba con todas sus ganas cuando se vio en el aire agarrándose rodeándole el cuello con sus brazos para no caer, se desplazaron hasta una pared y se vio en el aire notándose vacía por dentro volviendo a notar como se le llenaba de nuevo el coño al caer, subiéndole desde sus sexo hasta el cerebro un tremendo trallazo de gusto haciéndola gritar. Víctor gruñía y gemía sin parar de mover a su mujer arriba y abajo clavándole la polla con fuerza, a ella el placer solo le dejaba darse cuenta de la tensión muscular que mantenían los fuertes brazos y el cuerpo de su marido que estaba bañado en sudor, sus gritos se juntaban con la sensación de estar empapándose los dos juntos, la piel resbalaba una sobre la otra suavemente y ella se agarraba con fuerza a los voluminosos deltoides de Víctor, sus piernas flexionada y abiertas se las aguantaba él sin dejar un momento de descanso en un intenso sube y baja, del tremendo roce de sus sexos se escuchaba claramente un chasquido en cada empalada. El estaba enloquecido gritando de gusto, la polla se le tensaba avisando que estaba a punto de comenzar un orgasmo, a ella le estaba creciendo un fuego interno que parecía hacerlo crecer con cada grito que daba, un fuego que la quemaba por dentro extendiéndose por todo su cuerpo, Víctor dio un gruñido seco y fuerte pegándole el primer lechazo en el coño, el fuego la estaba a punto de quemar cuando notó un chorro de esperma de su marido que le llegaba al final de la vagina dejándose abrasar por las llamas dando un grito, se corrieron juntos, cada vez que la polla entraba con fuerza dejaba ir un disparo de leche que Samanta notaba en su interior uniendo los gritos de placer, un largo orgasmo los dejó sin aliento, sin bajarla y sin sacársela Víctor se movió para sentarse en una silla con su mujer encima, ella puso su cabeza en el cuello de su marido relajándose, las respiraciones fueron volviendo a la calma.

SAMANTA: Eres el mejor amante que podía haber encontrado.

VICTOR: Y tú la mujer de mi vida amor.

Los dos tenían el convencimiento de que habían tenido mucha suerte de haberse conocido.